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¿Qué fue de las decenas de niñas raptadas por Boko Haram en Nigeria hace diez años?

Por Caroline Kimeu, Ope Adetayo

Algunas de las 276 niñas secuestradas el 14 de abril de 2014 en el pueblo nigeriano de Chibok consiguieron escapar y otras fueron liberadas, pero, una década después, el interés de las autoridades por rescatar a las que quedan cada vez es menor

Cuando sus captores de Boko Haram dijeron a Margret Yama que volvía a casa, lo primero que pensó es que era una trampa. Sus raptores ya se habían burlado hablando de posibles liberaciones durante los tres años que la habían mantenido secuestrada junto a sus compañeras del colegio de Chibok, en el estado de Borno, en el nordeste de Nigeria.

Las condiciones de vida en el bosque de Sambisa donde las tenían prisioneras eran duras. La comida y el agua eran limitadas, había que trabajar duro y los militantes islamistas las sometían a una vigilancia asfixiante. Hasta que un día de mayo de 2017 las niñas fueron escoltadas hacia una caravana de la Cruz Roja en el límite del bosque. Yama vio al equipo de negociadores pactar su liberación y la de otras compañeras a cambio de la libertad de miembros de Boko Haram prisioneros. Luego, los líderes del grupo islamista se retiraron al bosque y las niñas liberadas fueron trasladadas hasta el pueblo de Banki, en la frontera de Camerún y Nigeria, donde un helicóptero militar las recogió.

Yama es una de las 82 niñas que recuperaron la libertad ese mes tras las negociaciones entre los terroristas y las autoridades de Nigeria. Se había ejercido mucha presión sobre el gobierno nigeriano para conseguir la liberación de las 276 niñas de Chibok, que fueron noticia en todo el mundo tras ser secuestradas en el dormitorio de su colegio en abril de 2014.

“La educación occidental está prohibida” es la traducción literal de las palabras Boko Haram, el nombre de esta milicia yihadista surgida en 2009 en el nordeste de Nigeria. Hasta el año 2020, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, la organización terrorista ha matado a casi 350.000 personas y desplazado a más de dos millones, alimentada por el malestar de la sociedad frente a la corrupción y por la marginación y la falta de empleos en el nordeste del país.

Diez años después, muchas de las niñas secuestradas de Chibok, ahora mujeres, han sido liberados o han escapado, pero un centenar siguen desaparecidas. Entre las que regresaron a casa hubo varias que dieron a luz durante el cautiverio. Muchas han sido rechazadas por sus comunidades, que ahora las acusan de colaboración con Boko Haram.

De acuerdo con el testimonio de varias personas que hablaron con The Guardian, y pese a las garantías que las autoridades del estado de Borno han dado a los padres, no se está negociando la liberación del resto de niñas raptadas. ¿Por qué sigue habiendo tantas niñas aparentemente en cautividad? ¿Qué se ha hecho para ayudar a las que recuperaron su libertad?

Los terroristas de Boko Haram ya habían puesto a escolares en su punto de mira antes de la noche del 14 de abril de 2014. También lo harían después. Meses antes del secuestro en Chibok habían asesinado a 29 niños en una escuela del estado de Yobe; en 2018, secuestraron a decenas de niñas, también en Yobe; y en 2020 raptaron a más de 300 niños en colegios del estado de Katsina.

Pero Chibok se convirtió en el ejemplo más evidente de la crisis de seguridad de Nigeria, desatando la indignación dentro y fuera del país por el número de estudiantes de un colegio que Boko Haram había sido capaces de raptar.

Indignación internacional

Un grupo de mujeres nigerianas lanzó en redes sociales la campaña #BringBackOurGirls, que se transformó en una poderosa protesta mundial atrayendo el apoyo de Michelle Obama, entonces primera dama de EEUU; y de Malala Yousafzai, premio Nobel de la Paz. Goodluck Jonathan, en ese momento el presidente de Nigeria, recibió ofertas de ayuda inmediata de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y China.

Según Matthew Page, analista del centro de estudios británico Chatham House, el secuestro “fue tan atroz que básicamente el presidente [Barack] Obama y sus principales autoridades dijeron que había que hacer todo lo posible para traer de vuelta a las niñas”. “¿Qué van a hacer después? Esa era la sensación que teníamos de lo que podía pasar si no poníamos límite, si no perseguíamos a Boko Haram o intentábamos rescatar a las niñas”, dice Page, que en aquella época trabajaba para los servicios de inteligencia de EEUU.

Lo cierto es que la búsqueda de las niñas de Chibok comenzó un mes después del secuestro y tras la multiplicación de protestas en las redes sociales. La indignación que se sentía en todo el mundo aumentó con un vídeo de Abubakar Shekau, en ese entonces líder de Boko Haram, amenazando con vender a las niñas en un mercado.

Estados Unidos, Reino Unido, Francia y China ofrecieron a Nigeria apoyo de sus ejércitos y servicios de espionaje. Hubo drones y aviones espía rastreando la inmensidad del bosque de Sambisa pero no tuvieron éxito.

Entre Nigeria y Estados Unidos había otras tensiones por la vulneración de derechos humanos que el país africano cometía en operaciones antiterroristas del norte, entre las que figuran las ejecuciones extrajudiciales de civiles en el cuartel de Giwa (en Maiduguri) durante el mes de marzo de 2014. Según los analistas, estas operaciones del gobierno estaban radicalizando a los jóvenes y empujándolos hacia las filas de Boko Haram.

Autoridades del Departamento de Estado de EEUU recuerdan haber debatido si compartir o no información clave con sus homólogos nigerianos. También, a las autoridades del gobierno nigeriano “enfureciéndose” por lo que ellas consideraban “condescendencia” y extralimitación por parte de Estados Unidos.

En los primeros meses de la crisis, el gobierno del presidente nigeriano Jonathan rechazó una propuesta de las fuerzas británicas, que habían localizado a las niñas y se ofrecían a rescatarlas. “Les molestaba y rechazaban la injerencia exterior en lo que consideraban asuntos propios de seguridad interna”, dice Page. “Siempre se mostraron muy escépticos en torno a las razones por las que los británicos y Estados Unidos ofrecían ayuda militar”.

Personas que participaron de la negociación aseguran a The Guardian que también hubo otras restricciones condicionando las decisiones sobre la viabilidad de una incursión militar, como el temor a terroristas suicidas y a la muerte de las niñas por fuego cruzado.

Los planes de rescate que contaban con apoyo internacional fueron perdiendo impulso hasta que el interés terminó por desaparecer. Un año después del secuestro en Chibok, la inminencia de unas elecciones hizo que Jonathan se decidiera finalmente a autorizar un pequeño equipo mediador para negociar con Boko Haram bajo la dirección de Pascal Holliger, negociador del Ministerio de Asuntos Exteriores de Suiza, y de Zanna Mustapha, un abogado nigeriano. Todas las negociaciones que había habido antes, incluida una facilitada por el periodista de investigación Ahmad Salkida, habían terminado en fracaso.

El abogado Mustapha dirigía una organización en Borno que ayudaba a la reintegración social de viudas e hijos de Boko Haram. Haber representado como abogado a Mohammed Yusuf, el difunto fundador de Boko Haram, le había ayudado a ganarse la buena voluntad de los militantes islamistas.

El primer resultado de las negociaciones fue la liberación de 21 niñas. Unos meses más tarde se logró la de otras 82. Según los negociadores, tras los dos éxitos iniciales el gobierno nigeriano se volvió complaciente y dejó de poner empeño en las negociaciones.

