ONU: El hambre aumenta a nivel mundial durante la pandemia en el mundo

Unos 811 millones de personas, la décima parte de la población, padecen subalimentación en el mundo. La emergencia del COVID-19 agudizó la precariedad en la que viven las poblaciones más pobres. África es el continente con un mayor repunte del hambre. La ONU insta a transformar los sistemas alimentarios con el fin de erradicar el hambre para 2030.

La crisis económica de 2020, derivada en gran parte de la pandemia de COVID-19, detonó uno de los mayores aumentos del hambre en el mundo en décadas, afectando a casi todos los países de renta baja y media. En algunas regiones -sobre todo en África y Asia- a esta recesión se aunaron otros factores, como los desastres relacionados con el clima, los conflictos o la combinación de ambos, incrementando enormemente la tasa de población desnutrida, revela un nuevo estudio interagencial de la ONU publicado este lunes.

El Estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, elaborado de manera conjunta por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), cifra en 811 millones el número de personas subalimentadas en 2020, cerca de la décima parte de la población mundial.

El aumento de individuos subalimentados de 2019 a 2020 alcanzó 118 millones con desigualdades regionales calificadas como “persistentes y preocupantes” por los autores del informe.

Karima, de 7 años, ve cómo su madre prepara pan en Yemen, donde el conflicto ha agravado la fatla de alimentos.
©PMA/Annabel Symington
Karima, de 7 años, ve cómo su madre prepara pan en Yemen, donde el conflicto ha agravado la fatla de alimentos.

Hambre por regiones

Del número total de personas desnutridas en 2020, más de la mitad (418 millones) vive en Asia y más de un tercio (282 millones) en África, mientras que en América Latina y el Caribe habita el 8% (60 millones). En comparación con 2019, 46 millones más de personas en África, casi 57 millones más en Asia y alrededor de 14 millones más en América Latina y el Caribe, se vieron afectadas por el hambre en 2020.

Estos datos significan que una de cada cinco personas (un 21% de la población) enfrentaba hambre en África en 2020, más del doble de la proporción de cualquier otra región, lo que representa un aumento de 3 puntos porcentuales en un año. Le siguieron América Latina y el Caribe (9,1%) y Asia (9%), con incrementos de 2 y 1,1 puntos porcentuales, respectivamente, entre 2019 y 2020.

Aun en América del Norte y Europa, donde se encuentran las tasas más bajas de inseguridad alimentaria, la incidencia del lastre aumentó por primera vez desde el comienzo de la recopilación de datos de la Escala de experiencia de inseguridad alimentaria, en 2014.

En cuanto a la afectación por género de la inseguridad alimentaria moderada o grave, se observó una tasa 10% más alta entre las mujeres que entre los hombres en 2020 , frente al 6% registrado en 2019.

Trabajador del mercado de alimentos de Constantine, Argelia.
OIT/Yacine Imadalou
Trabajador del mercado de alimentos de Constantine, Argelia.

Los precios de la comida, determinantes en la desnutrición

El reporte explica que el análisis del costo de los alimentos y la cantidad de personas que no pueden pagar una dieta saludable permite entender mejor la tendencia hacia la desnutrición en todas sus formas.

Detalla que el alto costo de las dietas saludables, junto a los pronunciados niveles de desigualdad de ingresos, impidió que 3000 millones de personas pudieran acceder a una dieta saludable en 2019. La mayoría de esta gente vive en Asia (1850 millones) y África (mil millones). La dieta saludable también está fuera del alcance de millones de habitantes de América Latina y el Caribe (113 millones) y América del Norte y Europa (17,3 millones).

En este sentido, los responsables de los cinco organismos autores del informe, que ya habían alertado sobre la inseguridad alimentaria de millones de personas, entre ellas muchos niños, lamentaron que la pandemia siguiera evidenciando las deficiencias de los sistemas alimentarios, “que amenazan la vida y los medios de subsistencia” de mucha gente.

La pobreza y la sequía causaron una aumento grave del hambre en el sur de Madagascar.
© PMA/Tsiory Andriantsoarana
La pobreza y la sequía causaron una aumento grave del hambre en el sur de Madagascar.

Los niños

Entre las poblaciones más afectadas por la desnutrición destacan los niños menores de cinco años. Si bien los datos específicos sobre este colectivo fueron limitados en 2020 y las estimaciones no necesariamente tienen en cuenta los efectos de la pandemia COVID-19,  se calcula que 149,2 millones (22%) sufrieron retraso del crecimiento en 2020. Casi las tres cuartas partes de ellos viven en Asia central y meridional (37%) y África subsahariana (37%).

