Cuando dejas de aprender, dejas de vivir

Por: Javier Martínez Aldanondo

¿Te has preguntado alguna vez hasta qué edad quieres vivir? OK, no nos pongamos tan dramáticos. Una pregunta menos comprometida. ¿Sabes qué te hace ilusión? Eso sí que lo debieses tener claro. Tal vez apoyar a tus hijos en su desarrollo, re encantar tu vida de pareja, progresar en tu profesión, disfrutar un hobby, volcarte en el servicio a otros, profundizar en tus creencias y cultivar tu lado espiritual… Sea cual sea el desafío que te hayas propuesto o tengas previsto plantearte, necesitarás aprender para alcanzarlo. Pero si no hay nada que te haga ilusión, si consideras que ya no merece la pena aprender nada más, entonces es que, independientemente de tu edad, estás muerto en vida.

¿Por qué es importante aprender? Empecemos por lo más obvio: No puedes hacer nada si antes no lo aprendes. Y no aprendes nada que no quieras aprender y que por tanto, te interese. Por eso es tan trascendental explicitar tus intereses de forma consciente. Aprender es un medio para lograr un fin. Cuando conozco mis objetivos (lo que me interesa), entonces aprender se convierte en una herramienta que me ayuda a acercarme o a conseguirlos. Y es entonces cuando estoy motivado para aprender.

Por otra parte, hay casos en los que no aprender, conduce irremisiblemente a perder la vida. El martes 17 de febrero de 2009 (verano en el cono sur), Emma Velasco de dos años de edad, hija menor del Ministro de Hacienda y de una conocida presentadora de televisión, cayó en la piscina de una casa de veraneo y comenzó a ahogarse. Minutos después, su Nana, Juana Reyes, percatándose de la situación, saltó a la piscina para rescatarla y trató de reanimarla aplicándole primeros auxilios. Tras unos momentos de gran confusión, la pequeña fue trasladada a un hospital donde ingresó en estado grave por asfixia por inmersión. La noticia acaparó la atención de todos los medios de comunicación y conmocionó al país entero. Emma pasó varios días en la UCI debatiéndose entre la vida y la muerte mientras sus angustiados padres recibían innumerables muestras de apoyo. Al cabo de unos días de gran tensión, Emma se recuperó y salvó la vida. ¿Porque Juana pudo salvar la vida de la pequeña Emma?

Obviamente, tenía un conocimiento crítico (sabía nadar) que había aprendido antes, pero tenía otro conocimiento igualmente crítico que jugó un papel crucial en este caso: Sabía primeros auxilios, lo que hizo posible que Emma no quedase con ninguna secuela neurológica. ¿Y por qué se moría Emma? Porque le faltaba ese conocimiento crítico, no sabía nadar. ¿Cuál es la mejor solución para evitar ese tipo de tragedia? ¿Colocar una valla alrededor de la piscina? ¿Asegurarse de que siempre haya un adulto presente? ¿Instalar una alarma que avise de la caída de cualquier objeto al agua? No, la mejor respuesta siempre tiene que ver con aprender. En este caso, si Emma hubiese sabido nadar, el problema nunca se hubiese presentado.

¿Existe la alternativa de no aprender? Por supuesto, a eso le llamamos administrar la rutina y durante siglos, educamos a las personas para especializarse en ello. Hoy no parece una decisión muy inteligente. En primer lugar, las personas se aburren con las tareas repetitivas. Antes, era posible encontrar empleados que hacían el mismo trabajo durante décadas. Hoy, la mayoría de los jóvenes no se resignan a ese destino, tienen altas expectativa para su vida y son menos tolerantes con el aburrimiento. Lo que quizá no han aprendido todavía es que ya no pueden esperar que alguien les ofrezca un empleo como ocurría en el pasado. Y si se lo ofrecen, tampoco pueden esperar que sea para 30 años. En segundo lugar, cuando escoges no aprender, eliges una vida de menor esfuerzo, carente de compromiso y, aparentemente, libre de problemas. Es una opción lícita, mucha gente h a escogido vivir así.

Pero mientras tú hibernas, el resto del mundo continúa avanzando y lo que sabes, tarde o temprano caduca porque todo lo demás cambia: Cambia el gobierno, cambian las leyes, los mercados, la tecnología, la competencia, las necesidades de los clientes, el clima, el precio del petróleo… y no aprender te condena a la tumba. El tiempo es el máximo innovador. Si dejas de nadar, los demás te adelantan por la derecha y la izquierda y además, terminas por hundirte. Cuando no aprendes, no puedes cambiar y si no cambias, mueres. Las propias células de tu cuerpo cambian continuamente para que tú puedas crecer. Por tanto, aunque sea tan solo para mantener lo que haces, necesitas seguir aprendiendo. Finalmente, las maquinas son mucho más eficientes que nosotros en gestionar la rutina. No podemos competir con ellas en capacidad de almacenamiento, en velocidad o precisión. Para un empleador, contar con robots tiene múltiples ventajas: no comen ni duermen, no piden sueldo ni aumentos continuos, no aspiran a ser jefes ni se pelean con sus compañeros, no se ponen enfermos ni piden permisos de maternidad, tampoco vacaciones o pensión ni siquiera tienen sindicato… La discusión sobre el impacto de la inteligencia artificial en el mundo del trabajo es apasionante y la conclusión es que si no aprendemos cosas que las máquinas no pueden hacer, estaremos en serio peligro. Si dejas de aprender porque ya crees saberlo todo, porque careces de intereses o por que no te quedan energías, todo se vuelve rutina y te conviertes en un zombi.

