Redacción: Caras y Caretas
Carlos Alberto Libânio Christo, más conocido como Frei Betto, es uno de los máximos exponentes actuales de la teología de la liberación. Es autor de más de 50 libros, entre ellos, Fidel y la religión, una larguísima conversación con el líder histórico de la Revolución cubana.
Amigo del propio Fidel, del expresidente brasileño Lula da Silva y del exmandatario venezolano Hugo Chávez, pasó por Montevideo para asistir a un conversatorio sobre Izquierda, soberanía y globalización junto al expresidente José Mujica y la vocera del Bloque Nacionalista Galego, Ana Pontón.
En entrevista con Caras y Caretas, Betto analizó la actualidad brasileña tras la victoria de Jair Bolsonaro y algunas de las causas que la provocaron. Además, habló de los errores de la izquierda, de la corrupción, de la resistencia y del pecado capital durante estos años de gobiernos progresistas: “No educamos políticamente al pueblo y estos son los resultados”.
¿Cuál es la valoración que hace de la coyuntura actual de Brasil?
Es muy difícil. Varios han sido los factores que permitieron la elección de un hombre de extrema derecha como lo es Jair Bolsonaro. Este militar está montando un gobierno que no es propiamente militar, pero es un gobierno de militares. Incluso funciones que desde hace muchos años fueron asumidas por civiles ahora están siendo asumidas por militares. Incluso ministerios, como el de Defensa, que desde 1999 y hasta febrero de este año, tenían titulares civiles, vuelven a tener jerarquías militares. Ya con Temer volvieron a poner allí a un general y ahora eligieron a otro. Estamos delante de un gobierno con muchas características fascistas, por las amenazas de represión, de censura, de expulsión de gente, incluso lo que ha pasado ahora con el programa Mais médicos y los médicos cubanos, a los que Bolsonaro ofendió terriblemente, llamándolos como trabajadores en situación análoga a la esclavitud. El gobierno de Cuba respondió de forma clara y digna y llamó de vuelta a esos médicos y eso se comprende desde el punto de vista de la defensa de la dignidad del pueblo de Cuba y sobre todo desde la integridad moral de esos médicos. Pero el pueblo quedó sin asistencia por culpa del gobierno de Temer y por culpa de la presión que hace Bolsonaro sobre el gobierno de Temer de no asumir el compromiso de seguir asegurando a la gente más vulnerable, más pobre, que vive en las zonas más remotas, como los indígenas o los descendientes de esclavos a los que llamamos quilombolas. Esa gente quedó sin ninguna asistencia médica. En todo Brasil tenemos actualmente 5.700 municipios, de los cuales 3.628 tenían solamente presencia de médicos cubanos y ahora no tienen ningún médico. Se estableció ahora una suerte de alistamiento de nuevos médicos brasileños; teóricamente se dice que ya hay más de 5.000 anotados pero quiero ver si están dispuestos a ir a estas áreas más remotas y pobres. Habrá que ver qué hace este nuevo gobierno, que es un gobierno rabioso, que emana odio, que trata a la oposición como enemiga, que les dice a los que están en contra que se vayan de Brasil o irán a la cárcel. Dependemos mucho de la solidaridad internacional para presionar para que se respete el juego democrático. Bolsonaro fue elegido democráticamente, como Hitler, en Alemania, en 1933, hace 85 años. Espero que no pase lo mismo que pasó en Alemania. Estamos tratando de denunciar el carácter fascista de este gobierno y al mismo tiempo de fortalecer la resistencia y esa resistencia va a depender de los apoyos que logremos conseguir.
Brasil venía de cuatro gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT) y da un giro radical con la elección de Bolsonaro. ¿Cómo se explica?
