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¿Qué es ser Maestro?

Ser maestro es alguien quien cada día al intercambiar sus experiencias con los estudiantes aprende conscientemente hasta convertirse en una persona excepcional y esa forma de vivir irradia el destino de sus pupilos. Aunque, reconozcamos que no todos los docentes logran convertirse en maestros de la vida, es pertinente revalorarlos desde las diferentes entidades, ya que ellos anclan las raíces de las generaciones.

Aunque es la profesión menos valorada por la sociedad latinoamericana, en sus manos descansan el destino de nuestro porvenir. El maestro reaprende cada día a ser más sensible, domina sus emociones y afina su tolerancia abocada a comprender las diversas limitaciones y los defectos de los estudiantes. Los ayuda a levantarse de sus caídas y lo más impactante, los acompaña en su crecimiento, con amor, bondad y raciocinio.

La Unesco y la Organización internacional del trabajo, (OIT), el pasado cinco de octubre celebraron el Día Mundial de los Docentes, a fin de “valorar la voz del docente: hacia un nuevo contrato social para la educación”. Esto recalca la necesidad de asumir un compromiso multisectorial, liderados por los gobiernos, a favor de mejorar las condiciones salariales y las competencias académicas de la comunidad educadora, como eje esencial del desarrollo de las personas.

Asimismo, el Gobierno de Dina Boluarte, a pesar de caminar a la deriva, la semana pasada, concedió el más alto reconocimiento al magisterio peruano, las Palmas Magisteriales en tres categorías: Educador, Maestro y Amauta. Se premió a los excepcionales maestros, por sus aportes extraordinarios a la educación, los mismos que han de ser sostenidas y conocidos por el público, de no ser así, solo se estaría premiando a profesionales que organizan sus currículos en función a las bases de estos galardones.

Por otra parte, cada 8 de octubre, los peruanos recordamos el sacrificio intergeneracional del almirante Miguel Grau que, sin ser docente, nos enseñó dar la vida por la humanidad.  Aprovecho trascribir unas líneas de su carta escrita para su esposa que refleja su amor por la educación y los niños, cualidades que cada docente están obligados a cultivarlos, “pedirte atiendas con sumo esmero y tenaz vigilancia a la educación de nuestros hijos idolatrados”.

El descomunal desafío de los maestros es impregnar huellas positivas e inspiradoras en la vida de los estudiantes y en cada persona con la que interactúa. De lo contrario, es solo un experto transmisor de conocimientos con doctorados y premios.

Fuente de la información:    https://insurgenciamagisterial.com

© David Auris Villegas. Escritor peruano, columnista pedagógico, profesor universitario y creador del ABDIVCPC.

Fotografía: Ehowenespanol

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Educación y democracia

La democracia es clave para que el poder circule y sea accesible a todos. Es un sistema que garantiza la participación equitativa y transparente de todos los ciudadanos en la toma de decisiones políticas y gobernanza del destino de la sociedad. Instituye los derechos y voces de cada individuo donde todos somos iguales ante la ley y, precisamente, estas bondades han de cultivarse en el territorio educativo.

El expresidente de los Estados Unidos, Abraham Lincoln, definió a la democracia de manera magistral, “El gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Esta poderosa frase resume el significado de la democracia que cada ciudadano del planeta debe estar familiarizado. Consciente de su impacto, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) celebra su valor cada 15 de septiembre. Es fundamental que toda la sociedad la promueva, ya que la democracia nos permite vivir con respeto, libertad e inclusión.

Para que las personas cultiven la democracia participativa, es perentorio que aprendan a pensar en grupo y tomar decisiones informadas, y esa es una responsabilidad de la educación. Enseñar y practicar la democracia en las escuelas, implica incorporar la educación ciudadana en el currículo para el ejercicio activo de los estudiantes en la vida escolar, potenciando el pensamiento crítico mediante debates basado en casos. Además, establecer valores democráticos y respetar la pluralidad de opiniones en la escuela, prepara a los estudiantes para una exitosa vida democrática.

