16 de noviembre de 2016 / Por: Camille Roch / Fuente: https://www.amnesty.org/
Los programas de educación en derechos humanos en Oriente Medio y el norte de África reúnen a jóvenes activistas para aprender cómo proporcionar formación en derechos humanos a otros jóvenes. Gracias a estos programas, las y los jóvenes pueden intercambiar técnicas y buenas prácticas para mejorar sus capacidades de facilitación e impulsar el activismo en favor de los derechos humanos en la región.
“Estos talleres nos llevan de la teoría a la práctica e incluyen elementos que no hemos tenido la oportunidad de practicar antes, como la facilitación, las técnicas de formación y el diseño de sesiones. Como facilitador, siempre necesito un impulso para mejorar mis capacidades, y la formación regional es la mejor manera de conocer a activistas de todo el norte de África y compartir experiencias”, afirma Houssam Hatim, educador juvenil marroquí.
Mazen Jaber, coordinador de Educación en Derechos Humanos de la Oficina Regional para Oriente Medio y el Norte de África, nos cuenta algo más sobre los programas:
“La preparación de un terreno común para la formación conecta a las y los educadores a escala regional y utiliza las redes sociales para comunicar los logros. Esto es fundamental para poder apoyar más y abordar los problemas a los que se enfrentan los activistas de derechos humanos en la región”, dice Mazen.
Comparar y contrastar
Más que fomentar el conocimiento y compartir los recursos, formar educadores de diferentes países crea espacios seguros para comparar y contrastar experiencias,
La selección de representantes para participar en las formaciones regionales se basa en su capacidad para actuar como multiplicadores. Así, quienes las organizan pueden determinar sus expectativas y adaptar los talleres según las necesidades de cada país.
Las formaciones se centran en el conocimiento que las y los participantes tienen de las particularidades de cada país, de forma que pueden situarse en su propio contexto. También revisan experiencias pasadas para comparar los problemas que han encontrado como facilitadores y planear respuestas mediante métodos participativos tales como los juegos de dramatización.
En una de estas formaciones en el norte de África, las educadoras y los educadores juveniles plantearon sus dudas sobre las situaciones que surgen durante las sesiones sobre violencia contra las mujeres, en las que las personas que asisten tienden a reaccionar de forma diferente dependiendo de si el tema se aborda desde la perspectiva jurídica o humana. En este caso, la dramatización –representación de una situación hipotética– ayudaba a encontrar una solución de forma colectiva.
“Es un método abierto a soluciones creativas porque queremos que las respuestas salgan de ellos. Estamos aquí sólo para facilitar la situaciones y ayudar a que saquen conclusiones por sí mismos”, dice Mazen, facilitador de las formaciones regionales.
Analizar las experiencias permite que las y los educadores identifiquen modelos exitosos que pueden replicarse en diferentes entornos. Durante uno de estos debates, algunos representantes de Túnez comentaron cómo habían logrado llegar recientemente a un acuerdo con el Ministerio de Educación después de haberse enfrentado a dificultades con respecto al acceso a la educación formal.
Estas conversaciones son valiosas como fuentes de inspiración y como forma de destacar la importancia de su papel como educadores: “Al facilitar un taller y luego ver a esas mismas personas dirigir las actividades y sesiones, observamos el paso de la antorcha de un grupo a otro; y esta es la diferencia entre simplemente sensibilizar a las personas en materia de derechos humanos y la educación en derechos humanos”, sostiene Amine Letaief, educador tunecino.
Desvelar sesgos, cuestionar estereotipos
Uno de los programas de este año se centró en formar a personas para que proporcionen educación sobre los derechos de las personas refugiadas y migrantes. Las y los educadores aprendieron técnicas de facilitación y a diseñar unidades didácticas, y empezaron por cuestionar las actitudes y los estereotipos de un público determinado.
Por ejemplo, hicieron un ejercicio para cuestionar los estereotipos, utilizando para ello una serie de fotografías de personas no identificadas, entre quienes figuraban desde poetas hasta criminales de guerra. Basándose únicamente en el aspecto, las y los participantes escriben las primeras impresiones que les producen esas imágenes. Luego se muestran sus anotaciones y otros participantes intentan emparejarlas con las fotografías correspondientes. Al final de la actividad se revelan las identidades de quienes aparecen en las fotografías y las personas participantes se dan cuenta de cómo las opiniones se forman a través de sesgos cognitivos, a menudo desconectados de la realidad.
“El principal mensaje es que las impresiones pueden estar muy equivocadas y que no se puede juzgar a una persona sólo por su rostro. Este ejercicio ilustra cómo los participantes pueden entender que vivimos en un mundo complicado que tendemos a simplificar, y que utilizamos los estereotipos como atajos mentales para tener que pensar menos. Sin embargo, así deshumanizamos a las personas”, explica Mazen.
Las y los participantes aprendieron a través de la experiencia práctica y de los consejos de facilitadores con más veteranía, y diseñaron una serie de actividades para un taller de medio día de duración sobre los derechos de las personas refugiadas adaptado a grupos concretos como escuelas, universidades y organizaciones no gubernamentales.
Al tiempo que ampliaban su conocimiento de técnicas de facilitación, las educadoras y los educadores recibían información detallada del marco jurídico de los derechos de las personas refugiadas. Mientras analizaban casos prácticos, adquirían conocimiento acerca de las normas internacionales y las convenciones sobre las personas refugiadas, así como sobre el sistema regional africano, y fortalecían sus capacidades para entender las implicaciones de todo ello en los casos individuales y crear una plataforma de diálogo con las y los participantes.
“Los talleres están diseñados de forma que hay que ponerse en el lugar de las personas refugiadas y empatizar con su experiencia: desde actividades que nos ayudan a reflexionar sobre las respuestas regionales a la crisis mundial de refugiados, hasta juegos de dramatización para representar las situaciones reales de las personas refugiadas en el mundo”, dice Ikram Aïs, educadora argelina.
Reforzar aptitudes, construir confianza
Mediante las formaciones también se anima a las educadoras y los educadores a compartir sus buenas prácticas con el fin de fomentar la participación activa y observar cómo se forman dinámicas de poder dentro de un grupo, entre participantes o con quienes facilitan. Esto les proporciona las herramientas necesarias para mostrar más asertividad a la hora de definir qué papel deberían desempeñar como educadores.
“Después de esta formación, me siento más capacitada para hacer más cosas para cambiar el mundo. No quiero sólo adquirir conocimientos, quiero empujar a otras personas a introducir también este cambio en su vida”, cuenta Ikram Aïs.
Para Mazen, lo más gratificante de las formaciones es ver a las y los participantes darse cuenta de que pueden diseñar sesiones o talleres por sí mismos, sin depender de materiales ya preparados: “Cuando intercambian ideas en la formación, es cuando se dan cuenta de lo capaces que son. La mayoría piensa que les falta la estructura o las aptitudes de facilitación, pero en el fondo es un tema de confianza. No saben lo buenos que son, y las formaciones ayudan a que se den cuenta de ello”, afirma.
“Hasta ahora no había tenido la oportunidad de trabajar con educadores en derechos humanos, así que hay muchas cosas que tuve que resolver por mí misma; por ejemplo, cómo lograr que la gente se inscriba o participe. Con esta formación, he adquirido aún más conocimientos, más capacidades y habilidades para organizar talleres, diseñarlos y llevarlos a cabo”, dice Nahla Bendefaa, educadora marroquí.
Fuente noticia: https://www.amnesty.org/es/latest/education/2016/10/training-young-human-rights-educators-in-the-middle-east-and-north-africa/