Día Mundial contra el Acoso Escolar: falsas creencias sobre el bullying que debes desterrar ya

02 Mayo 2019/Fuente: La vanguardia

Uno de cada cuatro niños admite haber humillado a otro compañero

Hoy, Día Mundial contra el acoso escolar, vale la pena recordar que los de bullying no son casos aislados ni un problema educativo residual. Más de la mitad de los niñosespañoles ha sufrido algún tipo de violencia o humillaciónen el colegio, la mayoría burlas, rumores o golpes. Y casi uno de cada cuatro admite haber participado en algún acto de violencia o humillación hacia otros compañeros. Estos son algunos de los datos del estudio Percepciones y vivencias del acoso escolar y el ciberacoso entre la población española de 10 a 17 años , publicado el pasado año por Save the Children.

El acoso escolar es un problema global que afecta a todos(familias, profesores y alumnos), pero que en muchas ocasiones no se percibe como tal, a pesar de que sus consecuencias pueden ser graves y permanentes. Según Irene Montiel, doctora en Psicología y profesora del grado de Criminología de la UOC, aún existen falsas creenciasque restan importancia a sus consecuencias y que impiden un abordamiento rápido y eficaz del problema. A continuación se recogen algunas de estas afirmaciones que a día de hoy aún están muy extendidas:

1. Sólo es bullying si existe violencia o agresiones físicas

El acoso escolar también puede ser verbal (insultos, desprecios…) o relacional (“A ti no te invito a mi cumpleaños, y al resto sí”, “Tú no te sientas con nosotros”) y su objetivo es el aislamiento social. El acoso con violenciaes más común en los varones. Según el informe de Save the Children, el 30 % de los niños admite que le han pegado, respecto al 14 % de las niñas. En cuanto a las edades, las agresiones se dan más en niños y niñas de 10 a 12 años (un 31 %) y van desapareciendo con la edad: un 22 % de los chicos y chicas de 13 a 15 años y un 10 % de 16 a 17 años dice haber sufrido agresiones físicas. El bullying sin violencia física suele ser más difícil de detectar porque es más sutil, apunta Irene Montiel, y sobre todo los adolescentes, llegan incluso a no considerarlo acoso, en parte por estas falsas creencias que todavía están muy extendidas en la sociedad.

2. Siempre ha existido, ¡son cosas de niños!

Ni son cosas de niños ni hay que aceptarlo, restarle importancia o pensar que desaparecerá si se deja pasar. La frase “esto ha ocurrido toda la vida” no lo legitima. Y afirmaciones como “los niños de ahora no aguantan nada” o “nadie se ha muerto de esto” no hacen sino esconder un problema real que debe abordarse correctamente.

Montiel advierte que opiniones de este tipo son “muy habituales entre los adultos» y se corre el riesgo de restar importancia a un problema gravísimo que puede llevar incluso al suicidio de la víctima. En España, tal y como registran los últimos datos del INE de 2017, el suicidio es la tercera causa de muerte juvenil.

3. Te hace más fuerte

Todo lo contrario. La mayoría de los niños, niñas y adolescentes son fuertes y resilientes, es decir, consiguen superar la experiencia. Pero en muchas ocasiones, la víctima acaba experimentando estrés crónico y se vuelve cada vezmás débil y vulnerable, no solo en esta fase infantil o juvenil. Diversas investigaciones científicas han demostrado que los niños que sufrieron acoso escolar son más proclivesa seguir siendo víctimas en su etapa adulta (violencia de pareja, agresiones, etcétera).

“De alguna forma aprenden o interiorizan que este es su papel y que la violencia es una forma natural de relacionarse”, explica Irene Montiel. Igual que ocurre con los pequeños que han sufrido abusos sexuales, que suelen verse abocados a relaciones donde se perpetúa el abuso o el desequilibrio de poder, en el caso de los niños acosados serán personas más expuestas y con mayor probabilidad de sufrir otras formas de violencia. Además, diversas investigaciones han demostrado que el bullying deja secuelas en la edad adulta como la depresión o la ansiedad social.

El acoso debilita a los niños, los aísla y los hace más vulnerables a otras formas de violencia

El acoso debilita a los niños, los aísla y los hace más vulnerables a otras formas de violencia (mactrunk / Getty Images/iStockphoto)

Esto no significa que haya que evitar todas las adversidadesa los niños, ya que forman parte de la vida y han de aprender a afrontarlas y superarlas, pero en su justa medida. Montiel explica que existe un umbral que no debe sobrepasarse y que, una vez se cruza, no hay vuelta atrás. Así como un nivel de estrés mínimo es bueno y nos ayuda a estar alerta, un nivel de estrés crónico perjudica gravemente la salud, y lo mismo ocurre con los conflictos.

Una exposición moderada a conflictos relacionales ayuda a aprender a gestionarlos, pero dejar que el niño se enfrente a situaciones de violencia no solo es intolerable, sino que tiene también consecuencias “gravísimas”, y no podemos esperar a que sea capaz de manejarlas. Hay muchos casos de pequeños que han sufrido bullying que han sido capaces de enfrentarlo de manera resiliente, matiza la profesora, y han sabido convertirlo en una experiencia positiva al superarlo y al valerse de ese aprendizaje para, por ejemplo, ayudar con su experiencia a otros niños que lo están sufriendo. Pero eso no implica que no sufran. La capacidad de resiliencia no implica ausencia de daño, sino un afrontamiento positivo y exitoso de este.

4. Si es solo por internet, no es para tanto

El acoso por internet puede tener las mismas consecuencias psicológicas o incluso más graves. Pero, al igual que el bullying sin agresiones físicas, se tiende a restarle importancia, explica la profesora de la UOC. Y esto a pesar de que, en España, uno de cada cuatro casos de bullying se produce por medio de dispositivos tecnológicos, según la OMS, y que ocupamos el séptimo lugar en la clasificación de países con mayor ciberbullying en niños de trece años.

Además, en el caso del ciberacoso, los testigos o los agresores pueden llegar a ser miles. Un tuit o un comentario en Facebook que se repite por cientos de usuarios multiplica el número de agresores y las probabilidades de causar un daño a la víctima. Además, el ciberbullying también aumenta “la sensación de indefensión e imposibilidad de escapar” de la víctima, que está 24 horas al día expuesta a los ataques en línea.

El ciberacoso aumenta la sensación de indefensión y es más probable que la víctima piense en el suicidio

Esto puede derivar en un “estado de paranoia” que atormenta a la víctima permanentemente. La profesora de Criminología de la UOC explica que el ataque en internet puede perpetuarse en el tiempo y reaparecer en cualquier momento.

Por ende, el estrés puede cronificarse y es posible que la víctima acabe viendo el suicidio como la única escapatoria. Y es que, en el caso del ciberbullying, el impacto del suicidio es todavía mayor que en el acoso escolar tradicional. Las cibervíctimas tienen tres veces más riesgo de tener ideas suicidas, según el estudio Relación entre la victimización entre iguales, el ciberacoso y el suicidio en niños y adolescentes , publicado en Jama Pediatrics, revista médica de la Asociación Médica Americana.

5. Cualquier conflicto entre menores es bullying

No es cierto. Para que un conflicto entre menores sea considerado acoso escolar tienen que darse tres condiciones: la primera, que haya intención de hacer daño, de anular a la víctima; la segunda, que sea un comportamiento reiterado y sistemático a la misma persona, que no sea un ataque puntual; y, por último, que exista un desequilibrio de poder entre los agresores y su víctima.

6. Si supiera defenderse no sufriría acoso escolar

Esta falsa creencia está muy extendida, según explica Montiel. Incluso los padres llegan a culpar al niño con frases como: “Eres tonto porque no te defiendes”. Es cierto que hay niños con ciertas habilidades sociales que tienen menos probabilidades de sufrir acoso. Y también es cierto que hay que ayudar y dar herramientas a los pequeños parasaber enfrentarse a las adversidades. Pero ningún menor tiene por qué saber cómo hacer frente a una situación de violencia de este tipo, que incluso los adultos no sabríamos gestionar si la viviéramos, por ejemplo, en nuestro entorno laboral. Así que el papel del adulto ha de ser el de vigilar, proteger, ayudar y defender, y enseñar al niño que tiene derecho a no ser agredido nunca y a pedir ayuda y recibirla sin que se le considere por ello un “chivato”.

7. Los niños siempre avisan si sufren un acoso grave

Está comprobado que en muchísimos casos prima “la ley del silencio”. Las víctimas se van hundiendo, se sienten cada vez más aisladas y llegan a creer que ni sus familiares pueden ayudarlas, explica Irene Montiel. Además, temen que el acoso se recrudezca al ser tachadas de chivatas. Los niños más mayores también pueden callar para no preocupar a sus padres, advierte la profesora.

Y aún existe otro motivo más para silenciar el abuso: es muy habitual que los papeles se intercambien con el tiempo, y podría ser que la víctima de hoy fuera agresor en el pasado. En estos casos, muchos menores optan por no contar su problema, por miedo a no ser comprendidos o a que se les culpabilice de su situación y ello les arrebate el derecho a ser ayudados.

8. Es difícil que los padres y profesores se den cuenta

Es cierto que padres y profesores suelen tener dificultades para advertir el ciberbullying al no compartir redes sociales ni entornos virtuales con los menores. Pero cuando se trata de acoso tradicional, como explica la profesora de Criminología de la UOC, los profesores pueden darse cuenta con relativa facilidad, al menos de que algo en el grupo no funciona bien. Por su parte, los padres deben estar atentos a síntomas como bajada de rendimiento escolar, cambios de comportamiento, miedo de ir al cole… y ser muy accesibles emocionalmente con sus hijos e hijas, no avasallando a preguntas, pero sí dejando muy claro que están ahí dispuestos a escucharles, pase lo que pase, sin juzgarlos ni castigarlos, y, en caso necesario, buscar apoyo en el centro escolar o en profesionales de la psicología.

9. Es mejor que lo solucionen entre ellos

No es cierto que sea mejor mantenerse al margen. Los adultos han de intervenir y dar herramientas tanto al acosador –“cuya actitud siempre esconde algún motivo”, matiza Montiel–, como a la víctima y a los testigos, figuras claves tanto para perpetuar el bullying como para eliminarlo.

El acoso y el aislamiento no existen si no hay espectadores que los toleran. Son ellos los que deben intervenir afeando la conducta o advirtiendo, pero para que esto ocurra los adultos primero tienen que dar ejemplo a los niños interviniendo cuando ven situaciones de insultos o vejaciones, añade la profesora. Y,además, deben tomar las medidas necesarias para atajar el problema cuando ya existe. No podemos exigir a los niños y niñas que actúen de forma valiente y responsable si nosotros no somos capaces de hacerlo. Además, su seguridad y bienestar es nuestra responsabilidad. Ellos ya tienen bastante con descubrir cómo funciona el mundo y cuál es su lugar en él. ¡Eso sí son cosas de niños!, enfatiza Montiel.

Los padres deben estar atentos a cambios de comportamiento o al miedo a ir al cole

Los padres deben estar atentos a cambios de comportamiento o al miedo a ir al cole (SolStock / Getty Images)

Fuente: https://www.lavanguardia.com/vivo/mamas-y-papas/20190502/461933942564/dia-mundial-bullying-acoso-escolar-hoy-jueves-2-mayo-falsas-creencias-desterrar.html

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La importancia de reconstruir la deteriorada relación entre padres y profesores

Por: Eva Bailén

Para educar unidos en equipo necesitamos conocernos y hablar unos con otros, y no juzgar a la mayoría por los actos de unos pocos

A la palabra confianza solo le falta dos de las cinco vocales: la e de educar y la ude unión. Esa unión que hace falta para trabajar en equipo. La unión que hace falta para educar a nuestros hijos con confianza en casa y en la escuela.

Hace unos días, Gestionando Hijos y la fundación SM presentaron los resultados del primer estudio sobre la percepción de los educadores en torno al rol de madres y padres en la educación, entendiendo en este caso por educadores a los profesores. Aunque evidentemente los padres y madres también somos educadores. Bajo el lema de El mejor colegio del mundo, acompañaron los datos del estudio con un emotivo video en el que varios niños soñaban en voz alta con un colegio ideal mientras, al otro lado del telón, los padres de esos niños escuchaban emocionados los comentarios de sus hijos. Efectivamente, para los niños, en el colegio ideal no faltaban la confianza mutua y la unión para educar de padres, madres y docentes.

Desde el año 2016, Gestionando Hijos trabaja en impulsar el equipo educativo, primero con su Pacto por la Educación en equipo, y ahora precisamente con el sello “equipo educativo” que otorgan a las empresas que primen la conciliación entre sus trabajadores. Como dice Leo Farache, director de esta plataforma, que familias y escuela hagan equipo es fundamental para el progreso y el bienestar de nuestros hijos. Como poco, serán más felices si ven que nos gusta remar en la misma dirección. Pero es que además los datos apuntan que su rendimiento también mejora.

Debemos estar muy mal para necesitar un pacto por la educación en equipo. Las cosas deben estar llegando muy lejos cuando nos tienen que recordar lo importante que es confiar, y educar desde la unión. El estudio en sí es un elogio a la importancia de la confianza, poniendo de manifiesto la necesidad de que padres y madres apoyemos a los maestros y profesores. Para ellos es crucial que vayamos a las tutorías y a las reuniones de padres, y que confiemos en su trabajo. Y también lo es para nuestros hijos.

