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El monólogo neoliberal fascista de la educación de hoy

El capitalismo neoliberal fascista es un monólogo educacional que ciega y acalla voces aunque se vista de pantallas brillantes, publicidades alienantes y sonidos y ropajes envolventes. Breves reflexiones de autores que nos convocan a pensar qué hacer con las palabras, las imágenes y la convivencia en las escuelas.

Hay tres categorías conceptuales de mis lecturas recientes que considero importantes y que de hecho y teóricamente se pueden articular entre ellos y con otras nociones a modo de repensar lo obvio/invisibilizado/naturalizado en las aulas, rondas de convivencia e instituciones escolares. Como diría Fucks hay que “celebrar la sorpresa” de ponerlos en prácticas.

En primera instancia el concepto de “traumatismo” de Silvia Bleichmar. Cuánto y cómo de la situación socioeconómica atraviesa y emerge en las aulas/rondas y los sujetos; en palabras de Bleichmar “los tiempos que nos tocan vivir y los modos del sufrimiento que nos aquejan”. Hay efectos de las políticas neoliberales que son “devastadores, desubjetivantes”. Bleichmar al referirse al concepto de traumatismo piensa en “relación a los distintos modos con los que la realidad nos produce un impacto que nos desorganiza, dejándonos inermes para operar”. Y ahí se nos resquebraja la identidad de los docentes y de los jóvenes estudiantes. La idea es desde nuestra asimetría pensar con ellos en diálogos colaborativos qué nos suceden en estas situaciones traumáticas y sí a la crisis -en vez de pasividad- podemos convertirlas en materiales de estudio, de un darse cuenta, de pensamiento critico para ponerles palabras a los padeceres colectivos.

Asimismo, vale tomar la orientación de Perla Zelmanovich: “contra el desamparo”, en el sentido de emparentarla con los traumatismos que los amparos debieron ayudar a reducir. Zelmanovich se hace una pregunta clave: “¿Qué posibilidades tiene hoy la escuela de tejer esa trama de significaciones que atempera, que protege, que resguarda, y que posibilita por esa vía el acceso a la cultura, cuando la realidad se presenta con la virulencia que conocemos?”. Vaya interrogante, sí los traumatismos sociales suelen dejarnos cuasi al borde del precipicio y el vacío, cómo hacer desde nuestro oficio/profesión para salir de la “intemperie sin fin” (Juan L. Ortiz): con la poesía, los conocimientos, la palabra acompañada de actitudes, gestos, ficciones, acciones que liguen, y “ejercitando nuestro papel de mediadores con la realidad, porque esa mediación opera como pantalla protectora (Zelmanovich”). Nada fácil, pero hay que “ensayar junto con los jóvenes”, insisto como “pantalla protectora y amparo” y no como pantallas rutilantes de los brillos que confunden consumismo con “futuro” (Bleichmar).

Otra categoría conceptual es la construcción de una ética como cuidado y solidaridad (Bleichmar). Cuidar de la vida de los otros es pensar el sentido de la misma y el futuro a construir. Y frente a tanta crueldad (Ulloa) y pulsiones auto y destructivas que suelen verse en los jóvenes (sin soporte cultural) las escuelas, la educación pública, inclusiva y democrática para sí, es un derecho inalienable a defender desde las mismas aulas e instituciones. Bleichmar es terminante: “¿Es posible reconstruir una ética que tenga en cuenta al otro como ser humano, y que evite los modos de destrucción que se imponen en la actualidad? Vale decir, ¿es posible una ética donde cada ser humano no se sienta alguien que el otro emplea para lucrar, o alguien que el otro emplea para gozar, sino alguien con quien uno trabaja y goza?”. Pareciera que Bleichmar da en un punto de urgencia: el de afirmar que otra realidad y orden social y escolar es posible, que otros lazos humanos son posibles, y dándole una vuelta de gira a la pelota de las incertidumbres se atreve a afirmar: “Me parece que la ruptura de lazos solidarios en la Argentina es algo que está atravesando a todo el mundo, que forma parte de la desubjetivación. Cuando digo ruptura de lazos solidarios, me refiero a que sólo se da lo que sobra. La solidaridad no es solamente dar lo que a uno le sobra: la solidaridad es poder privarse de algo de uno mismo, y aquí no me refiero solamente a dinero u objetos, sino también a tiempo y capacidad de escucha”.

En fin: frente a los traumatismos sociales, al “acostumbramiento al horror” que trae aparejado el modelo neoliberal: amparar, dar la palabra, promover la solidaridad y escuchar antes que prejuzgar…

Y si decimos escuchar es comprensión del otro/a, de sus palabras, lo que dice, lo que silencia, lo que siente, lo que le duele, lo que explícitamente e implícitamente trae desde su marco de referencia. Y entre ese marco de referencia (habitus diría P. Bourdieu), el de los estudiantes, y nosotros hay un entre donde no solo interjuega lo personal/familiar sino lo social/simbólico que a veces nos muestra a nosotros-los docentes-anticipándonos con saberes y conocimientos que distan mucho de las condiciones concretas de vida los pibes y sus círculos/universos culturales. Hay que evitar que las rondas de convivencia sea la imposición de un vivir que se escabulla de la indagación mutua. Y en este tercer elemento conceptual también se articulan los anteriores: indagación mutua es un proceso de conversación “junto-en-esto- (…) que supone hospitalidad o, como sugiere Derridá, hospitalidad incondicional (Harlene Anderson)”. Indagación mutua es amparo, ética, solidaridad, ser un buen anfitrión, curiosidad en ambas direcciones, pelota bien tratada (y no trato vero cruel), respuestas para participar y no guiar el diálogo, asimetría productiva, grupo/espacio sostén, cuerpos mirándose y abriéndose a los otros/as, el amor como posibilidad más allá del desprecio del libre mercado.

Precisamente en estos días un grupo de alumnos (cinco en principio, pero solo tres vinieron a hablar conmigo cuando me acerqué al aula) me plantearon que una adolescente como ellos, de otro segundo año del secundario, los agredía verbalmente y muy pocas veces físicamente, desde julio de este año. Llevó su tiempo, se animaron a contarlo, escuché y respeté sus palabras/pedido…y sobre todo escuché que nunca querían “castigo” para esa joven… ¿será que ellos percibieron y comprendieron que algo ajeno y algo propio genera ese comportamiento en R? Cuando a los gestos “inadecuados” de R se le responde de esta forma, con comprensión y amor, los pibes nos están dando un ejemplo de que paso a paso la pelota puede ser bien tratada en la “cancha de la educación pública”, que nos somos intrínsicamente víboras como apuntan los libremercadistas, y que nuestro oficio debe ensayar con ellos los caminos de la ética solidaria y transformadora. R aún no sabe ni tiene que saber (por ahora) que no todo es ojo por ojo o diente por diente. Hay que enlazar desde la ternura.

Andrés Sarlengo: Periodista, docente, Técnico Superior en Psicología Social.

Fuente de la información:  https://rebelion.org/

Fotografía: Rebelión

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Al carajo la descarga administrativa

Es sabido que el quehacer docente es un tanto diferente al de otras profesiones…

Para pocos es desconocido que la carga administrativa es una de las principales quejas que expresan las maestras y maestros que se encuentran laborando en alguna de las escuelas de la República Mexicana; ya sea en algunos estudios, en los medios de comunicación o redes sociales, o simplemente en las conversaciones que suelen darse entre conocidos o amigos que coinciden en algún evento familiar o social pero que conocen sobre el ámbito escolar, el tema sale a relucir en más de una ocasión, y no es para menos. En algún momento de la historia de la educación de nuestro país, a alguien se le ocurrió la brillante idea de asignarle tareas administrativas (a veces absurdas y sin sentido) a los docentes. Tal vez la idea de lograr la calidad educativa haya sido el detonante de tal suceso, o tal vez la falta de información sobre lo que sucede en dicho sistema haya propiciado esa impresionante carga administrativa hacia el profesorado mexicano. La verdad de las cosas es que quién sabe.

Ahora bien, establecer en estas líneas una serie de categorías para especificar qué actividades son las que definen la idea de la carga administrativa no es el propósito de este texto, porque, increíblemente en cada entidad federativa, se proponen las acciones más irrisorias que pudieran imaginarse; esto, sin olvidar que hay documentos y/o formatos “base” que sí o sí se tienen llenar o entregar: reportes para esto, informes para lo otro, llenado de formatos para aquello, bitácora o registro para esto otro, entre otras tantas cuestiones más, son el pan nuestro de cada día.

Se entiende que la escuela, al ser una institución en la que se deben y tienen que administrar los recursos de diversa índole, tenga que considerar diversas acciones para el adecuado desarrollo de su proceso administrativo, más relacionado con el ámbito de la gestión que de la administración propiamente dicha, pero bueno, esa sería otra historia u otro texto; lo que deseo resaltar aquí es el hecho de que en el ejercicio docente, la pedagogía y la didáctica se ha relegado a un segundo plano al priorizar las tareas de naturaleza administrativa, situación que ha desdibujado el sentido de esa docencia que significa estar con grupo escolar abordando contenidos y generando aprendizajes.

Es sabido que el quehacer docente es un tanto diferente al de otras profesiones, por ejemplo, de aquel ejecutivo de un banco que, cuando termina jornada laboral, cierra ventanilla y listo, culmina su día. A veces, como sabemos, la docencia implica destinar un poco del tiempo personal fuera del horario escolar, tal vez para preparar algún material didáctico, revisar algún material bibliográfico, revisar la planeación y registrar algunos avances que se hayan teniendo, visitar a un pequeño en su hogar porque ha dejado de asistir a la escuela, en fin, repito, difícilmente el ejercicio docente puede ser igual o semejante al de un ejecutivo de un banco. No obstante, tener en mente algunas ideas que pudieran llevar imaginar nuevas y mejores formas mediante las cuales las y los niños pudieran aprender, dista en demasía en sentarse, en la casa o en la escuela, a llenar cuanto formato, reporte o informe pidan las autoridades. ¡Es obvio que hay una gran diferencia! Por lógica, si la segunda cuestión es la que actualmente prevalece una buena parte del territorio mexicano, aunado al hecho de la amenaza constante por parte de la autoridad “o cumples o tendrás una sanción”, la cosa suele ir no mal, sino peor.

