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Si los deberes escolares no te gustan, ahora puedes hacer algo para cambiarlos

Por: Eva Bailén

Debemos usar los órganos de representación a nuestra disposición, el Consejo Escolar y las AMPAS, y poner en marcha el proceso de consenso de las tareas escolares

Mucha gente me conoce ya como la mamá de los deberes. Dicho así, podría pensarse que soy una ferviente defensora de las tareas escolares, aunque también podría ser todo lo contrario. Los que ya conocen mi trayectoria, mi campaña y mi libro Cómo sobrevivir a los deberes de tu hijo no tienen dudas. Pero no siempre fui así. Durante mucho tiempo no me cuestioné la utilidad de los deberes, no quería desautorizar a los maestros. Había que hacerlos y punto.

Y no estaba equivocada. En la Comunidad de Madrid, que es donde vivo, el Decreto 15/2007, de 19 de abril, por el que se establece el marco regulador de la convivencia en los centros docentes de la Comunidad de Madrid, en su artículo 3, titulado “las Normas de Conducta”, en el punto 4, que habla sobre “las obligaciones de los alumnos”, en la letra f dice: “La realización de los trabajos que los Profesores manden realizar fuera de las horas de clase”. Es de suponer que en el resto de Comunidades Autónomas haya leyes similares.

Qué cosas, una ley sobre normas de convivencia en centros docentes, habla de normas de conducta más allá del tiempo lectivo, permitiendo que los trabajos que los profesores mandan realizar fuera de las horas de clase puedan llegar a hacer imposible la convivencia de las familias en su propio hogar. Es una auténtica paradoja. Establece obligaciones de los alumnos, sin distinguir edad o etapa educativa, en tiempo no lectivo. Como si un niño pudiera adquirir tal obligación por sí solo, sin una familia detrás que lo respalde. Y como si todas las familias, independientemente de su condición social, pudieran dar a sus hijos el apoyo que necesitan para realizar los trabajos que les mandan.

El Decreto en cuestión no puntualiza más. Ante esto no hay excusa que valga, lo dice la ley: es obligatorio hacer los deberes que pidan los Profesores, en plural y con mayúsculas. ¿Y si los Profesores no se coordinan entre ellos y un estudiante de doce años de primero de la ESO tiene seis horas de clase diarias con seis docentes diferentes y todos le mandan deberes cada día? Precisamente eso es lo que han planteado recientemente desde la Conselleria d’Educació de Baleares: la necesidad de coordinarse. Algo que parece totalmente razonable, pero que, por falta de tiempo de los profesores, según el sindicato Unió Obrera Balear, no se puede hacer.

Dicen los expertos que el estrés puntual es necesario para nuestra supervivencia, pero el estrés continuo deja secuelas.

En marzo se cumplirán tres años desde que lancé la campaña de recogida de firmas en change.org, que todavía sigue activa.Aún no sé si podremos declarar en algún momento la victoria y decir que hemos cumplido con nuestro objetivo, porque el objetivo es bastante ambicioso y complicado de medir: que ningún niño ni adolescente se sienta permanentemente estresado por la carga de deberes y exigencias escolares. De eso va la petición, de racionalizar los deberes, y, por tanto, el estrés. Dicen los expertos que el estrés puntual es necesario para nuestra supervivencia, pero el estrés continuo deja secuelas. Lo que debemos evitar es que los deberes se conviertan en un foco de estrés continuo. Las secuelas de ese estrés continuo ya las conoce nuestro país: tasas de abandono escolar apabullantes. A muchos de nuestros estudiantes no les interesa aprender.

Varias comunidades autónomas han llevado a sus Asambleas regionales Proposiciones no de Ley (PNLs) y han comenzado el curso escolar con circulares que incluían una serie de recomendaciones sobre los deberes, de lo más variado. A pesar de lo lento que es el proceso, la PNL en Madrid se aprobó en mayo de 2016, poco a poco la campaña ha ido dando algunos resultados. Madrid, que suele crear tendencia en temas de educación, como sucedió con el bilingüismo, ha publicado su estudio y sus recomendaciones sobre los deberes hace unos días.

Se ha criticado la postura adoptada por la Consejería de Educación madrileña por su negativa a legislar acerca de los deberes, algo que sí se ha hecho en otras ocasiones en nuestro país, y que hacen nuestros vecinos europeos. De hecho, no hubo problema hace 10 años en legislar en ese sentido, cuando se aprobó el Decreto 15/2007, pero sí hay problema ahora en legislar para acotar esos trabajos que los profesores mandan realizar fuera de las horas de clase. Me parece que al menos, los responsables de redactar y aprobar dicho texto podrían haber establecido cuáles son los límites, las condiciones y las excepciones.

