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Aumentan las exigencias para poder ser catedrático y profesor titular de Universidad

Por Olga Sanmartin

Manuel (nombre ficticio) trabaja como profesor en una universidad pública española desde hace 25 años. Lleva una década de titular. El año pasado rellenó el formulario para poder acreditarse a catedrático y se quedó a tan sólo tres puntos de conseguirlo. Le faltaban algunos méritos de investigación y algo más de docencia que hubiera podido obtener en un año. Con el nuevo sistema de acreditación que ha puesto en marcha la Agencia Española de Evaluación del Profesorado (Aneca), calcula que ahora tardará entre seis y 10 años en cumplir las nuevas condiciones. «Se han endurecido los criterios de forma desproporcionada», dice.

La percepción de Manuel es compartida por miles de aspirantes a profesores titulares y catedráticos que, después de que el sistema haya estado bloqueado durante un año, están presentando sus solicitudes para que este organismo autónomo adscrito al Ministerio de Educación les valide sus méritos para optar a una plaza de funcionario de esas categorías en la Universidad.

En las últimas semanas, hay un rumor de quejas en los campus públicos. Los sindicatos CSIF,UGT y CCOO tienen la intención de presentar recursos ante los tribunales porque consideran «desproporcionadas», «desorbitadas» e «inalcanzables» las nuevas condiciones de evaluación del profesorado. El Comité Permanente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (Crue)analizará el asunto en una reunión el próximo día 20.

Todo empezó en mayo del año pasado, cuando el ex ministro José Ignacio Wert cambió el sistema de acreditación universitaria, que cualifica a los docentes para conseguir una plaza fija tanto de profesores titulares como de catedráticos. Educación rediseñó el sistema de méritos, que era bastante mejorable, y la forma de evaluarlos. Ahora se da más importancia a la investigación y no tanto a la docencia y los puntos se han sustituido por letras (de A, «excepcional», a E, «muy bajo») que dictaminan si el profesor es apto o no para optar una plaza. Las seis comisiones que había antes se han convertido en 21 áreas para que haya más especialización y precisión por parte de los evaluadores.

Con los antiguos criterios y en todas las áreas, se obtenía la máxima calificación en los méritos de investigación para acreditarse a catedrático si el candidato tenía reconocidos cuatro sexenios de investigación (un sexenio corresponde a obtener una evaluación positiva de seis años de actividad investigadora acreditada). Con los nuevos criterios, los sexenios pierden peso; su número se considera como mérito complementario.

Flexibilidad

El objetivo final es hacer flexible el modelo para que haya más opciones a acreditarse combinando distintos méritos y «permitiendo una valoración más justa y ponderada», en palabras de un portavoz del Ministerio. La Aneca publicó el pasado mes de noviembre la mayor parte de los nuevos criterios y los aspirantes coinciden en que «son más duros».

«No es cierto que los criterios se hayan endurecido, los adoptados para investigación y docencia siguen sustancialmente los hasta ahora imperantes en cuanto al número de aportaciones requeridas y la calidad de las mismas. Son las menos las comisiones que han elevado su número», sostiene el mismo portavoz de Educación.

En realidad, no parece que sean minoría las comisiones que han puesto requisitos más estrictos. Según las tablas comparativas del sistema antiguo y del nuevo recopiladas por EL MUNDO con la ayuda de profesores de distintas universidades, los criterios son más exigentes en al menos 13 de las 21 nuevas áreas de conocimiento.

Los cambios se dan, sobre todo, en el apartado de investigación. El endurecimiento mayor, tal y como denuncian los docentes, se ha producido en Física, en Química y en Ciencias de la Educación.

