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El trabajo científico-filosófico de José Sarrión y la noción de ciencia de Manuel Sacristán

Salvador López Arnal

Rebelión

Para Eli, que está siempre ahí, donde hay que estar

Presentación del libro de José Sarrión Andaluz, La noción de ciencia en Manuel Sacristán, Madrid, Dykinson, 2017.

***

Al lector/a, a modo de advertencia:

El recuerdo de Matilde Landa, señalaba Jesús Puente González [1], miembro del colectivo Juan de Mairena y atento lector de la obra de Francisco Fernández Buey, “me trae a la memoria el de Matilde Zapata, directora del diario la Región de Santander, pareja de su anterior director, Luciano Malumbres, asesinado por un pistolero mandado por Hedilla poco antes del golpe”, en junio de 1936. Matilde Zapata, un referente del periodismo comprometido, y del feminismo, la militancia y la coherencia poliética, huyó de Gijón -se había refugiado allí, tras la entrada de las tropas franquistas en Santander- en un barco que fue capturado por la marina de los sublevados fascistas. Fue fusilada en mayo de 1938, a los 32 años edad -los mismos que vivió un camarada suyo, el poeta Miguel Hernández-, tras una pantomima de juicio en el que puso de manifiesto su dignidad y coraje moral. El fiscal pidió para ella dos penas de muerte. Matilde Zapata, con excelente lógica civil[2] (la misma que gustaba, practicaba y cuidaba nuestro germanista, la misma que cuida y practica el estudioso de su obra), supo orteguianamente a qué atenerse y le dijo al fiscal que con una le bastaba, que la otra se la podía guardar para él. A lo mejor la necesitaba en el futuro. Desgraciadamente no la llegó a necesitar; moriría feliz en la cama ya mayor probablemente.

Conviene saber, en todo caso, que el autor de estas páginas y el filósofo a cuya obra están dedicadas están hechos de la otra pasta, del espíritu solidario, la rebeldía y la dignidad de Matilde Zapata (y Matilde Landa). Ambos son, entre muchas otras cosas y pensando siempre -y heterodoxamente cuando es necesario- con su propia cabeza, “zapatistas y landistas”. En la estela de dos mujeres republicanas inolvidables.

Hablando de lógica civil, es necesario recordar también una toma de posición gnoseológica y política de Sacristán, a los 53 años de edad. En 1979, en una conversación con Antoni Munné y Jordi Guiu pensada inicialmente para ser publicada en la revista El Viejo Topo [3] pero que permaneció inédita durante unos 16 años[4], el autor de El orden y el tiempo señalaba:

A mí me gusta intentar saber cómo son las cosas. A mí, el criterio de verdad de la tradición del sentido común y de la filosofía me importa y no estoy dispuesto a sustituir las palabras “verdadero” o “falso”, por las palabras “válido”, “no válido”, “coherente”, “incoherente”, “consistente”, “inconsistente”. No, para mí, las palabras buenas son “verdadero” y “falso”, como lo son en la lengua popular, como lo es en la tradición de la ciencia. Igual en Pero Grullo y en la boca del pueblo que en Aristóteles. Los del “válido”, “no válido”, son los intelectuales que en este sentido son “tíos” que no van en serio.

José Sarrión Andaluz no es en absoluto un intelectual en ese sentido. Al igual que Sacristán, va en serio. Las palabras buenas son también para él verdadero o falso; decencia o indecencia; justicia o injusticia; igualdad o desigualdades crecientes; compromiso con los de abajo o aspiración a ser un acomodado intelectual orgánico del poder y sus representantes. Cuando intentan saber cómo son las cosas, cuando hablan de conocimiento positivo, de ciencia, la piensan ambos en los términos siguientes (y en los alrededores político-culturales de esta aproximación):

En todo este contexto, sin embargo, es necesario entender el término “ciencia” con la generosidad que merece: sólo la profunda alienación del espíritu en la sociedad burguesa, permite entender por ciencia una actividad sin espíritu, que se limita a manipular el ente para explotarlo. En su concepto histórico la ciencia es esencialmente más que eso: es lucha por la verdad contra las concepciones del mundo mitológico-religiosas. La esencia de la ciencia se encuentra más en las palabras del presocrático que grita “el sol no es un dios, sino un trozo de piedra incandescente” que en los servo-mecanismos de las máquinas electrónicas que computan los datos óptimos para la propaganda de la Coca-Cola (sin que con esto se pretenda, naturalmente, que la ciencia como técnica no sea un momento del concepto pleno de ciencia)…

La ciencia en el sentido pleno y verdadero de su concepto, proseguía el entonces miembro del Comité Central del PSUC en la revista teórica clandestina de su organización, “es la empresa de la razón: la libertad de la consciencia”. La ciencia positiva como técnica humanizada, la tecnociencia no cegada ni alocada ni destructiva [5], recibía entonces “su impulso de la ciencia como razón [6] .

El objetivo de este trabajo, señala el profesor Sarrión Andaluz (a quien agradezco muy sinceramente el encargo de esta presentación, un verdadero honor para mí), es estudiar la noción de ciencia en los escritos de Manuel Sacristán Luzón (Madrid, 1925-Barcelona, 1985), y la repercusión de esta noción en su comprensión del marxismo, un ismo -un no-ismo en su caso [7]- que el que fuera director de mientas tanto pensó siempre como una -no la única- tradición emancipatoria del movimiento obrero. El autor de este artículo, escribía en 1968 el traductor de Engels, Korsch y Lukács [8] en una colaboración para un suplemento de una Enciclopedia, la Labor, muy difundida en aquellos años, ha negado que pueda hablarse propiamente de filosofía marxista en el sentido sistemático tradicional del concepto de filosofía, “sosteniendo que el marxismo debe entenderse como otro tipo de hacer intelectual, a saber, como la conciencia crítica del esfuerzo por crear un nuevo mundo humano” [9] [el énfasis es mío]. Creación de un nuevo mundo humano, consciencia crítica de esta finalidad transformadora compleja, una reflexión, una arista de largo alcance muy destacada en la obra y el hacer del autor de estas páginas.

Trabajaremos con la hipótesis, añade el profesor Sarrión en su introducción, de que “su gran conocimiento y rigor en materia epistemológica tiene consecuencias en su perspectiva crítica y renovadora del marxismo” [10]. La conjetura es contrastada con éxito a lo largo de esta investigación y los dos objetivos señalados -¡dos tesis de hecho en una!- se superan con nota, con nota destacada.

Lo esencial de mi lectura de este erudito ensayo del doctor Sarrión, en correspondencia con lo apuntado en mi advertencia al lector, puede resumirse así: hay libros que conviene depositar, más o menos directamente, en alguna estantería lejana; otros merecen ser ojeados y algunas de sus páginas deben ser leídas; unos terceros deben ser estudiados con interés, incluso con mucho interés, y desde el principio hasta el final, y hay otros, finalmente, no son muchos, la última de nuestras casillas, que estudiamos, pensamos, anotamos, repasamos, meditamos, tratamos con mimo y solemos tener muy cerca nuestro, en nuestra mesa de trabajo o estudio, para futuras relecturas y consultas por ejemplo. El libro del profesor Sarrión Andaluz, actualmente diputado por IU en el Parlamento de Castilla y León (un nudo muy consistente con su propia forma de entender el marxismo y el legado poliético del autor estudiado, que también fue un político gramsciano revolucionario que se la jugó en circunstancias muy difíciles [11]), está ubicado, sin atisbo para ninguna incertidumbre, en este cuarto apartado de nuestra clasificación. Conviene decir, es consistente hablar así en términos lógicos, que: el trabajo científico-filosófico realizado por el autor sobre la noción de ciencia en la obra de Sacristán es excelente si y solo sí, como diría Tarski -y con él Josep Ferrater Mora- porque es excelente.

Todos los lectores del estudioso y traductor de Antonio Gramsci, alguien muy digno de amor comentó Sacristán en el 40º aniversario del fallecimiento del revolucionario sardo, le debemos, le estamos agradecidos. Ampliemos este primer atributo: el del rigor, la excelencia, el del trabajo bien hecho, concienzudo y gozoso al mismo tiempo.

La explicación de la segunda virtud (la republicana) de La noción de ciencia en Manuel Sacristán demanda un breve preámbulo personal. En todo caso, este Yo instrumental quiere y va a caminar hacia un Nosotros.

Marzo de 1973. Yo tenía 18 años, cumplía 19 años en julio, y estudiaba segundo curso de Matemáticas -“Exactas” se decía entonces con algo de pedantería y mucho desconocimiento gnoseológico- en la Universidad de Barcelona. La topología, fue mi primer contacto con esta disciplina, era una de mis pasiones (tampoco el Cálculo me era extraño o ajeno). Restadas las horas de trabajo en Banca Catalana, una de las apuestas fracasadas de Jordi Pujol [12], restado ese tiempo, decía, que incluía los sábados por la mañana, y el poco -no había otra- que dedicaba a clases y estudio, militaba con entusiasmo, bastante locura política y muchos riesgos en el PCE (m-l). Un día, un compañero de clase algo mayor que yo, un ex camarada del partido, me regaló el Manifiesto Comunista(que aún no había leído) y Los principios de la matemática –no los Principia Mathematica por supuesto- de Bertrand Russell, uno de los primeros libros de filosofía de la matemática que tuve entre mis manos.

