Por Marcel Doubrondt
Vivimos tiempos que si bien para algunos pudieran ser de pesimismo ante la situación económica, los buitres que rodean a Venezuela en nombre de la democracia para la obtención de nuestros recursos naturales, la incapacidad de los sectores políticos en ponerse de acuerdo para enrumbar al país a un mejor destino al que en la actualidad transita, para otros pudieran ser tiempos de oportunidades, y digo pudiera porque falta que nosotros mismos nos convenzamos que la solución está en nuestras manos y no fuera desde nuestras fronteras con amenazas de invasión, o a la incitación a la autodestrucción como lo plantea la polarización política que vivimos, en ese sentido Humberto Maturana expresa “nunca las guerras resuelven los conflictos humanos, porque no son de la razón sino de la emoción y se resuelven solamente en las mesas cuando hay conversación y respeto”.
Es por ello que se plantea una pedagogía del compromiso el cual, muy lejos de interpretar que tan o no tenga de disparatado el nombre (lo cual es lo menos importante) es la búsqueda que los diversos actores de la sociedad venezolana coadyuven a la concreción de una mejor comunidad, si bien Freire planteo en la Pedagogía del oprimido “Sólo en la medida en que descubran que alojan al opresor podrán contribuir a la construcción de su pedagogía liberadora. Mientras vivan la dualidad en la cual ser es parecer y parecer es parecerse con el opresor, es imposible hacerlo. La pedagogía del oprimido, que no puede ser elaborada por los opresores” no es tan descabellado ese descubrirnos y redescubrirnos mediante la acción educativa en aras de crear las soluciones de los problemas que tantos nos aquejan, pero de una manera más compleja y menos coyuntural.
Por ello ante los dogmas metodológicos que ofrece la academia debe existir espacio para los saberes populares los cuales son de suma importancia para la transformación de la sociedad, como ejemplo puntual se puede hacer referencia que ante la ausencia de la harina precocida fue la comunidad la que molió el maíz para hacer la masa con la que nuestros hijos se comen las arepas, mientras la universidad quedo como simple espectadora teniendo que ofrecer sin saber sus inherentes potencialidades, es por ello que el conocimiento amerita ser ecuménico y no fragmentado, en virtud de cimentar la ruta para mejores condiciones de vida.
En ese sentido Miguel Martínez refiere (2006) “La ciencia tradicional ha prestado, sin duda alguna, muchos servicios al hombre: le ha ayudado a superar mucha pobreza, enfermedades, trabajo deshumanizante y, en general, a alargar su vida. Pero el querer llevar el método científico a todos los campos, ha hecho que, hablando de refracción de ondas luminosas, pigmentación y colores espectrales, la ciencia haya anulado las puestas del sol, los paisajes, el arco iris, que tratando de ser científicos, los estructuralistas hayan desfigurado la prosa y la poesía; que analizando computacionalmente el nuevo testamento, los estudiosos bíblicos destruyan la fe y la conciencia religiosa” esa ceguera del conocimiento es la que forma a profesionales para el mercado laboral y no para una economía emprendedora lo que trae como consecuencia que el novel Licenciado se encuentre con una realidad muy antagónica a la presentada en las aulas de clase.
En ese sentido sería muy fácil hablar de la desactualización de los pensum de estudios, de la formación de los docentes, de la infraestructura académica, de la gerencia inoperante, etc., sin embargo ¿Quién habla del plan, de verdad tenemos un pal para satisfacer las necesidades o por lo menos coadyuvar a las demandas de las comunidades? En ese sentido como dijera Freire “Mi visión de la alfabetización va más allá del ba, be, bi, bo, bu. Porque implica una comprensión crítica de la realidad social, política y económica en la que está el alfabetizado” por ello cuando se plantea una “pedagogía del compromiso” en este humilde escrito, no es para una simple mesa de trabajo para reformar unas políticas y llover sobre mojado, como recurrentemente pasa.
Por el contrario, este debe ser un plan integral a base del involucramiento de diversos actores o una multidisciplinariedad social que no solo aporte ideas a la construcción plan educativo sino participe en él, donde la escuela haga su papel formativo en base no solo a la adquisición y producción de conocimientos sino en una concienciación cultural, de pertenencia y pertinencia algo congruente con lo planteado por Cussianovich cuando hablaba de la pedagogía de la ternura sobre “un estilo de ser docente tanto en el aula y fuera de ella, promueve el aprendizaje significativo necesario para vivir. No se puede ser educador si no se tiene fe en lo que se pretende impartir al educando”, los medios de comunicación fomenten la información, la conciencia colectiva, la promoción de nuestro acervo cultural y patrimonial, la comunidad los conocimientos populares, el abolengo y la venezolanidad, el estado la garantía de la prosecución de los planes etc., todo ello en concordancia de un proyecto país y no de intereses individuales, ya que como refiriera Morin “vivimos una época cambiante donde los valores son ambivalentes, donde todo está ligado. Es por eso que la educación del futuro debe volver sobre las incertidumbres ligadas al conocimiento”
Solo a través de una educación de coherencia y pertinencia como dijera nuestro padre Libertador Simón Bolívar podrá marchar nuestra nación hacia su grandeza. Y por consiguiente tendremos la patria que soñamos.
Profesor Marcel Doubront.