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Vocación magisterial, injusticia laboral

Por: Lev Moujahid Velázquez Barriga

 

«Los trabajadores de la secundaria técnica 153 encarnan la vocación histórica del magisterio, el compromiso que muchos docentes tienen con la educación, los niños y jóvenes, por encima de cualquier interés personal.»

La profesora Aidee Morelos Reséndiz tiene 38 años, es originaria del Puerto de Lázaro Cárdenas, esposa y madre de tres hijos, mujer alegre, amigable y dedicada, a decir de sus compañeros. Proveniente de una familia de maestros, se vio alentada a estudiar la licenciatura en sicología educativa y luego la maestría en sociología de la educación. Desde 2008 se inició en la docencia de secundaria con la materia de cívica y ética, pero como trabajadora eventual, por horas y sin plaza base.

En 2010 su escuela abrió una extensión en la comunidad de Guacamayas, cerca del puerto, pero a 45 minutos de su casa; es decir, le lleva hora media ir y venir de su trabajo. Con ella llegaron otros 11 maestros, también eventuales, que ya estaban laborando en otras escuelas. Les llevó cinco años de gestión ante las autoridades educativas y municipales el reconocimiento oficial del centro escolar con una clave propia en el sistema público 16DST0153N; ahí, donde había sido una huerta de mangos, se cosechó la secundaria técnica 153.

En la secundaria se construyeron tres aulas, la dirección y los baños por medio de programas gubernamentales. Inicialmente, atendieron familias aledañas a la escuela, cuya actividad principal era la albañilería, pero la matrícula se incrementó cuando se estableció un conjunto habitacional adonde migraron las familias de marinos, mineros y maestros, por lo que las aulas fueron insuficientes para atender la demanda de ingreso; sin embargo, los apoyos oficiales para infraestructura y mobiliario ya no llegaron.

 

Las carencias no sólo se agudizaron en el centro escolar, también para los maestros; Aidee y sus compañeros dejaron de cobrar cada seis meses, el pago de su salario se empezó a prolongar hasta un año, sin derecho a prestaciones ni remuneración alguna en receso escolar; no obstante, debían estar pendientes de no dejar solas las instalaciones en periodos vacacionales. Lo anterior no fue impedimento para echar adelante la escuela, los mentores se organizaron durante cuatro años para vender refrescos en los semáforos, ropa usada en los tianguis populares, activaron la cooperativa escolar, hicieron rifas con aportaciones personales, solicitaron estructuras de sillas y escritorios viejos a otras secundarias de la región para reutilizarlos. Con ayuda de sus hijos, esposos y esposas, alumnos y familias, construyeron tres aulas más de materiales austeros, reconstruyeron la carpintería de los muebles casi inservibles que les habían donado y adecuaron áreas deportivas para el disfrute común de los estudiantes.

Pese a ser una escuela técnica, no tuvo el equipamiento oficial para la variedad de talleres que caracteriza a ese subsistema; fue necesaria, otra vez, la intervención de los profesores eventuales, quienes dispusieron de la mitad del salario que les habían retrasado por un año; tal fue el caso del profesor de refrigeración, que además echó mano de lo que tenía en casa para tener lo mínimo para sus alumnos y evitar el cobro de cuotas a las familias, que de por sí, ya tenían una condición económica difícil.

Cuando el director se jubiló, Aidee tuvo que asumir la encargatura de la escuela, que hoy tiene seis grupos y casi 200 alumnos. Ahora, debe trabajar 20 horas frente a grupo en pagos por servicios eventuales; además, de tareas (sin pago ni clave oficial) de dirección, administración, gestión escolar, atención a los padres de familia y coordinación de 17 maestros; ni uno solo cuenta con plaza de base, lo cual es absolutamente injustificable, porque no se puede creer que la autoridad educativa no se haya dado cuenta durante tantos años. Los profesores no han dejado de trabajar un solo día; hoy han acumulado 66 quincenas sin recibir salario porque la Secretaría de Educación, paradójicamente, no los reconoce como trabajadores, pero sí les exige, a través de documentos personales, las evaluaciones, estadísticas, plantillas de personal y otros requerimientos administrativos, cada vez que han tomado como medida de protesta no enviar información oficial a la autoridad educativa.

Los trabajadores de la secundaria técnica 153 encarnan la vocación histórica del magisterio, el compromiso que muchos docentes tienen con la educación, los niños y jóvenes, por encima de cualquier interés personal. Sin embargo, para Aidee ya son 14 años de haberle entregado su vida a la docencia, de vivir en la incertidumbre laboral y salarial; en el mismo tiempo han pasado tres gobiernos nacionales, tres partidos políticos distintos e igual número de proyectos de reforma educativa, unos se identificaron con el neoliberalismo y otro no. Invariablemente, para todos, la precariedad en que viven las escuelas y los maestros ha sido un asunto de políticas focalizadas para administrar y, en los peores casos, profundizar los problemas de raíz.

