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Entrevista a Irene Greaves Jaimes: El amor como filosofía de vida

Por: Carolina Jaimes Branger.

Es Licenciada en Historia del Arte de la Universidad Americana de Roma, con una Maestría en Educación de la Universidad de Pennsylvania. Ha vivido en Italia, Mozambique, China y Guatemala. Actualmente está radicada en los Estados Unidos y acaba de presentar su primer libro, Lovescaping, sobre su filosofía de educación basada en el amor. Con inmenso orgullo les presento a mi hija.

-¿Qué motiva a una joven que todo lo tenía a irse a trabajar de voluntaria a Mozambique?
-¿Qué significa tenerlo todo? Creo que es importante resaltar el rol que el privilegio ha tenido en mi vida, sobretodo en cuanto concierne las decisiones de vida que he podido tomar. El haberme ido a Mozambique como voluntaria fue un gran privilegio. Si hubiese tenido que ayudar a mantener a mi familia, o a cuidar a un familiar enfermo, etc., no hubiese podido irme. Crecí con el privilegio más grande de todos: amor incondicional. Mi familia me crió libre, responsable y consciente, y gracias a eso pude cultivar mi conciencia social y la curiosidad para expandir mis horizontes y aprender más sobre nuestro mundo. Desarrollé un interés por aprender sobre diferentes culturas, idiomas, tradiciones, y también a apreciar la maravillosa diversidad de nuestro mundo. Antes que nada, soy ser humano, y eso me conecta al resto de la humanidad. Mi pasión por aportar mi granito de arena, ayudar, y colaborar en diferentes comunidades del mundo fue creciendo. Así, decidí hacer voluntariado en Mozambique al graduarme de la universidad. Lo que más me hace feliz es ayudar a los demás, usar mi privilegio, mi conocimiento y mi amor para aportar de manera positiva a nuestras comunidades. Soy tan afortunada que tuve la posibilidad de vivir en Mozambique, donde aprendí mucho más de lo que yo pude enseñar. Para mi el éxito yace en la habilidad de mejorar el entorno del que formamos parte, y en la capacidad de amar y ser amado.

-¿Qué aprendiste en Mozambique que no aprendiste en Venezuela?

-Aprendí a apreciar la fragilidad de la vida. La expectativa de vida en Mozambique aún es muy baja, y durante el tiempo que viví allí asistí a más funerales que en mi vida entera. Por esta razón, se celebra la vida al máximo, y debo decir que hay muchas similitudes con nuestra cultura latina: aquella alegría por la vida, esa bondad y solidaridad contagiosa, la pasión por el baile y la música… definitivamente gran parte de nuestra cultura viene del África. Cuando tienes a la muerte tan de cerca continuamente empiezas a valorar lo que es esencial, y aprecias y aprovechas cada minuto de estar vivo, sin tomar nada por sentado.

-Cuéntame de la experiencia de vivir en China. ¿Apreciaste la diferencia entre Oriente y Occidente?

-China es un lugar fascinante. Es un país que ha pasado por cambios radicales en las últimas décadas, y pude presenciar los cambios “modernizantes” mientras viví allí. El contraste entre las metrópolis urbanas y las áreas rurales es sorprendente. Pude vivir ambas realidades, la China más tradicional y presenciar la nueva, innovadora. El gobierno ha hecho un esfuerzo sobrehumano para movilizar a la población de las zonas rurales a las ciudades. Muchos de mis lugares favoritos en China son los que aún permanecen intactos, como suspendidos en el tiempo sin la estampa del destructor progreso. En cuanto a las diferencias entre Oriente y Occidente, diría que tenemos mucho más en común de lo que parece superficialmente. Nunca puedo responder la pregunta ¿cuál ha sido tu lugar favorito donde has vivido? Cada lugar tiene su personalidad, su encanto, y su magia. Comparaciones son a veces útiles, pero en general no me gustan, porque no le hacen justicia a la unicidad de cada lugar (pienso lo mismo sobre los seres humanos). Sí es cierto que en China la libertad está restringida, pero es interesante contemplar las diferencias entre sociedades donde existe desigualdad rampante sin restricciones a la libertad, y aquellas con menos desigualdad y menos libertad. A pesar de las diferencias históricas, políticas, económicas y socio-culturales, la experiencia humana es siempre la misma. Las experiencias humanas universales como el amor, la felicidad, el trabajo, el sufrimiento, la alimentación, etc., todos las compartimos, solo hay diferentes maneras de manifestarlas. He allí lo fascinante. Me encanta por ejemplo ver cómo diferentes culturas utilizan la comida para crear enlaces y compartir. En un país tan gigante como China, la variedad gastronómica no tiene límites, y me encantaba sentarme a la mesa redonda junto a mis amigos y sus familias y comer de varios platillos, compartiendo y degustando juntos.

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“Mi filosofía se llama Lovescaping que significa practicar el amor en acción”
Irene Greaves Jaimes
Licenciada en Historia
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-Tu hermana especial… ¿qué ha significado en tu vida?
Mi hermana especial es la personificación del amor. Haber crecido junto a ella me enseñó muchos de los valores que me han permitido desarrollar mi filosofía de vida basada en practicar el amor en acción. Sin duda alguna ella moldeó mi personalidad, mi sensibilidad, mi capacidad de amar sin restricciones. Ella representa el amor puro, y me siento sumamente agradecida de haber tenido la oportunidad de crecer a su lado y aprender de ella.

-Tu maestría en educación viene en medio de una terrible crisis de educación en Venezuela. ¿Qué te llevaste de aquí que quisieras imitar y qué querrías cambiar?
-Pienso que el venezolano es resiliente, creativo, emprendedor y luchador. Busco llevar conmigo siempre estas cualidades porque son las que nos permiten tener un sistema de educación basado en la excelencia. La crisis más difícil que sufre nuestra Venezuela es una crisis de valores. Quisiera cambiar muchos de los paradigmas que han llevado a la desvalorización del ser humano. Nuestra Venezuela necesita sanar, y el desafío más grande que vamos a enfrentar una vez que logremos salir de esta crisis humanitaria será aprender a amar. Eso incluirá perdonar, y ser capaces de construir una sociedad de valores basada en los pilares que resalto en mi filosofía.

-Tu primer libro es sobre la educación basada en el amor. Algo tan obvio que ni siquiera deberíamos considerarlo, pero tan difícil de ver como las cosas obvias. Háblame de los fundamentos del libro.
-Así es. No hay tarea más importante, más urgente ni más oportuna que aprender a amar. ¿Dónde aprendemos a amar? Es una pregunta tan obvia pero tan infrecuente que ni la consideramos, ni la perseguimos con seriedad. Asumimos que aprenderemos a amar en nuestras casas, de nuestras familias, pero esto no es una garantía. Yo he llegado a la conclusión de que el propósito más importante de la educación debería ser aprender a amar. Mi filosofía se llama Lovescaping, y significa practicar el amor en acción. Gracias a las experiencias de vida que he tenido en diferentes rincones del mundo, he llegado a la conclusión de que podemos aprender a amar, y que el amor incluye los siguientes 15 pilares, sin los cuales, no puede existir: respeto, cuidado, honestidad, comunicación, empatía, compasión, vulnerabilidad, liberación, confianza, humildad, paciencia, solidaridad, perdón, gratitud y esperanza. Mi visión es incorporar a Lovescaping como un componente intrínseco de nuestro currículo escolar. Así como tenemos clases de matemáticas y de lectura, tenemos que tener clases de Lovescaping donde aprendemos a amar a través de la práctica intencional de los quince pilares. Este año comencé cuatro programas pilotos en cuatro escuelas públicas en Houston, Texas, donde vivo actualmente, enseñando mis clases de Lovescaping a alumnos desde primaria a secundaria, cultivando su amor propio y el amor por los demás a través del involucramiento de los quince pilares. Mi libro, Lovescaping: Construyendo La Humanidad del Mañana Practicando el Amor en Acción es la obra de mi vida, mi legado, mi manifiesto de amor. Actualmente está disponible solo en Inglés, pero pronto estará disponible en Español.

-¿Qué significa Venezuela para ti?
-No puedo responder esta pregunta sin llorar. ¡Me duele tanto lo que está pasando en nuestro país! Venezuela es la tierra donde nací, donde aprendí a hablar, a cantar, a bailar, a leer, a escribir, a correr, a reír… a amar. Venezuela es mi nostalgia, mi añoranza, mi esencia, mi raíz. Pero jamás pierdo la esperanza de que lograremos reconstruir a nuestro país, sanar y construir una sociedad basada en los pilares de Lovescaping.

Para aprender más sobre Lovescaping visita la página web: www.lovescaping.org, síguenos en Instagram @lovescaping, y en FB @lovescapingtheworld.

Fuente de la entrevista: http://www.eluniversal.com/sociales/27878/el-amor-como-filosofia-de-vida

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España: Los libros de feminismo salen del «gueto» tras años de oscuridad

Redacción: Público

Ensayos, novelas, tebeos y teorías han encontrado su espacio en las estanterías para arrojar luz sobre el movimiento feminista, que comenzó su primera ola en el siglo XVIII y sigue en plena lucha hoy en día.

Los libros de feminismo, hasta hace poco relegados en librerías especializadas, han salido del «gueto» y ahora irrumpen con fuerza en el espacio público con títulos como «Morder la manzana», «Feminismo para principiantes», «Leonas y zorras» o reediciones de «Teoría King Kong» o «Mujeres que corren con los lobos».

Ensayos, novelas, tebeos y teorías han encontrado su espacio en las estanterías para arrojar luz sobre el movimiento feminista, que comenzó su primera ola en el siglo XVIII, y que en el XXI lucha, todavía, por la igualdad plena de derechos entre mujeres y hombres.

«Yo diría que, claramente, el feminismo ha conseguido ser central en muchos aspectos de la vida pública, de la política, la cultura y el arte, y también de la industria del libro. Eso tiene que ver con el avance y la hegemonía del feminismo, que es el resultado de una conquista de las mujeres», explica Clara Serra, filósofa, política y autora de «Leonas y zorras».

«El feminismo ha conseguido ser central en muchos aspectos de la vida pública, de la política, la cultura y el arte, y también de la industria del libro»

Ese título, editado por Catarata, no ha sido el único que ha irrumpido en la industria. «Morder la manzana», de Leticia Dolera; «Todos deberíamos ser feministas», de Chimamanda Ngozi Adichie o «Microfísica sexista del poder», de Nerea Barjola, también se agrupan en los estantes de pequeñas librerías o grandes cadenas.

Se unen a ellos los clásicos para leer con las «gafas moradas», que vuelven a reeditarse ahora que el feminismo ha conquistado el debate público.

«Hay nuevas ediciones de libros clásicos del feminismo, de Simone de Beauvoir, Kate Millett, Virginie o Despentes y sus libros de cabecera de las feministas, que ahora pueden ser libros accesibles para más gente», apunta Serra.

«Que los libros de feminismo salgan de los guetos donde estaban es bueno, siempre, porque queremos que todo el mundo lea un libro de feminismo. Creo que es una cosa a celebrar y a aprovechar, como una gran oportunidad para contar un montón de cosas que ahora sabemos que un montón de gente va a leer«, añade.

De todo tipo y para todos

Aunque, en este «boom» del feminismo, también «puede haber libros malos o regulares», reconoce Serra, y otros «más superficiales» que cumplan la «interesante función» de «contar por primera vez el feminismo a los lectores».

«Pero también tiene que haber más libros escritos por mujeres, no sólo de feminismo», apunta Serra, al tiempo que añade que el «matiz» de este auge es la «capitalización» y que «hay gente que se sube al carro» para sacar beneficios, pero «no hay que dejar de verlo como un éxito del feminismo».

'Morder la Manzana', de Leticia Dolera.

«Morder la Manzana», de Leticia Dolera.

Coincide con ella Nerea Pérez, periodista y promotora de los vídeos virales «Feminismo para torpes», que también pone énfasis en la «capitalización» del movimiento feminista, no solo en la industria editorial, sino en otras como la textil.

«Volverse mainstream tiene dos caras. Hay cosas igual de muy poca calidad, de pasarlo por encima o comercial, pero por otro lado es fantástico porque del millón de chavales que se han enterado de que Beyoncé es feminista o que han leído un ‘panfletillo ilustrado’, igual rascan más en el tema y conocen por lo que se está luchando de verdad«, explica.

No deja de ser una «buena noticia», porque «se están recuperando muy buenos textos y muy didácticos», apostilla Pérez, que menciona «Feminismo para principiantes», de Nuria Varela, o «Historia ilustrada del feminismo», de Marta de la Rocha.

En la calle

Libros que salen del «gueto», pero también, literalmente, a la calle. La Acampada Feminista Sol, que desde el pasado 22 de junio ocupa parte de la Puerta del Sol, organizó el 19 de agosto un intercambio de libros gracias a la colaboración de entidades como Librería Mujeres, Ciento Volando y Biblioteca de Mujeres.

'Feminismo para principiantes', de Nuria Varela y Antonia Santolaya.

«Feminismo para principiantes», de Nuria Varela y Antonia Santolaya.

«Morder la manzana»; «Teoría King Kong», de Virginie Despentes; títulos de Simone de Beauvoir, y otros en inglés de Virginia Woolf, se dieron cita en esta iniciativa que espera convertirse en un evento «periódico».

«La iniciativa tenía dos objetivos: el patriarcado no se esperaba que las mujeres se iban a juntar a hablar, y el capitalismo no se esperaba que íbamos a dejar de consumir. Esto —intercambiar— ya es otra forma de economía», explica Anna, una de las portavozas de la Acampada.

«Hace diez años no te ibas a encontrar una estantería con libros feministas, o en el ‘prime time’ de un telediario no iban salir feministas a hablar. Ahora la palabra feminista ya está casi en la boca de todo el mundo, y eso es muy interesante», concluye esta activista sobre una lucha que «no es un sprint, es una maratón».

Fuente: https://www.publico.es/culturas/mujeres-libros-feminismo-salen-gueto-anos-oscuridad.html

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Vivir a lo ‘millennial’, los retos laborales que enfrentarán estos jóvenes

Por: Ánderson Zapata

La joven Bayça Açikalin nació en Turquía pero es de familia colombiana. Tiene 26 años y ha trabajado en varios países de Europa y en Estados Unidos.

“Mi primer intercambio fue durante un año a Bélgica cuando estaba terminando la secundaria. Doce meses después, durante mis vacaciones de verano, viajé a Estados Unidos y empecé a trabajar en el Parque Nacional de Montana durante tres meses. Posteriormente, viajé a México a pasear y 11 meses después regresé a Turquía para terminar mi carrera de leyes”.

Casos como el de Bayça Açikalin se repiten con muchos jóvenes colombianos millennials, es decir, nacidos entre 1980 y el 2000 y que cumplen con ciertas características.

Según expertos, los millennials, también denominados Generación ‘Y’, son personas que se adaptan fácil y rápidamente a los cambios, pues pasaron del Betamax al VHS, luego al DVD y finalmente al Blu-Ray y navegan con facilidad en Internet.

Usaron el teléfono fijo para comunicarse con sus amigos y toda clase de teléfonos móviles, hasta llegar a los hoy llamados teléfonos inteligentes. Migraron de usar disquetes para almacenar su información, a quemar CD, usar USB y hoy ya utilizan el almacenamiento en la nube. Estos cambios ocurrieron en menos de 20 años y ellos aprendieron a adaptarse.

 “Las personas millennials se caracterizan por ser hijos de la globalización, es decir, tienen una perspectiva más grande del mundo y aceptan los cambios de una manera más fácil que generaciones pasadas. Además, están mucho más abiertas a conocer e interactuar con otras culturas”, afirma Alejandro Perea, director del programa de Comunicación Social-Periodismo y maestro en tecnologías educativas de la Universidad Autónoma de Occidente.

Por su parte, la psicóloga Adriana Medina explica que a esta generación la caracteriza la inconformidad con los modelos tradicionales del mundo en cuanto a lo profesional, laboral, cultural y religioso.

“Son inmigrantes digitales, pues nacieron en una época de tecnología análoga, pero saltaron de manera muy rápida a la digital. Suelen ser más prácticos frente a lo que les interesa, si algo no es de su interés lo desechan fácilmente. Tienen mayor conciencia de la globalización gracias a la tecnología, por lo que pueden relacionarse muy fácilmente con diversos grupos culturales al mismo tiempo”, expresa.

Es importante saber que, en su mayoría, los millennials crecieron viendo cómo sus padres trabajaban sin descanso, por lo que buscan libertad laboral. Además, uno de sus fines es ser su propio jefe y ser dueños de su tiempo y horarios.

Bayça dice que cuando terminó su carrera en Turquía trabajó en una consultoría de abogados donde era la encargada de tratar todo lo relacionado con las expropiaciones.

Sin embargo, “después de un tiempo no me sentía bien trabajando en Ankara, la capital turca, y quería algo más internacional por lo que me mudé a Estambul donde trabajé en una compañía del gobierno. Fue lo mejor que pude conseguir en el momento, pero no era algo que me gustara mucho, por lo que decidí viajar a Nueva York”.

Inclusive, el viaje de Bayça a la Capital del Mundo, donde ahora trabaja con un programa de las Naciones Unidas relacionado con el medio ambiente, fue motivo para que terminara con su novio. “Terminé con él porque no quería vivir más en Ankara, quería hacer mi maestría y mudarme para conseguir otro trabajo. Estaba segura de que las cosas no iban a funcionar a distancia”.

 “Los millennials son personas con una capacidad tecnológica y con una agilidad para procesar información bastante importante. Tienen memoria selectiva y un estilo muy particular para trabajar. Pueden ser muy eficientes y exitosos si realmente tienen la decisión de realizar las actividades, pero si un trabajo no es de su interés se refleja de inmediato en su desempeño laboral”, explica Audrey Bahamon, asesora de comunicaciones y relaciones corporativas.

Los empleadores aprecian su creatividad y el hecho de que sean una generación sin taras sexistas o racistas, pero por otro lado concluyen que algunos millennials demuestran dispersión, falta de permanencia en los empleos, espíritu abandonativo, problemas con la autoridad, excusas para no hacer el trabajo que no les gusta, y que hay una fuerte interfencia de sus padres en el mundo laboral.

Es lo que los psicólogos identifican como padres “black hawk”, padres helicópteros que salen a salvar a sus hijos millennials del problema laboral, padres que van a la oficia a quejarse con el jefe de su hijo, padres que interfieren y no separan los límites entre casa y oficina.

Muchos millennials sienten que el mundo laboral debe ser el reflejo de la velocidad de las redes sociales; que su ascenso laboral y económico debe ser expedito, automático y con poco esfuerzo; que deben ser socios de la empresa al mes de haber llegado, pues le dan menos valor a los procesos y a la experiencia.

