Violencias machistas en pandemia, un 25N más necesario que nunca

Por: Mara Nieto

Según la última Macroencuesta de Violencia contra la Mujer elaborada por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, realizada durante el 2019 sobre una muestra representativa de casi 10.000 mujeres de todo el país, una de cada dos mujeres de dieciséis o más años (en concreto un 57,3%), ha sufrido violencia machista a lo largo de su vida, y una de cada cinco (19,8%), la sufrió en el último año. Por primera vez, esta macroencuesta recoge datos de situaciones de violencia machista que han tenido lugar también fuera del ámbito de la afectividad (acoso sexual, stalking, etc.).

En la situación en la que nos encontramos actualmente, podríamos afirmar que estos datos están lejos de haber disminuido, más aún si tenemos en cuenta la situación de confinamiento que tuvo lugar los pasados meses. Durante ese periodo, se han dado una serie de factores muy determinantes para entender la grave realidad que han vivido cientos de mujeres, especialmente aquellas que sufren violencia en sus casas. En primer lugar, hemos vivido una situación de crisis, muy estresante, nueva y frustrante, lo que, como señalan muchos estudios, aumenta el nivel de irascibilidad y agresividad de los maltratadores. En segundo lugar, el aislamiento ha impedido a las mujeres salir de las situaciones de violencia, en muchos casos ni siquiera por pequeños ratos, y tampoco han podido comunicarse con libertad dentro de sus casas. Además, esto ha facilitado las estrategias de control y dominación, así como el abuso sexual, que suponen formas de violencia con graves repercusiones psicológicas en las mujeres y las niñas. Muchas adultas y también muchas menores se han visto encerradas con sus agresores bajo un mismo techo durante semanas, y no podemos obviar las consecuencias que ello puede tener para su desarrollo y su salud mental.

Cada año, la violencia machista acaba con la vida de miles de mujeres en todo el mundo. Los datos oficiales esconden una realidad que no se denuncia por miedo, por falta de medios y apoyos… En realidad, son muchas más las mujeres y niñas que la sufren, y permanecen silenciadas. Y en tiempos convulsos como los que estamos viviendo parece que esta problemática ha perdido importancia.

Durante el confinamiento, el Ministerio de Igualdad impulsó un Plan de contingencia contra la violencia de género ante la crisis de la Covid-19, con varias medidas para prevenir, controlar y minimizar las posibles consecuencias negativas en las vidas de muchas víctimas de violencia de género. A pesar de ello, queda cierta sensación de que las violencias machistas, como otras situaciones de desigualdad, han quedado relegadas a un segundo plano. Es posible que ahora el número de mujeres que no se atreven a denunciar haya aumentado, por miedo, por inseguridad, por dudar de si es un buen momento con la que está cayendo. La situación que muchas menores pueden estar viviendo en sus casas puede ser aún más delicada, teniendo en cuenta que probablemente pasan más tiempo en ellas. Las clases a distancia, el teletrabajo, las dificultades que ello implica para la conciliación, se suman a otras realidades de desigualdad y violencias que no podemos omitir, especialmente, en los centros educativos y en una fecha como el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres.

Ahora que en los centros escolares parece que el discurso ha quedado monopolizado por las mascarillas y las medidas de seguridad y prevención sanitarias, es importante que demos un espacio para denunciar y trabajar estas desigualdades, y que no queden desatendidas. Claro que el escenario actual es grave y que sus consecuencias son insoslayables, pero no nos puede servir de excusa para no abordar otras cuestiones clave que afectan el presente y el futuro de muchas personas. Podemos seguir ayudando a muchas mujeres y niñas, podemos seguir denunciando la realidad machista que nos rodea y seguir sensibilizando a las y los más jóvenes para frenar la expansión de esta discriminación. Quizás ahora tenga más sentido que nunca. Ahora tenemos la oportunidad de situar los cuidados en el centro de nuestro quehacer educativo.

Los centros escolares son espacios privilegiados donde poner en marcha todo aquello que consideramos necesario para construir una sociedad más justa e igualitaria, también en pandemia. Si partimos de la experiencia más cercana, es más fácil que los chicos y las chicas realicen aprendizajes más significativos. Por ello, puede resultar muy revelador hablar de cómo nos sentimos en esta situación, de nuestras emociones y cómo las gestionamos, analizar cómo tratamos a quienes nos rodean en este contexto de crisis sistémica, pensar qué podemos hacer para poner nuestro granito de arena en la construcción de un mundo sin violencia, cuestionar las propias actitudes machistas y cómo nos atraviesan en nuestro día a día, en casa, en el colegio, en el transporte; y reflexionar conjuntamente sobre las consecuencias que la pandemia y el confinamiento han podido tener o están teniendo para muchas mujeres y niñas en España y en el mundo entero.

