La gestión de la educación

Por: José Dextre.

“Lograr cobertura de la educación en el Perú implica conseguir recursos para proveer el servicio eficientemente”.

A pesar de las distracciones políticas, los resultados de la Evaluación Censal de Estudiantes del 2018 –conocidos en abril– llaman la atención por mostrar que solo el 37,8% de los alumnos de segundo grado de primaria entienden cabalmente lo que leen, y que apenas un 14,7% de ellos son capaces de resolver operaciones matemáticas simples. El peor nivel de aprovechamiento en los últimos cuatro años.

En paralelo, el Minedu viene impulsando mesas de diálogo sobre cómo resolver estos problemas. Es un esfuerzo encomiable que, considero, tendría que tomar en cuenta dos variables: la cobertura y la calidad. Es decir, no solo ofrecer el servicio, también que sea capaz de ofrecer los estándares suficientes para lograr los aprendizajes esperados. Y que no estamos logrando al día de hoy.

Lograr cobertura de la educación en el Perú implica conseguir recursos para proveer el servicio eficientemente. Tradicionalmente, el Estado ha venido subsidiando la oferta educativa, es decir: construye escuelas, contrata a docentes y gerencia los recursos humanos. Este esfuerzo es insuficiente. No alcanzamos el número de escuelas necesario, y las que tenemos muestran condiciones deplorables, muchas de ellas sin lo elemental como ventanas o una mano de pintura. Se afronta también carencia de personal. Todo ello evidencia un problema de gestión en la oferta estatal. Y que la presencia de la inversión privada en el sector puede aliviar.

Esta es una alternativa que recoge la Constitución, y que el Estado, dados sus débiles recursos, puede impulsar para mejorar su eficiencia. Desde la apertura a la inversión privada en la educación, hemos visto un cambio social que ha permitido un acceso más amplio a la educación primaria (99,5%) y secundaria (85%). En la educación superior la cobertura logró, al 2016, un 35,8% de atención a la población entre 18 y 25 años y dentro de ella la universidad llega al 21,5%, muy por debajo de las tasas de Chile (47,9%, 2014, INE) o de países como Corea (50,7%). Estas tasas, en un país de población joven, demandan ingentes recursos del Estado que ahora no tiene. Aun cuando estamos accediendo a mayor cobertura, el problema del mantenimiento y precariedad de la oferta se mantiene.

La variable de la calidad se agrava cuando evaluamos la oferta docente. Un excelente docente en un aula deteriorada tendrá problemas, pero sus alumnos podrían aprender. Sin embargo, un mal docente, incluso con la mejor aula y equipamiento, no logrará nada. A ello se suma la calidad del proceso de aprendizaje compuesto por metodologías y contenidos donde la “educación por competencias” puede ser una traba más que un avance. Se ha dejado la educación por saberes que priorizan el contenido, estandarizándola hacia el ‘saber hacer’, que prioriza la funcionalidad del conocimiento; aspiración válida pero que complejiza el proceso para un docente con serias deficiencias.

Las mejoras en los procesos de aprendizaje llegarán cuando las dos variables en cuestión estén igualmente cubiertas y en equilibrio. Sabemos, desde nuestra experiencia, que podemos tener profesionales capacitados, pero si el clima organizacional no es bueno, esos profesionales no producirán buenos resultados. Docentes que se sienten maltratados y los seguidores de posiciones anti-Estado, constituirán el primer problema a resolver, algo que se agrava en la educación pública ya que el privado posee herramientas de selección y gestión que no posee el funcionario público, como lo prueba el hecho de que un director de colegio estatal no está empoderado siquiera para sancionar la impuntualidad de sus docentes.

La agenda inmediata tendría que considerar la cobertura, pero, sobre todo, la calidad de su oferta, si quiere remontar resultados como los que estamos afrontando. Para ello tenemos que romper con la ideología tradicional imperante en el sector, que subestima la iniciativa privada y persiste en una utopía deseada por todos nosotros, pero con planteamientos inviables.

Fuente del artículo: https://elcomercio.pe/opinion/colaboradores/gestion-educacion-jose-dextre-noticia-ecpm-673357

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El voucher educativo.

“Debemos comprender que el Estado debe procurar a sus ciudadanos una educación de calidad, pero no tiene que ser necesariamente el proveedor”.

