Entrevista a Nadia Fink: “A los niños se les enseña el ego y las niñas se les enseña la culpa”

Por: Meritxell Freixas Martorell

«El feminismo es replantearte cómo te educaron, cómo miras y cómo te relacionas», dice Nadia Fink. Para ello, junto a otras, comenzó la colección «Antiprincesas», una serie de libros infantiles sobre algunas mujeres relevantes de Latinoamérica que desde hace poco han llegado a España de manos de Akal. Frida Khalo, Violeta Parra, Juana Azurduy o Evita son algunas de las mujeres sobre las que ya han escrito. Otros referentes para otra educación.

Una niña se encuentra una perra por la calle y la bautiza como Frida “porque es niña y tiene bigote”; acaba de leer la historia de Frida Kahlo. Otra, hija de madre soltera, que dice: “Mamá, Violeta también se quedó sola con sus niños”, porque acaba de conocer la historia de la cantante chilena Violeta Parra. Son los efectos que produce en las niñas Antiprincesas, la colección que muestra las luchas de mujeres latinoamericanas y rompe con los estereotipos de género de las mujeres. Una de sus creadoras es Nadia Fink, periodista y escritora argentina, que se ha atrevido a hablar a las más pequeñas sobre la vida de otras mujeres, desde el feminismo, la perspectiva de género y en su propio lenguaje. La pintora mexicana Frida Kahlo, la artista chilena Violeta Parra o la coronela boliviana Juana Azurduy, son algunas de las protagonistas de estas historias que ponen de relieve las obras y logros de todas ellas, y dejan atrás su vida romántica o sentimental.

El proyecto es una apuesta de la editorial infantil Chirimbote y se complementa con la colección Antihéroes, pensada para deconstruir la idea clásica del superhéroe fuerte y valiente que todos los niños quieren imitar. La colección se dirige a niños y niñas de entre 6 y 12 años, pero también se está utilizando en párvulos e, incluso, para adolescentes que quieren aprender las biografías de estos personajes.

Desde hace dos meses, los cuentos están disponibles en España de la mano de la editorial Akal, de Madrid. Una propuesta para hacer llegar a los niños y niñas del otro lado del Atlántico los referentes latinoamericanos desde otra mirada, “más allá de la idea de la Pocahontas”, como dice Fink.

“Antiprincesas” nace en 2015, un momento en el que el feminismo en Argentina ya tenía mucha fuerza. ¿Cómo influyó en el impulso del proyecto?

Empezamos en enero de 2015 con Frida, que fue el primero y fue un poco previo al estallido en Argentina de #NiUnaMenos, que llegó poco después y sacó a mucha gente en la calle. Queríamos mostrar historias de mujeres contadas para niñas, que era una parte que no estaba considerada para las infancias. Empezábamos a hablar desde el periodismo y las editoriales para gente adolescente y adulta, pero dejábamos las infancias para las grandes industrias. Cuando sale “Violeta Parra” en junio de ese año fue justo cuando aparece #NiUnaMenos”, y ahí se termina de dar un impulso grande a la colección Antiprincesas.

¿Cuáles son los criterios para elegir a las mujeres protagonistas de la colección?

Pensamos que fueran latinoamericanas, ya que los cuentos que leen las niñas vienen de contextos europeos y es bueno contarles su contexto latinoamericano, sus paisajes, sus colores, sus cuerpos, sus herencias y orígenes. Otra es que fueran mujeres comunes que hicieron cosas importantes. A veces nos preguntan: «¿Son feministas o no son feministas?». Bueno la mayoría de nuestras mujeres no se decían feministas, pero hicieron mucho y aportaron por el feminismo popular que estamos viviendo ahora. También pensamos en que rotaran por todas las disciplinas: hay escritoras, cantantes, luchadoras, trabas [travestis], [activistas como] las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo… La idea era que se vieran todas las posibilidades que tenemos las mujeres.

