Sobre las tareas escolares.

Por: Hildegard Rondón de Sansó.

Cuando se habla de tareas escolares se alude a las que deben realizar los niños que cursan los primeros años del sistema educativo. El nombre “escolares” alude a la escuela primaria, ya que, en el bachillerato, se habla de liceo y, en otras esferas mas elevadas, se hace referencia al nombre de los respectivos institutos de enseñanza.

La “tarea”, que es realizada en la casa de habitación, es considerada por los maestros como un complemento necesario de la jornada de estudio, para ampliar las nociones que fueron impartidas; demostrar la comprensión que el alumno tuvo de la enseñanza recibida, y desarrollar las técnicas de investigación. La bondad de todo ello no impide que la “tarea para la casa” constituya un calvario para el niño, para el cual todo el esfuerzo del día de clases debería ser premiado con un tiempo libre para “jugar”; actividad lúdica que forma parte de su desarrollo.

El niño llega del colegio cansado y, al verse obligado a hacer una tarea, cae en estado de irritación, lo cual incide sobre la familia que, ya no encuentra en él a alguien con quien compartir las maravillosas ocurrencias de la infancia, sino a un personaje frustrado.

Hay que añadir a lo anterior la irracionalidad del maestro que no limita la tarea a su expresión mas sencilla, sino que la llena de exigencias que regulan cualidades y conocimientos que, obviamente, el niño no posee. Es así como al final, el alumno termina pidiendo a gritos la ayuda del hermano mayor, del padre, de la madre, ¡DE QUIEN SEA!!

En resumen, la tarea va a ser cumplida por estas personas que, para hacerlo tendrán que cambiar su ritmo de actividad y regresar a su pasado escolar. La irracionalidad aludida es tan compleja que las exigencias están por encima del nivel de los padres y, éstos tienen que, o bien, volverse investigadores, o bien, someterse al tormento de elaborar textos escritos, u obras manuales que, incluso, son verdaderos proyectos arquitectónicos, electrónicos, químicos, todos ajenos a sus habilidades.

Dentro de la irracionalidad aludida está la “tarea de los fines de semana”, que duplica a la de todos los días, porque tal periodo no será de descanso sino de un mayor esfuerzo.

El maestro no se detiene en exigencias, por lo cual incita a la competitividad entre los alumnos, quienes serán incapaces de estar a la altura, por sí solos, de las realizaciones técnicas exigidas y acosarán a sus padres para obtener mas apoyo. Esto es un círculo en el cual se pondrán a prueba los “ayudantes” de los restantes niños que, en definitiva, pasarán a competir entre ellos.

Hay países en los cuales la situación narrada ha llevado a trasladar al propio colegio la tarea de la casa, en forma que, transcurridas las horas de clase, se pasa a las tareas “dirigidas”.

No es posible que nuestro sistema no haya reaccionado rechazando la tarea escolar en la casa ya que en varios países se han elaborado textos legales para su eliminación en la escuela primaria.

No puede ignorarse otra situación igualmente grave como lo es la “multidiversificación” de las enseñanzas que se destinan al niño (deportivas, artísticas, etc.), pero esto ya es otro problema que recarga enormemente al niño y será un tema futuro. Por el momento confesamos estar de acuerdo con la eliminación de la tarea hogareña, ya que al niño hay que dejarle jugar para que rinda mas, y disfrute plenamente su infancia y que, además, no puede colocarse al padre, permanentemente, como un “hacedor de tareas”, obligación añadida a la dura carga de la crianza infantil.

Fuente: http://www.correodelorinoco.gob.ve/nacionales/sobre-tareas-escolares-opinion/

Imagen: https://static.iris.net.co/semana/upload/images/2013/9/14/357749_15351_1.jpg

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Entrevista: Mentes curiosas para más ciencia y mejores conocimientos

Entrevista/30 de agosto de 2016/ Fuente: lacapital

La investigadora Melina Furman habla del valor de favorecer el pensamiento científico desde la primera infancia.

Desde temprana edad, los nenes y las nenas observan, preguntan y se entusiasman con fenómenos del mundo que los rodean. «Transformar esa curiosidad inicial en hábitos del pensamiento es el gran desafío», opina la bióloga, profesora de la Universidad de San Andrés e investigadora del Conicet, Melina Furman. La idea la desarrolla en el libro «Educar mentes curiosas: la formación del pensamiento científico y tecnológico en la infancia», disponible en forma gratuita en internet.

En diálogo con La Capital, Furman asegura que es decisivo favorecer el pensamiento científico desde los primeros años si se quiere formar una ciudadanía preparada para responder a los problemas y retos cada vez más complejos que plantean las tecnologías, la salud o el ambiente. Y en especial porque esa determinación permite «mantener una mirada fresca y curiosa que nos vincula con el conocimiento de por vida, de un modo único».

La publicación de Furman se presentó el martes pasado en el XI Foro Latinoamericano de Educación, organizado por la Fundación Santillana con el apoyo de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), «La construcción del pensamiento científico y tecnológico en los niños de 3 a 8 años».

Durante la presentación del foro, la educadora recordó que «los chicos tienen pensamiento científico y tecnológico desde muy temprano» y que la tarea docente es «ordenar, sistematizar, ayudar la exploración, nutrir esa curiosidad con enseñanza de pensamiento riguroso». La especialista promueve la incoproración de la ciencia desde una «mirada curiosa, fresca, preguntona», que al mismo tiempo busque resolver problemas.

«Los chicos que entran hoy al sistema (educativo) saldrán en el año 2030. Cómo será el mundo en ese momento, no sabemos… pero la educación científica y tecnológica tiene mucho para aportar para prepararlos para ese mundo», aportó Furman en la durante el foro. También recordó que la educación inicial y primaria son «terreno fértil» y «horizonte potente» para el desarrollo del pensamiento científico y tecnológico en niños y niñas, que debe abordarse en forma integral con otras áreas.

Melina Furman es también cofundadora de Expedición Ciencia y condujo el programa La Casa de la Ciencia, del Canal Paka Paka. Invita a que su libro «Educar mentes curiosas…» se use como material de trabajo en los institutos de formación docente. Dice que es mucho lo que se puede hacer con los más chicos, sobre todo porque las propuestas relacionadas con la exploración científica los atrapan muy rápido. «El desafío es acompañar a las maestras para que desde la escuela, eso se haga más potente», propone.

—Cómo pasar de esa observación natural que hacen los chicos de la naturaleza, de los fenómenos físicos, de las preguntas que acercan a un aprendizaje más sistemático.

—Hay experiencias que muestran que, incluso desde bebés, los nenes de a poquito van explorando, experimentando, sacando conclusiones a partir de pruebas y errores, de evidencias. El gran desafío es ir transformando esa curiosidad muy inicial en hábitos del pensamiento. Me gusta la palabra hábitos porque son maneras de pensar que nos constituyen, como lentes para ver el mundo, de manera cada vez más organizada y más rigurosa, sin perder la curiosidad sino todo lo contrario: que la enciendan y la potencien más. En el libro cuento algunas experiencias que venimos haciendo con nuestro equipo y también investigaciones de otros colegas. Una se llama «Prácticas auténticas» que invita a poner a los alumnos de modo vivencial con los fenómenos de la naturaleza, con lo que tenemos a mano todos los días, sin irse muy lejos, para empezar a verlos con nuevos ojos. Se trata de organizar situaciones donde haya cosas que nos intriguen, que queremos averiguar, saber cómo funciona el mundo, con maneras organizadas de investigarlas: qué observamos, para qué observamos, si el otro observó lo mismo que yo. También cómo ir explicando eso, cómo ir registrándolo. Una de las claves es cómo ir haciendo visible ese pensamiento para que pase de lo intuitivo a lo más organizado. Que los chicos puedan hacer visible lo que piensan, confrontarlo con lo que ven, con lo que les cuenta la maestra y leen en otras fuentes; poner en diálogo todo eso que, en general, se hace de manera muy intuitiva.

—¿Todo eso es posible hacerlo en los tiempos escolares?

—Si, es súper posible. Por un lado, todo esto está pensado en el currículo, hay horas específicas en primaria para este fin. En el jardín por suerte la enseñanza está menos compartimentada y hay una plataforma muy rica para integrar situaciones exploratorias de ciencias a otras propuestas. Los jardines ya vienen haciendo y mucho, hablan de la exploración del mundo natural y social de manera integrada. En el libro hablamos de los primeros años de la primaria, del primer ciclo, donde en general las ciencias naturales están más ausentes porque el centro está, y está bien que así sea, en la lectoescritura. Pero dicho esto, hay que saber que la exploración en ciencias naturales es un terreno muy fértil para trabajar la lectoescritura. Hay algo que convoca a leer y a escribir, hay observaciones para poner en escrito, en dibujos, en común. Trabajamos mucho con maestras de primero, segundo y tercer grados tratando de acercar al gran objetivo del primer ciclo de la lectoescritura estas habilidades que van de la mano de enseñar a leer y escribir.

—¿Que debería tener en cuenta un docente para educar mentes curiosas?

—El gran mensaje es que no hay ninguna rueda por reinventar. Hay mucho que sabemos, que ya está escrito, lo que deben hacer los docentes que quieran animarse es poner mano a todo eso. Por ejemplo, hay un proyecto que armamos hace poco con la Universidad de San Andrés y la Fundación Bunge y Born, que se llama «Prácticas inspiradoras para el nivel inicial». Son secuencias didácticas para salas de cuatro y cinco años, que bien pueden aplicarse a otras. Una es «Los detectives del sonido» y la otra «Los misterios de la luz y la sombra». Trabajamos con las maestras implementando estas secuencias en de dos jardines socialmente muy distintos y filmamos la propuesta con documentalistas (los videos están disponibles en Youtube). Además están los excelentes materiales que en los últimos años viene haciendo el Ministerio de Educación de la Nación, como los Cuadernos para el aula. Pero por otro lado, hay que saber que una tendencia en la enseñanza de las ciencias naturales es hacer experiencias fragmentadas. El secreto para los docentes es trabajar con secuencias donde se aborde un mismo tema en profundidad. El desafío está en no quedarse en algo que hicimos por un ratito y ya está, sino en ir hilvanando, integrando esa experiencia con prácticas del lenguaje, con el arte, las tecnologías, a través de un trabajo sostenido.

—¿Por qué es importante estimular el pensamiento científico desde tan pequeños?

—Hay varios porqués. Uno es más colectivo y es el de formar buenos ciudadanos, bien parados para tomar decisiones, para entender problemas que cada vez más tienen que ver con las tecnologías, con el ambiente, con la salud. Para todo eso, cuanto antes empezar, mejor. Y uno segundo, que es más personal, más individual, es mantener esta mirada fresca, juguetona, curiosa que nos vincula con el conocimiento de por vida, de un modo único. Yo tengo hijos pequeños y siempre pienso como madre que si tuviera que desearles algo sería eso: que mantengan esa curiosidad encendida de por vida, como garantía de tener una vida plena y rica.

Fuente: http://www.lacapital.com.ar/mentes-curiosas-mas-ciencia-y-mejores-conocimientos-n1215170.html

Imagen: static.lacapital.com.ar/adjuntos/203/imagenes/017/876/0017876453.jpg

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