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Libya: Over 25,000 families displaced from Sirte

África/Libia/Abril 2016/Autor: Editor/Fuente: albawaba.com

ResumenAlcalde de Sirte, Mukhtar Al Madani, se reunió en Trípoli con los funcionarios de la Organización de Caridad de Libia, dirigidos por Nehad Maitiq. La reunión se centró en la difícil situación humanitaria que enfrentan las familias desplazadas de Sirte. El alcalde dijo estar de acuerdo en un plan de trabajo y un plan de apoyo humanitario a las familias desplazadas fuera de la ciudad, funcionarios del gobierno de Sirte están en cooperación con instituciones de caridad locales y las organizaciones internacionales como la Cruz Roja Internacional para responder con eficiencia y eficacia a las necesidades de la población.

Mayor of Sirte, Mukhtar Al Madani met in Tripoli officials from Libya Charity Organization led by Nehad Maitiq.

The meeting focused on difficult humanitarian situation faced by the displaced families from Sirte. The mayor said they agreed on a work plan and a humanitarian support plan for the families displaced outside the city. Sirte government officials are in cooperation with local charity institutions and international organizations such as the International Red Cross to efficiently and effectively respond to needs.

In statement to LANA, Al Madani said they agreed on offering humanitarian aid by ‘For You Libya charity’ to over 25,000 displaced families from Sirte.

Aid will target multiple aspects, including the housing rent problem, liquidity at banks, access to public and university education, and more. Sirte has seen an increased Daesh presence and fighting, destroying the infrastructure and pushing families outside the city.

On her part Nehad Amatiq head of For you Libya Charity praised efforts made by Sirte Municipal Council especially taking stock of all families displaced from Sirte in various Libyan cities and regions. The organization is hoping to track and register all families that need assistance.

Fuente de la noticia: http://www.albawaba.com/news/libya-over-25000-families-displaced-sirte-830316

Fuente de la imagen: http://albawabacdn.albawabamiddleea.netdna-cdn.com/sites/default/files/imagecache/article_headline_node_big//sites/default/files/im/Sirte-Libya-bombing-2015-AFP-1.jpg

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Una importante dimensión de la interdisciplinariedad en la Escuela Primaria: La Educación para la Salud

17 de abril de 2016

Dra. C. Adania Guanche Martínez. La Habana, Cuba.
Comunidad de Educadores para la Cultura Científica

En la labor diaria en la Escuela Primaria, la Educación para la Salud constituye una dimensión del trabajo educativo, que junto a otras, puede agruparse bajo la denominación de Educación para el Desarrollo Sostenible, aunque esta, a veces, no es reconocida por muchos como expresión de la interdisciplinariedad.

La Educación para un Desarrollo Sostenible, en opinión de la autora, comprende la Educación Sexual, la Energética, la Ambiental, la Vial, y todas ellas, integradas con la Educación para la Salud, orientan hacia el desarrollo de actitudes que a los seres humanos les permiten asumir conductas responsables y consecuentes hacia el entorno y hacia sí mismos, como forma de garantizar un sistema de relaciones que aseguran la salud individual y colectiva, y que son premisas para el logro de un desarrollo de la sociedad a largo plazo, sin afectar el entorno y sin degradar la naturaleza. Por ello, la Educación para un Desarrollo Sostenible es un buen ejemplo de interdisciplinaridad.

La Educación Sexual muestra a los estudiantes cómo debe ser una conducta responsable con respecto a su vida sexual, entre otros aspectos; la Educación Energética instruye y educa para aprovechar estos recursos que mueven la vida de la sociedad actualmente; la Educación Ambiental ofrece conocimientos variados para que todos cuidemos del entorno natural y aprovechemos los recursos de forma responsable, sin agotarlos; la Educación Vial se propone hacer de nuestros estudiantes, personas respetuosas y corteses en las calles, al tiempo que aprenden a orientarse con seguridad en ciudades llenas de tránsito.

Detengámonos en la Educación para la Salud, que al abordarla como sistema, debe asegurarse una adecuada preparación del maestro en su rol de orientador cotidiano de sus escolares, en problemas que atañen a su bienestar personal.

Existen múltiples ejemplos de actividades que pueden desarrollarse en la escuela, y que estén dirigidas a la conservación de la salud y la del medio ambiente, y hacia la formación de una conciencia en este sentido. El objetivo máximo, por tanto, es que cada uno de nuestros alumnos sepa cuidar de su salud y de su higiene personal y evitar los contagios con enfermedades peligrosas. De esta manera, la Escuela no solamente da instrucción, sino que se preocupa de garantizar el futuro de cada estudiante y de su comunidad.

En este sentido, se comprende la amplitud de conocimientos que debe tener cada maestro, pues es en la etapa de la niñez y la adolescencia cuando los escolares que están bajo su cuidado y educación, son más vulnerables y cuando hay que formar y desarrollar en ellos cada hábito que resulte beneficioso.

Sencillamente, cada concepto que el maestro pueda llevar al niño de manera práctica, será mejor comprendido por este, y también debe lograrse que aprenda a observarlo todo, a analizarlo todo y a sacar conclusiones de sus observaciones.

En este sentido, el maestro señala y demuestra cómo lograr el equilibrio salud-enfermedad, y, junto al médico, es el profesional que vela porque sus alumnos se concentren mejor, aprendan más y se desarrollen armónicamente.

El concepto de salud humana ha cambiado en los últimos años, pues una persona puede estar padeciendo de una enfermedad transitoria y ser considerada una persona saludable; por el contrario, alguien aparentemente sano, puede estar padeciendo de un desajuste psicológico, o de otra índole, lo cual constituye un problema de salud.

De esta manera, el maestro, al realizar el diagnóstico integral de sus alumnos, debe analizar, no sólo los conocimientos que estos poseen, sino que también puede y debe percatarse de desajustes, tanto físicos, como mentales, en cuyo caso, debe tomar como medida inmediata, la conversación con los padres y su orientación acerca de los derroteros a seguir.

Para ello, el docente debe conocer los parámetros normales de desarrollo de los niños en cada edad o etapa de su vida infantil. Al mismo tiempo, debe tener una idea de las enfermedades más comunes que pueden padecer los escolares, y esto es lo ideal en países cuyos climas propicien la existencia de infecciones producidas por microorganismos, ya sean bacterias, hongos, protistas, helmintos u otros tipos de endoparásitos o ectoparásitos.

Consecuentemente, algunos conocimientos que antes eran del dominio exclusivo del pediatra, tienen hoy día que estar al alcance del maestro o la maestra, lo que es imprescindible, por ser este profesional el que a menudo detecta que algo no anda bien en el desenvolvimiento de alguno de sus alumnos, debido a problemas de salud.

Un análisis elemental de la cuestión nos debe rememorar que la unidad indivisible del hombre está integrada por tres esferas: la esfera psicológica, compuesta por los sentimientos, el intelecto y las emociones, entre otros aspectos; la esfera biológica comprende los sistemas que componen el organismo y la esfera social demuestra la relación con los demás sujetos. Cualquier alteración en alguna de estas esferas puede destruir rápidamente la armonía de las otras dos, perjudicar la salud, e impedir un normal desarrollo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) en su Carta Magna de 1946 definió la salud como “El estado de completo bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades” . La importancia de la salud se manifiesta en el empeño sostenido por lograr un estado satisfactorio en cada persona o colectivo.