Eduquemos a los niños la práctica de la democracia en el hogar, promoviendo el diálogo respetuoso y horizontal entre todos y, escuchemos su voz en la interrelación familiar. Animarlos a expresar sus ideas e involucrarse en actividades comunitarias, es otra de las maneras de cultivar la democracia participativa desde la temprana edad.

Sin embargo, en nuestro país, en nombre de la democracia, es común que muchas personas formen partidos políticos, prácticamente como un negocio personal. Algunos candidatos a alcaldías y gobiernos regionales, “compran votos” para ser elegidos y así tenemos a tantas autoridades cuestionadas por la justicia. Aunque todos tenemos el derecho de ser elegidos, creo que las personas que hayan cumplido condena por algún delito no podría ser autoridad, ya que sería como poner al zorro al cuidado de las gallinas.

La democracia es una herramienta fundamental para el desarrollo y el bienestar social. Es nuestra responsabilidad cuidarla y perfeccionarla para asegurar que las futuras generaciones vivan en un entorno más justo y próspero.

Artículo publicado en, el Montonero.

© David Auris Villegas. Escritor peruano, columnista pedagógico, profesor universitario y creador del ABDIVCPC.

Fuente de la información e imagen:  https://insurgenciamagisterial.com

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Educación intercultural y desafíos de la mujer indígena

 

Vivimos en la era de la comunicación y la visibilización, pero muchas voces, como la de las mujeres indígenas, siguen silenciadas en muchos países. Estas mujeres, que habitan principalmente en zonas marginales de la costa, sierra y selva, enfrentan graves desafíos sociales que limitan su progreso. A pesar de esto, como guardianas de nuestra cultura, aportan un valor inconmensurable como el fomento del turismo, que pone al Perú en la vitrina mundial.

La identidad de la mujer indígena es compleja y sensible, vinculada tanto a su cultura y costumbres como a su color de piel. Según los informes mundiales, Perú es el tercer país de América Latina con el mayor porcentaje de mujeres indígenas. Muchas de ellas, exhiben altas tasas de analfabetismo, restricciones en el acceso a salud, educación y enfrentan violencia doméstica, discriminación étnica y social.

Con el ánimo de erradicar esta desigualdad, cada 5 de septiembre, desde 1983, se rinde homenaje a las mujeres indígenas en honor a la guerrera aimara Bartolina Sisa, con el objetivo de visibilizar su contribución al desarrollo del país. Asimismo, la Organización de las Naciones Unidas, (ONU) recuerda que el 80 % de la biodiversidad se encuentra en manos de los pueblos indígenas, subrayando la importancia de preservar y aprender el conocimiento ancestral y fusionar con los conocimientos occidentales para proteger mejor a nuestro medioambiente.

En la búsqueda de un mundo más sostenible, la CEDAW, o Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer, adoptada por la ONU en 1979 y en vigor desde 1981, es el instrumento internacional más completo en derechos humanos para mujeres y niñas. Integrar este documento en el currículo educativo a nivel nacional, contribuirá a que las mujeres indígenas, aprendan sus derechos y cultiven un liderazgo y protagonismo social, así como el ineludible emprendimiento.

Romper las injusticias y desigualdades, construyendo puentes de equidad y oportunidad en todos los ámbitos sociales, es nuestra deuda social con las mujeres originarias. Como dijo, Rigoberta Menchú, premio Nobel de la paz, “una mujer con imaginación es una mujer que no solo sabe proyectar la vida de una familia, la de una sociedad, sino también el futuro de un milenio”.

La educación intercultural, al integrar lenguas y prácticas indígenas en el currículo, va más allá del origen o el color de la piel; se centra en brindar a todas las mujeres la oportunidad de desarrollarse plenamente y contribuir al progreso de nuestra nación.

Fuente de la información e imagen:  https://insurgenciamagisterial.com

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Organizaciones sindicales en Perú protestan contra políticas de Boluarte

Sindicatos iniciaron protestas contra las políticas que aplica el gobierno de la presidenta Dina Boluarte y las que promueve el Congreso de la República.

En Perú, los sindicatos iniciaron protestas contra las políticas que aplica el gobierno de la presidenta Dina Boluarte y las que promueve el Congreso de la República, catalogado por sus detractores como una “coalición autoritaria”.

 

La convocatoria la realiza la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP), así como de diversas organizaciones sindicales y políticas, y está prevista para las 13 horas en la Plaza Dos de Mayo, ubicada en Lima. Desde allí comenzará la movilización, que cuenta con el respaldo de diversos partidos, como Juntos por el Perú, de izquierda.

 

Este mes, en otros puntos de Perú, se han realizado todo tipo de protestas, como el paro de 48 horas anunciado el miércoles por el Frente de Defensa del Pueblo de Ayacucho, luego de un fatídico accidente que dejó más de 20 muertos en la región Huancavelica.

 

El paro nacional de este viernes será el anticipo de unas jornadas de movilización que se prevén mayores, agendadas para los días 27, 28 y 29 de julio, cuando Perú conmemore su independencia y Boluarte brinde su mensaje a la nación.

 

Conocedora de esta situación, la jefa de Estado apeló a un nuevo diálogo nacional, antes de referirse a posibles “actividades violentas” y abogar por un país pacífico. “Una patria donde se respire paz. No tenemos necesidad de bloquear carreteras”, dijo.

 

Fuente: https://www.laradiodelsur.com.ve/sindicatos-iniciaron-protestas-contra-las-politicas-que-aplica-el-gobierno-de-la-presidenta-dina-boluarte-y-las-que-promueve-el-congreso-de-la-republica-en-peru-protestan-contra-politicas-de-boluarte/

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La historia triste y sin final, el mismo cuento de nunca acabar: El avance de la brecha de infraestructura educativa en el Perú

  • La brecha de infraestructura sigue avanzando. Se duplicó en los últimos 10 años y de seguir a este ritmo será imposible de cerrar.
  • 28.736 (52%) de 55.358 colegios que necesitan ser demolidos y edificados de nuevo.
  • Destinar el 6% del PBI para Educación es la única solución. ¡Lo demás es puro cuento!

La brecha de infraestructura educativa en el Perú sigue siendo uno de los principales problemas que enfrentan nuestras escuelas. Muchas promesas y pocos esfuerzos se han hecho y la situación lejos de mejorar empeora, afectando a millones de estudiantes. Este artículo analiza la magnitud de esta brecha, los recursos asignados y las soluciones necesarias para cerrarla de una vez por todas.

Recientemente el Congreso de la República declaro la infraestructura escolar nacional en emergencia, pero le delegó la tarea de hacer un plan de reforma del sector educativo a la PCM y al Ministerio de Economía, quienes han demostrado que la educación de los hijos del pueblo no les interesa. Lo que tienen que hacer los congresistas es exigir que se cumpla la Ley. Ya está escrito en el artículo 16 de la Constitución que se tiene que destinar anualmente, no menos del 6% del PBI para Educación. Esa es la única solución viable.

¿A cuánto asciende la brecha de infraestructura educativa?

Según información recogida por el diario La República, la brecha de infraestructura educativa en el Perú asciende a más de 170 mil millones de soles. Esta cifra refleja la necesidad urgente de mejorar y reconstruir gran parte de nuestras escuelas para garantizar un ambiente seguro y adecuado para el aprendizaje de nuestros niños y niñas.

Presupuesto asignado para cerrar la brecha

El presupuesto destinado anualmente para cerrar esta brecha es, en promedio, entre 2,000 y 3,000 millones de soles. Sin embargo, esta cantidad sigue siendo insuficiente frente a la magnitud del problema.

El SUTEP conquistó el 6% del PBI para Educación luego de 18 años de lucha. ¡Ahora, exigimos que se cumpla la Ley!

¿Por qué se ha duplicado en 10 años?

La brecha de infraestructura se ha duplicado en los últimos 10 años debido a varios factores:

  • Crecimiento de la población estudiantil: Aumento en la demanda de espacios educativos.
  • Descuido y falta de mantenimiento: Muchas infraestructuras escolares no reciben el mantenimiento adecuado.
  • Eventos naturales: Fenómenos como lluvias intensas y movimientos sísmicos que deterioran las estructuras existentes.