Además, mi generoso y muy culto compañero me habló de una conferencia que iba a dictar al día siguiente un tal Sacristán en los comedores universitarios del SEU de Pedralbes, muy cerca de donde entonces estaba la Facultad de Filosofía. No conocía al conferenciante y el título de la conferencia, “La universidad y la división social de trabajo”, a pesar de mi activismo político, me sonaba entre extraño y muy raro. No sabía muy bien qué era la división social del trabajo, aunque sabía, eso sí, que pocos hijos de obreras y obreros podían estudiar en la universidad española en aquel tiempo de silencio -pero también de organización, resistencia y lucha, con asesinados incluidos. Los de Manuel Márquez (Central Térmica del Besós), Ruiz Villalba (SEAT) o los de Daniel y Amador, dos trabajadores de la Bazán de El Ferrol, en ese mismo mes de marzo de 1972.

Esa misma noche, en casa de mis padres y con alguna intranquilidad por su parte, empecé a leer el Manifiesto, hojeé algunas páginas de las reflexiones filosóficas russelianas y tomé la determinación de asistir a la conferencia del para mí desconocido Sacristán, saltándome dos o tres clases. Llegué muy puntual, antes de las 7 de la tarde, estuve todo lo atento que pude, intenté apuntar -con mucha dificultad- algunas nociones y argumentos y permanecí, a pesar del cansancio acumulado, hasta el final del coloquio, pasadas las diez de la noche. Más de tres horas entre la intervención central y debate posterior.

¿Qué pensé, qué sentí, después de quedarme absolutamente cautivado y con la boca abierta pero sin entender apenas nada -nada, para ser más preciso- de lo que allí se dijo y discutió? Que debía superar mis límites, mi descomunal incapacidad de comprensión, mis dificultades para entender un debate como aquel, y que era deslumbrante, más que deslumbrante incluso, la forma en que aquel conferenciante, desconocido para mí hasta entonces, hablaba y argumentaba. De hecho, yo nunca hasta entonces había oído un castellano tan potente a pesar de haber tenido al primer traductor de José Saramago, Basilio Losada, como profesor de Filosofía y Literatura en PREU. Quería saber más, mucho más de las temáticas que aquel conferenciante conocía en profundidad. Que ese Marx al que a veces se refería era mucho Marx, mucho más Marx del que yo entonces conocía. Que su fuerza, su estilo, su paciencia, su estilo argumentativo sus casi dos horas de discusión con un grupo (al final) muy reducido de alumnos, había sido todo un espectáculo intelectual nunca hasta entonces vivido por mí, y que, en fin, debía dejar las matemáticas y la física para momentos más sosegados, políticamente hablando, y debía matricularme en Filosofía, facultad para la cual ya había hecho el examen de ingreso dos años antes. La suerte estaba echada, la decisión estaba tomada. Un artículo crítico de Alexander Grothendiek (otro autor que conocí también en aquellos años, otro de mis héroes de juventud) sobre el papel de la matemática en nuestras sociedades que publicó Triunfo oCuadernos para el diálogo pocos meses después me reafirmó en lo que ya había decidido.

Estudié filosofía asistiendo poco a clase en los dos primeros cursos (la lucha política antifascista seguía en lugar muy destacado); interrumpí mis estudios de filosofía finalizado el segundo curso para matricularme un curso de Economía y hacer dos cursos más tarde de Sociología; además, desde entonces, asistí a todas las clases que puede de “Metodología de Ciencias Sociales” que Sacristán y Paco Fernández Buey impartían para alumnos de 5º curso en la Facultad entonces de Económicas, ahora de Economía y Empresa; volví a estudiar filosofía, esta vez más en serio, dedicándome básicamente a la lógica formal, a su filosofía y a la epistemología en general; intenté, fracasando estrepitosamente, una vuelta a Exactas tras haber aprobado mis oposiciones de profesor de Instituto (entonces nos llamábamos enseñantes, siguiendo las reflexiones de Sacristán y otros compañeros de la Federación de Enseñanza de CC.OO [13]), y, finalmente, hice un Master de la Historia de la Ciencia en la Facultad de Físicas de la UAB realizando una investigación sobre la obra de un matemático elogiado por Isaac Newton, Antonio Hugo de Omerique, con reseña incluida, acaso escrita por el propio autor de los Principia, en los Philosophical Transactions of the Royal Society. En síntesis: lógica, un poco de matemática, epistemología, bastante de historia de la ciencia y algunas lecturas marxistas, los únicos saberes que estaban a mi alcance.

Desde entonces, hace ya más de 25 años no he cesado en mi empeño de comprender la obra de aquel conferenciante que no entendí en marzo o abril de 1972. La ayuda de Francisco Fernández Buey, como en tantas otras cosas, ha sido decisiva en todo este aprendizaje. Casi nada de lo que he escrito o pensado hubiera sido pensado o escrito sin su ayuda, apoyo y consejo. No es improbable que algunas de las conjeturas o ideas que he defendido y defiendo le tengan a él como “principio generador” sin que yo mismo sea plenamente consciente de ello.

Fin del relato, hasta aquí el preámbulo. Viene el nosotros.

Se infiere de todo ello, por eso lo he contado, que mi aproximación a la obra del autor de Papeles de filosofía es bastante parcial por falta de estudio de fondo y preparación en varios temas que siguen siendo para mí bastante inasequibles. Da vergüenza confesarlo a pesar de la ganas y del tiempo dedicado pero yo no entiendo bien -ni medio bien- una buena parte de los desarrollos descriptivos y argumentativos de la tesis doctoral de Sacristán sobre Las ideas gnoseológicas de Heidegger (por mi desconocimiento e incomprensión de la obra del que fuera rector de Friburgo en tiempos turbulentos, no por la claridad interpretativa del comentarista [14]), ni tampoco una parte no menor de sus escritos de crítica literaria (que incluye la teatral y la musical) en sus tiempos de Laye, más los prólogos a la obra en prosa de Heine o Goethe o su aproximación a la obra poética de Joan Brossa [15], así como la importancia o no de su propia obra artística, empezando, por ejemplo, por su obra de teatro “El pasillo”. En sus escritos políticos, filosóficos y marxianos me sitúo más o menos bien, pero donde, por formación, e incluso por deformación y gusto, me encuentro más cómodo, más a mi aire, con mayor perspectiva crítica y capacidad de comprensión y análisis, es en sus escritos lógicos y epistemológicos, donde, además, he tenido la suerte de tener profesores y maestros que me han ayudado como Luis Vega Reñón, Paula Olmos, Daniel Quesada, Ramon Jansana, Eduardo Bustos, Manuel Medina y Jesús Mosterín (fallecido en setiembre de 2017 por un mesotelioma).

Así, pues, es en este vértice que he señalado donde me ubico mejor, sobre el que más he escrito y donde creo conocer mejor la obra del traductor de Quine y Hasenjaeger. Pues bien, esta es la otra nota que quería destacar del libro del profesor Sarrión Andaluz: yo he aprendido mucho del libro que el lector tiene entre sus manos, de su investigación en este campo, al cual, como decía, he dedicado muchos años de mi vida [16].

Si el profesor Sarrión hubiera investigado y escrito sobre la tesis doctoral de Sacristán o sobre su obra literaria, su magisterio hubiera sido más evidente aún, pero, digámoslo así, él ha investigado, pensado y escrito sobre “mi tema”, sobre las cosas que más me han interesado del que fuera miembro del comité ejecutivo del PSUC y profesor de lógica en este cuarto de siglo de estudio y dedicación por mi parte. No sólo es que esté de acuerdo con tal o cual tesis, argumento, reflexión o desarrollo sino que he aprendido nuevas cosas, nuevos enfoques, nuevas perspectivas, al leerlo. El profesor Sarrión me ha abierto horizontes que estaban cerrados anteriormente para mí, me ha hecho pensar en ideas, en conjeturas, en hipótesis, en las que no había reparado e incluso me ha llevado a reconsiderar algunas de mis posiciones sobre el tema.

La noción de ciencia en Manuel Sacristán enseña, nos enseña a todos, a las personas que conocemos, con mayor o menor profundidad, en mayor o menor medida, la obra del autor de Introducción a la lógica y al análisis formal, y a las personas que por diferentes motivos no han podido ponerse aún en ello [17]. El libro del diputado de IU en las Cortes de Castilla y León, sin ninguna duda, les será de una gran ayuda, nos será a todos de un gran estímulo.

Pero no es ésta, siendo importante, su última virtud. Hay más.