La Educación para la Salud es, pues, un campo especial de las ciencias médicas y de la salud pública, pero lo es también de la Educación y su objetivo es la transmisión de conocimientos y el desarrollo de una conducta encaminada a la conservación de la salud del individuo, del colectivo y de la sociedad. El propósito es desarrollar generaciones de hombres y mujeres sanos, aptos para transformar positivamente su entorno, y por lo tanto, se puede asumir también la Educación para la Salud como la actividad formativa y educativa, dirigida al desarrollo de una actitud consciente y responsable por parte del ser humano ante el fomento, la conservación y el restablecimiento de la salud y su capacidad de rendimiento.

En la salud influyen muchos factores, como son la vivienda, la alimentación y el desarrollo económico; los alimentos constituyen componentes de gran importancia dentro de este grupo. Los componentes naturales comprenden el clima y los agentes físicos, entre otros. Los factores biológicos comprenden el sexo, la edad, la herencia y los agentes biológicos, los cuales, en algunos casos, son portadores o transmisores de severas enfermedades.

En diversos países se desarrollan cursos para la prevención de enfermedades, o campañas, como las que se sostienen contra el tabaquismo y las drogas; en Cuba, participamos todos en la erradicación del mosquito Aedes aegypti (agente transmisor del dengue, el chikungunya, y el zika).

Ciertos aspectos relacionados con la higiene escolar merecen un tratamiento particular, pues a veces no se enfrentan debidamente por el maestro algunas enfermedades causadas por ectoparásitos. Se conocen con este nombre a los agentes parasitarios que actúan en la parte externa del organismo, aunque también existen endoparásitos, o sea, los que parasitan en el interior del cuerpo de otros animales o de plantas.

A los primeros pertenecen ciertos insectos denominados Pediculus humanus que abundan en determinada época del año, que se alojan en el cabello, causan una afección que se ha denominado pediculosis, y son vulgarmente denominados piojos. El maestro debe orientar a los padres acerca de las medidas higiénicas que deben ser mantenidas por la familia y remitir al escolar al médico de forma inmediata, si se detectan estos ectoparásitos.

Menos frecuente son los casos de escabiosis, enfermedad producida por un ácaro que habita en el interior de la piel. Los ácaros son artrópodos, o sea, organismos de patas articuladas, que pertenecen al grupo de los arácnidos. Los ácaros de la sarna son los que producen la escabiosis, enfermedad que causa picazón intensa en la piel, pues el parásito penetra debajo de la epidermis y abre surcos por los que se traslada y pone sus huevos. Las medidas a tomar son similares que en el caso anterior, mucha higiene, consejos a los padres y aislamiento de los menores que pueden contagiar a otros niños.

Muchos escolares se infestan con organismos del grupo de los nemátodos. Estos sí son endoparásitos. Entre los más conocidos se encuentran el Enterobius vermicularis, vulgarmente denominados oxiuros, y el Ascaris lumbricoides o lombriz intestinal.

El primero de los mencionados es más común entre los niños y niñas, por ser difíciles de erradicar, ya que las hembras fértiles descienden hasta el ano por las noches y depositan sus huevos, por lo que causan gran escozor. Los niños se reinfectan, al llevarse las manos a la boca, después de rascarse las lesiones producidas en esa zona de su cuerpo. El maestro puede detectar algunas de estas maniobras realizadas por los menores y esto los alerta para efectuar la pertinente comunicación con las madres y su orientación precisa.

La Educación para la Salud es una disciplina formadora de valores, porque su objetivo esencial es el de desarrollar las potencialidades individuales, familiares y grupales, dentro de un conjunto social, para el logro de actitudes y conductas positivas, tendientes a una mejor calidad de vida. En cada una de nuestras escuelas, nuestras aulas, o en cualquier lugar donde se encuentre un maestro o maestra, pueden abrirse un espacio distinto, alternativo, estructurado en el diálogo, la cooperación, la comunicación y la solidaridad.

Por supuesto, el maestro primario debe incluir en los temas que trate en todas las asignaturas, elementos que vinculen estos conceptos de la salud, con los objetivos de esas materias. Pero es necesario tener conocimientos profundos acerca de estos y otros elementos que deben buscar en la bibliografía especializada o al asesorarse con un facultativo.

La educación para la salud es un elemento muy valioso para fomentar estilos de vida sanos en las nuevas generaciones y propiciar procesos de enseñanza-aprendizaje más desarrolladores. El maestro o maestra organiza la vida de sus alumnos, de tal modo que estos aprenden en la escuela a comer, a comunicarse, a participar, a amar, a vivir en general, y como resultado, se obtienen formas de conducta que, por su repetición involuntaria, se transforman en hábitos pero que se iniciaron en algún momento y fueron encauzadas también, bien o mal, en algún sitio preciso de la intimidad familiar o comunitaria en nuestra más tierna infancia o juventud.

Dentro de los hábitos que se pueden formar para orientar la Educación para la Salud se encuentran el de realizar ejercicios físicos, tomar el Sol de forma moderada y en las primeras horas de la mañana y últimas de la tarde, el de ingerir todo tipo de alimentos y el de sentarse y ponerse de pie correctamente.

Es importante que tratemos sobre otros aspectos acerca de la higiene personal, que se define como el conjunto de medidas y normas que deben cumplirse individualmente para lograr y mantener una presencia física aceptable, un óptimo desarrollo físico y un adecuado estado de salud. Por eso, la higiene personal no significa solamente la práctica del baño diario; es mucho más que eso, pues también significa la higiene de las axilas, el lavado del cabello, la higiene de las manos, de las fosas nasales, los ojos, los oídos, la higiene buco-dental, la del vestuario y la higiene mental y de los procesos biológicos.

Es conocido por los maestros y maestras de primaria, que algunos niños, en las edades comprendidas entre 10 y 12 años, son remisos a mantener una higiene adecuada. El educador debe tener tacto al tratar con ellos acerca de este problema y dar la recomendación indirectamente, es decir, mostrando fotografías, ilustraciones, carteles, en los que se pondere la buena presencia de los escolares, su limpieza, el uso adecuado del uniforme y se promuevan concursos para estimular a los alumnos más limpios, a los que mantienen la mayor higiene posible, entre otras acciones que entusiasman a los menores.

El sueño forma parte de la higiene mental y de los procesos biológicos. La importancia que se le atribuye radica en que el sueño posibilita el restablecimiento de la energía gastada en el momento de la vigilia. Durante el sueño, se produce una disminución de la intensidad de las funciones orgánicas, por lo cual este constituye un excelente reparador de energía, con la consiguiente elevación de la capacidad de trabajo. Un déficit en el sueño repercute negativamente en el estado de salud y ocasiona fatiga, disminución de la capacidad de trabajo, apatía y hasta puede provocar amnesia parcial. Hay niños que no duermen bien y el maestro, en el aula, lo reconoce por la forma de conducirse este menor, que bosteza con frecuencia, se queda dormido sobre el pupitre o pierde momentáneamente la facilidad para prestar atención.

La promoción de la salud es un concepto que alude a la ganancia de bienestar como un todo; es un concepto positivo e integral que no se relaciona con la evitación de una enfermedad específica, sino más bien con la convicción de “ganar en salud o conservarla”, independientemente de que ya se esté sano. Ejemplos de promoción de la salud están en la educación entendida como formación integral, los ejercicios físicos, la recreación, las mejoras de las condiciones de vida de la gente, que impactan su salud como un todo.

En la escuela primaria frecuentemente se olvidan un tanto los problemas que afectan o que atañen a la salud de los escolares que tenemos a nuestro cargo. Y esto no ocurre por descuido de los docentes y a veces por no querer afrontarlos. Sencillamente se produce porque vivimos inmersos en un ámbito en el que priman otras preocupaciones y a veces el maestro o maestra insisten mucho más en el desarrollo de sus lecciones, que en el estado de salud de los niños y niñas a los cuales estas van dirigidas. La Educación para la Salud no es una asignatura independiente; se integra coherentemente al currículo.

Tomado de la Carta Magna de la OMS. 1946.
Fuente de la imagen destacada:
http://www.odonto.unam.mx/index.phpIDPagina=Educaci%C3%B3n%20para%20la%20Salud%20p%C3%A1gina
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Bibliografía sobre las mujeres y el nazismo

Memoria Histórica | Eduardo Montagut Contreras | 16-04-2016 | Tercera Información

Aportamos una bibliografía básica sobre las mujeres y el nazismo. En la primera obra se estudia a aquellas mujeres que se enfrentaron al nazismo:

MARTHA SCHAD, Mujeres contra Hitler. La resistencia femenina al régimen nazi, Barcelona, Península/Atalaya, 2001.

Podremos descubrir a mujeres excepcionales como Liselotte Hermann, Sophie Scholl, Constanze Hallgarten, y muchas más. Es una lectura apasionante. En contraposición, también hubo mujeres vinculadas al nazismo, como fervientes defensoras del mismo. La historiadora Anna Maria Sigmund ha publicado dos libros interesantísimos, al respecto:

A. M. Sigmund, Las mujeres de los nazis, Barcelona, Plaza y Janés, 2000, donde se glosa la vida de Eva Braun, Magda Goebbels, Leni Riefenstahl, Carin y Enmy Goering, etc..

A. M. Sigmund, Las mujeres de Hitler, Barcelona, Plaza y Janés, 2003. En esta obra se trata sobre Gerda Borman, la británica Unity Mitford, Winifred Wagner, etc..

La lectura de estas tres obras es harto recomendable.

fuente: Estudios sobre las mujeres y el nazismo

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De las tecnologías del género a las tecnologías de la subversión, un desafío pedagógico para la educación social

Autorxs: María Victoria Carrera Fernández, María Lameiras Fernández,

Xosé Manuel Cid Fernández, Yolanda Rodríguez Castro y Patricia Alonso Ruido.

Facultad de Ciencias de la Educación de Ourense, Universidad de Vigo.

Este trabajo responde a una tarea reflexiva de análisis sobre el papel de la Educación Social en la construcción de sociedades más justas e igualitarias, que reconociendo el valor de la diferencia de género y sexual garanticen la igualdad de oportunidades para todas y todos. Como educadoras sociales y docentes en el Grado de Educación Social esta tarea reflexiva es irrenunciable e inherente al desarrollo de nuestra práctica profesional docente e investigadora.

En este sentido iniciamos este trabajo analizando la construcción de la identidad de género, en el marco del modelo heteronormativo que constituye, tal y como señala Butler (1990, 1993), un rígido marco normativo de construcción de la identidad erigido sobre la marca corporal o el sexo entendido de forma “binaria”, dando lugar no solo a identidades diferentes, congruentes y complementarias (donde al sexo varón corresponde el género masculino y al sexo mujer el género femenino, ambas identidades prescriptivamente heterosexuales), sino también desiguales y jerarquizadas. Y del que se derivan los fenómenos de exclusión y violencia que contribuyen a mantener el control sobre las identidades de género, produciendo y reproduciendo su jerarquización. Para proceder a continuación a centrarnos en el activo papel de los diferentes agentes de socialización o tecnologías del género (De Lauretis, 1987) –familia, escuela y medios de comunicación-  en este proceso de construcción. Finalizando con un análisis sobre el papel de las educadoras y los educadores sociales como agentes de socialización subversivos que, aprovechando los diferentes ámbitos de actuación de su profesión –especialmente atendiendo a su carácter mediador entre los diferentes agentes socializadores-, contribuyan a “desaprender el género” y a trascender, en definitiva del status quo alstatus queer (Rofes, 2005); así como con una propuesta pedagógica construida sobre los pilares de una pedagogía crítica y queer.

De los cuerpos nacidos a los cuerpos construidos: el modelo de género heteronormativo, la construcción de la desigualdad y la promoción de la violencia

“Cuanto más buscamos una base física simple para el sexo, más claro resulta que ‘sexo’ no es una categoría puramente física. Las señales y funciones corporales que definimos como masculinas o femeninas están ya imbricadas en nuestras concepciones del género”.  (Fausto-Sterling, 2006: 19).

La Segunda Ola Feminista iniciada a finales de los 60 y deudora de la obra de Simone de Beauvoir, especialmente de su conocido trabajo El Segundo Sexo (1949), culminó con la definitiva desnaturalización del género. De una vez y para siempre la naturaleza ya no era la responsable de la subordinación femenina. «Una no nace mujer, sino que llega a serlo”, afirmaba tajante Beauvoir (1987)  visibilizando  el carácter construido de la feminidad y de la masculinidad, así como de la desigualdad de género, y por tanto su posible modificación.

Una vez desenmascarado el carácter natural del género, quedaba todavía un flanco abierto para los/as detractores/as  de la lucha por la igualdad: el sexo. Esa sustancia inalterable, fija y prediscursiva, responsable de la materialidad de los cuerpos, continuaba operando a favor de la desigualdad: la inferioridad femenina y, en contrapartida, la superioridad masculina eran verdades incuestionables que venían «irremediablemente» marcadas por los cromosomas, las hormonas y los caracteres sexuales primarios y secundarios. Y fue también la tradición feminista, en este caso postestructuralista, la que tomando el testigo de sus predecesoras, inició -no sin grandes resistencias que perduran aún hoy- la desnaturalización del sexo.

Destaca en esta línea la obra de la filósofa feminista norteamericana Judith Butler (precursora y más conocida representante de la Teoría Queer) que en su trabajo El género en disputa: El feminismo y la subversión de la identidad (1990), pone de relieve la principal premisa de su pensamiento, denunciando, de la misma manera que había sucedido décadas atrás con el género, el carácter culturalmente construido del sexo.

Así, desmitificar el carácter natural del género y del sexo significa afirmar que no nacemos ni hombres ni mujeres, ni masculinos ni femeninos, ni heterosexuales, sino que nacemos personas con una realidad corporal concreta que la cultura se encargará de significar (Carrera, 2015), encasillándonos en dos categorías opuestas (hombre/mujer) que cuando no son excluyentes se forzarán a una de las dos casillas a través de las modernas técnicas quirúrgicas de «reparación» de genitales.

De forma que tras la asignación (o asignación/reconstrucción) del sexo se construirá un género coherente -masculino para los hombres y femenino para las mujeres- y una orientación sexual legítima -heterosexual para ambos- a través de un tedioso proceso de socialización que es especialmente fuerte en la infancia, pero que se prolongará a lo largo de toda la vida. Estas normas y discursos sociales relacionados con el género y la sexualidad, conocidos como “heteronorma” dan lugar a la concepción de identidades de género binarias, opuestas, jerárquicas y complementarias, obligatoriamente heterosexuales  (Berlant y Warner, 1998).  Formadas, en definitiva, por sexismo y homofobia (Sharma, 2009).