  

Pensando en el eje de la política tradicional, ¿la selección responde a un perfil político determinado?

Desde el foco de política tradicional, podría verse que hay una mirada determinada de parte nuestra, pero para nosotros la política atraviesa lo cotidiano y nos cuesta pensarlo tan limitadamente. Si lo vemos así, es más de izquierdas. Pero, por ejemplo, partimos con Frida Kahlo, que hoy es un personaje de moda y que muchas veces está vacío de contenido. Ella es la pintora lisiada que vemos en todas las carteras y almohadas y decidimos partir del estereotipo que se genera de ella para desandar la vida de otras maneras.

¿Qué tipo de estereotipos derriban los relatos que escriben?

Básicamente, los estereotipos de género, cómo las mujeres fueron contadas en los cuentos clásicos para las infancias. Mujeres que siempre estuvieron a la espera de que las rescatasen, que vivieron siempre para su imagen, cuidando su cuerpo y vestimenta, que tuvieron que seguir una tradición familiar, que siguieron un legado que no tuvo que ver con la elección o el deseo; se peleaban entre ellas y eran muy competitivas. Queríamos desandar estos estereotipos y en vez de decir que eso estaba mal, optamos por mostrar otras mujeres haciendo otro tipo de cosas. Nos pareció una manera propositiva de enseñar a las niñas espejos más reales en los que reflejarse. En cualquier cumpleaños infantil a las niñas las disfrazan de princesas y a los niños de superhéroes, y eso genera un contexto y una forma de tener que ser que es siempre inalcanzable.

Habla de “ni princesas Disney ni Barbie”, precisamente dos hitos infantiles para muchas generaciones.

Por un lado hay el tema de la belleza focalizada sólo en lo físico, una belleza que, además, es inalcanzable. Una Barbie representa una modelo y unos estándares imposibles que tienen que ver con dedicarte todo el día al cuerpo, operarte, enfermarte o, incluso, mentir, porque después vemos que cuando sacan una foto a una modelo sin Photoshop y tiene celulitis se le viene el mundo abajo. Me llama la atención cómo se sexualiza a las niñas vestidas como princesas de Disney. Una niña de ocho años no tiene formas –es regordeta o es plana–, pero no puede caber en un vestido de princesa que, además, es un dibujito animado y que tiene dimensiones irreales. Esas cinturas que no pueden existir; o el pelo necesariamente liso, porque rizado es como si fuera la antibelleza. Tiene que ver con poder ser a partir de lo imperfectas que somos y quererse como una es. A los niños se les enseña el ego y las niñas se les enseña la culpa. Ojalá que esto aporte y ayude para que las niñas crezcan con más cariño para sí mismas.

Tu fuiste educadora infantil. ¿Cómo se puede trasladar toda esta pedagogía con enfoque de género a las aulas infantiles?

Según las edades, hay diferentes estrategias. En las escuelas aún hay muchos modelos que desarmar. Hay cosas muy establecidas: desde las listas y las filas separadas por niños y niñas, que ya de por sí es una separación molesta, sobre todo si hablamos de personas trans; hasta los colores, los tipos de juegos y los juguetes o los espacios que ocupan en los patios, etc. Son cosas estructurales que hay que empezar a ver. Después habrá que ir desarmando lo más chiquito, como los problemas de matemáticas, que todavía hablan de que la mamá va a comprar verduras y el papá es arquitecto. Tenemos que desarmarlo con mucha minuciosidad y poniendo la mirada hacia el interior de cada docente porque todas estamos atravesadas por los machismos y por nuestras crianzas. Se trata de mirar profundamente cuánto nos pudo haber dañado ese tipo de estructura y hacer que las infancias de hoy lo vivan con más naturalidad para ser lo que cada quien quiera ser.

Ahora que estamos en época navideña, hay varias campañas y movimientos que han levantado el mensaje de los juguetes no sexistas. ¿Se ha avanzado algo en esa idea de mirar a las infancias sin tratar de imponer un rol de género desde pequeños?

Eso es un tema que se naturalizó por mucho tiempo y desde el feminismo se empezó a cambiar la mirada y el punto de vista. El feminismo es eso: replantearte cómo te educaron, cómo miras y cómo te relacionas. Al no haber observado nunca las infancias desde posiciones más progresistas, no nos dábamos cuenta y naturalizábamos que regalar una escobita estaba bien. Sí creo que ha empeorado el tema del rosa asociado a las niñas. Hasta las cocinitas son rosas. Más allá de eso, me parece que en el momento actual vamos a por todas: se cuestionan los juguetes, las películas, los libros… Hay una corrida de este adultocentrismo que mandó durante tanto tiempo y que está sacudiéndose porque somos generaciones que criamos con más libertades, familias criadas en democracias que, necesariamente, generaron infancias más libres y más cuestionadoras.

Muchos hombres también han empezado a mirarse y a tratar de entender de qué va todo esto. Se sienten interpelados y algunos incluso ponen en cuestión determinados modelos de masculinidad.

En nuestra colección Antihéroes pensamos cómo estos estereotipos también afectan a los niños porque les piden que sean fuertes, que se preparen para ser proveedores de su hogar, cubrir las expectativas, etc. Estos circuitos perjudican a niños y niñas. Nos parecía importante plantear que en la historia de Latinoamérica hubo hombres que no eran superhéroes, que sus superpoderes pasaban por cosas más cotidianas y que, además, enfrentaron miedos, porque ser valiente no es no tener miedo, sino enfrentarlo. Hablamos de Cortázar, del Che Guevara, de Galeano…

 

¿Qué opina del fenómeno de Las Tesis, que desde Chile se ha expandido a nivel mundial?

Ha sido increíble, es algo muy creativo, y esa creatividad en el feminismo se está imponiendo y es lo novedoso. Romper con un ritmo tan sencillo y tan simple, explicar el patriarcado con cuatro palabras cantadas, relacionando el Estado y el capitalismo. Me parece maravilloso y, más allá de la repercusión mundial, también la que ha tenido en lugares más pequeños que han buscado cómo hacerlo y han querido participar. Todo lo que se haga para interpelar a la mayor parte de gente posible me parece genial. El feminismo entiende que las cosas hay que decirlas de todas las maneras posibles, y en eso tienen mucho que ver los feminismos populares, que no se quedan en los recintos académicos, sino que salen a interpelar a todas las personas. A veces el feminismo puede ser una palabra muy fuerte para alguien o, incluso, una palabra con connotaciones negativas, pero cuando profundizan se dan cuenta de que es una manera de salvarte la vida.

Muchas mujeres hablaban de un ejercicio reparador para ellas, lo que está directamente asociado a las violencias de todo tipo que enfrentan en su cotidianidad.

Es una reparación colectiva, que es lo que ocurre con las cosas masivas. Hay personas que para mejorar un mal día van al fútbol y gritan con mucha gente, o a un concierto. Son ese tipo de cosas colectivas que también tienen algo de exorcismo, de brujería. Pararse, poner el cuerpo, acusar y señalar colectivamente es algo a lo que el feminismo va dando cada vez mejor forma.

¿Cómo el feminismo y las nuevas generaciones tendrán que enfrentar el desafío de la ultraderecha?