«Mucho malestar»

«La presión ha subido muchísimo y en mi facultad hay mucho malestar y movimiento», explica Vicente (otro nombre ficticio), profesor titular de Ciencias de la Educación en un campus madrileño. «En el sistema anterior, en la práctica no hacía falta haber publicado en el Journal Citation Reports (JCR) para ser catedrático. Ahora, para obtener una B (buena), exigen cuatro publicaciones en el primer cuartil [en el 25% con impacto más elevado] del JCR y otras ocho en otros cuartiles, cuando en Educación hay muy pocos profesores con estos méritos, ni siquiera en la comisión que ha aprobado esta nueva norma».

Algo parecido sucede en Física y Química, donde con el sistema antiguo el profesor sacaba la máxima nota en el apartado de publicaciones científicas si había publicado 40 artículos en revistas recogidas por el JCR, con 20 de ellas en el primer tercil de la categoría. Con los nuevos criterios, para que un aspirante a catedrático pueda sacar una B en investigación, como mérito obligatorio se pide tener 50artículos, 38 de ellos en el primer tercil, algo que los docentes consideran «durísimo».

Los profesores denuncian que el listón ha subido también en Filología y Lingüística («Se hace una selección de las publicaciones mucho más exigente y se excluyen cosas que antes sumaban»); Derecho («Los cuatro libros y los tres sexenios que ahora se exigen para ser catedrático no los cumple nadie»); Ciencias Sociales («Han puesto por escrito criterios que son muy difíciles de cumplir»), y en las cuatro ramas de Ingeniería, donde también se demanda ahora haber publicado más artículos relevantes que antes.

En el caso de Ciencias Económicas y Empresariales, los profesores consultados creen que actualmente «se pone un énfasis mayor en la calidad que en la cantidad», pero lo consideran «positivo» y opinan que los cambios «son razonables». Algo similar expresan en Ciencias del Comportamiento.

«Niveles difíciles de alcanzar»

«En general, los criterios exigibles se han endurecido de manera descontrolada y los niveles se hacen muy difíciles de alcanzar. Esto está generando mucha preocupación y bastante desánimo en la Universidad. El mensaje que se transmite a los profesores jóvenes es que va a ser imposible promocionar», opina Ramón Caballero, vicepresidente del Sector de Educación de CSIF.

CSIF está elaborando un estudio comparativo de los antiguos y nuevos criterios y estima que, con los requisitos de ahora, «serían suspendidos para los niveles básicos (los B) de catedráticos y titulares más del 80% de los funcionarios que actualmente desempeñan sus funciones en estos puestos, incluyendo a los recién acreditados».

Ninguno de los profesores consultados está en contra de que haya más exigencia en la Universidad, pero todos coinciden en que elevar los requisitos «de manera desproporcionada», como dicen que se está produciendo, les puede empujar a centrarse exclusivamente en obtener sus puntos y dejar de lado otras tareas esenciales de la Universidad.

También sospechan que, detrás de estos nuevos criterios, puede haber una operación para reducir las abultadas bolsas de acreditados que, a pesar de haber conseguido los méritos suficientes, no tienen plaza fija por las restricciones en la tasa de reposición durante los últimos años. «Entendemos que se han endurecido las condiciones para limitar que haya profesores acreditados a titulares y catedráticos», sostiene Julio Serrano, responsable de Universidades de la Federación de Enseñanza de CCOO, «el Ministerio quiere ahorrar y le resulta más flexible tener a profesores contratados, más que a funcionarios».

«Libertad absoluta» en las comisiones

En las comisiones que han elaborado los criterios -son 21, con un total de 300 docentes- aseguran que han tenido «libertad absoluta» a la hora de redactar las nuevas condiciones. «No nos han dado ninguna consigna ni dentro ni fuera de la Universidad», sostiene Juana Gallar, catedrática de Fisiología en la Universidad Miguel Hernández de Elche y presidenta de la Comisión de Ciencias Biomédicas.

Gallar defiende que, en las cuatro áreas relacionadas con las Ciencias de la Salud, los requisitos «se aproximan bastante a lo que había antes». «Hemos mantenido reuniones entre distintas comisiones para que los criterios no fueran descabellados. Antes se pedían 40 publicaciones y ahora también. A lo mejor es que no hemos sabido transmitir bien la idea», señala.

Javier Esparcia, catedrático de Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Valencia y presidente de la Comisión de Historia y Filosofía, dice que «la imagen de endurecimiento generalizado no es tal, o no es tanto». «Los méritos obligatorios no se alejan demasiado de los que había en el sistema anterior, si bien se han clarificado y sistematizado algunas exigencias de calidad», apunta.

«Estoy totalmente a favor de ser evaluado», concluye Manuel. «El problema es que, si se pasan de exigentes, sólo conseguirán que nos centremos en conseguir puntos como sea y a cualquier precio, investigando en temas seguros y sin arriesgarnos. El objetivo de la vida académica en la Universidad no puede ser conseguir los puntos de la Aneca, sino generar y compartir conocimiento».

Fuente:http://www.elmundo.es/sociedad/2016/12/13/584e8db8468aeb90368b4587.html

Imagen: e02-elmundo.uecdn.es/assets/multimedia/imagenes/2016/12/12/14815615517616.jpg

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La ‘guerra’ de los deberes: padres contra padres por las tareas escolares

Por. Olga Sanmartin

La Ceapa insta a no hacer las tareas mientras la Concapa dice que «jamás» admitirá «esta insumisión»

La guerra por los deberes que, desde hace unos años, genera fricciones entre las familias y los centros educativos se ha intensificado durante este comienzo de curso poniendo a unos padres, los de la Ceapa, frente a otros, los de la Concapa. Los primeros instan a las familias a no hacer las tareas escolares. Los segundos censuran con contundencia esta postura. «Jamás admitiremos que se llame a la insumisión», advierte su presidente, Pedro Caballero.

Bajo la premisa de que hay que «recuperar el tiempo libre para los niños», la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres del Alumnado (Ceapa) anunció ayer en rueda de prensa que va a pedir a los profesores que no pongan deberes para los fines de semana de noviembre. Si los docentes no les hacen caso, llama a las familias a negarse a que sus hijos los hagan, aunque esto les baje la nota.

Para ello van a repartir entre las familias un documento que podrán entregar en el colegio en el que se dice que «mi hijo no lleva deberes por una decisión familiar», parecido al que ya han difundido cuando hay huelga. Se da la circunstancia de que, en 2012, la Ceapa llamó a no llevar a los hijos a clase contra la Lomce en la primera huelga educativa de la historia protagonizada por las familias.

José Luis Pazos, presidente de esta confederación que representa a 12.000asociaciones de la escuela pública, asegura que «la percepción de las familias es que cada año hay más deberes y que cada vez se adelantan más». «Nos encontramos a niños de Infantil que salen de clase con deberes. Pedimos la desaparición de los deberes tal y como están planteados ahora. Lo escolar debe quedar resuelto en la escuela, la casa debe ser el espacio para hacer lo que al niño le motive», defiende.

Y esgrime un estudio que ha realizado la Ceapa tras consultar a 1.748 padres y 472 menores, la mayoría de la escuela pública, del que se desprende que el 40% de las familias opina que sus hijos tienen demasiados deberes y el 48% piensa que estas tareas afectan de forma negativa a su vida familiar.

Según esta encuesta, uno de cada cinco padres asegura que sus hijos hacen dos horas diarias de deberes. Esto, resaltó Pazos, «da una suma de 10 horas a la semana».

¿Tenemos muchos deberes?

Según los datos que maneja la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), los alumnos españoles realizan 6,5 horas de ejercicios a la semana, frente al 4,9 que se dedica, de media, en otros países.España es el quinto país que más deberes pone, advierte este organismo, que considera que las tareas «son una carga para los alumnos con desventajas socieconómicas», ya que se encuentran con más dificultades a la hora de encontrar un lugar tranquilo, o tener tiempo para hacerlos, o recabar ayuda de sus padres. La OCDE concluye que en la escuela privada se hacen más deberes que en la pública.

La Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y padres de Alumnos (Concapa), que representa a cerca de tres millones de familias de la escuela privada concertada, defiende que se pongan deberes «de forma proporcional», pero también opina que «los deberes son necesarios porque generan un hábito y afianzan lo aprendido en clase».

«Son imprescindibles en su orden y medida», opina Caballero, que censura la postura de la Ceapa. «Jamás admitiremos que se llame a la insumisión. Eso supone educar a los niños en que las normas no sirven para nada. Las normas hay que cumplirlas».

Aunque los deberes competen a los centros, las autonomías están empezando a debatir sobre ellos a instancias de los padres.La Asamblea de Madrid aprobó una propuesta de Ciudadanos en la que se pide limitar las tareas en Primaria.

¿Qué dicen los profesores?

Los profesores se muestran abiertos a hablarlo. «Hay una cierta preocupación por el hecho de que en los indicadores internacionales salga que en España se hacen más horas de deberes que la media y que no haya correlación entre el trabajo en casa y los resultados académicos. Es necesario abrir un debate», expresa Francisco García, secretario general de la Federación de Enseñanza de CCOO.

Constata lo que varios profesores han denunciado ya: «Es posible que la Lomce, en la medida en que es una ley con currículos más cargados y pesados, esté generando una mayor carga de trabajo para casa». Aunque la ley no regula los horarios, hay centros de distintas autonomías que han reducido la duración de las clases de 60 a 45 minutos. Los críos tienen que hacer lo mismo en menos tiempo, algo que puede haber incrementado la carga de las tareas.

¿Pero hacen bien los padres en quejarse? «Lo de la insumisión no es el camino. No se debe desautorizar a los profesores delante de los hijos», responde Ricardo Moreno Castillo, catedrático de Matemáticas y autor de La conjura de los ignorantes. En su opinión, negarse a hacer los deberes «no debe ser una opción». Pero añade, eso sí, que «los deberes deben ser menos y más útiles». «Algo está funcionando mal. Los deberes hacen falta, pero ahora son excesivos. Eso de construir con tus manos un volcán y de hacer trabajos durante toda la tarde no sirve de nada».

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Los profesores no tienen la culpa de todo.

Una campaña de la Fundación Promaestro trata de poner en valor la figura de los docentes,Sólo el 8% de los profesores españoles considera que su trabajo es valorado por la sociedad, según la OCDE.

Por: Olga R Sanmartin.

Todo el mundo tiene una opinión sobre la educación y sobre lo que los profesores deberían hacer. Desde la madre metida a bloguera hasta el gurú que imparte charlas TED, pasando por los políticos que hacen y deshacen leyes educativas, todos tienen infalibles teorías pedagógicas. Que si «los profesores deberían aprender del modelo finlandés»; que si «los docentes deberían quejarse menos y trabajar más»; que si «el maestro debería saber adaptarse a cada niño»; que si «la escuela debería dejarse de experimentos y centrarse en lo básico: las Matemáticas, la Lengua y el Inglés»…

Hace tan sólo un par de décadas, los profesores eran figuras revestidas de autoridad y respetabilidad que nadie se atrevía a contestar. En la era de internet, donde la información es gratis y circula por todas partes, el docente no sólo es cuestionado sistemáticamente, sino que se le responsabiliza de todos los males. Si los niños no saben, es culpa del maestro; si no son felices, también.

En el Día Mundial del Maestro, la Fundación Promaestro ha rendido homenaje a los profesores en un vídeo en el que ironiza sobre la tendencia que tenemos a opinar sobre aquellas cosas que creemos que sabemos. «Los profesores deberían hacer…» es una frase que se oye a la puerta del colegio casi tanto como la de «cada niño es un mundo».

«Vivimos un momento en el que se habla más que nunca de educación y, sin embargo, la opinión de los docentes se nos presenta casi siempre en un segundo plano. Queremos que las personas que vean el vídeo, se muevan o no en el ámbito educativo, sean un poco más consciente de la presión que soportan los profesores y que se pregunten hasta qué punto su voz está siendo, en no pocas ocasiones,gravemente deslegitimada», expresa Jorge Úbeda, director de la Fundación Promaestro, una ONG creada para «impulsar una cultura que valore y reconozca justamente a los profesores».

Hasta Íñigo Méndez de Vigo, ministro de Educación en funciones, ha salido este miércoles para pedir que «todos reflexionemos sobre la necesidad de que la sociedad en su conjunto reconozca el trabajo de nuestros maestros y profesores».

Los profesores pasan por una prolongada crisis de reputación. Según el CIS, la profesión docente está entre las 10 más valoradas por los españoles, pero sólo un 6,5% de la población animaría a su hijo a optar por esta carrera. El informe Talis de la OCDE apunta que el 95% de los profesores en España está satisfecho con su trabajo, pero sólo el 8% cree que su trabajo es valorado por la sociedad, cuando, en la media de los países, este porcentaje es del 31%.

A todo ello no ayudan los grupos de WhatsApp que han creado los padres para seguir en contacto después de clase y que a menudo sólo sirven para criticar al profesor. «Suelen ser una fuente de ruido que no beneficia en nada a la autonomía educativa de los alumnos y que genera tensiones y conflictos evitables entre los colegios y las familias», opina Úbeda, profesor asociado de Historia de la Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid.

Úbeda también cree que «las campañas antideberes», como la que ha lanzado la Confederación de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (Ceapa), «vuelven a cargar las culpas sobre las espaldas de los docentes y hacen más grande la brecha existente entre los profesionales y las familias».

«En ningún caso hay estudio alguno que pruebe que los deberes sean nocivos», sostiene Úbeda. «¿Para cuándo las familias van a proponer un boicot a los horarios de tarde de sus empresas, o a las reuniones a deshora?», plantea.

¿Realmente era necesario crear una fundación para empoderar a los docentes? «Nuestra propuesta consiste en ayudar a que los profesores creen redes de conocimiento educativo que les ayuden en su ejercicio profesional y que les permitan reconocerse a sí mismos como los expertos profesionales en educación escolar que son», indica Úbeda. Para ello, organizan encuentros entre maestros en los que se intercambian prácticas y experiencia.

Fuente: http://www.elmundo.es/sociedad/2016/10/05/57f3ca3546163f57348b458c.html

Imagen: 

http://k.uecdn.es/html5/html5lib/v1.9.1-ue2/modules/KalturaSupport/thumbnail.php/p/108/uiconf_id/8704917/entry_id/0_btjolm1k/height/402?

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La escuela donde los profesores y los alumnos se forman en emociones.

  Olga Sanmartin

Europa/España/Fuente:http://www.elmundo.es/

Hay una ley no escrita que dice que cualquier niño que se encuentre con una pompa de jabón en su camino se abalanzará hacia ella por todos los medios posibles. En el colegio público Asunción Rincón de Madrid intentan que los estudiantes hagan lo contrario. Las maestras María José y Fátima sueltan burbujas de Fairy por el patio mientras gritan a sus alumnos de cinco años: «¡Autocontrol!».Cristina, Elena y Olivia permanecen impasibles con las manos pegadas al cuerpo.Lucas no resiste y levanta un brazo. Manuel mira de reojo, con deseo impaciente, a la esfera translúcida que pasa rozándole la pierna y se estrella salpicando contra el suelo. Gana quien logre no tocar las pompas.

El juego va de controlar los propios impulsos y está inspirado en ese famoso experimento realizado en los años 60 a un grupo de preescolares a los que se les dio a escoger entre comerse una nube de caramelo en el momento o resistir la tentación para disfrutar de dos golosinas más tarde. La investigación demostró que los que fueron pacientes y esperaron tuvieron más éxito en la vida cuando se hicieron mayores.

