Por: Eva Bailén
Educar y enseñar se presentan como dos funciones diferenciadas con unos responsables divorciados: los padres y los profesores
Los niños y los adolescentes de hoy en día son más maleducados que nunca. Parece que las familias no cumplen su función de educar. Aunque a lo mejor no es algo tan nuevo, porque creo que esto siempre ha pasado, mis abuelos también creían que los jóvenes no tenían (buena) educación; también lo creyeron mis padres y lo piensan actualmente muchos ciudadanos mayores de 40 años. Ir a comer con los niños a un restaurante, por poner un ejemplo, puede ser más estresante para los padres que aprobar unas oposiciones para notario. Los camareros, el resto de clientes, padres y madres sentados en otras mesas les evalúan, examinan si sus hijos están (bien) educados o no.
La educación de los pequeños de la familia me parece algo arriesgado de definir cuándo un niño (correctamente) educado parece ser más bien aquel que no molesta que una criatura con la curiosidad e inquietud propia de su edad. Así, si se le da al pequeño un móvil o una tableta para que no incordie en el restaurante, se conseguirá hacer felices a muchos, algunos hasta pensarán que es un bendito, pero creo que los que somos padres somos conscientes de que eso no es educación (de la buena).
Se ha generalizado y aceptado la idea de que se educa en casa y en la escuela se aprende. Cada vez que oigo esa frase se me remueve algo por dentro. Creo que la frase en cuestión crea una separación nada recomendable. Según esta aseveración los niños y adolescentes deben llegar (bien) educados de sus hogares al colegio, para que el maestro o profesor pueda hacer su trabajo, el de enseñar, de una manera correcta. Educar y enseñar se presentan como dos funciones diferenciadas con unos responsables divorciados: los padres y los profesores.
Así ocurre que cuando ni los padres ni los alumnos tienen la (buena) educación necesaria para convivir de manera pacífica y respetuosa, se dan situaciones que llevan a los docentes al hartazgo. Supongo que si Ramón y Cajal hubiese vivido en la época de lo digital, habría escrito un post quejándose de sus maleducados discípulos que se reían a carcajadas en sus clases magistrales. Aunque creo que por entonces, la función de educar (bien), residía más en las escuelas que en los hogares, donde a los padres aún no se les exigía toda la responsabilidad en cuanto a educación se refiere.
A mí me encantaría que no solo los niños, sino también los adultos, fueran personas (bien) educadas ¿a quién no? Nos facilitaría la vida personal y la profesional enormemente. También las familias acabamos hartas de algunos adultos maleducados cuando en el momento de educar (bien) a nuestros hijos nos encontramos con diferencias que nos crispan, incluso dentro de la misma familia. A veces a los padres no nos gusta cómo actúan los abuelos, o los tíos, o los vecinos, o los profes, o los padres de otros niños del colegio. Pero tenemos que vivir con ello.
A muchos padres, por citar algunos ejemplos, no les gusta que cuando van a cruzar la calle con sus hijos pequeños, mientras esperan a que el hombrecito – o mujercita porque los semáforos también educan, se ponga verde, llegue algún peatón y se lo salte en rojo. No les gusta que después de haberle contado a sus hijos que fumar mata y que por eso ha fallecido el abuelo de su mejor amigo, aparezca su tío con un cigarrillo en la boca. No les gusta saber que a pesar de que están inculcando a sus pequeños que los videojuegos violentos son deleznables, cuando van a casa de un amigo se hartan a jugar al Call of Duty. Pero a menos que eduques a tus hijos como Viggo Mortensen a los suyos en Captain Fantastic te vas a tener que resignar a vivir con ello. Es la maravillosa sociedad que hemos construido.
Entonces, cuando los niños no son (bien) educados en casa ¿dónde se educan? ¿Está la educación restringida a la responsabilidad familiar? ¿De verdad que las escuelas tienen atribuida únicamente la función de enseñar? Por suerte hay un sector importante de la comunidad educativa que piensa, tal y como afirma José Antonio Marina con asiduidad, que para educar a un niño se necesita la tribu entera. Según este proverbio africano, educamos todos y enseñamos todos. Para bien o para mal. Los medios de comunicación educan, la televisión, el comportamiento de los espectadores y los jugadores en un partido de fútbol, las reacciones de los padres ante un conflicto familiar, laboral o escolar están dejando huella en los niños. Somos un modelo. De nosotros depende que seamos un buen modelo o un mal modelo.
Sé que al decir que se educa en casa, se sobreentiende que se refiere a que se educa bien en casa, por eso he ido poniendo paréntesis a lo largo del artículo, porque cuando se habla de que un niño es educado, se entiende en positivo. Cuando se habla de educación, por defecto nos referimos a buena educación. Si queremos dejar claro que hablamos de mala educación, lo decimos explícitamente.
Yo no mando a mis hijos al colegio solo a aprender, como si fuesen recipientes vacíos a los que hay que llenar de contenidos, no creo que sea posible que vengan únicamente del colegio con nuevos conocimientos sin que se les haya quedado nada más; ni quiero que mi función sea solo la de educar, creo que también puedo enseñarles mucho a mis hijos. Creo que sería una pena si los padres no enseñaran y si los maestros no educaran, habría muchas buenas oportunidades desperdiciadas.
Si queremos niños y adolescentes bien educados, creo que debemos empezar por ser autocríticos, y asumir nuestra responsabilidad como educadores desde que son pequeños. Aunque no tengas niños o no trabajes con ellos, son parte de la sociedad, y tienes una responsabilidad. La educación está en manos de todos.
Casi todos los niños viven con una familia y pasan por una escuela, así que es en los dos lugares, en el hogar y en el colegio, donde se producirá el mayor impacto en su educación. Si uno de los dos flojea, creo que el otro debería tratar de dar a ese niño la oportunidad de disfrutar de una buena educación. Si en casa no se educa, algo que por lamentable que parezca ocurre, quiero creer que los niños están recibiendo una educación en las escuelas. Al menos la escuela debería ser un lugar en el que se les diera a todos los niños, independientemente de su condición social, la oportunidad de recibir no solo conocimientos sino también una buena educación. Para que cuando lleguen a la adolescencia, sean jóvenes bien educados. Y si no se consigue, no creo que el fracaso sea solo del chaval y de sus padres.
Fuente: http://elpais.com/elpais/2017/02/08/mamas_papas/1486553720_440045.html