Si tuviera la fórmula, me hubiera presentado como candidata [se ríe]. Creo que estamos haciendo un aporte desde cada lugar que podemos para que se empoderen las infancias y se sostengan. Estas ultraderechas tiene unos rasgos muy terribles. Más allá de ser conservadoras, son poco profundas y están atravesadas por el fundamentalismo. No digo que las ultraderechas anteriores hayan sido mejores, pero tenían una base que se podían sostener desde lugares ideológicos, filosóficos o teóricos. Ahora hay un rejunte de oportunistas, con pocos estudios y muchas oportunidades, sumado al Evangelismo que creció. Esto es un error de las izquierdas y de muchas militancias sociales, que no vieron venir lo que hacía el Evangelismo en los sectores más empobrecidos; y los grandes negocios que hay detrás de todo esto: desde la explotación de cuerpos y territorios hasta el narcotráfico. Es un combo muy difícil. Pero están creciendo una gran cantidad de infancias bien distintas y bien cuestionadoras. Por eso es tan importante el feminismo popular, el que atraviesa todos los sectores, no sólo a un sector universitario que lo puede pensar desde una teoría. En el feminismo popular cada quien se encuentra feminista dentro de su propio campo de acción.

Fuente e Imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/12/23/a-los-ninos-se-les-ensena-el-ego-y-las-ninas-se-les-ensena-la-culpa/

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Antiprincesas: Nueva literatura infantil Latinoamericana

Por: Julieta Penagos

El feminismo y las mujeres estamos cambiando la sensibilidad del mundo, la forma de hacer política, de redistribuir los bienes, de percibir la cultura, de ser nombradas y narradas. La literatura infantil también se ve atravesada por esos cambios.

A Martina, mi hija, una lectora y admiradora de las Antiprincesas y los  Antihéroes

El ejercicio ha costado un esfuerzo insuperable dado el contexto profundamente patriarcal que genera todo tipo de dudas sobre las otras formas de ser mujeres, que incluyen la posibilidad de asumir y desarrollar talentos académicos, artísticos, científicos, deportivos… espacios que estuvieron vetados para las mujeres durante varios milenios.

Las sociedades empezaron a cuestionar el relato clásico de todos los soportes del arte y la cultura (literatura, plástica, cine) en donde a las mujeres se les impuso roles dramáticos débiles y pasivos, sin posibilidades de decisión ni de asumir las riendas de su propio destino y privilegiando al amor como la meta más importante de sus vidas. Ellos, mientras tanto, atravesaban por esos mismos relatos llenos de aventuras y posibilidades, en donde el amor era solo un capítulo en sus vidas.

Las mujeres, entonces, cuestionando todos los pilares de la cultura, empezaron haciendo fuertes críticas y ridiculizando esas estructuras narrativas; algo que pareció agresivo en su momento, pero que finalmente dio pie a que quienes producen texto narrativos, plásticos y audiovisuales, fueran capaces de escuchar y de ver con otros sentidos a la cultura, para así, de manera más sensata y adecuada, plantearan hombres y mujeres nunca antes narrados.

Con la llegada de la teoría fílmica feminista en los años 70 se le dio un carácter mucho más argumentado y académico a estas hipótesis. El ejercicio consistió en tomar las teorías clásicas del cine como categorías de análisis, principios filosóficos del feminismo, utilizando otros elementos como la semiótica, el psicoanálisis y la estética para desarrollar estudios sobre el discurso fílmico. Si bien este escenario llegó para hacerle preguntas al relato cinematográfico, sus conclusiones pueden ser perfectamente aplicadas a la estructura literaria.

Nuevos actores se involucran

En la lógica de replantear los relatos se involucraron también las industrias de la cultura y el entretenimiento. Así, “de repente”, las grandes editoriales de literatura, productoras de cine y televisión decidieron que podían controlar sus propias imágenes y superar las dicotomías buena / mala, bonita / fea, fatal / pura y tantas otras combinaciones básicas que encasillaban a las mujeres y de paso castraban de posibilidades al relato mismo.

La poderosa industria infantil también decidió -motivados en parte por lo que económicamente eso significaba- escuchar a esta nueva sociedad y redimensionar a las populares princesitas, seres “perfectamente” diseñados, con modales inmejorables y otros valores como la dulzura y la paciencia, relacionados de manera típica con las formas adecuadas de ser mujeres.

Estos patrones de feminidad y masculinidad a su vez fueron heredados de antiguos relatos orales centroeuropeos con pretensiones pedagógicas dirigidos a menores, en donde la crueldad de sus tramas y las moralejas servían para que niños y niñas aprendieran sobre el bien y el mal.

Tal como contó Giambattista Basile en el siglo XV y lo actualizó Charles Perrault años después, Caperucita Roja fue devorada por el lobo feroz y las niñas aprendieron que siempre deben tomar el camino indicado y obviar la posibles oportunidades del atajo; se perdonó a un príncipe azul que tuvo hijos con una bella princesa mientras ella dormía (¿lo que hizo el príncipe fue una violación o necrofilia?); las hermanastras de Cenicienta también recibieron su castigo, quedando ciegas por la picadura de aves de rapiña que comieron sus ojos, no sin antes haber sufrido siendo obligadas por su madre a cortarse los dedos de sus pies para que entrara la zapatilla que Cenicienta había dejado la noche anterior en el palacio del príncipe.

Con los años, estos clásicos fueron suavizados por la productora de animación de Walt Disney para ser proyectados años después en salas de cine.

Este proceso determinó patrones de feminidad y masculinidad que fueron bien aprendidos por niños y niñas, asumiendo posteriormente roles y conductas con las que establecerían relaciones de poder entre sexos, géneros, ideologías, razas y clases sociales.

Estos relatos determinaron el lugar en el que hombres y mujeres debían habitar el mundo. Sobre este aspecto quizás ya no haya mucho que profundizar, sabemos suficiente: las princesas estaban dotadas de una belleza socialmente aceptada (piel blanca, casi siempre rubias y esbeltas); su bondad era insuperable, siempre dispuestas a servir a todos pasando por encima de sus propios deseos y necesidades, víctimas de injusticias provocadas por la admiración social que generaban, amenazadas por otras mujeres, brujas malvadas mayores que ellas que las veían como un riesgo para su fortuna y posición de poder. Una de sus características fundamentales era la profunda fragilidad que les impedía defenderse de todas las afrentas que encontraban a su alrededor, razón por la que necesitaban a alguien que llegara en su defensa y protección. Justo allí, en el momento de mayor fatalidad, aparecía un príncipe que solucionaba todos sus problemas.

Esta estructura se repitió paulatinamente durante décadas sin que las sociedades pudieran advertir qué era lo que estaban aceptando, qué modelo estaban reproduciendo, qué tipo de feminidad y masculinidad estaban imponiendo.

“Este proceso determinó patrones de feminidad y masculinidad que fueron bien aprendidos por niños y niñas, asumiendo posteriormente roles y conductas con las que establecerían relaciones de poder entre sexos, géneros, ideologías, razas y clases sociales.”

Con la popularización del feminismo y las posibilidades que abrió la academia de iniciar estudios culturales con enfoque de género, se teorizó no solo sobre estas estructuras, sino sobre los impactos que tuvieron en las construcciones sociales, en los lastres que arrastran hombres y mujeres, y en las profundas desventajas y desigualdades que las mujeres habían heredado y que han sido un obstáculo para su desarrollo personal y profesional.

En medio de una gran desacreditación social, estigmatizadas como locas o exageradas, las feministas pudieron no sólo emitir juicios y críticas sobre estos argumentos, sino que también propusieron narraciones que complejizaban el rol narrativo de las mujeres, abriendo además importantes posibilidades de volver el discurso más atractivo desde el punto de vista estructural.

Las sociedades cambiaron, las princesas dejaron de ser interesantes y para garantizar dinero en publicidad y taquilla; Disney decidió entonces mantener a las princesas, pero presentándolas mucho más activas y rebeldes. Ellas empezaron a elegir a su príncipe azul, subirle la voz a su padre o a su madre, aprendieron a leer, participaron en guerras, practicaron algún deporte o dejaron de interesarse de manera obsesiva por su aspecto físico.