El proceso de aprendizaje y de formación les aburre, quieren todo ya y a su manera. Por otro lado, exigen jefes mentores y amigos y se les dificulta recibir un “no” como respuesta, pues lo consideran autoritario.

“Yo no elegí ser millennial, mi comportamiento, mi forma de ser y de ver el mundo es así. Lo que yo busco en un trabajo es ganar bien y no tener que cumplir un horario inflexible. Considero que las empresas deben adaptarse a sus colaboradores y no los empleados a la empresa. Uno como millennial sabe cuáles son sus fortalezas y debilidades. Tengo claro que si me ponen a hacer algo que yo sé que no es mi fortaleza, buscaré una excusa”, explica Valeria Araque, de 21 años.

Alejandro Perea sostiene que las compañías al momento de contratar un millennial deben tener en cuenta que ellos “no buscan servir a una causa corporativa, sino a un entorno en donde el crecimiento profesional sea acelerado, pero con un balance entre su vida laboral y personal”.

“En ocasiones me han salido contratos a termino indefinido a los cuales yo les temo un poco, pues me he dado cuenta que cuando se trabaja de manera independiente te queda tiempo para conocer varios lugares, personas, historias y realidades que quizás en un trabajo de oficina no habría podido ver tan de cerca”, afirma Lina Álvarez, una millennial caleña de 25 años que desde su graduación ha trabajado en numerosos proyectos laborales, en varias ciudades, en varias empresas.

Pero no todo es color de rosa para quienes prefieren ser independientes. “En un principio debo reconocer que tenía que cobrar poco por mi trabajo, o no cobrar. Sin embargo, después de un tiempo aprendí a valorarlo y a saber que hay cosas que uno no puede hacer gratis”, explica Lina, y agrega que ella no está de acuerdo con algunos millennials que utilizan sus redes sociales para subir estados y compartir todo lo que hacen en sus diferentes lugares de trabajo.

“He aprendido a manejar las redes sociales a mi favor porque son una hoja de vida en línea, donde se debe demostrar que se es un profesional en todo el sentido de la palabra”.

Los expertos aseguran que el hecho de que los millennials no estén interesados en trabajar mucho tiempo en una sola empresa, puede ser una situación que afecte positivamente al sector económico, pues activarían la economía. 

Otros advierten que a la vuelta de 40 años los millennials podrían afectar de forma negativa su economía personal pues por buscar experiencias placenteras inmediatas dejan de pensar en pensión y en adquirir vivienda, en hacer inversiones de largo plazo.

Alejandro Perea asegura que estos jóvenes también están buscando posibilidades laborales relacionadas con el teletrabajo, la innovación y creatividad. “Muchos han experimentado la transición de generaciones y también dirigen su mirada a las grandes empresas, buscando ser empleados en un modelo tradicional”.

Adriana Medina, psicóloga del Departamento de Desarrollo Humano  de la Universidad Autónoma, considera que la máxima lección que deben aprender los millennials es lograr el equilibrio entre su manera de concebir el mundo y las necesidades reales de los diversos entornos a los que lleguen, con propuestas ajustadas a la realidad.

Para Bayça Açikalin el mensaje millennial es claro: “Somos jóvenes y mientras lo seamos, no tenemos por qué estar en un lugar donde no encajemos. Es bueno cambiar y conocer diferentes áreas, a menos que seas feliz en una sol

Fuente: http://www.elpais.com.co/entretenimiento/cultura/vivir-a-lo-millennial-los-retos-laborales-que-enfrentaran-estos-jovenes.html

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La razón, la ciencia, el humanismo y el progreso según Pinker

Canadá/16 de Junio de 2018/El Cultural

Paidós publica En defensa de la Ilustración, el último ensayo de Steven Pinker, que desde su postura de defensor de los valores ilustrados nos propone una reveladora visión del progreso humano

En general, el optimismo no se considera interesante, y a menudo se ve como una ingenuidad. En 1828, el filósofo optimista John Stuart Mill escribió: «He observado que un gran número de personas no admiran como a un sabio a aquél que conserva la esperanza cuando los demás desesperan, sino a quien desespera cuando los demás conservan la esperanza». Un siglo antes, el Cándido de Voltaire había atacado lo que su autor denominaba «optimismo», es decir, la idea leibniziana de que, en el mejor de los mundos posibles que es el nuestro, todo acabará bien. Después de sufrir un desastre tras otro, Cándido decide que el optimismo no es más que «la manía de insistir en que todo va bien cuando las cosas van mal».

Sin embargo, se puede alegar -y Steven Pinker (Montreal, 1954) lo hace- que la filosofía que satiriza Voltaire en su obra no es en absoluto optimismo. Si uno piensa que este ya es el mejor de los mundos, no queda más que aceptarlo. Un verdadero optimista diría que, aunque la vida humana nunca será perfecta, podemos mejorarla en algunos aspectos fundamentales si nos ponemos manos a la obra, por ejemplo, perfeccionando las normas de edificación y las predicciones sismológicas de manera que en los terremotos muera menos gente. No es lo «óptimo», pero es mejor.

El desquite de Cándido que se toma el optimista es uno de los placeres que atraviesan la obra de Pinker En defensa de la Ilustración, continuación de su libro de 2011 Los ángeles que llevamos dentro. En él, el autor recopilaba bases de datos para apoyar su afirmación de que la vida humana no ha empeorado, como muchos parecen pensar, sino que es más segura, sana, larga, próspera, instruida, tolerante, satisfactoria y menos violenta a escala mundial. Su nuevo libro sostiene la misma idea basándose en estadísticas actualizadas, y añade dos elementos más. En primer lugar, se fija en el reciente aumento del populismo autoritario, en particular en la figura de Donald Trump, un hecho que ha llevado a algunos a sentir más desesperación que nunca.

Para Pinker, el propio catastrofismo es un riesgo, al centrar la atención en los peores desenlaces posibles y sucumbir al pánico

En segundo lugar, aviva la polémica con una estimulante defensa de las cuatro grandes ideas que se mencionan en el subtítulo: progreso, razón, ciencia y humanismo, este último definido no tanto en el sentido de no teísmo (aunque el autor también lo defiende), sino como «la meta de llevar al máximo el auge de todo lo humano, ya sea la vida, la salud, la felicidad, la libertad, el conocimiento, el amor o la riqueza de las experiencias». ¿Quién podría oponerse? Si bien en algunos círculos el humanismo se considera trasnochado, o inalcanzable, Pinker quiere que lo reconsideremos.

Gran parte del libro consiste en reflexiones filosóficas basadas en pruebas, con gráficos que muestran el aumento de la esperanza de vida en el mundo, el descenso de las enfermedades mortales, un nivel educativo y un acceso a la información como nunca hasta ahora, un mayor reconocimiento de la igualdad de las mujeres y los derechos LGTB, y así sucesivamente, llegando incluso hasta los datos que muestran que, actualmente, los estadounidenses tienen una probabilidad 37 veces menor de morir víctimas de un rayo que en 1900 gracias al perfeccionamiento de las previsiones meteorológicas y la ingeniería eléctrica, y a una mayor conciencia de la seguridad. Los avances en materia de salud han mejorado enormemente la condición humana. El autor cuenta que su frase favorita de todas las escritas en inglés procede de Wikipedia, y dice: «La viruela era una enfermedad infecciosa provocada por dos variantes del mismo virus: Variola major y Variola minor«. Lo que le gusta de ella es la palabra «era».

Optimismo como necesidad

Más adelante añade que podría haber terminado cada capítulo afirmando: «No obstante, todos estos avances peligran si Donald Trump se sale con la suya». El trumpismo amenaza con dar marcha atrás al mundo en casi cualquier apartado de la vida, especialmente con sus intentos de desmantelar las estructuras internacionales que han hecho posible el progreso, como la paz y los tratados comerciales, la asistencia sanitaria, los acuerdos sobre el cambio climático, y la conciencia generalizada de que las armas nucleares no se deberían utilizar jamás. Ahora todo esto está en juego. Pinker incide sobre todo en los riesgos de ignorar o pasar por alto los sistemas que reducen la probabilidad de una guerra nuclear.

El trumpismo amenaza con dar marcha atrás al mundo en casi cualquier apartado de la vida. Ahora todo esto está en juego

Dicho esto, sostiene que el propio catastrofismo es un riesgo. Con ello se refiere a la tendencia pesimista a centrar la atención en los peores desenlaces posibles y a sucumbir al pánico. El populismo autoritario se ha alimentado de la sensación de que todo va mal, de que la delincuencia y el terrorismo están fuera de control, de que la inmigración es catastrófica y de que el mundo ha perdido su brújula ética de manera desastrosa. Al mismo tiempo, el miedo y la desesperación también hacen estragos en la oposición. En general, es más probable que la gente actúe de manera constructiva si piensa que los problemas tienen solución o que ya se han hecho avances y que estos se pueden ampliar. Como dice el autor, si tenemos en cuenta que todavía no hemos hecho saltar el mundo por los aires en una guerra nuclear, la postura más acertada es «averiguar qué hemos hecho bien, de manera que podamos hacer más de lo que sea». Ser optimista no quiere decir apoltronarse y relajarse. El autor cita al economista Paul Romer, que distingue el «optimismo complaciente» del niño que espera que le lleguen los regalos del «optimismo condicional» del niño que quiere una casa en un árbol y consigue la madera y los clavos para construirla. Quienes piensen que una casa en un árbol es algo imposible, o que en cualquier momento llegará alguien y la echará abajo es poco probable que coja el martillo.

