Hemos perdido el presente

Por: Lidias Falcón

Ha sucedido lo peor: se ha firmado el Pacto de Estado contra la Violencia de Género, aprobado por la mayoría de las formaciones políticas del Parlamento. En consecuencia, ya podemos perder toda esperanza de mejorar la dramática situación que padecemos de maltrato a mujeres y niños, feminicidios, infanticidios, violaciones y entrega de menores a padres maltratadores, con la impunidad de los acusados que seguirán disfrutando del beneficio de la presunción de inocencia, mientras las víctimas mantienen la sospecha de presentar denuncias falsas.

No hay nada peor que una mala ley.  Como dice Concepción Arenal, “no hay  nada que desanime más al ciudadano que la injusticia hecha en nombre de la ley”. Si no tuviéramos ninguna seguiríamos luchando por ella, pero ahora, con este engendro que han parido las formaciones políticas se contentarán todos: las secciones femeninas de los partidos, el Movimiento feminista, los observatorios, centros de la mujer, asistentas y trabajadoras sociales, y hasta las propias víctimas que no saben lo que les ha pasado.

Ese llamado pomposamente Pacto de Estado no es más que un conjunto de indicaciones y consejos, sin valor impositivo, que consigue únicamente aumentar, y poco, las ayudas económicas a las víctimas. Lo que no se propone es evitar que haya víctimas. Cuando la pobre madre de los niños Ruth y José Bretón, asesinados por su padre, se muestra satisfecha con la promesa que realiza el pacto de considerarla víctima y por tanto con derecho a ser compensada con algún dinero, muestra la resignación con que las mujeres aceptan este penoso papel de sometidas al poder patriarcal que decide de su vida y de su muerte. Ruth, la madre, no reclama una indemnización al Estado por haberla obligado a entregar sus hijos a un asesino ni responsabilidades personales al juez que dictó semejante resolución. Ni tampoco ninguna de las madres a las que ha sido arrebatada para siempre la felicidad, cuando el padre o pareja ha matado a los niños con la impunidad que le otorgaba el poder judicial.

Únicamente Ángela González Carreño llevó adelante la reclamación hasta Naciones Unidas por el asesinato de su hija Andrea a manos de su padre, después de presentar 51 denuncias pidiendo que no se le dejara al padre la niña a solas, y cuando diez años más tarde ha sido condenado el Estado español a indemnizarla no lo ha cumplido.

De las 140 o 150.000 denuncias, según los años, que se presentan cada año en España por maltrato, el 55% se archivan sin más trámite. Del 45% restante se condena al 70%, la mayoría de las sentencias por acuerdo entre el fiscal y el acusado, a penas inferiores a 2 años que no se cumplen. En definitiva, solamente son encarcelados el 13% de los agresores, y siempre que las lesiones hayan sido suficientemente graves, a criterio del juez, para merecer tal tratamiento.

Y únicamente me refiero a los malos tratos físicos, los psicológicos son prácticamente imposibles de probar. Tampoco las palizas resultan tan evidentes cuando se producen en el interior de la vivienda, sin testigos. Incluso sigue en discusión si el asesinato en la soledad del hogar puede tener la agravante de alevosía, teniendo en cuenta que la víctima no puede acudir a nadie para pedir ayuda.

Pero ante esta patética indefensión lo único que aprueba el Pacto de Estado es hacer encuestas y estadísticas, cursos en los colegios, proporcionar ayuda psicológica, aumentar los centros de acogida, proporcionar más trabajadoras sociales y derivar  fondos económicos a los ayuntamientos donde se atenderá a las denunciantes. Crear un colectivo cada vez mayor de demandantes de ayuda, en esa caridad organizada por el Estado que son los asuntos sociales, en vez de que se imparta justicia.

Y poco sociales, porque los sectores más desfavorecidos como discapacitadas, transexuales, prostituidas, emigrantes, refugiadas, no tienen tratamiento especial en ese interminable texto de 230 disposiciones.

Ya escribí hace poco tiempo que todo no es dinero para compensar la indefensión y la injusticia que están padeciendo mujeres y niños maltratados. Que con dinero no se van a acabar las sentencias injustas, la doble victimización que padecen cuando los procedimientos judiciales se eternizan, las sospechas de jueces y  fiscales que recaen sobre las denunciantes, los informes de psiquiatras y psicólogos afirmando que las acusaciones son falsas y que la madre padece el Síndrome de Alienación Parental, la entrega de los menores a un padre maltratador o abusador sexual y las absoluciones por falta de pruebas porque la denunciante, aterrada ante la doble victimización  de la justicia retira la denuncia o se niega a declarar.

Porque ni aún la anulación del “perdón de la ofendida” se ha podido aprobar, cuando esta es una facilidad otorgada por los códigos penales patriarcales para que el acusado salga libre. Vean, para que tengan un conocimiento más preciso de lo que son capaces de escribir los políticos, lo que han acordado en relación a este tema:

“Medida 117.- Evitar los espacios de impunidad para los maltratadores, que pueden derivarse de las disposiciones legales vigentes en relación con el derecho de dispensa de la obligación de declarar, a través de las modificaciones legales oportunas.”

Cómo se comprueba los redactores del texto legal no dominan ni la sintaxis ni la concordancia. Eso sí, dejan claro que no piensan cambiar un ápice la situación actual.

El Pacto de Estado tenía en sí mismo su propia inoperancia. Exigiendo que todos los partidos políticos se pusieran de acuerdo era evidente que únicamente podía aprobar un texto desleído que contentara a los machistas de Ciudadanos, a los patriarcales del PP y a la facción irredenta del PSOE, tan enamorados como están con su Ley contra la Violencia de Género, a la que atribuyen todas las virtudes, aunque haya demostrado sobradamente su inutilidad.

Lo más inaceptable de este pacto es que no haya igualado a todas las víctimas. Manteniendo la distinción entre mujeres ligadas sentimentalmente al agresor y las que no, deja al albur del Código Penal a un enorme universo femenino que carece de protección. Madres, suegras, cuñadas, hijas, vecinas, compañeras de trabajo, desconocidas y prostitutas son consideradas ajenas a la violencia de género, esa extraña calificación con la que han distinguido los legisladores a las que padecen la violencia machista, y que por razón de esta categoría semántica se merecen más atención y cuidados que las demás.

Pero lo peor no es que se haya aprobado un mal plan, con ser mala cosa, sino que servirá para que en diez años más no se mueva una coma de esa inútil Ley de Violencia, porque los responsables políticos considerarán que ya han hecho el enorme esfuerzo de reunirse durante nueve meses, cobrando dietas, para discutir interminablemente las gurruminas del redactado del texto, escuchar e interrogar a los 80 expertos que han convocado en este tiempo, atender entrevistas y ruedas de prensa, dar toda la publicidad posible a su enorme esfuerzo, alentar las esperanzas y expectativas de las víctimas y de las asociaciones que las defienden, y por tanto no van a repetir tan múltiples y duros trabajos en una década, cuando hayamos sumado mil mujeres asesinadas y cien niños más a esta macabra estadística. Es decir, que no hemos perdido el futuro sino el presente. 

Al ser inaceptable el texto de ese Pacto el grupo de Unidos Podemos tampoco debía haberse abstenido. Era preciso que se opusiera rotundamente, puesto que no iban a aprobarlo.

La abstención es semejante al limbo en que el antiguo dogma católico situaba a los niños no bautizados, y teniendo en cuenta la gravedad de los hechos que se estaban analizando y el poder que tienen las formaciones políticas que se sientan en el Parlamento, resulta patético que una de ellas, la que se pretende más a la izquierda y más feminista se  quede en el limbo.

Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2017/10/03/hemos-perdido-el-presente/

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Entrevista: Así viven su religión las jóvenes musulmanas valencianas

Así viven su religión las jóvenes musulmanas valencianas

Una socióloga de la Universidad de Alicante entrevista a 20 alumnas de origen marroquí, que resumen su visión del islam

Cuando el islam forma parte de las preocupaciones actuales en Europa, una investigación de la Universidad de Alicante (UA) analiza el significado que tiene ser musulmanas para las hijas de la inmigración marroquí en España, abordando la cuestión religiosa desde la perspectiva y la mirada de las jóvenes estudiantes.

El trabajo lo ha desarrollado la investigadora María Jiménez Delgado, profesora del departamento de Sociología y directora del Observatorio Sociológico de la Educación de la UA a partir de entrevistas en profundidad a 20 estudiantes de origen marroquí: diez de educación secundaria y bachillerato del norte de Alicante, y otras diez estudiantes de esa universidad.

Los resultados de las entrevistas, que se publican en la revista Feminismo/s, recogida por la agencia SINC, revelan que las entrevistadas hacen una «resignificación» crítica y personal del islam, resumida en una expresión que repiten muchas de ellas: «Soy musulmana a mi manera».
«Esta percepción de su propia religiosidad está condicionada por el género y conecta con una visión transnacional del hecho religioso que deja de vivirse como un fenómeno preferentemente cultural e identitario», dice la autora, que añade: «Se convierte así en una vivencia íntima y espiritual, en consonancia con la noción de Dios personal de la postmodernidad, definido por el sociólogo alemán Ulrich Beck como la individualización de la religión».

Estas jóvenes forman parte de lo que la profesora define como «generación puente», «mujeres que mayoritariamente han nacido en Marruecos o Argelia pero que han crecido y se han formado en la sociedad española, que siguen estudios postobligatorios y que están empeñadas en elegir su propia vida y en crear puentes en vez de construir muros».

Según el estudio, para la mayoría de las entrevistadas la religión es una parte más de sus vidas al tiempo que no rechazan la cultura de origen, en la mayoría de los casos, sino que reinterpretan y reconstruyen la herencia familiar.

Antes que marroquíes o españolas
«Soy musulmana porque he nacido en una familia musulmana, si hubiera nacido en una familia cristiana, sería cristiana» y «yo soy musulmana pero acepto también lo que dicen las otras culturas y me gustaría saber cómo son; me gusta transmitir lo que sé y que la gente me transmita lo que yo no sé», afirman dos de las entrevistadas.

Algunas de ellas se sienten musulmanas antes que magrebíes, marroquíes y/o españolas. La importancia de la adscripción religiosa está relacionada con los procesos de socialización familiar, con la edad que tenían cuando llegaron a España, con la mayor o menor trayectoria en el sistema educativo español y con la percepción del barrio en el que viven, principalmente.

Las jóvenes musulmanas no reclaman clases de su religión o mezquitas en su barrio, pero sí un mayor conocimiento del islam y el contexto de sus familias. «Las jóvenes que se incorporaron tardíamente al sistema educativo y que tienen la percepción de vivir en barrios con graves procesos de segregación tienden a resaltar su pertenencia religiosa por encima de otras como la nacionalidad», recoge Delgado.
En líneas generales parecen tener una visión más tolerante y cosmopolita cuando reclaman y proponen una formación plural en la que todas las religiones tengan cabida desde una perspectiva histórica y sociológica, sin adoctrinamiento.

«En las escuelas yo creo que tienen… tienen que hablar de todas las religiones, porque hay que saber un poco de todo. Por ejemplo, aquí en España, los españoles no saben nada de mi cultura de origen. Yo sí que sé algo de la cultura de aquí y de la religión», apunta la estudiante de tercer curso de Traducción e Interpretación.

Fuente: http://www.levante-emv.com/comunitat-valenciana/2017/08/20/viven-religion-jovenes-musulmanas-valencianas/1606359.html

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Italia abre el debate: ¿es necesaria la baja por menstruación?

Italia/03 abril 2017/Fuente: Smoda

En Japón la ley la contempla como derecho desde 1947. Preguntamos a varias expertas las consecuencias positivas y negativas de una medida de este tipo.

Italia podría convertirse en el primer país occidental con una política de “baja menstrual” para las mujeres trabajadoras. Así lo propone el proyecto de ley presentado hace unos días por cuatro legisladoras (Romina Mura, Daniela Sbrollini, Maria Iacono y Simonetta Rubinato) del Partido Democrático. La cámara baja del Parlamento italiano ya ha empezado a discutir la propuesta que, de ser aprobada, obligará a las empresas a conceder tres días al mes de baja remunerada (con el 100% del salario diario) a las empleadas que sufran dolor durante la regla. Las trabajadoras tendrán que pasar un control médico anual que certifique que sufren dismenorrea, nombre con el que se conocen las menstruaciones difíciles y dolorosas. La medida afectaría tanto a contratos a tiempo completo como parcial, permanentes o temporales ya sea en empresas públicas como privadas. Aunque a priori la medida podría parecer beneficiosa para las trabajadoras, está generando un airado debate en el país transalpino. ¿Podría repercutir en un descenso de las contrataciones femeninas por parte de los empresarios? ¿Debería darse por sentado que es un derecho quedarse en casa cuando se tienen dolores?

 En contra

La revista femenina Donna Moderna considera que podría provocar que “los empresarios prefieran contratar a hombres en lugar de a mujeres”. Una opinión similar a la que sostiene Daniela Piazzalunga, economista que ha analizado el lado negativo de la medida para The Washington Post. “Las mujeres ya se están tomando días libres a causa de los dolores menstruales, pero la nueva ley permitiría que lo hicieran sin necesidad de utilizar las bajas por enfermedad u otros permisos. Sin embargo, si la ley se aprueba podría tener repercusiones negativas: la demanda de mujeres trabajadoras podría disminuir o podrían ser penalizadas en términos salariales o de ascenso”, defiende. Según apunta la escritora feminista Miriam Goi en la edición italiana de Vice, también existe el peligro de que, en lugar de romper tabúes sobre la menstruación, la medida acabe “reforzando los estereotipos sobre las mujeres y su condición emocional y hormonal en esos días”.

A favor

Los entusiastas de la medida la consideran un signo de progreso y resaltan la importancia de reconocer el dolor femenino en un país en el que entre el 60 y el 90% de las mujeres sufren dismenorrea. “La propuesta es un gesto humano que reconoce el dolor que muchas mujeres tienen que soportar durante el ciclo menstrual, apunta en su canal de Youtube Irene Facheris, fundadora de la web feminista Bossy. La edición italiana de Marie Claire también se ha posicionado a favor definiendo la propuesta de ley como “estandarte del progreso y la sostenibilidad social”.

Erika Irusta, pedagoga especializada en educación menstrual y autora del blog El camino de Rubí así como de varios libros al respecto, comparte su opinión con S Moda: “Lo primero que hay que aclarar es que la regla en sí no debería producir dolor. Cuando duele se denomina dismenorrea y siempre existe un motivo detrás que es necesario averiguar y tratar. Por tanto, ¿acaso una persona que sufre una enfermedad crónica mensual no merece tener derecho a una baja? ¿No veríamos normal que un hombre que padezca algún tipo de enfermedad crónica se quede en su casa?”, se pregunta la experta. “Es una dicotomía muy dura la que se plantea a las mujeres. El problema no es nuestro cuerpo sino que tengamos que elegir entre dos horrores: ir a trabajar con dolores y aguantar la jornada a base de medicamentos que solo anestesian los síntomas y ni siquiera tratan el problema o enfrentarnos a que no nos quieran contratar”, afirma contundente. Según Irusta, es “aberrante que el foco se ponga en nosotras” e incluso para las empresas sería positivo tomar medidas que ayuden a sus empleadas a lidiar con los dolores menstruales. “Tratarlas como seres humanos en lugar de como ordenadores que se reemplazan cuando se estropean haría sentir a las trabajadoras más afines a su empresa y mejoraría su rendimiento laboral”.

Italia plantea tres días al mes de baja remunerada por dolores menstruales.

Yolanda Besteiro, presidenta de la Federación de Mujeres Progresistas, confiesa a S Moda que es complicado situarse en uno de los bandos. “Por un lado, en una realidad ideal, es una gran medida sin ninguna duda. Pero teniendo en cuenta que vivimos en un mundo en el que te pueden despedir simplemente por ser madre, está claro que una baja de este tipo podría perjudicar a las mujeres”, explica. Precisamente en Italia casi una cuarta parte de las mujeres embarazadas son despedidas durante el embarazo o justo después de dar a luz (a pesar de que sea ilegal), tal y como recoge un informe realizado por ISTAT, el instituto nacional de estadística italiano. Según explica The Washington Post, los empresarios del país muestran reticencia a contratar a mujeres y a mantenerlas en el puesto después de que sean madres. Esto se traduce en que Italia tenga una de las tasas más bajas de participación femenina en el mercado laboral de Europa. Sólo el 61% de las italianas trabaja, bastante por debajo de la media europea situada en un 72%.

La baja menstrual en otros países

Si finalmente la propuesta de ley se aprobase, Italia sería el primer país de la Unión Europea en adoptar esta política, mucho más popular en los países asiáticos. En Japón la ley que regula las bajas laborales de este tipo –’seirikyuuka, que se traduce como “derecho fisiológico”– data de 1947; en Taiwán existen desde 2013 tres días adicionales por la regla a la baja pagada; en Corea del Sur se aprobó en 2001 y en Indonesia las mujeres tienen derecho a dos días al mes por los efectos generales (no se distingue entre físicos o psíquicos) de la menstruación. Incluso algunas multinacionales como Nike u otras más pequeñas como Coexist en Bristol han adoptado la medida como parte de su política interna para que sus trabajadoras puedan coger unos días libres durante el periodo. ¿Estamos cerca en España de plantearnos medidas de este tipo? Tanto Irusta como Besteiro coinciden en que es poco probable y que aún nos queda un largo camino por recorrer. Así lo resume la primera: “La menstruación es política pero después de la que se lió con la copa menstrual y los pocos avances que hay en la higiene femenina, creo que aún estamos lejos”.

Fuente:http://smoda.elpais.com/moda/actualidad/italia-baja-remunerada-regla/

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