Un importante masificador de los argumentos infantiles ha sido el cine y Disney ha tenido gran responsabilidad en ello. Las nuevas preguntas que se hacían madres y padres sobre qué estaban consumiendo sus hijos exigieron a creadores de contenidos pensar en el relato infantil y juvenil de otra forma, incidiendo notablemente en la producción literaria y cinematográfica infantil.

La nueva literatura infantil

Autores y autoras de orígenes distintos hicieron la tarea de concebir con otros parámetros el relato infantil, obviando o no a las princesas, pero sí dándoles un lugar argumentativo mucho más activo e interesante.

Quizás el ejemplo más clásico es La Princesa vestida con una bolsa de papel de Robert Munsch (autor) y Michael Martchenko (ilustrador). Elizabeth es una típica princesa de cuento de hadas, sin embargo, el secuestro de su enamorado la obliga a salir a rescatarlo utilizando la inteligencia para vencer a un temible dragón. Al final, por las actitudes del príncipe rescatado por ella, Elizabeth se desenamora y decide empezar una vida sola. Hay una historia de autonomía, no una clásica historia de amor.

Bienvenido a la familia de Mary Hoffman (autora) y Ros Asquith (ilustradora) es un relato quizás pionero en mostrar cómo abordar la diversidad sin que sintamos pudor por ello. Aquí, niños y niñas viven en hogares felices, aunque hayan llegado de formas distintas a contar con esas familias: adopciones, padres del mismo sexo, cesáreas o partos naturales… todas las familias son diferentes, importantes y merecen respeto. Toda una afrenta a la imposición hétéronormativo.

Yo, Jane, de Patrick McDonnell, es la historia ficcionada de la científica inglesa Jane Goodall y narra cómo una chiquilla de escasos recursos soñaba con visitar África para conocer los animales que veía en sus libros. Una historia real e inspiradora que motiva especialmente a que las niñas alcancen sus sueños.

Con la globalización se tuvo acceso a otro tipo de producciones y miradas estéticas, y Estudios Ghibli es el mejor ejemplo para hablar de ello. Allí encontramos a pequeñas audaces, valientes y cotidianas, que no necesariamente disponían de un reino para vivir grandes aventuras. En El viaje de Chihiro(Hayao Miyazaki, 2001) aprendimos cómo escapar de manera colosal e inteligente de un balneario para diosaaes y rescatar del peligro a tus torpes padres. En Susurros del corazón (Yoshifumi Kondo, 1995) Shizuku nos enseñó a amar la lectura y a producir una pieza literaria fabulosa. En el clásico Mi vecino Totoro (Yahao Miyazaki, 1988) las hermanitas Satsuki y Mei nos despertaron envidia cuando conocieron al espíritu del bosque y pasearon en el gatobus.

Llegaron las Antiprincesas y los Antihéroes

Si tuviéramos que seguir referenciando ejercicios de literatura infantil que representen a hombres y a mujeres con valores que habían sido ignorados por la historia, necesariamente nombraríamos a las Antiptincesas y a los Antihéroes de Nadia Fink y Pitu Saá (Editorial Chirimbote).

Mi hija y yo conocimos la colección luego de un regalo traído de Buenos Aires por una de mis hermanas, y recuerdo que la primera impresión fue de total alegría y conmoción. Leímos las historias de Frida Kahlo y Violeta Parra: ambas latinoamericanas, autenticas, inteligentes y con vidas reales. En los relatos no se niega que a ellas les tocó más difícil por ser mujeres, que cometieron errores, que fracasaron en sus relaciones, que hicieron cosas importantes por sus naciones y que el contexto que cada una vivió es un campo de juegos con tristezas y dichas.

