Oceanía/ Australia/ 07.01.2020/ Fuente: www.lamarea.com.
Desde hace dos años, el caudaloso río Darling ha quedado reducido a una hilera de charcos amarillentos que apestan a pesticida y putrefacción. Los cadáveres de ganado y peces se amontonan en sus márgenes. El millar de habitantes de Menindee, una de las poblaciones más afectadas por la sequía –a unos 800 kilómetros al oeste de Sidney (Australia)–, acusan al gobierno central de haber agravado la situación con la extracción masiva de agua para los cultivos de regadío. Australia, uno de los grandes exportadores de trigo, ha tenido que importarlo este año para garantizar la demanda de consumo.
El caudal de Darling, un río de más de 2.800 kilómetros de curso, registra sus niveles más bajos desde que empezaron a registrarse en 1.900. El gobierno sigue sin dar respuesta a la situación desesperada de comunidades que dependen del mismo para sobrevivir.
En los últimos meses, las pocas familias que pueden permitírselo han tenido que empezar a comprar agua embotellada para bañar a los bebés porque la del grifo, denuncian, les irrita la piel. También se han visto obligados a dejar de pescar, una de sus principales fuentes de subsistencia, porque el poco pescado que queda sabe a barro.
Las comunidades indígenas de la zona han celebrado rituales tradicionales para intentar atraer la atención sobre su situación crítica. En la iglesia anglicana de la aldea organizan rezos para pedir la sanación de las aguas.
Mientras, los incendios en Australia, por los que por primera vez se ha declarado la alerta «catastrófica», han arrasado más de tres millones de hectáreas y se han cobrado la vida de, al menos, 17 personas.