El profesor Sarrión Andaluz traza además una mirada completa -completísima más bien- sobre la importante, en sí misma y por sus consecuencias interpretativas, arista lógico-epistemológica de Sacristán, quien nunca por cierto abandonó su adicción a la lógica [18], usando para ello escritos publicados y también inéditos, incluidos notas y materiales de trabajo. Todo ello, desde luego, da aún más valor a su investigación y al resultado alcanzado.

No era fácil. Sacristán fue traductor de uno de los grandes lógicos y filósofos contemporáneos, fueron cinco sus traducciones de Quine, fue un sugerente filósofo de la lógica (pensemos, por ejemplo, en sus materiales para su oposiciones a la cátedra de lógica de Valencia) [19], fue autor de reseñas de la obra lógica de su amigo Ferrater Mora y de otros autores [20], y fue también, por supuesto, profesor de lógica y epistemología cuando pudo, cuando le dejaron en las Facultades de Filosofía y Económicas de la Universidad de Barcelona (también en la Universidad Nacional Autónoma de México durante el curso 1982-1983 [21]). A pesar de su fuerte compromiso político, un compromiso que como él mismo reconociera le impidió una dedicación profesional a estas disciplinas, fueron diversas e interesantes sus incursiones en el ámbito de la lógica y la epistemología. Ninguna de ellas ha sido olvidada por el doctor Sarrión.

Si tuviese que destacar alguna por su profundidad y originalidad, apenas hay trabajos complementarios en este ámbito, señalaría lo escrito por el autor sobre las anotaciones de trabajo de Sacristán [22] en torno la obra de autores como Popper o Kuhn, aparte claro está de textos más conocidos sobre la obra de Carnap, Quine, Russell o Mosterín. No se le escapa al profesor Sarrión, aquella interesante reflexión de Sacristán sobre el cuaderno 11 de Gramsci [23] y una de las tesis centrales de la Estructura. La forma racional, lógicamente coherente, la redondez de razonamiento que no descuida ningún argumento positivo o negativo que tenga algún peso, señalaba el físico y filósofo norteamericano, poseía su importancia pero estaba muy lejos de ser decisiva en los grandes cambios de paradigma. Podía serlo de manera subordinada, cuando la persona en cuestión una verdadera crisis intelectual, oscilando entre lo viejo y lo nuevo, habiendo perdido la fe en lo viejo e indeciso todavía por lo nuevo. Los cambios de conversión político-filosófica solían seguir esa trayectoria. El autor de losQuaderni lo había visto antes en condiciones muy distintas y mucho menos favorables, y había defendido la misma conjetura explicativa con otras palabras.

Nos queda una nueva virtud para finalizar.

Notas:

1) Comunicación personal, 21 de junio de 2017.

2) Véase Luis Vega Reñón, Lógica para ciudadanos. Ensayos sobre Lógica civil, Editorial Académica española, 2017 (entrevista con el autor en El Viejo Topo, octubre de 2017). Vega Reñón es uno de los grandes estudiosos de la obra lógica de Sacristán (al alimón en ocasiones con la profesora e investigadora Paula Olmos). Véase, por ejemplo, su último trabajo: “Sacristán y los tiempos de la lógica”. En Jacobo Muñoz y Francisco José Martín (eds.), Manuel Sacristán. Razón y emancipación, Madrid, Biblioteca Nueva, 2017, pp. 177-204. El profesor Sarrión cita en este libro otras aportaciones de este lógico e historiador de la matemática y la lógica, maestro de muchos de nosotros.

3) Fueron dos las razones apuntadas por el propio Sacristán: 1ª. ¿A quién le interesaban sus neuras? 2ª. No quería dar motivo para la desmoralización o el inactivismo en momentos en los que empezaba a cundir el desencanto en las entonces pobladas filas de las izquierdas.

4) De manera muy significativa, el doctor Sarrión hace referencia a esta misma entrevista en varios momentos del libro. Hay varias ediciones. Puede consultarse, por ejemplo, en Francisco Fernández Buey y Salvador López Arnal (eds.), De la primavera de Praga al marxismo ecologista. Entrevistas a Manuel Sacristán Luzón, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2004, pp. 91-114. Apareció también en mientras tanto, n.º 63, y en Acerca de Manuel Sacristán,Destino, Barcelona, 1996.

5) Como explicó en sus clases de metodología de los años setenta y ochenta, una de las películas que mereció su mayor consideración como paradia de la locura tecnológico-militar fue el clásico de Stanley Kubrick: Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb (entre nosotros, “?Teléfomo rojo? Volamos hacia Moscú”). Sus elogios a las actuaciones de Peter Sellers y Sterling Hayden no tenían límite.

6) “Tres notes sobre l’aliança impia” [Tres notas sobre la alianza impía], Horitzons [Horizontes], n.º 1960, n.º 2, p. 22. Por motivos editoriales y legales la revista pasó a llamarse Nous Horitzons [Nuevos Horizontes] poco tiempo después. Sacristán fue su director clandestino desde mediados de los años setenta hasta el final de la década.

7) Recuérdese el Marx (sin ismos), Mataró (Barcelona), El Viejo Topo, 1999, de su discípulo, amigo y compañero en mil luchas Francisco Fernández Buey (Palencia, 1943-Barcelona, 2012) y su dedicatoria: “Para Neus, para Eloy. En recuerdo de Manuel Sacristán y Giulia Adinolfi, comunistas, a los que amamos y de los que aprendimos”. Está anunciado para 2018, Marxismos sin ismos, con una selección de textos del autor desde 1999 hasta el final de sus días, para celebrar el bicentenario del nacimiento del padre de Tussy Marx.

8) Unas 28 mil páginas o más -según cálculo de Albert Domingo Curto, el editor y presentador de Lecturas de filosofía contemporánea- traducidas del alemán, italiano, francés, inglés, griego clásico, latín y catalán. Unas cinco mil de estas páginas son traducciones de las obras de György Lukács; Historia y consciencia de clase entre ellas. La correspondencia entre ambos fue una de las aportaciones del profesor Miguel Manzanera en su tesis doctoral (uno de los anexos) de 1993, la primera dedicada a la obra de Sacristán, presentada en la UNED con dirección de José María Ripalda. Anteriormente, en abril de 1985, el profesor Jorge Vital de Brito Moreira, alumno de Sacristán en sus cursos de la UNAM, había presentado una tesis dirigida por el profesor Severo de Salles para la obtención del grado de Maestría en Sociología de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales -departamento de Sociología- de la UNAM con el título “Ciencia, concepción del mundo y marxismo”, centrada, especialmente en su primera parte, en la obra del que fuera miembro del Comité Ejecutivo del PSUC. Muy pocos meses después de la presentación de la tesis del profesor Sarrión, la segunda y también en la UNED, M.ª Francisca Fernández Cáceres presentaba la suya en la Universidad de Cádiz, bajo la dirección de José Luis Moreno Pestaña: “El patrimonio intelectual español: un acercamiento desde la figura de Manuel Sacristán Luzón» (pendiente de publicación).

9) Manuel Sacristán, “Corrientes principales del pensamiento filosófico”. En Papeles de filosofía, Icaria, Barcelona, 1984, p. 396.

10) Perspectiva renovadora y crítica muy presente desde el principio de su militancia, desde que escribiera sus primeros “Panfletos y Materiales” después de su regreso del Instituto de Lógica y Fundamentos de la Ciencia de la Universidad de Münster (Westfalia, Alemania), y tras su ingreso en el Partido. Un ejemplo de esto que comentamos: un escrito de introducción al Manifiesto Comunista, que permanece inédito, pensado y elaborado (con la ayuda de Pilar Fibla y Giulia Adinolfi) para militantes comunistas-antifascistas del PSUC-PCE y activistas próximos. Para aproximarse a la osadía política, algo alocada o cuanto menos imprudente, de Sacristán en sus primeros meses de militancia, véase la entrevista con Miguel Núñez en “Integral Sacristán” (dirección de Xavier Juncosa) y uno de los ensayos más importantes que se han escrito sobre el grupo Laye: Esteban Pinilla de las Heras, En menos de la libertad. Dimensiones políticas del grupo Laye en Barcelona y en España, Barcelona, Anthropos, 1991, pp. 400 y ss.

11) Una coincidencia más: ambos han sido profesores expulsados de sus respectivas universidades por motivos políticos.

12) En la presentación en 2004 de las memorias del que fuera su maestro, Raimon Galí, un acto que contó con su presencia estelar, se afirmó por uno de los ponentes que “Las universidades catalanas fueron gobernadas [¡durante el fascismo!] por profesores marxistas de valía, como Manuel Sacristán o Pierre Vilar, que durante muchas generaciones permitieron triturar nuestra memoria histórica [se sobreentiende, la verdaderamente catalana] e impidieron a la juventud catalana ver y juzgar rectamente su pasado”. Recordemos que Sacristán fue expulsado de la universidad barcelonesa en 1965 por motivos políticos, que no pudo regresar a ella hasta después de la muerte del dictador, que anteriormente, finales de los cincuenta, fue trasladado de facultad por orden -pactada, el objetivo era su expulsión- del arzobispado nacional-católico barcelonés y que el autor del “Manifiesto por una Universidad Democrática” fue un profesor no-titular, una especie de profesor asociado de la época, hasta 1984, cuando le fue concedido finalmente el nombramiento de catedrático extraordinario de Metodología de las Ciencias Sociales. Para la respuesta de Francisco Fernández Buey a ese comentario sobre los gobernantes de la universidad “que impidieron a la juventud catalana ver y juzgar rectamente su pasado”, véase Jordi Mir García y Víctor Ríos, Francisco Fernández Buey. Filosofando desde abajo, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2014, pp. 100-101.

