Sectarismo político y democracia

Por: Leonardo Díaz


Contra esta tendencia tiene que luchar la formación democrática, que debe ser una educación emocional, esto es, un entrenamiento sobre nuestros hábitos con el propósito de forjar una “segunda naturaleza” para forjar una convivencia social abierta, diversa y pacífica.

En mi pasado artículo “mentira, charlatanería y posverdad”, https://acento.com.do/opinion/mentira-charlataneria-y-posverdad-8876863.html relaciono la charlatanería y la posverdad con el retorno de los fundamentalismos políticos. Un ejemplo marcado de ello es la sociedad estadounidense, que desde hace décadas viene experimentando un preocupante proceso de radicalización del sectarismo político.

Los fundamentalismos han existido desde los inicios de la civilización humana, pero resulta alarmante cómo sociedades consolidadas como comunidades democráticas muestran prácticas autoritarias aparentemente superadas, alimentadas por líderes populistas y charlatanes, el efecto burbuja de las redes sociales y una atmósfera cultural afín caracterizada por la posverdad.

Las lecciones recientes del espectro político internacional indican que no estamos ante un fenómeno accidental o frente a una anomalía política de las sociedades abiertas.  En parte, porque los fundamentalismos tienen una base biológica y psicológica que los ha hecho constitutivos de la condición humana.

Evolucionamos siendo parte de clanes que combatían de modo violento contras otras tribus por tierras, alimento o supremacía. Y nuestra sobrevivencia está muy relacionada con la capacidad de nuestro cerebro para generar sesgos cognitivos que nada tienen que ver con adaptar nuestras creencias a una realidad independiente de nuestras apetencias y emociones, sino para reforzarlas como mecanismo de adaptabilidad y autoafirmación.

La cultura es la batalla permanente contra esas imposiciones de la biología y la psique. Por ello, resulta más natural la tendencia a desconocer las afirmaciones que contradicen lo que deseamos creer, así como la tendencia a percibir al integrante de otro grupo (étnico, religioso, ideológico) como una amenaza.

Contra esta tendencia tiene que luchar la formación democrática, que debe ser una educación emocional, esto es, un entrenamiento sobre nuestros hábitos con el propósito de forjar una “segunda naturaleza” para forjar una convivencia social abierta, diversa y pacífica.

Una educación de toda la vida, que implica la práctica diaria de la culttura democrática. La amenaza de los fundamentalismos y autoritarismos estará siempre latente, podrá emerger cíclicamente, ya sea con la elección de líderes políticos sectarios y autoritarios, o socavando las instituciones democráticas y el espacio público mediante un ejercicio cotidiano de negación dialógica.

Fuente: https://acento.com.do/opinion/sectarismo-politico-y-democracia-8879630.html

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