Tampoco tiene sentido que los alumnos de Primaria hagan más deberes que los de Secundaria.

Lo ha dicho el Consejero de Educación: no tiene sentido que todos los alumnos de una clase hagan los mismos deberes, como tampoco tiene sentido que los alumnos de Primaria hagan más deberes que los de Secundaria; o uno de primero más que uno de cuarto; o un estudiante disléxico o con TDAH los mismos que uno que no presenta esa dificultad; o que un niño con Altas Capacidades esté aburrido en el aula y tenga que estar tres horas más en casa haciendo un montón de deberes repetitivos.

El documento recoge puntos de vista críticos con los deberes, la postura que se presenta es a favor de la innovación educativa y cuestiona la utilidad de los métodos tradicionales de enseñanza. Como documento de partida está bien. Tenemos que verlo como un instrumento para que aquellos integrantes de la comunidad educativa, docentes, estudiantes y familias, que quieran trabajar en esta línea lo utilicen.

Debemos usar los órganos de representación a nuestra disposición, el Consejo Escolar y las AMPAS, y poner en marcha el proceso de consenso de las tareas escolares. Ya que la Consejería de Educación recomienda que se inicie el proceso, no dejemos pasar la oportunidad, no hay que permitir que el pequeño avance que hemos conseguido caiga en saco roto. Ojalá esto sirva para que estas navidades les den una tregua a los alumnos y los dejen descansar. Pero, sobre todo, para que el resto del curso y los que vienen dejen de ser agobiantes y estresantes.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2017/12/18/mamas_papas/1513598295_441178.html

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Padres y profesores somos figuras de apego y debemos estar en el mismo bando

Por: Eva Bailén

Las familias deberíamos interesarnos más por la educación y por conocer metodologías innovadoras

Llevo más de dos años, prácticamente desde que inicié la petición en change.org por la racionalización de los deberes, acudiendo a conferencias, ponencias, charlas e incluso congresos sobre educación. Siempre me siento un poco intrusa, porque parece que es una temática por la que, lógicamente, se interesan principalmente docentes y profesionales del sector educativo. Pero no me incomoda ser de las pocas madres en estos encuentros, al contrario, echo de menos la presencia de otros padres y madres. Sinceramente, creo que las familias deberíamos interesarnos más por la educación y por conocer metodologías innovadoras.

Como ya sabréis, no me creo esa frase tan manida, y a mi modo de ver también dañina, por la que se afirma que “se educa en casa y se enseña en la escuela”. Si fuera así, a los congresos de educación tendríamos que ir los padres y madres, y no los docentes, y ellos tendrían que ir a congresos de enseñar, no de educar. En realidad, creo que los maestros y las familias deberíamos compartir más espacios en los que se hable de educación y de cómo enseñar.

Por todo esto, cuando a principios de julio tuvo lugar una nueva edición del Congreso Iberoamericano Motiva, Crea y Aprende (CIMCA), organizado por el Observatorio de Educación de la Universidad Rey Juan Carlos, no me lo perdí. Este año el congreso trataba sobre las emociones. Desde que se estrenó la película Del revés (Inside Out), creo que somos un poquito más conscientes de la importancia de las emociones en la educación, pero aún así, todavía parece más necesario e interesante enseñar a hacer un análisis sintáctico de una oración que a reconocer y gestionar las propias emociones y las de los demás.

A lo largo de los días que duró el congreso, pasaron varios ponentes maravillosos que nos explicaron qué son las emociones, por qué todas son útiles, aunque algunas sean agradables y otras no tanto, y cómo reconocerlas, gestionarlas y diferenciarlas de los estados de ánimo. Aunque todas las ponencias fueron estupendas, para una madre como yo, creo que la más reveladora fue la de Rafael Guerrero, psicólogo, doctor en Educación y director de Darwin Psicólogos. Después de escucharlo me di cuenta de que a veces educamos muy mal, educamos fatal. Tanto los profesores como los padres y madres podemos llegar a estar muy equivocados y confundidos.

En muchas ocasiones no somos capaces de reconocer ciertas necesidades emocionales de nuestros hijos

De la ponencia de Rafael Guerrero aprendí que una de las grandes confusiones en las que estamos envueltos los educadores nos lleva a no discernir necesidades de deseos o caprichos. Sé que parece una tontería, pero en realidad no es tan fácil, porque una vez cubiertas las necesidades básicas, pasamos a percibir como necesarias cosas que antes no lo eran. Y por otra parte, en el terreno de lo emocional, en muchas ocasiones no somos capaces de reconocer ciertas necesidades emocionales.