Desde hace algunos años, el tema de la descarga administrativa salió a relucir; recuerdo que Chuayffet, en el Acuerdo 716 ya planteaba el asunto de la descarga administrativa cuando se hablaba de la autonomía de gestión en las escuelas; pasó lo mismo con Aurelio Nuño, Esteban Moctezuma, Delfina Gómez, Leticia Ramírez y, muy recientemente, con Mario Delgado se habla del tema. Políticamente, este par de palabras genera buenos dividendos porque, por obvias razones: ¿qué docente no quisiera dejar de llevarse trabajo a casa o tener que dejar de llenar y llenar cantidad importante de formatos en la escuela?

Ezoic
Creo, si no me equivoco, con Esteban Moctezuma, que desde mi perspectiva fue un buen comunicador pero pésimo como Secretario de Educación, la esperanza de que se haga efectiva la eliminación de una excesiva carga administrativa al quehacer docente se ha mantenido entre las maestras y los maestros. Pregunta, si usted gusta absurda de mi parte: ¿para qué tanta entrega de informes, formatos, bitácoras, registros y quién sabe cuanta cosa más si en su momento se toman decisiones que poco o nada favorecen al sistema, particularmente a las y los alumnos, pero sí para que lleguen personajes indeseables como Aurelio Nuño o Mario Delgado?

Creo que ha llegado el momento de transitar hacia otros escenarios, digamos, menos discursivos y más operativos. El ejemplo que pondré de mi parte es muy sencillo. Hace unos días, platicando con una profesora sobre algunos temas relacionados con el trabajo por proyectos, salieron las actividades del próximo consejo técnico, no sin antes la semana de reuniones con padres de familia por el asunto de las evaluaciones; palabras más, palabras menos, ella me expresaba: “maestro, no sé para qué asignan un día en el calendario escolar para registrar calificaciones, día que antes era el de descarga administrativa, si el 11 y 12 de este mes tenemos que aplicar examen a nuestros chicos y para el 19 ya debe haber quedado todo el registro en el sistema, ¿y el 22 de noviembre qué vamos a hacer?, nada, lo que se le ocurra a mi director. Vayan al carajo con su descarga administrativa”.

Ezoic
Bien harían las autoridades que dirigen los destinos del sistema educativo de nuestro país, en sentarse un momento en la mesa y tal vez reflexionar un poco, digo, por aquello de que hoy se dice (igual que antaño) que están “tan preocupados” por brindar una educación de excelencia y cien por ciento humanista. ¡Sí, cómo no!

Al tiempo.

Fuente de la información e imagen: https://profelandia.com

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Educando a los niños para un mundo que ya no existe: Contenidos obsoletos vs. habilidades atemporales

Autor: Hans Contreras Herrera

Nos encontramos en la frontera de una nueva era, una época en la que la tecnología y la inteligencia artificial están redibujando los contornos de lo que percibimos como realidad. Sin embargo, mientras todo a nuestro alrededor se transforma a velocidades inéditas, la educación parece haberse quedado anclada en el pasado. ¿Cómo es posible que sigamos enseñando como hace décadas en un mundo que ha cambiado drásticamente?

 

El cambio es la esencia de la historia humana. Cada generación ha sido testigo de cómo las herramientas y métodos que definían su tiempo fueron superados por avances impensables. Durante la Primera Revolución Industrial, las máquinas impulsadas por vapor y energía hidráulica revolucionaron la producción y el trabajo manual. Luego, con la llegada de la electricidad y los motores de combustión interna, la Segunda Revolución Industrial perfeccionó la producción en masa. La era digital trajo consigo la automatización y las computadoras, y hoy vivimos lo que muchos llaman la Cuarta Revolución Industrial, marcada por la inteligencia artificial y la interconexión tecnológica que transforma todos los aspectos de la vida.

 

 

Sin embargo, el sistema educativo que debería ser el motor de esta transformación parece estancado. Mientras la tecnología avanza a pasos agigantados, la educación sigue anclada en métodos y estructuras del pasado. Según el Global Education Monitoring Report de la UNESCO (2020), más del 40% de los países continúan utilizando currículos que no responden a las necesidades del siglo XXI ni a los desafíos de la Cuarta Revolución Industrial (UNESCO, 2020). Las aulas han cambiado muy poco: las pizarras de tiza han sido sustituidas por acrílicas y los proyectores han ocupado su lugar junto al maestro, pero los contenidos y los enfoques siguen siendo, en esencia, los mismos. Se habla de digitalización y tecnología, pero en muchos casos no son más que accesorios superficiales. ¿Cómo podemos esperar formar a generaciones preparadas para un futuro que ya se vive en el presente con métodos que apenas han cambiado en décadas?

 

Estamos educando a los jóvenes para un mundo que ya no existe. En lugar de centrarnos en desarrollar habilidades que les permitan adaptarse y prosperar en esta nueva realidad, continuamos priorizando la transmisión de información como si el acceso al conocimiento fuera el principal desafío de nuestro tiempo. Pero en un mundo donde la información está al alcance de un clic, la verdadera necesidad es enseñarles a pensar, cuestionar y crear. Según el informe Future of Jobs del Foro Económico Mundial (2020), más del 50% de los empleados actuales requerirán un reentrenamiento para desarrollar habilidades críticas para el 2025 (Foro Económico Mundial, 2020). Entonces, ¿por qué seguimos insistiendo en métodos y contenidos que no les preparan para enfrentar este cambio radical?

 

Aquí es donde entran las habilidades atemporales: esas competencias que trascienden cualquier transformación tecnológica o social y que han sido cruciales en cada época de la humanidad. Estas habilidades —como el pensamiento crítico, la creatividad, la capacidad de resolver problemas, la adaptabilidad y la inteligencia emocional— no dependen del contexto histórico ni de las herramientas disponibles. Son el núcleo de lo que permite a una persona interpretar y moldear la realidad cambiante a su alrededor. Por eso, estas son las habilidades que debemos priorizar en la educación, porque mientras las competencias técnicas se vuelven obsoletas con rapidez, estas habilidades humanas siguen siendo irremplazables.

 

El pensamiento crítico nos permite analizar y filtrar la abundancia de información que nos rodea, evitando caer en el espejismo de lo inmediato. La creatividad es lo que nos impulsa a imaginar nuevas soluciones, a ver posibilidades donde otros solo ven obstáculos. La adaptabilidad nos ayuda a enfrentar lo inesperado y a encontrar oportunidades en el caos. Y la inteligencia emocional nos da la capacidad de entendernos a nosotros mismos y a los demás, de colaborar y de liderar en entornos complejos y multiculturales.

 

¿Por qué son más importantes que nunca? Porque la tecnología avanza más rápido de lo que los métodos educativos tradicionales pueden asimilar. La mayoría de los trabajos que serán esenciales en el futuro ni siquiera existen hoy, y muchos de los que actualmente son populares desaparecerán o serán transformados por la automatización y la inteligencia artificial. Según un informe de McKinsey & Company (2021), para el año 2030, hasta 375 millones de trabajadores en todo el mundo podrían necesitar cambiar de ocupación o desarrollar nuevas habilidades debido a la automatización (McKinsey & Company, 2021). Pero no estamos hablando solo de habilidades técnicas; estamos hablando de la capacidad de aprender a aprender y de adaptarse de manera continua.

 

Además, la información está accesible a una escala que antes era inimaginable. Ya no se trata de enseñar datos, fechas o fórmulas, sino de capacitar a los estudiantes para filtrar, analizar y conectar la información de manera crítica y creativa. En otras palabras, debemos enseñarles a formular las preguntas correctas en lugar de solo recitar respuestas.

 

Por último, la inteligencia emocional y la capacidad de colaborar serán esenciales en un mundo donde las máquinas realizarán gran parte del trabajo técnico. La creatividad, la empatía y la habilidad para trabajar en equipos diversos son características que ninguna máquina puede replicar. Según un estudio de Harvard Business Review (2019), las empresas ya están priorizando estas competencias y los líderes del futuro serán aquellos que puedan integrar tecnología y humanidad de manera equilibrada (Harvard Business Review, 2019).

 

Entonces, ¿cómo preparamos a nuestros estudiantes para esta realidad? La respuesta no está en llenar las aulas con computadoras ni en digitalizar los libros de texto, sino en un cambio de paradigma. Debemos comenzar a cultivar la capacidad de adaptación, el pensamiento crítico y la creatividad desde la primera infancia. La educación debe volverse un espacio para la experimentación, el cuestionamiento y el aprendizaje activo.

 

En lugar de preguntarnos: ¿qué conocimientos debo transmitir?, los educadores deben empezar a preguntarse: ¿qué habilidades necesitan mis estudiantes para navegar un futuro incierto? El objetivo ya no es solo crear trabajadores eficientes, sino formar individuos con la capacidad de reinventarse, de tomar decisiones éticas y de liderar en un entorno que cambia día a día.

 

En última instancia, educar para un futuro incierto significa preparar a las personas para lo inesperado, fomentando en ellas la capacidad de adaptarse, reinventarse y dar forma a un entorno en constante transformación. Porque mientras el conocimiento se desactualiza y las tecnologías avanzan, las habilidades que nos hacen humanos —la curiosidad, la creatividad y la resiliencia— siguen siendo las herramientas más poderosas para enfrentar cualquier cambio.

 

https://www.vlnradio.cl/noticias/opinion/2024/11/03/educando-a-los-ninos-para-un-mundo-que-ya-no-existe-contenidos-obsoletos-vs-habilidades-atemporales/amp/?fbclid=PAY2xjawGUheRleHRuA2FlbQIxMQABpkEqvTqJo-fkLGLWnSkPExqHNxm9sbeO5czEXo_1X4Ulizq3qNyjueQGmQ_aem_sg0XXaITYNG7mkGg5TnzYg

 

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¿Alguien puede pensar en las directoras de escuelas?