13) Las líneas programáticas del sindicato de enseñanza fueron escritas, tras discusión colectiva, por Manuel Sacristán. Pueden verse en S. López Arnal,Homenaje a Manuel Sacristán. Escritos sindicales y de política educativa, Barcelona, EUB, 1997, pp. 99-123. La escuela de adultos del sindicato en Barcelona lleva su nombre.

14) El capítulo V, “Conclusión”, es en mi opinión uno de sus textos más impactantes. Véase, Manuel Sacristán, Las ideas gnoseológicas de Heidegger, Barcelona, Crítica, 1995, edición y prólogo de Francisco Fernández Buey. Lo mismo puede afirmarse del escrito de presentación de su discípulo. Véase también Francisco Fernández Buey, Sobre Manuel Sacristán, Vilassar de Dalt (Barcelona), El Viejo Topo, 2016.

15) Reconocida por Antoni Tàpies y su esposa en carta personal. Puede consultarse entre la documentación de Manuel Sacristán depositada en la Biblioteca de la Facultad de Economía y Empresa de la UB.

16) Huellas claras de esta influencia pueden verse rápidamente en S. López Arnal, Siete historias lógicas y un cuento breve. En torno a la obra lógica y epistemológica de Manuel Sacristán Luzón, Barcelona, Ediciones Bellaterra, 2017.

17) ¡Qué suerte la suya! ¡Qué descubrimiento les queda por hacer!

18) Así se lo comentaba en tono humorístico en una carta enviada desde México en 1983 a su discípulo y amigo Antoni Domènech, fallecido en septiembre de 2017.

19) Parcialmente recogidos en “Apuntes de filosofía de la lógica”. Véase Papeles de filosofía, ob cit, pp. 90-219.

20) Por ejemplo, de Abstraction, Relation, and Induction. Three Essays in the History of Thought ,de Julius Weinberg, un trabajo de colaborador para la editorial Ariel o Grijalbo.

21) Uno de sus alumnos en aquel curso (probablemente “Karl Marx como sociólogo de la ciencia” o “Inducción y dialéctica”) de la UNAM, Ignacio Perrotini, más tarde amigo, acaba de escribir un prólogo extraordinario a la reedición de El Capital por el FCE donde recoge, aparte de otras consideraciones, algunas de las ideas presentadas y comentadas por el profesor Sarrión en este libro.

22) Anotaciones de trabajo, no pensadas para su publicación, pero centrales para sus clases y conferencia. Sus apuntes sobre el clásico de Kuhn, por ejemplo, merecen un largo y adecuado desarrollo por parte del autor. También, por ejemplo, la obra de Karl Popper, a quien, por cierto, jamás trató Sacristán con desprecio sectario. Más bien lo contrario.

23) Manuel Sacristán, “El undécimo cuaderno de Gramsci en la cárcel”. En Pacifismo, ecologismo y política alternativa, Público-Icaria, Barcelona, 2009, pp.- 238-268. Fechado en mayo de 1985, como el profesor Sarrión señala, esta presentación, un texto muy trabajado y sentido, es uno de los grandes clásicos del autor de la influyente Antología de Gramsci.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=233151

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Albert Einstein, las ondas gravitacionales, una sofisticada contrastación experimental y la obtención del Nobel de Física de 2017

Por: Salvador López Arnal

Es un intento de divulgación. Nada nuevo para personas ya puestas en la materia. Me baso en artículos de diarios y de revistas. Algunos de ellos, llevan la firma de Nuño Domínguez. En mi opinión, uno de los mejores divulgadores científicos de nuestros país. También en una nota del físico de la UAM Juan García-Bellido.

Las ondas gravitacionales [OG]

Son vibraciones en el espacio-tiempo, el material del que está hecho el universo. En 1916, Albert Einstein predijo que, según su teoría general de la relatividad [TGR], los cuerpos más violentos del cosmos -las explosiones estelares en supernovas, las parejas de estrellas de neutrones, la fusión de dos agujeros negros supermasivos, la fuente más potente de estas ondas- liberan parte de su masa en forma de energía a través de estas ondas “que tienen más energía que billones y billones de bombas atómicas”. El físico con extenso expediente del FBI creyó también, creencia que ahora sabemos que es errónea, que no sería posible detectarlas debido a que se originan en lugares muy distantes. Serían imperceptibles al llegar a nuestro planeta.

Las OG, la metáfora ha sido muy usada, son comparables a las ondas que se mueven en la superficie de un estanque o al sonido en el aire. Deforman el tiempo y el espacio y, en teoría, viajan a la velocidad de la luz. Su paso puede modificar la distancia entre planetas de forma muy leve. Las frecuencias de algunas de estas ondas coinciden con las del sonido.

Las OG abren una nueva era en el conocimiento del universo. Toda la información que tenemos del cosmos -se cree que solo conocemos el 5%- es por la luz en sus diferentes longitudes de onda: visible, infrarroja, ondas de radio, rayos X, etc. Las OG nos dan, digamos, un sentido más y nos permiten saber qué está pasando allí donde hasta ahora no veíamos nada.

También permiten saber si la Teoría General de la Relatividad se mantiene vigente en los rangos de presión y gravedad más intensos que pueden concebirse… O no, por supuesto.

LIGO

El Observatorio de Interferometría Láser de Ondas Gravitacionales (LIGO), en EE UU, captó en 2015 las ondas producidas por la fusión de dos agujeros negros. La primera vez que se captan OG, un siglo después de que Einstein predijera su existencia.

Sólo existían pruebas indirectas de su existencia. En 1978, Rusell Hulse y Joseph Taylor demostraron que un púlsar binario -dos estrellas orbitando juntas, una de ellas un púlsar- estaban cambiando ligeramente su órbita debido a la liberación de energía en forma de OG en una cantidad idéntica a la que predecía la TGR. Ambos ganaron el Nobel de Física en 1993. Las teorías de Einstein dan para muchos premios como vemos.

Diez años después, en 2003, se confirmó que lo mismo sucede con otra pareja estelar, en este caso de dos púlsares.

El LIGO es un gran instrumento óptico de precisión desarrollado por los institutos tecnológicos de California (Caltech) y Massachusetts, (MIT) y la Colaboración Científica LIGO, en la que participan unos 1.000 investigadores de muchos países (España incluida). La instalación consta de dos detectores láser con forma de L. Cada brazo de esa L tiene 4 kilómetros y hay dos detectores idénticos, uno en Luisiana y otro a unos 3.000 kilómetros, en el estado de Washington. LIGO puede identificar variaciones equivalentes, no hay error en la medida, a una diezmilésima parte del diámetro de un átomo. Es la medición más precisa jamás lograda por un instrumento científico.

Se necesitan al menos dos detectores. ¿Para qué? Para evitar los falsos positivos causados por cualquier vibración local como terremotos, tráfico o fluctuaciones del propio láser. Al contrario que todos ellos, este es un punto importante, una OG causará una perturbación exactamente igual en Luisiana que en Washington.

Con la configuración actual, LIGO puede ver-detectar a una distancia de unos 1.000 millones de años luz de la Tierra (1.000 x 1.000.000 * 365* 84.600 * 300.000 kms = 9.263.700.000.000.000.000.000 de km). Se cree que LIGO alcanzará su máxima potencia en 2020.

El descubrimiento de la primera señal de OG.

Los responsables del LIGO anunciaron en 2016 que habían captado las ondas producidas por el choque de dos agujeros negros. El anuncio se hizo en una conferencia de prensa celebrada en Washington. Los resultados científicos fueron aceptados para su publicación en Physical Review Letters.«Señoras y señores, hemos detectado las ondas gravitacionales. Lo hemos conseguido», exclamó el director ejecutivo del LIGO, David Reitze. «Hemos tardado meses en ver que realmente eran las OG, pero lo que es verdaderamente emocionante es lo que viene después, abrimos una nueva ventana al Universo».

La primera señal se captó el 14 de septiembre de 2015 en los dos detectores idénticos de este experimento, situados como se dijo a unos 3.000 kilómetros de distancia. La señal venía de una fusión que sucedió hace 1.300 millones de años, fruto del violento abrazo de dos agujeros negros cuya masa era entre 29 y 36 veces mayor a la del Sol. Los dos agujeros “se fundieron en uno liberando una energía equivalente a tres masas solares, que salió despedida en forma de OG en una fracción de segundo”.

Este proceso de masa transformándose en energía en fracciones de segundo lo describe la ecuación más famosa de la historia de la ciencia E=mc2. El hallazgo abre un nuevo camino en astronomía. Estas ondas, como se dijo, son comparables al sonido y permiten estudiar objetos que eran totalmente invisibles hasta ahora.

Nuestros oídos empiezan a escuchar “la sinfonía del universo”.

Este tipo de señales mostrarán si estos violentísimos sucesos ocurren tal y como predice la teoría de la relatividad de Einstein o si debemos buscar otra nueva para entenderlos.

La detección de OG gana el Nobel de Física 2017.

Los científicos estadounidenses Rainer Weiss, Barry Barish y Kip Thorne han ganado el Premio Nobel de Física 2017 por su trabajo en LIGO. El jurado ha reconocido a los científicos por un «descubrimiento que sacudió al mundo», ha señalado Göran Hansson, el secretario general de la Real Academia de Ciencias Sueca, al anunciar el fallo del jurado.

Los tres físicos, junto al resto de la colaboración internacional del experimento, también recibieron este año el Premio Princesa de Asturias por su papel en el Observatorio de Interferometría Láser de Ondas Gravitacionales.

El jurado de la academia sueca ha reconocido a Rainer Weiss como uno de los pioneros “en el diseño de los primeros interferómetros láser cuyos haces de luz estaban especialmente concebidos para vibrar al paso de una leve onda gravitacional, un trabajo que inició a finales de los años 60 en el Instituto de Tecnología de Massachusetts”. Unos años después, el físico teórico Kip Thorne comenzó a trabajar en el diseño de dispositivos similares en el Instituto de Tecnología de California. “Ambos proyectos quedaron unidos en el actual LIGO, cuya construcción fue aprobada en 1990”. Barry Barish, el tercer premiado, lideró la etapa de edificación y puesta en marcha de los dos grandes interferómetros del proyecto, que están separados, como se comentó, por más de 3.000 kilómetros para maximizar las probabilidades de captar una señal. También fue quien dio al proyecto su actual proyección internacional. Más de 1.000 científicos de 20 países -incluida España a través del grupo de gravitación y relatividad de la Universidad de las Islas Baleares que lidera Alicia Sintes- han contribuido en esta gran hazaña científica.

El físico de la UAM, Juan García Bellido, ha explicado lo sucedido en los siguientes términos:

1. Dos enormes interferómetros en Washington y Luisiana ”detectaron el pasado 14 de septiembre de 2015, por primera vez en la historia, la emisión de ondas gravitacionales generadas en los últimos instantes de la fusión de dos agujeros negros de unas 30 masas solares cada uno, abriendo una nueva era de la astronomía y la cosmología”.

2. El 11 de febrero de 2016 se pudo seguir en directo la rueda de prensa que los fundadores del experimento, “Reiner Weiss, Ronald Drever y Kip Thorne, dieron en Washington, en la sede de la National Science Foundation estadounidense, describiendo la detección de la señal inequívoca, por lo que los investigadores de la colaboración LIGO sabían que estaban ante un hito de la historia de la ciencia”.

3. Si el siglo XX fue el siglo de la exploración del universo gracias a las ondas electromagnéticas de todas las frecuencias de radio a los rayos gamma, “este siglo XXI seremos capaces de explorar el universo con una nueva sonda, las ondas gravitacionales. Nos va a permitir explorar la naturaleza de la materia oscura y la energía oscura. En concreto, la emisión de ondas gravitacionales es tan precisa que podemos calibrar las fuentes con nuestros conocimientos de relatividad general y, por tanto, podemos usar estos eventos de fusión de agujeros negros como “sirenas estándar” para determinar con precisión las distancias a las galaxias lejanas, similar a lo que hacemos ahora de forma rutinaria con las supernovas”. De esta manera, prosigue García-Bellido, “es posible deducir el contenido de materia y energía que da lugar a la expansión acelerada del universo, y descubrir, por ejemplo, la naturaleza del campo responsable de dicha aceleración.

4. La precisión de las medidas hechas por estos detectores “es tan extraordinaria que podemos usar estas observaciones para testar la teoría de la relatividad general en régimen de campo fuerte y plantearnos la posibilidad de que en un futuro detectemos pequeñas desviaciones respecto a las predicciones de la relatividad general”. Si fuera así, se tendría la necesidad de buscar una teoría de la gravedad más allá de la actual, “posiblemente con nuevos efectos de gravedad cuántica”.

5. El avance tecnológico que ha sido necesario para llegar a construir el experimento LIGO “será el precursor de desarrollos aún más novedosos, con nuevos materiales y tecnologías, para explorar la detección de ondas gravitacionales a todas las frecuencias posibles, incluso aquellas que podrían darnos información de los primeros instantes del universo y de la naturaleza de la materia oscura”.

Acabamos de entrar en una nueva era científica, en opinión de Juan García-Bellido. Que así sea y que la paz la acompañe, que el armamento nuclear sea destruido y que el humanismo bien entendido sea su guía. ¡Ciencia para la emancipación humana, no para su destrucción!

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=232547&titular=albert-einstein-las-ondas-gravitacionales-una-sofisticada-contrastaci%F3n-experimental-y-la-obtenci%F3n-del-nobel-de-

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Para acercarnos, para comprendernos. No para dividirnos ni golpearnos

