La Inteligencia artificial y el Chat GPT: ¿Pueden cambiar las reglas del juego?

POR: MICHAEL ROBERTS

La gran contradicción del capitalismo es que al aumentar la productividad del trabajo a través de más máquinas (Inteligencia Artificial por ejemplo) se reduce la rentabilidad del capital. Esto conduce a crisis regulares y recurrentes de producción, inversión y empleo, de intensidad y duración crecientes.

Chat GPT se promueve como una revolución en la «inteligencia artificial» (IA) y ha conquistado el mundo de los medios y la tecnología desde su lanzamiento a fines de 2022.

Según OpenAI , ChatGPT es «una inteligencia artificial entrenada para ayudar en una variedad de tareas». Más específicamente, es un modelo de lenguaje (LLM) diseñado para producir texto similar al humano y conversar con personas, de ahí el «Chat» en ChatGPT.

El termino GPT significa algo así como “Generador Transformador Pre-entrenado”. Los modelos GPT son entrenados previamente por desarrolladores humanos y luego aprender por sí mismos y generan cantidades cada vez mayores de conocimiento, entregando ese conocimiento de una manera aceptable para los humanos a través de un chat .

En la práctica, esto significa que cuando se hace una consulta o solicitud – introduciéndola en un cuadro de texto del chat- la Inteligencia Artificial (IA) procesa esta solicitud y responde en función de la información que tiene disponible. Puede hacer muchas tareas, desde mantener una conversación hasta escribir un examen completo; desde hacer un logotipo de marca hasta componer música. Mucho más que un simple motor de búsqueda tipo Google o Wikipedia, se afirma.

Los desarrolladores humanos están trabajando para aumentar la «inteligencia» de los GPT. La versión actual de GPT es 3.5 y la 4.0 saldrá a finales de este año. Y se rumorea que ChatGPT-5 podría lograr ‘inteligencia general artificial’ (AGI). Esto significa que podría pasar la prueba de Turing, que es una prueba que determina si una computadora puede comunicarse de una manera que no se puede distinguir de un ser humano.

¿Serán las LLM un cambio de juego para el capitalismo en esta década? ¿Podrán estas máquinas de autoaprendizaje aumentar la productividad del trabajo a un ritmo sin precedentes y así sacar a las principales economías de su actual ‘larga depresión’ de bajo PIB real, baja inversión, poco crecimiento de los ingresos para salir de la pobreza? Esta es lo que afirman algunos de ‘tecno-optimistas’ que dominan los medios de comunicación.

Tratemos de responder a estas interrogantes.

Primero, ¿qué tan buenas y precisas son las versiones actuales de Chat GPT? Bueno, no mucho, todavía. Hay muchos «hechos» sobre el mundo en los que los humanos no están de acuerdo. Una búsqueda regular permite comparar esas versiones y considerar sus fuentes. En cambio, un modelo de lenguaje podría intentar calcular algún tipo de promedio de cada opinión en la que se ha entrenado, que a veces es lo que se desea, pero generalmente no es lo que necesitamos.

Chat GPT a veces escribe respuestas que suenan plausibles pero incorrectas o sin sentido. Aquí hay algunos ejemplos.

Le pregunté a Chat GPT 3.5: ¿quién es el economista marxista Michael Roberts? Esta fue la respuesta.

Esto es mayormente correcto, pero también está mal en algunas cuestiones (no diré cuáles).

Luego le pedí que revisara mi libro, The Long Depression. Esto es lo que dijo:

Su respuesta es una reseña o sinopsis muy ‘general’ de mi libro, pero omite el núcleo de la tesis del libro: el papel de la rentabilidad en las crisis del capitalismo. Por qué, no lo sé.

Así que hice esta pregunta sobre la ley de rentabilidad de Marx:

Nuevamente, esto es correcto en términos generales, pero solo en términos generales. La respuesta realmente no permite la comprensión de la ley. De hecho, no es mejor que la Wikipedia. Por supuesto, puede profundizar más para obtener respuestas más detalladas. Pero esto requiere un largo camino por recorrer antes que sea capaz de reemplazar la investigación y el análisis humano.

Luego está la cuestión de la productividad del trabajo y los puestos de trabajo. Los economistas de Goldman Sachs estiman que si la tecnología cumpliera su promesa, traería una «perturbación significativa» al mercado laboral, exponiendo a 300 millones de trabajadores a la automatización en las principales economías capitalistas. Los abogados y el personal administrativo estarían entre los que corren mayor riesgo de volverse redundantes (y probablemente los economistas). Calculan que aproximadamente dos tercios de los trabajos Estados Unidos  y Europa están expuestos a algún grado de automatización por la IA, según los datos sobre las tareas que normalmente realizan miles de trabajadores.

La mayoría de las personas verían automatizada casi la mitad de su carga de trabajo y probablemente continuarían en sus puesto, con una parte de tiempo libre para actividades más productivas.

Los economistas de Goldman Sachs calculan que en EE. UU., la IA se aplicaría al 63% de la fuerza laboral. Un 30 % adicional que trabaja en trabajos físicos o al aire libre no se vería afectado, aunque su trabajo podría ser susceptible a otras formas de automatización.

Concluyeron: “Nuestros hallazgos revelan que con la introducción de las LLM alrededor del 80 % de la fuerza laboral de los EE. UU. podría verse afectada un 10 % de sus tareas laborales, mientras que un 19 % vería afectado su trabajo en un 50 % …”

Con el acceso a un LLM, del 15 % de los trabajadores en los EE. UU. se podría completar las tareas significativamente más rápido y con el mismo nivel de calidad. Al incorporar software y herramientas construidos sobre LLM, la IA aumentaría su participación en las tareas de los trabajadores entre 47-56%.

Alrededor del 7 % de los trabajadores estadounidenses tienen trabajos en los que al menos la mitad de sus tareas podrían realizarse mediante la Inteligencia Artificial  y son vulnerables al reemplazo. A nivel mundial, dado que los trabajos manuales representan una mayor parte del empleo en el mundo en desarrollo, Goldman Sachs estima que la IA podría realizar alrededor de una quinta parte del trabajo, o, dicho de otra manera afectaría a 300 millones de puestos de trabajo a tiempo completo en las grandes economías.

Estas previsiones de pérdida de empleo no son nada nuevo.   En publicaciones anteriores , describí varios pronósticos sobre la cantidad de trabajos que se perderán debido a los robots y la IA durante la próxima década. Parece ser enorme; y no solo en el trabajo manual en las fábricas sino también en el llamado trabajo de cuello blanco.

Está en la esencia de la acumulación capitalista que los trabajadores se enfrentarán continuamente a la pérdida de su trabajo por la inversión capitalista en máquinas. La sustitución del trabajo humano por máquinas comenzó a principios de la Revolución Industrial Británica en la industria textil, y la automatización desempeñó un papel importante en la industrialización estadounidense durante el siglo XIX. La rápida mecanización de la agricultura a partir de mediados del siglo XIX es otro ejemplo de automatización.

Como explicó Engels en “La condición de la clase obrera en Inglaterra” (1844) la mecanización no solo eliminó puestos de trabajo, a menudo también creó nuevos puestos de trabajo en nuevos sectores. Y Marx en la década de 1850 en los Grundrisse definió el proceso de esta manera:

“Los hechos reales, que son disfrazados por el optimismo de los economistas, son estos: los trabajadores, cuando son expulsados ​​del taller por la maquinaria, son arrojados al mercado de trabajo. Su presencia en el mercado de trabajo aumenta el número de fuerzas de trabajo que están a disposición de la explotación capitalista… el efecto de la maquinaria, que ha sido representado como una compensación para la clase obrera, es, por el contrario, un flagelo espantoso . …. Tan pronto como la maquinaria ha liberado una parte de los trabajadores empleados en una determinada rama de la industria, los trabajadores de reserva también son desviados hacia nuevos canales de empleo y son absorbidos por otras ramas; mientras tanto, las víctimas originales, durante el período de transición, en su mayor parte pasan hambre y perecen.” . La importancia de esta párrafo es que anticipa que la automatización significa más empleos precarios y una creciente desigualdad.

Hasta ahora, la mecanización todavía ha requerido mano de obra humana para iniciarla y mantenerla. Pero, ¿ahora nos estamos moviendo hacia la toma de control de todas las tareas (especialmente aquellas que requieren complejidad e ideas) con las llamadas LLM? ¿Significará esto un aumento dramático en la productividad del trabajo de tal manera que el capitalismo tenga una oportunidad de sobrevivir?