Pero es sumamente importante distinguir unas de otras, porque si lo hacemos bien, si realmente somos responsivos y atendemos las necesidades verdaderas de nuestros hijos o alumnos, estaremos construyendo una bonita relación de apego seguro, tal y como explicó Guerrero. Por el contrario, si lo hacemos mal, podemos estar creando (atención a la definición) una relación de apego ansioso ambivalente, es decir, sobreprotegiendo. Para diferenciar un caso de otro, el ejemplo al que recurrió fue al del chiste de Gila que decía “cuando mi madre tenía frío, me ponía un jersey”. Evidentemente, El niño necesitará el jersey cuando tenga frío él, no cuando lo tenga la madre o el padre. La madre de Gila no estaba cubriendo una necesidad del pequeño, estaba sobreprotegiendo.

Uno de los asistentes al congreso se preocupó por los efectos nocivos que pudiera tener el apego seguro, y le lanzó la pregunta a Guerrero. El apego seguro, nos explicó, no es en ningún caso malo para un niño. Un apego seguro no genera niños sobreprotegidos, hay tanta preocupación por la sobreprotección ahora mismo, que parece que nos olvidamos de cubrir las necesidades de nuestros pequeños con tal de no llegar a ser unos padres sobreprotectores o unos padres helicóptero. Y a veces acabamos haciéndolo terriblemente mal, criando a nuestros hijos sin la seguridad que necesitan o educando a nuestros alumnos de manera equivocada.

Otro error monumental que cometemos los adultos es el de criticar al niño, insultando o etiquetando, en vez de criticar la conducta. Cuántas veces decimos a nuestros hijos que son malos, cuando en realidad lo que han hecho mal es un acto concreto, una mala conducta. Posiblemente le hayan pegado a otro niño, que está mal, claro, pero diciéndole que es malo no vamos a solucionar el problema, al contrario, perpetuaremos la conducta. Otras veces, sobre todo cuando el niño suspende, se le dice que es vago, o tonto. Sin embargo en multitud de ocasiones ese niño en realidad sufre un trastorno del aprendizaje, como puede ser TDAH o dislexia, y el daño que se les hace cargándoles el sambenito de la vaguería es difícil de reparar.

Contaba Rafael Guerrero, que al calificar a un niño de tonto o vago, inconscientemente lo ponemos en la tesitura de tener que elegir qué imagen prefiere dar, la de perezoso o la de estúpido. Esto, unido a otra frase que repetimos hasta la saciedad que reza “querer es poder” puede llevar a un chico o a una chica a decantarse por elegir dar la imagen de ser vago, porque dar la imagen de ser poco inteligente es indudablemente peor. Sin embargo, a veces se quiere pero no se puede, a todos nos ha pasado en alguna ocasión que nos hemos sentido incapaces de ejecutar algo que queremos hacer. Pero reconocer que no se puede supone para un chico que se ve en esta situación reconocer la estupidez absoluta, mientras que, tal vez para conseguir aquello que quiere, solo necesita un poco de ayuda, no que lo tachen de vago.

Muchos adolescentes se cierran en banda no por las hormonas, sino porque los padres no supieron crear un apego seguro

Esto último está muy relacionado con el efecto Pigmalión, con la profecía autocumplida. Explicaba Guerrero que si le decimos a un niño que es tonto, que no sabe, que no puede, que es vago, que es un inútil o lanzamos cualquier otra afirmación que deja nuestras expectativas sobre él y su futuro a la altura del barro, lo que ocurrirá es que irremediablemente se cumplirán nuestros mensajes, y difícilmente ese chico o chica será otra cosa que un tonto, un inútil, o un vago. Pero afortunadamente a la inversa también funciona, tener expectativas altas sobre los hijos o alumnos puede ser muy positivo.

Además, me llamó mucho la atención una reflexión que hizo sobre la adolescencia, esa etapa tan temida y tan difícil. Dijo que en ese momento muchos chavales se cierran en banda, y no comparten nada con sus padres, y esto que achacamos a una etapa de la vida o a las hormonas puede tener muchas más relación con la gestión de las emociones, con que se hayan cubierto adecuadamente las necesidades emocionales de esos adolescentes durante la infancia, y de que se haya creado un vínculo de apego seguro, que con cualquier otro proceso fisiológico por el que estén pasando.