Fuente de la información: https://profelandia.com

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Cultura y magisterio democrático

Por: Lev M. Velázquez Barriga*
Del 16 de abril al 13 de mayo, el Librobús, en la ruta de la sección 18 de la CNTE, nombrada por los maestros José María Morelos y Pavón, recorrió, desde la Ciudad de México y por todo el territorio de Michoacán: mil 820 kilómetros en 28 días; durante su recorrido hicieron 25 visitas municipales en plazas públicas, escuelas, comunidades indígenas y rurales; en el oriente, zona centro, capital moreliana, región lacustre, meseta purépecha, costa, tierra fría, valle de Apatzingán y tierra caliente, donde los docentes repartieron gratuitamente 14 mil 320 libros, 12 mil 100 aportados por el Fondo de Cultura Económica (FCE) y los demás fueron donados por la Cámara de Diputados, la Universidad de Nuevo León y el propio magisterio.

Aunque no es la primera vez que el Librobús se desplaza por el país como una librería ambulante estacionándose en puntos estratégicos de las ciudades y pueblos, este proyecto, al que se le llamó Plan Michoacán, fue caracterizado por el escritor Paco Ignacio Taibo II, director del FCE, como el dispositivo de promoción a la lectura, en movimiento y llevado hasta el campo territorial, más grande que se haya dado en las últimas décadas en México.

La magna estrategia de fomento a la lectura demostró que, cuando se incluye al magisterio democrático, se hace posible desplegar su capacidad de convocatoria, la fortaleza de sus vínculos sociales y comunitarios con los alumnos y las familias, así como los lazos de colaboración con los cabildos, las jefaturas de tenencia, comisarías ejidales y consejos comunales, que le permitieron organizarse hasta las regiones de mayor conflicto. Ahí donde impera la violencia cotidiana, se le impuso una celebración de paz en torno a los libros y la exaltación de la cultura regional.

Al paso del Librobús, maestras y maestros, realizaron toda una movilización pedagógica, didáctica y cultural de sus proyectos alternativos de educación: a la activación física para iniciar la jornada de trabajo, le seguían la mística rebelde para alentar sensibilidad política y la indignación ante las injusticias; las actividades para el desarrollo neuronal; canto social y popular; talleres literarios, de ciencias, creatividades y economías endógenas; presentaciones de libros del FCE y de los maestros locales; conferencias; cuenta cuentos y declamaciones; dramatizaciones y guiñoles; rondas y bailables; vítores y algarabías que coreaban jubilosos: ¡En la CNTE, la cultura está presente!

Lo que debía ser una serie de eventos protocolarios de entrega de libros gratuitos, se convirtió en una fiesta de danzas, música, gastronomía, costumbres, tradiciones regionales y cosmovisiones indígenas. La dimensión política, característica de cualquier actividad de la CNTE, marcó su sello de inicio a fin en la ruta magisterial, en cada telón de fondo se leía la paráfrasis de Paulo Freire: Leamos un texto para cambiar el contexto.

Paco Ignacio Taibo II y Roberto Rico, del programa Librobús en tu escuela, no escondieron su simpatía por el magisterio disidente y sus potencialidades en la formación crítica de la ciudadanía; Sofía Trejo coordinadora nacional de salas de lectura y el escritor Armando Bartra fueron testigos de la indignación magisterial hacia el gobierno estatal de la Cuarta Transformación que le entregó la Secretaría de Educación a la derecha priísta y de otro federal que dejó de escuchar a los docentes; el politólogo de la UNAM Mauro Jarquín comprobó en cada escuela que la política global de neoliberalismo educativo estudiada en su libro Pedagogía del capital está más viva que nunca; el antropólogo de la Universidad Veracruzana Alberto Colín recogió decenas de experiencias de docentes que han padecido los estragos de la violencia organizada, evidenció la falta de protocolos y propuestas para una cultura de paz; Óscar de Pablo, autor de Primo Tapia: romance y vida, reconoció en el pueblo de Naranja de Tapia la vigencia del pensamiento agrarista ante el despojo de las tierras comunales y ejidales para el agronegocio trasnacional del aguacate; Marco Lagunas y Lorel Manzano enseñaron a los maestros de Cherán que las letras son solidarias con las causas justas y Nani Keri Melita que no escribió ningún libro, pero que se han escrito varios sobre ella y las muchas mujeres indígenas rebeldes, reconstruyó la narrativa de aquel pueblo obligado a defender el territorio vivo y organizar el gobierno comunal; los doctores en pedagogía y profesores de secundaria, César Valdovinos y Luis Miguel Cisneros, recordaron que la posibilidad de teorizar la educación desde el movimiento magisterial disidente no es una utopía, sino una necesidad urgente para reconstruir las escuelas desde abajo y a la izquierda.