Los equipos de conducción escolar son los grandes orquestadores de la identidad de una institución. La mayoría están integrados por mujeres: entre un 90 y un 99 por ciento en el nivel inicial y primario y dos tercios en el nivel secundario. Hacen de pivote entre las necesidades de los estudiantes, las familias, les docentes y las bajadas educativas de los gobiernos. Sin embargo, están lejos de obtener un reconocimiento a la altura de sus responsabilidades: garantizar el funcionamiento diario de las escuelas, cada una un mundo, y los derechos de niños, niñas y adolescentes.


Son las dos de la mañana y suena el teléfono. Agustina se despierta sobresaltada y atiende. Habla en voz baja porque su pareja todavía duerme. También sus  hijos de 3 y 7 años en el cuarto de al lado. Se levanta, se cepilla el pelo rubio y ondulado y comienza a vestirse sigilosamente para salir. Todavía no está acostumbrada a estas interrupciones del sueño. Pero desde marzo, a sus 40 años, es vicedirectora de una escuela de nivel inicial de gestión estatal en la costa bonaerense. Y apaga incendios las 24 horas. Esta vez sonó la alarma del jardín y tiene que ir a corroborar que no haya entrado nadie a robar.

—Imaginaba que en un cargo directivo iba a estar más tranquila al no tener que estar en la sala con los niños todo el día, ni planificar cuando llego a mi casa, pero ahora tengo más cansancio mental que físico —dice.

El sujeto docente que está frente a un grupo ocupa gran parte de los debates en torno a la educación: qué contenidos enseña, cómo puede hacerlo mejor, qué pasa con su autoridad hoy. Sin embargo, los equipos de conducción de las escuelas definen gran parte de la identidad de una institución y su funcionamiento. En línea con la feminización de la docencia, la mayoría son mujeres. En el nivel inicial, un 99 por ciento.

Las directoras son las titiriteras de climas, rutinas y proyectos escolares que implican a las docentes de las aulas y a su vez lxs trascienden. Son determinantes en los procesos de enseñanza y de aprendizaje. Tienen a su cargo a decenas de maestras y profesores/as, el vínculo con las carteras educativas jurisdiccionales, con las familias y les estudiantes. Los desafíos de la gestión son enormes, pero en muchas oportunidades quedan postergados por la necesidad diaria de resolver emergencias.

Cuando Agustina se inscribió para ser maestra en el “Sara Eccleston”, un reconocido profesorado de CABA, lo hizo porque creía en la educación como “motor de cambio”. Y eligió el nivel inicial por su potencia artística, lúdica y multidisciplinar “con las infancias como protagonistas”. No se formó pensando en muchas de las tareas que realiza hoy, 16 años después, a 350 kilómetros: completar planillas diarias con la nómina de docentes y auxiliares, hacer rendiciones de los alimentos consumidos en el comedor escolar, gestionar con la municipalidad el corte del pasto del jardín, organizar ferias al plato para comprar cartulinas, plasticolas y goma espuma.

Accedió al cargo como muchas docentes de ciudades pequeñas: porque se liberó el puesto y alguien tenía que hacerlo. Ella trabajaba en la institución hacía 14 años y tenía el mejor puntaje. “Lo hice por amor al jardín”, cuenta. El primer “shock” fue cuando la sumaron a 20 grupos de WhatsApp al mismo tiempo, una dinámica de comunicación que muchas escuelas arrastran desde la pandemia. Agustina funciona como intermediaria. Si una mamá ve que su hijo volvió con el cuaderno roto a su casa, pregunta en el grupo qué pasó y la vice chequea la respuesta con la maestra.

“En otro momento se usaba el cuaderno de comunicaciones. Hoy pasa todo por WhatsApp. También con las maestras. Si una docente te avisa que está enferma el domingo a la noche tenés que ponerte a pensar cómo la reemplazás mañana. La clave es adelantarse a los problemas. A veces me quedo respondiendo mensajes hasta las once de la noche, cuando también quiero estar con mis hijos. Al principio pensé: ‘¿cómo voy a hacer todo esto?’. Después empecé a diferenciar lo urgente de lo que puede esperar”, reflexiona en diálogo con Feminacida.

En el jardín de dos turnos y 150 niñes no hay secretaria a cargo del trabajo administrativo. La sobrecarga de las tareas burocráticas y la falta de personal es uno de los principales problemas que enfrentan. En la escuela hay 13 proyectos de inclusión producto de distintos diagnósticos como el Trastorno del Espectro Autista, pero no la suficiente cantidad de acompañantes terapéuticos ni de fonoaudiólogas o psicopedagogas. Ya sea por hospital público o por obra social,  conseguirlos es una odisea. El trabajo recae solo en el cuerpo de las maestras.

Agustina dice que en su escuela no hay tanto ausentismo docente, pero sí un gran desgaste: “La mayoría de las maestras trabajan doble turno porque no llegan con el sueldo, entonces terminan agotadas. Esa exigencia lleva a que le bajen las defensas y se enfermen. Tenemos una preceptora que puede cubrir salas, pero a veces no alcanza y vamos la directora o yo”. Y si la auxiliar de limpieza no asiste, las propias docentes y directoras limpian las salas y los baños. También plantean una reducción horaria de la jornada. Cada tanto, esto genera malestar en las familias.

A “la vice” le encanta la sala. Aunque no es lo mismo “entrar y salir un rato” que ver de cerca cada día cómo los niños y niñas se afianzan como grupo, enriquecen su vocabulario o expresión corporal. Por momentos, la extraña “un montón”, pero entiende que su desafío es acompañar a otras docentes. Si antes iba a exposiciones de artes visuales pensando qué recurso llevar para sus actividades como maestra, ahora se la pasa recolectando libros de cuentos, canciones y títeres para las 17 docentes del jardín que les permitan trabajar la ESI o la interculturalidad.

“Le insistimos mucho a las familias para que vengan a las actividades de cierre de proyectos a compartir lo que aprendieron sus hijos/as a través del juego. Somos claras: esto no es una guardería, es una institución educativa”, afirma Agustina. Hace poco simularon un cuartel de bomberos con un autobomba de cartón. Los niños y niñas, vestidos de traje y con cascos, debían seguir las medidas de seguridad y recrear una serie de pasos para “apagar el incendio” una vez que sonaba la sirena.

En esas exposiciones, se ve gran parte del sentido del trabajo, aunque en la rutina de este jardín cercano al mar también abunda la belleza. Algunos niños y niñas suelen llegar dormidos. Los más valientes entran corriendo. Otrxs, a upa de sus madres y padres. A veces caminan con fastidio. En ocasiones, con ganas de jugar. Pero al final de la jornada casi todos y todas se van contentos, listos para contarles a sus familias cómo se divirtieron en el jardín.

—Una se queda tranquila de que cumplimos. Las familias trajeron lo más preciado que tienen, sus hijos, terminó el día y ellos aprendieron, jugaron. Pasaron cosas acá adentro.

Por esas “cosas que pasan” en una jornada  de 4 horas  –que terminan siendo 5 o 6 para el equipo directivo sin contar el trabajo en el hogar–, Agustina percibe un sueldo cercano a 700 mil pesos.


Escuela de puertas abiertas

Llueve en Madariaga, provincia de Buenos Aires, ciudad de 18 mil habitantes. Es invierno, los árboles que pueblan las principales avenidas están deshojados y las ramas se mueven con el viento. El pronóstico marca 5 grados de temperatura. Así no dan ganas de ir a la escuela. Pero esta vez, el equipo docente decidió proyectar Intensamente, una película de dibujos animados sobre las emociones, para todo el nivel secundario. Los adolescentes celebran que hay pochoclos. Martín, estudiante de Sexto año, llegó temprano. Se acerca a Sheila, la directora.

—Shei, tengo dos primos de mi edad que me dijeron: “Qué bueno que van a ver Intensamente, yo no la vi”.
—Deciles que vengan.
—¿En serio?
—Sí, que venga ahora que ya empieza. ¿Dónde están?
—Enfrente de mi casa. Ahí les digo.

Martín abre WhatsApp y les escribe.

—No me creen que pueden venir —jura el chico.
—¿Cómo se llaman?
—Víctor y Javier.

Sheila le pide un momento el celular y les manda un audio. La voz es aguda y alegre.

—Hola, Víctor y Javier… Chicos, los estamos esperando, salgan ya antes de que arranque la película.

“Ahí los tenías, pibes de 17 y 18 años muertos de risa con una película de Pixar. Jóvenes a los que tal vez nunca llevaron al cine, al teatro o a un concierto. A los que quizás no les leyeron jamás un cuento. Otros directores no dejarían entrar a nadie de afuera. Pero Víctor, que había dejado otra escuela hacía tres meses, se acercó y pidió la vacante. La película fue una puerta de entrada”, describe Sheila a Feminacida.

Además de dirigir la Escuela Secundaria Nº1 de gestión estatal en Madariaga hace casi dos décadas, Sheila Acosta Anzalone, de 55 años, es militante feminista, comunicadora social y escritora. En 2021 publicó La escuela y la alegría, una compilación de cuentos inspirados en la realidad de muchxs docentes que, durante la pandemia, redoblaron sus esfuerzos por hacer llegar la escuela a casa y evitar la deserción escolar.

Para Sheila, uno de sus mayores desafíos como directora es reducir la estigmatización que recae sobre el estudiantado de su escuela, que hasta 2006 fue un bachillerato para adultos. Hoy acuden adolescentes, la mayoría de barrios populares, hijos de trabajadores de la economía informal o de trabajadoras de casas particulares, que en su mayoría perciben ingresos de algún plan estatal, como la Asignación Universal por Hijo.

—Me interesa que la escuela sea el lugar donde los estudiantes puedan encontrar palabras para decir y comprender. Y si no las tenemos, las buscamos.

Sheila vive a 40 kilómetros de la escuela. Viaja en auto todos los días. Si llueve mucho, la ruta “es complicada”. Algunos días empieza a las seis de la mañana porque también da clases. A la mañana o al mediodía, dependiendo del día, inicia su trabajo de ocho horas como directora. Las puertas de la dirección siempre están abiertas a los estudiantes, que van con sus reclamos e inquietudes. “Acá no somos Tronchatoro”, comenta Sheila entre risas. Sus anteojos rojos le hacen juego con el color de pelo y el labial.