Conocimos entonces otras de las antiprincesas: Juana Azurduy, Clarise Lispector, Alfonsina Storni… Sin duda, Nadia no solo conoce y se conmueve con las historias de Latinoamérica sino que entiende los mecanismos imaginativos infantiles; eso se refleja en su audacia narrativa, capaz de responder de manera paralela, a medida que avanza el relato, a inquietudes comunes en niños y niñas cuando encuentran una palabra o idea que desconocen, utilizando recuadros que aparecen de manera colorida, juguetona y aparentemente dispersa, como las curiosidades infantiles. Cada narración está acompañada de animalitos que hacen comentarios intrépidos y preguntas necesarias que profundizan en la historia y le dan un carácter reflexivo al relato.

Con el lienzo, la guitarra o los libros, las antiprincesas están viviendo sucesos que habían estado prohibidos para ellas. Con sus actitudes y acciones le hicieron preguntas a la sociedad: vivieron de manera diferente a la establecida, amaron de manera diferente, se vistieron de manera diferente y transformaron el mundo.

El lenguaje es sencillo -niños y niñas deben entender el relato- pero categórico, y está mediado por los procesos de las mujeres protagonistas y sus propios contextos. Aparece entonces el significado de ideas y palabras como revolución, dictadura, surrealismo, saqueo de la tierra, leyendas, moral y tantas otras que usualmente llenan de temor a madres, padres, maestros y maestras.

La experiencia visual es lindísima y muy coherente: Pitu utiliza una mezcla de fotos históricas y su propia interpretación en cada edición. Colores vivos y contrastados apoyados en las referencias visuales de cada periodo narrado, quizás influenciado por estéticas nombradas como indigenistas, latinoamericanas o probablemente naif, ideales para la apreciación infantil y para cualquier otra edad.

Si algo tenemos claro es que las masculinidades también fueron establecidas, y las condiciones de los príncipes no fueron siempre muy divertidas: se interesaban por las chicas solo por su apariencia física, permanentemente debían mostrar frialdad, fortaleza, extrema seguridad y el poder era uno de sus principales objetivos de vida. Por lo tanto, Chirimbote también redimensionó a los hombres con la creación de los “Antihéroes”, historias de chicos dulces, sensibles, emotivos y con algunos errores. Sus vidas transcurren en lugares imaginarios, cafés, canchas de fútbol o bibliotecas.

Ellos, como las antiprincesas, asumieron valores que los relacionaban con las personas desde lugares cálidos y afectuosos, dándose la oportunidad de soñar y de llorar, reivindicando la amistad, el respeto por todas las formas de ser, y promoviendo cambios en las sociedades. Ellos tampoco se parecen a los príncipes de las historias.

Por estos meses llegó a Colombia otra novedad, la Liga de antiptincesas (el volumen 2 se presenta en exclusiva en esta edición): mujeres latinoamericanas, valientes y luchadoras de causas justas. Un paseo histórico, emocional y temporal por aquellas que también construyeron nuestro legado, pero que por alguna razón la historia oficial insiste en obviar.

Mujeres brujas, sabias y capaces de sanar heridas físicas y espirituales; indígenas herederas de conocimientos ancestrales; guerreras, combativas y amorosas.

La sorpresa más poderosa y paradójica es la inclusión, en este segundo volumen, de Berta Cáceres, guardiana de ríos y defensora de los recursos naturales. Una antiprincesa contemporánea, valerosa, nos informará sobre los actuales riesgos del planeta, como insistir en la acumulación y subestimar los efectos del cambio climático.

La colección Antiprincesas y Antihéroes es el inicio de una tradición en la literatura infantil latinoamericana que sin duda impactará -como ya empezó a hacerlo- a niños y niñas. Es también la posibilidad de apreciar la historia y el pasado desde orillas desconocidas, promoviendo identidades plenas, reivindicando derechos y razones para estar orgullosos y orgullosas.

Fuente: http://insurgenciamagisterial.com/antiprincesas-nueva-literatura-infantil-latinoamericana/

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