El apego, nos dijo Rafael Guerrero, no es un concepto relacionado solo con los bebés. El apego seguro y la gestión emocional son importantes a lo largo de todas las etapas de la crianza y de la educación, y si queremos niños autónomos, que no independientes, porque un niño es dependiente por naturaleza, debemos educar creando vínculos de apego seguro, tanto en casa como en la escuela. Para que un niño sea solvente, y llegue a la independencia, es importante que los adultos de referencia, padres y maestros, seamos capaces de autorregular nuestras emociones, de enseñar las destrezas necesarias para que aprendan a hacerlo ellos mismos, y mantener siempre esa relación asimétrica entre padres e hijos, maestros y alumnos, que garantizará la armonía.

Después de su ponencia, me convencí más aún si cabe de la importancia de que los progenitores se informen sobre lo que los expertos en educación cuentan en congresos y ponencias reservadas habitualmente a profesionales del sector. Asistir a este tipo de encuentros ayuda muchísimo a comprender las limitaciones del sistema educativo actual, y a apoyar los cambios y las iniciativas innovadoras que tanta falta hacen. Habría sido una pena perderse este congreso, imprescindible tanto para docentes como para padres, una oportunidad única para compartir espacio y dejar de situar a familias y a profesores en bandos diferentes.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2017/07/28/mamas_papas/1501238010_432618.html

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¿Se educa en casa y se aprende en la escuela?

Por: Eva Bailén

Educar y enseñar se presentan como dos funciones diferenciadas con unos responsables divorciados: los padres y los profesores

Los niños y los adolescentes de hoy en día son más maleducados que nunca. Parece que las familias no cumplen su función de educar. Aunque a lo mejor no es algo tan nuevo, porque creo que esto siempre ha pasado, mis abuelos también creían que los jóvenes no tenían (buena) educación; también lo creyeron mis padres y lo piensan actualmente muchos ciudadanos mayores de 40 años. Ir a comer con los niños a un restaurante, por poner un ejemplo, puede ser más estresante para los padres que aprobar unas oposiciones para notario. Los camareros, el resto de clientes, padres y madres sentados en otras mesas les evalúan, examinan si sus hijos están (bien) educados o no.

La educación de los pequeños de la familia me parece algo arriesgado de definir cuándo un niño (correctamente) educado parece ser más bien aquel que no molesta que una criatura con la curiosidad e inquietud propia de su edad. Así, si se le da al pequeño un móvil o una tableta para que no incordie en el restaurante, se conseguirá hacer felices a muchos, algunos hasta pensarán que es un bendito, pero creo que los que somos padres somos conscientes de que eso no es educación (de la buena).

Se ha generalizado y aceptado la idea de que se educa en casa y en la escuela se aprende. Cada vez que oigo esa frase se me remueve algo por dentro. Creo que la frase en cuestión crea una separación nada recomendable. Según esta aseveración los niños y adolescentes deben llegar (bien) educados de sus hogares al colegio, para que el maestro o profesor pueda hacer su trabajo, el de enseñar, de una manera correcta. Educar y enseñar se presentan como dos funciones diferenciadas con unos responsables divorciados: los padres y los profesores.

Así ocurre que cuando ni los padres ni los alumnos tienen la (buena) educación necesaria para convivir de manera pacífica y respetuosa, se dan situaciones que llevan a los docentes al hartazgo. Supongo que si Ramón y Cajal hubiese vivido en la época de lo digital, habría escrito un post quejándose de sus maleducados discípulos que se reían a carcajadas en sus clases magistrales. Aunque creo que por entonces, la función de educar (bien), residía más en las escuelas que en los hogares, donde a los padres aún no se les exigía toda la responsabilidad en cuanto a educación se refiere.

A mí me encantaría que no solo los niños, sino también los adultos, fueran personas (bien) educadas ¿a quién no? Nos facilitaría la vida personal y la profesional enormemente. También las familias acabamos hartas de algunos adultos maleducados cuando en el momento de educar (bien) a nuestros hijos nos encontramos con diferencias que nos crispan, incluso dentro de la misma familia. A veces a los padres no nos gusta cómo actúan los abuelos, o los tíos, o los vecinos, o los profes, o los padres de otros niños del colegio. Pero tenemos que vivir con ello.