Primero hay que decir que hay un antipetismo muy fuerte. Ese antipetismo se ha creado por varios factores. El PT en los dos mandatos de Lula y durante el primero de Dilma ha sido muy exitoso, ha hecho unos muy buenos gobiernos. Pero el segundo mandato de Dilma fue un desastre,. Incluso el hecho de poner la economía en mano de Joaquim Levy, que es un economista ultraliberal que ahora vuelve con Bolsonaro, fue una decisión muy mala. Eso creó una inestabilidad económica muy fuerte, lo que facilitó el golpe de Temer y desde ahí la operación Lava Jato trató de encarcelar a Lula para evitar que pudiera ser presidente o candidato a presidente este año porque todos sabíamos que si él se presentaba, ganaba. Porque tenía ganada la elección, estaba garantizada. Tenía 39% de apoyo entre los electores. La prueba de que fue encarcelado por razones políticas es que el juez Sergio Moro ahora aceptó por parte de Bolsonaro el premio por los servicios prestados y será ministro de Justicia con amplios poderes. Ahora bien, es cierto que hubo casos de corrupción dentro del PT, no de todos, pero sí de importantes dirigentes. Y hasta ahora no se han hecho autocríticas sobre estas cosas, nadie ha hecho una investigación interna para saber si los compañeros son culpables o no de haber traspasado los límites éticos y eso creó un gran descreimiento en el partido. De los 57 millones de votos de Bolsonaro, creo que una buena parte no son por Bolsonaro, sino que son para que el PT no vuelva. A pesar de eso, el PT logró formar la mayor bancada de diputados federales, que son 56, seguido por la bancada del partido de Bolsonaro, que son 52.
¿En qué medida la falta de autocrítica del PT posibilitó este ascenso de Bolsonaro y de la ultraderecha en Brasil?
Yo estoy convencido de que eso influyó mucho. El PT debería haber tenido la humildad de reconocer sus errores, sus equivocaciones, no solamente en el tema de la ética, sino otros errores que también ha cometido en la conducción de la política brasileña, porque, por ejemplo, han sido 13 años de gobierno y no se pudo hacer ninguna reforma estructural, no se hizo la reforma agraria, no se hizo la reforma tributaria, no se hizo la reforma política y hoy el partido es víctima de la reforma política que no hizo. Hubo alguna pequeña reforma en las pensiones de los funcionarios federales, la única, pero las reformas importantes no se hicieron. El PT, además, cometió otro error, el priorizar el acceso de la gente a los bienes personales, como los teléfonos, los autos, los viajes, electrodomésticos, televisores. Pero debió priorizar el acceso a los bienes sociales, como la salud, educación, saneamiento, transporte. Creó mucha más conciencia de consumo que de protagonismo político.
¿Los gobiernos del PT desvalorizaron la batalla ideológica?
Sí, claro. El trabajo que yo llamo de alfabetización política no se hizo. Y eso se vio en pequeñas cosas. La publicidad del gobierno se le daba más a los medios opositores al gobierno que a los que apoyaban. Por ejemplo, las radios y televisoras comunitarias no tuvieron apoyos del gobierno, a no ser en el primer momento con Lula; cuando el ministro de comunicaciones era Miro Texeira, que no era del PT, pero fue lo mejor que tuvimos, que impidió que estas radios fueran sancionadas. Radios que la prensa grande llamaba piratas, pero que no tenían nada de piratas, sino que eran de sindicatos, comunitarias, de movimientos sociales. Esa competencia que se podía dar no interesó y esos medios y ese sistema no tuvieron apoyo e incluso muchas veces fueron reprimidas por la misma Policía Federal, que también las llamaba piratas.
¿Se puede avanzar en la democratización de la sociedad si no se atiende este factor de educación política?
No, no se puede. La democratización depende de educación, de cultura y del arte. Ahí, para avanzar en ese plano, debemos pasar por los medios de comunicación, por las escuelas y por un incremento de las iniciativas artísticas. Tenemos que enseñar a la gente a pensar, a tener pensamiento crítico. Aprender a tener opciones para que la gente sencilla se torne sujeto. Para eso Brasil tiene un patrimonio inestimable que es la metodología de Paulo Freire, pero eso no se aplicó sistemáticamente. Esta tarea, que yo llamo de alfabetización política, no se trató, no se discutió con seriedad. Sí se tomaron algunas iniciativas, creamos una red de educación ciudadana que en realidad era una red de educación popular dentro de los gobiernos de Lula y Dilma, pero nunca con mucho apoyo. Siempre como iniciativa de algunos compañeros que trabajaban en esos planos, pero no con apoyo real desde el gobierno.