El Librobús se fue el viernes 13 y nadie le hizo honor a sus dos trabajadores de la cultura que durante cuatro semanas y lejos de casa lo hicieron caminar; abrieron y cerraron sus puertas a diario para atender a miles de personas, niños, niñas y jóvenes llenos de inquietudes e impaciencias; aquellos dos, como los docentes son igual de proletarios y precarizados; por ellos y por todos los trabajadores sin justicia, es la marcha nacional de todas las resistencias del 15 de mayo y la convocatoria a la creación de un frente nacional del pueblo unido.

*Doctor en pedagogía crítica

Fuente de la información: https://www.jornada.com.mx

Imagen: https://www.facebook.com/

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Escuelas de Tiempo Completo, neoliberalismo educativo

LA JORNADA

 

«Escuelas de Tiempo Completo, neoliberalismo educativo»

Lev M. Velázquez Barriga.

08/05/2022

 

Los proyectos pedagógicos y curriculares del neoliberalismo no se implementaron por separado: a través de la carrera magisterial se formó al docente competitivo y dócil a las pedagogías del capital. El Consejo de Participación Social, el Proyecto de Escuelas de Calidad, las Escuelas de Tiempo Completo (ETC), la Escuela al Centro y al CIEN desarrollaron las medidas gerenciales de administración de la precariedad, organización empresarial y privatización escolar.

 

Las evaluaciones estandarizadas y/o paramétricas fortalecieron la noción de crisis de la educación pública estatal para facilitar la rectoría de los organismos privados, finamente llamada gobernanza, sobre los cambios hacia la mercantilización de las escuelas, el currículo y los libros de texto; así como los recortes directos a la membresía de la nómina docente o su precarización a través de reformas excepcionales, fuera de las protecciones de las leyes laborales.

 

A diferencia de las ETC y siete años antes de que éstas fueran implementadas con Felipe Calderón en 2007, las Escuelas Integrales de Educación Básica (EIEB) iniciaron con un horario de jornada ampliada, pero no fungieron como centro de aterrizaje de este conjunto de políticas del neoliberalismo educativo, ni exaltaron como cualidad virtuosa el horario extendido para facilitar a las empresas que los trabajadores desempeñaran su jornada laboral, mientras sus hijos permanecían por más tiempo en las escuelas.

 

Las EIEB de la CNTE partieron de la necesidad de romper con las falencias y reduccionismos del currículo, centrado en la parcialización del conocimiento en disciplinas (materias) que impedía la comprensión de un mundo cada vez más complejo; cosificador (reduciendo a cosa) del ser humano como un portador de competencias transferibles al ámbito fabril, de la empresa y el mercado, para potenciar la reproducción de capital y la ampliación de la ganancia, en una sociedad caracterizada por el hiperconsumo.

 

Las EIEB implementaron un modelo de formación holística y de concepción multidimensional del ser humano; qué debía incluir cotidianamente varios dispositivos de aprendizaje en diferentes momentos de formación: académica, artística, tecnológica, lúdica, espiritual no religiosa, para la cultura física y deportiva, trabajo solidario y cooperativo, cuidado del cuerpo y el medio ambiente, toma democrática de decisiones, vinculación y transformación comunitaria (barrio, colonia o comunidad). La jornada ampliada se dio como necesidad de un proyecto pedagógico integral y no por una demanda economicista para favorecer la incorporación de hombres y mujeres a la vida laboral.

 

Cada dispositivo de aprendizaje: planeación no enciclopédica ni con base en el currículo prestablecido sino situada y a partir del contexto comunitario global; talleres diversos; comedor escolar y comunitario; huerto; asamblea de niños; asamblea comunitaria; proyecto productivo y sustentable; mística libertaria (sensibilización, no racionalización, política de la realidad) y aulas hexagonales, tiene un impacto sobre el currículo que lo modifica o le imprime otros contenidos; además, construye nuevas relaciones políticas simétricas, soberanía popular, seguridad y autonomía alimentaria (sin trasnacionales en la tienda escolar), justicia social y cognitiva (saberes ancestrales y populares), democracia protagónica, trabajo para el bien común sin explotación humana ni de la naturaleza, sentido de pertenencia de clase y de una sola humanidad planetaria sin distinción de raza, horizontalidad del espacio físico para el aprendizaje en el aula.

 

Las ETC reprodujeron cada paso en el manual del modelo gerencial; instrumentaron el currículo monocromático de formación en competencias y de estudiantes simplificados a su dimensión económico productiva; asimilaron la rendición de cuentas de las examinaciones estandarizadas; promovieron la eliminación de los dobles turnos y fueron el punto de referencia de la escuela al centro para el fallido intento de Aurelio Nuño por concentrar a las poblaciones rurales hacia centros de producción fabril y tecnológica, pretendiendo eliminar 100 mil escuelas de la zona rural o multigrado.