Ahora que parece que hemos tomado conciencia de lo importantes que son los servicios y las labores de cuidados en esta sociedad, y de que somos seres interdependientes, que solas no podemos y nos necesitamos para salir adelante, aprovechemos para seguir educando en esta línea.

Estamos viviendo un curso escolar extraño, anómalo y muy complicado; no dejemos que este contexto de crisis nos haga olvidar la importancia de conmemorar un día como el 25 de noviembre. No nos olvidemos de nombrar las violencias machistas, de tener presentes a todas las mujeres que han fallecido por ello y a seguir luchando por ellas, por todas nosotras, por quienes nos cuidan, por aquellas a quienes cuidamos, por quienes están creciendo y están luchando por construir un mundo sin machismo. No dejemos a un lado la lucha y el trabajo que venimos realizando año tras año, y sigamos denunciando todas y cada una de las violencias machistas que sufrimos las mujeres cada día, también en pandemia.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/11/24/violencias-machistas-en-pandemia-un-25n-mas-necesario-que-nunca/

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Más pedagogía feminista y menos veto parental

Por: Mara Nieto

Este 8 de marzo resulta aún más importante, si cabe, reivindicar una educación feminista frente a las maniobras de la extrema derecha para eliminar cualquier intento de educar en valores de igualdad.

En teoría, la escuela tiene la función de educarnos para ser ciudadanos y ciudadanas competentes, capaces de actuar e intervenir en el mundo que nos rodea. Debería educarnos para poder identificar las situaciones de desigualdad y discriminación presentes en nuestro día a día, y para transformar esa realidad. De poco nos sirve saber mucho sobre determinadas disciplinas si no aprendemos a relacionarnos con nuestros iguales y a construir un mundo respetuoso con otras personas y con el medio y otras formas de vida.

A estas alturas, teniendo en cuenta que aún no existe una igualdad real de derechos entre mujeres y hombres en el mundo, o que más de 1.000 mujeres han sido asesinadas en los últimos 17 años, víctimas de la violencia machista en nuestro país (cifra que no incluye a aquellas mujeres asesinadas por hombres que no eran sus parejas o exparejas), debería ser inadmisible que el ámbito educativo no esté dando respuesta a un problema social de tal gravedad. Entre la población adolescente esta realidad no es ajena, más bien al contrario: cada vez se identifican más casos de discriminación y violencia, y el alumnado reclama, cada vez más, una educación que frene y prevenga esta problemática social. Sin embargo, estamos viviendo actualmente un constante cuestionamiento a la necesidad e importancia de educar para prevenir la violencia machista o, incluso, que se ponga en duda la discriminación de género.

Toda acción o actividad educativa que tenga como objetivo la concienciación y la sensibilización sobre los derechos de las mujeres y la prevención del machismo no puede considerarse de carácter optativo. Son aspectos que, se supone, deberían estar recogidos ya en las aulas y trabajados a través de cada una de las disciplinas, tal como señala el currículo oficial. Además de la actual ley educativa, tanto la Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género como la Ley Orgánica 3/2007 para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, señalan que el sistema educativo debe asumir la educación para la igualdad y la prevención de la violencia machista. Sin embargo, por un lado, no podemos dar por hecho que esto sea así y, por otro, no podemos permitir un retroceso en este sentido. Por tanto, es obligación de los colegios e institutos diseñar, planificar y poner en marcha actuaciones que vayan en esta dirección, no sólo como actividades complementarias, sino integradas en la programación docente de cada materia.

Las actividades curriculares, dado que apenas se contemplan, no están recibiendo tanto cuestionamiento mediático. El hecho de que apenas se tengan en cuenta tiene su lado positivo y su lado negativo. Por un lado, tienen la desventaja de que sólo el profesorado más concienciado incluirá la perspectiva feminista en su programación docente. Por otro lado, precisamente el no considerarlas hace que no sean objeto de las críticas y permite una mayor libertad para su inclusión en las áreas curriculares. Este tipo de actuaciones están amparadas en las leyes anteriormente mencionadas y tienen gran potencial educativo al incluir la perspectiva feminista de manera transversal en el currículo.

Son las actividades complementarias las que más se están cuestionando y hacia las que se dirigen mayoritariamente las críticas de la extrema derecha. Las administraciones educativas establecen que las actividades complementarias que tienen lugar en los colegios e institutos han de desarrollarse en horario lectivo y son obligatorias para todo el alumnado, además de evaluables. Todas estas actividades se incluyen en la programación anual de los centros (pública y accesible), se aprueban en el claustro, se presentan en el consejo escolar, y son supervisadas por parte de la inspección educativa. En este contexto, las familias no pueden negarse a que sus hijos e hijas reciban esta formación.

Algunas personas y grupos reaccionarios están ejerciendo muchísima presión social y política para que se tengan en cuenta cuestiones que son ilegales en nuestro país actualmente. Están desarrollando maniobras de acoso hacia personas y colectivos que se dedican a educar con una perspectiva feminista y que ponen en valor la diversidad; personas y colectivos que llevan años trabajando para ayudar a construir una sociedad más justa e igualitaria, más sensible a las cuestiones feministas, entre otras. Un ejemplo de ello es Pamela Palenciano con su monólogo “No sólo duelen los golpes”, que tantos ataques está recibiendo, o asociaciones feministas o de defensa de la diversidad sexual y de género que desarrollan formaciones para el alumnado. Estas personas y colectivos están realizando labores que las administraciones no sólo no asumen, a pesar de que por ley deben contemplarlas, sino que ahora algunas ni siquiera defienden.

Tendrá que llegar un momento en el que deje de darnos miedo hablar de feminismo y de pedagogías feministas. El feminismo no es otra cosa que la lucha por la igualdad de derechos entre mujeres y hombres y por erradicar las violencias machistas que sufren las primeras por parte de los segundos. No tendría que haber razones por las que no quisiéramos una sociedad más justa, libre de violencias y de discriminaciones (por género o por cualquier otro motivo).

Abrir la puerta al veto parental es abrir la posibilidad de vetar los derechos humanos, el derecho de cada niño y niña de recibir una educación integral de calidad, el derecho de ser considerada como persona igual a otras. Es hacer explícito que cierto sector de la sociedad no quiere una sociedad más justa en la que hombres y mujeres tengan los mismos derechos, que no quiere terminar con la violencia machista que vivimos las mujeres y que mata a miles de ellas en todo el mundo. Es negar a unas personas que se encuentran en proceso de crecimiento la posibilidad de recibir una educación integral, en valores de respeto e igualdad, en una educación sexual que no condene a nadie al ostracismo, que esté centrada en los derechos sexuales y reproductivos, en la salud y en el disfrute, que tenga en cuenta la diversidad sexual, las emociones, el consentimiento… No es un “pin” con un objetivo de proteger, es una censura, es un veto a construirse como persona.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/03/05/mas-pedagogia-feminista-y-menos-veto-parental/

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Pedagogía de los cuidados frente a las violencias machistas

Por: Mara Nieto

Imaginemos cómo sería la vida en un instituto, en un colegio, en una asociación, en una familia o en un barrio, si pusiéramos el foco en los cuidados. Para empezar, tendríamos en cuenta que las personas somos un todo, que somos mucho más que nuestra productividad, que somos emociones y motivaciones, que somos en relación con otras.

En todos los debates, cuando se habla de la lucha contra las violencias machistas, hay un eje fundamental que siempre es mencionado: la educación. La educación tiene un papel privilegiado en la prevención de la violencia de género, y no hablamos sólo de la escuela, sino de todos los contextos en los que las personas reciben influencia educativa.

En este sentido, hay una propuesta educativa que nos ayudaría a erradicar las distintas manifestaciones de las violencias machistas desde las primeras edades: la pedagogía de los cuidados. No se trata sólo de enseñar en la infancia y la adolescencia a identificar las situaciones machistas de nuestra vida cotidiana para señalarlas, revisarlas y luchar contra ellas. Por supuesto, esto es necesario e igualmente importante. Sin embargo, hay un factor con un carácter aún más preventivo: educar y construir relaciones desde los cuidados. ¿Qué significa? Educar desde la pedagogía de los cuidados implica reconocer las vidas de quienes nos rodean, significa poner la vida en el centro y cuidarla, supone ver a las personas en todo su ser, y no solamente fijarnos en aspectos académicos, en los méritos, en la productividad y en el poder. Educar desde los cuidados requiere tener en cuenta las emociones de los y las aprendices, implica vernos como seres ecodependientes de la naturaleza y de las personas de nuestras vidas. Educar desde esta perspectiva significa subrayar las labores de cuidados que necesitamos para sobrevivir, y reflexionar sobre por qué son las mujeres las que generalmente las realizan y qué implicaciones sociales tiene este hecho.