Si las LLM pueden reemplazar el trabajo humano y, por lo tanto, aumentar drásticamente la tasa de plusvalía, pero sin un fuerte aumento en los costos de inversión de la maquinaria física (lo que Marx llamó una composición orgánica creciente del capital), entonces tal vez la rentabilidad promedio del capital no retroceda de sus limites actuales.

Goldman Sachs afirma que los sistemas de IA «generativos» como Chat GPT podrían provocar un auge de la productividad que eventualmente aumentaría el PIB mundial anual en un 7% durante una década. Si la inversión corporativa en IA siguiera creciendo a un ritmo similar al de la década de 1990, la inversión en IA de EE. UU. por sí sola podría acercarse al 1 % del PIB estadounidense para 2030.

No entraré en cómo GS obtiene estos resultados, porque estos deducciones son solo  conjeturas. Pero, incluso si aceptamos estos resultados, ¿son un salto tan exponencial?

Según las últimas previsiones del Banco Mundial, el crecimiento global disminuirá en aproximadamente un tercio de la tasa que prevaleció en la primera década de este siglo, a solo un 2,2% anual. Y el FMI sitúa la tasa de crecimiento promedio en un 3% anual durante el resto de esta década.

Si añadimos el pronóstico de Goldman Sachs acerca del impacto de las LLM, obtenemos alrededor de 3.0-3.5% al ​​año para el crecimiento del PIB real mundial, sin tener en cuenta el crecimiento de la población. En otras palabras, el impacto probable no sería mejor que el promedio visto desde la década de 1990. Eso nos recuerda las famosas palabras del economista Robert Solow en 1987: “la era de las computadoras estaba en todas partes excepto en las estadísticas de productividad”.

El economista estadounidense Daren Acemoglu agrega que no todas las tecnologías de automatización aumentan la productividad del trabajo. Esto se debe a que las empresas introducen principalmente la automatización en áreas que pueden aumentar la rentabilidad, como el marketing, la contabilidad o la tecnología de combustibles fósiles, pero no aumentan la productividad de la economía en su conjunto ni satisfacen las necesidades sociales.

Las Big Tech tiene un enfoque particular de los negocios y sus tecnologías se centran en el uso de algoritmos para reemplazar a los humanos. No es casualidad que empresas como Google estén empleando menos de una décima parte de la cantidad de trabajadores que solían tener grandes empresas, como General Motors, en el pasado. Esto es consecuencia del modelo de negocio de las Big Tech, que no se basa en crear puestos de trabajo sino en automatizarlos.

Este es el modelo de negocio para la IA bajo el capitalismo. Pero otra cosa seria con medios de producción automatizados de propiedad común, hay muchas aplicaciones de IA que, podrían aumentar las capacidades humanas y crear nuevas actividades en educación, atención médica  y en la fabricación.

Acemoglu propone: “en lugar de utilizar la IA para ayudar con las tareas y  sustituir  los profesores por algoritmos , deberíamos invertir el uso de la IA para desarrollar métodos de enseñanza más individualizados y centrados en el estudiante que estén calibrados para las fortalezas y debilidades específicas de diferentes grupos de alumnos. Dichas tecnologías darían lugar a la contratación de más docentes con nuevas habilidades, yendo así exactamente en la dirección de crear nuevos puestos de trabajo centrados en nuevas tareas”.

Y en lugar de reducir los empleos y los medios de subsistencia de los humanos, la IA bajo propiedad y planificación comunes podría reducir las horas de trabajo humano para todos.

Y luego está la cuestión del aumento de la rentabilidad proporcionado por la tecnología de IA: si la inversión LLM requiere menos medios físicos de producción y reduce los costos de capital, la pérdida de fuerza de trabajo humana podría ser aún mayor. Entonces, la ley de la rentabilidad de Marx aún se aplicaría. Es la gran contradicción del capitalismo que al aumentar la productividad del trabajo a través de más máquinas (IA) reduce la rentabilidad del capital. Esto conduce a crisis regulares y recurrentes de producción, inversión y empleo, de intensidad y duración crecientes.

Finalmente, está la cuestión de la inteligencia. Microsoft argumenta que la inteligencia es una «capacidad mental muy general que, entre otras cosas, implica la capacidad de razonar, planificar, resolver problemas, pensar de forma abstracta, comprender ideas complejas, ilustrarse rápidamente y aprender de la experiencia». Microsoft insinúa que las LLM pronto podrían obtener esta «inteligencia generalizada» y superar la capacidad humana de pensar.

Pero también aquí, hay mucho escepticismo para los ingenieros de Microsoft. “El modelo Chat GPT es ingente, pero no lo suficientemente grande como para retener todos los datos exactos que encuentra en su conjunto de entrenamiento. Puede producir una respuesta convincente a cualquier cosa, pero eso no significa que esté reflejando hechos reales en sus respuestas. Siempre hay que mantenerse escéptico y verificar lo que dice. Los modelos de lenguaje también son famosos por «alucinar», por inventar nuevos hechos que se ajustan a la estructura de la oración a pesar de no tener ninguna base en los datos subyacentes.   Esto claramente no es muy alentador.

Guglielmo Carchedi nos da una razón fundamental para negar que la IA pueda reemplazar a la ‘inteligencia’ humana: “las máquinas se comportan según las reglas de la lógica formal. A diferencia de los humanos, las máquinas son estructuralmente incapaces de comportarse de acuerdo con las reglas del pensamiento dialéctico. Solo los humanos hacen eso” El capitalismo en el siglo XXI , p167).

Aquí está la respuesta de Chat GPT a una pregunta sobre la dialéctica:

¿Puede A ser igual a A y al mismo tiempo ser diferente de A? “No, no es posible que A sea igual a A y al mismo tiempo sea diferente de A. Esto sería una contradicción en los términos, ya que la afirmación “A es igual a A” es una tautología y siempre verdadera, mientras que la afirmación “A es diferente de A” es una contradicción y siempre falsa. Por lo tanto, estas dos afirmaciones no pueden ser ambas verdaderas al mismo tiempo”.

Las máquinas no pueden pensar en cambios potenciales y cualitativos. El nuevo conocimiento proviene de la capacidad de innovaciones (humanas), no de la extensión del conocimiento existente (máquinas). Solo la inteligencia humana es social y puede ver el potencial de cambio, en particular el cambio social, que conduce a una vida mejor para la humanidad y la naturaleza.

Fuente de la información e imagen: https://observatoriocrisis.com

Comparte este contenido:

Los 10 mejores libros de economía marxista de 2017

Por: Michael Roberts

El año pasado se publicaron algunos libros fundamentales e importantes de economía marxista, incluyendo: la obra maestra de Anwar Shaikh, Capitalismo: competencia, conflictos y crisis (que voy leyendo poco a poco de forma regular); Fred Moseley, Dinero y Totalidad, una imponente defensa de la teoría del valor de Marx; Francois Chesnais, El Capital Financiero en la actualidad, que describe las tendencias  de las finanzas modernas; así como las importantes contribuciones de Tony Norfield y John Smith (El Imperialismo en el siglo XXI).

Es difícil competir con ellos en 2017. Sin embargo, este año se conmemoró el 150 aniversario de la publicación del Volumen I de El Capital de Karl Marx, por lo que se publicaron algunos libros importantes sobre él que todo el mundo debería leer.

En mi opinión, Guía de lectura de El Capital de Joseph Choonara es la más clara y concisa de todas las “guias” y conferencias en vídeo disponibles o que fueron publicadas este año. Choonara lleva de la mano al lector a través de cada capítulo del Volumen I con análisis explicativos y comentarios relevantes. Choonara afirma que “está diseñada para ser leída en paralelo con El Capital, pudiéndose consultar cada capítulo del libro antes o después de digerir las secciones pertinentes de la obra de Marx”. El objetivo, a diferencia del enfoque más amplio de Harvey en sus conferencias en vídeo, es  “detenerse en aquellas áreas que son las más importantes para la comprensión general de la obra de Marx y las que más a menudo confunden, a partir de mi propia experiencia en la enseñanza de El Capital a estudiantes y trabajadores de izquierdas en la última década”. Porque, en opinión de Choonara, Marx intentó en El Capital analizar el capitalismo desde el punto de vista de los trabajadores y está dirigido a un público de clase trabajadora. El Capital hace evidentemente lo primero, pero es más dudoso que lograse su objetivo de llegar a los lectores de clase obrera. La Guía de Choonara puede ayudar a ello.