Y  este proceso de socialización heteronormativo y diferencial para niños y niñas es impulsado desde los distintos agentes de socialización, que la feminista Teresa de Lauretis (1987) denominó tecnologías del género, entre los cuales destacan la familia, la escuela o los medios de comunicación, que a través de los estereotipos y los roles de género describen e imponen como deben ser y comportarse mujeres y hombres. Agentes y procesos de socialización en los que profundizaremos en el siguiente apartado, y en los que necesariamente las y los educadores/as sociales deben intervenir. Este proceso de socialización diferencial de género, pone de relieve el carácter performativo del género destacado por Butler (1990, 1993), que  hace referencia a que el constructo género constituye una categoría en proceso de construcción, a través de los mecanismos de imitación y repetición de las normas de género culturalmente construidas, que nos interpelan a la expresión reiterada de formas “inteligibles de género” dentro de un marco de heterosexualidad obligatoria, creando la ilusión de un“yo interior” verdadero. Imitación y repetición de la norma de género, que se entrelaza estrechamente con otro elemento definitorio de la performatividad: la exclusión. Exclusión de aquellas partes de nosotros/as que no son coherentes con esas rígidas normas de género (autoexclusión), así como de aquellas personas que se posicionan más allá de sus límites (heteroexclusión). No obstante y paradójicamente, en esta reiteración continuada de las normas género descansa también la subversión de la mismas, pues el rígido marco regulatorio de la heteronorma no hace posible no fracasar a esta tarea que, por definición, está abocada al fracaso. Por ello, las normas de género nos condicionan, pero no nos determinan, existe lugar para la subversión y oposición a las mismas. Este es el carácter constitutivo de la performatividad: reproducción e imitación de la norma de género, que necesariamente nos aboca también a la transgresión de la misma (Butler, 1990, 1993).

El proceso de socialización diferencial de género conforma así dos únicas identidades legítimas o inteligibles (Butler, 1993): hombre-masculino-heterosexual y mujer-femenina-heterosexual, posicionadas dentro de lo que Butler (1990, 1993) ha denominado la “matriz heteronormativa”. Pero no imposibilita la subversión u oposición al poder, ejemplificada por todas aquellas personas que transgreden estas dos casillas, que habitan identidades desobedientes[2] (Carrera, 2015), ininteligibles (Butler, 1990) o entrecruzadas (Burgos, 2007). Identidades que sufren, sin duda los costes de su transgresión, enfrentándose a una real o simbólica sentencia de muerte (Carrera, 2014; Lameiras, Carrera y Rodríguez, 2013).

De esta forma, construir identidades de género inteligibles no implica sólo  imitar y repetir la norma de género congruente con el sexo “heteroasignado” sino también sustentar desigualdades de género, a través de los mecanismos de exclusión y agresión. Así, la regulación del género ha sido siempre parte de un trabajo del heterosexismo normativo, de modo que género y sexualidad operan juntos para producir una cultura homófoba y sexista, estando las mujeres subordinadas a los hombres, como no podría ser de otro modo en una sociedad androcentrista, en la que el varón representa la norma, el centro y el poder. Y en la que, en definitiva, se excluyen todas aquellas identidades sexuales que transgreden las rígidas fronteras configuradas por la coherencia de la “marca corporal” (el sexo) con el género (femenino o masculino) y la orientación heterosexual.

En este sentido, el pensamiento de Butler no sólo amplía la noción de género, sino también de  violencia de género, que no se reduce a la violencia o discriminación que padecen las mujeres, sino también a la de los sujetos que habitan estas identidades “desobedientes” cuyas biografías están llenas de sufrimiento y dolor (Burgos, 2008; Carrera, 2010; Lameiras et al., 2013).

Las tecnologías del género: escuela, familia y medios de comunicación

Tal y como destacamos anteriormente el proceso de socialización se inicia en el mismo momento del nacimiento y se prolonga hasta el fin de nuestros días, desplegándose desde los distintos agentes de socialización, que la feminista Teresa de Lauretis (1987) denominó también tecnologías del género -basándose en el concepto de “tecnologías del sexo” propuesto por Foucault en 1976-, entre los cuales merecen una mención especial la familia, la escuela o los medios de comunicación. Contribuyendo a la construcción de identidades no sólo diferentes, sino desiguales, al imponer el lenguaje, la historia y los conocimientos de acuerdo a los intereses de los grupos dominantes.

De modo que, constantemente estamos recibiendo mensajes sobre quiénes somos y qué se espera de nosotros/as, muchas veces sin una conciencia clara por nuestra parte ni por parte de quien emite el mensaje. Sin embargo, esta falta de conciencia no alivia la influencia de estos mensajes en la formación de nuestra identidad. El proceso de socialización es tan complejo que incluso los silencios o las realidades que se ocultan nos educan o “deseducan”. No es posible, por tanto, “no educar”, por mucho que algunos/as se empeñen en defenderlo.

Así, no sólo es la escuela, en el ámbito de la educación formal quien educa, sino que también, en un ámbito educativo informal, lo hacen otros importantes agentes de socialización, especialmente la familia y los medios de comunicación, y también los/as iguales, especialmente en la adolescencia (Font, 2005). Por tanto, los/las docentes, los padres/madres, los/as iguales, la publicidad, las películas, la literatura, los dibujos o los juguetes, son importantes agentes de socialización de género, ya que constantemente, tanto en lo que explicitan como en lo que ocultan, tejen una serie de discursos sobre quiénes y cómo son las “mujeres” y los “hombres” de verdad. Como destaca Fausto-Sterling (2006: 291):

 “Compañeros de clase, padres, maestros y hasta los extraños en la calle evalúan la vestimenta de los niños. Un crío que vista pantalones se ajustará a las normas sociales, mientras que si se pone una falda no lo hará, ¡y enseguida se dará cuenta!”.

Esto pone de manifiesto que las normas de género, esas normas que el niño/a está llamado a interpelar desde el mismo momento de su nacimiento son reglas institucionales, ya que el género no es un proceso meramente individual, sino que se desarrolla en espacios de socialización e interacción con las demás personas.

En cuanto a la escuela, es necesario destacar que cuando hablamos de educación no son pocas las personas, incluyendo desgraciadamente a las que supuestamente son “expertas” en el ámbito educativo, que la “despojan” de su elemento más definitorio y genuino: su carácter axiológico consustancial  (Cid, Dapía, Heras y Payá, 2001). Carácter axiológico que implica, antes de cualquier otra opción, una opción valorativa, una mejora del ser humano como persona, a través de la formación de ciudadanas y ciudadanos críticos y comprometidos con la denuncia de las actuales estructuras de poder-sumisión y la alternativa a las mismas. Convirtiéndose, en contrapartida, en un instrumento para reproducir las estructuras sociales de poder-sumisión, creando individuos acríticos y pasivos, a través de una práctica que en ningún caso debemos confundir con la educación (Monclús, 2005).

Desde esta acepción instructiva, la educación sirve al mantenimiento del orden social y, en concreto, al mantenimiento de las estructuras jerárquicas de los géneros. Así, ya Rousseau en el S.XVIII defendió el diseño de un currículum que favoreciese el ajuste de las personas al orden social de los géneros basado en el “equivalente orden natural de los sexos”, lo que dio lugar a una educación de los niños enfocada al desarrollo libre y a la potenciación de todas sus capacidades, y en contrapartida a una educación de las niñas centrada en seguir el “destino natural” de la maternidad (Bonilla y Benlloch, 2000).

Esta “instrumentalización” de la educación, dotada habitualmente de un falso carácter aséptico, para la reproducción de las estructuras de poder-sumisión continúa formando parte de la dinámica educativa de muchos centros. Así, mientras el currículum explícito enfatiza el desarrollo de las capacidades racionales de los individuos, descuidando su dimensión emocional (Lameiras y Carrera, 2009), surgiendo grandes controversias cuando se pretende educar la dimensión afectiva y ética, como sucedió en España con la asignatura de “Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos”; el currículum oculto, que es el que mejor define la ideología de un determinado modelo educativo:

 “Juega un papel destacado en la configuración de determinados significados y valores de los que el colectivo docente y el mismo alumnado no son plenamente conscientes” (Torres, 1994: 10).

 Asimismo, Best (1983) nos alerta de un “tercer currículum” activamente implicado en la socialización de género en la escuela, referido a las “culturas invisibles de los iguales” en el centro educativo. En un plano analítico similar Lahelma (2002) destaca tres tipos de leyes, profundamente relacionadas en la vida diaria de la escuela, con el objetivo de ayudar a comprender las complejas prácticas y discursos de género que se producen en los centros educativos:  a) leyes oficiales de la escuela, incluyendo aquí el currículum explícito y las jerarquías formales entre profesores y estudiantes; b) leyes informales de la escuela, incluyendo aquí referidas a la interacción entre docentes y alumnos/as, así como de los/as iguales entre sí y con el resto de la comunidad educativa; y c) leyes físicas, en relación a los espacios, los tiempos, los sonidos, las voces, los tonos o los gestos. Señalando que los discursos de género están implicados en los tres tipos de leyes, especialmente en las informales y en las físicas, y que tanto las leyes formales como físicas invaden constantemente las leyes formales u oficiales de la escuela.

Un importante aspecto del currículum oculto serían las ilustraciones incluidas en los libros de texto escolares, que juegan un papel crucial en la elaboración de discursos de masculinidad y feminidad (Louie, 2001). En esta línea, Jackson y Gee (2005) hicieron un análisis de las ilustraciones e imágenes incluidas en los libros de texto usados en Nueva Zelanda en el período comprendido entre el año 1950 y el año 2000 constatando escasos cambios en los últimos 50 años en las representaciones que se hacen de niños y niñas, tal y como se ha puesto de relieve en otros estudios (Gooden y Gooden, 2001); así como significativas diferencias en los adjetivos utilizados para describir a chicas y a chicos, en sus gestos, posturas y actividades representadas, e incluyendo más ilustraciones referidas a niños que a niñas. Concluyendo que estas ilustraciones constituyen fuertes discursos de género, que presentan unas formas de “hacer” la feminidad y la masculinidad como naturales y legítimas y otras como desviadas.

Además, otra importante cuestión a tener en cuenta en la escuela en relación a la socialización de género es la incómoda relación entre las instituciones escolares, que son presentadas como asexuales, y la sexualidad. En este sentido, la relación entre género y sexualidad es tal que cualquier noción de masculinidad o feminidad legítima será presentada dentro del marco de la heteronormatividad o “matriz heterosexual” (Epstein O’Flynn y Teldford, 2003; Youdell, 2006). En esta línea, las escuelas producen discursos de género a la vez que producen fuertes discursos sobre la heterosexualidad que se interrelacionan y refuerzan (Rasmussen, 2006: Taylor, 2007).  Así, la heterosexualidad no sólo se naturaliza en la escuela, sino que a su vez se promociona a lo largo de toda la educación formal, tanto obligatoria como postobligatoria  (Rasmussen, 2006).

En la educación primaria se promociona la producción de heterosexualidades normativas a través de discursos, mantenidos bajo las premisas de inocencia e ignorancia de la infancia, que reproducen implícitamente expectativas de matrimonio estable para los propósitos de la procreación, el amor, la seguridad y estabilidad emocional. Presentando la heterosexualidad no como una opción sino como una imposición, como la única forma ser y de estar en el mundo, lo que a su vez constituye un discurso implícitamente homófobo (Nayak y Kehily, 1996). De hecho, simples interacciones en el aula con el “otro sexo”, tales como pedir un lápiz prestado, están altamente sexualizadas, siendo percibidas por los niños/as en términos de relaciones heterosexuales (Renold, 2000).

En referencia a esta ideología de la inocencia e ignorancia infantil Jackson (1999) destaca su carácter fuertemente generizado, de modo que las niñas son simultáneamente “inocentizadas” y “(hetero)sexualizadas”, de forma que aunque la mayor parte de ellas ignoren los mecanismos del “sexo heterosexual”, saben que ser atractivas y “femeninas” obtiene una respuesta positiva de los adultos/as.

Por otra parte, en secundaria, aunque ya no pueden defenderse discursos de inocencia, sigue habiendo una completa invisibilidad de formas no heterosexuales de identidad, y cuando son mencionadas se hace bajo formas biologicistas y patológicas  (Rogers, 1994). En esta etapa educativa, los bailes y fiestas del colegio y otros espacios informales facilitan y promocionan relaciones de tipo heterosexual, normalizadas y hegemónicas (Epstein et al., 2003).

Especiales espacios para la construcción de discursos de género heteronormativos en la escuela son los grupos de amigas, que operan fuertemente alrededor de cuestiones sobre sexualidad tales como los chicos que les gustan, las fantasías con sus compañeros o profesores o sus ídolos preferidos que constituyen objetos de deseo y que contribuyen a imaginar “futuros heterosexuales”. No obstante, no cumplen este papel los grupos de chicos, en los que principalmente se despliegan discursos sexistas y homófobos que solidifican sus relaciones de amistad, de forma que otro tipo de discurso podría amenazar su identidad “supuestamente heterosexual” (Redman, Epstein, Kehily y Mac An Ghill, 2002).

De modo que la educación promocionada en la escuela no consiste sólo en aprender destrezas y memorizar asignaturas, sino que crea identidades. Los niños/as, adolescentes y jóvenes usan los discursos de género heteronormativo, presentes en el currículum explícito y oculto de la escuela como materias primas para elaborar su identidad. En este sentido, la escuela, como uno de los principales agentes de socialización, no sólo refuerza roles de género dominantes, sino que impone incluso un marco más rígido de heteronormatividad que los elaborados más allá de las aulas (Delamont, 1990). Y juega un importante rol en la reproducción de desigualdades en relación no sólo al género, sino también a la raza y a la clase social (Taylor, 2007).

Otros modos de producir y reproducir las normas de género, y con ellas las identidades de niñas/os y adolescentes en la educación formal, consisten en la exclusión de las aportaciones de las mujeres a la ciencia y la cultura, así como en la no inclusión de la historia y las aportaciones de los movimientos feminista y homosexual en el currículum explícito. Así como en la exclusión sistemática de experiencias de educación sexual integradoras, orientadas especialmente a los procesos de construcción de la identidad de género.

Asimismo, el uso del lenguaje sexista y el trato diferencial en función del género, especialmente en los primeros niveles de la escolarización (rincones de juego diferenciado, uso de adjetivos diferentes para referirse a la niñas –como dulce, bonita, cariñosa- y a los niños –como bruto, fuerte, activo o inteligente); así como la no intervención en situaciones sexistas y homófobas en las aulas, que en no pocas ocasiones constituyen situaciones de maltrato entre iguales o bullying (Carrera, Lameiras, Rodríguez y Vallejo, 2013), conforman sutiles y eficaces instrumentos que nos van modelando y configurando desde la más tierna infancia sin ser conscientes de ello.

Junto a la escuela, no debemos olvidar el papel desempeñado por otros agentes de educación informal, tales como la familia o los medios de comunicación. La familia es un potente agente de socialización de género, así podemos incluso afirmar que la socialización de género en el ámbito familiar comienza ya antes de nacer, pues cuando va a nacer un nuevo ser las expectativas que la familia tiene son diferentes en función de si va a ser un niño o una niña, la ropa que se compra es diferente, la decoración de la habitación también, el nombre que escogemos indica claramente en que casilla deberá posicionarse.

Posteriormente, habitualmente la familia provee a los niños/as en los primeros años de su vida de un modelo heterosexual, así como de un espacio en el que los padres/madres y en general las figuras de apego despliegan una serie de discursos de género estereotipados que sin duda constituyen importantes referentes para la elaboración de su identidad en “femenino” o en “masculino” (Sanz, 2004).

Así, si bien la familia debería ser ejemplo de una relación satisfactoria, basada en el cuidado, la valoración y el respeto mutuo, transmitiendo estos valores a sus hijos e hijas; en la mayoría de las ocasiones se convierte en un instrumento de reproducción del status quo, en el que niños y niñas aprenden desde muy pequeños y  pequeñas que hay atributos de personalidad, rasgos físicos y normas de comportamiento adecuados para casa sexo (Lameiras y Carrera, 2009)

Por otra parte, los medios de comunicación, son también importantes agentes de socialización que han adquirido progresivamente un mayor protagonismo e influencia transcultural, generando numerosos y estereotipados discursos de género. En este sentido, un superficial análisis de la publicidad nos permitirá identificar numerosos discursos sobre el ideal de belleza femenino (Fouts y Vaughan, 2002), así como los roles y estereotipos que son “adecuados para cada género”, que alcanzan su máxima expresión en la publicidad sobre juguetes, predominando los tonos rosa y pastel con muñecas, peluches y cocinitas para las niñas, así como tonos oscuros, muñecos o monstruos con armas y vehículos para los niños. Así los juguetes y la publicidad sobre se juguetes son importantes instrumentos de transmisión de las normas de género (Williams y Best, 1990), constituyendo una materia prima, para nada despreciable, en la construcción de narrativas de género de los/as más pequeños/as.

Paralelamente no podemos despreciar la para nada despreciable influencia del cine. Pensemos por ejemplo en las películas de la factoría Disney, que son vistas de forma masiva por el público infantil (y no tan infantil), y en las que se ofrece una visión fuertemente estereotipada de mujeres y hombres, de modo que, desde pequeñas las mujeres son educadas en los buenos modales, el trabajo doméstico, la cocina y el cuidado;  mientras que los hombres son educados para el trabajo fuera del hogar, siendo los máximos responsables de proveer los recursos económicos para su familia, valientes y siempre dispuestos a salvar a una “dama en apuros”. Y en ambos casos, mujeres y hombres, serán exclusivamente heterosexuales. Como concluye Giroux (2001) estas películas están repletas de estereotipos y roles de género tradicionales encarnados en príncipes, princesas, héroes y villanos que sirven como excelentes modelos para aprender a ser niña o niño, mujer u hombre (Giroux, 2001). De hecho, Mulvey (1975) señaló que el rol de las mujeres en las películas de Disney constituye una herramienta de atracción para la mirada masculina, convirtiéndose las jóvenes un objeto de placer visual para los hombres y la audiencia.

En definitiva, la sociedad patriarcal, a través de sus diferentes agentes de socialización o tecnologías del género (De Lauretis, 1987) nos somete a un proceso de “llegar a ser sujetos”, siendo el género, asentado en la ficción del sexo, uno de las principales marcas de constitución de la identidad (Burgos, 2005).

Así, si bien los agentes de socialización son potentes instrumentos al servicio de la reproducción de los estereotipos y roles de género, no es menos cierto que la educación puede ser también una potente herramienta al servicio de la liberación (Freire, 1970). En este sentido la Educación Social constituye una oportunidad extraordinaria para revertir este proceso y contribuir a “desandar el camino andado” o “desaprender el género”, como a continuación exponemos.

Desaprendiendo el género: un desafío pedagógico para las educadoras y educadores sociales

Tal y como destacamos anteriormente la educación tiene un fuerte componente axiológico, de forma que no es posible no optar en educación, pues toda escuela o agente educativo educa en valores (y puede afirmarse que si no educa en el valor lo estará haciendo en el contravalor). Así, la educación puede estar al servicio de la liberación y de la transformación social, o por el contrario, al servicio de la opresión y de la reproducción de las normas de género y de las desigualdades que de ellas se derivan.  En cualquier caso, la educación concebida como proceso humanizador no puede seguir por más tiempo al servicio de la reproducción del statu quo, favoreciendo a los grupos hegemónicos, perpetuando las desigualdades, la violencia y la exclusión, sino que debe optar por el camino de la liberación.

En este sentido la Educación Social, como proyecto ético y tarea cívica (Caride, 2002), puede ser definida como afirma la Asociación Estatal de Educación Social (ASEDES) (2007) en base a dos importantes ejes o puntos de apoyo: como derecho de la ciudadanía y como profesión de carácter pedagógico. De forma que el derecho de la ciudadanía se concreta en el reconocimiento de una profesión de carácter pedagógico, generadora de contextos educativos y acciones mediadoras y formativas, que son ámbito de competencia profesional de las educadoras y los educadores sociales  posibilitando la sociabilidad y la circulación social de las personas – entendida como la posibilidad de realizar trayectos diversos y diferenciados por los diferentes espacios de desarrollo de la sociabilidad-, así como la promoción cultural y social, comprendida como apertura a los bienes culturales que permitan ampliar las perspectivas educativas, laborales, de ocio y participación social. Y destacando entre los principios deontológicos de la profesión el Principio de respeto a los Derechos Humanos –actuando siempre en el marco de los derechos fundamentales y en virtud de los derechos enunciados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos- y el Principio de Justicia Social -actuando siempre con el objetivo del desarrollo integral de las personas, interviniendo no sólo en las situaciones críticas sino en la globalidad de la vida cotidiana, llamando la atención sobre aquellas condiciones sociales que dificultan la socialización y puedan llevar a la marginación o exclusión de las personas (ASEDES, 2007).

Asimismo, además de los ámbitos tradicionales de intervención de la Educación Social, tales como la Educación Especializada, la Educación de Personas Adultas y la Animación Sociocultural (Petrus, 2000), pueden destacarse nuevos ámbitos de intervención emergentes entre los que destaca el ámbito escolar y la mediación entre este y otros ámbitos de socialización como la familia o los medios de comunicación (Gómez-Serra, 2003), facilitando los procesos de socialización en base a los cuatro pilares de la educación defendidos en el célebre Informe Delors (1994) que implican no sólo “aprender a conocer” y “aprender a hacer”, sino también “aprender a ser” y “aprender a vivir con las demás personas”.