 

La Escuela es Nuestra (LEEN) del gobierno de la 4T, ya era la implementación del Sistema de Administración Escolar Descentralizada y Autonomía Presupuestaria, que la Nueva Gestión Pública exaltó, luego de la caída de la economía estatizada y socialista, como el triunfo de la organización empresarial sobre las instituciones públicas; sin embargo, sus nuevos lineamientos en donde se incluye a la ETC, nos dejan a un paso más cercano del gerencialismo implementado como Escuela Concertada en España; subvencionada en Chile, y Chárter en EU, donde se liberalizaron los recursos públicos para desfinanciar la oferta y los asignaron a la demanda, que da a los administradores económicos del servicio educativo la facultad de decidir sobre el salario o recontratación de los maestros. Las consecuencias han sido similares: mayor precariedad docente en lo laboral y salarial, sistema competitivo entre las escuelas, reproducción de las desigualdades en el derecho a una buena educación, cada vez menos escuelas públicas y mayor participación de las familias para solventar el desfinanciamiento de la oferta.

 

Los nuevos lineamientos de LEEN y la ETC son el asidero perfecto que el neoliberalismo educativo necesita para reproducir el currículo colonial, clasista, patriarcal, punitivo, competencial, conductista, meritocrático, eurocéntrico, inhumano y racista del que dice tomar distancia el marco curricular 2022; pero, también lo es el sistema para la carrera de las maestras y maestros. Sin el sustento de las muchas experiencias territoriales de la educación popular, la eliminación de la meritocracia docente y otra formación en las pedagogías de la emancipación social, el nuevo currículo, lamentablemente tienen un futuro incierto.

 

*Doctor en pedagogía crítica

Fuente de la información: https://www.jornada.com.mx/2022/05/08/opinion/011a2pol

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México: Escuelas de tiempo completo, neoliberalismo educativo

Escuelas de tiempo completo, neoliberalismo educativo

Lev M. Velázquez Barriga 

Los proyectos pedagógicos y curriculares del neoliberalismo no se implementaron por separado: a través de Carrera Magisterial se formó al docente competitivo y dócil a las pedagogías del capital; el Consejo de Participación Social, el Proyecto de Escuelas de Calidad, las Escuelas de Tiempo Completo (ETC), la Escuela al Centro y al CIEN, desarrollaron las medidas gerenciales de administración de la precariedad, organización empresarial y privatización escolar.

Las evaluaciones estandarizadas y/o paramétricas fortalecieron la noción de crisis de la educación pública estatal para facilitar la rectoría de los organismos privados, finamente llamada gobernanza, sobre los cambios hacia la mercantilización de las escuelas, el currículo y los libros de texto; así como los recortes directos a la membresía de la nómina docente o su precarización a través de reformas excepcionales, fuera de las protecciones de las leyes laborales.

A diferencia de las ETC y siete años antes de que éstas fueran implementadas con Felipe Calderón en 2007, las Escuelas Integrales de Educación Básica (EIEB) iniciaron con un horario de jornada ampliada, pero no fungieron como el centro de aterrizaje de este conjunto de políticas del neoliberalismo educativo, ni exaltaron como cualidad virtuosa de la escuela el horario extendido para facilitar a las empresas que sus trabajadores desempeñaran su jornada laboral, mientras que sus hijos permanecían por más tiempo en las escuelas.

Las EIEB de la CNTE partieron de la necesidad de romper con las falencias y reduccionismos del currículo, centrado en la parcialización del conocimiento en disciplinas (materias) que impedía la comprensión de un mundo cada vez más complejo; cosificador (reduciendo a cosa) del ser humano como un portador de competencias transferibles al ámbito fabril, de la empresa y el mercado, para potenciar la reproducción de capital y la ampliación de la ganancia, en una sociedad caracterizada por el hiperconsumo.

Las EIEB implementaron un modelo de formación holística y de concepción multidimensional del ser humano; que debía contemplar cotidianamente varios dispositivos de aprendizaje en diferentes momentos de formación: académica, artística, tecnológica, lúdica, espiritual no religiosa, para la cultura física y deportiva, trabajo solidario y cooperativo, cuidado del cuerpo y el medio ambiente, toma democrática de las decisiones, vinculación y transformación comunitaria (barrio, colonia o comunidad). La jornada ampliada, se dio como necesidad de un proyecto pedagógico integral y no por una demanda economicista para favorecer la incorporación de hombres y mujeres a la vida laboral.

