Por: La Revista chilena London Prize
Esta historia comienza con un joven alto de 18 años, que hace muy poco había viajado a Europa, participado en las Olimpiadas de Roma 1960 y logrado una histórica medalla de oro en boxeo en la categoría de pesos pesados. Un logro notable tomando en cuenta la ventaja que los países de la órbita socialista tenían sobre las preseas en ese deporte. Así, el joven Cassius Clay se había transformado rápidamente en una celebridad debido a su corta edad y extrovertida personalidad.
Sin embargo un día en Miami quiso entrar con un amigo a un restaurant del centro de la ciudad, uno exclusivo en donde pudiera alardear frente a los blancos de clase alta su triunfo, sin embargo al entrar al local fue rechazado inmediatamente por su color de piel y expulsado ante tamaña osadía.
De este modo Clay fue consiente por primera vez en su vida que no importaba lo que hiciera ni la medalla que había logrado para su país, esto porque el sistema segregacionista en los Estados Unidos no tenía excepciones, no importaba cuan famoso fueras, siempre serías un ciudadano de segunda clase. De pronto algo germinó en ese joven, algo le dijo que la vida ya no se volvería a vivir con liviandad y sin mayores preocupaciones más que el boxeo. Pero al igual que cuando un púgil soporta la ráfaga de golpes para poder contragolpear, esperó su momento y este vendría en 1964 cuando derroto al brutal Sonny Liston, el campeón de la mafia, un ex presidiario que era el rey de los pesos pesados, violento y sin muchas nociones del momento político de su época, él solo cumplía el papel de sus amos, era un gorila para que el boxeo siguiera siendo un deporte de bajos fondos en donde los apostadores ganaran su parte en el espectáculo.
Clay, como se llamaba en ese momento, fue hábil con un buen manejo publicitario, saliendo en televisión llamando “oso feo” a su rival, acusándolo públicamente de ser un matón de cuarta categoría, incluso llegó a reunirse con The Beatles, cuando solo era .en ese momento- “el retador”, pero logrando incluso ser más llamativo en lo público que los mismísimos cuatro de Liverpool. Y es que Clay sabía boxear flotando con sus pies en el ring y picando como una abeja, pero también sabía boxear fuera del ring y comprender su época en la que los medios de comunicación comenzaban a consolidar su poder. Así llego el día de enfrentar al terrible Sonny Liston, y esta pelea tuvo de todo en los primeros asaltos. Esa noche del 25 de febrero de 1964, Clay flotaba en el aire, Liston lo perseguía para intentar darle alguno de sus lentos y telegrafiados golpes, pero nada funcionaba , así que el campeón de la mafia buscó otros métodos, se untó los guantes con un químico irritante y salió al 4to asalto a amarrar a su rival frotándole los guantes, Clay cegado, intentó sobrevivir hasta que pudo llegar su esquina y ser socorrido. Lo siguiente fue una paliza para Liston, jab de izquierda llovían en su rostro y no encontraba forma alguna de conectar limpiamente a su rival, ante el fracaso en el 6to asalto Liston, como digno matón, alegó una lesión al hombro y se retiró, ese fue el fin de Liston y el comienzo de la leyenda cuando ante 9 mil espectadores que lo aclamaban en el Miami Beach Center, Clay gritaba subido en las cuerdas “Soy el Rey del mundo“.
Al día siguiente de esa histórica pelea, el 26 de febrero de 1964 y cuando todos los medios y ojos del mundo estaban sobre él, Cassius Clay anunciaba su nuevo nombre y se declaraba públicamente como miembro de la Nación del Islam. De este modo señalaba: “Cassius Clay era mi nombre de esclavo, no lo escogí, no lo quería, y Muhammad Ali es el nombre de un hombre libre“. Así nacía la leyenda de Muhammad Ali.