Ahora bien, no podemos desconocer que aprender lleva consigo aparejadas algunas contraprestaciones complejas:

  • Exige esfuerzo: Los seres humanos estamos diseñados para economizar energía. La famosa “resistencia al cambio” no es más que la reacción natural del organismo en su intento de mantener el estado de comodidad que proporciona la rutina. Aprender requiere abandonar la “zona de confort” mientras reaprovechar lo que ya sabes (gestionar el conocimiento) es mucho más seguro.
  • Es un proceso personal (que no es lo mismo que individual) e intransferible: Aprendes tú y nadie puede hacerlo por ti igual que nadie puede comer o dormir por ti.
  • Requiere proactividad. Aprender depende de ti y no de agentes externos como de tus padres, tu profesor, tu jefe o tu empresa. La iniciativa, la responsabilidad y desde luego el beneficio de aprender son tuyos e indelegables.
  • Aprender exige recordar y también olvidar lo que no es útil. La mayoría de errores ocurren no porque no sepamos qué hacer sino porque olvidamos. ¿Podrías aprobar hoy un examen de matemáticas o física de último año del colegio? Sé que no serías capaz aunque todos pudimos, de otra forma no hubiésemos finalizado la educación media. Pero no solo nuestro cerebro olvida lo que sabía, también nuestro cuerpo lo hace. Acabo de volver al gimnasio por primera vez en un año y el hecho de que me duela hasta el pelo, demuestra que mis músculos olvidaron todo lo que sabían no hace tanto tiempo.

Sin embargo, aprender también entrega recompensas de incalculable valor:

  • Aprender es adictivo. Cada vez que aprendes algo que te interesa, se produce una emoción indescriptible, consecuencia del descubrimiento de lo nuevo (el efecto eureka). Dicha emoción te conduce irremediablemente a querer saber más. Al igual que ocurre con el entretenimiento, el acto de descubrir es apasionante y por eso las películas, las series o los libros tratan de involucrarte con tramas y escenarios basados en la sorpresa. Es en ese instante cuando aprender deja de suponer un esfuerzo al que no le veo sentido para convertirse en un proceso placentero que me ayuda a conseguir lo que estoy buscando.
  • Aprender te proyecta hacia el futuro, hacia lo que no sabes todavía. Mientras el conocimiento te relaciona con el pasado (lo que ya sabes), aprender te mueve hacia adelante, es el mecanismo para lograr aquello que te cautiva. Por eso, aprender es un proceso íntimamente guiado por tus intereses (y no los de terceros). Y por eso, no puedes aprender aquello que no te importa (tan solo disimulas haciendo que aprendes, justo lo que pasa en el colegio). Dado que aprender es la única forma de conectarse con lo que vendrá, para innovar hay que ser experto en aprendizaje. Lo más importante de la educación no es lo que te enseña sino que sea capaz de crearte el hábito de aprender, se asegure de enseñarte cómo aprender todo lo que necesitarás en la vida.
  • No hay nada más importante que aprender. Está científicamente comprobado que si no comes, te mueres y si no duermes, te mueres. Pero si no aprendes, también te mueres ya sea por una seta venenosa, saltarte un semáforo en rojo o caerte en una piscina.

¿Y qué sucede con las organizaciones si no aprenden? La historia está llena de casos de empresas que dejaron de aprender y por tanto dejaron de vivir. Quien no recuerda lo que ha ocurrido con Blackberry o Nokia o con empresas que tuvieron miedo de aprender como Kodak, la primera en descubrir la fotografía digital. Es interesante observar a las instituciones más antiguas de la historia y comprobar que mientras el Ejército lleva tiempo realizando cambios profundos (resultado de su voluntad de aprender), la Iglesia Católica se sigue resistiendo a pesar de los esfuerzos del nuevo Papa, nombrado aparentemente para encabezar la transformación. La semana pasada, durante un taller de trabajo colaborativo para los altos potenciales de una multinacional estadounidense, surgió la queja típica: “Tenemos algunos expertos que saben mucho pero no quieren compartir lo que saben con nadie más“. Si no quieres contribuir al aprendizaje de tus pares, pronto dejarás de ser importante para tu empresa. Cómo bien ilustró Ruben Blades “¿De qué sirve saber algo si usted no comparte lo que sabe?” Es igual que el que no quiere pasar la pelota a sus compañeros de equipo. Lo que termina ocurriendo es que tus compañeros tampoco querrán compartir su conocimiento contigo con lo que se estancará tu proceso de aprendizaje y quedarás excluido. La otra cara de la moneda la representan ejemplos como el de Google que reconoce que necesita aprender porque cometeerrores. O un comité; del PNUD que acaba de convocar una licitación solicitando el diseño de una estrategia que le asegure un método de aprendizaje permanente. Incluso los países aprenden como Guatemala que está adoptando buenas prácticas internacionales en turismo.

Según Jack London “La vida no es cuestión de tener buenas cartas, sino de jugar bien una mala mano”. Y para eso hay que aprender. El verdadero proceso de aprendizaje comienza siempre a partir de lo que te interesa, te ilusiona, te hace feliz. Y eso está íntimamente ligado a priorizar tus intereses y buscar tu propio camino. Aprender no tiene nada que ver con el tedioso ejercicio de estudiar, hacer cursos o sacar buenas notas sino con seguir tus intereses sin miedo, ser curioso, hacerte preguntas y dejarte llevar. Aprender es un ejercicio de libertad donde aprendo sobre lo que yo quiero, sin límites. Y desde luego, aprender puede y debe ser entretenido lo que no significa que todo juego sea sinónimo de aprendizaje.
El aprendizaje es la principal característica del ser humano. Somos el ser vivo que más ha perfeccionado ese proceso. Durante largo tiempo, aprender para el hombre fue sinónimo de supervivencia. Tuvo que aprender a luchar con enemigos mucho más fuertes (hasta llegar incluso a domesticarlos) y crear conocimiento para lidiar con enfermedades y catástrofes naturales que lo diezmaron. La tecnología es la mejor muestra de la capacidad de aprendizaje del ser humano a lo largo de la historia. Si nosotros disfrutamos de una vida apacible es porque las generaciones anteriores aprendieron lo necesario para asegurarnos el bienestar. Una civilización más avanzada que las demás (lo mismo que una empresa líder), basa su predomino en su capacidad de aprender.

No es cuestión de fuerza o de tamaño. Una de las principales cualidades de una persona no es ya su capacidad de aprender sino sus ganas. Lean al favorito al oro olímpico en Rio 2016 en la prueba de natación de 1.500 cuando dice “Me gusta trabajar y cansarme”. Si una persona no quiere aprender, se convierte en una rémora. Cuando las empresas se refieren a la dificultad de acometer procesos de gestión del cambio, justamente reconocen que sus empleados están acostumbrados a hacer las cosas de una manera (la que siempre han hecho y les ha funcionado) y no sienten deseos de progresar. No quieren cambiar porque están cómodos, les falta apetito.

Empiezas a morir cuando dejas de aprender porque todo proceso de mejora obliga a invertir tiempo y recursos. En realidad, no puedes no aprender nada porque de otra forma dejas de existir. Si quieres vivir, aprende. ¿Por qué estás dispuesto a luchar? ¿Por qué cosas merece la pena vivir? ¿Qué vas a aprender en los próximos 12 meses? “Vive cada día como si fuera el ultimo, aprende como si fueras a vivir para siempre” (Gandhi)

PD: Me acabo de encontrar con un amigo que me comentaba que ha bajado 12 kilos en los 3 últimos meses. No le dio tiempo a contarme cómo lo hizo pero claramente, aprendió cosas que a mí me interesa aprender.

Fuente: http://www.grandespymes.com.ar/2016/08/16/cuando-dejas-de-aprender-dejas-de-vivir/

Imagen tomada de: http://www.alfredcertain.com/wp-content/uploads/2014/09/nunca-dejes-de-aprender.png

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(Lo siento) el conocimiento no se puede transferir

Por. Javier Martínez Aldanondo

Imagino que la mayoría de personas que leéis esta columna sabéis conducir un coche. Si hacéis uso de vuestra memoria y os trasladáis a la época en que tuvisteis que aprender a conducir, os daréis cuenta que antes de llegado ese momento, habíais pasado largas horas (y también innumerables kilómetros) sentados en un automóvil, muchas de ellas posiblemente como copilotos.

Sin embargo, en el momento que iniciasteis el proceso de aprendizaje y os situasteis en el asiento del conductor, os disteis cuenta que todo ese tiempo transcurrido a bordo de un coche no suponía aporte alguno a vuestra capacidad de conducir. Qué sorprendente resultaba haber visto tantas veces a tus padres maniobrar el coche familiar con facilidad y sin embargo, una vez en los mandos del vehículo y cuando te tocó el turno a ti, debiste reconocer la imposibilidad de sacar siquiera el coche del estacionamiento.

En un principio te pudo resultar inesperado pero hoy, te parece evidente que haber empleado años como testigo privilegiado del desempeño de otras personas, no te habilita para realizar las actividades que ellos son capaces de ejecutar. Y la razón es muy simple: el conocimiento no se puede transferir.Mi hijo menor me pidió recientemente que le quitase las ruedas pequeñas de su bicicleta para poder seguir en sus correrías a su hermano mayor. No sólo ha visto muchas veces a otros niños andar en bicicleta y sabe perfectamente qué elementos la componen sino que él mismo lleva ya varios meses manejando la suya.

Pero en el momento que le quité las 2 ruedas supletorias, lo primero que hizo (para su asombro) fue… caerse al suelo. Carece del conocimiento necesario para andar sin ruedas que le ayuden y dicho conocimiento, lejos de poder ser transferido, necesita aprenderlo, algo que nadie puede hacer por él.

El hecho de que el conocimiento se pudiese transferir directamente sería posiblemente uno de los principales descubrimientos de la historia y le resolvería a la humanidad una cantidad inimaginable de problemas, empezando por el más importante: la educación.

Me encantaría anunciar a voz en grito que es posible transferir conocimiento pero ya va siendo hora de que asumamos la mala noticia. El conocimiento no es un objeto sino que es una estructura neuronal y como tal, no es susceptible de ser transferido a otra persona. Los conocimientos que tiene mi hijo mayor sobre cómo andar en bicicleta, cómo sumar o cómo leer son estructuras neuronales ubicadas en su cerebro, en sus manos, en sus pies, en sus ojos… fruto de un largo esfuerzo y, por más que quisiera, no puede regalárselos a su hermano.

La buena noticia es que mi hijo pequeño puede adquirir dichos conocimientos, puede generar sus propias estructuras neuronales, mediante un proceso que resulta capital para tanto para las personas, las organizaciones y los países: Aprender.

Tú puedes adquirir cualquier conocimiento que otra persona tenga si sigues un proceso de aprendizaje similar al que ella siguió.

Tener claridad sobre esta evidencia tiene unas consecuencias de incalculable trascendencia. Sin embargo, y para mi sorpresa, nadie parece ser consciente de esta realidad. Durante el discurso anual que el recientemente elegido Presidente de Chile pronunció para todo el país, la educación ocupó un lugar muy destacado. Se pronunciaron frases como “la educación es el principal motor para el desarrollo y la movilidad social… es el gran instrumento para construir el país de las oportunidades.

Por eso, la batalla por el desarrollo y contra la pobreza, la vamos a ganar o perder en la sala de clases”.“Porque nuestro sistema educacional -digámoslo con todas sus letras- no da una educación de calidad a todos los estudiantes, y en vez de corregir las desigualdades sociales, muchas veces las perpetúa, traspasándolas de generación en generación. Este, queridos compatriotas, es el verdadero y mayor escándalo de la sociedad chilena, del cual se ha hablado mucho para denunciarlo, pero se ha hecho poco para corregirlo”.

Una vez más, se proclama la educación como un bien superior, como la principal herramienta de desarrollo de los países y de sus ciudadanos. Partiendo de esa base ¿Cómo actúa el sistema educativo para hacerse cargo de ese desafío? Asume que dado que los niños deben adquirir conocimientos, habilidades y actitudes para funcionar en la vida, lo que hay que hacer es organizar todos esos elementos en asignaturas (física, historia, matemáticas, geografía…) y horarios perfectamente estructurados para cada día, hora y minuto del año escolar. En ese modelo, es tarea del profesor enseñar esas asignaturas y del alumno estudiar y aprenderlas y para verificar que las aprendió, hacemos exámenes y ponemos notas.

Cuando los alumnos sacan buenas notas (lo que no ocurre casi nunca), todos los estamentos se muestran felices, los padres en primer lugar junto a los políticos, los profesores y por último, los perplejos alumnos. Cuando no es así, hablamos de crisis en la educación, algo que resulta crónico. El primer gran problema de este enfoque es que su punto de partida considera el conocimiento como un OBJETO que se puede trocear en asignaturas, se puede transferir (en un flujo que discurre en un sólo sentido, desde los profesores hacia los alumnos) y se puede medir con números (basta hacer tantos exámenes como sea necesario). Quien más se beneficia de este sinsentido es la universidad que recibe a los alumnos adecuadamente ordenados después de que el colegio hace el “trabajo sucio” de clasificarlos según sus notas. No caemos en la cuenta de que en el colegio se enseña pero no se aprende, tan solo se estudia. No aprendes algo hasta que lo haces repetidamente (escuchar o leer sirven de muy poco).

El fenómeno de enseñar es pasivo para un alumno mientras que el de aprender es activo. Hoy leía en un periódico cómo el director de un colegio se quejaba amargamente de que la errónea evaluación (por parte del ministerio) de un examen realizado por alumnos de su institución había afectado el promedio de notas y por tanto el “ranking” del colegio lo que automáticamente llevó a que varios padres, que habían matriculado a sus hijos para el próximo curso, retirasen sus postulaciones.

La falacia de creer que el conocimiento se transfiere lleva a cometer la aberración de organizar la educación para que gire alrededor de los exámenes que son el mayor veneno del sistema porque desde ese momento, lo único que importa ya no es aprender sino obtener determinada calificación y peor aún, lo que hacemos es enseñar lo fácil, lo que se puede medir en un examen y no lo verdaderamente importante.

La prueba de acceso a la universidad, las diferentes pruebas internacionales (Simce, Pisa, etc) y desde luego, los exámenes cotidianos que se rinden en cada colegio, son un ejemplo más del absurdo imperante: todos esos exámenes son inútiles, no tienen ningún valor, miden cosas irrelevantes y, lo peor de todo, parten de la base de que el conocimiento es un objeto. El emperador no sólo está desnudo, sino que en su obcecación por desnudarnos a todos, nos está perjudicando gravemente y nadie es capaz de denunciarlo. Os recomiendo que leáis la transcripción de esta conferencia en la que Jeff Jarvis llama al SAT (examen de acceso a la universidad que se rinde en EEUU) por su nombre.

En las empresas no pueden sino ocurrir cosas similares e incluso agravadas. Todas las organizaciones son verdaderos yacimientos de conocimiento, están sentadas sobre montañas de know how que les permiten obtener resultados. Cuando formulas la pregunta, ¿dónde está el conocimiento en esta empresa?, la respuesta es siempre la misma: En las cabezas de sus empleados. La tentación entonces es inmediata: Dado que el conocimiento es un objeto susceptible de ser explicitado y almacenado, basta que los mismos empleados lo pongan por escrito (en manuales, procedimientos, sistemas, procesos…), lo organizamos en bases de datos (o en la intranet) y se acabó el problema.

Pero en realidad, es justo a partir de ese momento cuando comienza el problema. La cruda realidad insiste tercamente en demostrarnos a diario que cuando el conocimiento se explicita en documentos, se convierte en información y que las personas, no sólo somos todavía muy poco diestras en la documentación de procesos y en la organización y búsqueda de información sino que, cuando por suerte encontramos lo que necesitábamos, tenemos graves problemas para aplicarlo para el problema que queríamos resolver.

Muchas instituciones reconocen en privado tener graves problemas para que sus colaboradores visiten de vez en cuando la intranet, usen los gestores documentales o participen en las comunidades. La verdad es que no queremos buscar información ni tampoco usar buscadores, no tenemos tiempo que perder. Lo que queremos es encontrar.

Lo que sí se puede almacenar y transferir es la información. Todo conocimiento está compuesto por información. Nuestro cerebro procesa continuamente patrones de información que provienen del exterior mediante los sentidos y nuestra respuesta sólo será conocimiento si lleva consigo aparejada una acción, si es verificable. El conocimiento sólo existe si se aplica. Cómo reza un proverbio hindú “A los ignorantes los aventajan los que leen libros. A éstos, los que retienen lo leído. A éstos, los que comprenden lo leído. A éstos, los que ponen manos a la obra». Un pendrive que contenga todos los libros escritos por el ser humano desde el inicio de los tiempos no contiene conocimiento por sí solo. Por eso es necesario no confundir los términos: el proceso por el que la información se convierte en conocimiento se llama aprender y ocurre en el cerebro.

El mecanismo por el que se te habilita oficialmente para conducir un coche está bastante estandarizado en todos los países. Para obtener el carnet de conducir debes realizar 2 exámenes: Uno bastante prescindible, el teórico, que se supone te enseña a interpretar las señales y demás elementos del tráfico. Y otro ineludible, el práctico, cuyo objetivo es cerciorarse de que tienes el suficiente conocimiento antes de salir a manejar a tu libre albedrio por la ciudad.

Obviamente, este último examen no tiene lugar en un aula con un lápiz en la mano, tampoco es un test de respuesta múltiple ni importa mucho que le expliques al examinador si “debes o no ceder el paso a otro vehículo al entrar en una glorieta en la que no hay señal que regule la preferencia de paso”. Lo que debes demostrar es si sabes desenvolverte adecuadamente en un contexto idéntico al que te espera cuando conduzcas sin el auxilio de nadie.

Perfectamente podrías responder de forma correcta todas las preguntas en el examen teórico (haber memorizado toda la información del código de circulación) y no tener absolutamente ni idea de cómo conducir un automóvil. Es más, la mejor manera de aprender la teoría es sentado al volante del coche que es como realmente las vas a enfrentar… No importa cuanta información acumules, importa cuánto conocimiento puedes demostrar.

Ocurre que mientras no demuestres suficiente conocimiento para conducir, sin importar cuanta teoría sepas, ningún país puede arriesgarse a poner en manos de sus ciudadanos un dispositivo tan complejo y peligroso como un coche. Es curioso resaltar que cuando realmente nos importa asegurarnos que las personas aprendan adecuadamente (por lo peligrosas que puedan resultar las consecuencias), no vacilamos en usar el mejor método: Aprender haciendo. ¿Por qué no ocurre lo mismo con el resto de ámbitos de la educación del ser humano? Uno de los grandes errores que comete la formación a nivel empresarial es considerar el conocimiento como un objeto transferible de forma directa por un experto que lo imparte a lo largo de un curso y que, en la mayoría de ocasiones, ni entiende de procesos de aprendizaje ni siquiera sabe lo que sabe (no olvidemos que el conocimiento es inconsciente) y que por tanto solo puede explicar “teoría”.

Hace aproximadamente 1 mes tuve la fortuna de participar en un evento de gestión del conocimiento celebrado en Sao Paulo. Al ser la primera ocasión en que visitaba la ciudad, la opción de transporte para desplazarse entre el hotel y el auditórium sede de las conferencias se reducía prácticamente al taxi. Sin embargo, junto con varios extranjeros más, decidimos arriesgarnos a atravesar la metrópoli a bordo de un coche equipado con un GPS.

Evidentemente, contábamos con el conocimiento sobre cómo conducir un automóvil pero carecíamos del conocimiento sobre cómo movernos por Sao Paulo. Este déficit lo suplimos con bastante facilidad haciendo caso, al pie de la letra, de las instrucciones del GPS. Podría decirse que el conocimiento de la ciudad lo tenía el GPS y que por más que nos fuese entregando indicaciones muy precisas sobre qué debíamos hacer, no nos estaba transfiriendo conocimiento por 2 razones: La primera es que sin conocimiento sobre cómo conducir, la información entregada por el GPS es inútil. La segunda es que para poder navegar por Sao Paulo sin GPS, necesitaríamos un proceso de aprendizaje que posiblemente tomaría varios años.

En uno de los recorridos, surgió la discusión sobre qué ocurrirá en el momento en que el GPS no sólo transmita instrucciones sino que también sea capaz de manipular el volante, el acelerador y el freno para de esa forma poder guiar el vehículo sin necesidad de intervención humana. ¿Tendrá en ese momento conocimiento el GPS? Uno de los pasajeros, ex responsable del programa de Gestión del Conocimiento de la Armada de EEUU sostenía que el GPS tendrá conocimiento sobre cómo conducir aunque no sepa cómo lo hace. Hacia este escenario transitan las iniciativas relacionadas con la automatización. No cabe duda que si ejecutas tareas que son susceptibles de ser realizadas por máquinas, tarde o temprano así sucederá. Si YouTube te sustituye como profesor, significa que el valor que agregabas era nulo.

El conocimiento no se puede transferir, por eso aprender es tan importante y por eso, la forma que escojamos para que las personas aprendan tiene tanta importancia porque no todos los métodos son iguales ni dan los mismos resultados. En otra columna profundizaremos sobre el camino más sensato que consiste, no en almacenar “conocimiento” sino facilitar el intercambio y la colaboración entre personas y sobre todo las oportunidades de aprender.

Un amigo me envió en cierta ocasión, la receta de un postre que era su especialidad. Si nos guiamos por el paradigma imperante, este es un proceso de gestión del conocimiento donde mi amigo es quien sabe cómo hacer ese postre, yo no y él me trasfiere su conocimiento por medio de la receta. ¿Suficiente? ¿Se puede transferir el conocimiento en un documento? ¿En una conversación? Ojala fuese tan simple… La receta sólo es una condición necesaria pero no suficiente, falta el proceso fundamental que consiste en que yo haga el postre a partir de esa receta, que yo aprenda, genere mi propia estructura neuronal y adquiera ese conocimiento.

Imagino que el futuro Basque Culinary Center que se está construyendo en San Sebastián, que impartirá el Grado en Ciencias Gastronómicas y Culinarias y que está llamado a ser un referente mundial en su campo, habrá tomado buena nota. Igual que ocurre con el examen de conducir, no importa que sepas muchas recetas, importa que cocines buenos platos o gestiones bien un negocio gastronómico.

Publicado originalmente en :http://www.rrhhmagazine.com/articulos.asp?id=898

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La letra con sangre entra

Por. Dr. Horacio Krell

Esta frase de Sarmiento pone en evidencia fallas del Padre de la educación,  la contradicción  entre  la espada, la pluma y la palabra que  figura en la prosa del himno que lo inmortaliza, porque proponía duros castigos a los alumnos que no respetaban las normas del colegio.

En 1947 la Conferencia Interamericana de Educación estableció como Día Panamericano del Maestro al 11 de septiembre en homenaje a su fallecimiento. De origen humilde, sabía leer y escribir a los 5 años y a los 15 ya era maestro. El reglazo en la mano, el tirón de orejas, estar parado en una esquina del salón mirando hacia la pared, etc.,  son algunos de los castigos que ya no tienen espacio. Pero lo que sí parece haber ganado un lugar es el maltrato psicológico que rebaja la autoestima de los jóvenes.

El aporte de las neurociencias. En plena revolución del conocimiento una persona promedio sabe más sobre cómo funciona su auto que sobre su propio cerebro. Inclusive quienes deciden en materia de educación y encaran reformas pedagógicas ignoran los avances de las neurociencias.

Si resucitara un médico del siglo pasado e ingresara a un quirófano se sentiría perdido entre computadoras, luces, ruidos, imágenes y robots que hasta hacen invisible al paciente. La medicina se ha transformado a través de la computación, la bioingeniería y la biología molecular. Por el contrario, si resucitara un maestro, se sentiría muy a gusto con las aulas de hoy, sus pupitres, gradas, pizarras y sus clases magistrales.

Es necesario divulgar los avances de las neurociencias para que políticos, directivos, docentes, padres y alumnos, sepan que es posible hacer del aula el gran laboratorio de la sociedad. Educar es la industria pesada de cualquier país porque fabrica los ciudadanos del futuro.