Hoy, la jornada inició con un conflicto de convivencia escolar: hubo reunión con los estudiantes para conversar porque ayer rayaron varios bancos. En otras ocasiones, las peleas estallan en las redes sociales y se abren paso en el aula: “¡Andá, pelo duro, que si no venías a mi casa a lavarte con shampoo te lo lavabas con jabón blanco!”.

—Con la crisis se dan cada vez más estas agresiones por dificultades en el acceso a productos básicos. De hecho estamos pidiendo mercadería para todos. Y ahí hay que remarla otra vez, conversar que es muy feo burlarse de eso.

Después, el equipo de conducción se encerró a leer. Falta poco para la reunión del ciclo “Conversaciones pedagógicas” entre directores de la jurisdicción que propone el gobierno provincial. Van a discutir el nuevo régimen académico. “Hablamos de cómo se puede incluir a pibes que quedan afuera del sistema si se flexibiliza la norma”, repone Sheila. Ella ya empezó a insistirle a los estudiantes que tienen varias “materias previas” para que las rindan.

Trescientos estudiantes. Cien docentes. Tres turnos. Hablar. Insistir. Recordar. Acompañar. Uno por uno.

En el recreo, con micrófono en mano, Sheila contó la historia de Fausto Maldonado, un joven de 20 años que cayó de un quinto piso al vacío mientras trabajaba en un edificio en construcción en Pinamar. No fue solo un accidente: la obra no cumplía con los protocolos necesarios de seguridad. Sheila no deja de pensar en sus alumnos. Muchos están a punto de egresar y aplicar a empleos similares como el de Fausto en la costa bonaerense. “Buscamos poner en conversación con la comunidad cómo no se cuida a nuestros pibes en el trabajo”, explica.



A la tarde tocó preparar la merienda porque faltó la auxiliar de cocina: leche chocolatada, pan con dulce de leche o mermelada.

―¿Y la hiciste vos?
―¡Pero claro! A las directoras no se nos caen los anillos por nada.

Sheila es orquestadora de iniciativas de todo tipo. Hace poco inauguraron un “salón de mujeres argentinas” con músicas, artistas visuales y activistas travestis. “Me fui a Mar del Sur a buscar un cuadro de una galería en homenaje a Eva Perón que nos donó una artista plástica”, cuenta.

Frente a la preocupación por la salud mental en los jóvenes, invitó a un jefe de los equipos de salud del hospital de Tandil para conversar sobre los cortes en la adolescencia. También, a una joven sobreviviente de suicidio que empezó a escribir poemas. “Me parecía interesante que contara la experiencia de tramitar ese dolor a través del arte”, explica.

En la pandemia, hasta se le ocurrió armar una radio. Sheila le pidió a los docentes que relataran sus historias personales. Ella contó la suya: fue mamá adolescente, como varias estudiantes de la escuela. Rindió quinto año libre, se anotó en Derecho, dejó de estudiar y tuvo que pensar en una carrera en el distrito en el que vivía. “El objetivo era que los chicos entendieran que las trayectorias no son lineales”.

La Sheila que no deja de contar proyectos escolares con entusiasmo no parece ser la misma que ya presentó su trámite jubilatorio. Pero lo es.

―Son muchas horas y fueron muchos años. Quiero descansar, mirar una serie, tal vez estudiar Psicología. Aunque la escuela va a ser siempre mi otra casa.


Una rectora que escucha reguetón 

Cuando era chica, a Analía no le gustaba “jugar a la mamá”. Agarraba sus muñecas, les ponía una lapicera en la mano y un papel enfrente y jugaba a darles clase. Para su cumpleaños, pedía como regalo un pizarrón y borradores. El destino docente era claro. Lo que no supo hasta sus 47 años es que también sería rectora de la escuela a la que fue toda la vida como estudiante. Una secundaria privada y laica en el barrio porteño de Villa Urquiza a la que acuden sectores medios.

―Nunca me interesó la gestión educativa ni hice un solo curso sobre eso en Escuela de Maestros ―jura.

Analía, profesora de Ciencias naturales, se había perfilado como especialista en Educación Sexual Integral. El impulso se lo dieron sus propios estudiantes en 2018, cuando la alentaron a abrirse, junto a una psicopedagoga, la cuenta de Instagram @consultorioesi que hoy tiene 67 mil seguidores. “Ana” también participó en el ciclo audiovisual “Seguimos educando” del Ministerio de Educación de la Nación en la pandemia dirigido a estudiantes de todo el país. Pelo corto marrón oscuro y carré, cara angulosa, tatuaje de flores en el hombro izquierdo, voz didáctica y asertiva. “La profe de ESI”.

En la escuela, Ana muchas veces recibía críticas de otros docentes por su militancia política y feminista. “Tenía un perfil muy combativo”, señala. En los últimos años, por momentos, no la pasaba bien. Hasta que gran parte del equipo directivo renunció o inició su jubilación y las autoridades de la institución le pidieron que fuera la próxima rectora. El desafío era “dar vuelta la secundaria”. Llenarla de chicos. Dotarla de sentido.

Analía empezó en 2022 la transición como directora de estudio y desde junio de este año es rectora. En el nivel medio, dos tercios de estos roles son ocupados por mujeres. Una cifra inferior a la del nivel primario e inicial. A su vez, Ana integra el 5,4 por ciento de directoras noveles de escuelas privadas de todo el país, según el Observatorio Argentinos por Educación. De acuerdo al sindicato Ademys, las rectoras de CABA que no tienen antigüedad en el cargo cobran un piso de $1.392.113 por la jornada completa. En cambio, quienes llevan más de 20 años en ese rol pueden llegar a los $2.206.940.

Para Ana, el trabajo colectivo junto a su equipo de conducción es fundamental en la gestión de la escuela. Otro mandamiento: “Antes del primer mate, nada”, dice entre risas.  El primero que llega a la dirección carga agua en el termo. Después, ponen un meme en el vidrio de la oficina para que los estudiantes lo vean mientras van subiendo la escalera. Cada día, uno distinto. También, música en  los parlantes: Charly García, Los Redondos, reguetón, ¿por qué no? “De golpe los pibes no pueden creer que suena Bad Bunny en la oficina de la rectora a las 7:30 de la mañana”.

Analía aprovecha cualquier información importante a comunicar para entrar a las aulas. La mayoría de los estudiantes de los últimos años la conocen porque la tuvieron como docente. Las chicas le piden toallitas en el recreo. A Ana le gusta esa complicidad. “Nosotros trabajamos principalmente para los pibes”, asegura. También habla de la necesidad de límites desde lo que llama la “pedagogía del cuidado”.  Casos como la toma de fotos a los docentes en clase para burlarlos en las redes sociales –hechos frecuentes en las escuelas– requieren sanciones claras.

El cuidado hacia los 50 profes de la institución es parte nodal de la tarea. Para Ana, un desafío es la recuperación de su motivación, muy horadada después de la pandemia. “La semana pasada lloraron tres docentes con mayor o menor antigüedad por el comportamiento de los pibes. No nos puede pasar que profes que entran al aula con unas ganas bárbaras de enseñar el Teorema de Thales salgan queriendo bajar los brazos. Ahí hay que acompañar al docente y hablar inmediatamente con el curso”, insiste.

¿Y las familias? “Un mundo”. Desde mapadres que se acercan a pedir un cambio de curso de su hijo porque “es el único varón del grupo”, a pesar de que eligió esa orientación, hasta otres que no quieren mandar a sus hijos de 17 años solos a las prácticas de aproximación al mundo del trabajo –obligatorias por resolución– porque nunca tomaron un colectivo. “No quiero ser injusta, estos planteos no son mayoritarios. Pero suceden. Y a veces salen con cada cosa que no lo podés creer. Yo a veces les digo que tal vez se equivocaron de institución. Es imposible hacer una escuela a imagen y semejanza de los deseos e intereses de cada uno”, advierte Ana.

Pero eso no es todo. A esa combinatoria hay que sumarle las modificaciones ministeriales del formato escolar, el régimen académico o los contenidos curriculares. “La burocracia muchas veces termina llevándose puesto el trabajo pedagógico. Después está la corrección política del lenguaje. ‘No es recuperatorio, es intensificación de aprendizajes’. ¡¿Me estás jodiendo? No hay manera. Para los pibes es recuperatorio”.

La palabra de los estudiantes aparece todo el tiempo en la voz de Ana: “Es mentira que no les interesa nada. Vino la Cruz Roja a dar un taller de RCP y les encantó. Otro día hubo un taller de matemagia y no podían creer los cálculos mentales que hacía el matemático, hasta sacaban la calculadora para contrastarlos. Estaban chochos. Pronto haremos murales. De lo que se trata es de salir de la típica feria de universidades y ofrecerles otra cosa”.

Al igual que Sheila y Agustina, Ana se siente más cansada que antes. “Es mucha energía. Subo y bajo escaleras todo el día. Puedo tener al mismo tiempo un piquete de quinto año porque quieren que los dejemos tomar mate en el aula, a una docente que pide que llamemos al médico porque un chico se lastimó, al preceptor pidiéndome urgente una reunión”, ilustra.

Ana podría jubilarse en 9 años. Pero en su cálculo contempla, más que nada, una variable.

—El día que no me entienda más con los chicos. Cuando eso ocurra, tarde o temprano, me voy.

Fuente de la información e imagen:  https://www.feminacida.com.ar

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Apagones en Ecuador: Ministerio de Educación dispone tareas de corta duración y con recursos disponibles para estudiantes

La cartera de Estado señaló que las tareas estarán diseñadas como complementos a las lecciones impartidas en clase.

En el marco de los racionamientos de energía que se ejecutan a escala nacional, el Ministerio de Educación emitió lineamientos pedagógicos para que se promuevan tareas significativas de corta duración con recursos disponibles en casa y que no requieran energía eléctrica o conexión de internet.

La cartera de Estado detalló que estas tareas serán complemento a las lecciones impartidas en clase. Esto, teniendo en cuenta la planificación curricular y las necesidades específicas de cada estudiante. Los maestros serán quienes asignarán las actividades que puedan realizarse.

Estas tareas por realizarse, indicó el ministerio, se centrarán en actividades reflexivas y lúdicas que incluyen a padres y representantes de los estudiantes.