En el Asunción Rincón llevan un año practicando ejercicios de este tipo y los resultados ya empiezan a notarse en una de las aulas de Infantil. «Los alumnos prestan más atención, se involucran más y se regulan mejor», sintetiza Fátima. «Por ejemplo, cuando están haciendo mucho ruido, ellos mismos se dan cuenta y dicen: ‘Vamos a hablar más bajo’».

Pero ha hecho falta mucho trabajo de fondo para que niños tan pequeños hayan aprendido a resistirse a algo tan atrayente como una pompa de jabón. Durante todo el año, la jefa de estudios y una decena de profesoras han participado en un curso de la Fundación Botín que les ha convertido en especialistas en inteligencia emocional y les ha dotado de herramientas para trabajar en el aula con sus estudiantes. Se trata de Educación Responsable, un programa con el que trabajan más de 7.000 profesores y 70.000 niños y en el que han participado este curso 183centros públicos, privados y concertados de siete autonomías.

Sólo hay un Gobierno regional, el de Canarias, que ha recogido la Educación Emocional dentro del currículo. En el resto de España los profesores se apañan como pueden: algunos elaboran sus propias estrategias y otros recurren a materiales que les brindan iniciativas privadas, como la de la Fundación Botín.

Neva Chico de Guzmán, la formadora, reúne a las 10 profesoras del Asunción Rincón después de la jornada escolar y les cuenta cómo trabajar mejor laautoestima, la empatía, la asertividad o el autocontrol:

– Cuando un niño llora o está preocupado, es muy frecuente que lo primero que le digamos sea «no llores» o «no te preocupes». Pero es muy difícil que aprenda a manejar las emociones si se las estamos negando. Lo que hay que preguntarle directamente es qué le pasa, explica Neva a las profesoras reconvertidas en alumnas.

– Es que eso cuesta mucho, porque hemos crecido con el «niño, no llores», apunta Fátima.

– Estamos acostumbradas a decir que no pasa nada. Pues a lo mejor sí que pasa…, reflexiona María.

Neva, en sus sesiones, intenta que las maestras se den cuenta de errores que a veces se cometen por inercia. Ellas le exponen, a cambio, los problemas que se encuentran a diario en el aula.

El programa de la Fundación Botín dura, en total, tres años. En el primero, un grupo de profesores de cada centro recibe formación, presencial y online. En el segundo y en el tercero, se constituyen más grupos de trabajo para expandir lo aprendido por todo el colegio. En otras palabras, los docentes que ya están formados se dedican a formar a sus compañeros.

«Supone un esfuerzo extra para los profesores, pero esperamos ver los frutos. No teníamos formación previa en este aspecto, pero todos los colegios con experiencia en educación emocional nos decían que no sólo veían mejor a los chicos, sino que esto revertía también en los docentes», expresa la jefa de estudios, Luz Sánchez Becerril.

La Universidad de Cantabriaha analizado los resultados y ha llegado a la conclusión de que allí donde se ha trabajado la inteligencia emocional ha mejorado la convivencia y ha disminuido la violencia, al tiempo que ha aumentado el rendimiento académico. Los niños aprenden a conocerse y a confiar más en sí mismos, a comprender mejor a los demás, a reconocer y a expresar emociones e ideas, a tomar decisiones responsables, a valorar y cuidar su salud y a mejorar sus habilidades sociales. También a desarrollar el autocontrol.

Después del juego de las pompas, Fátima y María José van preguntando a sus alumnos cómo se han sentido. Muchos responden que están más tranquilos y alegres que cuando comenzaron el día. Aunque alguno reconoce que se siente «triste»: «Me hubiera gustado explotar las pompas de jabón.

Fuente: http://www.elmundo.es/sociedad/2016/06/26/576e8aef46163fea5f8b466b.html

Imagen: 

http://e03-elmundo.uecdn.es/assets/multimedia/imagenes/2016/06/25/14668598878687.jpg

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