El valor de la lectura. El cerebro produjo el lenguaje desde los albores de la humanidad, pero la lectura tiene 6000 años y el alfabeto 3800. Son adquisiciones mu recientes y no es posible que el cerebro haya cambiado tanto sino que áreas que siempre existieron se reciclaron para aprender a leer y a procesar textos  gracias a su “plasticidad”. Hay un componente genético que tolera la variabilidad. Ante cambios en el ambiente el cerebro adapta sus partes para nuevos usos, por ejemplo, identifica un mismo objeto en condiciones de luz y sombra diferentes. Esa capacidad le permite reconocer las letras aunque la escritura asuma formas diferentes. El sistema visual permitió desarrollar la lectura, pero también le impuso restricciones. Por ejemplo, la velocidad de lectura tiene como límite el tiempo que tardan los ojos en “saltar” de una palabra a otra y la capacidad del campo visual. Pero con un texto móvil computarizado que presenta frases se evita que el ojo deba saltar. Se puede llegar a leer 1500 palabras por minuto y con mayor comprensión. La velocidad de lectura encuentra su límite en la visión pero no en el procesamiento cerebral.

En febrero de 1676, Newton escribió una frase que se haría célebre: “Si he visto más lejos es porque estoy sentado en los hombros de gigantes”. Desde entonces se repite para subrayar la importancia de la lectura. Es muy duro avanzar en la vida a los golpes, sólo con la experiencia.

Aprender a leer. Una de las tareas más complejas que debe realizar el hombre, es el tallado del alfabeto en su cerebro.

La lectura es la mejor gimnasia para el cerebro y el motor de la civilización y la cultura. Los genes brindan los instintos, las reacciones y los movimientos, pero el tallado del alfabeto en el cerebro representa la victoria de la mente y del espíritu sobre la materia.  Los genes que definen la conducta dejan para el cerebro la sensibilidad ante la experiencia. ¿Por qué el niño indefenso al nacer se convierte luego en el dominador del universo? Por su capacidad de leer y comunicarse con los demás de una manera que ninguna otra especie puede hacerlo.

La lectura se desarrolló  en sólo 6000 años pese a que el hombre tiene 200.000 de existencia. Por lo tanto no es el producto de la evolución natural sino de una capacidad latente que evolucionó.  Fue la invención de la escritura lo que produjo la lectura. Los niños aprenden hoy en 2 años lo que demandó muchas generaciones conseguir. Para eso se modifican y reorientan áreas que incorporan el hábito de la lectura. El desarrollo lingüístico  y visual es su condición previa. El niño nace con la capacidad de reconocer objetos que más adelante lo ayudarán reconocer letras.

También posee un circuito para el  habla. Primero comienza fotografiando palabras, así puede grabar la imagen escrita de algunas marcas.  Luego aprende a decodificar las letras o grafemas en sus sonidos o fonemas. Y por último logra el reconocimiento global de las palabras en forma veloz y automática. Encandilados por la primera etapa, el método global de enseñanza de la lectura, consideró que aprendía mejor presentándole palabras.

La falsa lectura. El niño empieza reconociendo a las palabras por su forma, sin prestar atención a las letras ni a los sonidos. Recién cuando aprende a conectar los grafemas  con los fonemas puede leer palabras que desconoce. La verdadera lectura comienza cuando puede advertir en forma explícita los diferentes sonidos del habla.  La conciencia fonológica debe ir acompañada del aprendizaje del código alfabético.

Hay ejercicios para lograrlo como decirle que saque la primera letra de una palabra y pedirle que la pronuncie.  Por ejemplo la c de cola (ola). O preguntarle si las palabra torre y corre empiezan con el mismo sonido (no).  Otro ejercicio es que diga cuántos sonidos tiene la sílaba pre (3).  Un juego para hacer con los niños es pedirles que reemplacen una palabra por otra que cambia en el primer sonido (gato por pato).

Aprender el alfabeto cambia el cerebro. Las zonas cerebrales deben adecuarse y eso genera una fluidez verbal extraordinaria.  El conocimiento del código escrito influye en alcanzar la conciencia fonológica. La última etapa es crear un diccionario mental de términos que se reconoce sin necesidad de deletrearlos y que se pueden captar con un solo golpe de vista  y pasarlas a las áreas del significado y la pronunciación.

Mientras el niño trata a las palabras como imágenes ambos hemisferios colaboran, pero luego el hemisferio izquierdo se especializa.  La conciencia fonológica permite incluso manejar mentalmente los sonidos de la lengua. La lectura amplifica la memoria verbal y los cerebros ya no serán los mismos. Mejora el reconocimiento visual, especializa a las neuronas y permite transferir aprendizajes hacia otras tareas,

El costo de la lectura. Como toda especialización, el lector ha cedido espacios que otrora dedicaba a otros menesteres. Por ejemplo ahora somos analfabetos en signos naturales que un primitivo dominaba a la perfección. El cerebro de un especialista en autos se activa mejor cuando ve un Mercedes Benz que ante otras imágenes. Es el costo que debe pagar el especialista.  El cazador arrodillado sobre la tierra para detectar las huellas de su presa pudo haber sido el predecesor de la lectura, es el gesto intelectual más antiguo de la historia.

El reciclaje neuronal. La educación debe jugar a favor de los cambios, el niño primero debe reconocer los sonidos, luego  asignarlos a las letras escritas y después de mucho tiempo establecer una ruta directa a las palabras. Las neurociencias no prescriben el modo de hacerlo pero el cerebro tiene límites que no se pueden superar. No es una tarea fácil aunque muchos crean que alcanza con mirar la palabra, eso lo hacen los adultos porque han transferido al inconsciente la tarea y lo hacen en forma automática. Los promotores de la lectura global niegan los avances de la neurociencia y proponen asociar cada palabra con su imagen o concepto. Para ellos el placer del niño es lo que vale y la excusa es que el silabeo lo atormenta. Es un error de sentido inverso al de la frase “la letra con sangre entra”. No se pueden saltear etapas, hay que pasar por eso. La prueba es que el niño lee más lentamente una palabra corta que una larga, pero el adulto no, pero llega a reconocer más rápido la palabra que las letras porque ya creó una jerarquía. Tampoco es cierto que en minúscula se lea más rápido por el reconocimiento de las formas, ya que la caja de letras del cerebro es invariante al tipo de presentación y la diferencia puede estar en la costumbre de leer con minúsculas.  Tampoco es la forma sino los parecidos de las letras lo que confunde. Enseñar a leer por palabras es un error derivado de ver que el adulto lo hace. Lo hace por experiencia.

Los experimentos muestran que niños aprenden más rápido con el método global pero luego se olvidan o se confunden con nuevas palabras. Los que usan el método fonológico progresan todos los días y hasta pueden leer palabras nuevas. La autoenseñanza, aprender a leer leyendo, es el camino hacia la lectura independiente, donde los vínculos neuronales entre sonidos y significados crecen sin una enseñanza explícita.

El cerebro es un todo. Leer es asociar un concepto abstracto a una realidad tangible. El hemisferio derecho es analógico con lo real, el izquierdo lo interpreta. Una mesa es parte de la realidad, el símbolo “mesa” es un signo que la representa. Los hemisferios se conectan por el cuerpo calloso, un cable de millones de fibras nerviosas. Al  aprender a leer, el niño avanza de lo conocido y concreto a lo desconocido y abstracto.

La educación debe encauzar su desarrollo con modelos. La mejor educación es el ejemplo y no “haz lo que te digo, pero no lo que yo hago”. El niño es un gran imitador. Generar en la edad de los principios la curiosidad lo hará joven para siempre, porque el niño es el padre del hombre

Según un estudio las personas que leen por placer son más propensas a manifestar satisfacción con su vida, a sentirse más creativas, menos tendientes a la depresión y tienen más alta su autoestima. Leer nos hace sentir menos solos. La lectura ofrece modelos más ricos y una perspectiva renovada. Ensancha el repertorio de vías de acción y de actitud. La gente que lee encuentra la toma de decisiones más fácil, como también planificar y priorizar. En 20 minutos menos de recorrer Facebook se pueden leer 50 páginas de un libro. El fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, lanzó un desafío. Propone leer un libro cada 2 semanas con énfasis en lecturas que permitan comprender nuevas culturas, creencias, historias y tecnologías. Medio millón de personas leen los libros. “Uno llega a ser grande no por lo que escribe, sino por lo que lee”, dijo Borges.

Desde  la década  del cerebro (1990-2000) las neurociencias observa al cerebro mientras piensa y saben cómo funciona. La neuroeducación aplica esos conocimientos para optimizar el rendimiento, entrenando la mente en procesos de aprendizaje, creatividad e innovación. Mediante un pensamiento sistémico integrador de las funciones de Percepción, Memoria, Comunicación e Inteligencia, un desarrollo holístico de la actividad cerebral para potenciar y coordinar los hemisferios cerebrales,  con la fórmula de Nietzche  según la cual “los métodos son la mayor riqueza el hombre”; se puede generar una  sinergia positiva según la cual el todo supere a la sumatoria de las partes.

El sentido común. Las neurociencias han descubierto en los lóbulos frontales una zona de convergencia, un espacio neuronal global que permite realizar las tres actividades fundamentales del cerebro: 1- sintetizar la actividad de los cinco sentidos, 2-memorizar lo que ocurre después de que algo se ha desvanecido, 3- reflexionar e imaginar nuevas formas de alcanzar un objetivo. Todo esto se realiza gracias a una red de conexiones neuronales de larga distancia. Es en esta fábrica de ideas donde todo se mezcla y donde surgen las invenciones. Fue la lectura la que posibilitó que los signos se conectaran con representaciones auditivas y orales de la lengua y que se pudieran conectar en pensamientos con un don clave: la recombinación mental.  Tomar a la lectura como una ciencia es el aporte más valioso que como herencia podemos legar a las nuevas generaciones.

Dr. Horacio Krell. CEO de Ilvem, mail de contacto horaciokrell@ilvem.com

Fuente: http://emprendedoresnews.com/tips/la-letra-con-sangre-entra.html

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