Por: Fernando David García Culebro
En el corazón verde de Chiapas, rodeados de montañas, ríos y cafetales, los campesinos y campesinas de Ocosingo han sembrado más que maíz. Han sembrado historia, resistencia y dignidad. Esas manos curtidas, que han trabajado la tierra por generaciones, también han levantado la voz, empuñado el machete y organizado a su gente cuando ha sido necesario.
Actualmente, los campesinos de Chiapas enfrentan nuevos retos. Proyectos extractivos, crimen organizado, y un Estado que parece no escuchar. Pero no están solos. Su historia es como un faro que inspira a otros pueblos de México y del mundo que luchan por la tierra, por la vida y por el derecho a decidir su propio destino.
Con el avance desmesurado de las grandes corporaciones que saquean nuestros recursos y destruyen nuestras comunidades, defender la producción local no es solo una elección, es una trinchera. En esta lucha se encuentra la dignidad de nuestros pueblos, la soberanía alimentaria y el derecho a decidir qué producimos y consumimos.
Las transnacionales no llegan como ángeles, sino como conquistadores. Nos repiten, como un canto monótono, que traen inversión, generan empleo y promueven el desarrollo. ¡Qué desvarío! Lo que realmente traen es extractivismo, precariedad y miseria. Se instalan con subsidios del Estado, exprimen la tierra, pagan sueldos de hambre, y cuando ya no les conviene, se marchan dejando solo contaminación y despojo. No crean riqueza para el pueblo; solo sacan lo que pueden para sus accionistas.
Nos reducen a simples consumidores, dependiendo de lo que podríamos producir por nosotros mismos. Nos imponen sus productos, sus marcas y sus reglas, y cada peso que va a sus bolsillos es un peso que no circula en nuestras comunidades.
Producir local es resistir
Cada pequeño productor, cada campesino, cada cooperativa, cada proyecto de nuestro barrio se convierte en una manifestación viva de resistencia. Producir local es un rotundo “no” a la dependencia, es afirmar que no necesitamos sus cadenas, ni su propaganda para vivir con dignidad.
Es devolverle valor a lo nuestro: la tierra, el trabajo en conjunto, el conocimiento que nos han legado nuestros ancestros y la solidaridad. Es reconstruir el tejido comunitario que el mercado ha intentado deshacer.
Por una economía al servicio del pueblo
No queremos limosnas de inversión extranjera. Anhelamos políticas públicas que protejan a quienes siembran, fabrican, crean y luchan desde abajo. Queremos mercados populares, ferias libres, monedas comunitarias y soberanía económica. Queremos decidir qué producimos, cómo lo hacemos y para quién.
Las corporaciones transnacionales deben ser reguladas, contenidas o, si es necesario, expulsadas cuando pongan en riesgo la vida y el bienestar de nuestros pueblos. Por ejemplo, “Desde 1995, la empresa FEMSA – Coca Cola tiene concesiones de agua autorizadas por la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) para extraer 419.7 millones de metros cúbicos de agua al año, en el municipio de San Cristobal de las Casas, Chiapas” […]” (Environmental Justice Atlas, 2023, párr. 1). No se puede construir justicia social con esquemas económicos que vienen del capricho del capital financiero global.
Defender la producción local es una misión urgente. No es solo un acto económico; es una lucha por el poder, por la cultura, por la tierra. O recuperamos nuestras economías, o continuaremos como esclavos modernos de un sistema sin patria, pero con dueños que marcan el rumbo.
Cada vez que elegimos un producto hecho por manos locales, estamos desafiando el modelo que nos quiere invisibles, sumisos y sin raíces. ¡Producir local es luchar! ¡Consumir de manera consciente es rebelarse! ¡Organizarnos es vencer!
Referencia bibliográfica:
Environmental Justice Atlas. (2023). Extractivismo de agua: FEMSA – Coca-Cola, Chiapas, México. https://ejatlas.org/conflict/extractivismo-de-agua-femsa-coca-cola-chiapas-mexico