Al principio el medio del boxeo creyó controlar a Ali, pero más bien fue al revés, ahora con el poder mediático que le producía ser campeón peso pesado del mundo, entró en contacto con el célebre activista Malcolm X, un pastor musulmán que proclamaba la emancipación racial de los afroamericanos en Estados Unidos. Su ingreso a la Nación Islam, una organización islamista “satanizada” por los medios de comunicación de la época, cayó como un balde agua fría en sectores cristianos blancos conservadores.
En la fotografía: Muhammad Alí junto a Malcolm X.
Sin embargo su golpe maestro al establishment norteamericano se produjo en 1966, cuando se proclamó públicamente objetor de conciencia y se negó ir a la Guerra de Vietnam, agregando “que ningún vietcong lo había llamado negro en su vida“, cosa que sí le habían dicho compatriotas en su propio país. Esto provocó todo tipo de reacciones y encendió la hoguera en los Estados Unidos. Así, Ali fue despojado por secretaria de su título debido a su negación de participar en la guerra y declararse públicamente en contra de ésta, quedando sin licencia para combatir en Estados Unidos hasta 1970, después de este periodo en el que sobrevivió a duras penas gracias a la ayuda de otros púgiles como Joe Fraizer, volvió a luchar con múltiples combates entre el que destaca tal vez el más conocido de todos ocurrido el 30 de octubre de 1974, cuando en un multitudinario estadio en Kinshasa, Zaire, venció a George Foreman, probablemente el púgil con más fuerza física que haya existido, en un combate espectacular en donde Ali logró noquearlo con más inteligencia que fuerza.
Alí, mucho más que un gran deportista
Los combates de Ali son celebres y sería una tautología repetirlos y hablar de ellos una y otra vez. Además, es muy probable que los medios estén hablando de esto durante días y veamos una y otra vez repeticiones de sus cómicas declaraciones y espectaculares reflejos. Sin embargo, Muhammad Ali no solo fue el más grande por hacerlo bien, fue y será el deportista más grande, por ser capaz de indignarse cuando había que hacerlo, de retar al sistema cuando éste debía ser retado, de proclamar sus derechos en público y hacer y decir “lo incorrecto” cuando la situación lo ameritaba y ser capaz vivir con las consecuencias.
De 1966 a 1970 estuvo cuatro años sin trabajo, por creer en lo correcto, participó activamente en la defensa de los derechos civiles y raciales. El legado de Ali no se trata de golpes, fintas y KO. Sino de conciencia, de saber que cuando tienes una pantalla en frente no tienes solo la oportunidad de hablar de a cuántos bautizos has ido, de cuántos tatuajes, caballos y autos tienes. Se trata de entender el medio, el entorno en el que vives y ser capaz de ser consciente que tanto en 1960 como hoy la desigualdad, el racismo, el clasismo y la pobreza siguen siendo tan lacerantes como siempre y que tú a pesar de tus millones sigues teniendo un origen y clase de la cual ser consiente.
Es por esto y muchas más cosas, que Ali no solo será recordado como uno de los más grandes deportistas en la historia, Ali es una leyenda y un ejemplo a seguir, porque peleó también fuera del ring por sus convicciones y por aquello que creía correcto y asumió las consecuencias aún cuando era más cómodo no hacerlo. Ali fue un boxeador que golpeó la conciencia de millones en el mundo, un artista, un deportista y un activista, activista. Muhammad Ali se ganó el derecho de llevar el nombre de un hombre libre y que a pesar de su muerte a sus 74 años, seguirá golpeando a esas figuras que con mucha técnica y millones, solo serán recordadas por que fueron buenos, pero que no serán la leyenda de alguien que encarnó el cambio social y se negó a aceptar lo injusticia como algo normal, aunque un golpe de conciencia siempre puede llegar: “Porque imposible es solo una palabra que usan los hombres débiles para vivir fácilmente en el mundo que se les dio, sin atreverse a explorar el poder que tienen para cambiarlo” (Muhammad Alí).
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