Cada dispositivo de aprendizaje: planeación no enciclopédica ni con base en el currículo preestablecido sino situada y a partir del contexto comunitario global; talleres diversos; comedor escolar y comunitario; huerto; asamblea de niños; asamblea comunitaria; proyecto productivo y sustentable; mística libertaria (sensibilización, no racionalización, política de la realidad) y aulas hexagonales, tiene un impacto sobre el currículo que lo modifica o le imprime otros contenidos; además, construye nuevas relaciones políticas simétricas, soberanía popular, seguridad y autonomía alimentaria (sin trasnacionales en la tienda escolar), justicia social y cognitiva (saberes ancestrales y populares), democracia protagónica, trabajo para el bien común sin explotación humana ni de la naturaleza, sentido de pertenencia de clase y de una sola humanidad planetaria sin distinción de raza, horizontalidad del espacio físico para el aprendizaje en el aula.

Las ETC reprodujeron cada paso en el manual del modelo gerencial; instrumentaron el currículo monocromático de formación en competencias y de estudiantes simplificados a su dimensión económico productiva; asimilaron la rendición de cuentas de las examinaciones estandarizadas; promovieron la eliminación de los dobles turnos y fueron el punto de referencia de la Escuela al Centro para el fallido intento de Aurelio Nuño por concentrar a las poblaciones rurales hacia centros de producción fabril y tecnológica, pretendiendo eliminar cien mil escuelas de la zona rural o multigrado.

La Escuela es Nuestra (LEEN) del gobierno de la 4T, ya era la implementación del Sistema de Administración Escolar Descentralizada y Autonomía Presupuestaria que la Nueva Gestión Pública exaltó, luego de la caída de la economía estatizada y socialista, como el triunfo de la organización empresarial sobre las instituciones públicas; sin embargo, sus nuevos lineamientos en donde se incluye a la ETC, nos dejan a un paso más cercano del gerencialismo implementado como Escuela Concertada en España, Subvencionada en Chile y Chárter en EUA, donde se liberalizaron los recursos públicos para desfinanciar la oferta y los asignaron a la demanda, que da a los administradores económicos del servicio educativo la facultad de decidir sobre el salario o recontratación de los maestros. Las consecuencias han sido similares: mayor precariedad docente en lo laboral y salarial, sistema competitivo entre las escuelas, reproducción de las desigualdades en el derecho a una buena educación, cada vez menos escuelas públicas y mayor participación de las familias para solventar el desfinanciamiento de la oferta.

Los nuevos lineamientos de LEEN y la ETC, son el asidero perfecto que el neoliberalismo educativo necesita para reproducir el currículo colonial, clasista, patriarcal, punitivo, competencial, conductista, meritocrático, eurocéntrico, inhumano y racista; del que dice tomar distancia el marco curricular 2022; pero, también lo es el sistema para la carrera de las maestras y maestros. Sin el sustento de las muchas experiencias territoriales de la educación popular, la eliminación de la meritocracia docente y otra formación en las pedagogías de la emancipación social, el nuevo currículo, lamentablemente tienen un futuro incierto.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

 

Fuente de la Información: https://rebelion.org/escuelas-de-tiempo-completo-neoliberalismo-educativo/

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Mundo: Aprendizajes inesperados

Aprendizajes inesperados

 

Lev M Velázquez Barriga

El coronavirus es una reacción de la naturaleza ante su mayor depredador: el ser humano. Tal aseveración pareciera un discurso de las izquierdas radicales que no comparten la visión de desarrollo del empresariado, pero no es así.

Klaus Schwab, articulador del Foro Económico Mundial de Davos, donde reúne a los líderes más influyentes del mundo pro capitalista, pone al descubierto en su libro “Covid 19: El gran reinicio” que esta pandemia y otros patógenos zoonóticos (transmisibles de un animal a un ser humano), son producto de la invasión que hemos hecho del hábitat natural de los animales; es decir, cambios de uso de grandes extensiones de tierra para la agricultura extensiva, extractivismo, deforestación, desarrollos turísticos y habitacionales, ganadería a gran escala, industrialización, contaminación ambiental, vías de comunicación y megaproyectos.

Schwab concluye que “cuanto más alteramos el medio ambiente […] mayor es el riesgo de nuevas pandemias”. No obstante, las agendas corporativas de las industrias 4.0 del Foro de Davos, mantienen estratos de las cadenas de valor en la extracción de materias primas para producir tecnologías avanzadas o su aplicación en la agroindustria, lo que sigue agudizando la crisis ambiental y, con ello, el peligro de la extinción de todo lo vivo. Además, parecen estar más preocupados por introducir un conjunto de tecnologías del siglo XXI con formas de explotación laboral del siglo XVIII, las cuales no han sido reguladas todavía por las legislaciones nacionales.