¿Cómo espera que sea el trato del futuro gobierno frente a los movimientos sociales?
Las manifestaciones de Bolsonaro fueron bien claras: para él son movimientos terroristas y se aplicará la ley antiterrorista y tenemos que decir que esta ley es del gobierno de Dilma. Estamos esperando mucha represión y espero que también haya mucha resistencia del pueblo, que se mantiene organizado en defensa de sus líderes y de sus derechos constitucionales. Desde que Temer asumió vivimos en Brasil un momento de mucha turbulencia, de mucha agitación interna, y vamos a seguir en eso, no hay dudas.
¿La persecución de los movimientos sociales y políticos se puede irradiar al resto del continente, teniendo en cuenta la dimensión del Brasil?
Posiblemente sí, porque hay un avance de la derecha en el mundo. Eso, además, ha sido favorecido por el control de los medios digitales. Nosotros somos ingenuos. Yo no sabía que internet era una invención militar de los años 40, que sólo tenían las fuerzas armadas de Estados Unidos y la Unión Soviética. Internet llegó a nosotros en los años 80, cuando dejó de ser un secreto militar. Pero es ingenuo pensar que esas grandes empresas, como Microsoft, Facebook o Google no controlan nuestras agendas personales, nuestros gustos, nuestras preferencias. Lo controlan porque están al servicio del mercado y no de nuestros intereses o para facilitar nuestros diálogos interpersonales a larga distancia. Esto es utilizado por este señor Steve Bannon para influir en elecciones en más de 50 países. Efectivamente, el resultado de toda esa utilización es positivo para ellos; han logrado la elección de Trump, han logrado el brexit, han logrado la elección de Bolsonaro. Yo mismo recibí en mi WhatsApp personal una transmisión desde Estados Unidos que pude identificar por el código, era de Massachusetts, y venía en portugués, como si fuera desde Brasil. Fue un plan muy bien orquestado para influir en las elecciones. E influyeron.
¿Usted cree que hubo una influencia externa en las elecciones brasileras?
No tengo ninguna duda, hubo un ataque cibernético muy bien hecho. Un ataque que llegó a cerca de 50 millones de teléfonos. Nosotros tenemos más de 100 millones de teléfonos en Brasil y ellos llegaron a la mitad.
¿Hasta qué punto la democracia que conocemos está en riesgo si las elecciones que le dan sentido pueden ser manipuladas desde el exterior, con campañas tecnológicas?
Para mí es muy preocupante. En Brasil en las últimas décadas se creó una serie de medidas para reducir la movilización electoral. Por ejemplo, no se pueden hacer actos con música, no se pueden hacer manifestaciones en la calle en determinadas circunstancias, todo muy estricto. Ese tipo de cosas restringen la libertad y favorecen ese tipo de comunicación directa, vía teléfono o por intermedio de su red personal de computadores que es lo que ellos controlan. Hay que pensar mucho cómo se enfrenta esto, porque son nuevos datos los que hay, nuevas realidades muy significativas que necesitan ser repensadas.
¿Para repensar estas cosas, ¿qué papel deben asumir las academias, los intelectuales?
Así como en la escuela nosotros aprendemos a hacer análisis de texto, tenemos que aprender a hacer análisis de imágenes. Estamos en esa era, la de la imagen. Habría que educar a los niños, a los jóvenes, para tener una mirada crítica de esos medios de comunicación, sobre todo de esos medios digitales. Mucha gente depende de esos medios, es una enfermedad, es gente que no logra desconectarlo en la noche, no logra dormir bien, tiene incluso dificultad para el diálogo interpersonal y entonces recurre al diálogo virtual porque de esa manera hasta puede mentir sobre sí misma. Son fenómenos que nosotros tenemos que analizar bien, porque es un cambio no sólo personal, sino en la vida política. La sociedad en la que vivimos es una sociedad controlada por robots, por algoritmos, por la inteligencia artificial.