A muchos padres, por citar algunos ejemplos, no les gusta que cuando van a cruzar la calle con sus hijos pequeños, mientras esperan a que el hombrecito – o mujercita porque los semáforos también educan, se ponga verde, llegue algún peatón y se lo salte en rojo. No les gusta que después de haberle contado a sus hijos que fumar mata y que por eso ha fallecido el abuelo de su mejor amigo, aparezca su tío con un cigarrillo en la boca. No les gusta saber que a pesar de que están inculcando a sus pequeños que los videojuegos violentos son deleznables, cuando van a casa de un amigo se hartan a jugar al Call of Duty. Pero a menos que eduques a tus hijos como Viggo Mortensen a los suyos en Captain Fantastic te vas a tener que resignar a vivir con ello. Es la maravillosa sociedad que hemos construido.

Entonces, cuando los niños no son (bien) educados en casa ¿dónde se educan? ¿Está la educación restringida a la responsabilidad familiar? ¿De verdad que las escuelas tienen atribuida únicamente la función de enseñar? Por suerte hay un sector importante de la comunidad educativa que piensa, tal y como afirma José Antonio Marina con asiduidad, que para educar a un niño se necesita la tribu entera. Según este proverbio africano, educamos todos y enseñamos todos. Para bien o para mal. Los medios de comunicación educan, la televisión, el comportamiento de los espectadores y los jugadores en un partido de fútbol, las reacciones de los padres ante un conflicto familiar, laboral o escolar están dejando huella en los niños. Somos un modelo. De nosotros depende que seamos un buen modelo o un mal modelo.

Sé que al decir que se educa en casa, se sobreentiende que se refiere a que se educa bien en casa, por eso he ido poniendo paréntesis a lo largo del artículo, porque cuando se habla de que un niño es educado, se entiende en positivo. Cuando se habla de educación, por defecto nos referimos a buena educación. Si queremos dejar claro que hablamos de mala educación, lo decimos explícitamente.

Yo no mando a mis hijos al colegio solo a aprender, como si fuesen recipientes vacíos a los que hay que llenar de contenidos, no creo que sea posible que vengan únicamente del colegio con nuevos conocimientos sin que se les haya quedado nada más; ni quiero que mi función sea solo la de educar, creo que también puedo enseñarles mucho a mis hijos. Creo que sería una pena si los padres no enseñaran y si los maestros no educaran, habría muchas buenas oportunidades desperdiciadas.

Si queremos niños y adolescentes bien educados, creo que debemos empezar por ser autocríticos, y asumir nuestra responsabilidad como educadores desde que son pequeños. Aunque no tengas niños o no trabajes con ellos, son parte de la sociedad, y tienes una responsabilidad. La educación está en manos de todos.

Casi todos los niños viven con una familia y pasan por una escuela, así que es en los dos lugares, en el hogar y en el colegio, donde se producirá el mayor impacto en su educación. Si uno de los dos flojea, creo que el otro debería tratar de dar a ese niño la oportunidad de disfrutar de una buena educación. Si en casa no se educa, algo que por lamentable que parezca ocurre, quiero creer que los niños están recibiendo una educación en las escuelas. Al menos la escuela debería ser un lugar en el que se les diera a todos los niños, independientemente de su condición social, la oportunidad de recibir no solo conocimientos sino también una buena educación. Para que cuando lleguen a la adolescencia, sean jóvenes bien educados. Y si no se consigue, no creo que el fracaso sea solo del chaval y de sus padres.

Fuente: http://elpais.com/elpais/2017/02/08/mamas_papas/1486553720_440045.html

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Regular los deberes: una medida urgente

Por: Eva Bailén

En mayo de este año, cuando el curso estaba a punto de acabar, al menos en dos comunidades autónomas (Madrid y Aragón) se plantearon proposiciones no de ley con el fin de limitar los deberes escolares. En Madrid, recibimos la noticia con alegría, pero la cosa no ha quedado ahí, sino que este curso, están surgiendo más propuestas para regular los deberes en todo el territorio nacional. Para forzar la situación, la Confederación Española de Asociaciones de Padres (CEAPA) ha convocado la Huelga de los Deberes para los fines de semana del mes de noviembre que comienza esta semana con el objetivo de reivindicar la recuperación del tiempo libre de los alumnos y sus familias y pedir su eliminación total.

Hasta ahora, sin regulación en la materia, estamos viviendo una situación impredecible, sin control alguno, en la que en muchos casos, por suerte, impera el sentido común de docentes y familias que saben dónde está el punto justo y la medida, pero al mismo tiempo hay otros que se exceden estresando y hartando a los niños. Si se regulan los deberes es de esperar que al menos los deberes abusivos se acaben.