El libro también va a atraer algunos martillazos, ya que contiene afirmaciones que pueden molestar casi a cualquiera. Cuando no ataca a la derecha populista, Pinker la emprende contra los intelectuales de izquierdas. El autor se muestra especialmente cáustico con los editorialistas de los periódicos que, en 2016, se precipitaron a proclamar la muerte de los valores de la Ilustración y el advenimiento de la «posverdad». Sus objetivos (un poco demasiado amplios) incluyen a los profesores de Humanidades, a los posmodernos, a los políticamente correctos y a cualquiera que tenga algo agradable que decir de Friedrich NietzscheAl parecer, los intelectuales «progresistas» consideran que el progreso es malo, afirma, y rechazan por burda o ingenua «la idea de que deberíamos aplicar nuestra razón colectiva a perfeccionar el progreso y reducir el sufrimiento».

En defensa de la ilustraciónes un libro excelente, oportuno, abundante en datos y elocuente en su defensa de un humanismo racional

Progreso antiporgresista

De hecho, puede que ya haya indicios de un cambio de estado de ánimo, como muestran los trinos de optimismo que llegan desde diferentes direcciones. El músico David Byrne acaba de lanzar un proyecto web titulado Reasons to Be Cheerful (Razones para estar alegre), que celebra las iniciativas positivas en el ámbito de la cultura, la ciencia, el transporte y el compromiso ciudadano, entre otros. Quartz, una página web de periodismo económico acabó 2017 con una lista de enlaces alentadores a las buenas noticias del año, como la retirada del leopardo de las nieves de las especies en peligro de extinción, la provincia de Pakistán que había plantado 1.000 millones de árboles a lo largo de los dos años anteriores en respuesta a la inundaciones de 2015, el espectacular descenso del número de afectados por la dracunculiasis (de 3,5 millones de casos en 1986 a solamente 30 en 2017), y el lento pero constante aumento del número de mujeres diputadas en todo el mundo, desde el 12% de 1997 al actual 23%.

En una ocasión, Bertrand Russell afirmó que mantener la esperanza puede ser difícil. En las páginas finales de su autobiografía, que contienen el relato de sus muchos años de activismo, decía: «Conservar la esperanza en nuestro mundo apela a nuestra inteligencia y a nuestra energía. Con frecuencia, lo que les falta a los que desesperan es la energía». El libro de Steven Pinker está lleno de vigor y vitalidad, y se propone infundir una energía similar a sus lectores.

Su autor cita un estudio del «sesgo de negatividad» según el cual un crítico que pone un libro por los suelos «es considerado mejor crítico que uno que lo elogia». Pues yo voy a correr ese riesgo. En defensa de la Ilustración me parece un libro excelente, escrito con lucidez, oportuno, abundante en datos y elocuente en su defensa de un humanismo racional que, mira por dónde, resulta de lo más interesante.

Fuente: http://www.elcultural.com/revista/letras/La-razon-la-ciencia-el-humanismo-y-el-progreso-segun-Pinker/41169

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Necesitamos una nueva filosofía del envejecimiento

Por: Blas Lara

Cuando a una persona se la mide sólo por la edad, queda metafísicamente truncada.

La persona humana, al ser medida exclusivamente o principalmente en función de sus parámetros fisiológicos, queda violentamente, metafísicamente truncada. Pero esa es hoy la regla práctica habitual que rige en la medicina, en la universidad y en la empresa. Es imprescindible inventar una nueva filosofía de la vida y del envejecimiento. Una filosofía sobre la que basarse para poder imaginar e instaurar nuevas instituciones sociales.

El “viejo” entra en una categoría social excluyente y definitiva. Es profundamente triste que toda su generación pase viviendo en la amargura de sentirse dejados de lado  sus últimos años que hubieran podido ser  tan  fecundos.

Y es degradante sentirse clasificados solo como personas que necesitan atenciones. Rebajados a devenir un número más en la seguridad social. Privados de su individualidad  en razón de la edad y además  reducidos a la dimensión  puramente económica.

Porque ¿qué es una persona mayor desde el simple punto de vista sociodemográfico? Su edad es una carga para la sociedad, por más que se haya cotizado durante años.

Aunque constituya  también, y cada vez más,  un sustancioso negocio que ha promovido una industria contra el envejecimiento en la medicina y en el comercio.  Desde ese punto de vista las personas mayores son un importante segmento de mercado: consumidores de una rama mundial de la impresionante industria farmacéutica. Clientela de redes de residencias de mayores. Clientela  de compañías de seguros que  siguen acumulado en las cajas de pensiones montañas de liquideces  tan potentes que pudieran hacer tambalearse los equilibrios financieros del planeta entero en cualquier momento.

El cronómetro de nuestras existencias 

Hemos admitido sin apenas  apercibirnos el hecho de que tengamos que vivir bajo la vigilancia de un  insobornable cronómetro  que preside irrevocablemente los flujos de nuestras vidas.(Jan Barss: Aging and the Art of Living).

Como los grandes relojes de las viejas estaciones de trenes de otros tiempos hemos instalado en nuestro sistema social un cronómetro central  que gobierna totalmente los flujos de  generaciones, moviendo a las personas cronológicamente a través de las instituciones como  guarderías,  escuelas, colegios, universidad, empresa, …hasta la jubilación). Así es como su despótico dominio no solo marca tiempos y ritmos a nuestras  vidas individuales  sino que al mismo tiempo  condiciona  las estructuras de la sociedad entera.

Es el dios Cronos quien declara  prematuramente senescente a personas en la  plenitud de su vigor físico e intelectual,  y es quien acelera las vidas vaciándolas de sentido. Es él quien exalta  los iconos de la juventud que reinan en el deporte y en la moda, y es él quien arrincona a los “viejos” así como  a todo lo que pudiera asemejarse a un símbolo de vejez.

Es necesaria una nueva filosofía del envejecimiento  

No se puede arrinconar como muebles usados a las personas llenas aun de vida y de capacidad de don a los demás.

Por todas estas razones, y en la medida en que  la esperanza de vida continúa aumentando, se va haciendo imprescindible inventar una nueva filosofía de la vida y del envejecimiento. Una filosofía sobre la que basarse para poder imaginar e instaurar nuevas instituciones sociales.

La persona humana, al ser  medida  exclusivamente o principalmente en función de sus parámetros fisiológicos, queda violentamente,  metafísicamente  truncada. Pero esa es hoy la regla práctica habitual  que rige  en la medicina, en la universidad y en la empresa. Pero como dice Barss: mi edad es solamente y no más que el número de años que hace que nací.

Por todo ello es absolutamente necesaria una profunda revolución social. Que se reserve un lugar importante a este segmento de la población hoy dejado de lado en sus últimos años de vida. No  vamos a reclamar una nueva gerontocracia sino que nuestras sociedades imaginen instituciones que incorporen las experiencias acumuladas a través de los tiempos.  Que garanticen los ritmos adecuados de transformación sin dolorosas aceleraciones violentas.

Habría que inspirarse en  las viejas ideas estoicas de Cicerón en De Senectute y en el rol que la sociedad romana asignaba a sus senadores.

Todo ello suena más bien a utópico. Pero el mundo saldría ganando, si decidiese a luchar en este nuevo e inusitado frente de construcción de utopías.

Imagen: Geralt

Montaigne, no Heidegger

Yo abogo por la emergencia de una filosofía del envejecimiento, y quizás mejor  de la vida entera. Una filosofía que se aparte de premisas tan amargas como aquellas de Heidegger, para quien la muerte es el horizonte infranqueable de toda existencia humana y lo que le da sentido a la vida. Hoy, precisamente lo necesario es invertir la terrible pendiente del declive hacia la muerte.

Siguiendo a  Montaigne (Essais) hemos de lograr que nada nos sorprenda en la muerte. La muerte vendrá siempre demasiado pronto, pero no hay necesidad de anticiparla.
La progresión de la edad debe acabar por hacernos comprender que la Vida es el único bien supremo y la sola virtud soberana. Y que el mayor error que se puede cometer es un bilioso menosprecio de la Vida.

Sólo al viejo le es dado vivir una relación equilibrada con su cuerpo. Comprender que el cuerpo es una parte importantísima- más aún- indisociable del ser humano. La vejez es un remedio contra la hipertrofia de espíritu con prejuicio del cuerpo y  de sus exigencias.

Por eso la vejez es la fase epicúrea por excelencia de nuestras vidas. (Entiendo el epicureísmo en su más auténtico y amplio sentido).  La cosa más grande es “saber ser para sí mismo”, dice Montaigne. Saber gozar lealmente de nuestro verdadero ser.
El anciano se ve empujado a redefinir su escala de valores y a  centrarse en el eje auténtico de su vida.

Una vejez conscientemente encapsulada  en la finitud de la vida humana, aceptada de manera positiva y sin vaporosas – y para algunos vanas – pretensiones  de eternidad. Y una existencia integrada en el devenir humano.

Margaret U. Walker habla de integración lateral, es decir,  de incorporarse a su tiempo sacando ventaja de las conexiones hoy técnicamente posibles con otras personas y participando en experiencias colectivas.

Fuente: http://www.tendencias21.net/Necesitamos-una-nueva-filosofia-del-envejecimiento_a44107.html
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