Condenadas al olvido

“También sabíamos que docenas y docenas [de niñas] se habían convertido y que las habían casado; en cierto modo se habían vuelto irrecuperables”, dice Holliger, del equipo de negociación. “Una vez casadas, teníamos entendido que se marchaban a donde fuera su ‘marido’, por lo que dejaban de formar parte del grupo Chibok; nunca quedó demasiado claro cuántas quedaban después de liberar a las 103”, explicó.

Según las fundadoras de #BringBackOurGirls, las prisioneras restantes han sido olvidadas por temor a que se hayan radicalizado durante su cautiverio y porque la atención se ha centrado en otros ataques y secuestros más recientes sufridos por este país de África occidental.

Cuando Yama regresó a su hogar recibió con desolación la noticia de la muerte de su madre. “No había dejado de pensar que no volvería a verla”, dico. Su madre la despedía siempre cuando iba al colegio pero el día del secuestro parecía reacia a que se fuera. Yama, que prefiere no decir su edad, recuerda con demasiada nitidez lo que ocurrió en abril de 2014: los terroristas entraron al colegio haciéndose pasar por oficiales del ejército, incendiaron el edificio y las casas vecinas y montaron a las niñas en camiones. Algunas lograron escapar porque saltaron de los vehículos.

“Yo pensaba que solo querían asustarnos para que no volviéramos al colegio”, recuerda Yama en referencia al rechazo de los islamistas de Boko Haram por el sistema de educación occidental.

Durante su cautiverio, ella se resistió a las presiones para casarse con un militante de Boko Haram, pese a que acceder habría mejorado su alimentación y la habría librado de los trabajos forzados. “¿Cómo iba a casarme con alguien que me separó de mi colegio, de mis padres y de mi familia? ¿Cómo mirarle a los ojos y llamarlo marido? Prefería morirme de hambre antes que casarme con uno de ellos”, dice.

Como al resto de niñas, a Yama la obligaron a convertirse al Islam. Ella fingió obedecer pero siempre mantuvo oculta su Biblia de cristiana.

Rechazo y revictimización

La familia de Yama recibió meses de asesoramiento en Abuja, la capital de Nigeria, antes de darle una calurosa bienvenida en su hogar. Pero desde que fue puesta en libertad ha sido estigmatizada y víctima de sospechas “desgarradoras”. Dentro de su comunidad siguen circulando rumores como el de que las niñas, violadas, abandonaron a sus hijos en el bosque. “Yo no me secuestré a mí misma”, dijo Yama. “Me obligaron, ¿por qué me ven entonces como si fuera de Boko Haram?”.

Yama ha recibido una beca del gobierno para estudiar comunicación en una universidad de otro estado. “En clases tienes que ocultar lo que te ha pasado”, dice. “Si no lo haces, la gente se mantendrá alejada de ti pensando que tienes esa mentalidad asesina”.

Durante los primeros años la opinión pública de Nigeria se mantuvo unida exigiendo la liberación de las niñas pero el interés fue decayendo de manera paulatina. Comenzaron a surgir teorías de la conspiración como la de que toda la historia del secuestro era un engaño montado con fines políticos.

En algunas zonas del nordeste, donde Boko Haram tenía más apoyo y donde aun hoy sigue sintiéndose la inseguridad, la publicidad que se le daba a las niñas de Chibok generó una especie de resentimiento. Como si fueran unas “secuestradas selectas” más importantes que los más de 1.500 niños secuestrados o asesinados por Boko Haram y otras milicias islamistas.

Muhammadu Buhari, que en 2015 sustituyó a Jonathan como presidente con la promesa de terminar con la inseguridad de Nigeria, cosechó algunos logros iniciales. Las niñas fueron liberadas pero la confianza entre el gobierno y los militantes se había resquebrajado. Una tensión que también aumentó por la participación de demasiados actores en el proceso, no solo en Nigeria sino del extranjero.

Según los familiares, después de todos estos años las autoridades aún dicen que las negociaciones siguen en marcha. Pero los activistas se muestran escépticos y, según los negociadores, las conversaciones han cesado. El periódico The Guardian trató de ponerse en contacto con las autoridades nigerianas pero no recibió respuesta.

Mientras tanto, las que sí recuperaron su libertad siguen enfrentándose al estigma y la sospecha. A Amina Ali Nkeki la encontró en 2016 una unidad civil en uno de los límites del bosque de Sambisa. Había escapado del campamento de Boko Haram y era la primera niña de Chibok en regresar a casa.

Se había casado y había tenido un hijo con Mohammed Hayyatu, que a su vez decía haber sido forzado a unirse a Boko Haram meses antes del secuestro en Chibok. Fue una de las pocas casadas que logró regresar a su hogar. Ali no quería casarse, pero le tenía aun más miedo a la esclavitud sexual.

“Lo que imaginaba era que sería utilizada por un hombre lo suficientemente mayor como para ser mi padre, que volvería a entregarme a otra persona cuando se cansara de mí”, dice. “Así seguiría mi vida, dando a luz a muchos hijos que tendría que ir dejando con distintas personas… Así que opté por casarme con un solo hombre”.

Ali tenía un plan para escapar pero lo pospuso cuando Boko Haram amenazó con cortar las manos de otras dos niñas por tratar de huir. Cuando el gobierno intensificó sus avanzadillas en el bosque vio su oportunidad y escapó ayudada por Hayyatu.

Ali ya no vive con Hayyatu y, como Yama, también estudia en la universidad. Su familia la han acogido a ella y a Safiya, su hija de ocho años que ahora sufre acoso por ser una “niña de Boko Haram”. Ali quiere olvidar el pasado pero también siente la obligación de hablar sobre su experiencia. Conserva la foto de su mejor amiga, aún prisionera. “Pienso todos los días en ella”, dice. “Queremos recuperar a nuestras hermanas”.

“Hijas de los pobres”

Aisha Yesufu, una de las mujeres que fundaron #BringBackOurGirls, critica al gobierno por no rescatar a las que quedan. Las que han ido regresando en los últimos años lo han logrado porque escaparon, porque las encontraron patrullas civiles, o porque aparecieron durante operaciones militares del gobierno contra los insurgentes yihadistas en la pelea por hacerse con el control del nordeste del país. “Ha llevado tanto tiempo porque son las hijas de los pobres”, dice Yesufu. “Si eres pobre en Nigeria, no tienes ni rostro ni nombre ni voz”.

Yesufu no puede olvidarse de la imagen de Hosea Tsambido, un difunto líder comunitario de Chibok que en abril de 2014 acudió a Abuja durante la primera gran protesta por los secuestros. Arrodillado bajo la lluvia junto a la Fuente de la Unidad, Tsambido le rogaba a la gente que nunca se rindiera. “Si alguien me hubiera dicho que seguiríamos casi diez años después, me habría marchado de la Fuente de la Unidad ese mismo día, y no habría vuelto nunca”, dice Yesufu.

Según Yesufu, en los primeros días el gobierno nigeriano trató de reprimir la campaña #BringBackOurGirls y marginó al grupo cuando las primeras niñas fueron liberadas. Los padres sufrieron mucho, recuerda, y algunos murieron con el corazón destrozado. “Aunque nos digan que algunas niñas han muerto, ¿podemos saber dónde murieron? ¿Dónde las enterraron? Hagamos algo para permitir a las familias darle un cierre”, afirma.

A lo largo de los últimos diez años el poder de Boko Haram se ha ido desvaneciendo por las divisiones dentro del grupo y por la aparición de otras milicias islamistas. Pero sus métodos siguen vigentes, con los colegios como uno de los objetivos principales. Esto es especialmente así en las remotas zonas del norte, donde no hay seguridad y los secuestradores pueden perderse en extensos bosques. Desde 2014, más de 1.500 escolares han sido raptado.

El último secuestro masivo ocurrió el mes pasado, con la irrupción de hombres armados en un colegio de Kuriga (estado de Kaduna, noroeste del país) en el que un mínimo de 287 alumnos de entre 7 y 18 años fueron raptados. Los secuestradores exigían por su liberación 1.000 millones de nairas [unos 758.000 euros], pero antes de que el plazo se cumpliera el ejército nigeriano rescató a la mitad de los secuestrados (Nigeria prohibió en 2022 el pago de rescates).

“Es un método que empezó con Boko Haram y que de manera generalizada ha sido perfeccionado por los distintos grupos armados”, dice Oluwole Ojewale, del Instituto de Estudios de Seguridad de Dakar, en Senegal. “Los grupos armados adquirieron notoriedad con las niñas de Chibok, y ahora mantienen una inclinación por estar en el centro del foco y por presentar al Estado como incapaz de proteger a la población, lo que también hace que se fijen en ellos posibles nuevos militantes”.

Entre las promesas de Bola Tinubu, el actual presidente de Nigeria, figura impedir que los colegios se conviertan en “madrigueras para secuestros a discreción”. Lo que no ha dicho es cómo piensa lograrlo.

La búsqueda nunca terminará para las personas que perdieron a sus hijas aquella noche de abril de 2014. El funcionario Lawan Zanna, de 55 años, estaba en casa junto a su familia cuando descubrió que su hija, Aisha Lawan, era una de las secuestradas en Chibok. Una vida sencilla e idílica se convirtió en una búsqueda de respuestas que dura ya una década y que comenzó cuando se subió a su motocicleta y se dirigió a la escuela, a unos pocoskilómetros de distancia de su hogar, para averiguar qué había sucedido. Encontró la escuela secundaria femenina, normalmente animada con las voces de cientos de alumnas, desierta.

Padre de 16 hijos, Zanna y los familiares de otras niñas secuestradas formaron un grupo de búsqueda, adentrándose durante dos días en el bosque con armas improvisadas y sin conseguir nada. “Un trauma, eso es lo que me ocurrió a mí, desde entonces casi no como”, dice Zanna, que acudió a la religión en busca de consuelo. “Estaba muy desquiciado pero con la ayuda de nuestro líder religioso, que suele venir a hablar conmigo, estoy pudiendo aguantar, pero llegar a este punto me ha llevado muchos años”.

Zanna lidera el Movimiento de Padres por el Rescate de las Niñas de Chibok Secuestradas, que mantiene la presión por la liberación de las raptadas. Muchos de los padres siguen viviendo en Chibok y sin saber nada de sus hijas desde aquel día de 2014.

Otra de las secuestradas es Dorcas, hija de Ladi Yakubu, de 50 años. Funcionaria del gobierno local de Chibok, Yakubu sufrió un infarto cuando se enteró de la noticia. Aún no ha recuperado la salud. “Se llevaron a mi hija delante de mis ojos; ni siquiera el gobierno ha podido rescatarla y yo, mucho menos, ¿qué voy a poder hacer yo?”, dice. “Mi corazón se acelera con cualquier susto mínimo y tengo que medicarme… No ha sido fácil para nosotros”.

Pese a las dudas que hay sobre las negociaciones, los padres mantienen la esperanza. “Sé que mi hija regresará”, añade Yakubu. “Si Dios es quien gobierna el cielo, ella regresará”.

Fuente: https://www.eldiario.es/internacional/theguardian/decenas-ninas-raptadas-boko-haram-nigeria-diez-anos_1_11285978.html

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La infancia en Nigeria: entre la violencia institucional y el yugo de Boko Haram

Reseñas/África/Nigeria/elpais.com

Un informe de Amnistía Internacional denuncia las atrocidades que viven los habitantes de las zonas controladas por Boko Haram sin el apoyo gubernamental y con programas de rehabilitación cuestionables financiados incluso por la UE

E.G. acababa de comenzar la secundaria cuando fue secuestrada por Boko Haram en su aldea, Gulak, en el este de Nigeria. En los cuatro años que pasó cautiva en el bosque de Sambisa, entre 2014 y 2018, no recibió más formación que la lectura del Corán tres veces al día y fue obligada a casarse con un miembro del grupo terrorista al que no conocía, con el que tuvo dos hijos.

Hoy, con 17 años, recuerda las brutalidades sufridas y las que presenció. «Mi marido era perverso y siempre me pegaba, diciendo que no estudiaba el Corán. (…) Fue una experiencia terrible. Fui testigo de diferentes castigos, desde disparar hasta apedrear y azotar. Una vez presencié la lapidación de un miembro de Boko Haram acusado de violación. Lo enterraron en una tumba, dejando solo su cabeza y luego lo apedrearon hasta que murió. En otra ocasión, vi cómo azotaron 80 veces a un hombre, tenía la espalda ensangrentada». Hasta que un día comenzó a planear con otras mujeres cómo escapar. De las 10 que lo intentaron, tres fueron atrapadas. E.G. lo consiguió, con su pequeño de dos años a su espalda y la bebé de cuatro meses en sus brazos.

Este es uno de los 234 relatos de mujeres, hombres y niños en el noreste de Nigeria que ha recabado Amnistía Internacional entre noviembre de 2019 y abril de 2020. Todos ellos describen la barbarie ejercida por Boko Haram, sobre todo contra los menores, convirtiendo en soldados a los niños y en esposas a las niñas. Y son miles. En 2017, la ONU estimó que este grupo armado había reclutado hasta entonces al menos a 8.000 pequeños, muchos a través del secuestro. Y esta práctica no ha cesado. Toda una «generación perdida» a la que las autoridades tampoco prestan el apoyo psicosocial y educativo que necesita, denuncia el informe Secamos nuestras lágrimas: el coste para la infancia del conflicto en el noreste de Nigeriaque la ONG ha publicado este miércoles.

Además de los secuestros a gran escala, como el de las 276 niñas de Chibok que desató una ola de solidaridad internacional, Amnistía Internacional pone el foco en abducciones individuales que suceden de forma «más cotidiana». En su informe, la organización documenta decenas de ellas, entre un sinfín de violaciones de los derechos humanos; 91 páginas repletas de relatos en primera persona plagados de latigazos, golpes, violaciones, dolor y violencia.

Escapar del grupo no les asegura a las víctimas un futuro prometedor. «Los que logran huir, acaban luchando por sobrevivir en campos de desplazados sin acceso a la educación; y, en el peor de los casos, son detenidos y recluidos durante meses, e incluso años, en pésimas condiciones», explica Olatz Cacho, experta en África de Amnistía Internacional España.

«Tan pronto como los niños puedan escapar del área de conflicto directo, deben volver a conectarse con lo que fue su infancia. Necesitan jugar, reír y reunirse con sus amigos; volver a la escuela. Deben estar en un entorno seguro donde puedan confiar en los adultos y sentirse amados y respetados. Sus necesidades básicas, como alimentos, agua y vivienda, deben satisfacerse para reducir el riesgo de explotación o violencia», sugiere Severine Courtiol Eguiluz, miembro de Médicos sin Fronteras en Nigeria, en un relato publicado en 2019 por la ONG que cuenta con programas humanitarios en la región. Sin embargo, lo que encuentran la mayoría de los críos tras el horror es más horror.