En este sentido, si bien hasta hace poco la Educación Social se definía por oposición a la educación formal, entendida como cualquier intervención educativa estructurada que no fuese escolar (Petrus, 1996), más recientemente el mismo autor ponía de relieve que Educación Social y Escolar ya no son excluyentes, afirmando que la educación es, por necesidad, social (Petrus, 2004). En la misma línea, Orte (2008) pone de relieve que la dimensión social de la educación es un objetivo apenas asumido y esbozado en la institución escolar, que puede y debe asumir la Educación Social. Por su parte, Galán (2008), Petrus (2000) y Pérez-Serrano (2003) destacan la necesidad que tiene la escuela de avanzar hacia una verdadera formación integral adaptada a las necesidades individuales de cada alumno/a en una realidad socioeducativa cada vez más compleja y diversa; así como la necesidad de establecer puentes de comunicación entre la familia y el centro escolar, y  entre éste y su contexto social, aprovechando los recursos que brinda. En la misma línea Parcerisa (2008) pone de relieve la problemática vivida por una escuela incapaz por sí misma de gestionar las dificultades de convivencia que se dan en su interior y, que en el mejor de los casos, encuentra límites normativos y de concepción cuando pretende extender su acción más allá del entorno escolar.

Así, el/la profesional de la Educación Social puede contribuir a la educación integral de toda la ciudadanía, especialmente de niñas, niños y jóvenes, trabajando como eje mediador entre la necesaria colaboración de los diferentes agentes de socialización, en especial de la escuela y de la familia, pero también de los diferentes agentes educativos no formales de la comunidad. Poniendo en marcha proyectos colaborativos de promoción de la formación integral de la personalidad, al margen de la norma de género, así como a la promoción de la valoración de la diversidad sexual y a la prevención e intervención en los fenómenos de violencia derivados de la heteronorma. Así, como señala Orte (2008) la Educación Social, incluida también en la escuela, debe jugar un papel primordial en la institucionalización de una nueva justicia social.

Para ello  es necesaria una adecuada formación para las educadoras y los educares sociales en relación al género y a los fenómenos de exclusión derivados de las nomas de género, construida sobre las bases de una pedagogía crítica y queer, que permita transitar de la injusticia de la desigualdad a la riqueza de la diferencia. Convirtiéndose de este modo en agentes transgresores y subversivos que contribuyan a “desaprender el género” (Lameiras, Carrera y Rodríguez, 2011) y, en definitiva a transitar del status quo al status queer (Carrera, 2013; Rofes, 2005).

En esta línea, el modelo pedagógico que aquí defendemos se construye sobre dos grandes pilares: la pedagogía crítica y la pedagogía queer. Por una parte, la pedagogía crítica se construye necesariamente sobre una educación liberadora o problematizadora, desde su dimensión utópica y transformadora de la realidad, que implica perfeccionar y optimizar lo que hay dentro de la persona, facilitando una lectura crítica del mundo y la búsqueda del cambio, la superación y la mejora como horizonte, orientándose, en última instancia, formar personas críticas para la transformación de las estructuras sociales y económicas de la realidad; frente a la educación bancaria, reproductora delstatus quo y por tanto limitada a trasmitir los intereses de los grupos hegemónicos (Freire, 1970). Así, esta pedagogía de la liberación, es también una pedagogía de la indignación con todos aquellos procesos que generan opresión; la indignación se convierte así en una de las claves del proceso de concientización, exigiendo necesariamente la comprensión crítica de la realidad. Esto supone “por una parte, su denuncia y; por otra, el anuncio de lo que aún no existe” (Freire, 2001: 52).

Por otra parte, en base a tales premisas, esta educación liberadora y crítica, debe complementarse y dar cabida a una pedagogía queer. El concepto de pedagogía queer, que nace en el marco del movimiento feminista postestructuralista, y más concretamente de la Teoría Queer, fue acuñado por primera vez en 1995 por Deborah Britzman como aquella pedagogía consistente en cuestionar las bases de las prácticas pedagógicas tradicionales de forma general, y más concretamente de las prácticas pedagógicas en relación con el género y la sexualidad producidas y naturalizadas en la escuela. Reivindicando una pedagogía de la diferencia que va más allá de la inclusión y de la tolerancia como mal menor, orientándose al reconocimiento de una diferencia fuera de los imperativos de la normalidad que impone la heteronormatividad (Britzman, 1995, 2005). De modo que este nuevo modelo pedagógico fomenta el desarrollo de una práctica educativa que permite tomar conciencia de la violencia que generan las rígidas normas de género, cuestionando así lo que durante mucho tiempo hemos asumido como dado, inherente y “natural”.

Así, los ejes definitorios de esta pedagogía queer se organizan en torno a la necesidad de “pensar el mundo” más allá del rígido binomio hombre-masculino-heterosexual/mujer-femenina-heterosexual, rompiendo la imposición de una identidad unitaria, fija y coherente que, como destaca Butler (1993), constituye el “lecho” sobre el que se erige la violencia y la exclusión de las identidades que son percibidas como ininteligibles, abyectas o amenazantes para la coherencia del sujeto, imposibilitando toda forma de vida situada más allá del marco heteronormativo.  Dinamizando así las posiciones identitarias rígidas, trasformadas en lugares temporales que “conectan y se interrelacionan unos con otros, y que desde un impulso democrático no dejan de replantearse críticamente las acciones de exclusión que efectúan” (Burgos, 2008: 266). En definitiva, tales objetivos y contenidos, se sitúan en el continuo que va de la realidad a la utopía, del status quo al status queer, de la rigidez del binomio heteronormativo en el que se “encasillan” nuestras vidas desde la más tierna infancia, al “oasis de libertad plena”, caracterizado por la incoherencia de las identidades, así como por otras configuraciones de parentesco socialmente válidas y operativas, alternativas a las relaciones monógamas y reproductivas de las familias “hegemónicas” (Butler, 1997; Carrera, 2013).

Sin embargo, la formación de las educadoras y educadores sociales en cuestiones de género, y especialmente en relación a los fenómenos de exclusión y violencia derivados de las normas de género, es todavía una asignatura pendiente, tal y como destacan Bas-Peña, Pérez de Guzmán y Vargas-Vergara (2014). Estas autoras llevaron a cabo un estudio sobre la formación en cuestiones de género en la formación del alumnado de Educación Social de las universidades españolas, analizando tanto los planes de estudio como las guías docentes, así como las respuestas del alumnado de último curso sobre cuestiones relativas a su formación en el ámbito del género y la igualdad (Bas-Peña et al., 2014), comprobando la escasa presencia de asignaturas específicas o transversales relacionadas con esta temática,[3] y más aún de materias orientadas al estudio de los fenómenos de exclusión provocados por la heteronorma.

En definitiva, “Desaprender el género” es una tarea necesaria y urgente, que constituye un desafío pedagógico para la Educación Social, pues sólo formando y sensibilizando a las futuras generaciones de educadores y educadoras sociales en estas temáticas podremos garantizar su tarea como verdaderos agentes subversivos que trabajen al servicio de la liberación y de la justicia social. Asimismo, junto a esta formación inicial básica que debe implantarse en el Grado, no es menos importante atender a la formación continua de los y las profesionales de la Educación Social a través tanto de las ofertas formativas que podrían impulsarse especialmente desde el Consejo General de Colegios Oficiales de Educadoras y Educadores Sociales y los Colegios Profesionales de las diferentes Comunidades Autónomas, así como desde las diferentes Administraciones, empresas privadas y Universidades. Por todo lo anterior, la formación tanto inicial como continua de las educadoras y educadores sociales debe orientarse a fomentar una actitud crítica y reflexiva de la realidad, alimentando su pasión por la transformación social en aras de contribuir a la construcción de sociedades más justas, en donde la “otredad” y las prácticas de exclusión y violencia basadas en la identidad no sean posibles.