¿Cómo ve la situación actual de América Latina?
Estamos pasando un momento difícil en el continente. Los gobiernos progresistas están en crisis, todos, y hay que hacer una evaluación de las causas. Creo que cometimos algunos errores, el primero de los cuales es no haber hecho educación política, formación política del pueblo. Mucha veces confiamos más en los acuerdos con otros partidos que en asegurar la gobernabilidad con el pueblo organizado y movilizado. El segundo factor es que confiamos mucho en las exportaciones de commodities. Cuando yo estaba en la primaria, se decía que Brasil era exportador de materias primas y hoy hablamos de commodities, pero es lo mismo. Éramos y somos una economía muy dependiente de las exportaciones y no hemos logrado crear un mercado interno más robusto, más fuerte. Hemos cometido errores con la corrupción, casos de corrupción que no hemos investigado profundamente ni sancionado. Eso crea una desmoralización muy fuerte. No hemos priorizado el combate a la desigualdad social, no hemos trabajado ni creado una cultura política de proyecto de país. Muchos de nosotros cambiamos nuestra cabeza por un proyecto de poder y no por un proyecto de país. Abandonamos un proyecto de país por uno de poder. Vencer en las próximas elecciones pasó a ser más importante que ir adelante por reformas estructurales que respaldaran un proyecto de país. Todo esto es una lástima porque las víctimas de todos estos errores son los más pobres. Con ellos y para ellos debemos gobernar. Pero muchas veces eso no pasó. Nos dedicamos a administrar un proyecto dentro de una estructura capitalista globocolonizada. No hay globalización sino globocolonización, que es la idea de colonizar el planeta con un solo modelo, el consumista y hedonista.
¿Se puede avanzar en nuestras sociedades sin cuestionar ese modelo?
No, no es nada fácil avanzar dentro de este mundo capitalista y neoliberal. Pero hay que avanzar en cualquier caso desde las bases, creando alternativas desde abajo y muchas veces pensamos que si llegamos al gobierno, hacemos nuevas leyes y por milagro todo va a cambiar. No, no todo va a cambiar. En los medios de comunicación no hemos creado alternativas más interesantes que los medios que nos educan para ser capitalistas y burgueses. Ellos tienen una hegemonía planetaria. Hay muchos desafíos por delante. Por ejemplo, con la ecología. Muchas veces los sectores de izquierda o progresistas tenían prejuicios con el tema ecológico y ese es un tema explosivo porque abarca todas las clases sociales, los pobres, los ricos, los niños, los viejos. De alguna manera, todos somos afectados por la degradación ambiental. El papa Francisco hizo una encíclica, la única socioambiental que hizo, Laudato si se llama. Allí no sólo habla de las víctimas, de los efectos de la devastación ambiental, sino que también habla de al causas y en general en la historia de la ecología los documentos no apuntan a las causas. No hemos sabido trabajar con nuestras propias contradicciones. Teóricamente hablamos de defender la naturaleza, pero hemos permitido la devastación del Amazonas, hemos permitido la quema de la flora, la contaminación de ríos. En los acuerdos firmados internacionalmente muchas veces no fuimos coherentes internamente con la defensa de las tierras indígenas, con la valoración de su manera de vivir, de la que podemos aprender mucho. Yo estoy convencido de que de ese buen vivir podemos aprender mucho. Todavía nuestra lógica es al revés, queremos vivir bien, con una vida burguesa, cómoda, egoísta y no con el buen vivir comunitario de los pueblos originarios de América Latina. Ahí tenemos que dar muchos pasos. Pero tenemos que darlos.
Fuente: https://www.carasycaretas.com.uy/frei-betto-fallamos-en-la-educacion-politica-del-pueblo/