Las regiones con mayor necesidad de inversión en construcciones escolares son Lima Metropolitana, Cajamarca y Loreto. Se trata de 28.736 (52%) de 55.358 colegios que necesitan ser demolidos y edificados de nuevo.

El Acuerdo Nacional de 2002, que establecía destinar al menos el 6% del PBI a la educación peruana, sigue siendo una promesa incumplida. A pesar de que se debía aumentar el presupuesto en 0.25% del PBI cada año hasta alcanzar el 6% en 2014, el presupuesto real solo ha oscilado entre el 3.8% y el 4.3% del PBI desde 2020, lejos del objetivo. En 2020, se asignaron 31,426 millones de soles (3.8% del PBI), y aunque en 2024 se incrementó a 40,248 millones (4.3% del PBI), seguimos muy por debajo de lo prometido. Mientras tanto, nos preguntamos: ¿Dónde se ha desviado el dinero que debería haberse destinado al futuro de nuestros niños? Seguramente, a los bolsillos de políticos y empresarios corruptos.

El magisterio organizado en torno al SUTEP lucha por que se cumpla este derecho para nuestros estudiantes.

Tiempo necesario para cerrar la brecha

A este ritmo de inversión (2,500 millones anuales en promedio), tomaría aproximadamente 68 años cerrar la brecha existente. Sin embargo, dado que la brecha sigue creciendo, este tiempo se extendería aún más.

Con la inversión actual, en lugar de reducirse, la brecha crecerá a 315,000 millones en 10 años. De continuar así, esta nunca se cerrará.

Tabla comparativa de la inversión en educación (2016-2024)

Fuente: MEF, MINEDU, INEI

Destinar el 6% del PBI: La única solución

Si destinamos el 6% del PBI a la educación, podríamos asignar aproximadamente 54,000 millones de soles anualmente (suponiendo un PBI de 900,000 millones de soles). Si destinamos toda esta inversión, se podría cerrar la brecha de infraestructura en aproximadamente 3 años. Esto no solo resolvería los problemas de infraestructura, sino que también mejoraría la calidad educativa y el rendimiento escolar. Sin embargo, el sector tiene otras necesidades, por lo que si invertimos la tercera parte, lograríamos tener colegios en buen estado en aproximadamente 10 años.

Recordemos que este es un derecho consagrado en el artículo 16 de la Constitución y que fue conquistado el año 2020 por el SUTEP.

Artículo 16.- Tanto el sistema como el régimen educativo son descentralizados.

El Estado coordina la política educativa. Formula los lineamientos generales de los planes de estudios así como los requisitos mínimos de la organización de los centros educativos.

Supervisa su cumplimiento y la calidad de la educación.

Es deber del Estado asegurar que nadie se vea impedido de recibir educación adecuada por razón de su situación económica o de limitaciones mentales o físicas.

La educación es un derecho humano fundamental que garantiza el desarrollo de la persona y la sociedad, por lo que el Estado invierte anualmente no menos del 6 % del PBI.

Es evidente que la única solución viable para cerrar la brecha de infraestructura educativa es aumentar significativamente la inversión en educación. Destinar el 6% del PBI, como manda la Constitución, a este sector es una medida urgente y necesaria. No podemos seguir condenando a nuestros niños y niñas a estudiar en condiciones deplorables. Es hora de actuar y garantizar un futuro digno para todos.

¡Solo exigimos que se cumpla la Ley!

¡6% del PBI para Educación, ahora! ¡El resto es puro cuento!

La historia triste y sin final, el mismo cuento de nunca acabar: El avance de la brecha de infraestructura educativa en el Perú

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Perú: De la exclusión a la expulsión

De la exclusión a la expulsión

Alberto Vergara

El último reporte del INEI no solo señala el incremento de la pobreza sino que muestra un deterioro económico general de la sociedad peruana. Vergara propone una interpretación sobre lo que significa pasar de la exclusión social a la expulsión social.

