Opinión | La exigencia a los docentes después de la pandemia

Por: Paulette Delgado

Poco se ha hablado de cómo la pandemia de COVID-19 ha aumentado la carga de trabajo del profesorado.

En julio, septiembre y diciembre del 2023, el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, convocó el Panel de Alto Nivel sobre la Profesión Docente, se reunió para hablar sobre cómo transformar la educación. Gran parte de esta cumbre se centró en los docentes, ya que se les considera como “la columna vertebral de todos los sistemas educativos de calidad” y la sociedad no los valora lo suficiente. Este tema no es novedad; desde el 2018 aquí en el Observatorio hablábamos de cómo esta profesión ha perdido su prestigio y la crisis que atraviesa.

El informe del evento, titulado United Nations Secretary-General’s High-Level Panel on the Teaching Profession destacó la importancia de las y los docentes, ya que, según se mencionó, “son fundamentales para nutrir el mayor recurso de cada país: las mentes de su gente”. La realidad es que existe una escasez de educadores en el mundo, y los que hay, carecen de capacitación continua, algo que se vio durante la pandemia, por lo cual el panel se centró en dar recomendaciones y hacer un llamado a la acción para “garantizar que cada estudiante tenga acceso a un maestro profesionalmente capacitado, calificado y bien apoyado”.

La pandemia alteró el sistema educativo significativamente, intensificó la carga laboral de los docentes, los obligó a cambiar repentinamente la manera en la que enseñan y los presionó a usar nuevas tecnologías. Y aunque la ONU está enfocándose en el tema, se necesita hablar aún más de cómo este suceso sigue aumentando la demanda laboral y la presión que tiene la sociedad sobre las y los educadores.

En la pandemia, en cuestión de semanas, la enseñanza y aprendizaje pasó a ser remoto, a pesar de que muchos docentes nunca habían enseñado en línea y, por lo tanto, carecían de conocimientos sobre enfoques pedagógicos en línea o incluso de habilidades tecnológicas básicas lo que los dejó sintiéndose poco preparados y abrumados. En el contexto australiano, por ejemplo, los docentes experimentaban una disminución de la moral, agotamiento, baja autoeficacia y una percepción de falta de apoyo.

La enseñanza a distancia y la tecnología educativa cobraron una relevancia urgente y renovada debido al abrupto cambio hacia la educación en línea provocado por la pandemia, frecuentemente apoyados por diversas tecnologías y plataformas. Aunque para algunas personas, este evento fue una oportunidad para innovar y experimentar, para otras se volvió en una carga emocional y psicológica. A medida que el mundo avanza para recuperarse después de este suceso, es momento de reflexionar sobre los cambios que este ha producido en los sistemas educativos, sobre todo en la carga de trabajo de los educadores y el impacto de estas tendencias globales.

Si bien podría decirse que la pandemia ha generado una «oportunidad sin precedentes para transformar la educación en sistemas completos» y el potencial para reimaginar el papel de las tecnologías digitales en los modelos de impartición educativa, ha habido poca investigación sobre cómo este evento puede haber aumentado el uso de la tecnología en la educación por parte de las escuelas, y cuáles son las implicaciones para la organización y ejecución del trabajo de los docentes. Además, no se habla de cómo la tecnología está remodelando el trabajo docente, solo hablan de cómo estos la integran o utilizan.

Conscientes de la necesidad de investigar el tema, las docentes Mihajla Gavin y Susan McGrath-Champ escribieron una publicación titulada Teacher workload and the organisation of work: a research agenda for a post-pandemic future, centrándose específicamente en la educación pública de Nueva Gales del Sur. En su investigación, las autoras analizan patrones que se están produciendo en el mundo laboral, tales como el trabajo remoto, la automatización y el aumento de las tareas que tienen que llevar a cabo los docentes para entender qué está pasando con su profesión.

Gavin y McGrath-Champ en su investigación se preguntan: “¿hasta qué punto la COVID-19 ha alterado (o podría) fundamentalmente la impartición de educación y las nociones duraderas de aprendizaje cara a cara en la educación escolar? Además, ¿cómo puede esto moldear la organización del trabajo de los docentes e impactar su carga de trabajo?”. Las académicas explican que muchas escuelas están experimentando con formas de aprendizaje híbridas, como en Queensland, Australia y en Missouri, Estados Unidos, que están introduciendo y probando tener una semana escolar de cuatro días para ahorrar tiempo a los docentes, gestionar costos y la escasez de personal.

Además, el Departamento de Educación de Nueva Gales del Sur creó un programa llamado “Tiempo de Calidad” donde tienen bancos de material de planificación de lecciones para apoyar la preparación de las clases y ahorrarle tiempo a los docentes. Otros lugares están experimentando utilizando la inteligencia artificial para automatizar tareas repetitivas y estandarizar procesos para permitir que los educadores trabajen de manera más eficiente y eficaz. Estas innovaciones tienen el potencial de impactar la manera en que los docentes realizan su trabajo y cómo este está cambiando.

La pandemia no solo provocó repensar la forma de enseñar, también intensificó las expectativas de la sociedad sobre los docentes y como esperan que estos estén siempre disponibles y trabajando. Uno de los entrevistados por Mihajla Gavin y Susan McGrath-Champ comentó que el trabajo docente «es una locura, parece que no tiene fin, sientes como si estuvieras constantemente frente a tu computadora».

Para afrontar esto, en Nueva Gales del Sur y Queensland están creando políticas para otorgarles a las y los docentes el derecho a desconectarse digitalmente; algo que parece totalmente descabellado, tener que crear legislaciones para que los educadores puedan limitar su tiempo personal, sin embargo, es necesario. Esta medida se espera que esté disponible para toda Australia. Aunque es bueno que instituciones educativas y políticos busquen mejorar y cambiar el sistema educativo, falta ver si estas pueden perdurar en la profesión docente y sus implicaciones en su carga de trabajo; sobre todo determinar si ayudan a reorientar la atención hacia lo más importante: enseñar.

Estos ejemplos y muchos otros tipos de innovaciones han sido criticadas por su capacidad, o falta de, para abordar eficazmente el problema de carga de trabajo docente. Muchas de estas “soluciones” se centran en reducir el número de horas o proporcionar conjuntos de planes de lecciones, es decir, en el aspecto de la carga de trabajo, sin embargo, no ayudan a solucionar los puntos de presión dentro del trabajo de los docentes.

Se suele asumir sin cuestionar que la tecnología es beneficiosa pedagógicamente tanto para el profesorado como para el alumnado, sin embargo, perspectivas más críticas señalan que estas tecnologías pueden desvalorizar el trabajo de los docentes o complicar y hacer más desafiante su labor. Aunque su uso puede ayudar a hacer el trabajo docente más manejable, no significa que sea menos trabajo.

La instructora en la Universidad de Calgary, Jaime L. Beck, escribió en el 2017 sobre la intensificación del trabajo docente, describiéndolo como “horas pesadas”, ya que constantemente las y los educadores sienten que están siendo jalados en distintas direcciones debido a las demandas contradictorias y competentes en un momento dado. Esto resulta en la deserción, poco interés en la docencia como carrera y en muchos profesionales sintiéndose nada satisfechos laboralmente. Los líderes escolares también experimentan una gran carga de trabajo, ya que tienen que gestionar la escuela, marketing, recaudación de fondos y lidiar con cuestiones legales, dejándoles poco tiempo para el liderazgo educativo.

El aumento de la carga de trabajo y la intensificación del trabajo del profesorado están contextualizados y asociados con cambios en las políticas que caracterizan la mercantilización de la educación. Hasta pareciera que el objetivo de la educación pasó de buscar, como describe la Secretaría de Educación Pública de México (SEP) “contribuir a formar ciudadanos libres, participativos, responsables e informados, capaces de ejercer y defender sus derechos, que participen activamente en la vida social, económica y política”, a ser considerado un bien económico privado.

Estos cambios de política crean un desempeño laboral más pesado e intenso para los educadores; su trabajo se volvió performativo debido a la cuantificación y medición constante a la que se enfrentan. Continuamente su trabajo está cambiando, hay nuevas iniciativas, nuevos programas, nuevos informes o nuevas tecnologías, y poca información sobre si alguna de estas variaciones funcionan bien. Además, deja a las instituciones con un financiamiento reducido para servicios de apoyo para que los líderes y docentes puedan ofrecer educación de alta calidad.

La carga de trabajo y la intensificación del trabajo afectan negativamente la salud y el bienestar de los educadores, especialmente porque tienen poco tiempo para descansar, puesto que tienen que llevar su trabajo a casa y sienten que tienen que estar siempre disponibles; esto los deja agotados, no solo físicamente, emocionalmente también.

La intensificación del trabajo afecta la capacidad de las y los educadores para abordar las prioridades centrales de la educación. Esto plantea la necesidad de intervenciones políticas que no solo aborden la carga de trabajo y la intensificación del trabajo, sino que también reconozcan y mitiguen la «pobreza de tiempo» experimentada por el profesorado. Esta pobreza de tiempo influye en experiencias subjetivas de estrés, agotamiento y satisfacción laboral entre los profesionistas.

Además, durante la pandemia de COVID-19, los docentes no solo se sentían abrumados por la falta de preparación para enseñar de manera remota, también tenían que lidiar con las necesidades socioemocionales de sus estudiantes. Esto, aunque necesario, agregó una capa más de agotamiento, especialmente porque la sociedad veía esto como una parte de la profesión docente.

En el mencionado panel, la ONU enfatizó la necesidad de mejorar las condiciones de trabajo de las y los docentes: ofrecer salarios adecuados, condiciones de trabajo dignas, contratos estables, acceso a tecnología y recursos, así como oportunidades de desarrollo profesional. Se mencionó también que mejorar las condiciones materiales de los docentes es fundamental para garantizar la calidad de la educación, el bienestar de los educadores y la dignidad de la profesión docente. Sin embargo, la crisis actual que enfrentan los docentes no es nuevo y pareciera que, en lugar de mejorar, se ha agravado, especialmente debido a la pandemia.

Está claro que hace falta investigar más sobre el tema; saber qué medidas realmente funcionan y cuáles no, pero también permitirles a las y los docentes concentrarse en su trabajo más importante: educar.

Fuente de la información e imagen:  https://observatorio.tec.mx

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