Por: Margarita Vásquez.
Intentaba escribir un artículo que respondiera la pregunta, ‘¿qué es la educación?’, y acudí a la amiga y educadora por excelencia Margarita Vásquez, cuya respuesta me impactó de tal manera que le pedí su aprobación para publicarla como artículo de su autoría. Con su venia, paso a reproducir su autorizada respuesta, tras mi pregunta introductoria:
En todos los ámbitos —políticos, empresariales y sociales— se escucha hablar del estado lamentable de la educación y de que es urgente hacer algo para corregirlo. Como educadora que eres, ¿qué significa para ti la educación?
Me comentas que hay un asunto de preocupación común: la educación; y, de inmediato, me preguntas qué entiendo por «educación». Mi respuesta no se deja esperar:
Primero: en general, la educación tiene que ver con «aprender» a pensar. Enfoco mejor la idea y digo que el que ha sido educador también «aprende» a sentir y «aprende» a actuar individual y socialmente. ‘Ahí está el detalle’, decía Cantinflas. La educación tiene que ver con una frase repetidísima en educación: aprender a aprender. Y si los educadores tenemos que «enseñar» algo a nuestros alumnos, es eso: cómo aprender a pensar, a sentir y actuar bien. Educar no es instruir, si se entiende que se debe llenar la cabeza de los estudiantes de información que muchas veces no es válida o lo es por un período. Sí hay que instruir, mostrando dónde y cómo localizar y entender el conocimiento válido. Pero también, que el conocimiento válido va cambiando a medida que se sabe más y más.
Pero como la intención última de tu pregunta es política (gestión de Gobierno y política educativa), he quedado mordiéndome las uñas, porque los modos de pensar, de sentir y de actuar cambian con el tiempo, y yo soy, lo sabes bien, del tiempo de Ña Upa. Además, también cambia el modo como se aprende. Esto que te he dicho merece ser ampliado. Algún día será.
Segundo, pensando nuestro país políticamente, es decir, interviniendo con una opinión en la vida pública, digo que todos debemos aprender a pensar en un proyecto de país: el desarrollo social, la agricultura, las vías de comunicación, la seguridad social, la cultura y todo, todo tiene que ver con la educación. Vamos a ver.
Pensemos en que el alumno o educando necesita una cabeza (es decir, capacidad para aprender ). Lastimosamente, no todos los niños la traen de la mejor manera (y todos deben aprender a aprender). Fíjate, Cucho, que los documentos y lo que sabemos del pasado sustentan el conocimiento del presente y del futuro. A mí no se me olvidan los escritos del Dr. José Renán Esquivel. Su hipótesis sobre la educación partía del sector salud: aprende aquel individuo que está debidamente alimentado. Y añado algo que va antes, y que fue dicho por Esquivel: si la madre no se alimenta, vendrán niños discapacitados para aprender al máximo. Todo esto me confirma que nada funciona aisladamente. Entonces viene otra cosa: si ya tenemos al saludable niño bien nacido, ¿quién vela por su educación en los tres primeros años de su vida? La respuesta depende de varios factores de desarrollo social: tipo de familia, ingresos económicos, ambiente: campo o ciudad, ajuste a la época, desarrollo lingüístico en su propia lengua (ya que con el habla común asumimos el sentimiento de comunidad, importantísimo para la educación).
Explico: cuando se habla de educación, se piensa en números y letras, en lápices y cuadernos, en uniformes escolares cortos o largos, en el pollerín que hay que comprar para la velada, en tareas y obligaciones, en la misión, en la visión, en fines, en objetivos generales, particulares y específicos, en exigencias, formalidades, comisiones, comisionados, conferencias o en protestas por puertas que se cierran, candados que no abren, maestros que no cobran, palominos que proliferan en su propio abandono… En general, lo que se ve son unos edificios escolares públicos como monumentos vivos de la desidia y de la falta de educación en todos los niveles. Contrastan en mi memoria con la biblioteca de cristal, la campana y la rosa de los vientos que materializó una maestra de kínder y de música en este mismo país (a quien rindo un tributo de admiración). Y yo creo que todo ese embrollo que destila la actuación de la gente común con respecto a la educación, nos dice cómo estamos en el campo educativo. Todavía no logramos subirnos al caballo y los adelantos nos suben asombrosamente al metro veloz.
En tercer lugar, creo que hay que ponerse las pilas. ¿Qué debe lograr la escuela panameña en un año? (Pongámonos la meta de este año, hasta agosto de 2020)- hay que materializar una gran cantidad de controles (a disposición de la ciudadanía):
1. Control estadístico electrónico de los edificios escolares de toda la República y sus condiciones.
2. Control estadístico del número de estudiantes por nivel, sexo.
3. Control estadístico que pueda ser consultado por la ciudadanía de los maestros y profesores de toda la República. Anexadas las funciones (según nivel y grado).
4. Control de la hoja de vida del educador con el último grado académico logrado y dónde.
5. Control estadístico del personal administrativo, de apoyo docente (personal de laboratorios de ciencia y de tecnología, psicólogos, si los hay) otro del personal de mantenimiento físico y limpieza y otro del personal de transporte cuando lo hay.
6. Control de los medios de transporte, cuando los hay.
7. Control de los recursos y tecnología disponibles en las escuelas: bibliotecas, recursos tecnológicos.
Algunos de estos controles están adelantados, pero no completos por la Contraloría y el Ministerio de Educación. No se consigue siempre la última información. Lo sé porque investigo.
¿Para qué sirven estos controles? Los investigadores científicos en cada una de las áreas podrán investigar y proponer áreas de trabajo para alcanzar lo siguiente (según la propia investigación científica:
• Desarrollo de la convivencia productiva de una cultura analógica que camina hacia una cultura digital entre los educadores y estudiantes.
• Acceso a los libros: bibliotecas físicas y bibliotecas digitales. Los niños necesitan todavía los libros de papel.
• Acceso a los soportes técnicos.
• Conectividad.
• Fuentes de información que puedan ser consultadas en todos los campos de estudio.
• Contexto urbano y contexto rural. Apoyos de interconexión entre uno y otro contexto.
De inmediato trabajar hacia la actualización de la formación de los educadores, así:
• Formación, en todas las áreas, de un lector (el mismo profesor) menos epidérmico, más reflexivo, más crítico.
• Desarrollo de un sentido discriminador de la información.
• Identificación de las características de la información que la hacen confiable.
• Desarrollo de la capacidad de jerarquizar las ideas, la información. Búsqueda y logro del orden y la síntesis.
• Concepción y diferencias entre naturaleza, realidad, mundo (por un lado) e imagen.
• Metodologías para transferir toda esta formación a sus propios alumnos.
• Comprensión del buen uso y utilidad de la memoria.
• Recobro de espacios propios para la intimidad, y cuidado ante el surgimiento de tendencias autistas. Aprecio del silencio y rechazo a los decibeles exagerados.
• Posición en perspectiva de los valores universales y nacionales: la profundización cultural, el respeto a los hábitos o costumbres de esta sociedad (buenas maneras) o valores morales o cívicos, así como el cultivo del lenguaje como expresión de cultura e identidad.
• Respeto a la propiedad intelectual.
• Conciencia del uso correcto de la lengua escrita y del lenguaje oral en todas las situaciones.
• Respeto a la diversidad y a la diferencia que evite discriminación de todo tipo.
• Desarrollo de otra lengua (fundamental).
Todo esto requiere una planificación muy bien pensada, asesoramiento, experiencias, sonrisas, brazos abiertos para la comprensión.
Finalmente, Todo pareciera viajar hacia el desarrollo de una cultura global, transdisciplinaria, basada en la fragmentación, en la velocidad, con la intervención de la imagen. Y todavía con una palabra que no logra iniciar la explosión de todos sus sentidos. Los educadores panameños de todas las áreas y niveles tienen que enfrentar, como quien dice, lo desconocido: producir juicios, razones y cumplir su cometido: lograr que sus alumnos aprendan a aprender, porque la rapidez de la época nos exige a todos que actuemos aprendiendo. Todavía Sancho, desde su Ínsula, puede advertirnos de muchas cosas. La principal: que no confundamos los molinos de viento con gigantes. Al maestro hay que advertirle: «cuidado con la imagen sin acompañamiento del razonamiento mediante la palabra». Que no se aísle nuestra juventud.
Por mi parte, y según mi propia experiencia: el orden matemático del mundo lo aprendí aprendiendo música; la coherencia y orden del discurso lo aprendí aprendiendo gramática; la proyección de la imagen la aprendí aprendiendo a memorizar y escucharme a mí misma decir muchos poemas y cuentos. La visión de la naturaleza que me acompaña la aprendí aprendiendo a escuchar el maravilloso rumor del viento entre los árboles y el canto de los pájaros encerrados conmigo en esta gran jaula del mundo.
El cálculo, aunque no lo creas, me ayudó a cuidar mis ahorritos. Detrás de todo esto han estado los personajes bíblicos, los personajes míticos de la Grecia Antigua, la tragedia, la ópera, el ballet e, incluso, Alí Babá y los cuarenta ladrones… Pero la verdad es que quienes me enseñaron a aprender fueron mis alumnos, mis padres y maestros. Y ya me ves, no me ha pasado nada malo mientras aprendía a aprender. Al contrario, querido amigo. Humberto Leignadier Ingeniero.
Fuente del artículo: http://laestrella.com.pa/opinion/columnistas/que-es-la-educacion/24134010