En el mismo año, alrededor del 5,7% (38,9 millones) de los niños menores de cinco años tenían sobrepeso, con tendencia a aumentar en algunas regiones y en muchos entornos del mundo.

Por otra parte, la obesidad en los adultos sigue creciendo, y la prevalencia mundial subió del 11,7% en 2012 al 13,1% en 2016. Todas las subregiones mostraron tendencias crecientes de la obesidad en adultos entre 2012 y 2016 y están lejos de cumplir el objetivo de la Asamblea Mundial de la Salud para 2025 de detener el aumento para 2025.

Niño con desnutrición en una revisión de rutina en Kalemie, República Democrática del Congo.
© PMA/Arete/Fredrik Lerneryd
Niño con desnutrición en una revisión de rutina en Kalemie, República Democrática del Congo.

Sin servicios de nutrición

El informe reconoce las dificultades de los países para garantizar que los sistemas de salud, alimentación, educación y protección social mantengan los servicios de nutrición esenciales mientras responden a la pandemia de COVID-19, y reporta que una encuesta sobre la situación de los niños durante la pandemia mostró que el 90% de las naciones (122 de 135) informaron un cambio en la cobertura de los servicios de nutrición clave en agosto de 2020.

Agrega que, en general, la cobertura de los servicios de nutrición esenciales disminuyó en un 40%, y casi la mitad de los países registró un retroceso de al menos 50% de las intervenciones nutricionales.

Aunque faltan datos sobre los resultados nutricionales para 2020, las proyecciones más moderadas apuntan a un escenario en el que 11,2 millones de niños menores de cinco años en países de ingresos bajos y medios se agregarían al total de los que padecen emaciación de 2020 a 2022 como consecuencia de la pandemia.

Un escenario más pesimista eleva a 16,3 millones de niños más afectados por ese flagelo. Para el retraso del crecimiento infantil, el modelo predice que 3,4 millones de niños adicionales sufrirán retraso en el crecimiento debido a los efectos de la pandemia en 2022.

Los campesinos del noreste de Nigeria no han podido sembrar sus alimentos debido a la inseguridad.
UNOCHA/Damilola Onafuwa
Los campesinos del noreste de Nigeria no han podido sembrar sus alimentos debido a la inseguridad.

Momento crítico

Los organismos de la ONU advierten que el mundo atraviesa una “coyuntura crítica” y llaman a dar un impulso diplomático a la promoción de la seguridad alimentaria y la nutrición mediante la transformación de los sistemas alimentarios en el marco de la Cumbre de las Naciones Unidas sobre los Sistemas Alimentarios -convocada para este año por el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres-, y de la  Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 26), a celebrarse en octubre próximo en Glasgow, Escocia.

Para los titulares de las agencias autoras del estudio, “los resultados de estos acontecimientos determinarán (…) la segunda mitad del Decenio de las Naciones Unidas de Acción sobre la Nutrición”, un compromiso mundial en materia de políticas todavía pendiente de concretarse.

Mujer sembrando frijoles en una granja cooperativa de Taveta, Kenya.
© FAO//Fredrik Lerneryd
Mujer sembrando frijoles en una granja cooperativa de Taveta, Kenya.

Seis recomendaciones

En su llamado a transformar los sistemas alimentarios como condición esencial para lograr la seguridad alimentaria, mejorar la nutrición y poner las dietas saludables al alcance de todos, subraya la necesidad de políticas e inversiones que contrarresten los factores determinantes del hambre y la malnutrición.

Con este fin, traza seis recomendaciones a los encargados de las políticas alimentarias de los países para que las apliquen de acuerdo con su realidad nacional:

  • Integrar las estrategias humanitarias, de desarrollo y de consolidación de la paz en las zonas de conflicto, por ejemplo, mediante medidas de protección social que eviten que las familias vendan sus escasas pertenencias para alimentarse
  • Ampliar la resiliencia de los sistemas alimentarios frente al cambio climático, ofreciendo a los pequeños agricultores un amplio acceso a seguros contra riesgos climáticos y financiación basada en previsiones científicas
  • Reforzar la resiliencia de la población más vulnerable ante las adversidades económicas mediante programas de apoyo en especie o en efectivo para reducir los efectos de la pandemia o la volatilidad de los precios de los alimentos
  • Intervenir en las cadenas de suministro para reducir el costo de los alimentos nutritivos fomentando la plantación de cultivos bioenriquecidos o facilitando el acceso a los mercados de los productores de frutas y hortalizas
  • Combatir la pobreza y las desigualdades estructurales, impulsando las cadenas de valor alimentarias en las comunidades pobres mediante transferencias de tecnología y programas de certificación
  • Fortalecer los entornos alimentarios y promover cambios en el comportamiento de los consumidores, por ejemplo eliminando las grasas trans industriales y reduciendo el contenido de sal y azúcar en los alimentos, o protegiendo a los niños frente a los efectos negativos de la comercialización de alimentosLa crisis económica de 2020, derivada en gran parte de la pandemia de COVID-19, detonó uno de los mayores aumentos del hambre en el mundo en décadas, afectando a casi todos los países de renta baja y media. En algunas regiones -sobre todo en África y Asia- a esta recesión se aunaron otros factores, como los desastres relacionados con el clima, los conflictos o la combinación de ambos, incrementando enormemente la tasa de población desnutrida, revela un nuevo estudio interagencial de la ONU publicado este lunes.El Estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, elaborado de manera conjunta por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), cifra en 811 millones el número de personas subalimentadas en 2020, cerca de la décima parte de la población mundial.

    El aumento de individuos subalimentados de 2019 a 2020 alcanzó 118 millones con desigualdades regionales calificadas como “persistentes y preocupantes” por los autores del informe.

    Karima, de 7 años, ve cómo su madre prepara pan en Yemen, donde el conflicto ha agravado la fatla de alimentos.
    ©PMA/Annabel Symington
    Karima, de 7 años, ve cómo su madre prepara pan en Yemen, donde el conflicto ha agravado la fatla de alimentos.

    Hambre por regiones

    Del número total de personas desnutridas en 2020, más de la mitad (418 millones) vive en Asia y más de un tercio (282 millones) en África, mientras que en América Latina y el Caribe habita el 8% (60 millones). En comparación con 2019, 46 millones más de personas en África, casi 57 millones más en Asia y alrededor de 14 millones más en América Latina y el Caribe, se vieron afectadas por el hambre en 2020.

    Estos datos significan que una de cada cinco personas (un 21% de la población) enfrentaba hambre en África en 2020, más del doble de la proporción de cualquier otra región, lo que representa un aumento de 3 puntos porcentuales en un año. Le siguieron América Latina y el Caribe (9,1%) y Asia (9%), con incrementos de 2 y 1,1 puntos porcentuales, respectivamente, entre 2019 y 2020.

    Aun en América del Norte y Europa, donde se encuentran las tasas más bajas de inseguridad alimentaria, la incidencia del lastre aumentó por primera vez desde el comienzo de la recopilación de datos de la Escala de experiencia de inseguridad alimentaria, en 2014.

    En cuanto a la afectación por género de la inseguridad alimentaria moderada o grave, se observó una tasa 10% más alta entre las mujeres que entre los hombres en 2020 , frente al 6% registrado en 2019.

    Trabajador del mercado de alimentos de Constantine, Argelia.
    OIT/Yacine Imadalou
    Trabajador del mercado de alimentos de Constantine, Argelia.

    Los precios de la comida, determinantes en la desnutrición

    El reporte explica que el análisis del costo de los alimentos y la cantidad de personas que no pueden pagar una dieta saludable permite entender mejor la tendencia hacia la desnutrición en todas sus formas.

    Detalla que el alto costo de las dietas saludables, junto a los pronunciados niveles de desigualdad de ingresos, impidió que 3000 millones de personas pudieran acceder a una dieta saludable en 2019. La mayoría de esta gente vive en Asia (1850 millones) y África (mil millones). La dieta saludable también está fuera del alcance de millones de habitantes de América Latina y el Caribe (113 millones) y América del Norte y Europa (17,3 millones).

    En este sentido, los responsables de los cinco organismos autores del informe, que ya habían alertado sobre la inseguridad alimentaria de millones de personas, entre ellas muchos niños, lamentaron que la pandemia siguiera evidenciando las deficiencias de los sistemas alimentarios, “que amenazan la vida y los medios de subsistencia” de mucha gente.

    La pobreza y la sequía causaron una aumento grave del hambre en el sur de Madagascar.
    © PMA/Tsiory Andriantsoarana
    La pobreza y la sequía causaron una aumento grave del hambre en el sur de Madagascar.