Por: Salvador López Arnal

El denominado eje nacional y las temáticas nacionalistas por encima de todo, siempre y en cualquier circunstancia. Confusión y lío para generar, abonar y conseguir más lío y mucha más confusión (y sus consecuencias: mayor hegemonía político-cultural). División de las clases trabajadoras. En Cataluña y entre las clases populares de Cataluña y las del resto de España. Tensión permanente, más tensión: diseñada, pensada, planificada, trabajada, muy trabajada. Propagandas políticas irresponsables: réditos electorales y palante, siempre palante. Anticatalanismo por parte de unos, creciente antiespañolismo por parte de otros. Silencios, cegueras, mentiras, golpes bajos, comisiones del 3% (o más). Eso sí, sólo en “Madrid” hay corrupción. A Pujol, que se ha pasado un poco (¡pero ha robado a España, no al país!), se le conocerá por su obra. Los Pujol-Ferrusola acompañan fielmente al patriarca. Derechos inexistentes, naturalizados como el aire o los Pirineos, pensados y formulados en cuidados laboratorios universitarios. Apuestas por choques de trenes, de alta o baja velocidad, con heridos entre los viajantes que no van en primera clase. Los de primera a resguardo. Como siempre. Cloacas institucionales (en plural, no en singular). Rutas sesgadamente trazadas sin apoyo democrático tras la pérdida de la apuesta el 27S. Apología de la astucia y el engaño. Interesadas, repetidas y más que parciales miradas históricas. Intelectuales orgánicos al servicio de la causa, de las causas. Olvidos básicos que hacen sonrojar a cualquier ciudadano informado. Revisiones de asuntos y acuerdos esenciales. Pérdida de memoria de la cultura democrática, republicana, solidaria y fraternal del antifranquismo. La guerra del 36 contra Cataluña, contra los Cambó o Porcioles por ejemplo. Madrid como insulto (de unos), Cataluña como improperio (de otros). Lenguajes tensionados pensados para separar, para abonar diferencias mínimas. Líderes idolatrados con ininterrumpidas (y vacías pero efectivas) proclamas sobre “fer país” o sobre “España por encima de todo”. Banderas, ondeadas una y otra vez, que encubren negocios turbios, corruptelas varias y ansias ilimitadas de poder: el patio es mío, sólo mío. La estelada como buena y nueva bandera de Cataluña. La senyera ya no existe, es de nostálgicos, no de verdaderos catalanes, no de verdaderos patriotas. Procesos antidemocráticos de secesión unilateral presentados falazmente como netamente democráticos. Leyes electorales generadoras de mayorías que no son tales. Referéndums secesionistas antidemocráticos presentados como defensa de la democracia. Líderes nacionalistas que se expresan como chulapos. Dudas, contradicciones, ambigüedades, rupturas irresponsables de las tradiciones emancipatorias. Una izquierda, unas izquierdas que no están a la altura de circunstancias. Incomprensibles vacilaciones en lo más esencial en fuerzas que dicen ser de izquierdas. Durruti, y no sólo él, con barretina. Todo vale, todos la han llevado. Quienes no desen son traidores.. Secesionistas que dicen ser federalistas, federalistas que no se manifiestan como tales, soberanistas que usan palabras mágicas para encubrir su verdadero plan de acción. Acuerdos y abrazos entre fuerzas políticas antagónicas. Sindicatos que se dicen obreros apoyando causas que no son suyas. Política -la que rige- del atrapalotodo. Regreso al pasado, lo sucedido con Banca Catalana como modelo: ¡los procesos sobre el 3% son un ataque a Cataluña! Uniformistas que, por supuesto, son tales y no están dispuestos a aceptar ningún tipo de diversidad. Televisiones y medios de intoxicación cultural e informativa, de aquí y de allí, al servicio de las ”grandes causas patrióticas”. Las de unos y las de los otros. La contrarrevolución permanente. Lenguajes que separan de entrada… y más, mucho más de salida. Frases estudiadas para la historia: “No hay revolución democrática en el mundo tan potente como la nuestra” (Jordi Sánchez, ANC). “A los catalanes y a las catalanas, después de 300 años, se nos acabó la paciencia” (Neus Lloveras, AMI). “El Estado español no no nos dividirá, no lo han conseguido en 300 años; no conseguirá ahora dividir un pueblo y una nación. No tienen suficientes recursos para acallar el grito de todo un pueblo… El pueblo de Cataluña no falla nunca” (Jordi Cuixart, Òmnium Cultural). “Nuestra revolución democrática se producirá sin violencia y sin venganza. Todos los presentes lucharemos cada segundo hasta el último septiembre” (Salva Racero). El “España contra Cataluña”, el “España nos roba”, el “España nos esclaviza”, el “España nos impide ser catalanes”, como axiomas indiscutibles; por parte de otros: “España va bien”, “España es una gran nación”, “Los cambios, todos los cambios, son irresponsables”. Confusiones básicas: nación política y nación cultural. Nación implica estado, toda nación, de cualquier tipo, debe tener su estado. Diferencias, diferencias, diferencias, más diferencias. Izquierdas españolas, que dicen defender una España plural y federal, que no quieren oír voces disidentes del secesionismo catalán y construyen, apoyadas en consejeros y amigos nacionalistas, relatos míticos sobre el pasado y el presente y las “opresiones nacionales”. Líderes catalanes que vuelven a hablar de prudencia y traiciones en celebraciones sectarias y olvidan nudos fundamentales de una historia en común. Identidades nacionales sobrecargadas, marcadas y vividas como nunca antes, que hacen añicos principios nucleares, básicos, de las tradiciones internacionalistas. Antes todo, catalans, catalans y catalans. Alianzas contra natura vividas como nacionalmente imprescindibles. Grandes familias de aquí y de allí que siguen y siguen acumulando mientras las desigualdades se disparan, contemplando complacidas un espectáculo que nunca dañará sus intereses. Clanes familiares, modélicos durante décadas en el conjunto del petit país (con placas y estatuas en su honor, siguen siendo referentes para muchos), que esconden toneladas de corrupción, manipulación y negocios sucios. Madres Superioras de la Congregación ordenando y mandnando. El “Todo por la Patria” guardiacivilesco, gritado y practicado por supuestas fuerzas de “liberación”. Estrategias jurídicas poco democráticas al servicio de políticas que gritan y lardean de democracia. “Países catalanes”, uniformemente pensados. Legítimos sentimientos ciudadanos manipulados para el día del “gran golpe”, de la “gran ruptura”, de una Arcadia que dicen feliz. Un viaje (secesionista) a Ítaca. Historias, muchas historias inventadas en Institutos subvencionados como el de Nova Història: Teresa de Àvila es catalana, también lo es Colón. La Cataluña, toda ella antiborbónica, contra la España, toda ella, borbónica. Todo (y siempre) para separar, nunca para unir. Mitos, mil veces repetidos, vividos como verdades históricas indiscutibles. Palabras y expresiones que suenan, resuenan y golpean una y otra vez: España, Cataluña, Madrid, Cataluña, Estado español, Cataluña,… Nación, sin aclarar nunca la noción, de más de mil años. Som una nació. una nación, siempre democrática, de larga historia, una nación que sigue oprimida, explotada y esclava… por España y los españoles. Grandes historiadores catalanes que hablan de distintos ADNs o memes irreconciliables entre catalanes y no catalanes. Reconocimientos, premios de historia, con presencia del gran corruptor y señora sin que nadie objete nada de nada. Es normal, es de los nuestros.

No es necesario continuar. De gran parte de estas temáticas se habla en este libro de conversaciones con Miguel Candel, filósofo, traductor, profesor, activista, helenista y gramsciano, uno de los pensadores que, en mi opinión, mejor conocen la situación política catalana y que con mayor coraje cívico y limpieza de mente y corazón, y sin intereses escondidos, se enfrenta a un problema agitado por unos y otros sin importar nada ni nadie (sólo sus intereses y su voluntad ilimitada de poder), una temática de largo alcance, y de profundas divisiones sociales, que merece -¿quién puede dudarlo?- nuestra consideración, reflexión, compromiso, organización y acción. Con urgencia, plantando cara, sin esconderse, sin ocultar lo que se piensa y se quiere y debe decir. Para -esta es nuestra opción- acercarnos unos a otros, con nuestras diferencias (generalmente secundarias) y nuestros numerosísimos puntos en común, abonando el sendero de comprensión la I y la II Repúblicas. Sin falsas intersecciones vacías entre pueblos hermanos que aluden o se justifican en inexistentes ADNs biológicos, históricos o culturales disjuntos, sin elementos comunes en lo más esencial. ¡Qué inmensa estafa! No para alejarnos, pues, ni para separarnos ni para distanciarnos definitivamente; no para gritarnos o golpearnos sino para entendernos mejor. No somos tan distintos ni tan homogéneos; ni en el conjunto de España ni en Cataluña. Nuestras propias biografías lo confirman.

Catorce breves conversaciones (el último, con alguna repetición, intenta ser un resumen de lo más importante): para intentar disolver confusiones y errores conceptuales, políticos e históricos; para comprender más y mejor; para la solidaridad y la fraternidad entre ciudadanos y pueblos. Sin voluntad de poder, al servicio de las finalidades de unión fraternal de siempre.

Tanto Miguel Candel como el firmante de esta presentación somos miembros de ASEC/ASIC (Assemblea Social de l’Esquerra (izquierda) de Catalunya). Gran parte de las tesis, informaciones y argumentos aquí expuestos se han beneficiado de las discusiones mantenidas en el seno de esta federalista asociación de la izquierda (no independentista) de Cataluña. Ningún esfuerzo será en vano. “¿Referéndum secesionista? No al derecho a dividir”.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=228604

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Gramsci, la revolución y El Capital

Por: Salvador López Arnal

Esta carta, enigmática a ratos, sugiere por ciertos matices que Gramsci empezará a comprender que el médico del penal, Cisternino…, estaba asesinándole. Por otra parte, el aferrarse a peregrinas explicaciones disimuladoras de la tuberculosis sugiere que esa ancestral reacción de los hombres de clases y países pobres ante dicha enfermedad ha ayudado a Cisternino en su asesinato. En cuanto a ésta, Zucàro (Vita del Carcere di Antonio Gramsci, Milano-Roma, 1954) ha escrito tras una entrevista con Cisternino y sin que éste lo haya desmentido: «El doctor Cisternino le abandona (MSL: a Gramsci), y hasta le dice en una ocasión que, como fascista que es, lo único que desearía es su muerte (MSL: de Gramsci)».

Manuel Sacristán (1969)

Sobre todo Gramsci subraya el modo en que la ideología y el sentido común tienen dimensiones sociales complejas. No son meros repertorios de ideas falaces que reflejan automáticamente los intereses materiales de las clases dominantes y que colonizan como un virus la mente de los subalternos. Están engranados en las formas de vida, en los sistemas de solidaridades, intereses y dependencias de grupos sociales heterogéneos. Este es el sentido de la «hegemonía», un concepto que Gramsci recogió tanto de los debates de los revolucionarios rusos como de sus estudios lingüísticos.

César Rendueles (2017)

No hay en El siglo soviético ninguna referencia a Antonio Gramsci pero conviene detenernos en un artículo breve suyo -apenas tres, cuatro o cinco páginas según las ediciones- que ha sido citado merecidamente, desde diferentes perspectivas, una y mil veces más: La revolución contra El Capital. Aparecido en Avanti, edición milanesa, el 24 de noviembre de 1917 y fue reproducido en el Il Grido del Popolo el 5 de enero de 1918.

Presento aquí la traducción de Manuel Sacristán, la de su Antología para Siglo XXI de 1970, reeditada por Akal en 2013 (recuperada también por Rendueles en su edición de Escritos. Antología, Alianza editorial, 2017). Son siete pasos en total.

En nota de su traductor (Sacristán): Artículo «La revolución contra El Capital«, en A. En IGP aparece el mismo día un artículo proponiendo un «club de vida moral» o asociación de cultura socialista, organismo intermedio entre el partido político y el sindicato. Es la primera manifestación de la búsqueda por Gramsci de organismos políticos (socialistas) de masas».

Un comentario general de un profesor e historiador de la UAB, maestro de muchos, José Luis Martín Ramos:

El texto no tiene un formato lógico maduro y, en efecto, puede contradecirse (el enredo entre ideología y hechos, porque utiliza los términos en dos sentidos diferentes). Se le puede aplicar el cuento que él aplica a Marx y los «marxistas». La «revolución contra El capital» es la revolución de los que eran acusados de no ser marxistas -de no tener en El Capital- por los menches y los marxistas de cátedra. No hay manera de entender la invectiva sino teniendo en cuenta que esa es una argumentación polémica también con los marxistas positivistas del propio socialismo italiano (Turati). Eso del libro de los burgueses va en el mismo sentido de lo que podríamos decir de la recomendación de Macron para que la gente lea El Capital. Gramsci recoge la crítica a los marxistas de cátedra como burgueses. El termino «crítica» no es en el sentido de «crítica de/contra» sino de «crítica histórica» -término que utiliza más adelante en el artículo, de «ciencia positiva». «Los bolcheviques reniegan de Carlos Marx» reniegan de ese Marx positivo. Hay algo de provocación y algo de confusión. Está todavía influido por Croce. La frase del siguiente párrafo es significativa: «no reniegan, en cambio, de su pensamiento vivificador, inmanente (…) viven el pensamiento marxista, el que nunca muere, que es la continuación del pensamiento idealista italiano y alemán y que, en Marx, se había contaminado con incrustaciones positivistas y naturalistas» y parece que esté hablando más del Marx de Engels que del Marx de Marx. Desde luego no es contra Marx sino contra una concepción economicista de Marx. La argumentación es más sugestiva que sistemática. Hay que ir con tiento con los escritos de Gramsci en sus primeros años; expresan siempre su posición política del momento, pero esa posición cambia y su argumentación mejora con el tiempo. Un ejemplo, sería exagerado deducir de los escritos sobre los consejos obreros turineses y las ocupaciones de fábricas que Gramsci es un consejista; él mismo revisó más tarde esas posiciones.

Sobre los marxistas de cátedra. Un apunte de Sacristán de sus clases de doctorado del curso 1984-1985, el último que pudo impartir:

El período más brillante y más célebre de la escuela histórica es el protagonizado por Schmoller. Esta época es la de mayor influencia de esta escuela. En cuanto a características ideológicas son las mismas de antes, la concepción de la investigación económica como investigación monográfica de base histórica y no una investigación teórica con pretensión universal. En el caso de Schmoller la influencia en Alemania y en Centroeuropa en general no es sólo teórica. Fundó además una asociación llamada «Asociación de Política social» que ha sido el punto de origen de casi toda la ideología socialdemócrata europea. En esta asociación se creó ese tipo de pensamiento del socialismo reformista que en el plano político era sobre todo un socialismo de catedráticos y que se traducía en un tipo de práctica política más bien ilustrada, dirigida por los jefes con poco movimiento de bases. Más bien, con técnicas políticas de tipo tradicional, de élites políticas.

Vayamos al texto gramsciano. La revolución de los bolcheviques, la de Octubre, señala Gramsci, «se ha insertado definitivamente en la revolución general del pueblo ruso». Los maximalistas, es decir los bolcheviques, «que hasta hace dos meses fueron el fermento necesario para que los acontecimientos no se estancaran, para que no se detuviera la marcha hacia el futuro produciendo una forma definitiva de reajuste -reajuste que había sido burgués-, se han hechos dueños del poder», han asentado, afirma Gramsci, su dictadura, su dominio, quiere decir, «y están elaborando las formas socialistas en las que tendrá que acomodarse, por último, la Revolución para seguir desarrollándose armoniosamente, sin choques demasiado violentos, partiendo de las grandes conquistas ya conseguidas». Los choques, como se sabe, sí que fueron violentos a lo largo de toda la guerra desencadenada por los ejércitos blancos.

La Revolución de los bolcheviques, prosigue el autor de los Quaderni, «está más hecha de ideología que de hechos». Por eso, añade, «en el fondo, importa poco saber más de lo que sabemos ahora». Es la Revolución contra El Capital, de Marx, el activismo, la organización, las creencias de las gentes (lo que llama ideología) contra la supuesta determinación económica inexorable de la historia. Dicho rápido y mal: rige la voluntad transformadora contra el supuesto inmovilismo inferido de una lectura marxista clásica y con poca cintura de la situación.

El Capital, de Marx, era en Rusia el libro de los burgueses más que el de los proletarios, continua Gramsci, era «la demostración crítica de la fatal necesidad de que en Rusia se formara una burguesía, empezara una era capitalista, se instaurase una civilización de tipo occidental, antes de que el proletariado pudiera pensar siquiera en su ofensiva, en sus reivindicaciones de clase, en su revolución». La mirada ortodoxa de la situación: en Rusia como en Occidente, no hay más; El Capital lo ha «demostrado».. No hay otra. Los hechos, aquí parece haber un cambio de significado del término, los hechos equivaldrían a la acción, «han superado las ideologías». Los hechos, en este sentido, «han provocado la explosión de los esquemas críticos en cuyo marco la Historia de Rusia habría tenido que desarrollarse según los cánones del materialismo histórico». Los bolcheviques, comenta AG de forma provocativa, reniegan de Marx, «afirman con el testimonio de la acción cumplida, de las conquistas realizadas, que los cánones del materialismo histórico no son tan férreos como podría creerse y como se ha creído». Es decir, no reniegan propiamente de Marx, no es contra Marx, contra El Capital, sino contra una lectura «mecanicista», sin intervención de las clases en lucha, una interpretación poco creativa de la tradición.

Y, sin embargo, estamos ahora en el punto 3 del artículo, «también en estos acontecimientos hay una fatalidad, y si los bolcheviques reniegan de algunas afirmaciones de El Capital, no reniegan, en cambio, de su pensamiento inmanente, vivificador». No son «marxistas», es decir, no siguen a Marx de forma repetitiva, poco o nada creativa, su marxismo es una marxismo de vida, de lucha, «y eso es todo; no han levantado sobre las obras del maestro una exterior doctrina de afirmaciones dogmáticas e indiscutibles». Como diría Francisco Fernández Buey, practican, crean, generan, un marxismo sin ismos… y con vida y lucha. La formulación, la copio, es muy potente, muy hábil: «no han levantado sobre las obras del maestro una exterior doctrina de afirmaciones dogmáticas e indiscutibles». Vale la pena retenerla: no son marxistas dogmáticos. «Viven el pensamiento marxista, el que nunca muere», que es la continuación, en opinión del Gramsci joven, «del pensamiento idealista italiano [Croce] y alemán [Hegel]», y que en Marx, en opinión del Gramsci de 1917, «se había contaminado con incrustaciones positivistas y naturalistas». ¿Quiso decir científicas? ¿O más bien, de incrustaciones que tendían a pensar la Historia de manera autónoma, con leyes propias, sin la intervención creadora de los seres humanos? ¿Positivistas, naturalistas, equivale aquí a ciencia sin política, conocimiento sin vida, sin seres humanos que luchan y transforman? Desde luego, como ha señalado Martín Ramos, el contexto político, la lucha teórica de Gramsci contra tendencias marxistas italianas de aquellos años, explica las formulaciones.

(Abro un paréntesis. Sobre el Gramsci joven conviene repasar o leer por vez primera el artículo -que tiene su origen de una conferencia de Sacristán dictada en un Ateneo de Pontevedra- sobre «La formación del marxismo en el joven Gramsci». Se publicó en Realidad, la revista teórica del PCE, n.º 14, 1967. Puede verse ahora, 50 años después, en M. Sacristán, Sobre Marx y marxismo, Barcelona, Itaca, 1973, pp. 62-84. Cierro paréntesis).

Y ese pensamiento, de nuevo habla Gramsci, «no sitúa nunca como factor máximo de la historia los hechos económicos en bruto», la visión digamos economicista, tradicional, la ortodoxa e indiscutible en aquellos momentos para algunas tendencias, sino -el paso es más que brillante- «siempre el hombre, la sociedad de los hombres, de los hombres que se reúnen, se comprenden, desarrollan a través de esos contactos (cultura) una voluntad social, colectiva, y entienden los hechos económicos, los juzgan y los adaptan a su voluntad» hasta que ésta, la voluntad, «se convierte en motor de la economía, en plasmadora de la realidad objetiva, la cual vive entonces, se mueve y toma el carácter de materia telúrica en ebullición, canalizable por donde la voluntad lo desee, y como la voluntad lo desee». Gramscismo en estado puro.

El idealismo, por decirlo en términos usuales, es obvio, es evidente, pero es también clara la voluntad de transformación, de lucha, de superación de los límites fijados. Digamos que los caminos del señor tal vez sean inescrutables, pero algo parecido ocurre con el pensamiento radical, revolucionario: el idealismo filosófico de Gramsci (que podemos considerar erróneo o alejado de la tradición marxista bien entendida) le mueve, le orienta a posiciones revolucionarias. La voluntad (transformadora( contra el destino (inexorable).

Dejo aquí por el momento el artículo de Gramsci.

