INFORME ECONOMÍA MUNDIAL: Análisis Semanal de Coyuntura Nº 4

Observatorio Latinoamericano y Caribeño de Organismos Multilaterales, Bancas de Desarrollo, Corporaciones Tecnológicas y Filantropía

INFORME ECONOMÍA MUNDIAL: Análisis Semanal de Coyuntura Nº 4

 

Economía Mundial: Análisis Semanal de Coyuntura
Agosto, 18 de 2022
Luis Bonilla-Molina
Nelson Ortega Bonilla
Caracas, Venezuela

1) Taiwán: ¿Qué hay detrás de la política estadounidense?

La reciente visita de Nancy Pelosi a Taiwán produjo una reacción por parte de China, por socavar los intereses de la política de una sola nación del país asiático. Ya el Gobierno de Biden había advertido sobre lo cuidadoso que había que ser sobre este particular. El resultado ha sido una respuesta política, económica y militar por parte de China.

Sin embargo, el teatro mediático de operaciones parece dirigirse hacia el entorno geopolítico para distraer lo que hay de fondo en ello. Veamos. Taiwán es el principal
proveedor de semiconductores de EEUU, y representa uno de los principales intercambios comerciales entre ambos países, pudiendo llegar hasta una cuarta parte de las exportaciones totales (unos 17 mil millones de dólares).

EEUU aprobó recientemente una ley para subsidiar la industria de semiconductores del país, con un paquete millonario de 280 mil millones de dólares, que sin duda afectarán el intercambio comercial con Taiwán. La respuesta ocurre al ver el avance que ha tenido China en desarrollar chips con mejores capacidades en una carrera que Occidente parece estar perdiendo y quedándose atrás.

Por otra parte, mientras el garrote de la política estadounidense, con la visita de Pelosi a Taiwán, y la reciente amenaza de volver a aplicar la política de aranceles contra China que había implementado Trump, la zanahoria de Apple exige a Taiwán a colocar “made in China” en sus productos. En conclusión, la política de EEUU, parece ser más retórica, mientras impactan fuertemente las relaciones comerciales con Taiwán.

2) Desglobalización en la sombra

Como lo expresamos en nuestra entrega anterior, aunque cada vez aparecen nuevos síntomas sobre una teórica agenda de desglobalización, lo que pudiera estar ocurriendo en un reacomodo geoeconómico de los grandes capitales.

China se empieza a retirar de la bolsa de valores estadounidense con grandes compañías como Petrochina, Sinopec y Chinalco que ya han manifestado su intención voluntaria de abandonar Wall Street. Esto pudiera afectar a los principales fondos de inversión que habrían apostado por tener un capital en estas empresas, o verse obligados a redirigir sus capitales a Shanghái.

Por otra parte, la reapertura del mercado de valores de Moscú, con limitaciones a países no hostiles, reacondiciona el sistema y apuesta por una participación menos occidental en el sector financiero Ruso.

Todo esto ocurre con una política occidental de sanciones a China y Rusia, que dividen el sistema financiero y la tenencia de materias primas, manufactura y mercado de valores con Occidente. Lo más probable que ocurra es una capitulación ante el Capital Monopólico Trasnacional, por parte del eje UE – EEUU – Japón, o enfrentar una pérdida considerable de la riqueza de los grandes capitales, algo que será difícil que suceda.

3) ¿Qué hay detrás del mercado alcista de las bolsas americanas?

Durante las últimas semanas ha ocurrido un inusual movimiento de los mercados alcistas americanos. Pero ¿cómo puede ocurrir esto en pleno proceso de incertidumbre de los mercados? No pareciera ser muy coherente con las expectativas de una recesión que los especuladores estuvieran comprando activos financieros que empujaran sus precios al alza.

La respuesta a esta interrogante pareciera encontrarse en la política de Buybacks, que
significa la recompra de acciones de las grandes compañías. Así observamos como en el SP5001, se ha marcado un récord histórico en esta dirección, por lo que de lo que pudiera tratarse es de un engaño por parte de los grandes accionistas, que estarían esperando menores precios, luego de venderlos a valores mayores, y así sostener los márgenes de una próxima caída.

4) Ganadores y perdedores de la crisis

La industria manufacturera global ha sufrido caídas importantes, especialmente durante el segundo trimestre del año, Estados Unidos, la UE, el Reino Unido y China ralentizaron su crecimiento o registraron fuertes retrocesos.

Los principales fondos de inversión han disminuido sus rendimientos considerablemente, lo que ha significado menores dividendos para sus tenedores de acciones. JP Morgan, BlackRock, Morgan Stanley y Bank of America ya reportaron un recorte multimillonario en sus beneficios.

Las empresas tecnológicas han sido las más afectadas por la crisis; y de este escenario
no se han salvado ni las empresas estadounidenses ni las chinas, Netflix, Apple, Facebook, Twitter, Intel, Alibaba, Huaweii, Amazon, entre otros han reportado ya importantes caídas 1 500 compañías con mayor capitalización que cotizan en la bolsa de Nueva York  en sus acciones. Ha resultado evidente que el flujo de ingresos provenientes durante la pandemia habría sobrevalorado el capital accionario de estas Compañías.

Las compañías de hidrocarburos por su parte han registrado importantes beneficios
durante el primer semestre, en muchos casos como en el de Aramco han duplicado sus ganancias durante este período. Ya compañías como Schlumberger, Exxon, Total y Repsol han mostrado resultados similares.

5) ¿Fin del mercado al alza del crudo o acumulación?

Los precios del petróleo han vuelto a niveles inferiores al conflicto en Ucrania, lo que
pudiera dar síntomas de haber culminado el ciclo en alza de sus precios, sin embargo,
existen muchas razones para pensar que esto no es así. Para comprender el razonamiento de ello, es necesario comprender la actual etapa del ciclo de los precios del crudo en la que nos encontramos.

Desde el 2014 iniciamos un período de precios bajos, esto se puede determinar por
mayor oferta en el mercado, que llegó incluso a llevar durante la pandemia de la COVID-19 su valor por debajo de cero. Este momento se conoce como de sobreventa, y trae como consecuencia una disminución del flujo de caja de las compañías productoras de petróleo.

Por otra parte, la demanda ha continuado creciendo año tras año, sin que las políticas de transición energética estén teniendo un impacto significativo a nivel global. Las empresas con menores ingresos no pueden continuar invirtiendo en mejoras o ampliaciones para incrementar la producción. Se estima que el déficit de inversión pudiera estar alrededor de los 200 mil millones de dólares. Esta fase la podemos denominar: desinversión.

Es cierto que, aunque exista una desinversión, una mayor oferta en el mercado permite seguir cubriendo la necesidad global de energía, por lo que se aplican políticas de recortes de producción, como las desarrolladas por la OPEP+2 a lo largo de los últimos años. Esto no sólo significa una caída de la oferta de manera inmediata, sino que dejar de producir, genera un efecto posterior con necesidad mayores inversiones para recuperar ese nivel de producción previo. Esta etapa podemos considerarla como disminución doble de la oferta, porque tiene un efecto inmediato, pero también en el largo plazo.

Cuando ocurre un escenario como el que vivimos en la actualidad, con mayor demanda incapaz de ser satisfecha por la desinversión de los últimos años y los continuos recortes de producción, exacerbado por el conflicto en Ucrania, obliga a hacer uso permanente de los inventarios de crudo, reduciendo así las reservas estratégicas disponibles, y sacando del mercado buena parte de la oferta. Las proyecciones de demanda para 2023, también inciden en el precio del petróleo, porque hasta los momentos no existen motivos para pensar que la situación de oferta mejorará. En este momento, vivimos un proceso de acumulación con el pronóstico que los precios en el futuro serán más elevados. Es por ello, que expectativas como las generadas por la vuelta al mercado de Irán o el incremento de la producción en Arabia Saudita pueden hacer retroceder el precio temporalmente, pero no son sostenibles en el tiempo.

Se requiere una nueva fase de inversiones, menos recortes y un incremento en los inventarios del crudo para pensar en una caída sostenida de los precios del petróleo, pero estamos lejos de ello, apenas las compañías empiezan a percibir elevados ingresos para desarrollar estas inversiones, a la par que se siguen anunciando más recortes en la producción, y eso no daría una mayor oferta para elevar los inventarios del crudo. Por eso China e India, hacen lo posible para prepararse en concreto para el 2023, y el conflicto con Ucrania, ha servido la bandeja para que Rusia lo proporcione, mientras que los grandes consumidores Occidentales pierden considerablemente su capacidad de maniobra.

6) Cada vez más malestar social

El Sindicato de Starbucks en diversas partes de mundo ha iniciado huelgas que pretendían ser limitadas por la compañía, demandando mayores y mejores beneficios salariales. Los eventos más recientes han ocurrido en Chile y en casi dos decenas de estados en territorio estadounidense.

Las huelgas de pilotos y trabajadores de las compañías aéreas que se han venido desarrollando en España, en empresas como Lufthansa, EasyJet y RyanAir, muestran un desequilibrio en el flujo de ingresos de estas entidades empresariales y los beneficios salariales de los trabajadores.

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1  500 compañías con mayor capitalización que cotizan en la bolsa de Nueva York
2 Organización de Países Exportadores de Petróleo con Rusia

 

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Más allá de los imperios, la Nación Humana Universal.

Por: Javier Tolcachier. 

El escenario poselectoral de los Estados Unidos de América muestra un espectáculo indecente. Se confirma, una vez más, la discrepancia entre el discurso que propaga valores democráticos y la real práctica política en aquel país.

Diversos analistas han señalado en no pocas ocasiones la poca relevancia objetiva del resultado electoral, dado que los lineamientos a seguir suelen ser pergeñadas e implementadas por el verdadero poder, el complejo militar-industrial-financiero.

De allí que en un rapto de sinceridad no habitual se denomine “administraciones” a las autoridades electas. Este hecho admite una sencilla explicación histórica. Luego de la crisis especulativa que sumió en la miseria al pueblo estadounidense en los años 30 del siglo pasado, la recuperación económica se produjo mediante una inyección sideral de recursos del Estado en el aparato militar, cuyas partidas para defensa llegaron a ser del 90% del presupuesto total en 1945.

No por nada, en su discurso de despedida de la presidencia en 1961, Eisenhower – él mismo un halcón al comando de las fuerzas aliadas en Europa – advirtió: “Existe el riesgo de un desastroso desarrollo de un poder usurpado y [ese riesgo] se mantendrá. No debemos permitir nunca que el peso de esta conjunción ponga en peligro nuestras libertades o los procesos democráticos».

El devenir mostró que no era una advertencia infundada. El militarismo, que ya había mostrado sus garras con anterioridad con numerosas invasiones y anexiones, pasó a ser la columna vertebral de la política estadounidense  y la democracia fue desde entonces secuestrada por ese poder en combinación con el interés corporativo.

Sin embargo, la derrota electoral de Donald Trump – cualesquiera sean las argucias dilatorias con las que se intente ocultar el fiasco – tiene un alto contenido simbólico, por tanto, político y social. Significa el sano rechazo de la mayoría de ese pueblo, hoy ya pluricultural. a la soberbia, al racismo y la misoginia, el repudio a la altanería irracional y al desprecio por la otredad.

El triunfo demócrata refuerza en el imaginario de los pueblos – tal como lo demostraron antes Bolivia y Chile – la posibilidad de que la voluntad de los postergados triunfe frente al cinismo y el ensimismamiento de las minorías, al par que debilita mundialmente la avanzada de extrema derecha.

Pero la victoria de Biden es pírrica. Será presidente de una sociedad fracturada, carcomida por un individualismo hedonista, cuya violencia interna se ha proyectado al mundo con infinita destrucción mediante  invasiones e intrigas, fomentando guerras fratricidas, desarrollando, hasta hoy, una carrera armamentista cuyo único propósito es aumentar las ganancias de las corporaciones de la guerra.

Si Estados Unidos prosigue ese rumbo, Biden quedará probablemente a cargo de un imperio en disolución, por lo que su mandato estará atravesado por numerosas contradicciones y adversidades. De escalar el conflicto actual por la presidencia, incluso podría llegarse a la situación de un quiebre institucional total, ahora o en el transcurso del período de gobierno.

El estertor imperial

Si bien los imperios suelen ser caracterizados en los libros escolares por su superioridad militar, este no es el único elemento determinante de su expansión, quizás ni siquiera el más relevante.

En su período fundacional, el avance imperial es en general bien acogido por pueblos que se encuentran en situación de vasallaje de sátrapas locales o bajo la férula de otro poder extranjero. De este modo, las poblaciones no comprometidas con el poder de turno colaboran o al menos son neutras ante la nueva colonización.

La supremacía tecnológica, cuestión clave en la irrupción del nuevo poder, suele constituir incluso un factor de admiración y hasta de esperanza de mejor vida para los conquistados. En otros casos, las contiendas por la dominación de territorios por una u otra facción son vistas con similar desconsuelo y alejadas del interés propio de los sojuzgados, deseosos de alejar por fin la destrucción y el conflicto de su vecindad.

Pero el aspecto decisivo en la consolidación de un  nuevo imperio es su propuesta civilizatoria, que cimenta una etapa de transformación de los valores, conductas y usos anteriores.

La adhesión, voluntaria o forzada, a este proyecto común marca las etapas de inicio y desarrollo de cualquier imperio, constituyendo la argamasa que relaciona a sus componentes.

De allí que el elemento clave en la caída de los imperios es la implosión interna. Al desgaste y corrupción de los ideales que impulsaron el surgimiento, se suman la descomposición producida por una expansión desmesurada, las luchas de poder intestinas y la imposibilidad de reacomodar en su seno a sus legiones, las que además de vector de batalla sirven como válvula de despresurización social, dando ocupación y cierta cuota de prestigio a los sectores socialmente excluidos.

Al mismo tiempo, los pueblos sometidos comienzan a reclamar derechos y soberanía, asumiéndose como resistencia al imperio de turno. Del mismo modo, la diversidad y la afirmación de valores propios han logrado atravesar ya la barrera de imposición cultural erigida a través del monopolio de comunicación y entretenimiento.

Tal es la situación actual del imperialismo estadounidense.

La cohesión china frente a la fragmentación estadounidense

China ha sido un imperio desde hace unos 22 siglos, con la violenta unificación producida por lo que fue la breve pero mortífera dinastía Qin (o Ch’in, a la cual debe probablemente su nombre).

A partir de su consolidación posterior bajo la dinastía Han, que duró cuatro siglos, el imperio atravesó guerras civiles, rebeliones, fue invadido y conquistado, tuvo períodos de esplendor, desarrollo y decadencias, acumulando una gran experiencia histórica.

Uno de los principales objetivos de la cultura y la política china fue siempre, con mayor o menor éxito, lograr la cohesión interna. Si bien alberga en su seno a cincuenta y cinco minorías étnicas, su mayoría pertenece a la cultura fundacional Han, peso demográfico que ha favorecido aquel propósito.

No es por nada que el gobierno centralista pone en la actualidad el máximo esfuerzo para integrar a las culturas diferentes que residen en la periferia como los tibetanos o los uigures, cuya resistencia es aprovechada por el Occidente para intentar avivar el fuego y el disenso.

El caso de Hong Kong es diferente, ya que sus habitantes son culturalmente homogéneos con el grueso de la población de China, pero su vivencia en el seno del imperio británico, junto a los aires de autonomía y secesionismo alientan su inconformismo frente a las directivas verticalistas de Beijing.

Pese a todo, la sociedad china emerge fortalecida por esa unidad alcanzada en base a un mandato cultural de armonía, pero también a fuerza de reprimir históricamente a lo diferente y divergente.

Esa cohesión es la que le permite hoy descollar en el escenario mundial, frente a la situación de desintegración interna de los Estados Unidos.

¿Habrá de desplazar la potencia emergente a la anterior, como ha sucedido antes? ¿Será el destino del mundo una nueva colonización, esta vez desde el Oriente?

Si bien la actual dependencia crediticia y de inversión de la mayor parte de los países, la multiplicación de institutos Confucio en el mundo, el incremento en el gasto armamentista, el proyecto de infraestructura mundial de la Franja de la Ruta y de la Seda -entre otros indicadores-, podrían ser perfectamente interpretados en esa dirección, hay factores internos que atenúan esa posibilidad. Básicamente la dolorosa experiencia de millones de muertos en conflictos armados y la tendencia milenaria de mirar hacia adentro de sus propios muros, siendo la apertura y las Cuatro Modernizaciones proclamadas por Deng Xiaoping en 1978 apenas un factor táctico propio de esta época.

Por lo demás, si bien también puede darse crédito o desconfiar  de las intenciones del actual gobierno chino de promover como idea central de su política exterior “una Comunidad de Destino compartido para la Humanidad”, es bueno saber que dicha premisa ha quedado anclada en su última reforma constitucional.

Así en el artículo 35 de la misma, se lee: “El futuro de China está íntimamente ligado al futuro del mundo. China lleva adelante una política exterior independiente y adhiere a los cinco principios de respeto mutuo para la soberanía e integridad territorial, no agresión mutua, no interferencia en asuntos internos, igualdad y beneficio mutuo y coexistencia pacífica, la senda del desarrollo y estrategia de apertura recíproca en el desarrollo de relaciones diplomáticas y económicas e intercambios culturales con otros países, impulsando la construcción de una comunidad de destino compartido para la humanidad”.

En todo caso, la principal resistencia a la emergencia de nuevos imperios está, sin duda alguna, en el crecimiento de la conciencia soberana de los pueblos y en su necesidad de emancipación.

Más allá de los imperios, la Nación Humana Universal

Hoy está naciendo una civilización planetaria, en la que pueblos y culturas se van interconectando. La mundialización cultural es un transcurso diferente al de la mezquina globalización económica dirigida por las corporaciones multinacionales. Esta mundialización impulsada por el incremento migratorio y la conectividad, supone el intercambio de información, el aprendizaje mutuo, el contacto entre hábitos y usos diferentes. Está emergiendo lentamente un nuevo sujeto intercultural, que acoge en su interior la experiencia de toda la historia humana.

Además de la lucha contra la imposición imperial occidental, la extrañeza ante este fenómeno inédito sea el motivo de las reacciones nacionalistas y fundamentalistas en curso.

En este nuevo entretejido multicultural, un nuevo imperio difícilmente encuentre eco o adhesión.

Sin embargo, entre tanta fragmentación y disolución de estructuras sociales y políticas, ante tanto enfrentamiento e incomprensión mutua ¿qué proyecto cohesor podría dar una dirección de crecimiento colectivo a la Humanidad en este momento histórico? ¿Cuál es la imagen alrededor de la cual puede surgir ese “otro mundo posible”, cuál la utopía sin regreso, cuál el objetivo hacia nuevos horizontes aún no transitados?

¿Cómo podrían acometerse los problemas globales desde nuevas estructuras que se asienten en un poder popular real, en reemplazo de las caducas instituciones en cuya representatividad hoy ya nadie confía?

En ese sentido, es preciso valorar la idea de construir una Nación Humana Universal, en la que converjan todas las culturas, cada una con sus particularidades, fundando su convergencia en el reconocimiento de su común humanidad.

El concepto, acuñado por el pensador humanista Silo (seudónimo de Mario Luis Rodríguez Cobos), reconoce como pasos de proceso sucesivas integraciones regionales, hasta llegar a una suerte de federación mundial multiétnica paritaria, colaborativa y solidaria, a través de la cual puedan resolverse los problemas a través de la cooperación de las virtudes acuñadas históricamente por los pueblos.

La clave de la propuesta es que los pueblos recuperen su soberanía arrebatada y asuman el rol protagónico en instancias decisorias colocando como prioridad al ser humano.

La utopía del futuro entonces, dará por tierra toda pretensión imperial de encolumnar,  uniformar y poseer.  La civilización humanista será diversa, de poder descentralizado, será fruto de la intención de seres humanos libremente solidarios. Será un mundo “múltiple en las etnias, lenguas y costumbres; múltiple en las localidades, las regiones y las autonomías; múltiple en las ideas y las aspiraciones; múltiple en las creencias, el ateísmo y la religiosidad; múltiple en el trabajo; múltiple en la creatividad.[1]

Sin embargo, entre las aspiraciones humanistas y las realidades del mundo de hoy, se ha levantado un muro. Ha llegado pues, el momento de derribarlo. Para ello es necesaria la unión de todos los humanistas del mundo.”

Notas:

[1] El texto entrecomillado es  un extracto del Documento Humanista, incluido en el libro Cartas a mis Amigos (Silo, 1993).

(*) Javier Tolcachier es investigador en el Centro Mundial de Estudios Humanistas y comunicador en agencia internacional de noticias Pressenza.

Fotografía: Gaceta Intercultural.

fuente:  https://insurgenciamagisterial.com/mas-alla-de-los-imperios-la-nacion-humana-universal/

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