    Los niños

    Entre las poblaciones más afectadas por la desnutrición destacan los niños menores de cinco años. Si bien los datos específicos sobre este colectivo fueron limitados en 2020 y las estimaciones no necesariamente tienen en cuenta los efectos de la pandemia COVID-19,  se calcula que 149,2 millones (22%) sufrieron retraso del crecimiento en 2020. Casi las tres cuartas partes de ellos viven en Asia central y meridional (37%) y África subsahariana (37%).

    En el mismo año, alrededor del 5,7% (38,9 millones) de los niños menores de cinco años tenían sobrepeso, con tendencia a aumentar en algunas regiones y en muchos entornos del mundo.

    Por otra parte, la obesidad en los adultos sigue creciendo, y la prevalencia mundial subió del 11,7% en 2012 al 13,1% en 2016. Todas las subregiones mostraron tendencias crecientes de la obesidad en adultos entre 2012 y 2016 y están lejos de cumplir el objetivo de la Asamblea Mundial de la Salud para 2025 de detener el aumento para 2025.

    Niño con desnutrición en una revisión de rutina en Kalemie, República Democrática del Congo.
    © PMA/Arete/Fredrik Lerneryd
    Niño con desnutrición en una revisión de rutina en Kalemie, República Democrática del Congo.

    Sin servicios de nutrición

    El informe reconoce las dificultades de los países para garantizar que los sistemas de salud, alimentación, educación y protección social mantengan los servicios de nutrición esenciales mientras responden a la pandemia de COVID-19, y reporta que una encuesta sobre la situación de los niños durante la pandemia mostró que el 90% de las naciones (122 de 135) informaron un cambio en la cobertura de los servicios de nutrición clave en agosto de 2020.

    Agrega que, en general, la cobertura de los servicios de nutrición esenciales disminuyó en un 40%, y casi la mitad de los países registró un retroceso de al menos 50% de las intervenciones nutricionales.

    Aunque faltan datos sobre los resultados nutricionales para 2020, las proyecciones más moderadas apuntan a un escenario en el que 11,2 millones de niños menores de cinco años en países de ingresos bajos y medios se agregarían al total de los que padecen emaciación de 2020 a 2022 como consecuencia de la pandemia.

    Un escenario más pesimista eleva a 16,3 millones de niños más afectados por ese flagelo. Para el retraso del crecimiento infantil, el modelo predice que 3,4 millones de niños adicionales sufrirán retraso en el crecimiento debido a los efectos de la pandemia en 2022.

    Los campesinos del noreste de Nigeria no han podido sembrar sus alimentos debido a la inseguridad.
    UNOCHA/Damilola Onafuwa
    Los campesinos del noreste de Nigeria no han podido sembrar sus alimentos debido a la inseguridad.

    Momento crítico

    Los organismos de la ONU advierten que el mundo atraviesa una “coyuntura crítica” y llaman a dar un impulso diplomático a la promoción de la seguridad alimentaria y la nutrición mediante la transformación de los sistemas alimentarios en el marco de la Cumbre de las Naciones Unidas sobre los Sistemas Alimentarios -convocada para este año por el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres-, y de la  Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 26), a celebrarse en octubre próximo en Glasgow, Escocia.

    Para los titulares de las agencias autoras del estudio, “los resultados de estos acontecimientos determinarán (…) la segunda mitad del Decenio de las Naciones Unidas de Acción sobre la Nutrición”, un compromiso mundial en materia de políticas todavía pendiente de concretarse.

    Mujer sembrando frijoles en una granja cooperativa de Taveta, Kenya.
    © FAO//Fredrik Lerneryd
    Mujer sembrando frijoles en una granja cooperativa de Taveta, Kenya.

    Seis recomendaciones

    En su llamado a transformar los sistemas alimentarios como condición esencial para lograr la seguridad alimentaria, mejorar la nutrición y poner las dietas saludables al alcance de todos, subraya la necesidad de políticas e inversiones que contrarresten los factores determinantes del hambre y la malnutrición.

