Colombia. La falacia de la alternancia

Por: Vida Digna

Cuando hablamos de educación en tiempos de pandemia, lo primero que se nos viene a la mente es la educación virtual, pero qué lejos estamos en Colombia de que esto sea una realidad para la mayoría de los sectores populares. Según el DANE, para el 2018 solo el 53% de los hogares colombianos contaba con algún tipo de conectividad a Internet. De este porcentaje, más del 80% están ubicados en zonas urbanas. A estas cifras, se debe sumar la ausencia de dispositivos tecnológicos en los hogares. Es evidente, entonces, que los estudiantes no cuentan con las herramientas necesarias para acceder a los procesos de formación modelo virtual.


Por MAIS-Fuerza Nacional Magisterial -FUNAMA- Risaralda*. Hace unos días, escuchábamos al exrector de la Universidad Nacional de Colombia, Moisés Wasserman, afirmar en varios medios de comunicación del país, la necesidad de retornar de inmediato a las aulas de clase. Estamos de acuerdo, Wasserman, necesitamos retornar a las aulas de clase: la educación primaria y secundaria bajo los términos actuales es una catástrofe. Lo que pasa, mi querido Moisés, es que los colegios en Colombia no están preparados para afrontar una educación bajo las condiciones del momento, debido, principalmente, a que la inversión necesaria para hacerlo no existe ni siquiera como proyecto del Gobierno Nacional, el cual ve a la educación básica como un gasto que, de ser posible, debe reducirse a su mínima expresión.

Ávila, uno de los directivos de la Federación Colombiana de Educadores -FECODE-, en el 2018, explicaba que la Ley 715 de 2001 y la Ley 1176 de 2007 constituyen ejemplos de cómo el Estado somete la financiación del sector educativo a tres reglas mercantiles: políticas de ajuste fiscal, presupuesto dependiente de las fluctuaciones de la demanda y aumento de las responsabilidades locales en el gasto público.

 

Movilización de la FECODE

Nos encontramos entonces ante un panorama muy complejo, dado que el llamado a la presencialidad bajo el modelo de alternancia coincide con el momento más agudo de la pandemia del Covid-19, en términos de contagios y muertes a nivel nacional[1]. Resulta un exabrupto que, precisamente, en el momento en que se retoman medidas para aumentar el distanciamiento social en Medellín, Cali, Bogotá y demás ciudades capitales, el gobierno nacional llame a retomar la presencialidad en los colegios públicos y privados.

El modelo de alternancia –propuesto desde el Ministerio de Educación Nacional (MEN) como una forma de educación semipresencial- representa para las instituciones educativas un sinnúmero de adecuaciones en su planta física (de por sí ya en precarias condiciones), aumento de personal de servicios generales y de salud (¿Cuántos colegios cuentan con enfermería?) y reformas organizativas de horarios, espacios y todas las contingencias que traiga consigo la denominada alternancia. Ante estas nuevas necesidades que aparecerían en caso de tener que volver a las instituciones, se nos plantea un interrogante interesante frente a los recursos económicos que se necesitan para hacer todo este tipo de adecuaciones, ya que hemos escuchado a varias secretarías de educación decir que están al tope en gastos, entonces ¿de dónde va a salir el dinero?

No son claros los motivos por los que el gobierno nacional llama a retornar a las aulas en medio de la pandemia y sin recursos económicos para garantizar la bioseguridad de la comunidad educativa que regresaría a las instituciones. Por eso, surge la hipótesis de que el gobierno sabe que no es viable, dado que ellos no van a poner los recursos para la alternancia, pero, que será el magisterio, conociendo la irresponsabilidad de este llamado, quien cargará la cruz de que los niños y las niñas de este país no retornen al aula de clases. FECODE ha denunciado públicamente el llamado a la alternancia al reconocer en él una insensatez y un atentado a la vida y a la salud de los estudiantes y sus familias. La Federación tiene claro que, en estos momentos, la prioridad es defender la vida y extremar precauciones y cuidados en cada uno de los hogares colombianos.

Al parecer, el gobierno nacional quiere lavarse las manos y culpar al magisterio por la crisis que vive la educación hoy en día. El planteamiento anterior tiene asidero en varias medidas tomadas por las secretarías de educación municipales y departamentales, las cuales -tras el llamado a la alternancia- no prepararon ninguna clase de protocolos ni se volcaron a hacer análisis rigurosos de la situación en cada una de las instituciones educativas. La negligencia estatal se evidencia en el intento de cubrir con una encuesta virtual a madres y padres de familia la consulta a las comunidades en torno al retorno de los estudiantes a las clases presenciales.

Claro está que, frente al llamado sensato de decirle no a la propuesta inviable de la alternancia, se mostrará al magisterio como el gran villano. Pero aquí los canallas son otros y no están en las aulas de clase, sino en los escritorios de los ministerios del gobierno nacional.

Cabe entonces preguntarnos alternativas que contribuyan de manera significativa a la actual crisis de la educación dada por la contingencia de la pandemia. Pero estas soluciones requieren de una inyección de recursos significativa, teniendo en cuenta las cifras que nos arroja Julián de Zubiria en su columna titulada “La educación en tiempos de cuarentena”, dado que “el 4% de los municipios tiene buena conectividad, el 63% de los bachilleres del 2018 no tenía acceso a Internet desde sus hogares y, en las zonas rurales, tan solo el 9% de los jóvenes disponen de computador.”[2] Ante este panorama, el llamado al gobierno debe ser a que garantice la conectividad plena de los casi 10 millones de estudiantes de básica primaria y bachillerato. La inyección de recursos debería ir orientada a la generación de unas condiciones dignas que permitan que los y las estudiantes del país tengan acceso a Internet y puedan integrarse a los procesos educativos sin arriesgar su vida ni la de sus familias.

Aunado a lo anterior, otra de las problemáticas de la educación básica en Colombia es que las y los maestros fuimos enviados a la arena sin las herramientas necesarias para afrontar esta ardua tarea. No existe formación frente al uso de las diferentes herramientas tecnológicas para enfrentar las crisis, así, a muchos nos ha tocado echar mano de mil tutoriales de internet y de familiares y conocidos con conocimiento sobre estas plataformas. Si bien la autoformación es un compromiso personal, el Estado colombiano no se puede lavar las manos ni justifica la incompetencia y la total desidia que ha tenido con la capacitación docente para afrontar esta pandemia.

Quedan planteadas más preguntas que certezas frente a la forma como se debe afrontar la crisis, pero debemos tener en cuenta que la alternancia nunca fue una opción que el gobierno quisiera implementar de forma seria. Esta propuesta constituye una nueva cortina de humo que sirve de excusa para argumentar que es el magisterio quien no quiere volver a clases.

La educación debería ser una prioridad en la agenda nacional y, por lo tanto, el gobierno debería dejar de culpar al magisterio y dedicarse a cerrar la brecha tecnológica que desnudó la pandemia, a cumplir y ampliar el Programa de Alimentación Escolar -que hoy día se convirtió en la principal entrada de alimento de cientos de miles de familias- y a invertir en capacitación docente para garantizar los procesos académicos en el país. La solución de esta crisis educativa requiere de un compromiso real por parte del gobierno y de una presión constante de los docentes, estudiantes y sus familias, quienes deben aunar esfuerzos en la exigencia de educación digna que no ponga en riesgo sus vidas.

*Fuerza Nacional Magisterial -FUNAMA- es un espacio de confluencia de maestras y maestros donde, desde las prácticas pedagógicas ligadas a diversas dinámicas de construcción popular en el territorio nacional, se busca la garantía de la educación como derecho y la transformación del modelo actual de país.


[1] Más de 10 mil contagios diarios y 300 muertes al día (última semana del mes de julio)

[2] Tomado de: https://www.semana.com/opinion/articulo/la-educacion-en-tiempos-de-cuarentena-columna-de-julian-de-zubiria/661969

*Fuente: https://kaosenlared.net/colombia-la-falacia-de-la-alternancia/

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Diversidad…

Por: Montserrat Ponsa

No me gusta hablar de orgullo gay. Tampoco  de la palabra orgullo ni de la gay. Somos diversidad.

Iguales en las diferencias, este ha sido siempre mi lema de vida. Seres humanos cada cual con su pensamiento-idiosincrasia, hombres mujeres ávidos de vida, de amor, de paz, de trabajo. Algunos, por su lugar de nacimiento, con más posibilidades, o tal vez por la familia en la que han nacido con mejores expectativas de educación, de opciones de educación-alimentación-sistema de vida. Exijamos EDUCACIÓN para todos. Sin Educación no habrá futuro.

Quienes hablamos de Cultura de Paz defendemos que TODOS SOMOS IGUALES, con unos mismos derechos deberes. Que quienes dirigen nuestras vidas, los políticos, deberían trabajar para que todos tuviéramos las mismas oportunidades a partir de una buena educación gratuita, que preparase a nuestros jóvenes. No olvidemos que son el futuro, para un mañana mejor para ellos y sus familias, pero también para la Sociedad. Un futuro en el que nadie quede postergado.

He dicho, de entrada, que NO me gustan las palabras orgullo, ni gay.

¿Orgullo?

¿Quién puede tenerlo y disfrutarlo si ve a su lado tanta injusticia? Personas entre las cuales ancianos y niños sin un techo bajo el cual vivir. Faltos de una cama donde dormir, de comida para saciar su hambre mientras otros gozan de abundancia, sin acordarse de los que sufren también en nuestro país, sin necesidad de ir a lugares lejanos.

Orgullo, que debería ser punto de partida para ayudar a cambiar leyes que procuren-exijan, trabajo decente con precios racionales, NO de 5 euros hora como muchos pagan a quienes tienen bajo su responsabilidad. Pura vergüenza, también en Catalunya.

Orgullo, que debería ser para dar la mano y ayudar a encontrar el futuro a quienes, solos, no son capaces de hacerlo. Tenemos tristemente un enorme censo de gente joven preparada, que debe salir allende los mares para asegurar su por-venir lejos de los suyos. Éste no es el país que anhelamos, Sí, el que debemos conseguir.

¿Gay?

Podríamos enumerar muchos calificativos pero solo se habla de uno solo para enjuiciar de forma peyorativa, vejatoria, ignominiosa a aquellas personas que sienten atracción por personas de su mismo sexo. A quienes así actúan –demasiados- siempre les hago la misma reflexión: ¿Cuál sería tu actitud- respuesta si uno de tus hijo/as te dice que es gay? Solo en una ocasión, un buen amigo, padre de larga familia, me respondió que lo borraría de la lista familiar. ¡Increíble! Se decía católico. Tenía bastante poder político-económico.

Fui Juez de Paz de mi pueblo bastantes años. Estoy convencida de que fuimos el Municipio donde se hicieron las primeras bodas del mismo sexo. Me siento honrada de haber podido acompañarles. Escuchar sus historias era escalofriante. Se repetía en todos: “He sufrido mucho, lo descubrí cuando tenía pocos años. Tuve problemas en la escuela, con la familia, con los amigos. Luego en el trabajo. Siempre estuve en cuarentena.” Todos pusieron en la cabecera de su cama una foto del Presidente Rodríguez Zapatero agradeciéndole aquella ley que los aceptaba cual son.

Propongo discutir sobre algunos temas, que, a manera de pandemia, afectan a demasiados sin que, ni médico ni cura les aplique la receta oportuna para su curación. Los dejo en el aire para que cada cual se aplique en descifrarlos y, por qué no, discutirlos públicamente en un intento de encontrar el remedio oportuno o que, algún investigador, dedique su saber en descubrirlo.

DESFALCO. SOBORNO. COMISIONES BANCARIAS ILEGALES. FRAUDE. SUELDOS IRREVERENTES.

Quienes los practican, viven a cuerpo de rey, nadie les echa de su lado, contrariamente se arriman a ellos para intentar recoger alguna miga. ¡Vergonzante!

Fuente: http://diario16.com/diversidad/

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