Por: Alexander Hawkins
35 años después de su muerte, Michel Foucault sigue pareciéndonos uno de los pensadores esenciales de la modernidad, un ser humano de una brillantez agresiva que convirtió su biografía y sus impulsos vitales en combustible para una filosofía radical y sin concesiones. Así vivía y así pensaba este intelectual legendario.
Este verano se cumple el 35 aniversario de la muerte de uno de los intelectuales clave del siglo XX, el francés Michel Foucault. Un hombre cuyo brillante y controvertido pensamiento tuvo un profundo impacto en los debates contemporáneos. Al recordarle a estas alturas hay que partir del desconcierto que causó Foucault en su día al asomarse tanto a la filosofía como a la historia con una mirada fresca y desmitificadora que, para empezar, no concebía la existencia de barreras conceptuales entre ambas disciplinas.
Hijo de un médico de Poitiers, Foucault (1926-1984) fue un individuo que forjó su propia identidad a partir de un rechazo beligerante al provincialismo de la educación que recibió y al conservadurismo de la Francia en que le tocó vivir. Su instinto subversivo le llevó a grandes transgresiones, pero también a intentos casi pueriles de escadalizar a sus compatriotas, como su reivindicación pública de la cultura pop estaounidense, incluida la comida rápida y la coca Cola, que describió como dos de sus grandes placeres.
Como ocurrió con Nietzsche antes que él, es difícil decir si fue Foucault, el historiador-filósofo, el que eclipsó a Foucault, el inconformista, el ser humano distinto e incómodo, o si ocurrió más bien al revés. En realidad, biografía y pensamiento se confunden, por paradójico que resulte: él, que dedicó gran parte de su producción intelectual a cuestionar con vehemencia la autoría y la identidad personal, dejó una obra con una personalidad indiscutible, reflejo muy elocuente de sus particularidades como ser humano.
Cómo lidiar con la diferencia
Los temas de investigación de Foucault a menudo surgían de problemas que lo preocupaban personalmente. En especial, se intersó por la manera como la sociedad responde a los distintos tipos de ‘desviación’ o disidencia. De eso tratan, en última instancia, sus profundos estudios culturales sobre sexualidad, enfermedades mentales y delincuencia.
El poder fue otro de los objetos preferentes de su estudio. Con su estilo de escritura denso y algo críptico, afirmó que, lejos de ser una fuerza ejercida por unos pocos privilegiados, el poder está presente en todas las instancias de la sociedad, a menudo donde menos lo esperamos. Según Foucault, cada institución ejerce un cierto grado de control coercitivo sobre el individuo, ya se trate de una escuela o un hospital, y todas las relaciones humanas están marcadas por la lógica inexorable de las luchas por el poder.
Su cabeza afeitada, sus gafas con montura de alambre y su personal indmentaria, caracterizada por un predominio casi absoluto del blanco y el negro, hicieron que fuese descrito por el académico estadounidense James Miller como el “cabeza borradora” de la metafísica, en referencia a la película de David Lynch de finales de los 70. No cabe duda sobre otra de las afirmaciones de Miller: Foucault fue tal vez “el intelectual más famoso del mundo”.
Fuente: https://www.elperiodico.com/es/port/ideas/20190723/michel-foucault-35-aniversario-muerte-ideas-vida