Por: Jose Dextre.

En nuestro Perú, la educación pública transcurre entre el abandono y la búsqueda eventual de recuperar los niveles de calidad que, allá por los años sesenta del siglo pasado, atraían aún a los sectores medios de la población. Lamentablemente, las políticas de mejora repiten las mismas estrategias: incrementar la remuneración, capacitar remedialmente al docente e invertir en infraestructura. Todas las cuales devienen inevitablemente en insuficientes. Es indispensable innovar y ello implica analizar propuestas diferentes de demostrado éxito en otros países. El voucher o cheque educativo es una de ellas.

Fue propuesto por primera vez en 1955 por Milton Friedman, y busca dar al padre de familia el poder de elección del centro educativo. El Estado subsidia al padre o al joven estudiante haciéndose cargo del pago al centro de estudios que ellos eligen. Deja de subsidiar la oferta educativa pública gratuita y hace gratuita la demanda de estudios del alumno, abonando el costo de sus estudios al colegio elegido por ellos. El objetivo es promover la competencia por la calidad. El voucher pretende que el director o propietario del centro educativo, al competir por atraer alumnos a su institución, sea el responsable de la mejora de la calidad, y los padres de familia lo premien con su elección. Dependiendo del modelo, el voucher va incluso al centro educativo público y no solo al privado, premiando la calidad.

Los resultados internacionales del voucher confirman un incremento en la calidad en el aprendizaje de los alumnos, que ha repercutido incluso en los alumnos de la educación pública. El modelo del voucher no ha estado exento de dificultades en su implementación por razones políticas y económicas. Se ha validado, sin embargo, la generación de una cultura hacia la calidad fruto de la competencia. Valentín Bote, en un estudio publicado en el 2007 sobre la experiencia sueca, destaca lo señalado anteriormente y también la férrea oposición de la izquierda, mas no así del docente sueco. En 1995, Mario Vargas Llosa se había referido positivamente a esta experiencia sueca. Otro estudio (Romero, Sandefur, Sandholtz) sobre su aplicación en Liberia demuestra mejoras del 60% en el aprendizaje de los alumnos en relación con las escuelas públicas promedio, pero observa los altos costos del modelo implementado. De igual forma, un estudio sobre la experiencia chilena (Contreras, Larrañaga, Flores, Lobato, Macías) muestra también aspectos positivos en relación con el efecto de la competencia en el proceso educativo.

Recuperar la remuneración docente, hoy un sexto de hace 50 años, es imposible para el presupuesto nacional, al igual que transformar desde el Minedu y con un director sin poder la calidad de la mayoría docente mal formada y poco comprometida. Son logros que demandarán muchos años y el proponerlos no los convierte en una reforma real. Solo hemos tenido dos estrategias reales deinnovación educativa: la reforma de 1996 promoviendo la inversión privada para garantizar cobertura y el intento de mejora de la calidad a través de las evaluaciones meritocráticas en el 2007. Pero una reforma eficaz implica dar al padre de familia la posibilidad de lograr la calidad educativa de su hijo lo más pronto posible.

Debemos comprender que el Estado debe procurar a sus ciudadanos una educación de calidad, pero no tiene que ser necesariamente el proveedor. Reformar implica rehacer o innovar para lograr mejoras. Una verdadera reforma educativa debe ser capaz de mejorar la calidad del desempeño del docente en el aula y, a partir de ello, mejorar el aprendizaje del alumno. Esto es imposible si el responsable es una oficina de control burocrática que supervisa cientos de colegios y miles de docentes, y con directores de colegio sin autoridad sobre el docente. Es mejor estimular la calidad de la gestión privada.

Superemos las trabas ideológicas que impiden romper paradigmas obsoletos. Nuestros niños y adolescentes nos lo exigen para un mejor futuro para ellos y para todos. El debate de experiencias en base a sinergias con la iniciativa privada es indispensable.

Fuente: https://elcomercio.pe/opinion/colaboradores/voucher-educativo-jose-dextre-noticia-469703

Imagen: https://img.elcomercio.pe/files/article_content_ec_fotos/files/crop/uploads/2017/10/29/59f6682cc5c32.r_1509326074852.0-711-2071-1901.jpeg

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