Además de ser madre, tengo alguna experiencia como profesora, y también he visitado unos cuantos centros educativos, enriqueciendo mi percepción sobre la educación. Por eso creo que puedo añadir alguna cosa más a lo que se trató en la presentación del estudio. Si eché de menos algo fue precisamente más evidencias de que para hacer equipo educativo también se necesita confianza en los niños y adolescentes y en los padres y madres. Me quedé un poco con el regusto de que solo somos los padres los que tenemos pendiente confiar más en los maestros, cuando en general, creo que falta confianza en todas direcciones. Digamos que en muchos casos está muy deteriorada la relación y hace falta volver a reconstruirla. Ya lo decía Carles Capdevilla: la relación entre maestros y padres es muy complicada.

Como en todo esto desempeña un papel crucial el tema de la conciliación, me parece estupenda la labor que hace Gestionando Hijos pidiendo a las empresas un compromiso para que permitan a los padres y madres salir del trabajo para ir a una tutoría, una reunión, un festival, o para llevar a los niños al colegio el primer día de clase. Pero a veces, aunque los padres no tengan problemas para acudir a las tutorías, el problema lo tienen los profesores para poder darles una cita o para poder atenderlos. Mi experiencia tras 15 años de guarderías, colegios e institutos, públicos, mayoritariamente, es que no todo es culpa de la conciliación ni de la falta de interés o cooperación de los padres.

Las clases tienden a estar un tanto masificadas, por lo que conseguir una tutoría, si además hay que usar el sistema de la agenda, lo cual ocurre a menudo, ya que en muchos casos no hay medios digitales para comunicarse con el profesor, puede implicar varios días lectivos en los que la agenda tendrá que ir y venir del colegio para al final tener un aplazamiento de un mes o más para lograr esa tutoría. Con 20 o 30 alumnos por clase y una elevada carga lectiva los profesores están frecuentemente desbordados y, por supuesto, también necesitan conciliar. No podemos esperar que para que nosotros podamos hacerlo, nos atiendan fuera de nuestro horario de trabajo, cuando tampoco lo es para ellos. Lo realmente triste es que, para comunicarnos o vernos con un profesor, hoy en día con los medios tecnológicos que hay, lleguen a transcurrir varias semanas, y así me parece complicado hacer equipo educativo.

El equipo, según lo veo yo, consiste en que cuando cualquiera de los integrantes necesita a los demás, estos respondan positivamente y en los plazos necesarios. Igual que un profesor necesita que un alumno haga su trabajo en el momento adecuado, para lo cual los padres muchas veces estamos ahí apoyando desde casa, los padres a veces necesitamos una tutoría en un plazo de pocos días y no de varias semanas.

Nadie le exige a un profesor que ponga a disposición de los padres y de los alumnos una dirección de correo electrónico, una encuesta de Doodle, un canal de telegram, o incluso su Whatsapp, pero he conocido a muchos que lo hacen, aunque no se lo paguen, como un bonito gesto de confianza en los padres de sus alumnos y por consiguiente en los propios niños. Y los padres lo agradecemos tanto como los profesores agradecen que vayamos a las tutorías, a las reuniones, a los festivales o a llevar a los niños al colegio el primer día de clase. Lo agradecemos porque vemos que el equipo funciona: yo confío en los demás, incluido el niño, y también confían en mí. Sin olvidarnos de que, desafortunadamente, por lo general, la esfera adulta confía poco en los niños, menos aún si son adolescentes, y apenas se les escucha. Si los escucháramos más, e hiciéramos un esfuerzo por entenderlos, también nos iría mejor.

Pienso que, además de impulsar medidas que faciliten el que los padres no se pierdan los momentos más importantes de la educación de sus hijos, pidiendo a las empresas un compromiso que facilite la conciliación, y hacernos ver lo necesario que es que confiemos en los profesores, habría también que reivindicar que los profesores dispongan de medios y tiempo para atender a los padres en su horario de trabajo, por supuesto. Y los medios pueden ser tan simples como una cuenta de correo electrónico. La cual no tendrían por qué atender fuera de su horario, aunque muchos ya lo hacen, si su carga lectiva fuera menor, o si su horario contara con tiempo para ese menester. Estaría muy bien, porque a veces se percibe que los que no lo hacen, además de por razones de horario y carga de trabajo, lo hacen por falta de confianza. Porque los padres podemos ser muy pesados, y el correo electrónico es muy fácil de usar. Pero para educar unidos en equipo necesitamos confiar unos en otros, y no juzgar a la mayoría por los actos de unos pocos. No todos los padres son unos insensatos, como tampoco lo son todos los profesores.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/02/04/mamas_papas/1549277055_998155.html

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Colombia: La aplicación para que los padres estén pendientes de sus hijos en el jardín

América del sur/Colombia/31 enero 2019/Fuente: Semana

Una buena comunicación entre papás y profesores es un componente clave de un entorno educativo favorable, además permite que las familias se involucren en el proceso pedagógico de sus hijos. La tecnología se está convirtiendo en un aliado clave de este proceso.