Desde luego, saqué más partido a la Guía de Choonara que al libro de William Clare Roberts, el Infierno de Marx, ganador del premio Memorial Isaac Deutscher de este año. Partiendo del tema del infierno de Dante de Marx para describir las iniquidades del capitalismo, Roberts nos presenta una ‘teoría política del capital’. No estoy seguro de la utilidad de este enfoque. Como dice David Harvey en su reseña del libro, “Mi objeción más grave es que Roberts trata el Volumen 1 de El Capital como un texto independiente y trata de interpretarlo ignorando su relación con otras obras de Marx”.  Y el tema del infierno tiene poco que decir acerca de la teoría económica de Marx, excepto para aceptar la interpretación de la teoría del valor de Marx de Michael Heinrich (incorrecta desde mi punto de vista).

Si lo que quiere leer es teoría económica marxista, tengo que recomendar la edición de Rick Kuhn de los ensayos de Henryk Grossman sobre la dinámica económica, la teoría de las crisis de Sismondi y sobre las diversas tendencias de la teoría económica burguesa. Nos ayuda a comprender el alcance del penetrante análisis del capitalismo de Marx en comparación con las principales corrientes burguesas y los socialistas utópicos. El análisis de Marx destruye la idea de que todo puede ser explicado por el intercambio y los mercados. Hay que ahondar debajo de la superficie para llegar al proceso de producción, en particular a la producción de valor (valor de uso y valor de cambio). Como Grossman dice: “Marx hace hincapié en la importancia decisiva del proceso de producción, considerado no sólo como un proceso de valorización, sino al mismo tiempo como un proceso de trabajo … cuando el proceso de producción es considerado como un mero proceso de valorización -como en la teoría clásica- tiene todas las características del acaparamiento, se pierde en la abstracción y ya no es capaz de captar el proceso económico real” (pág. 156).

A pesar del poder del análisis de Marx, son todavía las ideas de Keynes las que dominan el pensamiento de los economistas heterodoxos en su oposición a la corriente ortodoxa. Y esto no es casual. En un excelente libro, Geoff Mann, de la Universidad Simon Fraser, presenta una explicación sofisticada del predominio de Keynes en el movimiento obrero y la izquierda. En su A largo plazo todos muertos, Geoff Keynes sostiene que la hegemonía de Keynes se debe porque ofrece una tercera vía entre la revolución socialista y la barbarie, es decir, el fin de la civilización como ‘nosotros (en realidad la burguesía como Keynes) la conocemos’. Ello ha atraído (y todavía atrae) a los líderes del movimiento obrero y a los “pregresistas” que desean un cambio. La revolución es arriesgado y podemos acabar hundiéndonos con ella. Mann afirma: “La izquierda quiere democracia sin populismo, quiere política de cambio sin los riesgos de cambiar; quiere revolución sin revolucionarios”. (pág. 21).

Mann sostiene que la teoría economica keynesiana es predominante en la izquierda a pesar de sus falacias y fracasos porque expresa el temor de muchos dirigentes del movimiento obrero a las masas y a la revolución. A modo de ejemplo, basta leer el último libro del economista keynesiano James Kwak. Kwak cita a Keynes: “En general, creo que el capitalismo, gestionado con prudencia, probablemente puede ser más eficiente para la consecución de los fines económicos que cualquier sistema alternativo conocido, pero eso mismo es en muchos aspectos muy objetable. Nuestra tarea es diseñar una organización social que sea lo más eficiente posible sin ofender nuestras nociones de una vida satisfactoria”.  Y comenta Kwak:  ‘Ese sigue siendo nuestro desafío hoy’.

Para ser justos, no es fácil optar por una política económica que amenaza al orden establecido. los medios de comunicación y las instituciones burguesas lo convierten en un infierno. En el libro autobiográfico del año, del economista Yanis Varoufakis, ex-ministro de Finanzas griego durante la crisis del euro de 2015, describe los tortuosos y laberínticos debates y reuniones que tuvo en el Eurogrupo en su intento de luchar contra el infierno que la troika del FMI, el BCE y la UE querían imponer a Grecia. Comportarse como adultos: mi batalla contra el establishment europeo, es un relato personalizado, por decirlo suavemente. El análisis de la crisis de Varoufakis y su justificación de lo sucedido (la capitulación del gobierno de Syriza y su dimisión del gobierno griego) tienen todas las características de su ‘marxismo errático’ (como se describe). Perdió su batalla, pero la guerra continúa.

2017 fue también el primer año del reinado de Donald Trump sobre el capital estadounidense. Uno de sus objetivos principales era desregular el sector de las finanzas y de las empresas de las limitaciones impuestas por el Congreso (hasta cierto punto) después de la crisis financiera global. Desregulación en casa, pero proteccionismo cara al extranjero. El libro de Brett Christophers, El Gran Nivelador, analiza esta tensión dinámica entre la liberación del capital de la regulación y, sin embargo asegurar que no hunde la casa. Christopher argumenta que en esta dinámica, se menosprecia el papel del derecho y las normativas legales en el intento de preservar un  “delicado equilibrio entre la competencia y el monopolio”,  que es necesario para  “regular los ritmos de acumulación capitalista”. El tema que subraya Christophers es el papel de la ley a la hora de limitar las anárquicas oscilaciones entre el monopolio y una competencia mortífera en diferentes períodos del capitalismo. Se trata de una nueva visión.

Pero el 150° aniversario de El Capital no podía pasar sin un nuevo libro de David Harvey, el marxista más influyente en la actualidad. En su La locura de la razón económica, Harvey expone su última interpretación del esquema de Marx en El Capital. Es un libro bien escrito y fácil de leer y no demasiado largo. Y hay muchas clases en video de Harvey sobre los principales argumentos del libro. Harvey presentó su última tesis en el seminario Capital.150 que ayudé a organizar junto al Kings College en noviembre (y del que SP publico mi reseña).

Harvey argumenta que el Volumen I de El Capital sólo se ocupa de la parte de la producción del circuito (la producción de valor y plusvalía). El Volumen II aborda la realización y la circulación de capitales entre los sectores en su reproducción, mientras que el Volumen III se refiere a la distribución de ese valor. Y mientras que Marx hace un gran análisis de la parte de la producción, sus volúmenes posteriores no están completos y fueron editados en su conjunto por Engels. Y por lo tanto, de acuerdo con Harvey, el análisis de Marx no llega a explicar la evolución del capitalismo moderno. En el siglo XXI, las crisis en el capitalismo son probablemente causadas también, si no más, por un colapso en la circulación o la realización de la plusvalía que por problemas en su producción. Y así, las crisis son más propensas ahora en las finanzas y por la deuda, debido a la ‘financiarización’.

Quienes siguen mis artículos, incluyendo la nota que redacté sobre dicho seminario y debates anteriores con Harvey sobre estos temas, saben que no estoy de acuerdo con su visión de El Capital. Defiendo que la producción de plusvalía y la acumulación de capital sigue siendo fundamentales en la explicación de Marx del capitalismo y sus contradicciones, que conducen a crisis recurrentes. Como escribió Marx: “El beneficio de la clase capitalista tiene que existir antes de poder ser distribuído”.  La producción de valor no es, como sostiene Harvey, “una pequeña parte del valor en movimiento”, sino la principal, tanto conceptual como cuantitativamente, en Marx, ya que en cualquier economía capitalista, el 80% de la producción bruta se compone de medios de producción y productos intermedios en comparación con el consumo. En mi opinión, la lucha de clases en el lugar de trabajo sigue siendo el centro del capitalismo porque se trata de la lucha por la división del valor entre la plusvalía y la parte del trabajo, tal como Marx demostró en el Volumen I.

Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/los-10-mejores-libros-de-economia-marxista-de-2017

Comparte este contenido:

Productividad, beneficios y poder de mercado

Por: Michael Roberts

Circulan entre los economistas convencionales en los EEUU nuevas explicaciones de la desaceleración del crecimiento de la productividad y la innovación, especialmente desde el comienzo del siglo XXI, y también sobre por qué la participación del trabajo en la renta nacional ha disminuido a largo plazo desde comienzos de la década de 1980.

En un nuevo documento, The Rise of Market Power and the Macroeconomic Implications, Jan De Loecker y Jan Eeckhout (DE) argumentan que la fijación de precios por encima del costo marginal por parte de las empresas cotizadas de los Estados Unidos ha ido en aumento desde 1960, y en particular después de 1980. El documento sugiere que la disminución tanto de la parte del trabajo como del capital, así como la disminución de los salarios de baja cualificación y otras tendencias económicas, han sido ayudadas por un aumento significativo de la fijación de precios y el poder de mercado – es decir, el ascenso del capital monopolista en forma de empresas ‘super-star’ como Apple, Amazon, Google, etc. que actualmente dominan ventas, beneficios y producción y cuya utilización de mano de obra es baja en comparación con otras empresas e industrias. Como no tienen que competir, estos monopolios no invierten y, por lo tanto, el aumento de la productividad disminuye.

Esta es una contra-explicación a las explicaciones dominantes actuales de la disminución percibida de la participación del trabajo, a saber, la globalización (los trabajadores estadounidenses están perdiendo terreno frente a sus contrapartes en lugares como China e India) y la automatización (los trabajadores estadounidenses están perdiendo terreno frente a los robots) y el aumento inverso de la proporción destinada a los beneficios. Ahora varios economistas ortodoxos sostienen que este aumento no se debe a la globalización o la automatización, sino debido a la fijación de precios más altos de las compañías que controlan sus mercados de forma monopolista. En otras palabras, están haciendo beneficios adicionales más allá de los “costes normales de competencia”. De Loecker y Eeckhout señalan que entre 1950 y 1980, la fijación de precios se situaba más o menos de forma estable en torno al 20 por ciento por encima del ‘coste marginal’, e incluso disminuyó ligeramente después de 1960. Desde 1980, sin embargo, la fijación de precios han aumentado significativamente: en promedio, las empresas cargaban un 67 por ciento sobre el coste marginal en 2014, comparado con el 18 por ciento en 1980.

La evolución media de la fijación de precios (1960 – 2014). La fijación de precios promedio es ponderado por la cuota de mercado de las ventas en la muestra. Fuente: De Loecker y Eeckhout (2017)

El enorme aumento de los beneficios en los últimos 35 años, argumentan, es consistente con un aumento del poder de mercado. “En la competencia perfecta, costes y ventas totales son idénticos, porque no hay diferencia entre el precio y el coste marginal. El grado en el que estos dos números – la relación entre ventas y salarios y entre costes totales y salarios- comienzan a distanciarse es un indicativo inmediato del poder de mercado”, dice De Loecker.  “La mayor parte de lo que sucede pasa dentro de las industrias, donde vemos como los grandes son cada vez más grandes y como aumenta su margen en la fijación de los precios”, explica De Loecker.

En otro documento, un grupo de economistas ortodoxos considera una explicación a partir de las ‘firmas súper estrellas’ de la caída de la participación del trabajo en el PIB. La hipótesis es que la tecnología o las condiciones del mercado -o su interacción-, han evolucionado hasta concentrar cada vez más las ventas en empresas con productos de calidad superior o una mayor productividad, lo que permite a las empresas de mayor éxito controlar una mayor cuota de mercado. Debido a que estas empresas  super estrella son más rentables, tendrán una menor participación relativa de salarios del trabajo en las ventas totales o el valor añadido. En consecuencia, la participación agregada del trabajo disminuye a medida que crece el peso de las empresas super estrella en la economía. Según sus datos, la concentración de las ventas (y del empleo) han aumentado de hecho desde 1982 hasta 2012 en cada uno de los seis principales sectores incluidos en el censo económico de Estados Unidos. Y las industrias con la concentración más elevada es donde se han producido las caídas más pronunciadas en la participación del trabajo, por lo que la caída de la participación del trabajo se debe principalmente a una reasignación de la mano de obra hacia empresas con menores (y en declive) cuotas de mano de obra, en vez de debido a la disminución de la parte del trabajo dentro de la mayoría de las empresas.

Es cierto que la acumulación de capital tendrá lugar como un aumento de la concentración y la centralización del capital en el tiempo. Las tendencias monopolistas son inherentes, como Marx argumentó en primer volumen de El Capital hace 150 años. Y la predicción de Marx del aumento de la concentración y la centralización del capital como una ley a largo plazo del desarrollo capitalista lo confirma también un nuevo estudio de las sociedades anónimas cotizadas de Estados Unidos. Según Kathleen Kahle y Rene Stulz poco más de 100 empresas ganaron alrededor de la mitad de los beneficios totales obtenidos por las empresas cotizadas en los Estados Unidos en 1975. En 2015, lo hacían sólo 30. Actualmente las 100 mayores empresas concentran el 84% de todas los beneficios de este tipo de empresas, el 78% de todas las reservas de efectivo y el 66% de todos los activos. Las 200 mayores empresas por ganancias obtuvieron mayores beneficios que todas las otras empresas registradas juntas. De hecho, los ingresos totales de las otras 3.500, más o menos, sociedades cotizadas es negativo, a pesar de toda la habladuría sobre la avalancha de beneficios y de dinero en efectivo de la mayoría de las empresas estadounidenses.

¿Por qué está pasando esto? Según este estudio, por el impulso de las nuevas tecnologías de reducir costes, como Marx argumentó. La investigación y el desarrollo se han vuelto cada vez más importantes para la competitividad. Cuanto más grandes y más ricos son los Goliat del mercado, más difícil es para los David de la economía de los EEUU economía, y la necesidad de I + D para competir. Las empresas que rebosan dinero en efectivo puede permitirse fácilmente patentes e inversiones para desarrollarlas. O, como parece estar sucediendo, comprar la compañía que posee la patente.

Sin embargo, hay dos cosas en contra del argumento del ‘poder del mercado’, al menos como la única o principal explicación del aumento de la proporción de los beneficios y de los beneficios por unidad de producción. En primer lugar, como De Loecker y Eeckhout señalan, en toda la economía, son sobre todo las empresas pequeñas las que tienen los márgenes de ganancia en la fijación de precios más altos- lo que difícilmente puede servir como un indicador del poder de los monopolios. Y en segundo lugar, la participación del trabajo en realidad no cayó mucho hasta después del 2000 y alcanzó su nivel más bajo en 2014. De hecho, en 2001 fue del 64%, el mismo porcentaje que en 1951 – si bien es cierto que había caído hasta el 60 % en los años 1980 y 1990. Pero en 2014, la participación del trabajo en el PIB más baja fue del 60%.

Y lo mismo ocurre en los beneficios por unidad de la producción nacional de EEUU o el valor añadido empresarial. Los beneficios por unidad de valor añadido bruto (un indicador de la nueva producción) de las empresas no financieras de EEUU aumentaron sólo del 2% en la década de 1970 al 4-6% en la década de 1990. Pero el verdadero despegue fue de nuevo a partir del 2000, el beneficio por unidad subió hasta un pico de cerca del 14% en 2014.

¿Fue la base de este reciente salto en la participación de los beneficios y fuerte caída de la participación del trabajo producto de la globalización, o de la automatización o del poder de los monopolios?, o ¿hay otra explicación? Pues bien, un economista ortodoxo, Mordecai Kurz, de la Universidad de Stanford, en otro papel, On the Formation of Capital and Wealth, ha medido lo que él llama ‘la riqueza excedente’ que acumulan las grandes empresas. Esta se define como la diferencia entre la riqueza creada (capital y deuda) en forma de activos financieros y los activos fijos reales de las empresas. Es equivalente al indice Q de Tobin del precio de mercado de las acciones bursátiles en relación con el valor real del capital de la empresa. En un sentido marxista, es realmente un indice del capital o las ganancia ficticias de una empresa.

Kurz señala que la ‘riqueza excedente’ total creció de $ 0,59 billones en 1974 a $ 24 billones de dólares, lo que supone el 79% del valor total del mercado en 2015. La riqueza añadida fue creada sobre todo por los sectores industriales transformados por las tecnologías de la información (TI). Las empresas con un crecimiento lento o negativo con la propiedad ampliamente distribuida han sido sustituidas por empresas basadas en las TI con una propiedad altamente concentrada. Una parte importante de su capital ha sido financiado mediante deuda, hasta alcanzar el 78% en 2015. Kurz cree que esto ha sido posible gracias a las innovaciones de las TI que permiten y aceleran la erección de barreras a la entrada y que una vez erigidas, facilitan el mantenimiento de las restricciones a la competencia. Estas innovaciones también explican el aumento del tamaño de las empresas. Al medir el poder de monopolio de esta ‘riqueza excedente’, Kurz reconoce que pasó de cero a principios de 1980 al 23% en 2015.