¿Por qué si educamos desde la pedagogía de los cuidados estamos previniendo las violencias machistas? Porque si educamos para poner la vida en el centro, nos resultaría mucho más complicado atentar contra ella. Porque estaríamos ayudando a erradicar las desigualdades de poder existentes entre hombres y mujeres, y valoraríamos lo que históricamente se ha asociado a estas y ha sido despreciado y ridiculizado por considerarlo una debilidad.

Imaginemos cómo sería la vida en un instituto, en un colegio, en una asociación, en una familia o en un barrio, si pusiéramos el foco en los cuidados. Para empezar, tendríamos en cuenta que las personas somos un todo, que somos mucho más que nuestra productividad, que somos emociones y motivaciones, que somos en relación con otras.

Podríamos vernos desde el respeto, el amor y el cuidado, y tendríamos más en cuenta nuestras necesidades y las del resto. Habríamos aprendido a escucharnos para hacer algo si realmente queremos hacerlo o para detenernos si no queremos. Habríamos aprendido a identificar cuándo estamos pasando por encima de los derechos y las necesidades ajenas o de las propias. Nos desenvolveríamos en los distintos ámbitos de nuestras vidas desde la participación y la colaboración, desde la solidaridad, desde el ser en comunidad. Entenderíamos que no podemos ser en la Tierra si no somos comunidad, si no nos asumimos como seres vulnerables que se necesitan entre sí para sobrevivir y aprenderíamos a respetar y cuidar mucho más la naturaleza que nos da la vida. Relacionarnos desde los cuidados implicaría ir tejiendo redes de apoyo y sostén entre todas, ayudar y estar para quien lo necesite, sostenernos en la vulnerabilidad. Imaginemos a nuestras jóvenes relacionándose desde esos valores, unas con otros, cuidándose, reconociéndose.

Si los niños y adolescentes aprenden a relacionarse así, es más probable que abandonen ciertas actitudes machistas, muy basadas en los pilares contrarios a la ética de los cuidados (la competitividad, la agresividad, la jerarquía, la violencia…). Si las niñas y adolescentes aprenden a relacionarse desde los cuidados, les resultará más fácil sostenerse unas a otras desde la sororidad, les costará menos identificar las violencias machistas y se sentirán capacitadas para decir que no, para frenarlas, para no tolerar ni una sola manifestación de machismo hacia una misma o hacia otras compañeras. Sería un primer paso para que tanto unos como otras aprendan a construir relaciones sanas, lejos de los estereotipos machistas de amor romántico que constituyen las primeras manifestaciones de violencia de género en las parejas jóvenes… Sería una primera fase para que existan esas redes de apoyo en las que también participen hombres jóvenes, que decidan cuidarse entre ellos y cuidar de sus compañeras, que apuesten por relacionarse desde los cuidados con sus familiares, amistades, etc., y abandonen las actitudes machistas propias o cuestionen las de sus iguales. Sería un aspecto fundamental para que chicos y chicas aprendan a relacionarse de forma más igualitaria, cuestionando las violencias machistas que tienen lugar en otros contextos además del de pareja, siendo agentes de cambio en sus propios grupos de iguales.

Imaginemos un centro escolar en el que no sólo los niños, niñas y adolescentes aprenden y se relacionan desde los cuidados, sino en el que el profesorado, el personal de administración y servicios, y las familias lo hagan también. Pensemos cómo sería si todos estos agentes educativos los tuvieran como eje en sus relaciones: estaríamos tejiendo grandes redes en comunidad, generando apoyos y demostrando que otra manera de relacionarnos es posible, sin violencias, sin jerarquías ni desigualdades de poder, respetándonos y sosteniéndonos.

Además de salir a las calles el 25 de noviembre para reivindicar los derechos de las mujeres y denunciar las violencias machistas a las que hacemos frente todos los días, la propuesta de cuidarnos y poner la vida en el centro es de las cosas más revolucionarias que podemos hacer en este momento… En este mundo que nos quiere aisladas, en una falsa idea de independencia total, que nos quiere sin capacidad crítica frente a las violencias y sin herramientas para hacerles frente, relacionarnos desde los afectos y poner los cuidados en el eje central de nuestro quehacer educativo es una propuesta de lo más transgresora en la construcción de un presente más igualitario.

Si te interesa saber cómo puedes incluir esta pedagogía de los cuidados en el curriculum y en el día a día de tu centro escolar, en la guía 71 propuestas para educar con perspectiva de género, elaborada por el grupo de género de FUHEM, puedes encontrar muchísimas claves que pueden ayudarte.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/11/25/pedagogia-de-los-cuidados-frente-a-las-violencias-machistas/

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