¿A qué nos referimos cuando hablamos de deberes abusivos?

Y con deberes abusivos, nos referimos a los que suponen que un alumno pase horas y horas sentado en una silla después de su jornada lectiva, los que impiden disfrutar de un puente, de un fin de semana o de unas vacaciones, los que acaban con el gusto por aprender, con las ganas de ir a la escuela al día siguiente.

Mi idea de regular los deberes, busca evitar los abusos, evitar esa situación de desamparo en la que nos vemos muchos padres que, por no restar autoridad al maestro, tenemos que llevar a nuestros hijos al límite de sus posibilidades, arrastrando a los hermanos pequeños y a la familia al completo.

La regulación de los deberes debería hacerse con el mayor respeto a los niños y a los docentes. No tendría sentido que en esta búsqueda de una mejora pusiéramos las cosas peor. Es decir, no tendría sentido que ahora, maestros que nunca han mandado deberes, se vieran obligados a hacerlo, o que los deberes que hasta ahora no tenían sustento legal, se conviertan justo en lo contrario de lo que queremos que sean.

¿Y cómo queremos que sean?

Queremos que sean motivantes, que sean justos y proporcionados a la edad de los alumnos, que los docentes se coordinen entre ellos para tener un plan que seguir, que estén personalizados para cada niño, que tengan en cuenta su realidad personal, su situación familiar, sus necesidades educativas. Queremos que sean estimulantes y creativos, que no sean punitivos, que se hagan por voluntad propia, por interés de aprender, y no por miedo al castigo, al negativo, a las consecuencias.

Regular los deberes pasaría por dejar de plantearlos como la opción por defecto, como algo que ineludiblemente hay que hacer todos los días al salir de clase; significaría que dejaran de ser evaluables, algo que sin base legal, se hace de hecho, incluso suspendiendo a aquellos que no los hacen o penalizando a estudiantes por más que sean capaces de sacar sobresalientes en los exámenes. ¿Te imaginas que un mes no hicieras horas extra y te rebajaran la nómina? Sería un abuso, ¿a que sí? Pues así de injusto es que a un estudiante se le baje la nota por no hacer los deberes, o por haber olvidado hacerlos algunos días.

Las prácticas educativas seguidas en el aula se ven totalmente reflejadas en el tipo de deberes que se mandan hacer en casa. Los deberes escolares son el reflejo de un sistema educativo, tal y como anunciábamos Ignacio Polo (inspector de Educación del Gobierno de Aragón) y yo misma en este artículo. Creo que no es posible conseguir que la regulación de los deberes sea efectiva sin hacer una revisión profunda de las metodologías empleadas en el aula. Y para que las metodologías avancen hacia una educación que llegue a un mayor número de alumnos, para que las escuelas cesen de actuar como embudo, dejando a muchos alumnos atorados en los centros educativos hasta que se rinden, es necesario hacer grandes y profundos cambios.

El día de Todos los Santos, el gran Francisco Mora, @morateruel, tuiteaba sobre lo que es ahora mismo la piedra angular de muchos de los problemas en educación: la falta de consenso y los continuos cambios de ley educativa.

Francisco Mora, además, ponía de relieve la importancia de mejorar la carrera docente desde su origen para que el Pacto de Estado tenga éxito. Y es que si solo nos centramos en tapar agujeros, en poner un parche allí donde se nos está desinflando la rueda, no vamos a solucionar mucho. Es urgente evitar los abusos, es urgente que los niños vayan al colegio con alegría y ganas de aprender. Es primordial recuperar la fe en la escuela como institución, desterrar las escuelas-embudo. Pero no nos podemos quedar aquí, necesitamos mejorar el sistema de pies a cabeza. Y para ello no podemos olvidarnos de la formación de los futuros maestros y maestras.

Solo con el compromiso de todos los actores conseguiremos que la educación en nuestro país mejore. Hay más implicados de los que parece, desde las Facultades de Educación, pasando por los equipos directivos, los claustros, las AMPAs, la Inspección de Educación, Consejerías de Educación, con sus Direcciones Generales correspondientes, y como no, docentes, familias y alumnos. Todos tenemos la obligación de informarnos, de preocuparnos y de si no luchar, al menos no poner trabas, para que la educación ocupe el puesto que se merece. Y ya que la Educación es uno de los mayores retos de una sociedad, el puesto que se merece no es otro que en el pódium.

Fuente: http://elpais.com/elpais/2016/11/02/mamas_papas/1478086459_908122.html

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