Quizás Kurz y los otros papeles ortodoxos puedan estar en lo cierto que, en la era neoliberal, el poder de monopolio de las super empresas de nuevas tecnologías subieron sus márgenes de beneficios o fijaron por lo alto sus precios. La era neoliberal fue testigo de una presión hacia abajo de la participación del trabajo mediante la erosión del poder sindical, la desregulación y la privatización. Además, la participación del trabajo se mantuvo baja mediante una mayor automatización (el empleo industrial se desplomó) y a través de la globalización, en la medida en que las industrias manufactureras y el empleo se desplazaron a las llamadas economías emergentes con mano de obra barata. Y el surgimiento de nuevas empresas de tecnología que pueden dominar sus mercados y expulsar a los competidores, aumentando la concentración del capital, es sin duda otro factor.

Pero otra explicación convincente es que el aumento de los beneficios empresariales era cada vez más ficticio, basado en el aumento de los precios del mercado de las acciones y los bonos y las bajas tasas de interés.  El aumento de capital y las ganancias ficticias  parecen ser el factor clave después del final del auge de las dot.com y su crisis en el año 2000. A partir de entonces, las ganancias se produjeron cada vez más en las finanzas y la propiedad, no en los sectores tecnológicos. Si esto es correcto, entonces ayuda a explicar por qué la mayor desaceleración del crecimiento de la productividad en los EEUU comenzó después del 2000, a medida que la inversión en los sectores productivos y la actividad cayó.

Y si esto es correcto, entonces la reciente nueva caída de la parte de los beneficios y el modesto aumento de la participación del trabajo desde 2014, sugiere que se trata de una caída de la rentabilidad global del capital de Estados Unidos lo que está impulsando las cosas y no un cambio del ‘poder de mercado’ monopolista.

Pero eso es algo que la teoría económica ortodoxa no quiere tener en cuenta. Si los beneficios son altos, la causa es el ‘poder de monopolio’, no el aumento de la explotación de la mano de obra en el modo de producción capitalista. Y es el poder de los monopolios lo que mantiene bajo el crecimiento de la inversión, no la baja rentabilidad general.

Publicado originalmente en el blog de Michael Roberts. Traducción de G. Buster en Sin Permiso

Imagen de portada: Manufacturing #11, Youngor Textiles, Ningbo, Zhejiang Province, 2005  del artista visual Edward Burtynsky

Fuente: http://www.elviejotopo.com/topoexpress/productividad-beneficios-poder-mercado/

Comparte este contenido:

G-20: Un mundo zombi

Por: Michael Roberts

Los zombies llegaron a la reunión del G-20 en Hamburgo este fin de semana – y no me refiero a los líderes del G-20, sino a un grupo llamado Gestalten, que se vestían como zombies y caminaban por las calles. El grupo afirmaba que querían que el G-20 buscara una sociedad más abierta, igualitaria, en lugar de poner el poder en manos de unos pocos; y quería enviar un símbolo de solidaridad y participación política al mundo.

Hubo pocas señales de solidaridad entre los líderes del mundo capitalista en Hamburgo. El presidente estadounidense, Donald Trump, después de volar para visitar al derechista presidente de Polonia (¿como un desaire a Putin?), dejó en claro, a su peculiar manera, que los EEUU no volverían al Acuerdo de París sobre el cambio climático y se opondrían a cualquier declaración del G-20 que comprometiese a los EEUU con el libre comercio. De hecho, Trump está considerando imponer aranceles a los productos siderúrgicos  de la UE.

La globalización, tal y como los líderes del capitalismo y las grandes empresas han llegado a quererla y disfrutarla, está bajo la amenaza del nacionalismo y el proteccionismo. Además está el aumento de los puntos calientes de crisis política de Corea del Norte y Oriente Próximo, para los que los líderes del G-20 no tienen ninguna política o solución clara.

Pero tal vez hay un dato positivo para el capitalismo: la mejora aparente de la economía mundial, por fin, después de seis o siete años de crecimiento económico, inversión e ingresos deprimidos desde el fin de la Gran Recesión en 2009.

Como el FMI señaló en su última actualización de la situación de la economía mundial: “La buena noticia es que la economía mundial está ganando impulso en la medida que la recuperación cíclica promete más puestos de trabajo, mayores ingresos y mayor prosperidad en el futuro”.  Sin embargo, hace una advertencia: “la economía mundial puede estar ganando impulso, pero no podemos estar seguros de que estemos fuera de peligro … hay riesgos bajistas evidentes: la incertidumbre política, incluso en Europa; la espada del proteccionismo que pesa sobre el comercio mundial; y estrictas condiciones financieras globales que podrían provocar salida de capitales disruptivas de los países emergentes y en desarrollo “.

Sin embargo, parece que hay una recuperación económica en la mayor parte de Europa. El crecimiento medio del PIB real de la zona euro se acerca al 1,5% anual, con Escandinavia y Europa del Este creciendo aún más rápido. La economía de Estados Unidos está mostrando signos de desgaste, pero se mantiene alrededor del 2% anual. Japón oscila alrededor del 1,5% anual. China también, después de que los analistas más pesimistas predijeran su colapso, continúa expandiéndose a un 6,5-7% anual. Incluso algunas de las principales economías emergentes, como Brasil y Rusia parecen estar saliendo de las depresiones que sufrieron en los últimos 18 meses.

Los beneficios parecen haber aumentado globalmente en los últimos meses después de salir de territorio negativo. Esta recuperación se debe principalmente a la mejora en China y Japón.

Esto ha hecho que algunos economistas “ortodoxos” (JP Morgan) se sientan más seguros de que la Larga Depresión ha terminado. La recuperación y el crecimiento sostenido más rápido pueden llegar pronto, liderados por una mejora de la inversión empresarial.

De las grandes economías, sólo el Reino Unido, parece estar empeorando. Después de la decisión de abandonar la Unión Europea (Brexit), las empresas han dejado de invertir y los flujos de capital en la ciudad de Londres la han abandonado. Los últimos datos del PIB real en el primer trimestre de 2017 muestran que la economía del Reino Unido creció sólo un 0,2%, la menor tasa de crecimiento del conjunto de Europa, ¡como Grecia! La producción industrial se está desplomando y la inversión empresarial está congelada.

La familia media británica se enfrenta a la contracción más dura de ingresos reales de los últimos cinco años, en la medida en que el ingreso disponible real per cápita cayó un 2% en el primer trimestre de 2017. De hecho, según un nuevo informe de la Fundación Joseph Rowntree, una familia de cuatro (dos adultos que trabajan y dos niños) requiere “al menos” 40.800 libras al año para llegar a fin de mes y, en promedio, y una familia de ese tipo en el Reino Unido se queda corta en unas 3.000 libras.

Y tampoco es todo de color de rosa en los EEUU. Los últimos datos de empleo mensuales de julio muestran un mayor incremento del empleo, pero también un aumento en la tasa de desempleo por primera vez en años. Eso sugiere que el empleo ha alcanzado su pico. El crecimiento de los salarios sigue por debajo del 2,5% anual y, después de la inflación, los ingresos medios siguen sin crecer. Lo más importante es que las ganancias en los sectores productivos de la economía de Estados Unidos están cayendo.

Los beneficios de las acciones en el mercado de valores de Estados Unidos está en su nivel más bajo – lo que es una señal de que los precios de las acciones están muy por encima de las ganancias (beneficios) de las empresas estadounidenses.

Y la curva de rendimiento de los bonos de Estados Unidos está aplanándose (es decir, la diferencia entre el rendimiento a largo plazo y la tasa de interés a corto plazo en los mercados de crédito). Lo que suele ser un signo de desaceleración de la economía. Cuando se invierte la curva (el rendimiento a largo es inferior a la tasa a corto plazo), es señal de una próxima crisis.

La curva de rendimiento de los bonos se aplana porque la Reserva Federal de Estados Unidos parece decidida a aumentar su tasa de referencia, que establece el piso para todas las tasas de interés para préstamos en los EEUU y, a menudo, en el extranjero. Esto significa que el coste de los préstamos para el consumo o para invertir en la expansión de negocios aumentará. Según las actas de su última reunión, los miembros de la Fed están dispuestos a subir las tasas aún más, a pesar de que la inflación no está aumentando, por el contrario, y los salarios apenas crecen.

Como un gerente de fondos de riesgo estadounidense dijo: “no veo nada diferente de lo que la Fed ya ha dicho. La economía sigue siendo aceptable. No se esta sobrecalentando o enfriando. El mensaje implícito es que estamos en el camino para elevar las tasas de interés y para reducir el tamaño de los balances, no porque la economía se esté recalentando, sino porque queremos normalizar la política monetaria”. Pero si la Fed continúa con esta política, bien podría aumentar la presión a la baja sobre los beneficios empresariales y la inversión. Ya hay señales de que el coste de los préstamos ha aumentado en las economías asiáticas.

Por otra parte, las razones subyacentes para dudar del optimismo de los líderes del G-20 y de los jefes de fondos de riesgo sobre la economía mundial son que ninguna de las causas principales del bajo crecimiento de la productividad y la inversión se han corregido. En su último informe sobre la economía de Estados Unidos, el FMI redujo sus previsiones de crecimiento al 2,1 por ciento en 2017 y 2018, abandonando su hipótesis de que los planes de recorte de impuestos y del gasto fiscal de la administración Trump impulsaría el crecimiento. Lejos de acelerarse, la economía de Estados Unidos continúa arrastrándose lentamente, en el mejor de los casos. Mientras que la administración Trump sigue trabajando con unas proyecciones de crecimiento del 3 por ciento en 2021, el FMI cree que el crecimiento de EE UU se reducirá a una tasa potencial subyacente de 1,8 por ciento en 2020.

El crecimiento de la productividad en todas las grandes economías continúa en mínimos históricos.

Mientras que el PIB real per cápita está todavía muy por debajo de los niveles anteriores a la Gran Recesión, la desigualdad de ingresos y riqueza en las principales economías se mantiene en niveles récord: de hecho, sigue en aumento.

Y los volúmenes del comercio mundial siguen estando un 25% por debajo de los picos anteriores a la crisis financiera global.

La economía mundial todavía parece un zombi, aunque existe cierto optimismo de que los muertos vivientes recuperen su aliento vital.

es un reconocido economista marxista británico, que ha trabajador 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.

Fuente:

Comparte este contenido:

Monopolio o competencia capitalistas: ¿qué es peor?

Por Michael Roberts

En un artículo reciente, Joseph Stiglitz, ex economista jefe del Banco Mundial, ganador del premio Nobel de Economía y ahora asesor del Partido Laborista británico, considera que estamos en una nueva era de monopolio y que esta es una de la principales causas de la desigualdad extrema del ingreso y la riqueza, la ineficiencia y […]

the_protectors_of_our_industries

En un artículo reciente, Joseph Stiglitz, ex economista jefe del Banco Mundial, ganador del premio Nobel de Economía y ahora asesor del Partido Laborista británico, considera que estamos en una nueva era de monopolio y que esta es una de la principales causas de la desigualdad extrema del ingreso y la riqueza, la ineficiencia y el bajo crecimiento de la productividad y el estancamiento general de las principales economías.

Stiglitz sostiene que las escuelas clásica y neoclásica de economía asumen que  en los ”mercados competitivos” todas las empresas están al mismo nivel a la hora de competir. Esto significa que los propietarios del capital ganan beneficios según  su contribución al aumento de la producción, su “producto marginal”.

Esta visión optimista es descartada por Stiglitz. En realidad, lo que determina quién recibe qué en la sociedad depende del “poder”. Las grandes empresas pueden imponer los precios en los mercados a las empresas pequeñas y pueden dictar los salarios de la mano de obra cuando esta no tiene poder de negociación colectiva (los sindicatos). Este “monopolio” (sobre los mercados de las materias primas y la mano de obra) es lo que está arruinando el capitalismo, sostiene Stiglitz.

Evidentemente, hay más de un elemento de verdad en esta perspectiva del capitalismo. La correlación de fuerzas en la lucha entre el capital y el trabajo determina la proporción del ingreso que recibe el trabajo entre beneficios y salarios. Y también es cierto que las grandes empresas a menudo pueden fijar los precios y el acceso al mercado para ganar la parte del león de las ventas y los beneficios.

De hecho, Marx predijo hace más de 160 años que la lucha competitiva por los beneficios entre los capitales y las crisis recurrentes en la producción conducirían a una mayor concentración del capital en manos de unos pocos y a la centralización del capital en los sectores financieros, íntimamente conectados con el estado.

Stiglitz cita un informe muy reciente de la concentración del mercado en los EE.UU. realizado por el gobierno de Estados Unidos. El informe encontró que en la mayoría de las industrias, de acuerdo con la CEA, los datos muestran grandes – y en algunos casos, dramáticos – aumentos en la concentración del mercado. La cuota de mercado de los depósitos de los 10 grandes bancos, por ejemplo, aumentó del 20% al 50% en tan sólo 30 años, de 1980 y 2010.

Stiglitz concluye que “los mercados actuales se caracterizan por la persistencia de elevadas ganancias monopolistas“. En consecuencia, Stiglitz hace un llamamiento a la “intervención del gobierno” para reducir el poder de los monopolios y, presumiblemente, crear un entorno de mayor competencia para que haya “más eficiencia y prosperidad compartida”. Pero esto plantea la pregunta: ¿es el “capitalismo competitivo” más propensos a ofrecer un mejor crecimiento económico, una mayor productividad de la fuerza de trabajo (eficiencia) y una menor desigualdad que el “capitalismo monopolista”?

La respuesta a la pregunta está parcialmente resuelta señalando el espejismo de que alguna hubiera un gran ‘capitalismo competitivo” que creciese rápidamente y sin crisis y  distribuyese los ingresos y la riqueza de una “manera más justa”. El capitalismo se convirtió en el modo de producción dominante a nivel mundial llevando consigo las “imperfecciones” de los monopolios, el apoyo del Estado y la represión de la fuerza de los trabajadores. Nunca hubo una igualdad de condiciones y, a nivel mundial, a pesar de la lucha competitiva por los mercados, continua habiendo diferentes niveles de monopolio o poder imperialista.

Pero el otro lado contradictorio de la respuesta a la pregunta es que la competencia no ha desaparecido. Stiglitz rechaza la opinión de Joseph Schumpeter de que los monopolios son finalmente socavados por nuevos competidores con nuevas tecnologías o nuevos productos y mercados. Sin embargo, como demostró Marx, el desarrollo de las plusvalías “monopolistas” son un incentivo para atraer la inversión de nuevos capitales (si se puede superar las tarifas, la escala y otras barreras del monopolista). Y esto sucede todo el tiempo: desde los editores hasta Amazon; desde  la industria británica en el siglo XIX hasta la industria alemana y estadounidense en el XX; pasando por la fabricación industrial en China en el siglo XXI.

Después de todo, el poder monopolista es en realidad oligopólico (unas pocas grandes empresas) y los oligopolios pueden desarrollar una fuerte competencia entre si, nacional e internacionalmente. La verdadera causa de la desigualdad no es monopolio, sino el aumento de la explotación del trabajo por el gran capital desde los años 1980 para intentar revertir la caída y baja rentabilidad experimentada en la década de 1970. Y la causa real del ‘estancamiento’ y el bajo crecimiento de la productividad no son los monopolios, sino la falta de inversión, no sólo por los “grandes monopolios”,  sino también por las capitales más pequeños que sufren la baja rentabilidad y acumulan grandes deudas. En otras palabras, los monopolios no son un problema en sí, sino la debilidad del modo de producción capitalista, en la que la inversión y la creación de empleo tienen lugar únicamente con fines de lucro.

Stiglitz ignora este hecho. Como resultado, su solución es la intervención del gobierno para reducir la desigualdad y crear una situación de “igualdad de oportunidades” que favorezca la “competencia” entre las empresas capitalistas. Pero es utópica (no se puede dar marcha atrás en la historia del capitalismo) e inviable (No lograría una mayor igualdad ni mejor crecimiento).

Irónicamente, hay otro estudio que Stiglitz no recoge que demuestra que el aumento de la desigualdad en Estados Unidos coincide con el declive de las grandes empresas que solían emplear a cientos de miles o incluso millones de trabajadores y su sustitución por empresas mucho más pequeñas. La parte de los grandes empleadores en el empleo total se ha reducido de forma inversa al aumento de la desigualdad en el ingreso en Estados Unidos. Este estudio demuestra que ha sido la disminución del poder de la mano de obra a través de la subcontratación y la globalización la que ha hecho crecer la desigualdad en los ingresos.

La división “interna” del empleo de la gran empresa (fordista) en pequeños contratistas es la característica clave del mundo “monopolista” de Stiglitz. En otras palabras, lo que los trabajadores necesitan en América no es la ruptura de los monopolios para crear pequeñas empresas que compitan entre si, sino sindicatos. El poder de monopolio que de verdad importa es el del capital sobre el trabajo.