Hoy es más fácil que nunca estar al tanto de lo que sucede con los niños mientras se encuentran en el jardín. Para muchos padres se ha convertido, incluso, en una necesidad.

Desde 2015, varios planteles educativos en Colombia están usando Kidizz para este fin. Esta app, disponible para iOS y para Android, permite a los padres mantener el contacto constante con los profesoreshacer seguimiento a sus hijos cuando se encuentran en salidas de campo, por ejemplo; y recibir notificaciones en tiempo real de las actividades que realizan y saber cuál es su desempeño en estas. 

También pueden mantener una comunicación con los otros padres de familia, compartirse documentos o fotografías o cuadrar eventos en conjunto.

Además, los profesores pueden comunicarse por medio de mensajes, eventos y reportes con los papás. Una mejora considerable frente a las tradicionales circulares de papel, que solían perderse en su largo camino a la casa.

Esto reviste una ventaja particular, según la empresa francesa creadora de la aplicación, ya que mejora la comunicación entre profesores y padres sin sacrificar los tiempos o la privacidad del docente al utilizar herramientas como Facebook o Whatsapp.

“La comunicación solía pasar a través de varios canales. El hecho de que sean tantos y de que cada canal tenga sus limitaciones hace que la información se pueda perder. Con la app Kidizz, toda la información está centralizada en un solo lugar y la comunicación es mucho más eficiente”, destacó Agnés de T‘serclaes, CEO de Kidizz para Latinoamérica.

Esta aplicación nació en Francia en 2013 y llegó a América Latina hace cuatro años. Hoy, 80 jardínes infantiles la usan en Colombia y 8.000 familias se benefician con la aplicación, principalmente en Bogotá, Medellín y Barranquilla.

Imagen: https://static.iris.net.co/semana/upload/images/2019/1/30/599685_1.jpg

Fuente: https://www.semana.com/educacion/articulo/kidizz-la-aplicacion-para-que-padres-y-profesores-se-comuniquen/599648

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Los niños superdotados invisibles o el “yo no lo veo”

Por: Olga Carmona

La realidad es que el grueso de los menores que lo son sigue sin ser detectados y tienen una alta probabilidad de que nunca lo serán

A pesar de esa sensación que empieza a llegarnos a los profesionales que trabajamos con niños de alta capacidad, acerca de padres y profesores que comentan que “ahora todos los niños tienen altas capacidades”, la verdadera realidad es que el grueso de niños que lo son, siguen sin ser detectados y con alta probabilidad no lo serán nunca porque no responden al falso estereotipo de niños académicamente brillantes. Y lo que es peor, puede que hasta sean diagnosticados con diferentes patologías, tales como el Déficit de Atención con Hiperactividad (o sin ella), el trastorno bipolar o el Síndrome de Asperger. Una tragedia para padres y para hijos. Y para todos. Una sociedad que patologiza la sobredotación por pura ignorancia, es muy mal síntoma.

Está comprobado por numerosos estudios que suelen ser los padres quienes son los primeros en darse cuenta de la diferencia de sus hijos, sin embargo, si esta diferencia no responde a unas calificaciones académicas excepcionales, empezarán a sospechar la posibilidad de que su hijo tenga “algo raro”. Algunos de ellos, los más proactivos, acudirán a un psicólogo que muy probablemente no tenga formación en alta capacidad y por ello difícilmente va a ver lo que realmente le pasa al niño. Les hablarán de falta de límites, de necesidad de disciplina y en muchos casos de ser unos padres demasiado tolerantes o sospechosos de narcisismo al pensar que su hijo es “especial”. Con suerte, no saldrán de la consulta con una etiqueta patológica acerca de su hijo aunque en la mayoría de los casos, sí con una sensación de incompetencia personal, de impotencia y angustia.

Y luego están los docentes del “yo no lo veo”. Como si tener alta capacidad llevara implícito una marcareconocible en alguna parte del cuerpo, como si hubiera un único patrón observable, como si tuvieran ciencia infusa a modo de enciclopedia andante…

En definitiva, lo triste es reconocer que no se puede ver lo que no se conoce.

Hablo de los llamados “superdotados invisibles”, los que no parecen destacar en nada, los que solo se comportan de manera disruptiva o peculiar , pero no se interesan por las clases, siempre distraídos, moviéndose sin parar, haciendo preguntas inusuales, negándose a hacer las fichas o los deberes, desafiando al profesor, estallando de rabia por razones incomprensibles, solos en los recreos, incluso con dificultades para entender un texto o una explicación. Hablo del potencial escondido por divergente, por inusual, por excepcional. En un sistema creado para la media, donde se ha confundido igualdad con uniformidad, excelencia como elitismo, salirse del patrón no está bien visto, sobre todo si no tienen un trastorno, entonces ni siquiera les alcanza la compasión o la empatía.