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maria_victoria[1]   María Victoria Carrera Fernández (mavicarrera@uvigo.es). Diplomada en Educación Social y Doctora en Ciencias de la Educación,  Profesora de la Facultad de Ciencias de la Educación de Ourense (Universidade de Vigo).

 

maria_lameirasMaría Lameiras Fernández (lameiras@uvigo.es). Doctora en Psicología, Profesora de la Facultad de Ciencias de la Educación de Ourense (Universidade de Vigo).

 

Xosé_Manuel_Cid_Fernández

 

Xosé Manuel Cid Fernández (xcid@uvigo.es). Doctor en Pedagogía, Profesor de la Facultad de Ciencias de la Educación de Ourense (Universidade de Vigo).

 

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Yolanda Rodríguez Castro (yrcastro@uvigo.es). Doctora en Ciencias de la Educación, Profesora de la Facultad de Ciencias de la Educación de Ourense (Universidade de Vigo).

 

patricia

Patricia Alonso Ruido (patriciaruido@uvigo.es). Diplomada en Educación Social y Licenciada en Psicopedagogía. Becaria Predoctoral en la Facultad de Ciencias de la Educación de Ourense (Universidade de Vigo).

 

[2] ¿Cuáles son estas otras identidades? Imposible clasificar esta rica diversidad, innecesario también. Con un objetivo únicamente didáctico, reconociendo que la categoría más inclusiva es la categoría persona, podemos destacar identidades que van desde las personas intersexuales, cuya genitalidad o sexo biológico tiene a su vez características masculinas y femeninas, que reclaman su derecho a situarse en el mundo al margen de la rigidez del binarismo mujer/hombre; pasando por las personas transgénero, aquellas cuyo sexo biológico no coincide con su género psicosocial -por ejemplo, mujeres con pene u hombres con vagina; las personas transexuales, que desean cambiar su cuerpo para adaptarlo al género al que sienten que pertenecen; y las personas homosexuales/lesbianas/bisexuales cuya orientación sexual se aparta de la heterosexualidad hegemónica. Y de forma global cualquier persona que de alguna manera transgrede la estricta norma de género (Carrera, 2015; Lameiras, Carrera y Rodríguez, 2013).

[3] En el citado estudio de Bas-Peña et al. (2014) se analizan las guías docentes de las asignaturas de las de 36 universidades españolas que imparten el Grado de Educación Social. Identificando 171 guías de materias que incluyen contenidos de género, de las cuales 24 son específicas de género y 147 lo abordan de forma transversal. Destacando entre algunas de las Universidades que incluyen en sus planes de estudio entre 1 y 5 de estas materias: la Universidad de Alcalá, la Universidad de Almería o la Universidad Pablo de Olavide. Entre 6 y 10: la Universidad Autónoma de Barcelona, la Universidad de Granada o la Universidad de Vigo. Y entre 11 y 15 materias exclusivamente la Universidad de A Coruña.

Articulo publicado en: http://www.eduso.net/res/21/articulo/de-las-tecnologias-del-genero-a-las-tecnologias-de-la-subversion-un-desafio-pedagogico-para-la-educacion-social

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“Engaging Tomorrow’s Professionals in Leading Anti-Corruption Initiatives”

Fuente IIPE/ 18 de Abril de 2016

The IIEP hosted a session entitled “Engaging Tomorrow’s Professionals in Leading Anti-Corruption Initiatives”, as part of the 16th International Anti-Corruption Conference (IACC) in Putrajaya, Malaysia. The central theme of the conference, which took place from the 2nd – 4th September 2015, was how impunity enables the spread of corruption.

Khairul Anuar Che Azmi (Head of the Integrity Unit at the Universiti Sains Malaysia (USM), Ronald E. Berenbeim (Senior fellow at The Conference Board), Jorge Eduardo Mori (Higher Education Policy Advisor and Founder of Universidad Coherente) and Edda Müller (Chairperson of Transparency International Germany) participated as experts at the IIEP session and discussed how the global community can encourage tomorrow’s professionals by creating initiatives aimed at fighting impunity for corruption within the education sector. During the session four main anti-corruption initiatives were showcased, focusing on the development and implementation of various tools, ways of measuring risks of corruption at the higher educational level, and the exchange of existing practices.

The first initiative named “Universidad Coherente” comes from Peru. Because of the unexpected negative effects of increased public funds for universities, a web platform, including a university directory, was developed. It allows new generations of young leaders to monitor the performance and financial management of university authorities. The second initiative “Hochschulwatch”, from Germany, promotes transparency as a means to prevent improper influence by industry and commerce by mapping the influence of private funding within universities. The database includes 10.000 connections between corporations and universities and provides information about 350 universities. The third initiative was from the Universiti Sains Malaysia, which came up with a series of proposals at the university level, e.g. the USM Student‘s Integrity Secretariat and the USM Student’s Anti-Corruption Secretariat. USM’s initiatives help to protect staff who make disclosures and increase disciplinary action against staff and students. Finally, a toolkit of the Principles for Responsible Management Education (PRME) was introduced. According to the founder, it was designed to “provide comprehensive anti-corruption guidelines for curriculum change in business schools and management-related academic institutions around the world.” It is aligned with internationally accepted values such as the principles of the United Nations Global Compact.

As a result of the session, the development of an international initiative that would help to identify common educational challenges and enable the exchange of practices to address corruption in higher education was discussed. Such an initiative would aim to promote quality of higher education and the independence of research, which are considered crucial to development and economic prosperity going into the future. The participants of the session all came to an agreement that future leaders need to integrate values of transparency and integrity in order to strengthen the fight of corruption in the context of education.

For more information on the outcomes of the conference, do not hesitate to contact us.

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Russia and Laos plan nuclear cooperation

Europa/Rusia/Abril 2016/Autor: Editor/Fuente: world-nuclear-news.org

ResumenEl memorando fue firmado ayer en Moscú por el viceministro de Energía Rosatom subdirectora general Kirill Komarov y Laos ‘Sinava Souphanouvong. La firma fue atestiguada por el director general de Rosatom, Serguéi Kiriyenko y viceprimer ministro de Laos, Somsavat Lengsavad.

The memorandum was signed in Moscow yesterday by Rosatom deputy director general Kirill Komarov and Laos’ deputy energy minister Sinava Souphanouvong. The signing was witnessed by Rosatom director general Sergey Kirienko and deputy prime minister of Laos, Somsavat Lengsavad.

In the framework of the memorandum, Rosatom and Laos plan to cooperate in the design, construction and operation of nuclear power plants and research reactors. They also plan to cooperate in basic and applied research; nuclear and radiation safety; research and development in the field of nuclear medicine technology; and in education and training.

The memorandum provides for the setting up of a joint working group to identify specific projects aimed at developing cooperation between Rosatom and Laos.

Rosatom said the two parties plan to develop and prepare for the signing of an intergovernmental agreement on nuclear energy cooperation.

In August 2015, it was reported that Rosatom and Laos were in negotiations to set up the Southeast Asian country’s first nuclear power plant. The talks concerned Russia building two 1000 MWe nuclear power reactors in Laos on a build-operate-transfer basis.

Fuente de la noticia:http://www.world-nuclear-news.org/NP-Russia-and-Laos-plan-nuclear-cooperation-1504164.html

Fuente de la imagen: http://www.world-nuclear-news.org/uploadedImages/wnn/Images/Rosatom-Laos%20April%202016%20-%20460%20(Rosatom).jpg

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