H. G. acabó en el campo de desplazados de Bama, donde recibió atención médica y alimentos  —insuficientes, según su testimonio—, para subsistir. «No tenía apoyo ni asesoramiento psicosocial». Después de cuatro años de cautiverio y cuatro meses refugiada, su padre no la reconoció cuando fue a buscarla para llevarla de vuelta a su hogar, en Madagali. «Una semana después, una organización cristiana nos llevó a Jos durante tres días. Oraron por nosotros. Nos preguntaron sobre nuestras vivencias con Boko Haram y nos dijeron que no permitiéramos que esas experiencias definieran nuestras vidas. Nos dijeron, a las que teníamos hijos, que los amásemos y que no descargásemos nuestras frustraciones sobre ellos. Después de aquello, no ha habido otro apoyo, ya sea del gobierno o de las ONG», relata la joven, que aún sueña con volver a estudiar mientras escucha los disparos cuando los terroristas atacan las aldeas vecinas. «Mis padres no pueden enviarme a la escuela porque no tienen dinero. La mayor ayuda para mí sería ir al colegio».

Una niña de 10 años vive con otros menores en un edificio abandonado en el campo de Abagana (este de Nigeria), que es usado como refugio por quienes huyen dela violencia.
Una niña de 10 años vive con otros menores en un edificio abandonado en el campo de Abagana (este de Nigeria), que es usado como refugio por quienes huyen dela violencia. BENEDICTE KURZEN (MSF)

«Solo el 25% de los niños tiene acceso a educación en el estado de Borno, esto es un lastre para el futuro de la región», subraya Cacho. «Boko Haram no quiere manifiestamente que los niños reciban formación, lo que consideran adoctrinamiento occidental», señala la experta. Prueba de ello son los ataques sistemáticos a las escuelas y el asesinato de maestros. En 2018, Unicef informó de que más de 1.400 infraestructuras educativas fueron destruidas durante el conflicto y que al menos 2.295 profesores habían sido asesinados, destaca el documento de Amnistía. Pero hay otros factores, como la pobreza y el hambre, que impiden que los padres puedan afrontar los gastos de escolarización y convierte a los niños en trabajadores, para poder contribuir a la canasta familiar y sobrevivir.

O. A., de Bama (estado de Borno), nunca había ido al colegio. «Yo era un ganadero. Desde que era niño, convivía con animales», le contó a los investigadores de la ONG. Un día estaba en el campo y Boko Haram se le llevó a él y su rebaño. Tenía 10 años. «Me quedé en la madrasa [escuela coránica] porque era demasiado pequeño». Cuando cumplió 12, le mandaron a entrenarse durante seis meses. Así fue como aprendió a usar su fusil AK-47 y se convirtió en un combatiente. «Me quedé con uno de los soldados en el lago Chad. Me usaron en los puestos de control», recuerda.

Lo que vino después no fue mucho mejor. O. A. llegó incluso a arrepentirse de huir de Boko Haram.  «Cuando mi hermano me vio, me llevó al Civilian Joint Task Force [fuerza que lucha contra el grupo terrorista] y me rendí». El joven, hoy de 16 años, fue sometido a un interrogatorio y enviado después a la Celda 7, para niños. «Estaba abarrotada. Tuvieron que enseñarme cómo acostarme. No podíamos girarnos cuando dormíamos debido a lo llena que estaba. Había solo un baño y éramos muchos. A veces tenía que esperar una hora», rememora. Los que no conseguían contenerse la orina o las heces eran golpeados. «No había mucha agua potable. Teníamos sed (…). Vi morir a una persona a causa de la sed».  En aquel centro de detención, pasó tres meses y solo pudo ducharse una vez. «Empecé a preguntarme por qué mi hermano me había llevado a ese lugar. ¿Quería matarme?».

Amnistía Internacional lanza su investigación para pedir al gobierno de Nigeria que libere a los niños recluidos en estos centros de detención. «Ya se han producido liberaciones masivas a finales de 2019 y principios de 2020, pero todavía no sabemos cuántos quedan dentro, pues el proceso es opaco», indica Cacho. «Incluso los investigadores, que tienen experiencia en diversos contextos en conflicto, estaban horrorizados con las condiciones de reclusión que les describían», agrega. Para la ONG, la mayoría de estas detenciones son «ilegales» pues los menores no son acusados ni procesados por ningún delito y ven negados sus derechos de acceso a asistencia letrada, a comparecer ante un juez o a comunicarse con sus familias. Un delito de les humanidad, según la organización, que calcula que al menos 10.000 personas, entre ellas muchos menores, han muerto bajo custodia gubernamental durante el conflicto.

O. A. sobrevivió a ese infierno y se benefició después de la Operación Corredor Seguro, un programa de desradicalización y rehabilitación de combatientes arrepentidos —niños y adultos— de Boko Haram, y que cuenta con apoyo financiero de Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Europea. El joven fue enviado, junto con otros 11 varones, al centro de reinserción en Gombe para recibir formación profesional. La vida allí, dice, era mejor. «Había suficiente agua, teníamos nuestra propia cama y un colchón para poder dormir bien. El lugar era higiénico», enumera. Allí, dice, le enseñaron el abecedario y los números. «Cómo deletrear». Finalmente, O. A. se decantó por formarse en cosmetología y fabricar productos de limpieza y jabones.

Pese a las mejores condiciones, la formación y el apoyo psicosocial que reciben los arrepentidos, Amnistía denuncia «grandes carencias» en este programa. «La mayoría de los hombres y niños en el centro no han sido informados de la base jurídica de su detención y todavía no tienen acceso a asistencia letrada ni a un tribunal para impugnar su detención», escriben los autores del informe. Algunos exreclusos explicaron que la atención médica era sumamente escasa. «Siete detenidos fallecieron tras recibir asistencia sanitaria inadecuada y las autoridades nigerianas ni siquiera informaron a sus familias, que tuvieron conocimiento de las muertes a través de detenidos liberados», asegura la ONG.

Y eso no es todo. El programa de formación profesional podría equivaler a trabajos forzados, advierte Amnistía, ya que la mayoría de los detenidos nunca han sido declarados culpables de ningún delito y fabrican todo tipo de artículos, desde zapatos hasta jabones y muebles, sin remuneración. “Ninguno de los principales donantes de Corredor Seguro autorizarían un sistema de detención prolongada e ilegal para sus ciudadanos. Entonces, ¿por qué lo permiten en Nigeria?”, se pregunta Osai Ojigho, directora de Amnistía Internacional Nigeria.

Las niñas como E. G. ni siquiera pueden acceder a este programa, con todas sus deficiencias, aunque lo deseasen para poder formarse y aprender un oficio. «Esto también se tiene que revisar, están marginadas», apunta la Cacho.

Preguntados por esta cuestión, desde Unicef Nigeria responden lo siguiente: “Los niños son extremadamente vulnerables en el conflicto del noreste de Nigeria, y su protección y necesidades deben seguir siendo la máxima prioridad tanto en la respuesta de seguridad como en la humanitaria. Los niños deberían seguir siendo solo eso, niños. Y como tal, deberían estar en las escuelas y con sus familias. Utilizarlos en el conflicto o mantenerlos en situación de detención prolongada tiene un impacto demoledor en sus vidas. Su protección es crucial para construir el futuro de Nigeria y, en consecuencia, de toda la región. Estos niños son, en primer lugar y ante todo, víctimas que, desafortunadamente, se han visto atrapadas en este conflicto. Unicef les apoya en su camino a la normalidad, es decir, con sus familias y comunidades”.

«No sé cómo podrán salir de semejante trauma, después de años de abusos de derechos humanos», reflexiona Cacho.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/05/26/planeta_futuro/1590488851_625908.html

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Los abortos clandestinos se disparan en Nigeria por conflicto con Boko Haram

África/ Nigeria/ 12.11.2019/ Fuente: newsweekespanol.com.

 

Los abortos clandestinos e inseguros se han disparado en Nigeria desde que comenzara el conflicto con el grupo yihadista Boko Haram en 2009, según han denunciado este lunes trabajadores sanitarios del país. En Nigeria, uno de los países que tienen una legislación más restrictiva en cuanto al aborto del mundo y que sólo lo permite para salvar la vida de la madre, se producen 2,7 millones de abortos al año, la mayoría de ellos practicados en secreto y en condiciones peligrosas, según la Universidad Johns Hopkins.

Son las mujeres pobres y las que no han tenido oportunidad de educación las que más riesgo corren en este sentido. Además, al menos 40 mujeres y niñas acuden para recibir asistencia médica tras un aborto al mes, ha contado a Thomson Reuters Foundation Aminu, una enfermera de una clínica gestionada por el gobierno nigeriano situada en el estado de Yobe. Hace una década, eran entre 10 y 15 mujeres las que precisaban atención médica tras un aborto. Te puede interesar: Liberan a 19 mujeres embarazadas de una “fábrica de bebés” en Nigeria Nigeria tiene la cuarta tasa de mortalidad materna más alta del mundo: unas 100 mujeres y niñas mueren por esta causa al día, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En este contexto, las tasas en el noreste del país, donde las clínicas y los hospitales han sido destruidos por grupos armados para crear un califato islámico, son las peores en Nigeria, según muestran datos gubernamentales. Las autoridades nigerianas insisten en defender la legislación actual en contra del aborto. (Foto: AFP) Según Aminu, las mujeres acuden a farmacias, a vendedores locales de fármacos o a mujeres ancianas para abortar y usan fármacos, hierbas o herramientas, como barras, para hacerlo. “No mueren si las admitimos en el hospital”, según la enfermera. “Pero hay muchos más casos en los que las mujeres y las niñas toman hierbas solas, no van al hospital y mueren porque no quieren exponerse”, ha lamentado Aminu.

Sexo por comida Naciones Unidas ha registrado miles de casos de violencia sexual y de intercambio de sexo por comida, particularmente en mujeres y niñas que carecen de ésta, cobijo o dinero. “Mucha gente que está desplazada vive con anfitriones que se aprovechan de ellos”, ha explicado la directora de la Fundación Juventud Africana para el Desarrollo y el Empoderamiento de la Paz, Maryam Aje. Kellu, una adolescente que perdió a su familia después de que miembros de Boko Haram atacaran su aldea hace dos años, se quedó embarazada después de que un soldado le ofreciera comida y amparo a cambio de sexo.

No quiere tener el bebé. Lee más: Escuela de Nigeria era una “casa del horror”, estudiantes eran torturados y violados Después de mudarse a un campo de refugiados del estado de Borno, quiso practicarse un aborto, pero no sabía dónde acudir para ello, como un número creciente de mujeres desde que comenzara la insurgencia islamista. “Si continúo con este embarazo, arruinaré mi vida”, ha explicado Kellu, que cree que está embarazada de dos meses. “Todo el mundo sabe lo que hice. Me estigmatizarán por tener un bebé sin estar casada”, ha lamentado. “Además, no tengo dinero para encargarme de mí misma. ¿Cómo se supone que voy a cuidar de un niño?”, se ha preguntado Kellu, que ha declinado proporcionar su nombre real.

Por su parte, las autoridades nigerianas insisten en defender la legislación actual. “Sin importar las circunstancias, el aborto está prohibido excepto por razones médicas”, ha recordado el subdirector de respuesta médica de emergencia del Ministerio de Salud de Borno, Ali Grema. “No está permitido para razones sociales”, ha zanjado. Tabú La educación sobre planificación familiar se focaliza en Nigeria en las mujeres que están casadas por las actitudes conservadoras propias del país, ha recordado una enfermera del campo de Maiduguri, Hadiza. Por su parte, Lucy Dlama, una miembro de Mujeres en la Nueva Nigeria, que proporciona apoyo a las supervivientes de violación a través de la atención sanitaria, ha asegurado que muchas mujeres ni siquiera saben que el sexo puede dejarlas embarazadas.

La educación sobre planificación familiar se focaliza en las mujeres casadas.

“Nuestra cultura establece que es un tabú para los padres proporcionar educación sexual a sus hijas”, ha afirmado Dlama, que ha animado a las madres a enseñar a sus hijas sobre sus cuerpos. Por otra parte, el embarazo fuera del matrimonio también es un tabú, incluso cuando es el resultado de una violación por parte de soldados, milicias o funcionarios de campos de desplazados.

Fuente de la noticia: https://newsweekespanol.com/2019/10/abortos-clandestinos-nigeria/

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Nigeria: Al rescate de la generación Boko Haram

Redacción: El País/16-01-2019

El Gobierno nigeriano reubica en escuelas de todo el país a 2.300 jóvenes afectados por la violencia terrorista

No fue de repente, sino poquito a poco, pero a Mohamed Abdulai se le fueron llenando los ojos de muertos y de miedos. Con solo 11 años se pasó dos días escondido en el bosque cuando aquellos locos de Dios de entraron en Gulani, su pueblo, raptando niñas y matando a destajo. La familia se mudó a Damaturu, pero poco después se presentaron en su nuevo colegio y degollaron al director. Porque sí, porque la educación occidental es pecado, dijeron ellos. Ahora, por fin y gracias al Gobierno nigeriano, Abdulai estudia en lugar seguro y sueña con ser abogado, no tanto por quitarse los muertos de la cabeza, sino por tratar de hacerles justicia.

Instituto público de Kwali, en Abuja, en el que estudian 33 chicos trasladados desde el noreste del país.
Instituto público de Kwali, en Abuja, en el que estudian 33 chicos trasladados desde el noreste del país.THOMAS IMO GIZ
En el instituto público de Kwali, en Abuja, la capital de Nigeria, estudian 33 de los 2.300 chicos y chicas acogidos al programa SSI. Binta Abdul Kadir, la directora del centro, no tiene ninguna duda al respecto: “Ahora estos pueden ejercer su derecho de tener una educación que les permita acceder a una vida mejor”. Eso sí, la integración no es siempre fácil. En primer lugar, los jóvenes llegan con un historial de violencia y huida a sus espaldas que no siempre es sencillo de superar. Luego está el problema del idioma: la mayoría de los desplazados hablan hausa y apenas inglés. Además, su nivel educativo está muy por debajo de los chicos de su edad y deben hacer un esfuerzo por ponerse a la altura.

Boko Haram se ha fijado como objetivo la educación y ha destrozado o provocado daños a unas 1.400 escuelas en los estados de Borno, Yobe y Adamawa

“Tienen muchas ganas de aprender y gradualmente los vemos cómo se van aceptando unos a otros y juegan juntos, se hacen amigos y a partir de ahí todo es más fácil”, remata Abdul Kadir. Al frente de ese proceso, con la intención de engrasar las bisagras de la integración, se encuentra Hadjara Yakubu, que se ha convertido en una madre para todos ellos. “Son muy buenos, pero traen historias terribles”, explica. Como el pequeño Abderramán Aba, de 16 años, que vio morir a varios de sus familiares a manos de los terroristas. “Le preguntaron a mi padre si quería que yo viniera aquí y aceptó. Quiero estudiar Contabilidad en la Universidad de Kaduna”, explica.

El 70% de los estudiantes acogidos al programa SSI son chicas. Como Rosemary Ismaya, natural de Chibok, de 18 años. “Mis padres también se han trasladado a Abuja para que todos podamos estar cerca”, asegura. El Estado se hace cargo de todos los gastos de desplazamiento, manutención, matrícula y material escolar. Casi todos los adolescentes proceden de familias humildes y muchos de ellos se hubieran visto forzados a abandonar los estudios incluso sin la violencia de Boko Haram por medio, así que lo consideran una gran oportunidad. A Sudibu Baba Kano, de 18 años, le gustaría ser soldado. “Boko Haram atacó mi pueblo y toda mi familia tuvo que huir a Michika, allí no pude continuar con los estudios así que me ha tocado ponerme al día en esta escuela”, apunta.

Binta Abdul Kadir, directora del instituto público de Kwali, en Abuja.
Binta Abdul Kadir, directora del instituto público de Kwali, en Abuja. THOMAS IMO GIZ
Los jóvenes están en régimen de internado. No salen del centro educativo entre semana y allí tienen a su disposición un comedor, salas de juego, una televisión y un teléfono para llamar a sus padres. “Jugamos mucho al fútbol”, dice Aba. Los fines de semana, con un permiso especial y si viene a recogerles algún familiar, pueden salir y darse un paseo pero no es lo habitual. Hoy hay clase de Inglés y Rosemary está especialmente atenta porque ella quiere ser profesora. “Tengo cinco hermanas y un hermano y me gustaría ayudarles a ellos en cuanto pueda ganar algo de dinero. La vida en el pueblo es muy dura”, dice con una media sonrisa.

Tienen muchas ganas de aprender y gradualmente los vemos cómo se van aceptando unos a otros y juegan juntos, se hacen amigos y a partir de ahí todo es más fácil

El sol aprieta sin piedad, pero los jóvenes no se quitan la chaqueta verde del uniforme y los calcetines. “Debemos ir bien vestidos a la escuela, no de cualquier manera, esta es una de las primeras cosas que aprendemos aquí”, dice Kayki Mallum, también de Chibok que sueña con encontrar trabajo en Abuja y quedarse en la capital cuando acabe sus estudios. “Hay de todo, grandes autopistas y edificios, centros comerciales, lugares donde ir a pasear sin miedo. Al principio se hace cuesta arriba, pero luego te das cuenta de que somos unas privilegiadas”, comenta.

La insurgencia de Boko Haram se ha reactivado en los últimos meses y ha provocado una nueva ola de desplazados internos y refugiados hacia los países vecinos. Los dos brazos armados de la organización se han atrincherado en la zona fronteriza con Camerún y en los alrededores del Lago Chad y siguen contando con capacidad operativa para golpear a la población. Más de 20.000 muertos y unos tres millones de personas huidas de sus hogares en la última década no son cualquier cosa. Sin embargo, no parece que vayan a poder doblegar el empeño y las ganas de salir delante de los jóvenes de Borno, Yobe y Adamawa que ya han dibujado un sendero por el que quieren transitar y que pasa, inevitablemente, por ir a la escuela.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/01/10/planeta_futuro/1547132072_395440.html

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Unicef: Más de 1.000 niños secuestrados por Boko Haram en Nigeria desde 2013

Nigeria/18 de Abril de 2018/La Vanguardia

Más de 1.000 niños han sido secuestrados en en el noreste de Nigeria por el grupo yihadista Boko Haram desde 2013, incluidas 276 chicas raptadas de su escuela en Chibok en 2014, denunció hoy el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).

Al cumplirse el próximo año cuatro años del secuestro de las muchachas de Chibok de un colegio de educación secundaria, Unicef exigió la liberaciónde «más de cien» que aún «tienen que retornar a sus familias», en un comunicado emitido en Abuya.

«El cuarto aniversario del secuestro de Chibok nos recuerda que los niños en el noreste de Nigeria continúan siendo atacados a una escala estremecedora», afirmó el representante de Unicef en Nigeria, Mohamed Malick Fall.

El ataque a una escuela de la localidad de Dapchi el pasado febrero, que se saldó con el secuestro de 110 niñas, de las que más de cien fueron liberadas en marzo y cinco han sido dadas por muertas, es «la última indicación de que hay pocos lugares seguros para los niños en el noreste (del país)», se indica en la nota.

«Estos ataques repetidos contra niños en escuelas son inadmisibles. Los niños tienen derecho a educación y protección, y el aula debe ser un lugar en el que estén a salvo», aseveró Fall.

Unicef subrayó que, desde que el conflicto de Boko Haram estalló en el noreste de Nigeria hace casi nueve años, al menos 2.295 maestros han sido asesinados y más de 1.400 escuelas han sido destruidas, la mayoría de las cuales no han podido reabrir.

Boko Haram, que en lengua local significa «la educación no islámica es pecado», lucha por imponer un Estado de corte islámico en Nigeria, país de mayoría musulmana en el norte y predominantemente cristiano en el sur.

Desde 2009, el grupo yihadista ha causado decenas de miles de muertos y ha provocado el desplazamiento de más de dos millones de personas.

Fuente: http://www.lavanguardia.com/internacional/20180413/442517041106/unicef-mas-de-1000-ninos-secuestrados-por-boko-haram-en-nigeria-desde-2013.html

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Nigeria: I Won’t Go to School Again, Says Escaped Dapchi Girl

Africa/Nigeria/allafrica

Resumen: El ataque por Boko Haram al Government Girls Science and Technical College, de Dapchi, Yobe State,  el penúltimo lunes, ha comenzado a pasar factura a la educación en el área, ya que algunos de los estudiantes que lograron escapar del secuestro de los insurgentes han dicho que no lo harían. volver al colegio. Las cinco chicas hablaron con el portal en línea, TheCable, cuando llegaron a la escuela para aclarar sus efectos personales.De hecho, una de las afortunadas estudiantes, Mariam Mohammed Miko, de 15 años, dijo que aunque esperaba ser una tecnóloga de la salud para poder ayudar a su comunidad, ya no regresaba a la escuela. Esto se produjo cuando el Gobierno Federal dijo, ayer, que todavía había informes contradictorios sobre el número real de estudiantes secuestrados por el Colegio Técnico de Ciencia de Niñas del Gobierno, Dapchi, Estado de Yobe, recientemente por terroristas de Boko Haram.

Hablando en la misma línea, Amina Abubakar Mohamadu, 15, quien es la primera de las tres hijas de sus padres, dijo que aunque no se retiraría por completo de la escuela, no volverá a su escuela actual.»No puedo regresar a esa escuela porque cuando llegaron, nos dijeron que vendrían otra vez. Ellos (Boko Haram) dijeron que esta es la primera vez que están en esa ciudad, que no sabían que hay la escuela en esa área, que si supieran, habrían hecho más que eso. Así que ahora, como sé que vuelven, no puedo volver allí.Ella, sin embargo, está dispuesta a ir a otra escuela.