Las siguientes palabras de Manuel Sacristán de una entrevista de 1979 que permaneció inédita más de quince años pueden ayudarnos a cerrar esta aproximación:

Eso tiene que contar mucho entre los factores de mi inhibición. A mí me parece que la historia de Gramsci es la historia de una catástrofe. Por eso, entre otras cosas, no me puedo poner ahora a cultivar la moda Gramsci. ¿Cómo va a haber esperanza de nada en la historia de una catástrofe? Uno puede tenerle mucho amor a Gramsci; yo se lo tengo, desde luego; es un figura muy digna de amor; pero no porque sea una perspectiva de éxito del movimiento obrero, sino que como cualquier mártir es digno de amor.

Digno de amor. Otro gran estudioso de Sacristán, Francisco Fernández Buey, recuérdese su Leyendo a Gramsci, solía recordar estas palabras. Emocionado.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=227689&titular=gramsci-la-revoluci%F3n-y-%3Ci%3Eel-capital%3C/i%3E-

Imagen: http://www.cubadebate.cu/especiales/2017/05/03/nuestro-gramsci-80-aniversario-de-su-muerte/#.WT27KJI1-00

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Una basura que no es basura

El Viejo Topo

Reseña de Nessa Carey, ADN basura. Un viaje por la materia oscura del genoma humana, Vilassar de Dalt (Barcelona), Ediciones de Intervención cultural/ Biblioteca Buridán (traducción de Josep Sarret Grau) (edición original de 2015).

Es posible que algunas de las metáforas que usa la autora no les apasionen. Esta por ejemplo puede ser firme candidata a su rechazo: “Hay otras formas de enfocar la cuestión. Supongamos que visitamos una fábrica de automóviles, ta vez en busca de un modelo de gama alta como un Ferrari. Nos llevaríamos una buena sorpresa si viéramos que por cada dos personas que estuviesen trabajando en un brillante deportivo de color rojo, hubiese 98 personas sentadas sin hacer nada. Sería ridículo. ¿Por qué tendría, en cambio, que ser razonable en el caso de nuestro genoma…?”. Por supuesto, tienen razón: hay metáforas mejores y con más sensibilidad obrera y ecológica y menos elitismo “deportivo”. Por lo demás, hay otros ejemplos en el libro. Pero, por favor, no les den importancia alguna. Olvídense de estas de “tensión científica”. Son muy pero que muy secundarias.

Una más que pertinente aclaración sobre la nomenclatura abre este nuevo libro de la autora del magnífico ensayo de divulgación y enseñanza científicas de “gama alta” titulado La revolución epigenética (también en Budirán). La siguiente:

ADN basura es una expresión cuyo significado no para de cambiar. Constantemente aparecen nuevos datos que modifican nuestra percepción. En cuanto se descubre que un fragmento de ADN basura tiene una función, algunos científicos afirman que esto no es basura. Tienen razón admite Nessa Carey [NC] razonablemente. Este enfoque tiene un riesgo: hacernos perder de vista lo radicalmente que ha cambiado nuestra comprensión del genoma humano recientemente. La perspectiva, la posición de la autora es defendible: “en vez de perder el tiempo tratando de tejer un suéter con esa enmarañada madeja de niebla, he adoptado un enfoque más contundente. Cualquier cosa que no codifique una proteína será tratada como basura”. Este es un punto importante (un apretado glosario nos ayuda en el apéndice para la comprensión de determinados conceptos; propuesta: ubicar el glosario al inicio de la narración). Como se hablaba, prosigue NC, en los viejos tiempos… es decir, ¡en la segunda mitad del siglo XX! Los puristas pondrán seguramente el grito en el cielo ante su propuesta, admite NC. Pues estará bien que lo hagan. Si se pregunta a tres científicos diferentes que entienden por basura en este ámbito, obtendremos cuatro respuestas diferentes. Luego, por tanto, la diversidad es riqueza también en este asunto.

No es éste el único caso en discusión por lo demás. A pesar de la mala o precipitada lectura de algunas nociones de Kuhn, nadie dijo, nadie puede decir en verdad que “la ciencia normal” sea aburrida, que los científicos en períodos de consolidación y desarrollo de su disciplina, no en momentos de crisis, revolucionarias y espectaculares, se limitan a aplicar mecánicamente normas, métodos y conceptos aceptados por todos, sin disensos ni discusiones. Nada de eso. La disidencia no alocada es el alma (debe seguir siéndolo) del desarrollo científico bien entendido.

De la misma forma, NC nos advierte que usa el termino gen, una definición que evoluciona a lo largo del libro, para referirse a un fragmento de ADN que codifica una proteína.

Pero, ¿cuál es el tema del libro que comentamos? El siguiente (tomo pie en “Una introducción a la materia oscura genómica”): el ADN es el más extraordinario de los guiones “cinematográficos”. Utilizando un alfabeto de sólo cuatro letras es capaz de “codificar toda clase de organismos, desde bacterias a elefantes, y desde levadura de cerveza a ballenas azules”. Pero, como si fuera una especie de contradicción aparente, en un tubo de ensayo el ADN es muy aburrido. No hace nada, trabajar cansa nos decía Cesare Pavese. El ADN se vuelve mucho más emocionante cuando una célula o un organismo lo utilizan para montar una producción. El ADN se usa como código para producir proteínas que son vitales para “respirar, alimentarse, eliminar residuos, reproducirse y todas las demás actividades que caracterizan a los organismos vivos”.

Pues bien, a medida que intentamos comprender lo que distingue a los humanos de otros organismos a nivel del ADN, se ha hecho patente que los genes por sí mismos no eran la explicación. Los únicos aspectos genómicos que aumentan numéricamente a medida que los animales nos hacemos más complejos eran las regiones del ADN basura. Es decir, cuanto más sofisticado-complejo es un organismo vivo mayor es el porcentaje de ADN basura que contiene. ¿Contradicción?

De ahí que sólo muy recientemente los científicos “han empezado a explorar realmente la polémica idea de que el ADN basura puede contener la clave de la complejidad evolutiva”. Nada menos, este es el tema del libro. Aquí hay que saltar, explicar y conjeturar. Las preguntas se imponen: si el ADN basura es tan importante, ¿qué es lo que hace, qué papel desempeña en nuestras células si su función no es la de codificar proteínas? En opinión de NC, “se está poniendo de manifiesto que el ADN basura tiene en realidad unas multiplicidad de diferentes funciones, lo que es nada sorprendente si tenemos en cuenta lo abundante que es” (p. 18). En síntesis: el ADN-basura es una basura que no es basura. La denostada lógica hegelo-marxiana en estado impuro.

NC empieza su explicación con una historia que conmueve: “A veces la vida parece muy cruel por la forma que tiene de acumular los problemas en una misma familia…” Al final, tras veinte capítulos que no merecen saltos (y exigen algo de concentración a las personas no puestas en el tema como el que suscribe), se nos da la solución. Vale la pena, se lo aseguro, recorrer esta aventura, magníficamente descrita.

Hay, además, algunos apuntes culturales (no sé si suficientemente autocríticos), nada mistificadores respecto a las comunidades científicas realmente existentes, que tienen su interés. Este por ejemplo: “Pero no seamos demasiado duros con los políticos cuyas declaraciones hemos citado. Los propios científicos son los responsables de algunas de las exageraciones que se han divulgado. Si uno trata de llevarse una buena parte de la financiación de 3.000 millones de dólares destinados a la investigación, necesita tener la labia suficiente para convencer al menos a los políticos responsables de aprobarla” (p. 41). También este: “Conoce la secuencia del genoma humano no es realmente un fin en sí mismo, pero esto no hace que sea menos importante como empresa científica. Era esencialmente un proyecto infraestructural que tenía que proporcionar un conjunto de datos sin el cual un número enorme de cuestiones no podrían ser jamás contestados”.

No hay apenas notas a pie de página que dificulten la lectura. Unas 35 páginas, al final del todo, nos dan las referencias. Pueden saltárselas sin pérdida de comprensión. Son referencias para profundizar en el tema, para expertos si se quiere.

No estoy seguro que la información que se ofrece sobre ensayos corporativos en las páginas 264-266 no hubiera podido darse de otro modo. No sé -es decir, sí que sé- si la expresión adecuada para hablar de GladoSmithKline sea la “gigante farmacéutico”. ¿Qué tipo de gigante es ese?

De este modo, el título de la reseña, como ven, no es una contradicción. No me he inyectado de nuevo pulsión dialéctica en vena. ¿O sí y tiene su gracia?

El traductor, como está indicado, es Josep Sarret Grau. Cómo consigue este trabajador incansable, traducir tanto y dirigir tan bien esta colección, además de realizar también otras tareas complementarias (¡es también el traductor de Amor y Capital!), es un misterio que no estoy en condiciones de desvelar. No tengo ni idea. Una respuesta adecuada exigiría todo un programa colectivo de investigación. Posible conjetura: ¿y si estamos ante un superorganismo (otra de sus traducciones en Buridán) con un ADN basura-no basura privilegiado?

Fuente: El Viejo Topo, noviembre de 2016

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=219873&titular=una-basura-que-no-es-basura-

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