En un texto de 1987, Hugo Neira proponía que era muy difícil para las ciencias sociales estudiar la acelerada decadencia peruana de aquella época. En la medida que sus premisas y vocabulario se asientan en la idea del progreso estaban muy mal equipadas para observar un país marcado por el deterioro que imponían la violencia senderista y la anomia que la subyacía (que era el tema de aquel artículo).

37 años después nos ocurre algo semejante. La nueva normalidad es el retroceso. Nos cuesta asomarnos a ese proceso, no sabemos cómo nombrarlo, queremos considerarlo un accidente y no una tendencia. El Perú posterior a los años ochenta se asentó de manera decisiva sobre la idea del progreso, del desarrollo, de la mejora, de dejar en el espejo retrovisor aquellos años sombríos que desalentaban al sociólogo Neira y al país entero. Pero no solo se trató de una “narrativa” o embeleco ideológico; el Perú, efectivamente, prosperó, se hizo menos pobre; el desgobierno económico y la violencia fueron superadas. Desde luego, esta nueva prosperidad fue desigual, imperfecta, insuficiente, y contenía los elementos que eventualmente podían servir a su propia destrucción.

Con todo, el Perú de las últimas tres décadas anduvo con las muletas del progreso; progreso tanto en su dimensión de creencia colectiva, como de experiencia a nivel individual. Para decirlo de otra manera, durante las últimas décadas fuimos una sociedad donde habitaba la creencia según la cual, de una manera u otra, progresábamos.

Pero ahora estamos subdesarrollándonos. Rápido. Y no estamos preparados para observar el declive y, mucho menos, terminar de aceptarlo. Brillamos en el oficio de dorar la píldora: encontramos consuelo en las bases macroeconómicas aún estables, nos repetimos que la capacidad de endeudamiento del Estado todavía es importante; nos confortamos resaltando que nuestra tasa nacional de homicidios es aún menor que la de otros países; el cobre, Chancay y el litio devienen amuletos mitológicos de la resurrección; y nunca falta quien convierte a Basadre en gurú de autoayuda para reiterarnos que, además de problema, somos posibilidad. Como no hemos experimentado un crack definitivo, negamos que esté preparándose. Para que sea imposible, lo hemos convertido en impensable. El Perú de estos años es como ese personaje que caía desde un piso cincuenta y al pasar por el 25 reflexionaba: hasta aquí, todo bien.

Los resultados del informe del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), publicado hace un par de semanas, son un pedacito de esta historia. Como sabemos, la señora que funge de presidenta quiso ocultar el reporte. Cuando finalmente se hizo público, el dato del aumento de la pobreza atrajo todas las miradas: de 2022 a 2023 se agregaron algo más de medio millón de peruanos en condición de pobreza. Hoy una de cada tres personas es pobre. Más de tres millones de pobres adicionales en relación con el 2019. (Nuestros niveles de pobreza han regresado a los de 2010). Por mucho, la peor performance de la región.

Y aquí es importante subrayar que el umbral metodológico que divide a la pobreza de la no-pobreza es bajísimo. A veces en la discusión pública –y lo noto con mis estudiantes– se desconoce el monto de esa línea divisoria y se piensa que únicamente esos 10 millones de pobres pasan penurias. La gente a penas si cree cuando nota que alguien que gana 500 soles al mes ya no califica como “pobre”. Para decirlo con el lenguaje oficial y tecnocrático, tenemos diez millones “vulnerables” (además de los diez millones de “pobres”). O sea, otro grupo marcado por la carestía. De hecho, somos un país tan misio que los estudios de mercado consideran sector socioeconómico A –que agrupa al exclusivo 1% de las familias peruanas– a hogares con ingresos que apenas si arañarían la clase media en países desarrollados. Pero esto no suele aparecer en la conversación nacional. Aunque sabemos que somos un país pobre, en los sectores con más influencia en la vida nacional no se aquilata cuán pobres somos. Muchos años con el cuento de la nueva clase media.