Lo que debió y debería ser en adelante, en palabras de Naomi Klein, “los años de la reparación” planetaria y de la humanidad, se han convertido en un laboratorio para instaurar la globalización del capitalismo informático, en donde la economía de plataformas y aplicaciones organiza la esclavitud digital con base en el control virtual del trabajo, de su ampliación a jornadas que superan las ocho horas, experimentando vínculos laborales sin reconocimiento; si los milenials concibieron como precarios los contratos de renovación semestral, las generaciones posmilénicas padecen la extinción de la relación contractual y la noción de trabajador, sustituidos por la prestación de servicios individuales, también llamados “socios”, en tiempos infinitesimales, minutos u horas, tal como lo hace UberRappiDiDi o empresas similares.

Naomi Klein, nos advierte que los tiempos de la reparación no se limitan a la restauración de los edificios de escuelas y hospitales, precisamente donde muchos de nosotros hemos ubicado nuestras preocupaciones; pareciera que el reacondicionamiento de infraestructura es lo único, si no, lo más importante que nos detiene para regresar a la normalidad escolar y educativa. De ser así, no habremos aprendido casi nada de la pandemia ni de aquellos primeros debates en los que juramos no volver jamás a la normalidad capitalista, porque justamente eso es lo que puso en crisis el sistema educativo.

La escuela de la pandemia y de la pos pandemia, no ha reaccionado de frente al modelo de superexplotación de la naturaleza, productor de las enfermedades que están amenazando a la humanidad en las ultimas y las posteriores décadas; a la agudización de la violencia familiar y de género; a la profundización de las desigualdades sociales históricas y de nuevas situaciones de infopobreza; al laboratorio de precariedades laborales que se experimentan en las generaciones de juventudes abandonadas a las economías digitales no reguladas por ninguna legislación de protección laboral.

Preocupa que el regreso a las clases presenciales sea también la vuelta a los aprendizajes preestablecidos en el currículo lineal. Lo que aconteció con la pandemia fue lo inesperado, la incertidumbre como principio de una realidad en constante cambio; ni los pronósticos basados en la estadística y la ciencia cuantitativa sobre el comportamiento del virus instalado en la sociedad han sido verdades inamovibles. Lo esperado, lo cotidiano, lo de siempre y las inercias de las trayectorias escolares no caben en las emergencias, son de hecho un problema para superar las situaciones de crisis. ¿Por qué entonces la necedad de resituarse en los aprendizajes esperados?

En oposición a esta manifestación del pensamiento unidireccional, coincido con otros pedagogos mexicanos que han señalado que lo urgente y más importante es reconocer, reflexionar y recuperar los “aprendizajes inesperados”; es decir, los que resultaron de la inteligencia y la creatividad humana en contextos excepcionales, justamente para comprender realidades disruptivas, para enfrentarlas sin quedarse pasmados ante el advenimiento de su complejidad abrumadora y luego resolverse como colectividades emancipadoras, críticas y propositivas en constante transformación de sí y de sus contextos.

Necesitamos pensar un currículo para la emergencia; romper las dinámicas lineales, atrevernos a cambiar lo instituido. Resulta impensable enseñar historia u otras disciplinas que no sitúen críticamente los puntos de quiebre que nos llevaron a la crisis ambiental y a las reacciones de autodefensa de la naturaleza; no podemos seguir replicando la formación de habilidades digitales distanciándose de la resolución de las necesidades humanas. Es urgente aprender ciencias que expliquen los problemas de la salud de nuestro tiempo, que diserten sobre la producción y las prácticas de consumo sustentable, orientados por los conocimientos de la seguridad alimentaria; no debemos continuar con un tipo de gestión escolar gerencial, negando la imperiosa necesidad de construir posibilidades económicas cooperativas. Todo parece indicar que la emergencia no será la excepción, sino la condición característica de nuestro tiempo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Fuente de la Información:  https://rebelion.org/aprendizajes-inesperados/

 

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Aprendizajes inesperados

Por: Lev M. Velázquez Barriga*

El coronavirus es una reacción de la naturaleza ante su mayor depredador: el ser humano. Tal aseveración pareciera un discurso de las izquierdas radicales que no comparten la visión de desarrollo del empresariado, pero no es así. Klaus Schwab, articulador del Foro Económico Mundial de Davos, donde reúne a los líderes más influyentes del mundo procapitalista, pone al descubierto en su libro Covid-19: el gran reinicio que esta pandemia y otros patógenos zoonóticos (transmisibles de un animal a personas) son producto de la invasión que hemos hecho del hábitat natural de los animales; es decir, cambios de uso de grandes extensiones de tierra para la agricultura extensiva, extractivismo, deforestación, desarrollos turísticos y habitacionales, ganadería a gran escala, industrialización, contaminación ambiental, vías de comunicación y megaproyectos.

Schwab concluye que “cuanto más alteramos el medio ambiente […] mayor es el riesgo de nuevas pandemias”. No obstante, las agendas corporativas de las industrias 4.0 del Foro de Davos, mantienen estratos de las cadenas de valor en la extracción de materias primas para producir tecnologías avanzadas o su aplicación en la agroindustria, lo que sigue agudizando la crisis ambiental y, con ello, el peligro de la extinción de todo lo vivo. Además, parecen estar más preocupados por introducir un conjunto de tecnologías del siglo XXI con formas de explotación laboral del siglo XVIII, las cuales no han sido reguladas por las legislaciones nacionales.

Lo que debió y debería ser en adelante, en palabras de Naomi Klein, “los años de la reparación” planetaria y de la humanidad, se han convertido en un laboratorio para instaurar la globalización del capitalismo informático, donde la economía de plataformas y aplicaciones organiza la esclavitud digital con base en el control virtual del trabajo, de su ampliación a jornadas que superan las ocho horas, experimentando vínculos laborales sin reconocimiento; si los millennials concibieron como precarios los contratos de renovación semestral, las generaciones posmilénicas padecen la extinción de la relación contractual y la noción de trabajador, sustituidos por la prestación de servicios individuales, también llamados “socios”, en tiempos infinitesimales, minutos u horas, tal como lo hace Uber, Rappi, DiDi o empresas similares.

Klein advierte que los tiempos de la reparación no se limitan a la restauración de los edificios de escuelas y hospitales, precisamente donde muchos hemos ubicado nuestras preocupaciones; pareciera que el reacondicionamiento de infraestructura es lo único, sino lo más importante que nos detiene para regresar a la normalidad escolar y educativa. De ser así, no habremos aprendido casi nada de la pandemia ni de aquellos primeros debates en los que juramos no volver jamás a la normalidad capitalista, porque justamente eso es lo que puso en crisis el sistema educativo.

La escuela de la pandemia y de la pospandemia no ha reaccionado frente al modelo de superexplotación de la naturaleza, productor de las enfermedades que están amenazando a la humanidad en las últimas y las posteriores décadas; a la agudización de la violencia familiar y de género; a la profundización de las desigualdades sociales históricas y de nuevas situaciones de infopobreza; al laboratorio de precariedades laborales que se experimentan en las generaciones de juventudes abandonadas a las economías digitales no reguladas por ninguna legislación laboral.

Preocupa que el regreso a las clases presenciales sea también la vuelta a los aprendizajes prestablecidos en el currículo lineal. Lo que aconteció con la pandemia fue lo inesperado, la incertidumbre como principio de una realidad en constante cambio; ni los pronósticos basados en la estadística y la ciencia cuantitativa sobre el comportamiento del virus instalado en la sociedad han sido verdades inamovibles. Lo esperado, lo cotidiano, lo de siempre y las inercias de las trayectorias escolares no caben en las emergencias, son de hecho un problema para superar las situaciones de crisis. ¿Por qué, entonces, la necedad de resituarse en los aprendizajes esperados?

En oposición a esta manifestación del pensamiento unidireccional, coincido con otros pedagogos mexicanos que han señalado que lo urgente y más importante es reconocer, reflexionar y recuperar los “aprendizajes inesperados”; es decir, los que resultaron de la inteligencia y la creatividad humana en contextos excepcionales, justamente para comprender realidades disruptivas, para enfrentarlas sin quedarse pasmados ante el advenimiento de su complejidad abrumadora y luego resolverse como colectividades emancipadoras, críticas y propositivas en constante transformación de sí y de sus contextos.

Necesitamos pensar un currículo para la emergencia; romper las dinámicas lineales, atrevernos a cambiar lo instituido. Resulta impensable enseñar historia u otras disciplinas que no sitúen críticamente los puntos de quiebre que nos llevaron a la crisis ambiental y a las reacciones de autodefensa de la naturaleza; no podemos seguir replicando la formación de habilidades digitales distanciándose de la resolución de las necesidades humanas. Es urgente aprender ciencias que expliquen los problemas de la salud de nuestro tiempo, que diserten sobre la producción y las prácticas de consumo sustentable, orientados por los conocimientos de la seguridad alimentaria; no debemos continuar con un tipo de gestión escolar gerencial, negando la imperiosa necesidad de construir posibilidades económicas cooperativas. Todo parece indicar que la emergencia no será la excepción, sino la condición característica de nuestro tiempo.

Fuente de la información: https://www.jornada.com.mx

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Aprendizajes inesperados

Por Lev M. Velázquez Barriga

El coronavirus es una reacción de la naturaleza ante su mayor depredador: el ser humano. Tal aseveración pareciera un discurso de las izquierdas radicales que no comparten la visión de desarrollo del empresariado, pero no es así.