De manera similar, Fatima Mohammed Bilau, 15, décimo hijo de una familia de 27, compartía temores similares sobre el regreso a la escuela, y enfatizó que, por el momento, había renunciado a la educación.Por su parte, Yagana Mustapha, de 14 años, dijo que solo volvería a la escuela, si el gobierno proporciona la seguridad adecuada.»Regresaré a la escuela, pero deje que el gobierno nos proteja, deje que el gobierno brinde seguridad», dijo.

Sobre sus compañeros que chocaron contra el automóvil perteneciente a los insurgentes, Yagana dijo: «No sabían que no eran soldados. Pensaban que los ayudarían. Por eso entraron en el automóvil. Algunos lloraban y gritaban. «


The five girls spoke with online portal, TheCable, as they arrived school to clear their personal effects.

In fact, one of the lucky students, Mariam Mohammed Miko, 15, said though she hoped to be a health technologist to be able to help her community, she was no longer returning to school.

This came as the Federal Government said, yesterday, that there were still conflicting reports on the actual number of students abducted from Government Girls Science Technical College, Dapchi, Yobe State, recently by Boko Haram terrorists.

Speaking in the same vein, Amina Abubakar Mohamadu, 15, who is the first of her parents’ three daughters, said though she would not completely withdraw from schooling, she won’t return to her present school.

«I can’t go back to that school because the time they came, they told us that they are coming again. They (Boko Haram) said this is the first time they are in that town, that they didn’t know there is school in that area, that if they knew, they would have done more than that. So now, as I know they are coming back, I cannot go back there.

She is, however, willing to go to another school.

Similarly, Fatima Mohammed Bilau, 15, the 10th child in a family of 27, shared similar fears about returning to school, stressing that for now, she had given up on education.

On her part, Yagana Mustapha, 14, said she would only return to school, if government provides adequate security.

«I will go back to school. But let the government protect us; let government provide security,» she said.

On her fellow students that ran into the car belonging to the insurgents, Yagana said: «They did not know they were not soldiers. They thought they will help them. That was why they entered the car. Some of them were crying and shouting.»

While she is grateful to God for her escape, she prayed for her friends’ return. She said: «I am happy to escape, but I feel sad for my friends and my wish for them is to come back.»

They came in unusual soldiers’ uniform

Narrating how the attack happened, another lucky student, Ajara Lawal, a 14-year-old SS2 student said at the school hostel that she came to pick some of her belongings.

«We heard gunshots. We were in the mosque. At first, we thought it was an explosion from the transformer. But the shooting continued, so all of us left the mosque and moved towards the school gate.

«When we got to the gate, we saw some people in soldiers’ uniform, but they didn’t look like soldiers, and then we ran back. Our principal was crying, she told us we were not safe that we should run towards the fence and run away,» she said.

Amina Abubakar Mohamadu, a 16-year-old, SS2 student, who has now returned to her father’s house in Damaturu, said she just had her dinner when the shootings started, adding that «we all ran out, but the principal told us to start running, that we are not safe.»

In her account, Yagana Mustapha said she was one of the girls at the mosque when they heard the gunshots.

«We ran to the gate. Then they (Boko Haram) lied, saying Boko Haram was attacking the village. ‘Come, come, I want to help you,» she explained.

How we escaped

Ajara in her account of how the incident happened, recalled: «They were wearing soldiers’ uniforms and they said ‘Come, come, we are here to rescue you.’ I even stepped my leg into the car, but my elder sister called and said, ‘can’t you see that Allahu Akbar is written on their car,’ that was how I ran out.»

Amina narrated her experience: «They deceived us. They came with three vans in army colours and they had army uniform, but they didn’t have army boots, that is how some of us identified them – through the slippers and their military trouser which did not touch the ground — three-quarter length.»

Yagana confirmed: «They wore soldiers uniform. I saw their car. They wrote Allahu Akbar on it. That is why I did not run into it.»

Sadia Mohammed Sanni, the third of 15 children, who said she wanted to be a doctor and currently in SS2, said: «Immediately the incident started, we started running. Our teachers helped us to cross the fence. I was raised to scale over the fence and ran to a neighbour’s house.»

The distance the girls must have covered to scale over the school fence cannot be less than five kilometres, given the huge landmass of the school.

«We ran, ran,» Ajara, who spoke through an interpreter, gesticulated with her hand. «Almost five kilometres.»

«Our teachers tried for us. They helped us to climb the fence,» Yagana added.

Amina is still horrified by the experience. Her father, a civil servant in Damaturu, said in the past one week, she often jerks in her sleep.

Schoolgirl bitten by a snake

«I slept in the bush that night. One of my friends was bitten by a snake. Some ran into houses. The next day, the local government chairman of Babangida and Dapchi came to see us and brought some of us back to our parents,» she recalled.

The girls said a teacher had a miscarriage as a result of the rush, while another had a fracture.

The UN has expressed outrage at the abduction of 110 schoolgirls of Government Girls Technical College, Dapchi, Yobe, by suspected Boko Haram terrorists.

UN outraged by Dapchi schoolgirls abduction – Guterres

Reacting to the attack and abduction of the Dapchi school girls, yesterday, Secretary-General of the United Nations, UN, Antonio Guterres, said in a statement by his spokesperson, Stephane Dujarric, that he «strongly condemns the abduction and attack.»

Guterres said he was gravely concerned over the situation of the school girls and their abduction and called for the immediate and unconditional release of all the missing girls and for their safe return to their families.

The UN chief urged the Federal Government to swiftly bring those responsible for the dastardly act to justice.

He reiterated the solidarity and support of the UN to the federal government and other affected countries in the region in the fight against terrorism and violent extremism.

The UN had earlier described the abduction as «another horrific incident where young women and girls are targeted by terror groups.

«We very much hope that the perpetrators will be brought to justice, and just as importantly, that the girls will be found and returned to safety.

«I think the fact that these young women were abducted in an educational setting, where they should have been safe, just adds to the horror of the story,» Guterres said.

There’s still conflicting report on number of girls,their identities–FG

The National Security Adviser, NSA, Major General Babagana Munguno, Retd, who said this while inaugurating a 12- man committee to unravel the circumstances leading to the kidnap of the school girls, tasked the committee not only to unravel the actual number of abducted girls but also their identities.

He described the abduction as worrisome, saying it was an embarrassment to the country at large.

«The committee is to determine the exact number of persons abducted alongside their identity as there are conflicting reports in this regard, to confirm the presence, composition, scale and disposition of security emplaced in Dapchi, as well as the school itself before the incident.

«The abduction of the school girls by the terrorists is a worrisome incident that requires deliberate, urgent and relentless efforts on the part of government.

«There has been conflicting reports from various quarters on the event that led to the abduction, the number of persons abducted, as well as their identities.

«This does not portray the country in good light. There have also been reports, especially in the social media which tend to support some level of inactivity by relevant organisations,» the NSA said.

Dapchi final year students to relocate to Nguru ahead of SSCE

Meantime, final year students of the college, will be temporarily relocated to Government Girls Secondary School, Nguru, to enable them prepare for the forthcoming senior secondary school certificate examination.

Yobe State commissioner for Education, Mohammed Lamin, disclosed this to TheCable, yesterday in Damaturu, the state capital.

«We are right now making arrangements for the SS3 students, to take them to GGSS Nguru, to prepare them for their examination which is coming up in March-April. The practical aspect of their exam will start around that time, and we don’t want them to miss any part of their examinations,» he said.

«Nguru is also a boarding school, but we are already taking steps to ensure security,» he said. According to him, only SS3 girls of the over 900 students will be relocated for now.

Fuente: http://allafrica.com/stories/201803010124.html

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The Sahel: Education against the odds

Africa/BurkinaFaso/globalpartnership.org

Resumen: En la región del Sahel, los efectos del cambio climático, con temporadas de lluvias cada vez menos predecibles, tormentas más potentes, inundaciones después de fuertes lluvias y condiciones de sequía durante meses, significan que miles de personas pueden verse afectadas repentinamente y perder sus medios de vida. existencia. Actualmente hay más de 10.5 millones de niños y jóvenes sin escolarizar, y más de medio millón de refugiados y desplazados internos. La presencia de grupos terroristas y milicias, la más notoria de las cuales es Boko Haram, dificulta la vida normal de las comunidades donde viven estos grupos. Todo esto impacta en la educación: las escuelas son destruidas, los maestros atacados, los niños secuestrados. Las personas deben moverse para encontrar lugares más seguros donde vivir y los padres pueden mantener a sus hijos en casa lejos de la escuela para que puedan ayudar a la familia a sobrevivir (ir a buscar agua, vender productos) o porque tienen miedo de enviarlos a la escuela. «En Burkina Faso, la educación en la región del Sahel no era fácil antes, pero ahora se ha vuelto aún más difícil. Se han atacado varias instalaciones educativas en el norte. Los maestros han quedado traumatizados. Las escuelas se han cerrado … Si tuviera una. El mensaje para transmitirlo es que ahora, más que nunca, necesitamos educación. Quienes están haciendo estas cosas quieren suprimir la educación, y si tienen éxito, ganan «. – Secretario general, MENA (Ministerio de Educación Nacional y Alfabetización), Dr. Yombo Paul Diabouga «En el pasado, estas personas atacaron las estaciones de policía y la gendarmería. Ahora hay ataques a las escuelas. ¿Por qué lo están haciendo? No lo sabemos. ¿Quizás quieren que se derrumbe todo el sistema educativo? Si destruyes el sistema educativo de un país, todo Cuando una escuela es atacada es el regreso de la ignorancia porque la gente huye. Es el retorno de la oscuridad «. – Marius Zoungrana, Director Regional para Preescolar, Primaria y Postprimaria en la Región Centro-Norte. En muchos países del Sahel, no se da acceso a la educación a demasiados niños, especialmente a los que viven en zonas rurales. Pero para las niñas, el desafío puede ser aún mayor. Se enfrentan a barreras culturales, desde el matrimonio temprano hasta las normas restrictivas de género que dictan que las niñas deben quedarse en casa para cuidar a otros niños y realizar tareas domésticas. Cuando las niñas se convierten en adolescentes, si han tenido la oportunidad de completar la escuela primaria, es posible que no continúen la escuela secundaria. Los padres pueden preferir pagar las tarifas escolares de sus hijos y mantener a sus hijas en casa. La falta de inodoros y agua en las escuelas significa que incluso aquellos que pueden irse a la casa durante sus períodos.


In the Sahel region, the effects of climate change, with rainy seasons becoming less predictable, more powerful storms, floods following heavy rains, and drought conditions for months at a time, mean that thousands of people can suddenly be affected and lose their means of existence. There are currently more than 10.5 million children and youth out of school, and more than half a million refugees and internally displaced.

The presence of terrorist groups and militias, the most notorious being Boko Haram, is making it hard for communities living where these groups operate to lead normal lives. All of this impacts education: schools are destroyed, teachers attacked, children abducted. People must move to find safer places to live and parents may keep their children home from school so they can help the family survive (fetching water, selling goods) or because they are afraid to send them to school.

«In Burkina Faso, education in the Sahel Region was not easy before, but now it has become even more challenging. A number of education facilities in the north have been targeted. Teachers have been traumatized. Schools have been closed… If I had one message to convey it is that now, more than ever, we need education. Those who are doing these things want to suppress education, and if they are successful, they win.» – Secretary General, MENA (Ministère de L’Éducation nationale et de l’Alphabétisation), Dr. Yombo Paul Diabouga

«In the past these people attacked police stations and gendarmerie. Now there are attacks on schools. Why are they doing it? We don’t know. Maybe they want the whole education system to collapse? If you destroy a country’s education system, everything will collapse. Where a school is attacked it is the return of ignorance because people run away. It is the return of darkness.» – Marius Zoungrana, Regional Director for Preschool, Primary, and Post-primary in Centre-Nord Region.

In many Sahel countries, accessing education is not a given for too many children, especially those living in rural areas. But for girls, the challenge can be even greater. They face cultural barriers, from early marriage to restrictive gender norms that dictate girls should stay home to take care of other children and do chores. When girls become adolescents, if they’ve had a chance to complete primary school, they may not continue to secondary school. Parents may prefer to pay the school fees for their sons and keep their daughters at home. Lack of toilets and water in schools mean that even those who can go stay home during their periods.

Deme Hatimi, 21, is a first-year teacher at Madrasa Nourdine in Burkina Faso. In much of the region, there is a severe lack of qualified teachers. It is difficult to get them to come to isolated areas, and the security situation further deters them. Most teachers there are not from the region and are young, inexperienced and unfamiliar with the language, culture, livelihood and lifestyle of the nomadic students they are teaching.

Yakouba Sawadogo is the director of Tanlouka Primary School, Boussouma, Centre Nord Region in Burkina Faso. He was previously posted at a school in a remote and difficult part of the Sahel, in an area «frequented by traffickers and highway men. There is no mobile network, and no clear road to go there so it’s easy to get lost. You have to cross the Beli River to reach the school—and if the boat isn’t there, you have to swim across. Housing is poor—usually a mud house constructed by the community. And where there is no housing for the teacher, they live in the classroom, dividing it with a curtain so they sleep on one side, teach on the other.»

«Female teachers are never posted to these schools,» says Sawadogo, «because it’s really difficult—even for the men. Most ask to leave after just one year.»

«At the start of each school year, we would do social mobilization,» says Sawadogo. «Teachers would visit houses to enroll the children. So things would be okay at first. You might have 20 or 30 students in your class, but as time went by more and more would drop out. By the fourth or fifth year, out of the original 30 you might have only five left. We need a strategy to keep students in school.»

In Burkina Faso, the Sahel region lags behind the rest of the country. «Nationwide, the enrollment rate is 71.1% in primary. In the Sahel it is 46.9%. In post-primary, the gross enrollment rate 25% nationally and in the Sahel it is 8.1%. In secondary school, nationwide it is 15% and in the Sahel it is 2.6%. These figures are very telling and frightening indeed.» – Amadou Sidibe, Franco-Arab Bilingual Primary Education Support Project (PREFA).

GPE is working with the government of Burkina Faso on infrastructure in remote areas, teacher training, Franco-Arabic schools, and reaching those who are out of school in remote areas. «GPE funding represents 70% of all external funding that we receive for education. This funding has made it possible for us to invest a lot in education.» – Dr. Yombo Paul Diabouga, Secretary General, MENA (Ministère de L’Éducation nationale et de l’Alphabétisation).

Learn more about GPE’s support to Burkina Faso

Photo credits: GPE/Kelley Lynch

Fuente: https://www.globalpartnership.org/blog/sahel-education-against-odds

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