Nosotros somos hijos de la libertad y de la cultura

Por: Eusebio Leal Spengler

En este podcast grabado en el estudio de Habana Radio, Cubadebate tuvo el privilegio de contar con la presencia del Dr. Eusebio Leal para tratar un tema tan importante como el uso de los símbolos nacionales. Una cuestión que el Historiador de la Ciudad ha tratado en recientes declaraciones y textos publicados en nuestra página y otros medios de prensa. También, como no podía ser de otra manera cuando se conversa con hombres de su magnitud, abordamos otros tópicos tan polémicos como necesarios.

¿Qué ha motivado sus recientes reflexiones? Podría profundizar sobre cuáles son sus principales preocupaciones sobre la comercialización de los símbolos nacionales y en general el uso inadecuado de los mismos.
Eusebio Leal: Si cualquiera de nosotros pasa por una tienda donde venden artículos domésticos, por ejemplo, artículos del hogar, objetos para la limpieza y el aseo, productos para la cocina, una de esas tiendas que tienen de todo, y ve en el medio que también están vendiendo la bandera, es una equiparación que a mí no me resulta grata.
Al triunfo de la Revolución se creó un sistema de tiendas que fue auspiciado por el Partido que se llamó “El Cartel Revolucionario” y nacieron por la urgencia que tenían las organizaciones políticas y de masas de tener retratos de Martí, de los mártires, la bandera, el himno en partitura. Esas tiendas constituían una respuesta a una necesidad.
Pero hoy no existen y los cubanos y personas admiradoras de Cuba pueden tener la necesidad de adquirir una bandera, la partitura o la grabación del himno nacional.
Cada año de la Revolución se hacía, por los grandes músicos cubanos, un himno. Recuerdo el del Primero de Mayo, el de la milicia, el de los milicianos de artillería, el del tercer y cuarto aniversario y otros como “La Internacional”.
Dónde puedes conseguir un disco con “La Internacional” que es un himno bello, creo que es el más subversivo que recorrió la Tierra después de La Marsellesa. Es el himno de los trabajadores que cantamos el Primero de Mayo, pero es imposible obtenerlo en un disco.
Sin embargo, existe una vulgarización de los símbolos nacionales a propósito con una idea absolutamente comercial por parte de personas que tergiversan un poco la necesidad y convierten en comercio lo que no es comerciable.
Lo que más me repugna es ver la bandera cubana como he tomado el ejemplo convertida en un delantal o verla convertida en una ropa interior o en un zapato.
Imitando las malas costumbres de un comercio brutal que entra en el país no solo desde los Estados Unidos, sino desde cualquier otro lugar. Traen de allí múltiples cosas que son de una vulgaridad extraordinaria y creo que no se puede responder a la vulgaridad con otra. Hay que responder con una acertada posición que creo está contenida dentro de una ley vigente. Hasta que esa ley no se modifique, todo lo que se haga con la bandera y los símbolos nacionales es, por su naturaleza, ilegal.
Ahora bien, las leyes son leyes, son pétreas. Su interpretación es acorde con la voluntad o con el espíritu del legislador al redactar el texto. Pero yo he usado con orgullo en la solapa de mi traje un pin con la bandera de Cuba. Técnicamente parecería lo mismo, pero no, es una posición respetuosa. La he usado en Naciones Unidas. La he paseado orgullosamente por las calles de Nueva York y de Washington y quisiera tener aquel pin que en ese momento me lo prestaron porque aquí no era fácil conseguirlo.
Había también un sistema de tiendas del Partido, El distintivo, en el cual podías comprar pines de Playa Girón, de todo. La gente iba, coleccionistas de todas partes del mundo. Era una tienda del Departamento de Orientación Revolucionaria del Comité Central (del PCC).
No estoy en contra del orgullo que siente un deportista cuando levanta su bandera en el pódium. No puedo estar en contra de eso, aunque no esté escrito así en la ley: “los deportistas podrán llevar la bandera en tal lugar”.
Tengo la vieja bandera que era de mi mamá y la coloco en el balcón de mi casa en la fiestas nacionales, nadie nunca se ha opuesto a eso, ni hay por qué oponerse. Ahora, la bandera no se puede usar de cortina de pared, ni se puede usar para cubrir una mesa, no. La bandera tiene su cuidado como lo tiene nuestra propia ropa, cosas que nosotros queremos, Tú no tomas tu camisa con la que te vas a vestir y la tiras en la cocina. Todo tiene un cuidado, la bandera tiene su culto propio y es el símbolo de una nación, le pertenece a todos y a ninguno. Le pertenece a la nación. Nos representa a todos al igual que el escudo que lo llevan las Fuerzas Armadas en su sombrero.
De ninguna manera se puede usar el escudo nacional para otro fin, está en la Sala del Tribunal, está en los lugares donde está el Presidente de la República. Existen estados donde hay una bandera hasta del presidente, cuando está presente en su residencia está la bandera presidencial colocada con el escudo. A veces es la bandera con el escudo como ocurre en algunos países. Por ejemplo en la Federación Rusa, cuando está el Presidente la bandera lleva inserto el escudo.
Entonces , hay un tratamiento especial para ella. Eso es lo que considero. Como intelectual y ser pensante estoy en contra de toda vulgarización . Y siempre adoptaré las políticas que el gobierno asuma en esta dirección.
Para poder cambiar la ley hace falta el voto de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Me consta que se ha trabajado en un proyecto de actualización de la ley que ha sido realizado y consensuado. Sin embargo, se llevó a la Asamblea y habían criterios diversos. Se pensó que lo más conveniente es, como siempre hace la dirección de la Revolución, que se consulte porque hay distintos criterios. En última instancia, los legisladores representamos al pueblo. Como diputado yo represento a la nación, a mis electores y al pueblo. Cuando llegue el tema a la Asamblea será discutido y como ese es el escenario, allí daré mi opinión y mi criterio.

Fuente: http://www.eusebioleal.cu/entrevista/eusebio-leal-nosotros-somos-hijos-de-la-libertad-y-de-la-cultura/

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¿Qué sentido tiene la bandera de una nación?

Por: Eusebio Leal Spengler

Con profunda pena hemos venido observando que la enseña nacional, la gloriosa bandera de la estrella solitaria que no ha sido jamás mercenaria, está a la venta entre otros productos de la artesanía como si se tratara de una de ellas o de un objeto común.

Ante esto debemos meditar: ¿Qué sentido tiene la bandera de una nación? Asociada al Himno, a los actos cívicos, a la representación de todo un pueblo en conmemoraciones, festividades patrias o a media asta en ceremonias de duelo; protagonista cuando nuestros deportistas alcanzan la gloria olímpica y observan en silencio cómo asciende a lo alto del mástil; cuando se encuentran los jefes de Estado o cuando ondea simbolizando a la patria al lado de otros pabellones. ¡Cuánta sangre y sacrificios, cuántos murieron abrazados a ella, cuántos la soñaron en tierra extraña!

Fue creada en los Estados Unidos por el exgeneral al servicio de España Narciso López, nacido en Venezuela, cuya estrábica carrera política no puede opacar el mérito de haberla imaginado en compañía de Miguel Teurbe Tolón y de su esposa y prima hermana Emilia, quien fue la primera en bordarla, y de su secretario, el novelista cubano Cirilo Villaverde, autor de Ce­cilia Valdés y testigo presencial de los hechos.

Se dice que en 1849 —año previo a la confección de la bandera—, en un día estival, en el cielo de un atardecer de Nueva York, López  vio los colores de la enseña nacional, así como aquel triángulo equilátero, símbolo de la fraternidad masónica. Esos elementos encarnaban los pensamientos más puros de la revolución que recorría el mundo: libertad, igualdad y fraternidad; cinco franjas, y en el centro del triángulo, como un rayo de luz en el cielo que se abría, la estrella marcaba el porvenir de Cuba. Triángulo que debía ser rojo y no azul, aunque desafiara las leyes de la heráldica.

Ostentaba los colores republicanos de Norteamérica inspirados en los de la Revolución Francesa de 1789; colores que hoy son también los de otras naciones del mundo. Al unísono con la enseña de los cubanos surgiría la de Puerto Rico, cuyas aspiraciones independentistas quedaron frustradas hasta hoy.

Enarbolada en años difíciles, cuando aún las supremas aspiraciones de las vanguardias políticas del pueblo cubano no habían alcanzado su plenitud y no pocos se inclinaban porque la estrella solitaria fuese una más en la constelación americana, resultaría necesario recorrer un árido sendero y derramar la sangre de los precursores que se anticiparon al acto magnífico del 10 de octubre de 1868 en La Demajagua o a la solemne celebración de la Asamblea Constituyente de Guáimaro en abril de 1869.

También surgió de esos anhelos libertarios el escudo sostenido en la unión de bastos donde reposa el gorro frigio con idéntica estrella solitaria. No era otro que el tocado que llevaban los cargadores en los barrios periféricos de París y Marsella, la palma real y la isla de Cuba representada entre los peñones del cabo de San Antonio y la península de Yucatán y la llave como símbolo de la libertad prometida y tras ella el sol naciente. A su alrededor hojas de laurel y acanto en ramas símbolos de la gloria combativa y del mérito alcanzado en el campo de batalla.

¡Cuántos cadalsos, cuántas lágrimas, cuántos exilios, cuánta tristeza! para que ahora la estampen en un delantal para la cocina, en una ridícula camiseta y en otras incalificables y vulgares formas.

En nombre de todo ello hago un patriótico y ardoroso llamamiento a nuestros conciudadanos y al menos aquí en el Centro Histórico de La Habana, Patrimonio Mundial, se apeguen las costumbres públicas a las leyes vigentes y no se pisotee ni se ponga precio.

Recordad las emotivas palabras del insigne poeta que al regresar a la patria evoca el valor de la bandera cuando aún podían verse a la entrada del puerto las canteras y la vieja cárcel y el pedazo de pared donde fueron ejecutados los estudiantes de 1871:

“Si deshecha en menudos pedazos

llega a ser mi bandera algún día…

¡nuestros muertos alzando los brazos

la sabrán defender todavía!”

Fuente: http://www.granma.cu/opinion/2016-09-08/que-sentido-tiene-la-bandera-de-una-nacion-08-09-2016-21-09-41

Imagen: http://poderciudadanoradio.com/2015/07/bandera-de-cuba-se-iza-este-lunes-en-u-s-a/

 

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Cuba, prendida del alma

Por: Eusebio Leal

“Cuánta vida preciosa,

cuántas generaciones;

qué juventud, deseosa

como tú, se perdió.”

Pablo Milanés

Dedicado a la Dra. Graziella Pogolotti

La educación cívica es la piedra fundamental sobre la cual ha de edificarse el sentimiento nacional si bien este es para nosotros lo que definió el Apóstol José Martí en palabras inolvidables como “Patria es humanidad”. Estuvo presente como firme declaración de principios en el manifiesto de Carlos Manuel de Céspedes leído ante los alzados el 10 de octubre de 1868 en su ingenio Damajagua: “Cuba aspira a ser una nación grande y civilizada, para tender un brazo amigo y un corazón fraternal a todos los demás pueblos.”

Hemos sido testigos excepcionales de cómo esta apasionante exhortación se ha cumplido dondequiera que un maestro cubano enseñe sentimientos y letras; en cualquier latitud del mundo en que un médico nuestro salve una vida en peligro o ayude a dar a luz un niño lo cual ha de ser siempre un acontecimiento esperanzador; dondequiera que un soldado de la patria haya contribuido a consolidar una independencia sin reclamar a cambio ni un grano de arena.

Recuerdo cómo aprendimos a cantar el himno en los actos escolares, cómo observábamos con candorosa devoción el paso de la bandera de la estrella solitaria para ser colocada junto al busto de Martí y el orgullo de recibir como premio a la aplicación, a la puntualidad y la consagración a los deberes, el más bello de todos los diplomas: el beso de la Patria.

No muy tarde comprendimos que el país era un territorio singularmente bello con árboles y criaturas diferentes a las que existían en otros parajes. Las islas del archipiélago que habitamos las fuimos reconociendo en las lecciones de Geografía, y en las de Historia nos fue poseyendo la noción de Patria al escuchar los apasionados versos de José María Heredia, quien como le sucedió a José Martí “…acaso despertó en mi alma, como en la de los cubanos todos, la pasión inextinguible por la libertad…”. Y de la Literatura se nos prendió en el alma ese doloroso sentimiento de Gertrudis Gómez de Avellaneda al partir de su tierra natal:

¡Hermosa Cuba! tu brillante cielo,

la noche cubre con su opaco velo

como cubre el dolor mi triste frente(…)

¡Adiós, patria feliz!, ¡Edén querido!

Doquier que el hado en su furor me impela

tu dulce nombre halagará mi oído(…)

La nación fue el anhelo de nuestros antepasados cuando éramos un apéndice colonial de España y soñaban febriles legisladores criollos con una República fundada sobre los cimientos de un estado de derecho que José Martí concibió “con todos y para el bien de todos”. Y ese concepto de totalidad no es mecánicamente abarcador, más bien percibe su esencia como un concentrado de valores de los que se alcanza, a lo largo de la vida, conciencia plena.

En medio de una nebulosa de aspiraciones, de reveses y fracasadas expectativas se elaboraron los planes para que los cubanos encontraran su propio camino en el seno de identidades disímiles, quiere decir, insertarnos en la América unida desde la diversidad, tal y como la idearon los precursores.

Al crear el himno nacional para los que debían transformarse de conspiradores en libertadores, Pedro Figueredo tomó los acordes de La Marsellesa e introdujo en sus magníficos registros los destellos de la melodía que en días de inolvidable gloria se convertiría en el Himno Nacional de Cuba. Al escucharlo el ejército mambí detenía los ímpetus de la marcha y ganaban inspiración para la carga temeraria frente a un adversario tenaz y valeroso.

De ese debate nacería la legitimidad de nuestro ser nacional. Sólo a las Fuerzas Armadas les estuvo y está permitido saludar al himno con la cabeza cubierta porque en sus distintivos y atributos está bordado el Escudo de Armas de la República.

Al interpretarse La Bayamesa nos ponemos de pie. Se interrumpe el paso en cualquier circunstancia cuando sus acordes colman el espacio y adquiere la mayor dimensión en el instante de saludar al alba o al poniente del sol, el acto de izar o arrear la bandera.

He aquí los valores. Esta es la piedra fundamental a la que me refería. Sobre arena movediza lo que construyamos se derrumbará. El culto ha de ser perpetuo y si al final del largo camino se tambalea o vacila la convicción, sobre lo alto de un reducto los manes de tantas víctimas inmoladas levantarán sobre el paisaje incomparable de Cuba, nuestra bandera.

Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2016/09/13/cuba-prendida-del-alma/#.V9fdwRJGT_s

Fuente de la imagen: www.cuba.cu

 

 

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