    Con este fin, traza seis recomendaciones a los encargados de las políticas alimentarias de los países para que las apliquen de acuerdo con su realidad nacional:

    • Integrar las estrategias humanitarias, de desarrollo y de consolidación de la paz en las zonas de conflicto, por ejemplo, mediante medidas de protección social que eviten que las familias vendan sus escasas pertenencias para alimentarse
    • Ampliar la resiliencia de los sistemas alimentarios frente al cambio climático, ofreciendo a los pequeños agricultores un amplio acceso a seguros contra riesgos climáticos y financiación basada en previsiones científicas
    • Reforzar la resiliencia de la población más vulnerable ante las adversidades económicas mediante programas de apoyo en especie o en efectivo para reducir los efectos de la pandemia o la volatilidad de los precios de los alimentos
    • Intervenir en las cadenas de suministro para reducir el costo de los alimentos nutritivos fomentando la plantación de cultivos bioenriquecidos o facilitando el acceso a los mercados de los productores de frutas y hortalizas
    • Combatir la pobreza y las desigualdades estructurales, impulsando las cadenas de valor alimentarias en las comunidades pobres mediante transferencias de tecnología y programas de certificación
    • Fortalecer los entornos alimentarios y promover cambios en el comportamiento de los consumidores, por ejemplo eliminando las grasas trans industriales y reduciendo el contenido de sal y azúcar en los alimentos, o protegiendo a los niños frente a los efectos negativos de la comercialización de alimentos-
  • Fuente: https://news.un.org/es/story/2021/07/1494232
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COVID-19: pueblos indígenas de Perú enfrentan escasez de alimentos y deficiencias en atención de salud

Por:

 

  • Líderes indígenas solicitan se atienda abastecimiento de artículos de primera necesidad en las comunidades y se definan los protocolos para llevar insumos.
  • Monitores forestales ayudan en la divulgación de información para prevenir contagio por coronavirus.

El cierre total de sus territorios fue la primera medida que adoptaron las comunidades indígenas cuando el gobierno peruano, el 16 de marzo, decretó el Estado de Emergencia ante el avance del coronavirus.

Cerraron caminos, puentes, impidieron el ingreso de embarcaciones por ríos e incluso prohibieron los vuelos a lugares lejanos. Así, casi un millón de personas que viven en comunidades indígenas amazónicas de Perú apostaron por el aislamiento como la mejor forma de protegerse de la amenaza del nuevo virus.

Los pueblos indígenas se abastecen con los productos que cultivan o que obtienen de los ríos. Foto: Archivo Mongabay Latam.
Los pueblos indígenas se abastecen con los productos que cultivan o que obtienen de los ríos. Foto: Archivo Mongabay Latam.

Ahora, a un mes del inicio del aislamiento en Perú, las comunidades enfrentan más de un problema. Escasez de productos básicos, falta de servicios de salud y la ausencia de protocolos para atender a esta población ya de por sí vulnerable ante cualquier enfermedad.

“Durante las tres primeras semanas de cuarentena hemos insistido para ser visibles ante el gobierno”, dice Lizardo Cauper, presidente de la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (Aidesep).

El líder indígena señala que entre las propuestas presentadas al Ejecutivo consideran como las más importantes la atención en los servicios de salud, la implementación de un mecanismo de apoyo económico, la entrega de alimentos de primera necesidad y de mascarillas para su protección. “Se tienen que tener listos los protocolos desde el Estado. ¿Por qué han demorado tanto en visibilizar a los pueblos indígenas?»

El presidente Martín Vizcarra informa todos los días sobre el avance del COVID-19. Foto: Agencia Andina.
El presidente Martín Vizcarra informa todos los días sobre el avance del COVID-19. Foto: Agencia Andina.

El jueves 9 de abril, el presidente Martín Vizcarra dijo que el gobierno está preparando un plan específico para las comunidades indígenas y amazónicas. “Como Estado debemos tener una propuesta integral de atención”, manifestó. Sin embargo, el tiempo pasa y los planes aún no se concretan.

Lee más | COVID-19: indígenas chilenos contagiados y en peligro por el turismo clandestino

Problemas de abastecimiento

 

Por lo menos 200 miembros de comunidades indígenas estaban de paso en Iquitos cuando el gobierno peruano decretó el Estado de Emergencia y el inicio de la cuarentena. La mayoría había llegado a la ciudad para hacer trámites de rutina o recibir atención médica.

Desde entonces, la situación se tornó crítica para estas personas que no contaban con los recursos suficientes para permanecer en la ciudad durante la cuarentena.

Las poblaciones indígenas son las más vulnerables debido debido a los altos índices de anemia y desnutrición. Foto: Ministerio de Cultura.
Las poblaciones indígenas son las más vulnerables debido debido a los altos índices de anemia y desnutrición. Foto: Ministerio de Cultura.

“Incertidumbre, abandono, necesidad, son los sentimientos de nuestros hermanos que vinieron a Iquitos sin saber que no iban a regresar a sus comunidades por la cuarentena”, dice Jorge Pérez, presidente de la Organización Regional de Pueblos Indígenas del Oriente (Orpio).

El líder indígena cuenta que algunos de ellos dormían en sus botes anclados en los puertos y trataban de sobrevivir como podían, mientras otros recibían ayuda de sus familiares. “Sus viviendas son muy precarias y comparten espacios muy reducidos”, apunta.

Hasta ahora, la única atención que han recibido ha sido la entrega de canastas con productos básicos que ordenó el gobierno se entregue a las familias de menos recursos.

Las comunidades indígenas tomaron la decisión de cerrar sus territorios desde que se decretó el Estado de Emergencia en Perú. Foto: Ministerio de Cultura.
Las comunidades indígenas tomaron la decisión de cerrar sus territorios desde que se decretó el Estado de Emergencia en Perú. Foto: Ministerio de Cultura.

Pero no ha sido el único caso. “Hemos mapeado unos 500 indígenas que viven en Lima que son awajún y wampís. Y desde Ucayali nos ha llegado una lista que solicita el bono de 380 soles”, dice Ángela Acevedo, viceministra de Interculturalidad del Ministerio de Cultura.

Loreto es una de las regiones con mayor cantidad de casos de COVID-19 en Perú, hasta el momento se han reportado 332 casos en esa región y son nueve las personas fallecidas.

Hace una semana, el virus llegó al centro poblado San Lorenzo, en Datem del Marañón, habitado por indígenas y colonos. El temor ante la llegada del coronavirus está presente en todas las comunidades indígenas.

Los pueblos de la Selva Central vigilan los ingresos por carretera a sus comunidades. Foto: Agencia Andina.
Los pueblos de la Selva Central vigilan los ingresos por carretera a sus comunidades. Foto: Agencia Andina.

“No hay abastecimiento de insumos básicos. Los pueblos indígenas están abandonados. Solo una cooperante pudo llegar a tiempo con ayuda de víveres a los sectores de Santa Clotilde y Cushillococha”, agrega Pérez de Orpio.

El miércoles 8 de abril, una comisión multisectorial se reunió para evaluar la situación de Loreto. “Hemos establecido el comando Covid en esa región y continuaremos con las otras regiones amazónicas”, explica Acevedo, viceministra de Interculturalidad.

Acevedo señala que han sido las mismas organizaciones indígenas las que han colocado los temas en la agenda. Uno de estos puntos es la escasez de productos básicos en las comunidades. “Estamos evaluando cómo llegar a las comunidades para complementar su canasta básica. Pero tenemos que hacerlo con las mejores condiciones. El protocolo lo tenemos que diseñar con el sector Salud. Si se toma la decisión de llevar algo tiene que ser con toda la seguridad necesaria”, aclara.

Por su parte, el presidente de Orpio reclama que el tema indígena no es una prioridad. “Tuvimos que insistir para que nos escuchen”, comenta con relación a la reunión de todos los sectores para analizar las acciones en Loreto.

Una comisión multisectorial se reunió en Loreto para evaluar la situación de la región por el avance del COVID-19. Foto: Orpio.
Una comisión multisectorial se reunió en Loreto para evaluar la situación de la región por el avance del COVID-19. Foto: Orpio.

“En Ucayali hay migrantes indígenas que viven en las ciudades en los denominados Asentamientos Urbanos Interculturales”, comenta Berlin Diques, presidente de la Organización Regional Aidesep Ucayali (ORAU).

Diques señala que estas comunidades urbanas congregan a una gran cantidad de personas. Le preocupa que se trata de población vulnerable porque ganan su sustento diario con trabajos informales. “Ahora no pueden realizar sus actividades y los problemas de falta de alimentos se agudizan para ellos”.

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El control de las vías

 

Julio Cusuriche, presidente de la Federación Nativa del Río Madre de Dios y Afluentes (Fenamad), señala que cumplir la cuarentena está resultando difícil para las 37 comunidades que pertenecen a esta organización.

El 25 de marzo, Fenamad envió una carta a la ministra de Desarrollo e Inclusión Social, Ariela Luna, solicitando que se incluya a las comunidades nativas en la entrega del bono de 380 soles que ha dispuesto el gobierno para las familias de escasos recursos económicos. “Ha empezado la escasez de los productos que no se producen en el campo. Y el bono de 380 soles no llega a las comunidades”, precisa Cusuriche.

Las comunidades se organizan para vigilar el ingreso a sus territorios. Foto: Agencia Andina.
Las comunidades se organizan para vigilar el ingreso a sus territorios. Foto: Agencia Andina.

El presidente de la Fenamad precisa que los líderes indígenas de la organización se mantienen en constante comunicación para tener un panorama de lo que sucede cada día en las comunidades. “No se permite el ingreso ni salida de los territorios. Las comunidades nativas fueron las primeras que cerraron sus fronteras para cumplir el aislamiento social. El control lo hacen los mismos comuneros, sin la presencia de policías y militares”.

Walter Quertehuari, presidente del Ejecutor del Contrato de Administración de la Reserva Comunal Amarakaeri (ECA-RCA), señala que su mayor preocupación es la posibilidad de que ingresen personas ajenas a la comunidad por el acceso que hay hacia la región Cusco. “Sabemos que hay personas que están escapando para la selva, además que transitan vehículos que trasladan alimentos. Tememos que el virus llegue porque somos una población muy vulnerable”.

En Loreto el aislamiento de las comunidades no ha sido del todo respetado. Cuando ya se había decretado la cuarentena, embarcaciones que salen desde Iquitos hacia Mazán y el río Napo partieron evadiendo la orden de inamovilidad.

La vigilancia también se da en las riberas de los ríos por donde transitan embarcaciones hacia as comunidades. Foto: Orpio.
La vigilancia también se da en las riberas de los ríos por donde transitan embarcaciones hacia as comunidades. Foto: Orpio.

“Hemos tenido que bloquear los ríos para impedir que transite cualquier tipo de embarcación”, cuenta Betty Rubio, presidenta de la Federación de Comunidades Nativas del Medio Napo Curaray y Arabela (Feconamncua).

La viceministra de Interculturalidad, Acevedo, señala que uno de los ejes considerados para atender a la población indígena es el control territorial.  “Existen demandas para lograr un control efectivo en ríos y puertos y estamos coordinando con los gobiernos regionales y las Fuerzas Armadas. Inicialmente no hubo un control efectivo en los ríos”, reconoce.

Acevedo confirma que durante la primera semana de aislamiento social hubo embarcaciones que partieron de Iquitos, pero que el gobierno regional ha tomado el control. Sin embargo, la funcionaria señala que la realidad de cada región es distinta y por ello deben actuar de acuerdo a cada lugar. “En la selva central el acceso es principalmente por carretera, mientras que en Madre de Dios los ingresos se pueden dar por Puerto Maldonado o Cusco. Esto nos plantea más retos para resguardar sus vidas”.

Desde la Selva Central, Irupé Cañari, asesora legal del Comité Central de Autodefensa del Valle del Río Ene (CARE) también se refirió a los problemas de tránsito que se han presentado en la Selva Central. “Existe mucho traslado de colonos de la cuenca del Ene, trabajadores migrantes que se habían trasladado de Ayacucho, Junín y Cusco hacia el VRAEM. Ahora están tratando de regresar a su localidad tomando la ruta que va desde Pichari en Cusco hasta Satipo en Junín”.

En la ruta de Pichari a Satipo existen varias comunidades nativas. Fuente: Google maps.
En la ruta de Pichari a Satipo existen varias comunidades nativas. Fuente: Google maps.

En este caso preocupa a Cañari que quienes circulan por esta vía se conviertan en un riesgo de contagio para las comunidades indígenas ubicadas a lo largo de la carretera. “La semana pasada hubo movimiento masivo por esta carretera. Nos preocupa porque potencializa el riesgo”.

Cañari también menciona que hasta el momento no hay ningún caso de COVID-19 en las comunidades nativas de la Selva Central. “Eso es alentador”, agrega. Sin embargo, le preocupa que ya se han reportado dos contagios en Pichanaki, ciudad ubicada a una hora de Satipo, zona de ingreso a las comunidades nativas del VRAEM.

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Vigilancia comunal

 

Los monitores forestales de Loreto están usando ahora la tecnología que tienen al alcance para difundir entre las comunidades indígenas las acciones de prevención contra la pandemia.

Monitores forestales utilizan la tecnología para informar sobre prevención por el coronavirus. Foto: Orpio.
Monitores forestales utilizan la tecnología para informar sobre prevención por el coronavirus. Foto: Orpio.

“Enviamos las cartillas e infografías con información de cómo prevenir el contagio a través del whatssapp de los teléfonos que usamos para el monitoreo de las acciones ilegales en nuestros territorios”, cuenta Betty Rubio, presidenta de Feconamncua e integrante de la red de monitores forestales creada por la organización Rainforest Fundation US.

Así, relata Rubio, las medidas de prevención están llegando a las comunidades del río Napo en Loreto, además de que pueden intercambiar información de lo que sucede en cada lugar.

Los monitores han descargado la infografía elaborada por Orpio en los teléfonos y tablets que normalmente usan para rastrear la deforestación. Estas herramientas tecnológicas ahora las utilizan para brindar información a las comunidades.

En las comunidades se elaboran paneles con información relevante sobre el COVID-19. Foto: Orpio.
En las comunidades se elaboran paneles con información relevante sobre el COVID-19. Foto: Orpio.

Una acción que busca, de alguna forma, suplir las serias deficiencias que presentan los servicios de salud en las comunidades nativas. Según el censo de 2017, de cada diez comunidades indígenas en Perú, menos de cuatro cuentan con un centro de salud en sus territorios, situación que coloca a los pueblos indígenas en mayor riesgo.

Según la antropóloga Beatriz Huertas, la situación de los pueblos indígenas es de extrema vulnerabilidad. La desnutrición y anemia, así como la alta prevalencia hepatitis B, tuberculosis, malaria o dengue los dejan sumamente expuestos a otras enfermedades.

Zebelio Kayap, líder indígena de las etnias awajún y wampís en la zona de frontera con Ecuador, menciona que en muchas comunidades nativas no se cuenta con centros de atención médica y en la situación actual de cuarentena tampoco llegan las brigadas de salud para que informen sobre el coronavirus.

“Brindamos información por teléfono. Pero donde no hay cobertura telefónica ni radio, no podemos alertar de los riesgos ni de las medidas de prevención”, comenta el líder indígena.

Las organizaciones indígenas difunden por redes sociales mensajes de prevención y atención de la emergencia. Fuente: Orpio.
Las organizaciones indígenas difunden por redes sociales mensajes de prevención y atención de la emergencia. Fuente: Orpio.

“El Estado hasta ahora no tiene un plan de contingencia para las poblaciones vulnerables. Los puestos de salud de las comunidades nativas, cuando existen, están muy mal implementados. Si ocurre un caso de contagio en una comunidad, sería devastador, porque no estamos preparados”, dice Diques, presidente de ORAU.

Irupé Cañari de CARE también se refiere a los problemas de atención de salud en las comunidades. “No se han habilitado espacios específicos para atender a pacientes con COVID-19, tampoco hay protocolos de atención para pueblos indígenas. No sabemos cómo proceder en el hipotético caso de que se presente una persona afectada por el virus, ni como sería el traslado”.

La viceministra de Interculturalidad, Ángela Acevedo, comenta que los problemas de los últimos años en el sector salud en esta situación de emergencia se han hecho más evidentes. “Si bien no ha llegado el virus a las comunidades, existe un alto riesgo. Estamos viendo el mejor mecanismo para definir un protocolo de salud adecuado”.

Desde Amarakaeri, el líder indígena Quertehuari recuerda que hay muchas comunidades sin agua potable y que el abastecimiento de este recurso depende de pozos o directamente de los ríos. “El lavado de manos es muy importante, pero como cumplirlo si no se cuenta con agua potable ni jabón”.

Un derrame en la Refinería de Iquitos ocurrió el 8 de abril. Foto: OEFA.
Un derrame en la Refinería de Iquitos ocurrió el 8 de abril. Foto: OEFA.

Además de la falta de servicios básicos, muchas comunidades están expuestas a los derrames de petróleo que afectan directamente su provisión del recurso. En plena cuarentena, el 8 de abril, un derrame de hidrocarburo se produjo en la Refinería de Iquitos, ubicado en el distrito de Punchana, en Maynas, Loreto. La filtración del crudo afectó las localidades de Santa Clara del Ojeal y Barrio Florido.

El Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA) ha informado que se está supervisando la implementación del plan de contingencia de PetroPerú, empresa estatal a cargo de la refinería, así como las acciones de contención y limpieza de la zona afectada.

Fuente del artículo: https://es.mongabay.com/2020/04/covid-19-pueblos-indigenas-alimentacion-salud-peru/

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