Corrupción y educación

Por Óscar Sánchez.

¿El sector educativo es tan corrupto, más, o menos que otros?, ¿educar en capacidades ciudadanas le resolvería el problema al país?

Rafael Merchán, encargado de las políticas de transparencia en el país hace un tiempo, me pidió el año pasado escribir el capítulo sobre educación en un libro que estaba editando sobre la corrupción en Colombia.

Rafael se marchó para siempre antes de tiempo, y el libro está pendiente. Pero un informe así podría ocuparse a la vez del problema y de la de la solución: ¿el sector educativo es tan corrupto, más, o menos que otros?, ¿educar en capacidades ciudadanas le resolvería el problema al país? Dos preguntas apasionantes.

Para llegar a tener a cargo de la alimentación de los estudiantes a gente que les sirve la sopa en el balde de los traperos, tiene que pasar algo con la manera como se entiende la gestión educativa. Hay procederes incorrectos en el mundo educativo, porque es un sector, aunque desfinanciado, grande y vulnerable a muchos intereses económicos egoístas. Con todo, en medio del desierto de la cultura de abuso que reina en Colombia, la mayoría de colegios y universidades son una especie de oasis con muchas personas que luchan heroicamente por los valores correctos. Aunque un oasis contaminado. Ni más faltaba esperar que fuera como de otro mundo.

Para mejorar, si cambia el enfoque institucional, se puede hacer mucho. El control social, por ejemplo, depende de que docentes y familias tengan más poder y más compromiso, pero la descentralización en educación es un cacareo más que una realidad, sobre todo donde hay más necesidades. Y el estado ha sido durante años voluntarista, tecnocrático e inconstante. Así que reconociendo avances desiguales, estamos lejos de un pacto nacional profundo que haga  inaceptable traicionar a la sociedad en el universo sagrado de las escuelas.

Vamos a la educación como escenario para la solución del problema cultural que nos aqueja. Más allá de la simpleza de tener alguna cátedra para ser honrado, los colegios y universidades no pueden garantizar que sus estudiantes aprendan determinadas conductas sin que se cumplan requisitos complicados.

Para que la escuela forme valores como la honestidad, requiere un entorno que le ayude. Aprendemos lo que vemos en la familia y la sociedad. Y la cultura, ese aprendizaje natural, generalmente es más poderoso que la educación.  Así que, cuando un adulto engaña a la DIAN o a su municipio reportando bienes e ingresos por debajo del valor, soborna a un policía, paga mal a un trabajador o justifica por sectarismo o clasismo que algún funcionario público viole derechos, sus hijos aprenden eso, y no los discursos morales de sus profesores. Y cuando un maestro actúa con descuido frente a los bienes públicos, ejerce con negligencia su función, o ve la corrupción en sus narices y no la denuncia, los niños y jóvenes a su cargo asimilan eso. El constante argumento de que es lo que todo el mundo hace, empeora el mensaje. La escuela puede enseñar competencias sociales y capacidades ciudadanas, y formar personas solidarias y responsables, pero necesita trabajar en equipo con el entorno, cambiando a los adultos junto con los niños.

La otra condición es el aprendizaje práctico. Docentes, directivos y administrativos deben facilitar a sus estudiantes oportunidades constantes de reflexión sobre experiencias cotidianas. Por ejemplo, a ser veraces y justos frente a los conflictos entre pares, o cuando se enamoran; o frente al valor de las ideas ajenas trabajando en equipo; o frente al abuso del avivato sobre el noble; o haciendo que el ejercicio de la autoridad sea coherente, tranquilo y restaurativo.

Vamos a mantener el tema en la agenda, querido Merchán.

Fuente del artículo: https://www.semana.com/educacion/articulo/corrupcion-y-educacion-por-oscar-sanchez/601857

Comparte este contenido:

Las pruebas de virginidad, un azote para las afganas

Asia/Afganistán/10 de enero de 2017/Fuente y autor: la gaceta/Zahra Nader y Mujib Mashal/

Una acusación de adulterio no comprobada había enviado a una turba a perseguir a una muchacha y al joven con el que se la había relacionado. La multitud prendió fuego al auto en el que fueron encontrados en Kabul (Afganistán). Apenas lograron escapar, pero la Policía pareció más interesada en la acusación a la chica que en la violencia. Por eso dieron con ella y la arrestaron unas horas después. “Ya que había sospecha de relación sexual, enviaron a la muchacha con un médico forense para que realizara una prueba de virginidad”, reveló Fraidoon Obaidi, jefe del Departamento de Investigación Criminal.

El episodio se produjo meses después de que el presidente Ashraf Ghani hubiera prometido a activistas de derechos humanos que las pruebas forenses de virginidad -un examen invasivo para verificar si el himen está intacto- serían abolidas como procedimiento oficial. Años antes, estudios y grupos de derechos humanos habían desacreditado la práctica por completo, considerándola inválida y equivalente a abuso sexual.

La realidad es que pese a los esfuerzos para proteger a las mujeres y a las niñas afganas, los exámenes siguen siendo ordenados por los funcionarios, agravando el trauma para quienes han sido violadas o sometidas a otro tipo de abusos.

El principal centro médico forense en Kabul realizó 42 pruebas de virginidad durante el primer semestre de 2016. Durante 2015 fueron 80 pruebas en total. El número es más alto, dado que es difícil seguir los registros oficiales en todo el país. Una subestación de Policía en Kabul envió 26 casos de “crímenes morales” -que incluyen los casos de violación- a medicina forense en 2015, y la mayoría involucró pruebas de virginidad.

“La prueba de virginidad ha sido prohibida. Sin embargo, es una antigua práctica usada erróneamente por las autoridades ejecutoras de la ley, especialmente la Policía”, observó el Poder Ejecutivo afgano en un comunicado.

La declaración reconoció, sin embargo, que esas pruebas seguían realizándose. “Aunque está mal, va a llevar algún tiempo que sean suspendidas y eliminadas. Pero estamos decididos a cambiar esta práctica”, apuntaron voceros del presidente.

Un problema cultural

Históricamente, los esfuerzos para alterar el estatus de las mujeres en una cultura profundamente machista han producido fuertes reacciones adversas. Eso se refleja en las extendidas y agresivas críticas que dicen enfrentar las mujeres afganas que trabajan, y también en la percepción de que el apoyo básico y general a los derechos de la mujer ha descendido en los últimos años.

Un estudio reveló que las pruebas de virginidad eran tan rutinarias que la Justicia seguía ordenando que las víctimas de abuso doméstico pasaran por el procedimiento.

“Las circunstancias de la prueba de virginidad nunca son humanas -enfatizó Soraya Sobhrang, de la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán-. Al realizar las pruebas de virginidad, nadie pide el consentimiento de la víctima o la sospechosa; 99% de las pruebas de virginidad se realizan por la fuerza y sin consideraciones sobre su legalidad”.

El temor a la devastación social también ha dado paso a empresas clandestinas que prometen reparar hímenes por unos 1.500 dólares, una fortuna en Afganistán.

En una entrevista con The New York Times, una mujer, que tuvo miedo de permitir que se usara su nombre, describió cómo había buscado el procedimiento de reparación para ocultar a su prometido que había tenido relaciones sexuales antes. “Es un gran problema en Afganistán -explicó-. Si tu himen está roto es el fin; caes en el infierno”. Pero el costo era demasiado alto y decidió que tenía que decírselo a su prometido. Él canceló el compromiso y demandó que la familia de ella le pagara todo lo que había gastado durante el noviazgo.

Fuente: http://www.lagaceta.com.ar/nota/714359/educacion/pruebas-virginidad-azote-para-afganas.html

Imagen: https://roxanalevinson.files.wordpress.com/2008/12/beating5.jpg?w=535

Comparte este contenido: