Educación dual,duplicar o reinventar al INA.

Centro America/Costa Rica/Fuente:http://www.elfinancierocr.com/

Por: Leonardo Garnier.

La propuesta de promover en Costa Rica una modalidad “dual” para la educación técnica es una buena idea que puede echarse a perder si su implementación es defectuosa. Y eso es lo que ocurriría si el proyecto se aprueba tal y como fue dictaminado en la Asamblea Legislativa.

Como resultado de la crisis que enfrentó Costa Rica a principios de los ochenta se provocó una tragedia educativa cuyo costo estamos pagando hoy: la cobertura en secundaria se desplomó. El resultado fue dramático: la mitad de nuestra fuerza laboral de hoy no tiene estudios secundarios ni puede aspirar a un trabajo de mediana calificación y remuneración adecuada. La pobreza persistente y la creciente desigualdad tienen, sin duda, una raíz educativa.

En los últimos quince años el país hizo un esfuerzo enorme por revertir esa tragedia y avanzar hacia la universalidad educativa: la cobertura en secundaria, que había caído al 50%, hoy ya supera el 90%.

Hemos logrado que cada vez menos jóvenes abandonen el estudio para trabajar, que menos jóvenes tengan que trabajar mientras estudian y, sobre todo, que cada vez menos jóvenes queden atrapados en la trágica categoría de los “ninis”, que ni estudian ni trabajan.

Además, actualizamos completamente los programas de los colegios técnico-profesionales, adaptándolos a la cambiante demanda del sector productivo en las distintas regiones del país y duplicamos la oferta de esos colegios técnicos, que ya atienden a más del 26% de los estudiantes de secundaria diversificada.

¿Por qué arriesgar estos logros? Una propuesta que ofrezca un ingreso a jóvenes adolescentes para integrarse al esquema de educación dual, directamente compite con Avancemos y fácilmente los tentará a abandonar la secundaria para poder trabajar y ganar dinero inmediato, hipotecando así su futuro y compitiendo por los espacios en el sistema de educación dual, que debieran priorizar a quienes más necesitan de esa opción.

Los jóvenes en edad colegial no deben ser la población meta de este proyecto. Por el contrario, la educación dual es una idea fantástica para que podamos atender la emergencia trágica que tenemos con todos esos jóvenes mayores de 18 años que ya pasaron su edad colegial, que no terminaron el colegio ni recibieron formación técnica y que hoy forman parte de esa enorme masa de jóvenes trabajadores que no logran acceder a empleos formales, productivos y bien pagados.

Es urgente dotar a estas muchachas y muchachos de una formación técnica que les permita aportar más a la producción nacional y tener un mejor ingreso para brindar sustento a sus familias. Es con ellos con quienes Costa Rica está en deuda. Es a ellos a quienes, en primer lugar, debe atender la educación dual. No tiene sentido que los menores de 18 años les quiten campo en esa formación técnica que para ellos sí es urgente.

Pero eso no es todo. Hay un segundo y grave problema con el proyecto que fue dictaminado, y es un defecto que atenta contra la viabilidad misma de la educación dual. Se propone la creación de una nueva institucionalidad –el Consejo Nacional de Educación Dual (Conedual)– para echar a andar esta nueva modalidad. Sin embargo, el Conedual es un mero cascarón sin las condiciones mínimas para realizar su compleja tarea.

Paradójicamente, la integración del Conedual es casi idéntica a la que hoy tiene la Junta Directiva del INA; y además, las funciones del Conedual son también muy similares a funciones que ya tiene establecidas por ley el INA, con la diferencia de que el INA ya existe y cuenta con recursos técnicos humanos y materiales, con experiencia para cumplir esa función y con personal preparado pedagógicamente para impartir formación técnica.

¿Cómo podría ejecutar una tarea tan compleja un mero consejo sin recursos ni marco operativo?¿Para qué crear una nueva entelequia institucional si ya existe el INA? ¿Por qué seguir duplicando instituciones? ¿Por qué para cada nueva idea tenemos que inventar una nueva institución aunque ya existan otras que pueden y deben cumplir esa función?

Para hacer real la educación dual, sería más sensato remozar y aprovechar la institución que el país ha desarrollado para impulsar la educación técnica, en lugar de apostar por un nuevo consejo que sería incapaz de asumir tal responsabilidad.

Lo que corresponde es modificar la ley del INA para que pueda operar también dentro de la modalidad de educación dual. Si lo que queremos es educación dual, y no una dualidad institucional, lo que necesitamos es reinventar el INA, no duplicar el INA.

Fuente: 

http://www.elfinancierocr.com/opinion/educacion_dual-Leonardo_Garnier_0_998300181.html

Imagen: 

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Enredados y Medios: ¿hacia un mundo post-factual?

Ya no parece importar si la información es cierta o no es cierta, si la noticia es o no real, sino cuánta gente la cree.

POR LEONARDO GARNIER / leonardogarnier@gmail.com

Hasta hace poco, criticábamos a la “gran prensa” por su control casi absoluto de la información que nos llegaba. Era el mundo dominado por el mainstream: el cuarto poder. Las agencias mundiales escogían y repartían las noticias y los grandes medios locales nos las hacían llegar. No parecía haber escapatoria excepto en algunos medios alternativos de poco peso y poca circulación o pequeños espacios que decoraban con aparente amplitud las páginas de algún medio mayor. Los costos eran prohibitivos y el modelo de negocios centrado en la publicidad comercial marcaba la pauta: el rating manda, la circulación manda, la escala manda.

De pronto, se aparece el siglo XXI ofreciéndonos una revolución que podría ser tan grande como la de Gutenberg y, al instante, parece que todos somos periodistas, todos somos jefes de redacción, todos somos editorialistas, todos somos correctores, pero ¿lo somos?

En esta mezcla de ciencia y ficción que es nuestra realidad, en la que somos un poco Brave New World, un poco 1984 y un poco Animal Farm, el cambio tecnológico ha hecho posibles cosas que hasta hace muy poco eran realmente increíbles (es decir: no creíbles). En pocas décadas – por ejemplo – pasamos de las certezas que lograban fijarse en las páginas de la Enciclopedia Británica al mundo de Wikipedia, una enciclopedia hecha por todos (o sea, por nadie). Confieso que la recibí con marcado escepticismo ¿una enciclopedia hecha así, por la libre? …hasta que una investigación de la revista Nature mostró que Wikipedia podía ser tan precisa como la Británica. Diderot habría bailado tregua y catala: si era posible crear una enciclopedia globalmente descentralizada, constantemente actualizada y confiable, los ideales de la Ilustración seguían vivos.

Pero volvamos a la prensa. Frente al cuasi-monopolio anterior, en el que era difícil la supervivencia de los pequeños medios e igualmente difícil para el ciudadano común y corriente lograr que su opinión circulara masivamente, la red permite – o podría permitir – que todo circule, que todos tengamos acceso a toda la información, a todo el conocimiento, a todos los análisis, a todas las opiniones… y que todos podamos opinar y aportar nuestra dosis de información y conocimiento, recibiendo a cambio la más amplia, profunda y diversa oferta del saber y el sentir humano.

Y así nos abalanzamos sobre y hacia la red. Y clic, clic, clic: como una telaraña, la red nos engolosina, nos encanta, nos atrapa. Pero Facebook no es Wikipedia – y digo Facebook porque lo demás se ha vuelto irrelevante excepto para pequeñas tribus. Hoy por hoy, Facebook tiene más de mil seiscientos millones de usuarios y sigue creciendo; y es, por mucho, el medio más utilizado en el mundo para buscar noticias y conseguir información, al punto que feisbukear ya ha sido sugerido a la Real Academia para su ingreso al DRAE.

Lo decía McLuhan al analizar el impacto que estaba teniendo la televisión en la segunda mitad del siglo XX: “el medio es el mensaje” o, más exactamente “el medio es el masaje” …y los masajistas somos todos nosotros: periodistas/masajistas y al mismo tiempo masajeados (o mensajeados, usted escoge).  Cada revolución tecnológica genera nuevas formas de percepción de la realidad. Pero no se trata simplemente de la tecnología: es también el negocio y, claro, la política. Todo junto y revuelto con nosotros: tecnología, negocio, poder y nosotros. El potencial es inconmensurable, los riesgos también.

Al igual que ocurrió no hace tanto con los libros hechos a mano por severos monjes en algún convento, los viejos medios de comunicación de masas se ven rebasados por la revolución: pierden lectores, pierden anuncios, pierden ingresos… en fin, pierden. Facebook reporta ingresos treinta veces superiores a los del New York Times, que es uno de los medios tradicionales que más éxito ha tenido en su transición a la red, pero aun así los ingresos de Facebook se triplicaron el último año, mientras los del Times cayeron 13%. Y claro, no todos son el New York Times.

Pero algo no cambia o, más exactamente, cambia para seguir igual: la lógica del modelo de negocios. Clic, clic, clic: el modelo de negocios que explota en la última década no hace más que elevar la vieja dictadura del rating a niveles impensables, clic, clic, clic… ahora lo que importa es el clic.  Todos persiguen el clic y por el clic muchos están dispuestos a vender el ¿tenían? alma.

El sueño, mientras tanto, sigue pendiente: la red mundial, aquella world wide web que se suponía abierta y no jerarquizada, en la que todos efectivamente podíamos buscar y ser buscados mediante esquemas no centralizados, no es la red que tenemos hoy (y no sé si alguna vez la tendremos). Como bien señala Katharine Viner, Editora en jefe del  Guardian, “esta vieja idea de una red abierta ha sido suplantada por plataformas diseñadas para maximizar el tiempo que pasamos dentro de sus muros, algunos de los cuales (como Instragram y Snapchat) ni siquiera permiten vínculos externos”.

El riesgo que Viner identifica tiene dos caras. Por el lado de los medios – las organizaciones de noticias – el riesgo (que ya es más que evidente en muchos de ellos) es que, obligados/tentados por la nueva lógica de la red, “ellos mismos se alejen del periodismo de interés público y se dediquen al periodismo chatarra, buscando que sus páginas web sean visitadas, en la vana esperanza de atraer clics y publicidad”. Esperanza vana – dice Viner – porque ese negocio ya ha sido capturado: de cada dólar gastado en publicidad en la red, un 85% va a Google y a Facebook, dejando apenas un 15% para que se lo peleen todos, todos los demás.

Por el lado de los usuarios, vemos que lo que podría haber sido el reino de la diversidad, de la riqueza de opiniones, del acceso ilimitado a la información y el conocimiento, de la confrontación de ideas y visiones… se está convirtiendo en su contrario: si antes nos veíamos empujados a la uniformidad por falta de opciones, hoy parece que nos sometemos voluntariamente a la uniformidad pues, ante la agobiante multiplicidad de opciones, nos conformamos con las que nos resulten más familiares o, peor aún, con las más populares: la viralidad manda. El resultado es un mundo en el que prevalecen el best-seller y la secta: best-seller para la mayoría y secta para las minorías. Y ¿todos vivieron felices para siempre…? Podría ser, si cada uno viviera en su propio mundo, pero en este mundo que compartimos, esta segmentación puede ser muy peligrosa.

Agreguemos un elemento final, para entender qué tan peligrosa: en medio de tanta información, de tantas y tan diversas – pero muy segmentadas – opiniones, la búsqueda razonable de la verdad, sufre. Cada día circula más información – es cierto – pero cada día hay menos recursos para trabajar con seriedad esa información, porque eso de que “todos somos periodistas” olvida algo fundamental: el periodismo toma trabajo y requiere talento y conocimiento. No basta el cut and paste para que lo que transmitimos tenga valor periodístico: sin mediadores, sin chequeos y dobles chequeos, lo que circula simplemente circula y su veracidad se diluye en su viralidad. Si la gente lo comparte, debe ser cierto – parecemos creer.

El problema es tan serio como para que distintos autores empiecen a hablar del “mundo post-factual”, en el que ya no importa si la información es cierta o no es cierta, si la noticia es o no real, sino cuánta gente la cree. Al contrario de lo que ocurre en  Wikipedia, en el mundo de la información/opinión en redes, abundan los clics… pero brillan por su ausencia los controles de veracidad. Peor aún, a la mayoría de la gente parece no importarle: lo que cuenta es que la gente lo crea, que la gente lo circule, no que sea cierto. De todas formas no nos daremos cuenta porque las opiniones contrarias, la información que habría negado nuestras verdades, no cabe en los algoritmos: leemos solo lo que queremos leer, vemos solo lo que queremos ver. Creemos, lo que queremos creer.

Así, algo que tiene el potencial para ser enormemente bueno podría estar convirtiéndose en algo tremendamente peligroso: pasamos de un mundo en el que había una verdad oficial – la delestablishment – a un mundo en el que no parece haber verdades… lo que a fin de cuentas y paradójicamente, resulta ideal para la parte más oscura del establishment (tan oscura que no parece establishment).

La pregunta queda al aire: ¿Importan los hechos, o importa lo que la gente cree que son hechos? Cierro con Newt Gingrich, líder del Partido Republicano que apoya decididamente a Donald Trump, que responde nuestra pregunta con sorprendente candidez en la entrevista sobre el crimen violento que le hizo una periodista de CNN: parece que en un mundo post-factual, lo real es lo percibido como real.

  • Periodista: “El crimen violento ha bajado”
  • Gingrich: “No ha bajado en las ciudades más grandes”
  • Periodista: “El crimen violento, las tasas de asesinato, han bajado”
  • Gingrich: “¿Y cómo es que no han bajado en Chicago y Baltimore?”
  • Periodista: “Pero el crimen violento ha bajado en todo el país”
  • Gingrich: “El Americano promedio no cree que el crimen haya bajado, no cree que estemos más seguros”
  • Periodista: “¡Pero estamos más seguros y el crimen ha bajado!”
  • Gingrich: “Esa es su opinión”
  • Periodista: “No es una opinión, es un hecho”
  • Gingrich: “Lo que yo digo también es un hecho. Lo que ocurre es que los liberales tienen todo un conjunto de estadísticas que teóricamente podrían estar bien, pero no es ahí donde viven los seres humanos.”
  • Periodista: “Un momento, Mr. Speaker, porque usted está diciendo que los liberales fabrican estos números, pero estas son estadísticas del FBI y el FBI no es una organización liberal.”
  • Gingrich: “Pero lo que yo digo es igualmente cierto: la gente se siente más amenazada
  • Periodista: “Se “siente” pero los hechos dicen otra cosa”
  • Gingrich: “Como asesor de un candidato, yo me quedo con cómo la gente se siente y la dejo a usted con las estadísticas”.

 (y recordemos, agrego yo: las elecciones se ganan con sensaciones, no con estadísticas)

Katharine Viner: “How Technology Disrupted the Truth”: The Guardian, 12/7/06https://www.theguardian.com/media/2016/jul/12/how-technology-disrupted-the-truth

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El bluyín, el jersey y el órsay: La curiosa falta de lógica con que la Real Academia incorpora al español los vocablos del inglés

POR LEONARDO GARNIER /  07 MAY 2016

Me gusta el buen uso del idioma y entiendo, además, que este no puede ser estático. También comprendo la difícil tarea de la Real Academia Española (RAE) cuando debe decidir qué nuevos vocablos se van incorporando a su versión oficial de nuestro idioma y cómo incorporarlos: su sonido, su grafía.

Lo que no me gusta ni entiendo tanto es que la RAE haga su tarea exhibiendo una lógica tan peculiar que a mí más bien me parece una ausencia total de lógica.

Por ejemplo, para referirse a esa “prenda de vestir de punto, cerrada y con mangas, que cubre desde el cuello hasta la cintura”, la RAE agrega al español dos vocablos. Uno, el que más usamos en la América hispana es suéter, escrito así, tal y como suena la misma prenda en inglés: sweater. Y otro, el que resulta de uso común en España: el jersey.

En el primer caso se trata de una adaptación usando la lógica de la sustitución fonética: “escribir un vocablo tal y como se lee en la lengua de partida”. Lo mismo hicieron más recientemente, cuando incorporaron al español el vocablo bluyín, del inglés blue jean, al que define como pantalón vaquero. O con aquel “licor alcohólico que se obtiene del grano de algunas plantas” al que sugieren llamar güisqui –aunque también aceptan whisky (pero no whiskey). Y si bien la sustitución fonética puede ser una forma bastante aceptable de incorporar a la lengua extranjerismos como fútbol, resulta casi ridícula cuando a partir de una pronunciación más que cuestionable del idioma original se agrega oficialmente al español un vocablo como “órsay” –del inglés offside – para denominar un fuera de juego en este deporte (ya que iban a usar el anglicismo ¿por qué no ofsaid?). Y si en el estadio usted quiere un emparedado con tocineta, haría bien según la RAE en pedir un sánwich con beicon, ambos catalogados como español oficial, pero también podría pedirlo – aunque le cueste creerlo – con bacón, sí… bacón: español oficial.

En el segundo caso, sin embargo el suéter se define como sinónimo de otro anglicismo – jersey – para el que se mantiene la escritura inglesa pero no su pronunciación (yersi), que se transmuta en jersei. Para esto los Académicos de la RAE han aplicado la lógica de la pronunciación ortográfica que trata de leer el vocablo tal y como se escribe. Lo mismo hicieron con el enorme iceberg que, en lugar de pronunciarse con la lógica fonética (aisberg), se debe pronunciar tal y como se  escribe: i-ce-berg (a ver, inténtelo). Y por supuesto, con el famoso Wifi que casi suena güi-fi según la RAE, aunque los latinoamericanos, siempre revolucionarios, insistamos en llamar “guai-fai”.

¿Y la lógica? Pues de lógica nada. Uno habría pensado que por lógica la RAE habría debido seguir en forma consistente uno de dos caminos: O bien usar siempre la pronunciación ortográfica, respetando la escritura original y cambiando radicalmente el sonido de las palabras (como hacen con iceberg y jersey). O bien usar siempre la sustitución fonética manteniendo el sonido en detrimento de la escritura original (como en suéter, bluyín y beicon). Cabría esperar algunas excepciones, siempre que hubiera un buen argumento que les diera ese carácter excepcional.

Pero, más que excepciones, lo que hoy parece caracterizar al Diccionario de la RAE en la adopción de vocablos del inglés, son las ocurrencias. Porque una cosa es discutir si una palabra se escribe en español tal y como se escribe o como se pronuncia en inglés y otra muy distinta es hacerlo a veces así, a veces asá y a veces ni así ni asá: como cuando el diccionario oficial de nuestra lengua incorpora palabras como baby-sitter parking o backstage, escritas así tal cual, como en inglés. ¿Y la pronunciación? ¿beibi o babi? ¿bacstaje o bacsteich? Ah… en esos casos, juéguesela.

Ni qué decir, para terminar, de las palabras que se adoptan del inglés con un significado diferente al que tienen en su lengua original, como cuando el vocablo “Christmas” se incorpora oficialmente al diccionario español pero no para significar Navidad – que es lo que significa en inglés – sino ¡como una tarjeta de navidad! Ahí sí, mejor “apague y vamonós” o, como podría decir algún día la RAE “ternof an letosgó”.

Fuente: http://www.elfinancierocr.com/blogs/subversiones/Espanol-logica-Real_Academia-jersey-bluyin-orsay_7_952774714.html

Fuente de la imagen: https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/b/b9/Diccionario_de_la_Lengua_Espa%C3%B1ola,_on_side.jpg

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La educación y el informe de la OCDE

Hay que tener cuidado cuando se dice que invertimos tanto o más que los países de la OCDE

LEONARDO GARNIER

El informe de la OCDE destaca correctamente las carencias que desde mediados de la década pasada identificamos en nuestra educación.

Para empezar, Costa Rica sufrió una tragedia educativa como resultado del manejo de la crisis de 1979–1983: la cobertura en secundaria, que había subido de un 20% a un 60% entre los años 50 y los 70, cayó al 50% en 1983 y tardó casi dos décadas en recuperar el nivel de 1979. Tal es la causa de que la mitad de la fuerza laboral de hoy no haya ido al colegio.
La cobertura subió sistemáticamente durante los últimos quince años y hoy supera el 90%, pero el esfuerzo debe continuar hasta lograr que todos los jóvenes completen la secundaria.

El cambio no podría ser más claro: la deserción bajó de un 13,2% en el 2006 a un 8,7% en el 2014, y la tasa bruta de matrícula en educación secundaria diversificada (décimo y undécimo), que en el 2000 era de apenas un 44%, hoy es del 81%.

Las brechas de acceso, que efectivamente habían aumentado en el pasado como resultado de la crisis y de la lenta recuperación, vieron una muy notable mejoría durante la última década: para la población de 13 a 17 años, la brecha en asistencia escolar que separaba a los jóvenes urbanos y los rurales, que era del 30% en el 2003, cayó al 7% en el 2013; la brecha que separaba a los jóvenes de mayores y los de menores ingresos bajó del 44% al 17%.

Sigue pendiente la tarea de hacer desaparecer totalmente esas brechas, pero la reducción durante la última década es clara y significativa.

El informe de la OCDE llama la atención sobre nuestros bajos resultados en las pruebas PISA.

Empecemos por decir que Costa Rica ni siquiera participaba en las pruebas PISA. Fue a partir del 2007 que solicitamos nuestro ingreso a estas pruebas y participamos en las del 2009 y 2012. Como esperábamos, nuestros resultados en las tres asignaturas –lectura, ciencias y matemáticas– son bajos para estándares de la OCDE, aunque sean de los más altos de América Latina, solo superados por Chile.

Esto confirmó lo que mostraron también las pruebas Serce y Terce, donde también Costa Rica destaca en el continente latinoamericano, pero sigue lejos de los mejores sistemas educativos.

¿Qué hicimos? A partir de los resultados de Serce, Terce y PISA –así como de las pruebas nacionales– procedimos a transformar integralmente los programas de Matemáticas en una de las reformas más ambiciosas que conozcamos y que continúa su aplicación en nuestras aulas. Transformamos también la enseñanza del Español: se introdujo la enseñanza de la Lógica en secundaria y del desarrollo de la capacidad de razonamiento y argumentación en primaria; y se transformó radicalmente la enseñanza de la lectoescritura desde primer grado y con una reforma de la educación preescolar que incorpora la conciencia fonológica como primer paso para el desarrollo de la lectoescritura.

En Ciencias, siguiendo exitosas prácticas internacionales, se incorporó el aprendizaje a través de la indagación y no de la memorización de resultados: aprender a partir de las preguntas, no de las respuestas.

Pero la calidad educativa va más allá de lo puramente académico. Hoy se habla de la importancia de las soft skills, y fue precisamente ese el eje de nuestras reformas educativas.

El proyecto Ética, estética y ciudadanía enfatizó la importancia de aprender a vivir y a convivir, de desarrollar el gusto y el talento artístico, la creatividad, los valores y destrezas ciudadanas, fomentar la convivencia y el disfrute de la diversidad, promover las prácticas para una vida sana, incluidos el disfrute responsable de la sexualidad y la afectividad y, algo vital, desarrollando la capacidad emprendedora para enfrentar y resolver problemas. Así, promovimos un giro que recuperara la vocación formativa integral de la educación.

Inversión. Es cierto que la inversión educativa ha aumentado significativamente en la última década, y eso es bueno. Pasamos de invertir un 4,7% del PIB en educación (lo que estaba por debajo del mandato constitucional del 6%) a un 7,4% y con la meta de llegar al 8% del PIB.

Aunque el esfuerzo en inversión educativa es muy grande, hay que tener cuidado cuando se dice que invertimos tanto o más que los países de la OCDE: es cierto que invertimos una mayor proporción del PIB pero, en realidad, Costa Rica apenas invierte una tercera parte de lo que los países de la OCDE invierten en educación por cada estudiante, que es lo que realmente cuenta para la calidad educativa: cuánto se invierte por estudiante.

El aumento de nuestra inversión educativa permitió financiar la expansión de la cobertura en preescolar, que ha pasado de un 44% en el 2000 a un 76% en el 2014; y el ya mencionado aumento de la cobertura en secundaria, que pasó de un trágico 44% en el 2000 al 81% en el 2014.

También permitió financiar un notable aumento en la inversión en infraestructura: el presupuesto anual del MEP en este rubro no llegaba a ¢6.000 millones en el 2006, pero superó en promedio los ¢30.000 millones en los últimos cinco años, quintuplicando la construcción de infraestructura educativa, con énfasis en zonas rurales y urbano-marginales.

La mayor inversión educativa permitió financiar la expansión y modernización de nuestra educación técnica: pasamos de 71 a 132 colegios técnicos, lo que permitió expandir la cobertura de 58.000 a más de 97.000 estudiantes en colegios técnicos en los últimos cinco años, aumentando su participación del 18% al 26% del total de estudiantes de ese nivel.

Finalmente, el aumento en la inversión educativa permitió brindar un notable aumento salarial a nuestros docentes, quienes hoy ganan como profesionales que son.

Esto no solo es importante como remuneración justa de la profesión docente sino como un elemento estratégico para atraer a los mejores candidatos a las facultades de educación.

Esto debe enfatizarse porque cómo pretenderíamos que los mejores estudiantes quieran estudiar Educación, si la remuneración de la profesión docente seguía por debajo de las demás profesiones.

Por eso, la mejora de los salarios docentes es fundamental para que mejore también la calidad educativa.

No es suficiente, hace falta seguir avanzando hacia un sistema de evaluación docente, sin duda, pero tener buenos docentes requiere que la remuneración de estos sea justa y atractiva.

Fuente: http://www.novias.co.cr/es/005829_4541417

Fuente de la foto: http://blogdesociologia.com/wp-content/uploads/2014/11/PISA-OCDE.jpg

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