“Cuando se sabe qué buscar, el alto potencial de un niño aparece en los lugares más inesperados y se expresa de las formas más inusuales: Un grafiti lastimero, una razón muy inteligente para no hacer los deberes, un chiste ingenioso, una pregunta fascinante, un juego de palabras, la concienzuda dedicación a una actividad, hacer las cosas de forma inusual, pintarlas del revés, una pasión que perdura, el valor de defender a los indefensos, la capacidad de mantener la calma en los momentos de caos. Todos estos son indicadores cualitativos de la alta capacidad”.

Linda Kreger Silverman es psicóloga clínica. Autora de más de 300 libros, fundadora del Instituto para el estudio del desarrollo avanzado, y El Centro de Desarrollo de la superdotación (GDC) en Denver, Colorado.

Nuestra experiencia del día a día, nos trae a padres angustiados porque no saben qué les pasa a sus hijos: “siempre fue diferente”, “no obedece” “parece sordo” “explota con facilidad de forma muy intensa”, “parece ido, en su mundo”, “le cuesta relacionarse con los niños de su edad”, “nos hace preguntas inusuales” “le angustia la muerte”… y así llegan, esperando un diagnóstico de alguna patología porque han tenido una tutoría en el cole y les han dicho que “algo no va bien”.

La mayoría de los profesionales de la educación o de la psicología desconocen las sobre excitabilidades de los niños y niñas con Altas capacidades

Especialmente difíciles de detectar son los que provienen de entornos socio-económicos pobres, los que tienen además un problema de aprendizaje(doble excepcionalidad), los altamente creativos, los que tienen un estilo de aprendizaje predominantemente viso-espacial (la mayoría de superdotados tienen este estilo), los que tienen bajo rendimiento académico y las niñas.

La identificación de las niñas es especialmente complicada porque por un lado no suelen tener un comportamiento disruptivo en aula y además tienden a asemejarse a su grupo de referencia en cuanto a calificaciones y comportamiento, a fin de ser aceptadas por el grupo de iguales. Para las mujeres, la necesidad de aprobación social es pandemia.

La mirada de los padres y de los docentes es una variable determinante en la imagen que construya el niño (cualquier niño) de sí mismo. En el caso de los niños superdotados no detectados se produce con triste frecuencia el “efecto Pigmalión negativo”, cuando tanto unos como otros, niegan o ningunean la excepcionalidad del niño en un intento erróneo por “normalizarle”. El niño interioriza que ser como es él, no es bueno y tenderá a la desaprobación y al autorechazo. Es común escucharles decir, desde muy pequeños, que “no sirven para nada”.

La mayoría de los profesionales de la educación o de la psicología desconocen las sobre excitabilidades de los niños y niñas con Altas capacidades, de ahí la frecuencia de los diagnósticos erróneos:

  • La sobreexcitabilidad psicomotora se confunde con TDHA: El niño parece tener problemas de atención y su agitación motriz (verbal o física) hace que se piense en este trastorno. Si bien, cuando el niño está motivado en la tarea, inmerso en algo que le atrae y fascina, puede llegar a tener niveles de concentración fuera de lo esperado para su edad, olvidándose incluso de todo lo que le rodea.
  • La sobreexcitabilidad intelectual se confunde con Trastorno de Asperger, en tanto el niño superdotado muestra una curiosidad voraz que a veces proyecta sobre un único tema, obsesionándose y volcando toda su energía en él. El discurso, a veces tangencial, o la dificultad para las relaciones sociales y sus matices, puede llevar a pensar en este trastorno del espectro autista.
  • La sobreexcitabilidad emocional, la más frecuente de todas, la que los padres refieren como “niño muy intenso y extremo”, en algunos casos puede llevar a pensar a los que no conocen cómo es un niño con Alta Capacidad a pensar en un trastorno bipolar. Y nada más lejos de la realidad, son intensos emocionalmente pero no psicóticos, y este será, cuando sean adultos, uno de sus mayores recursos.
  • La sobreexcitabilidad sensorial hace que les moleste sobremanera las etiquetas de la ropa, el ruido de la clase o los olores del comedor, y supone para ellos algo tan invasivo que no pueden pensar en nada más. Incomprendidos casi siempre y juzgados la mayoría de las veces como maniáticos, cuando es algo que no pueden (ni debemos obligarles) a soportar.
  • La sobreexcitabilidad de la imaginación supone una enorme facilidad para inventar, fantasear a un nivel donde llegan a confundir la realidad con la ficción, creando sus propios mundos privados con compañeros imaginarios para escapar del aburrimiento. En aula suelen dibujar, escribir o imaginar historias con el fin de abstraerse de una realidad que la mayoría de veces les aburre profundamente, por rígida y árida.

Estas son solo algunas pinceladas que confío ayuden a algunos padres y docentes a cambiar la mirada hacia nuestros niños altamente dotados.

Es imprescindible la comprensión, la empatía, la canalización de un potencial que a veces amenaza con volverse en contra, el conocimiento de una realidad que es nuestra responsabilidad atender, desterrando tópicos y prejuicios, mirando de frente y sin miedo a los “diferentes”. Son sobre todo y por encima de todo, niños, con el legítimo derecho a ser felices, sin negarles su esencia.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2017/11/20/mamas_papas/1511190751_521756.html

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Padres y profesores somos figuras de apego y debemos estar en el mismo bando

Por: Eva Bailén

Las familias deberíamos interesarnos más por la educación y por conocer metodologías innovadoras

Llevo más de dos años, prácticamente desde que inicié la petición en change.org por la racionalización de los deberes, acudiendo a conferencias, ponencias, charlas e incluso congresos sobre educación. Siempre me siento un poco intrusa, porque parece que es una temática por la que, lógicamente, se interesan principalmente docentes y profesionales del sector educativo. Pero no me incomoda ser de las pocas madres en estos encuentros, al contrario, echo de menos la presencia de otros padres y madres. Sinceramente, creo que las familias deberíamos interesarnos más por la educación y por conocer metodologías innovadoras.

Como ya sabréis, no me creo esa frase tan manida, y a mi modo de ver también dañina, por la que se afirma que “se educa en casa y se enseña en la escuela”. Si fuera así, a los congresos de educación tendríamos que ir los padres y madres, y no los docentes, y ellos tendrían que ir a congresos de enseñar, no de educar. En realidad, creo que los maestros y las familias deberíamos compartir más espacios en los que se hable de educación y de cómo enseñar.

Por todo esto, cuando a principios de julio tuvo lugar una nueva edición del Congreso Iberoamericano Motiva, Crea y Aprende (CIMCA), organizado por el Observatorio de Educación de la Universidad Rey Juan Carlos, no me lo perdí. Este año el congreso trataba sobre las emociones. Desde que se estrenó la película Del revés (Inside Out), creo que somos un poquito más conscientes de la importancia de las emociones en la educación, pero aún así, todavía parece más necesario e interesante enseñar a hacer un análisis sintáctico de una oración que a reconocer y gestionar las propias emociones y las de los demás.

A lo largo de los días que duró el congreso, pasaron varios ponentes maravillosos que nos explicaron qué son las emociones, por qué todas son útiles, aunque algunas sean agradables y otras no tanto, y cómo reconocerlas, gestionarlas y diferenciarlas de los estados de ánimo. Aunque todas las ponencias fueron estupendas, para una madre como yo, creo que la más reveladora fue la de Rafael Guerrero, psicólogo, doctor en Educación y director de Darwin Psicólogos. Después de escucharlo me di cuenta de que a veces educamos muy mal, educamos fatal. Tanto los profesores como los padres y madres podemos llegar a estar muy equivocados y confundidos.

En muchas ocasiones no somos capaces de reconocer ciertas necesidades emocionales de nuestros hijos

De la ponencia de Rafael Guerrero aprendí que una de las grandes confusiones en las que estamos envueltos los educadores nos lleva a no discernir necesidades de deseos o caprichos. Sé que parece una tontería, pero en realidad no es tan fácil, porque una vez cubiertas las necesidades básicas, pasamos a percibir como necesarias cosas que antes no lo eran. Y por otra parte, en el terreno de lo emocional, en muchas ocasiones no somos capaces de reconocer ciertas necesidades emocionales.

Pero es sumamente importante distinguir unas de otras, porque si lo hacemos bien, si realmente somos responsivos y atendemos las necesidades verdaderas de nuestros hijos o alumnos, estaremos construyendo una bonita relación de apego seguro, tal y como explicó Guerrero. Por el contrario, si lo hacemos mal, podemos estar creando (atención a la definición) una relación de apego ansioso ambivalente, es decir, sobreprotegiendo. Para diferenciar un caso de otro, el ejemplo al que recurrió fue al del chiste de Gila que decía “cuando mi madre tenía frío, me ponía un jersey”. Evidentemente, El niño necesitará el jersey cuando tenga frío él, no cuando lo tenga la madre o el padre. La madre de Gila no estaba cubriendo una necesidad del pequeño, estaba sobreprotegiendo.

Uno de los asistentes al congreso se preocupó por los efectos nocivos que pudiera tener el apego seguro, y le lanzó la pregunta a Guerrero. El apego seguro, nos explicó, no es en ningún caso malo para un niño. Un apego seguro no genera niños sobreprotegidos, hay tanta preocupación por la sobreprotección ahora mismo, que parece que nos olvidamos de cubrir las necesidades de nuestros pequeños con tal de no llegar a ser unos padres sobreprotectores o unos padres helicóptero. Y a veces acabamos haciéndolo terriblemente mal, criando a nuestros hijos sin la seguridad que necesitan o educando a nuestros alumnos de manera equivocada.

Otro error monumental que cometemos los adultos es el de criticar al niño, insultando o etiquetando, en vez de criticar la conducta. Cuántas veces decimos a nuestros hijos que son malos, cuando en realidad lo que han hecho mal es un acto concreto, una mala conducta. Posiblemente le hayan pegado a otro niño, que está mal, claro, pero diciéndole que es malo no vamos a solucionar el problema, al contrario, perpetuaremos la conducta. Otras veces, sobre todo cuando el niño suspende, se le dice que es vago, o tonto. Sin embargo en multitud de ocasiones ese niño en realidad sufre un trastorno del aprendizaje, como puede ser TDAH o dislexia, y el daño que se les hace cargándoles el sambenito de la vaguería es difícil de reparar.

Contaba Rafael Guerrero, que al calificar a un niño de tonto o vago, inconscientemente lo ponemos en la tesitura de tener que elegir qué imagen prefiere dar, la de perezoso o la de estúpido. Esto, unido a otra frase que repetimos hasta la saciedad que reza “querer es poder” puede llevar a un chico o a una chica a decantarse por elegir dar la imagen de ser vago, porque dar la imagen de ser poco inteligente es indudablemente peor. Sin embargo, a veces se quiere pero no se puede, a todos nos ha pasado en alguna ocasión que nos hemos sentido incapaces de ejecutar algo que queremos hacer. Pero reconocer que no se puede supone para un chico que se ve en esta situación reconocer la estupidez absoluta, mientras que, tal vez para conseguir aquello que quiere, solo necesita un poco de ayuda, no que lo tachen de vago.

Muchos adolescentes se cierran en banda no por las hormonas, sino porque los padres no supieron crear un apego seguro

Esto último está muy relacionado con el efecto Pigmalión, con la profecía autocumplida. Explicaba Guerrero que si le decimos a un niño que es tonto, que no sabe, que no puede, que es vago, que es un inútil o lanzamos cualquier otra afirmación que deja nuestras expectativas sobre él y su futuro a la altura del barro, lo que ocurrirá es que irremediablemente se cumplirán nuestros mensajes, y difícilmente ese chico o chica será otra cosa que un tonto, un inútil, o un vago. Pero afortunadamente a la inversa también funciona, tener expectativas altas sobre los hijos o alumnos puede ser muy positivo.

Además, me llamó mucho la atención una reflexión que hizo sobre la adolescencia, esa etapa tan temida y tan difícil. Dijo que en ese momento muchos chavales se cierran en banda, y no comparten nada con sus padres, y esto que achacamos a una etapa de la vida o a las hormonas puede tener muchas más relación con la gestión de las emociones, con que se hayan cubierto adecuadamente las necesidades emocionales de esos adolescentes durante la infancia, y de que se haya creado un vínculo de apego seguro, que con cualquier otro proceso fisiológico por el que estén pasando.

El apego, nos dijo Rafael Guerrero, no es un concepto relacionado solo con los bebés. El apego seguro y la gestión emocional son importantes a lo largo de todas las etapas de la crianza y de la educación, y si queremos niños autónomos, que no independientes, porque un niño es dependiente por naturaleza, debemos educar creando vínculos de apego seguro, tanto en casa como en la escuela. Para que un niño sea solvente, y llegue a la independencia, es importante que los adultos de referencia, padres y maestros, seamos capaces de autorregular nuestras emociones, de enseñar las destrezas necesarias para que aprendan a hacerlo ellos mismos, y mantener siempre esa relación asimétrica entre padres e hijos, maestros y alumnos, que garantizará la armonía.

Después de su ponencia, me convencí más aún si cabe de la importancia de que los progenitores se informen sobre lo que los expertos en educación cuentan en congresos y ponencias reservadas habitualmente a profesionales del sector. Asistir a este tipo de encuentros ayuda muchísimo a comprender las limitaciones del sistema educativo actual, y a apoyar los cambios y las iniciativas innovadoras que tanta falta hacen. Habría sido una pena perderse este congreso, imprescindible tanto para docentes como para padres, una oportunidad única para compartir espacio y dejar de situar a familias y a profesores en bandos diferentes.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2017/07/28/mamas_papas/1501238010_432618.html

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