Ahora bien, menos discutido que el incremento de la pobreza ha sido otro resultado del mismo informe que resulta espeluznante: a todo el mundo le va peor en el Perú de estos días. Como es evidente, esto no equivale a decir que las consecuencias de esto sean homogéneas o análogas. En los sectores más bajos se traduce en decisiones de corto plazo que a la larga reproducen la pobreza. Por ejemplo, se retira a la hija del colegio para que trabaje o, directamente, se recorta el consumo de comida –y, sobre todo, de aquella con mayor valor alimenticio– pues se debe mantener el dinero para ir a trabajar, costear vivienda, etc…

Sin embargo, la disminución transversal del ingreso tiene consecuencias importantes en todos los estratos. Según el reporte, todos los deciles económicos del país –todos– gastan hoy aproximadamente 10% menos que en 2019. Esto es una paliza para la sociedad.

Pero no solo se trata de una paliza para la situación material de las personas. Este retroceso generalizado frustra las expectativas de las familias, trunca los proyectos personales y destila una amargura nociva. A la crisis económica sigue la crisis de nervios.

En otras palabras, una sociedad que estaba acostumbrada a incrementar sus ingresos –aun si de manera modesta y desigual– y a planificar el futuro desde esa premisa, ahora debe reajustar a la baja cada una de sus expectativas, decisiones y proyectos. Si antes te iba mal, al menos veías que alrededor tuyo había otros mejorando. No más. Ahora, lo que me pasa a mí le está ocurriendo a todos. Es una situación nueva. Ya no podemos pensarnos desde el progreso, sino desde el retroceso. Y no estamos acostumbrados.

Estamos poniendo pie en terra incognita. Es decir, en el Perú siempre existió y existe exclusión. Pero ahora llega otra cosa: la expulsión. Carlos Pagni lo ha señalado sobre el conurbano de Buenos Aires. Quedar fuera de lo que habías planeado y deseado. A todos los sectores sociales –probablemente con la excepción de los descomunalmente ricos, unos cuantos miles– los define más la expulsión que la exclusión. Una sociedad gradualmente expulsada de ciertas promesas o esperanzas y empujada a administrar el declive. Personas y familias expulsadas de sus anhelos y obligadas a lidiar con la frustración. Como señala un libro excelente sobre la pobreza en Argentina, a la carestía material se suma la consciencia del deterioro; una ciudadanía que sufre la escasez, pero también la amargura de recordar cuando podía comer milanesas y que considera tener derecho a ellas. (Cómo hacen los pobres para sobrevivir, Javier Auyero y Sofía Servián, Siglo Veintiuno, 2023).

Es importante notar que el retroceso mayor está ocurriendo en el Perú urbano y no en el rural. Obviamente, la pobreza es una calamidad en cualquier lugar, pero experimentar el retroceso en las ciudades necesariamente afecta un cúmulo más complejo de expectativas, en especial de los jóvenes.

Y todo esto sucede, hay que recordarlo, en medio de dos procesos. De un lado, el oro y el cobre alcanzan precios excepcionalmente altos. Hay que esforzarse para empobrecer a un país e instaurar la expulsión social cuando las condiciones internacionales son así de favorables. Dina, sus sobones del Ejecutivo y sus waykis del Legislativo –y sus valedores en distintos ámbitos– están logrando que al desmantelamiento del Estado siga la destrucción de la sociedad. Y les da igual.

De otro lado, este nuevo fenómeno de expulsión social ocurre cuando las economías ilegales se expanden a toda velocidad. 44% del oro ilegal producido en Sudamérica es exportado desde el Perú. En una encuesta 87% de peruanos asegura que algún negocio ilegal dinamiza la economía de su región. Se trata de una ecuación para el susto: el Estado es cómplice de la expansión del crimen, al tiempo que pauperiza a una sociedad que se vuelca a las economías criminales. Un atado de cables pelados.

Si todo esto no se altera pronto, el declive proseguirá. No solamente el incremento de la pobreza, sino la frustración y angustia que impone una normalidad marcada por la zozobra. Un deterioro que hay que enfatizarlo no es solo monetario, sino uno que alcanza múltiples ámbitos de la vida nacional. Nos queda aún por descubrir las consecuencias de esta nueva época marcada por el declive y la expulsión.

Fuente de la Información: https://larepublica.pe/opinion/2024/06/02/de-la-exclusion-a-la-expulsion-por-alberto-vergara-16538

 

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