Por: Rosa María Torres
La edad continúa siendo el factor de mayor discriminación en educación, pese a la retórica del Aprendizaje a lo Largo de la Vida; educación, derecho a la educación e incluso aprendizaje siguen fuertemente asociados a infancia. Los centros de educación de adultos quiebran esta lógica aunque por sí solos no logran tumbar el prejuicio. Desde adolescentes de 15 años – o menos – hasta personas de más de 90 años pueden compartir el mismo espacio y aprender juntas, a menudo desafiando a las propias políticas que restringen la edad de los educandos. La rigidez del aula organizada por edad, propia de la educación formal, se libera en la educación de adultos.
Los espacios de educación de adultos son generalmente espacios de aprendizaje intercultural en los que confluyen personas de diferentes lugares, etnias y culturas. Muchas veces no son solo entornos multiculturales sino también multilingüísticos.
Los centros de educación de adultos son laboratorios vivos de resolución de problemas económicos, sociales y culturales, en condiciones de precariedad material y de gran riqueza humana y creativa. Es injusto que la educación de adultos, que aporta y enseña tanto, siga siendo tan incomprendida, discriminada y poco valorada en nuestras sociedades.
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