Klaus Schwab, articulador del Foro Económico Mundial de Davos, donde reúne a los líderes más influyentes del mundo pro capitalista, pone al descubierto en su libro “Covid 19: El gran reinicio” que esta pandemia y otros patógenos zoonóticos (transmisibles de un animal a un ser humano), son producto de la invasión que hemos hecho del hábitat natural de los animales; es decir, cambios de uso de grandes extensiones de tierra para la agricultura extensiva, extractivismo, deforestación, desarrollos turísticos y habitacionales, ganadería a gran escala, industrialización, contaminación ambiental, vías de comunicación y megaproyectos.

Schwab concluye que “cuanto más alteramos el medio ambiente […] mayor es el riesgo de nuevas pandemias”. No obstante, las agendas corporativas de las industrias 4.0 del Foro de Davos, mantienen estratos de las cadenas de valor en la extracción de materias primas para producir tecnologías avanzadas o su aplicación en la agroindustria, lo que sigue agudizando la crisis ambiental y, con ello, el peligro de la extinción de todo lo vivo. Además, parecen estar más preocupados por introducir un conjunto de tecnologías del siglo XXI con formas de explotación laboral del siglo XVIII, las cuales no han sido reguladas todavía por las legislaciones nacionales.

Lo que debió y debería ser en adelante, en palabras de Naomi Klein, “los años de la reparación” planetaria y de la humanidad, se han convertido en un laboratorio para instaurar la globalización del capitalismo informático, en donde la economía de plataformas y aplicaciones organiza la esclavitud digital con base en el control virtual del trabajo, de su ampliación a jornadas que superan las ocho horas, experimentando vínculos laborales sin reconocimiento; si los milenialsconcibieron como precarios los contratos de renovación semestral, las generaciones posmilénicaspadecen la extinción de la relación contractual y la noción de trabajador, sustituidos por la prestación de servicios individuales, también llamados “socios”, en tiempos infinitesimales, minutos u horas, tal como lo hace Uber, Rappi, DiDi o empresas similares.

Naomi Klein, nos advierte que los tiempos de la reparación no se limitan a la restauración de los edificios de escuelas y hospitales, precisamente donde muchos de nosotros hemos ubicado nuestras preocupaciones; pareciera que el reacondicionamiento de infraestructura es lo único, si no, lo más importante que nos detiene para regresar a la normalidad escolar y educativa. De ser así, no habremos aprendido casi nada de la pandemia ni de aquellos primeros debates en los que juramos no volver jamás a la normalidad capitalista, porque justamente eso es lo que puso en crisis el sistema educativo.

La escuela de la pandemia y de la pos pandemia, no ha reaccionado de frente al modelo de superexplotación de la naturaleza, productor de las enfermedades que están amenazando a la humanidad en las ultimas y las posteriores décadas; a la agudización de la violencia familiar y de género; a la profundización de las desigualdades sociales históricas y de nuevas situaciones de infopobreza; al laboratorio de precariedades laborales que se experimentan en las generaciones de juventudes abandonadas a las economías digitales no reguladas por ninguna legislación de protección laboral.

Preocupa que el regreso a las clases presenciales sea también la vuelta a los aprendizajes preestablecidos en el currículo lineal. Lo que aconteció con la pandemia fue lo inesperado, la incertidumbre como principio de una realidad en constante cambio; ni los pronósticos basados en la estadística y la ciencia cuantitativa sobre el comportamiento del virus instalado en la sociedad han sido verdades inamovibles. Lo esperado, lo cotidiano, lo de siempre y las inercias de las trayectorias escolares no caben en las emergencias, son de hecho un problema para superar las situaciones de crisis. ¿Por qué entonces la necedad de resituarse en los aprendizajes esperados?

En oposición a esta manifestación del pensamiento unidireccional, coincido con otros pedagogos mexicanos que han señalado que lo urgente y más importante es reconocer, reflexionar y recuperar los “aprendizajes inesperados”; es decir, los que resultaron de la inteligencia y la creatividad humana en contextos excepcionales, justamente para comprender realidades disruptivas, para enfrentarlas sin quedarse pasmados ante el advenimiento de su complejidad abrumadora y luego resolverse como colectividades emancipadoras, críticas y propositivas en constante transformación de sí y de sus contextos.

Necesitamos pensar un currículo para la emergencia; romper las dinámicas lineales, atrevernos a cambiar lo instituido. Resulta impensable enseñar historia u otras disciplinas que no sitúen críticamente los puntos de quiebre que nos llevaron a la crisis ambiental y a las reacciones de autodefensa de la naturaleza; no podemos seguir replicando la formación de habilidades digitales distanciándose de la resolución de las necesidades humanas. Es urgente aprender ciencias que expliquen los problemas de la salud de nuestro tiempo, que diserten sobre la producción y las prácticas de consumo sustentable, orientados por los conocimientos de la seguridad alimentaria; no debemos continuar con un tipo de gestión escolar gerencial, negando la imperiosa necesidad de construir posibilidades económicas cooperativas. Todo parece indicar que la emergencia no será la excepción, sino la condición característica de nuestro tiempo.

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