  • Diario reflexivo: Herramienta para registrar las reflexiones personales de los estudiantes con base en preguntas de metacognición.
  • Preguntas de metacognición: Preguntas que desarrollan en los estudiantes una reflexión estructurada sobre sus procesos de aprendizaje y formas de aprender.
  • Rutinas de pensamiento. Esquemas para pensar sobre las experiencias y aprendizajes adquiridos.

La cartera de Estado hizo un llamado a los padres y representantes para que acompañen a los estudiantes en este proceso, asegurándose de que realicen las actividades utilizando los recursos disponibles en casa.

Esta medida será aplicable a todos los niveles educativos del Sistema Nacional de Educación, es decir, de sostenimiento fiscal, particular, fiscomisional y municipal, con el fin de garantizar la continuidad educativa, según el ministerio. (I)

https://www.eluniverso.com/noticias/ecuador/apagones-en-ecuador-ministerio-de-educacion-dispone-tareas-de-corta-duracion-y-con-recursos-disponibles-para-estudiantes-nota/
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El derecho a la educación superior y sus amenazas

El derecho a la educación superior y sus amenazas[1]

Por: Edgar Isch L.

Introducción

La educación es un acto político. Esta afirmación de Paulo Freire y muchos otros estudiosos se explica en cuanto un sistema educativo y un modelo pedagógico tienen detrás una idea de cuál es el país deseado que se busca establecer o mantener con esa educación. Así, es la idea hegemónica de sociedad la que va a direccionar lo que se haga en educación, aunque se pretenda que es pensada en todos y todas.

Este hecho explica que, en consecuencia, la educación es también un territorio en disputa. Desde allí y, más aún desde la llamada educación superior, se pretenderá orientar el desarrollo de un país y se impulsará una determinación ideológica.

La confrontación en torno a qué hacer en educación, se expresará en nuestros días en varias contradicciones que merecen ser consideradas. La primera de ellas es si se trata de un derecho humano o de un servicio. No se trata de un mero reconocimiento en instrumentos legales superiores, sino de la realidad en el día a día de las instituciones educativas. Si se reconoce que es parte del derecho humano a la educación, que es para toda la vida, entonces las normativas, la pedagogía, las estructuras y relaciones se relacionan con esta postura de principios.

Ciertamente una pregunta que se repite con cierta frecuencia es si la educación superior es o no un derecho humano. Muchas veces, cuando se pregunta de manera más general ¿Por qué la educación es un derecho humano?, la respuesta que se obtiene parte de educadores y estudiantes tiende a ser de carácter muy limitado, tales como: me dará un beneficio en mi status personal, mejoraré mis ingresos económicos, todos queremos tener una formación profesional o porque contribuye al país.

De hecho, la existencia de un beneficio personal, es decir individual, no es suficiente para tener un derecho humano que, por ser tal, abarca a toda la humanidad como una colectividad única.

En el caso de la educación, este derecho nace de una realidad: sin educación, que inicia en el seno de la familia y puede o no continuar en establecimientos educativos, no existe el proceso de humanización de la persona. El ser humano, para constituirse como tal, necesita una vida social en colectivo, una vida en comunidad humana. Una demostración de ello está en casos lamentables de personas que ha sido apartadas de su familia, tal y como ha ocurrido con niños que presentaban distintos grados de discapacidad y fueron abandonados junto a los animales de granja, obligándolos a criarse junto a esos animales y que, consecuentemente, no han desarrollado lenguaje y, por ende, tampoco inteligencia superior, porque pensamiento y lenguaje son dos factores que van íntimamente ligados. En estos casos, su desarrollo como personas no ha sido posible por falta de un fundamental proceso de socialización, que corresponde a la educación en la primera infancia.

Entonces, sin educación no se logra la humanización, el construirnos en sewr consciente, en condiciones de vivir en su colectividad, su cultura y su tiempo. Somos seres sentipensantesy es la educación la que brinda las condiciones en las que se generará esa característica específica de integrar pensamiento y sentimiento.

Además, la educación es necesaria para favorecer todas las potencialidades de la sociedad y de las personas. Y cuando se considera esta característica se pone un punto de contradicción con aquella tendencia de promover una educación por competencias que, en última instancia, son expresión de los términos de referencia de aquello que debe ejecutar una persona en un empleo específico, mientras que la educación como derecho se plantea desarrollar el conjunto de capacidades humanas.

Por ejemplo, para ser empleado en un restaurante de comida rápida se puede encontrar descripciones de competencias como: el trabajador deberá armar perfectamente una hamburguesa, realizada bajo los pedidos del cliente y de manera rápida, manteniendo una sonrisa permanente. Allí están todos los componentes de una competencia: el saber hacer (armar perfectamente una hamburguesa); el indicador de logro (realizada bajo los pedidos del cliente y de manera rápida); y, el componente actitudinal (mantener una sonrisa permanente). Sin embargo, está muy lejos de una educación , entendida como formación integral.

Cuando se plantea el desarrollo de capacidades se hace referencia a algo distinto, que se relaciona precisamente con un conjunto de características que nos hacen humanos. Y su fortalecimiento nos lleva a plantear la necesidad de un ambiente donde esas características pueden expresarse para que, insistimos, se desenvuelvan todas las potencialidades de la persona y de la sociedad a la que se pertenece. Esta es una segunda razón para señalar a la educación como derecho humano. Y se podría decir, como lo hace Freddy Zambrano, que se trata del “derecho a alcanzar el máximo desarrollo posible de las energías y características de la personalidad, de forma que toda persona pueda disfrutar de la vida personal y social de forma más integrada y plena posible” (2004, p. 236). Si los derechos humanos tienen correspondencia con la dignidad de las personas, es incuestionable que la educación forma parte constitutiva de la misma.

Y una tercera razón para considerar a la educación como derecho humano: todos decimos que la educación y el conocimiento dan poder. De manera que la única forma de repartir este poder es logrando que todos y todas lleguemos al máximo nivel de educación posible y, cuando esto sucede, se logra además tener el mejor medio para prevenir la intolerancia entre las distintas formas de pensar o las distintas características culturales de los grupos humanos.

Por último, es importante considerar la relación que existe entre el derecho a la educación y la posibilidad de vivenciar otros derechos como el de libre expresión, la salud, el de trabajo y el de creatividad. La educación es un factor que promueve los demás derechos humanos, sin olvidar que, a la vez, esos otros derechos conducen a una mejor educación que dignifique a todas las personas, sin distingo de ninguna especie.

La educación superior como derecho humano

Tras reconocer que la educación es un derecho humano, hay quienes se cuestionan hasta que edad los Estados deben asumir este principio y con ello la obligación de garantizar la educación.

En el Foro Mundial de Educación, diez años después de la Conferencia Mundial sobre Educación para Todos, reunida en Jomtien, Tailandia, del 5 al 9 de marzo de 1990, ya se señaló que:

La educación, empezando por la atención y educación de los niños pequeños y prosiguiendo con el aprendizaje a lo largo de toda la vida, es fundamental para la capacitación del individuo, la eliminación de la pobreza, en el hogar y en la comunidad, y un mayor desarrollo social y económico. Al mismo tiempo, la atenuación de la pobreza facilita el avance hacia los objetivos de la educación básica. Se producen sinergias patentes entre las estrategias de fomento de la educación y las de atenuación de la pobreza, que deben explotarse tanto en la planificación como en la ejecución de los programas. [2]

Es importante resaltar que aquí se insiste en la idea de “educación a lo largo de toda la vida”, cuando en otros documentos internacionales se reduce a “aprendizaje a lo largo de toda la vida”, lo que podría ser entendido como una acción individual sin las correspondientes obligaciones de los Estados. Por ejemplo, el Foro Mundial sobre la Educación 2015 llevado a cabo en Incheon, República de Corea (19 al 22 de mayo de 2015), se desarrolló bajo el título de: “Educación de calidad, equitativa e inclusiva así como un aprendizaje durante toda la vida para todos en 2030. Transformar vidas mediante la educación”, que más tarde se centra en el aprendizaje. Esto, a pesar de que se deja planteada una verdad que habla más de un derecho que de una opción secundaria: “Toda persona, en cualquier etapa de su vida, debe disponer de oportunidades de aprendizaje permanentes, a fin de adquirir los conocimientos y las competencias necesarias para hacer realidad sus aspiraciones y contribuir a la sociedad” (UNESCO, 2015). Esas oportunidades deben considerarse como parte de las acciones del Estado para garantizar la educación.

Un principio fundamental de la doctrina de derechos humanos es el de no discriminación bajo ninguna causa. Si se acepta que la educación es un derecho humano, como todos los demás este debe permanecer a lo largo de toda la vida. La edad o nivel educativo no pueden ser causa de discrimen. Sin embargo, muchos documentos fundamentales de los Derechos Humanos no incluyen expresamente a la educación superior como parte de ese derecho humano y hacen referencia a «Satisfacción de las necesidades básicas de aprendizaje», tal y como se tituló la Declaración de Jomtien.

En el Art. 26 de la Declaración Universal de Naciones Unidas se señala que:

Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. Instrucción elemental será obligatoria. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos

Como se puede observar, hay una tendencia a considerar que el derecho está relacionado a la instrucción elemental y fundamental y no a la integridad de lo que supone la educación. Esto, claro está, responde al momento histórico en el cual se aprobó la Declaración Universal. En la parte que hemos añadido la negrilla para resaltar el texto, encontramos que la educación superior no está realmente al acceso de todos.

El Pacto Internacional de Derechos Sociales, Económicos y Culturales, en su artículo 13 ratifica esa idea (igualmente, las negritas son nuestras):

Los Estados Parte en el presente Pacto reconocen el derecho de toda persona a la educación… La educación debe orientarse hacia el pleno desarrollo de la personalidad humana y del sentido de su dignidad, y debe fortalecer el respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales… La enseñanza primaria debe ser obligatoria y accesible a todos gratuitamente… La enseñanza secundaria, en sus diferentes formas, incluso la enseñanza secundaria técnica y profesional, debe ser generalizada y hacerse accesible a todos, por cuantos medios sean apropiados, y en particular con la implementación progresiva de la enseñanza gratuita… La enseñanza superior debe hacerse igualmente accesible a todos, sobre la base la capacidad de cada uno, por cuantos medios sean apropiados, y en particular con la implantación pro que reciba de la enseñanza gratuita…

Aunque el Pacto demuestra el carácter progresivo de los derechos humanos y propone de manera muy importante avanzar hacia la educación superior gratuita, se insiste en la idea de que a este nivel educativo sólo deben acceder quienes tienen méritos para ello, o “sobre la capacidad de cada uno”.