Un nuevo informe esta semana del Centro de Estudios Laborales de la Universidad de California en Berkeley, señala que un tercio de los trabajadores de producción –  los que trabajan en las cadenas de producción y en ocupaciones afines – ganan tan poco que sus familias reciben algún tipo de asistencia pública, como cupones de alimentos o subvenciones de inserción social. Muchos de esos trabajadoresson temporales, y representan una parte creciente del empleo en las fábricas. El salario medio de un trabajador industrial, de acuerdo con datos de la Oficina de Estadísticas Laborales, era 16.14 dólares a la hora en 2015, por debajo de los 17.40 a la hora promedio de todos los trabajadores

El trabajador promedio de la producción manufacturera en Michigan gana 20.80 dólares la hora, frente a los 18,86 en Carolina del Sur, de acuerdo con datos de la Oficina de Estadísticas Laborales. ¿Por qué los trabajadores de las fábricas de Michigan ganan más? En una palabra: sindicatos. El medio oeste era, al menos hasta hace poco, un bastión de los sindicatos. Los estados del sur, por el contrario, no reconocen en su mayoría la obligatoriedad de la “negociación colectiva”, y los sindicatos nunca han desarrollado una base de apoyo fuerte. Los sindicatos del sector privado han perdido fuerza en general, pero siguen siendo más fuertes en la región central que en la mayoría de las otras partes de EE UU. En Michigan, el 23 por ciento de los trabajadores industriales de producción eran miembros de sindicatos en 2015; en Carolina del Sur, menos del 2 por ciento.

Los sindicatos también ayudan a explicar por qué la clase media goza de mejor salud en el medio oeste que en el sureste, donde los trabajos industriales han crecido rápidamente en las últimas décadas. Un nuevo análisis del Centro de Investigación Pew esta semana exploró el estado de la clase media en diferentes partes del país, examinado la proporción de hogares que ganan entre dos tercios y el doble de la renta media nacional, después de igualar el coste de vida local . En muchas ciudades del medio oeste, el 60 por ciento o más de los hogares son considerados de ” ingresos medios” según esta definición; en algunas ciudades del sur, incluso las que tienen grandes industrias, los hogares de ingresos medios son una minoría.

El poder del capital sobre el trabajo ha hecho que tras la Gran Recesión millones de hogares en EE UU estén en peligro de caer en la pobreza absoluta. Una encuesta de la Reserva Federal señala que el 47% de los estadounidenses no sería capaz de hacer frente a gastos inesperados de más de 400 dólares sin pedir prestado o vender algo. El índice del Empleo Decente de Gallup mide el porcentaje de la población adulta que trabaja 30 horas a la semana por un sueldo fijo. Se situó en el 45,1%. En los EE.UU., el 62,8% de la población civil fuera del sector público participa en la fuerza de trabajo, y el 5% está en paro, mientras que Gallup nos dice que solamente el 45,1% tiene lo que se considera un “buen trabajo”. No se trata de bases de datos directamente comparables, sino de una estimación aproximada que sugiere que tal vez una quinta parte de la población activa está desempleada o tienen empleos menos-que-buenos.

Las personas que pierden sus puestos de trabajo en una recesión experimentan una variedad de efectos a largo plazo. Sus nuevos puestos de trabajo a menudo a menudo suponen sueldos más bajos y tardan años hasta que recuperan el nivel de los salarios más altos anteriores. Estas personas tienen menos probabilidades de poseer una casa; experimentan más problemas psicológicos; y sus hijos tienen peores resultados en la escuela. Es lo que se llama las ‘cicatrices salariales’.

Cerca de 40 millones de estadounidenses perdieron sus empleos en la recesión de 2007-2009. Sólo uno de cada cuatro trabajadores despedidos consiguen volver a los niveles previos de sueldo anteriores después de cinco años, según  el economista Till von Wachter, de la Universidad de California en Los Ángeles. La brecha salarial persiste, incluso décadas más tarde, entre los trabajadores que experimentaron un período de desempleo y trabajadores similares que no fueron despedidos. Las personas que han perdido un empleo durante las recesiones ganan un 15-20% menos que sus pares no despedidos después de 10 o 20 años. Y esas personas llegan a la edad de jubilación con pocos o ningún ahorro. Tienen que seguir trabajando o se ven obligados a vivir frugalmente.

El informe de empleo de abril mostró una tasa de desempleo del 16% entre los adolescentes de 16-19 años de edad. Esta muestra incluye sólo a aquellos que estaban buscando activamente empleo, que no son estudiantes a tiempo completo. Han abandonado la enseñanza, o quieren trabajar mientras estudian. Y está la tasa de mortalidad sorprendentemente mayor entre los blancos de mediana edad en EE UU. Esa tasa es el resultado directo del aumento de los suicidios y el abuso de drogas y alcohol – todo ello parte del proceso de depresión psicológica. Durante la última década, los hispanos mueren a un ritmo más lento. Las personas negras, también; incluso los blancos en otros países.

(Cuadro Las tasas de mortalidad, 45-54 años)

Sí, el poder de los monopolios (con más precisión, de los oligopolios) se ha incrementado en los últimos 150 años desde que Marx pronosticara que el modo de producción capitalista conduciría a un aumento de la concentración y centralización del capital. Y eso demuestra que el capitalismo se encuentra en su última etapa de desarrollo y que, por lo tanto, debe ser sustituido por un “monopolio social”. Pero eso también significa que la vuelta atrás a una competencia regulada por el gobierno, como sugiere Stiglitz, no funcionaría; tanto para relanzar la capacidad de crecimiento capitalista como para reducir la desigualdad.

Este daño permanente a la vida de millones de personas en Estados Unidos, una de las economías capitalistas más ricas del mundo y la “tierra de la libertad” no es consecuencia de los monopolios, sino del fracaso del capitalismo para producir suficientes productos y servicios que la gente necesitan , de forma asequible. Sí, una élite de ricachones preside sus enormes empresas y bancos y ‘ganan’ enormes salarios y primas y los gestores de los fondos buitres y los banqueros cosechan grandes ganancias de capital. Pero la gran mayoría de los estadounidenses no llega a fin de mes, a causa del “capitalismo competitivo” y su fracaso.

Fuente: https://thenextrecession.wordpress.com/2016/05/17/monopoly-or-competition-which-is-worse/

Traducción: G. Buster

Fuente de la imagen: http://www.periodicodelbiencomun.com/wp-content/uploads/2015/10/capitalismo-y-patentes.jpg

Fecha de Publicación  en OVE: 23 Mayo 2016

Comparte este contenido:

Keynes y Bretton Woods, 70 años más tarde

Esta semana hace 70 años de la muerte de John Maynard Keynes. Y pasados 70 años, expiran los derechos de autor de todos los trabajos de Keynes. Keynes es el economista más famoso e influyente de la corriente principal nunca. Y es el origen de toda una escuela o sector de la teoría económica llamada keynesianismo. Y 70 años más tarde, el keynesianismo sigue siendo el motor del pensamiento económico en la izquierda del movimiento obrero internacional. Lo que se puso de manifiesto de nuevo este mes en la última conferencia de la serie de seminarios titulada Nueva Economía de la oposición laborista del Reino Unido,  una conferencia de Paul Mason.

Mason es un conocido productor y periodista de la televisión británica y formalmente un marxista a su manera. Es autor de un libro titulado Post-capitalismo, que critica el capitalismo y propone una sociedad alternativa futura. Pero Mason, el marxista, en su intervención presentó una visión claramente keynesiana del estado de la economía británica y mundial y ofreció soluciones de política que el propio Keynes hubiera defendido de estar con nosotros. En realidad, probablemente no hubiera asistido a los seminarios ya que nunca fue partidario del Partido Laborista o de la clase obrera. Para él, el Laborismo era «un partido de clase y esa clase no es mi clase. La guerra de clases me encontrará del lado de la burguesía educada». (P371 Skidelsky). (Para más información sobre Marx y Keynes, ver mi  Contributions of Keynes and Marx).

Mason presentó un conjunto de políticas económicas totalmente en línea con las opiniones de los actuales dirigentes de izquierda, incluyendo gasto público para inversión, independencia del banco central del control democrático y un banco para la gente con inversión financiada mediante la impresión de dinero. De hecho, Mason defendió la financiación del sector capitalista privado para impulsar la inversión en vez del gasto público directo; «Y en una economía altamente mercantilizada, la inyección de dinero en el sector privado en realidad puede impulsar las reformas estructurales que necesitamos mejor que cambios específicos en el gasto público». Así que no se trata de sustituir el modo de producción capitalista, sino de buscar la manera de que funcione mejor. La economía y las opciones políticas keynesianas todavía predominan 70 años después, incluso entre marxistas declarados.

Para recordar el 70 cumpleaños de Keynes, otros keynesianos han recordado recientemente a los lectores del diario británico The Guardian (ese bastión del pensamiento económico keynesiano) que en 1944, un año antes de que Keynes muriese, había dirigido el equipo negociador británico que alcanzaría un acuerdo con los estadounidenses y otros para crear un nuevo orden económico mundial después de la guerra. Lo que se llamaría el acuerdo de Bretton Woods.

Los autores de este artículo en el Guardian, ex asesores del Partido Demócrata estadounidense, consideran el acuerdo de Bretton Woods uno de los grandes éxitos de la política keynesiana que permitió la clase de cooperación global que la economía mundial necesita para salir de su actual depresión. Lo que se necesita, ya ven, es que todas las principales economías del mundo se reúnan para elaborar un nuevo acuerdo sobre comercio y divisas, con unas normas que garanticen que todos los países trabajan para el bien global. El objetivo de la cooperación mundial ahora, afirman, debe ser «alejarse de un sistema económico caracterizado por el aumento de la desigualdad, la devastación ambiental y la falta de responsabilidad, y hacer lo mismo que Keynes intentó hace 70 años: imaginar un nuevo Bretton Woods«.

Es evidente que nuestros dos keynesianos demócratas tienen razón en que «la necesidad de una visión global del mundo nunca ha sido más evidente. Basta con echar un vistazo a cualquiera de los problemas de nuestra época, desde el clima a la desigualdad y la exclusión social … El diseño de un nuevo marco económico global requiere negociaciones a escala mundial«.

Pero ¿es Bretton Woods el ejemplo a seguir de como lograr ese orden mundial? y ¿puede hacerse cuando la dinámica misma del capitalismo es la competencia y la rivalidad entre potencias económicas imperialistas? Me temo que este tipo de utopía es lo que a menudo nos ofrecen los keynesianos. Se expresa en la contribución de Mason y en la de Joseph Stiglitz en una conferencia anterior en la misma serie de seminarios laboristas.

De todos modos, la idea de que Bretton Woods es un modelo de cooperación para el comercio mundial, la desigualdad, las divisas y el bienestar económico es ridícula. Incluso los autores citados admiten que el acuerdo de 1944 fue nada de eso. Según ellos, Keynes encontró que su «idea originaria de unanueva institución que equilibrase de manera más equitativa los intereses de los países acreedores y deudores fue rechazada«. En su lugar, los autores nos dicen que «lo que conseguimos por el contrario fue el FMI, las políticas de ajuste estructural y más de medio siglo de dolor y sufrimientos innecesarios para los países más pobres del mundo«.

Así que no fue para tanto. Sin embargo, los autores también se equivocan en algo más. Keynes no dirigió la delegación británica en Bretton Woods con la intención de conseguir una mayor igualdad y una mayor cooperación entre las principales economías en beneficio de todos, incluidos los países pobres del mundo de post-guerra. Fue allí para asegurar que los intereses nacionales del capital británica quedasen protegidos en un nuevo orden dominado por EE UU.

Como biógrafo de Keynes, Robert Skidelsky, señala, que el objetivo de Keynes era obtener el mejor acuerdo para Gran Bretaña, como importante prestatario de fondos de capital, de Estados Unidos, el principal prestamista de capital. «Los británicos querían un esquema que les permitiese pedir prestado sin condiciones, mientras los americanos querían uno en el que los prestamos fueran condicionados. Keynes representaba la perspectiva de los deudores y White (el negociador estadounidense) la de los acreedores«. (P671) Skidelsky describe las negociaciones de Bretton Woods como una operación de acceso a los fondos americanos: «lo que los delegados comprendían es que había una gran cantidad de dólares estadounidenses disponibles y querían para si cuantos más mejor«. (p764). Sí, muy idealista.

Skidelsky resume el resultado. Naturalmente, los estadounidenses se salieron con la suya debido a su poder económico. Gran Bretaña cedió su derecho a controlar las monedas de su antiguo imperio, cuyas economías se encontraban ya bajo el control del dólar, no a la libra (P817). A cambio, los británicos consiguieron crédito para sobrevivir – pero con intereses. Keynes dijo al parlamento británico que el acuerdo no era «una afirmación de poder estadounidense, sino un compromiso razonable entre dos grandes naciones con los mismos objetivos; restaurar una economía mundial liberal«. (P819). En otras palabras, la economía capitalista. Las otras naciones fueron ignoradas, por supuesto.

Bretton Woods no fue un éxito keynesiano, sino un punto de inflexión de la hegemonía imperialista estadounidense. EE UU estableció su dominio económico en Bretton Woods. El dólar se fijó con el oro y se convirtió en la moneda dominante en el mundo para el comercio y el crédito. Para controlar el nuevo orden económico mundial, se crearon el FMI y el Banco Mundial bajo control estadounidense y con sede en Washington. Los capitales en dolares americanos llovieron sobre Europa (el Plan Marshall) y Japón con el fin de restaurar la industria capitalista, para que estas economías destruidas por la guerra pudiesen comprar las exportaciones estadounidenses en dólares.

Pero Bretton Woods no salvó al capitalismo mundial para siempre. El acuerdo, con sus tipos de cambio fijos, la supremacía del dólar y de las instituciones internacionales bajo control de los EE.UU. parecieron funcionar durante la Edad Dorada de 1946 a 1965, principalmente debido a que la rentabilidad del capital estadounidense después de la guerra fue muy alta, y también aumentó rápidamente en Europa y Japón, con su excedente de mano de obra barata y nueva tecnología americana.

la hegemonía económica de Estados Unidos comenzó a declinar en la medida en que su relativa superioridad comercial y de crecimiento decayó paulatinamente desde mediados de la década de 1960 por el coste de la guerra de Vietnam, y el éxito comercial franco-alemán y japonés. Cuando la economía de Estados Unidos dejó de tener un superávit comercial y fue sustituido por un déficit cada vez mayor, el dólar sufrió una presión creciente y, finalmente, tuvo que abandonar su norma cuasi-oro en la década de 1970, lo que marcó el final de la era de Bretton Woods.

Con el colapso de la rentabilidad del capital en las principales economías desde la mitad de la década de 1960, todo el mundo luchó por su cuota de comercio y devaluó sus monedas. El FMI lo intentó y forzó con crisis financieras a varios gobiernos para mantener un régimen cambiario anclado en el dólar mediante la austeridad (la «devaluación interna»). En la subsiguiente era neoliberal a partir de la década de 1980, se redujeron los aranceles comerciales en beneficio de Estados Unidos, pero la «globalización» del capital permitió la “emergencia” de Japón, Corea y China como competidores de EE UU y Europa en los mercados mundiales. El sueño keynesiana de «dos grandes naciones” que organizasen la cooperación global y de un nuevo orden económico mundial quedó solo en un sueño.

El siguiente gráfico muestra como EE UU exportó capitales a nivel mundial en el período de post-guerra. Pero con el tiempo el capital norteamericano tuvo que financiar sus inversiones en el exterior no gracias a su superávit comercial, sino con créditos. Las empresas estadounidenses siguieron invirtiendo en el extranjero de manera rentable y Japón y Europa reciclaron sus excedentes comerciales mediante bonos en dólares, manteniendo así barato el coste del endeudamiento de Estados Unidos. Fue una gran manera para que EE UU mantuviese la rentabilidad a través de su hegemonía del dólar.

«Esencialmente, la economía de Estados Unidos ha sido capaz de endeudarse a bajo precio en el resto del mundo, y luego invertir esos fondos en empresas en todo el mundo. La rentabilidad de los activos financieros promedio durante períodos prolongados de tiempo es superior a la rentabilidad de la deuda. La brecha anual ha sido de entre 2.0% y 3.8% desde 1973». Pierre-Olivier Gourinchas analiza este patrón en «La Estructura del Sistema Monetario Internacional».

La realidad que no reconoce la economía keynesiana cuando analiza la economía mundial es que, bajo el capitalismo, el desarrollo puede ser “combinado” (globalización, tratados comerciales, etc.), pero también es “desigual” (desigualdad, monopolio del crédito, etc.), como muestra el ejemplo de Bretton Woods. Los autores del Guardian quieren un nuevo Bretton Woods, a partir de las ideas de Keynes. Pero es una ilusión bajo el capitalismo e incluso un espejismo que Keynes nunca sufrió.

Comparte este contenido: