Por: Lusmery Yamileth Alvarado
“¿Por qué hablar de los usos educativos de las nuevas tecnologías (NT)? En primer lugar, probablemente, porque no hay más remedio: las nuevas tecnologías ya forman parte de las costumbres, hábitos, cultura y relaciones sociales. Están aquí y no parece que vayan a alejarse pronto” Ogalde y González (2008)
Hoy contando ya un año de la brutal pandemia que se desató en el mundo, son muchas las vivencias que podemos internalizar y compartir. Es importante cuestionemos todas las decisiones que hemos tomado en estos días; decisiones inducidas por las mismas características que impone la época actual, que en lo inmediato han dado resultado, decisiones muy acertadas para algunas situaciones, otras decisiones acertadas temporalmente, pero que en el transcurrir del tiempo no dan estabilidad al sistema, donde en alguna de las veces hemos sido parte del problema y no de la solución, eso nos debilita, y podemos emplear la famosa frase “hemos arado en el mar”.
Académicamente seguimos activos, formando, pero, ¿a qué precio estamos formando?, hemos profundizado en el Plan de Formación Docente, pero inclinando la balanza hacia la formación en una sola aristas, la formación en la educación mediada por las tecnologías, llenando el morral con todo lo que encontramos, colocando una peso casi insostenible en nuestros hombros, pero, ¿en qué momento realizamos un balance de lo que hemos recolectado?; la herramienta con cualquier manual la podemos aprender a manejar, lo realmente importante es el para que la aprendemos y que compone el sistema axiológico y ontoepistémica que puede acompañar este proceso de aprendizaje en la era digital.
Todo en la vida tiene un por qué, y dentro del sistema educativo universitarios se evidencia, palpa e internaliza, integrándose a todos los sectores de nuestra sociedad, por tanto, es el momento que nos problematicemos en cuanto al ¿Por qué estoy formándome en la educación en línea?, ¿para qué me estoy formando en la educación en línea?, apliquemos uno de los pilares de la educación, el “aprender haciendo”, y con voluntad, entusiasmo y amor llevemos hacia nuestros escenarios la educación mediada por las tecnologías.
Ogalde y González, (2008) establecen un diálogo con su época y vislumbra lo que sucedería más tarde, “¿Por qué hablar de los usos educativos de las nuevas tecnologías (NT)? En primer lugar, probablemente, porque no hay más remedio: las nuevas tecnologías ya forman parte de las costumbres, hábitos, cultura y relaciones sociales. Están aquí y no parece que vayan a alejarse pronto” (p.07), hoy trece años después que estas autoras hayan escrito el libro NUEVAS TECNOLOGÍAS Y EDUCACIÓN (DISEÑO, DESARROLLO, USO Y EVALUACIÓN DE MATERIALES DIDÁCTICOS), continuamos conviviendo con la educación mediada por las tecnologías, en un mundo académico no tecnológico, donde el COVID-19 nos dio un sacudón en la forma de enseñar y aprender.
Ahora bien, ya conocemos las herramientas tecnológicas que nos permitan mediar el aprendizaje, abordar los saberes e interactuar en la distancia, vayamos al campo de batalla, como dice el refrán “guerra avisada no mata soldado”, ese campo minado donde algunos no nos atrevemos a explorar, y pensemos cómo enseñar calculo, circuito eléctricos, morfofisiología, contabilidad, operaciones financieras, investigación de operaciones, mecánica aplicada, física, proyecto, como construir nuestro mundo académico donde podamos con nuestros socios de aprendizaje continuar el fortalecimiento de los haceres universitarios en la distancia.
Nos encontramos en un laberinto bien profundo donde varios caminos nos simulan la punta de salida, pero, siempre existe un pero, no hemos ideado una verdadero mapa que nos indique la ruta a seguir en el proceso que nos permita forjar al docente de ayer con las herramientas de hoy para fortalecer las generaciones que tendrán la responsabilidad de sostener las épocas que están por venir, generando la triada alrededor de la palabra formación de ayer-hoy-mañana.
Un mundo académico mejor, esa es la premisa que debemos impulsar, pero de quien depende la construcción y el mantenimiento de nuestro mundo, pues de nosotros mismos, la universidad no son las cuatro paredes que la conforman, la universidad y sus pilares somos nosotros los trabajadores universitarios, los académicos e investigadores, los estudiantes, las comunidades, todos los que de una u otra forma aportamos nuestro granito de arena para la construcción de un mundo donde los procesos formativos claves giran alrededor de la transformación y el repensar del currículo universitario contextualizado a las realidades presente en nuestra sociedad.
Por ahora, sigamos en batalla, mediando el aprendizaje con las tecnologías, no nos quedemos en el abordaje, usemos lo que hemos colocado en nuestro morral, pasemos ya a la acción y a la participación que sin duda alguna consolida la transformación necesaria para nuestro mundo académico, el mundo donde todo es posible y del cual somos los responsables.
Sigamos repensando nuestro actuar..!