Por tanto, es una educación para una “élite intelectual”, rompe el principio de igualdad y no discriminación y, sobre todo, no aclara quien establece cuales son “los méritos”, como se los evalúa, como se aplica en la vida real y, sobre todo, de qué manera esto afecta a la vivencia real de los derechos humanos. La “meritocracia” es una visión política contraria a la democracia y que, en última instancia, plantea que quien tiene el poder lo recibe por tener méritos para ello, lo cual lo hace incuestionable el poder hegemónico y recuerda a la consideración de que los reyes tenían el mayor mérito de todos al ser escogidos por la divinidad (Isch, 2013).

La meritocracia reconstituye la condición de la aristocracia[3]. Ése era el “gobierno de los mejores” y ahora es el “gobierno de los que tienen méritos”. Lo hace mediante mecanismos de “elección de los elegidos”, tal y como lo estudió Pierre Bourdieu (Bourdieu y Passeron, 1994), demostrando que los exámenes de selección para el ingreso permiten justificar y decir que es un derecho que ingresen aquellos que ya han tenido todos los derechos, las mejores condiciones de vida, padres estudiados, libros e Internet en su casa, etcétera, mientras se excluye de la Universidad aquellos que ya habían estado excluidos de aquellas condiciones de vida. En los hechos, ese tipo de selección por “capacidades” pone en duda las declaraciones respecto a un “acceso abierto a todos”.

Al analizar el perfil de los estudiantes que forman parte del Grupo de Alto Rendimiento (GAR), tras el examen de ingreso a las universidades, Celorio, Mena y Belalcázar (2017) concluyen que “… esta investigación demuestra que las aptitudes de los estudiantes GAR, no son más que condiciones favorables en cuanto a la atención y convivencia familiar, acompañamiento escolar, cercanía con la cultura escolar, nivel de ingresos, etc., más que dotes individuales de los estudiantes” (p. 61). Con ello, sin poder generalizar, se facilitó las mejores becas en el exterior a quienes tenían mejores condiciones de vida y se excluye a los demás.

Por otra parte, este debate nos pone ante un debate que se vivió en la última Asamblea Constituyente del Ecuador, que es la necesidad de diferenciar el derecho a la educación del derecho al acceso a la misma. El derecho al acceso se podría decir que lo tenemos todos. Así, la Universidad privada más cara no puede negarle el ingreso a un ciudadano siempre y cuando el mismo tenga la capacidad de pago de la colegiatura y pensiones respectivas. De esta manera, no se niega formalmente el ingreso pero se pone una condición que no corresponde a un derecho humano y ésta es la de pertenecer a un estrato socioeconómico determinado o de ser beneficiario de una beca, tras cuestionables mecanismos de selección. Un Derecho Humano, por definición, debe contemplar servicios gratuitos ya que, para qué se nos reconozca un derecho humano, la única condición es haber nacido como parte de la familia humana. Cuando se añaden otras condiciones y, particularmente, cuando esa condición es tener un determinado nivel socioeconómico, el derecho deja de ser tal y el servicio termina constituyéndose en una mercancía de libre compra y venta. Y la mercantilización de la educación entra en los tratados comerciales y no en la doctrina de los Derechos Humanos.

Desde esta perspectiva mercantil, la educación es un negocio más y se la trata como tal. Por ello, la enseñanza, al igual que los demás servicios, están comprendidos en el ámbito del  Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios (AGCS) de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y en las cláusulas de los llamados tratados de libre comercio. Allí se mercantiliza la educación y deja de ser considerada un bien público (Isch, 2006).

Una advertencia realizada por la Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación (CLADE, 2013, p. 7) es de mucha importancia: “El reemplazo del concepto de gratuidad por el de asequibilidad tiene profundas implicaciones ya que promueve una política de educación privada barata para sectores de bajos ingresos… Esta lógica está orientada hacia el achicamiento de lo público y la fragilidad de la ciudadanía y de la democracia participativa…”.

Respecto al acceso a la educación superior es correcto referirse también a otros dos documentos de los cuales el Ecuador es signatario. El primero es la Carta de la Organización de Estados Americanos (1948), también conocida simplemente como carta de la OEA, que plantea: “la educación superior estará abierta a todos, siempre que, para mantener su alto nivel, se cumplan las normas reglamentarias o académicas correspondientes”.  Como se ve, no plantea como única posibilidad la necesidad de “méritos” personales, sino que se puede considerar abierta a una visión de carácter educativo superior con calidad garantizada.

Complementariamente, aunque de manera más estrecha, en el Protocolo de San Salvador (OEA, 1988), se afirma que “la enseñanza superior debe hacerse igualmente accesible a todos, sobre la base de la capacidad cada uno, por cuantos medios sean apropiados y, en particular, por la implementación progresiva de la enseñanza gratuita” (artículo 13º, 3.c.).

Desde el punto de vista doctrinal hay cuatro concepciones sobre los derechos sociales que hacen referencia a su concepto y estructura. Por supuesto, cada una de ellas presenta una correlación con respecto al derecho a la educación desde una perspectiva social, que trataremos de resumir muy brevemente. Siguiendo a Carlos Bernal Pulido[4] (2008.Pág. 302-326), estas concepciones son:

  1. Las que conciben a estos derechos más como disposiciones programáticas, sin el carácter de vinculantes. Quita por tanto los espacios de exigibilidad y los trata como servicios puestos al arbitrio de la autoridad. Así, la educación no es un derecho que los pueblos y colectividades puedan demandar, sino un componente de un programa político por el que puedan votar.
  2. Las que conciben a los derechos sociales como fuente de fines del Estado. De esta manera establecen la obligatoriedad de enrumbarse hacia determinado fin sin señalar el camino, los medios y los plazos, elementos que quedan en el campo de la política. Se torna complejo, señala Bernal, en estas condiciones concretar el contenido esencial de fines como “fomentar la educación sanitaria, la educación física y el deporte”.
  3. La corriente que identifica a los derechos sociales como mandatos jurídicos objetivos, por lo que no quedan en la Constitución y menos como finalidades sino que se traducen en cuerpos legales dirigidos al Estado y sus componentes (particularmente el legislador y el administrador, como elementos pasivos de la norma). Señala Bernal que, en esta tesis “en ningún caso el juez tiene competencia para concretar interpretativamente el objeto del deber legislativo” (pág. 315) establecido en la norma. De esta manera el derecho pierde capacidad de defensa y se mantiene la idea que los derechos sociales pueden aislarse.
  4. Una cuarta visión plantea que los derechos sociales son derechos definitivos o no susceptibles de restricción, expresados como tales en la normatividad jurídica. Aquí tiene importancia un sujeto activo o titular del derecho el cual lo puede defender y demandar al Estado su obligatoria garantía. Sin embargo, se considera que están sometidos a la “reserva de lo posible”, tanto en lo presupuestario o fáctico, cuanto en lo posible jurídicamente.
  5. Los derechos sociales como derechos “Prima Facie”, que mantienen la presencia del titular del derecho y la obligatoriedad del Estado de actuar para garantizar el Derecho y ofrecer las prestaciones necesarias. Tiene particularidades como: la prohibición de protección deficiente, idoneidad, necesidad y proporcionalidad en sentido estricto. Si se relaciona esas particularidades con la educación se encontrará nexos con otros derechos como el de sostener y desarrollar la cultura propia de pueblos y nacionalidades.

Para nuestro país, el neoconstitucionalismo vigente, sea entendido como corriente del Derecho (Ávila, 2011) o como movimiento o tendencia práctica (Rentería, 2010), se caracteriza por el carácter garantista de la Constitución, que debe permear en todas las demás normas y actuaciones de la autoridad. Según Ávila, esto implica que:

El estado social tiene la obligación de respetar los derechos sociales, de garantizarlos y de lograr su progresiva realización. Por la obligación de respeto, el estado tiene prohibición de inmiscuirse cuando las personas o las colectividades, particularmente las diversas como las andinas, están desarrollando o ejerciendo sus derechos (ejemplo, las prácticas ancestrales en salud). Por la obligación de garantía, el estado debe prevenir, normar, sancionar y reparar. Por la obligación de desarrollar progresivamente el derecho, el estado debe formular políticas públicas, ejecutarlas con la debida diligencia, no adoptar medidas regresivas, corregir y evaluar el plan. (Ávila, 2011. Pág. 172).

Es indudable que esta es la visión que debe orientarnos. Los juristas sabrán relacionar esta perspectiva garantista y neoconstitucional con las distintas corrientes del pensamiento sobre los derechos sociales. Posiblemente, en nuestro caso, lo más destacable es que se abren las posibilidades de exigir el derecho a la educación, como cualquier otro derecho social, y que ello va como parte de la estructuración de un Estado Social de Derechos.

La universalización de la educación superior frente a la estandarización

Si asumimos que la educación es un derecho básico que se expresa lo largo de toda la vida, es necesario reconsiderar al nivel superior y considerarlo como parte de ese derecho. Parcialmente esto se entiende en la Constitución del Ecuador, cuando plantea la gratuidad al menos hasta el tercer nivel educativo.

Adicionalmente, a sabiendas de que un principio es que el Estado debe garantizar “todos los derechos para todos”, esto debe implicar que todas las personas tienen el derecho a la educación superior y que, por tanto, esto plantea la necesidad de masificar la educación en todos los niveles.

Aquí encontramos una relación directa con el Principio de Progresividad de los Derechos al igual que los deberes legales del Estado de respetar, proteger y garantizar los derechos, que abarca por igual tanto a los Derechos Civiles y Políticos como a los Derechos Económicos, Sociales y Culturales –DESC- (Melish, 2003, p. 39).  En los Principios de Limburgo sobre la aplicación del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (Naciones Unidas, 1987) se aclara que el Principio de Progresividad “bajo ninguna circunstancia será interpretado de manera que implique que los Estados tienen el derecho de aplazar indefinidamente esfuerzos destinados a asegurar la plena efectividad” de los DESC.

