Por: Jaume Carbonell
César Bona, en su último libro, hace un breve recorrido por escuelas especialmente innovadoras. También sería interesante otro viaje por escuelas ordinarias de un mismo territorio.
Aunque quizás ya se sabe, es bueno recordarlo en estos tiempos convulsos y confusos de cierta orfandad intelectual: en el mundo de la educación hay autores considerados clásicos que, por la manera de pensar y hacer escuela, no han perdido un ápice de vigencia. Porque han echado raíces sólidas en el terreno educativo para que crezcan árboles robustos, hermosos y llenos de vida. Se trata de aquellos inventores de la moderna pedagogía, forjados a lo largo del pasado siglo, que fijaron las bases innovadoras y transformadoras del proceso educativo. Las vanguardias pedagógicas actuales son deudoras, en buena medida, de este legado de lujo para interpretarlo, enriquecerlo y adaptarlo al contexto actual. Sus huellas siguen impregnando numerosas experiencias pioneras que rompen radicalmente con el modelo tradicional, derribando muros y tendiendo puentes entre los distintos saberes y actores de la comunidad educativa.
Veamos un par de ejemplos emblemáticos que recientemente han sido evocados en debates y publicaciones. El primero es el relativo a John Dewey con motivo del centenario de una de sus obras maestras: Democracia y educación (Reedición en Morata, 2004). En el artículo de Antoni Tort “Una vida digna de ser vivida”, publicado en el excelente monográfico “La escuela es la vida” (Cuadernos de Pedagogía, nº 473, diciembre 2016), se pone de relieve la importancia que tuvo en la creación de su Escuela-Laboratorio de Chicago la visión de la escuela como vida social y construcción democrática de la comunidad escolar -no para la sociedad del futuro sino por el presente cotidiano- que se construye a partir el diálogo y la reconstrucción continua de la experiencia.
El segundo tiene que ver con Celéstin Freinet, de cuya muerte se cumplen cincuenta años y se espera una pronta publicación con testimonios vinculados al Movimiento Cooperativo de Escuela Popular (Construyendo escuela. Las técnicas Freinet 50 años después, Octaedro, 2017). Su propuesta de escuela moderna y popular se fue definiendo al calor de su práctica pedagógica en la escuela francesa de Vence (Alpes Marítimos). Jaume Martínez Bonafé en su texto “La vida en la escuela, la escuela en la vida” -también publicado en el mencionado monográfico de Cuadernos de Pedagogía-, reflexiona sobre la influencia actual de la propuesta freinetiana en la medida que contribuye a focalizar el currículo en la investigación del entorno, la palabra libre del sujeto y la cooperación para abrir nuevos espacios al saber, a la democracia participativa y a la inclusión escolar.
Los ejemplos de estas influencias son innombrables y sustantivos. Tomemos tan solo como botón de muestra el reciente libro de César Bona -sin duda el maestro más mediático a raíz de quedar entre los 50 finalistas en la primera convocatoria del Global Teacher Prize- Las escuelas que cambian el mundo (Plaza Janés, 2016), fruto de su viaje por la geografía española, reportando siete centros considerados innovadores y asociados al Proyecto Escuelas Changemaker de la ONG estadounidense Ashoka, con sede en España. Cuando leía detenidamente lo que explica sobre el primero de ellos: “La escuela del mundo al revés: aquí los niños juegan a vivir” sobre el modelo de Amara Berri (San Sebastián), iba señalando todo lo que tenía que ver con Dewey: la escuela vista como una sociedad en miniatura; la actividad y el juego relacionado con las situaciones cotidianas; la programación no por materias sino a partir de actividades vitales; la escuela concebida como un laboratorio de experimentación; los proyectos; la educación democrática para el presente-futuro… No hay ninguna mención directa a Dewey, pero no es necesario.
Seguí el mismo ejercicio subrayando lo relativo a Freinet en el segundo relato del mismo libro: “La escuela que transforma lo cotidiano en extraordinario” sobre el CEIP La Biznaga (Málaga), y anoté, entre otros, esos tópicos freinetianos: investigación del entorno, planes de trabajo, asambleas, proyectos… Y, conforme adelantaba, me topé varias veces con la autoevaluación. En este centro, al igual que en otras experiencias, está muy presente la aportación de Vygostski sobre la zona de desarrollo próximo, un concepto clave que enfatiza la progresión del alumnado en función del apoyo educativo recibido, dentro y fuera de la institución escolar.
En estos dos relatos y en los otros cinco que componen el libro -instituto de Sils (Girona); centro jesuita Padre Piquer (Madrid); escuela rural de Alpartir (Zaragoza); escuela concertada Sadako (Barcelona); y el centro experimental O Pelouro (Pontevedra)- se respiran los aromas de las grandes narrativas pedagógicas que plantearon, desde la teoría y la práctica, alternativas al modelo pedagógico tradicional: desde la Escuela Nueva hasta el enfoque educativo psicoanalítico, con diversas versiones y matices. Así, desfilan conceptos como apertura al entorno, observación y protagonismo del alumnado, participación, acompañamiento, confianza, educación en libertad, proyecto y trabajo en equipo, respeto al ritmo natural de la infancia, creación de vínculos, motivación, curiosidad, búsqueda, compromiso, cooperación, vivencia, conversación, aprender placentero, vinculación a la comunidad, trabajo por competencias, talleres, atención a la diversidad, educación integral y la pregunta como motor del aprendizaje: “Es mejor que haya preguntas sin respuestas que respuestas sin preguntas”.
César Bona reconoce que este viaje, realizado durante su excedencia de la escuela, es un regalo de incalculable valor: “Nada de lo que he estudiado hasta ahora es comparable a estas vivencias”. Un privilegio añadido a la cantidad de otras visitas y de los encuentros y debates en que ha participado. Pero también se enfrenta a un reto enorme al que le han sometido algunos de los educadores entrevistados al preguntarle qué cambiará de su escuela cuando regrese al aula: ¿En qué proyecto colectivo se implicará y hasta dónde será capaz de llevar a cabo las aportaciones vertidas en estas páginas que con tanto entusiasmo saluda?
Una reflexión final. En este o similares viajes escolares -en forma de libros o documentales- se seleccionan aquellos centros considerados singulares, especialmente innovadores o destacados por distintas razones. Y más allá de su elección -necesariamente subjetiva-, aunque se dice que también se cuentan las dudas y dificultades, lo cierto es que, siempre o con frecuencia, sólo se exponen las los logros, las delicias y las grandezas. Por eso también sería interesante emprender otro tipo de viaje pedagógico en que se narrara qué ocurre en cualquier escuela “ordinaria”, mediante una inmersión real a las entrañas que conforman los obstáculos y resistencias al cambio; a las posibilidades individuales y colectivas de intentarlo; a los proyectos que fracasan o se quedan a mitad de camino; al modo en que se incrustan y reproducen las inercias más conservadoras o, por el contrario, se van cuestionando y rompiendo; a los debates o simples conversaciones de pasillo que se mantienen entre docentes de distintas generaciones y culturas pedagógicas; a la información que circula por debajo la mesas en las reuniones; a los procesos formativos individuales y grupales que se requieren; y, en definitiva, a todos los factores internos y externos que hacen que cada escuela es como es, con sus estancamientos, avances y retrocesos. Para este otro viaje no sería preciso elegir una muestra de centros sino recorrer simplemente los que se ubican en un determinado territorio.
Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/pedagogiasxxi/2017/02/22/el-otro-viaje-pedagogico/