El término masificar muchas veces ha sido mal entendido. Se ha pensado que es sinónimo de llenar las aulas de clase con un número excesivo de estudiantes, imposibilitando adecuados procesos formativos. La masificación debe ser entendida como la garantía real de que el conjunto de personas que forman parte de la sociedad (la masa), sin discriminación alguna, puedan formar parte de la Universidad. Una sociedad equitativa, con justicia social, tiene que ser una en la que se resuelvan las contradicciones sociales y, entre ellas, la actual contradicción y distancia entre trabajo manual y trabajo intelectual.

Fernando Vecino Alegret (2006) en su calidad de Ministro Educación Superior de Cuba encabezó ya una propuesta de universalización de la Universidad, iniciada en la isla en el año 2000. Si bien por razones que no analizaremos hoy falta mucho para que este propósito se lleve a cabo, deja una puerta abierta a este planteamiento que, como condición previa, requiere de la universalización de los niveles inferiores del sistema educativo.

“Los retos actuales a los que se enfrentan las universidades son complejos, pues hay que trabajar en varias direcciones que permitan simultáneamente expandir el acceso, mejorar la equidad, aumentar la eficiencia de las universidades, incrementar su calidad y pertinencia. Como premisa para ello, se encuentra la necesidad de hacer prevalecer el principio de que la educación superior es un bien público. Hay que revertir la idea de la incapacidad el Estado para financiar la masificación con calidad y relevancia, y ratificar el convencimiento de que el compromiso estatal no puede ser solamente con una parte de la ciudadanía, sino con todos los miembros de la sociedad” (Vecino Alegret, 2006).

La historia de nuestro país y del mundo demuestra que es posible la masificación de cada nivel educativo. Porque en el Ecuador, por mucho tiempo, no podían ingresar a la escuela los indígenas, las niñas o los pobres, a quienes se les excluía señalándolos como faltos de capacidades para el aprendizaje. Y la escuela primaria ahora está masificada. Desde los años 60 en adelante, el Ecuador ha tenido uno de los índices de cobertura educativa básica más altos de la región. Y luego hubo que avanzar firmemente en dirección a masificar la secundaria. Esto se concreta en la Constitución de 2008 en la que se recoge la demanda de obligatoriedad de la educación hasta el bachillerato, como medida para lograr el cumplimiento del derecho a la educación.

Para lograrlo, en lugar de exceder un número racional de estudiantes por aula, el Estado debe abrir aulas y establecimientos allí donde existe la necesidad social. Junto a ello, se requiere ampliar el número de maestros, dar pasos hacia una sociedad educadora y democratizar el conocimiento.

A nivel mundial ha crecido también de manera continua la matrícula a nivel universitario.  La Tasa Bruta de Matrícula (TBM) que es definida como el número de estudiantes matriculados independientemente de su edad y expresado como porcentaje de la población en el grupo de edad teórica para ese mismo nivel educativo, es la medida más utilizada y ella demuestra que entre 1970 y 2010 el acceso a la universidad creció en un 500%. (Nicoletti, 2014, p. 11). En los últimos veinte años, la TBM en la educación superior en todo el mundo casi se duplicó, pasando del 19% al 38% entre 2000 y 2018 (IESALC, 2020).

Por supuesto habría que analizar en cuales estratos sociales se concentra ese avance en el ingreso, así como las disparidades de género y pertenencia étnica, pues si consideramos el Ecuador actual es conocido que la matrícula ha crecido mayormente en las universidades privadas a las cuales ingresan estudiantes que tienen una capacidad de pago no generalizable.

Pero, cuando se considera la TBM por regiones, encontramos que para el año 2010 a nivel mundial la misma se encontraba en el 29%, en América Latina y el Caribe en el 41% y, en América del Norte y Europa occidental en el 76% (Nicoletti, 2014, p.12). Un estudio más reciente (IESALC, 2020), que establece la comparación por el nivel de ingresos de los países, señala que, para 2018, en aquellos de ingresos altos la TBM es del 77%; para los países de ingresos medios altos 52%; países de ingresos medios bajos el 24%; países de ingresos bajos es de apenas el 5%. Menos ingresos es igual a menos matrícula universitaria, pero esta a su vez es un freno al desarrollo de país.

Se podría decir sin exagerar, que en los países desarrollados hay una aproximación hacia la universalización de la educación superior, sin que esto implique una masificación perjudicial. Y la tendencia internacional demuestra un proceso inevitable hacia la generalización de la educación superior.

Por supuesto, esto en el marco de una duplicidad inseparable que es que seamos iguales en nuestra condición de seres humanos pero que. al mismo tiempo, se reconozca el derecho a expresar la diversidad en aspectos como cultura, género, pertenencia generacional, entre otros. Esta perspectiva es contraria a lo que hoy se está viviendo en todos los niveles de educación en los cuales se impulsa la homologación y se imponen estándares no como condiciones básicas de funcionamiento, sino como la orientación y los objetivos a los cuales se pretende llegar. Una calidad basada en estándares se explica para la manufactura, por ejemplo, en una fábrica de zapatos, pero es incompatible con la diversidad humana y con el hecho de que no existen personas estándar ni estudiantes estándar. Tomar un mismo examen a estudiantes mestizos, quechuas, shuar o de otras nacionalidades y pueblos, en poblaciones de distintas características culturales y socioeconómicas es de hecho un acto de discrimen. Ningún examen estandarizado se toma en las lenguas indígenas.

La estandarización, que desconoce el contexto en el cual viven los estudiantes, está relacionada con una visión de calidad basada en el mercado, que parte del hecho de que se consulta a los empresarios que es lo que ellos quieren de la Universidad, cuando no se hace la misma pregunta a las organizaciones sindicales, indígenas, de mujeres, estudiantes o de educadores. En lugar de ese tipo de calidad, es necesario proyectar una perspectiva social y humana que lleva a muchos estudiosos a plantearse que probablemente es mejor de hablar de una educación digna para garantizar la dignidad de las personas como lo hacen todos los Derechos Humanos.

Cuando se habla de la calidad en los términos del mercado, poco importa que se añadan adjetivos como: “calidad y calidez”. Menos cuando la realidad demuestra que se pretende educar para la competitividad, que no tiene que ver ni con la calidez ni con la solidaridad sino con el funcionamiento del mercado en donde sencillamente el pez grande se come al pez chico. O se educa para competir al modo capitalista o se educa para compartir, no se puede hacer las dos cosas al mismo tiempo.

Todo esto lleva a que la vivencia cotidiana de los Derechos Humanos no sea, hoy por hoy, una realidad en la Universidad ecuatoriana, en la que perduran prácticas excluyentes y donde no es habitual la promoción de los derechos. En ese sentido la Universidad refleja lo que pasa en el país.

Pero, además en nuestro sistema universitario hay retrocesos en derechos como el de participación. Por ejemplo, antes los decanos eran elegidos democráticamente por vía de la votación, pero hoy son designados por los rectores; se redujo la presencia de representaciones estudiantiles y de empleados y trabajadores en los organismos de dirección de la vida universitaria; la autonomía se encuentra permanentemente sometida a los controles y normas de instancias superiores pero externas a cada centro universitario. El propio trabajo docente se va burocratizando con fichas y formularios, una productividad basada en el negocio de las revistas indexadas y más normas que reflejan como la evaluación externa y la categorización de las universidades se convierten en el mecanismo orientador por excelencia.

Todo esto implica que la vida democrática en la academia se reduce y el debate se aleja de las universidades. Al mirar estos mecanismos y frente al autoritarismo, se podría recordar lo expresado por el entonces rector de la Universidad de Cervera, en Cataluña, al rey Fernando VII: “Lejos de nosotros, Majestad, la funesta manía de pensar”.

Pero los que defendemos el derecho a pensar con cabeza propia, queremos una universidad que no sea copia de otras, que tenga la manía (nada funesta) de pensar y sirva para la emancipación humana. Hacer, en la realidad, a la educación superior un derecho, es una meta que junto a muchas otras permitirán superar la actual crisis civilizatoria.

Amenazas al derecho a la educación superior

En término de orientaciones, o más precisamente imposiciones, hay varios organismos al servicio de las políticas neoliberales y, por tanto, de los intereses de las potencias imperialistas.

El primero que debemos mencionar es la Organización Mundial del Comercio (OMC), que establece las normas para regular el mercado internacional. Una vez considerada la educación como mercancía, se establecen las condiciones para su participación en ese mercado, facilitando una internacionalización que pone a transnacionales educativas por encima de las decisiones de carácter nacional y que, bajo el principio de “nación más favorecida”, garantiza las mejores condiciones que ofrece el país a cualquier inversionista extranjero. Se lo hace, además, colocando a las entidades extranjeras en las mismas condiciones de los proveedores nacionales del servicio, en una competencia que, al igual que otras, se torna injusta y favorecedora de los monopolios.

El primero de los aspectos de base se vincula especialmente con los procesos de mercantilización de la educación superior impulsados por el soporte ideológico de la globalización -el neoliberalismo- que promueve, entre otras políticas, un fuerte proceso de privatización y libre disponibilidad de los bienes y servicios. En términos educativos implica concebir a la educación como un servicio transable, comercializable como cualquier otro commodity. Quienes fomentan esta liberalización señalan que los servicios de educación superior están ampliándose y diversificándose mediante el uso de internet, de modo que constituyen una actividad empresarial internacional cada vez más im-portante, que complementa el sistema de enseñanza pública y contribuye a la difusión en todo el mundo de la moderna economía del conocimiento (Fernández Lamarra y Perez Centeno, 2014).

Las Modalidades de comercialización que la OMC determina para la educación superior son:

  1. Suministro a través de las fronteras: esta modalidad no implica un traslado del consumidor (Ej. educación a distancia, e-learning, universidades virtuales).
  2. Consumo en el extranjero: implica un traslado del consumidor al país proveedor (Ej. personas que van a estudiar a otro país).
  3. Presencia comercial: El proveedor se establece en otro país a fin de realizar su prestación de servicios (Ej. filiales, franquicias, oficinas de asesoría, acuerdos de asociación entre universidades).
  4. Presencia de las personas de la entidad extranjera en el país (Ej. profesores o investigadores que viajan temporalmente a otros países para prestar servicios).

Estas ideas, consecuencia de la creciente significación económica del conocimiento en la fase actual del desarrollo capitalista, impregnan fuertemente el debate educativo y han logrado imponerse a nivel global traduciéndose en decisiones políticas de carácter internacional. Desde 1999, el Acuerdo General de Comercio de Servicios de la OMC (AGCS o GATS, en inglés) incluye a la educación entre los servicios, tendiendo a la “liberalización en el comercio de servicios de enseñanza”, lo que obligaría a los países miembros de la OMC a eliminar las reglamentaciones o regulaciones nacionales que afecten el comercio de esos servicios. Debido a ello, la reglamentación nacional en materia de calificación, procedimientos, requisitos y procedimientos de concesión de licencias, normas técnicas, pasarían a ser objeto de “evaluación” por parte de la Organización Mundial de Comercio.

Dado que es el lucro junto con la formación de profesionales en una lógica neoliberal es lo que se busca, se procura la mercantilización de las universidades. Esto incluye a las estatales, pues son convocadas a participar en esos esquemas y, de paso, allí estará un componente de las evaluaciones internacionales.

Similar es la postura de los bancos Mundial (BM) e Interamericano de Desarrollo (BID) que de manera especial usan la deuda externa para imponer la receta neoliberal (Isch, 2008). La primera amenaza viene de la tesis impulsada por el BM que plantea a los estados favorecer el financiamiento para la educación básica, reduciendo el presupuesto para las universidades. Esto lleva a formas directas e indirectas de privatización y a una competencia que perjudica a las universidades públicas. El derecho a la educación superior simplemente no existe o se reduce a las posibilidades de ingreso.

Según el (Banco Mundial, 1995), la crisis de las universidades se debía al déficit presupuestario ocasionado por el elevado “gasto” por estudiante y al uso ineficiente de los recursos transferidos por el Estado. Esta situación generó el incremento de universidades privadas en la región para cubrir la creciente demanda de estudiantes (Psacharopoulos & Woodhall, 1986). Ecuador, en abril del 2012, contaba con 70 unversidades, de las cuales 45 de ellas fueron creadas entre 1992 y 2006, es decir un crecimiento del 180% en 14 años, lo que llevó a una saturación en cantidad y mala calidad.

El Banco Mundial (BM) y el BID utilizan las condicionalidades que acompañan a cada crédito de deuda externa para imponer sus políticas. Esto le otorga un peso específico que conduce a que, más allá de las políticas y normativas nacionales, se impulsen sus dictados. Así, Martins (2018) concluye que:

Si bien los aportes de las conferencias regional y mundial de UNESCO tuvieron un impacto en las legislaciones de la educación superior de algunos países, hay que reconocer que su impacto fue menor que la doctrina neoliberal y no pudo desplazar de manera clara, ni en la práctica universitaria ni en el debate, los postulados mercantilistas y privatizadores del Banco Mundial, aunque ofreció una alternativa teórica a sus postulados que reforzó la legitimidad de las universidades públicas en nuestros países(2018, p. 77).

Aunque Ecuador no es parte de la OCDE, en el gobierno de Correa se comprometió al país con las pruebas PISA que más allá de la evaluación comparativa y estandarizada establece orientaciones de políticas para cumplir con los rankings y homogenización[5]. Si bien PISA no se aplica en el nivel superior, el hecho es que se estableció con ello una vinculación que incide en todo el sistema. Por otro lado, las mismas pruebas PISA se entregaron a una empresa privada, la misma que se encarga de la más importante edición de textos para todos los niveles. Con ello, la pertinencia universitaria cae aún más y se le aleja de la posibilidad de cumplir una clara actoría en la solución de problemas nacionales.

Las pruebas presentan los mismos males que todo tipo de prueba estandarizada, los que las convierte más un mecanismo de control que un instrumento de mejora educativa, además de poseer un “profundo error conceptual” y graves «desviaciones» en lo pedagógico y en lo estadístico. “La prueba PISA responde claramente a las exigencias del mundo globalizado y a la circulación de cerebros privilegiados como mercancías altamente tasadas, por ello sus resultados son interesantes indicadores” (Isch, 2016).

La OCDE plantea una fuerte presencia de las plataformas digitales como instrumento de uso en todo sistema de comercialización. Lo que sucede finalmente es que “El capitalismo de plataforma virtual coloniza la educación” (Kuenh, 2020). Las plataformas tendrán que ver con la manera de enseñar, la reducción de docentes, la venta de información de los “usuarios”, la monetización de los “servicios”.

Una línea de cooperación privada, que muestra diferencias entre sí y que en muchos casos también decide por encima de los Estados, plantea igualmente una internacionalización que desconoce el derecho educativo y la necesaria autonomía se los centros de educación superior. Aquí se encuentran grandes corporaciones del mundo digital, como Google, Microsoft, Apple, Amazon, cuya presencia crece aceleradamente imponiéndose sobre cualquier sentido de libertad de cátedra y autonomía universitaria.

A las amenazas se suma las crecientes alianzas de UNESCO con el capital financiero y empresarial (Bonilla 2022a) y que llevó a fuertes críticas a la manera de organizar la III Conferencia Mundial de Educación Superior (CMES), convocada por la UNESCO para Barcelona del 18 al 20 de mayo de 2022. Particularmente la participación de los docentes y sus organizaciones fue muy acotada y el hecho que incluso meses después todavía no se difunda el documento final, demuestra el grado de contradicciones presentes.

Como se ve, hoy como siempre la educación es un campo de definiciones en las que lo determinante es la correlación de fuerzas entre los distintos actores sociales. Si es un derecho o una mercancía es un punto central, pero no la única contradicción presente. Y, por otro lado, no bastan las normativas o las declaraciones, porque lo importante está en la totalidad de los hechos. Allí es donde debemos avanzar para garantizar una educación universitaria digna al alcance de todos y todas.

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[1] Este artículo está basado en: Isch L. Edgar, (2016). El derecho a la educación superior en el marco de las políticas actuales, 2016. Nuevos tiempos, nuevos desafíos. Memorias del Primero Congreso Ecuatoriano de Derechos Humanos. Suplemento de la Revista de Ciencias Sociales de la Universidad Central del Ecuador. UCE – CEDHU – Ediciones La Tierra, Quito. Págs. 183-195. Se han realizado ajustes y añadidos en esta nueva publicación.

[2] Párrafo 51de “Educación para Todos: Nuestros compromisos comunes. Comentario detallado del Marco de Acción de Foro Mundial de Educación de Dakar”, Senegal, abril de 2000.

[3] Si fuese cierto que la meritocracia “da a cada uno lo que merece”, tal como lo dice el gobierno del Ecuador o una publicidad de los automóviles Chevrolet en Argentina, habría que preguntarse si el burgués más adinerado del Ecuador es realmente el ciudadano más inteligente, o el más trabajador o el más creativo. Como seguramente nadie pensará eso, podemos decir que no se explica por la vía de los méritos una concentración de riqueza a ese nivel. Así como no se explicaría por la vía de los méritos, que tengan los “que merecen”, indígenas de Saraguro injustamente condenados a cárcel por manifestarse en defensa de sus derechos. La desigualdad social en el capitalismo está muy lejos de ser un asunto de méritos.

[4] En la obra de Bernal Pulido se realiza una importante presentación de estas corrientes, incluyendo referencias a sus representantes más importantes y análisis desde la doctrina jurídica.

[5] La pruebas se aplicaron en 2017.

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La educación en México carece de una política inclusiva hacia los indígenas y personas con discapacidad, advierte Coneval

La dependencia también consideró necesarias la calidad de los materiales, habilidades docentes, planes de estudio, pertinencia cultural y lingüística.

El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) advirtió que la cobertura educativa en México, en prácticamente todos los niveles, sufre de falta de inclusión que impide a personas indígenas y con discapacidad a mejorar sus condiciones a través del estudio.

A través del Estudio Diagnóstico del Derecho a la Educación 2024 y la Evaluación integral de la política social vinculada al derecho a la educación 2023-2024, el Coneval resaltó se buscaron «los principales retos para la garantía del derecho, así como la identificación de los grupos de población que deben ser atendidos de manera prioritaria».

«Los resultados en el aprendizaje se relacionan con los elementos que determinan el ejercicio del derecho a la educación, como la existencia de escuelas con infraestructura adecuada, la accesibilidad económica y física a la educación», señaló el Coneval en un comunicado publicado en su cuenta de X.

Asimismo, la dependencia señala que, entre otras cosas, la educación también requiere de calidad de los materiales, habilidades docentes, planes de estudio, pertinencia cultural y lingüística, así como con relevancia para responder a las necesidades de toda la población.

«Por ello, la mejora del logro educativo puede constituir un objetivo fundamental, prioritario y rector para el diseño y articulación de la
política educativa», señalan.

En ese sentido, el Coneval afirma, con todos los elementos previos, que » la primera limitante para la garantía del derecho a la educación en México es la baja cobertura de los servicios educativos en niñas y niños en edad de educación inicial, jóvenes en edad de educación superior, población hablante de lengua indígena y personas con discapacidad».

«Esta problemática se manifiesta principalmente en el bajo porcentaje de niñas y niños de cero a dos años que asistieron a la educación inicial en el ciclo 2021-2022 (4.8%); mientras que, por otro lado, en 2022, el 23.9% de los menores de a 3 a 5 años no fueron inscritos a ningún servicio educativo», detalla el comunicado.

En cuanto a la educación superior, la población indígena fue el 9.4% del total que asistió a esta educación en 2022, en comparación con el 35.9% de los jóvenes no hablantes de lengua indígena que sí lo hicieron.

https://latinus.us/mexico/2024/10/29/la-educacion-en-mexico-carece-de-una-politica-inclusiva-hacia-los-indigenas-personas-con-discapacidad-advierte-coneval-127078.html

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