El 10% de los alumnos del liceo Rodó proviene del extranjero; sobre todo de Venezuela.
América del Sur/Uruguay/24.10.2017/Autor y Fuente:https://www.elpais.com.uy/
No es el comienzo de un chiste: un uruguayo, un peruano y un venezolano planeaban hacerse la rata antes de la clase de Matemática. Uno de ellos, recién llegado de Caracas, apuró a los otros dos: «¿Vamos a jubilarnos?» Silencio, miradas de extrañeza y una carcajada. «Para eso te faltan años», bromeó el montevideano. A lo que el limeño, preocupado por la cuenta regresiva para que llegara el profesor, completó: «Dejen de pavear, ¡hay que tirarse la pera!» Otra vez estalló la risa. Así son los diálogos, a veces, en el liceo 1 de Montevideo. Uno de cada diez alumnos de este centro es inmigrante, un fenómeno que lleva menos de dos años.
Uruguay atraviesa la segunda gran recepción de extranjeros en un siglo y este liceo de la capital, que ya cumplió los 101 años, ha vivido ambas oleadas. Pero a diferencia de lo acontecido previo a la Segunda Guerra Mundial —en que la mayoría de los inmigrantes era europea—, esta vez la predominancia es de latinos.
El sueño de José Enrique Rodó, nombre que recibe el liceo 1, de alguna manera está teniendo cabida. Este escritor y político uruguayo abogaba por un continente integracionista y las clases del instituto que lleva su nombre sirven de ejemplo: hay 17 venezolanos, 13 peruanos, cinco cubanos, tres dominicanos, tres argentinos, dos paraguayos, dos chilenos, un colombiano y un brasileño. La única excepción, aunque es unificación también, es la presencia de un español y un estadounidense.
«La ubicación del liceo —casi en el límite entre el Centro y Ciudad Vieja— es la explicación del gran número de inmigrantes que, incluso, nos ha hecho reprogramar la cantidad de grupos», dijo Alejandro Villagrán, director de este centro educativo que tiene 490 estudiantes matriculados.
La razón geográfica se repite en las UTU de la Aguada, en la escuela Chile y, en menor escala, en la mayoría de los centros educativos de las zonas cercanas a los ministerios y organismos de trámites, explicó Gabriela Rosadilla, asistente en el Consejo de Educación Secundaria. En todos los casos «se nota un incremento en los últimos tiempos».
Entre 2016 y lo que va de este año, han sido 1.123 los menores de 14 años nacidos en el exterior que tramitaron la residencia uruguaya. Según el análisis preliminar de Cancillería, se trata mayormente de «nacionales de Mercosur y familiares de uruguayos que viven o vivieron en el extranjero».
Para todos ellos, y para quienes aún no tramitaron ni siquiera la cédula de identidad, la escuela y el liceo son los primeros lugares de integración. «A veces hay alumnos que llegan al país un lunes y el martes ya están iniciando las clases; se anotan con el pasaporte y recién a los dos meses tienen la cédula», contó Graciela Lemes, subdirectora del liceo Rodó.
Siete de cada diez estudiantes extranjeros dicen no haber tenido dificultades para integrarse, según una encuesta realizada a los inmigrantes del liceo Rodó y en la que han respondido 29 de los 49 alumnos.
Entre aquellos que sí han manifestado haber tenido problemas, las diferencias culturales y el acceso a la documentación suelen ser las principales dificultades, según la encuesta.
Por eso la ANEP y el Ministerio de Educación y Cultura (MEC) trabajan en un borrador para el «abordaje integral de la población migratoria», dijo Rosita Ángelo, directora de Educación del MEC. «Se trata de la instalación de un puesto de información, sistematización de los temas educativos, el registro, talleres de formación para que los funcionarios sepan cómo tratar los casos y ayudar a sus familias».
Las autoridades saben que en un futuro habrá que pensar en qué idiomas se presentará la información básica de las escuelas, explicó Ángelo. El asunto lingüístico «aún no es prioridad» porque la mayoría de los inmigrantes son latinos, «pero ya hay que ir previendo los escenarios», agregó la funcionaria.
El único experimento de este tipo, por ahora, ha sido con la llegada de las familias refugiadas que vinieron de Siria. «En ese caso se trató al español como lengua extranjera y hubo una docente que los acompañó (como si fuera el intérprete en el caso de personas sordas que usan lenguaje de señas)», recordó la consejera Laura Motta. «Este tipo de intervenciones no suele durar más que un año, que es el tiempo, promedio, que le lleva a un niño adquirir la lengua en la que está inmerso».
A pesar de que la mayoría de los inmigrantes del liceo Rodó son latinos, «cada tanto hay alguna confusión lingüística y los alumnos involucrados suelen aclararlo: En mi país se dice así…», contó la subdirectora Lemes. Lejos de ser un obstáculo, «para los docentes es una oportunidad de abordar aspectos culturales y de profundizar en las diferencias».
Es que a la lógica vareliana, esa que buscaba la igualdad ciudadana (por ello la idea de que todos usaran túnica y moña), «ahora se la carga de diferencias, de sentido común», explicó Ángelo.
Y las diferencias que se ven en el liceo Rodó parecen ser positivas «en todo sentido», dijo el director Villagrán: comparten comidas típicas, grupos de estudio, el bullying por temas de nacionalidad es excepcional y «quienes vienen del extranjero llegan con una muy buena formación». Eso también eleva el nivel.
LA «COMIDA» ES LOMEJOR DE URUGUAY
La profe que usa velo: el gran apoyo.
El intendente de Montevideo, Daniel Martínez, pasa caminando sin escoltas delante de unos alumnos del liceo N°1. Los estudiantes que participan en una actividad en la Plaza Independencia no salen de su asombro: ¿No tiene guardias? La mayoría de los venezolanos de este liceo han escapado de su país «por cuestiones de seguridad». En muchos casos han dejado parte de sus afectos más cercanos en Venezuela. Y el liceo, como lugar en el que pasan varias horas al día, suele prestarse para el desahogo. Una mujer con hiyab —el pañuelo islámico— es, muchas veces, el oído dispuesto a escucharlos. Grisel Álvarez es la profesora de Idioma Español. Nació en Uruguay y hace unos años se convirtió al islam (aunque no habla de religión en clase). Por opción decidió llevar el velo en su cabeza y ese diferencial estético hizo que los alumnos la vieran como una compinche a la hora de conversar sobre la integración cultural. «Para Halloween, estamos preparando una clase en que cada estudiante trae los cuentos de terror que lo asustaban de chico; eso permite trabajar la lengua estándar, las variedades y también, aprovechando la cantidad de inmigrantes, conocer a otros autores», dijo la docente. La integración y la paz son el hilo conductor de todo el año lectivo. Por eso es de esperar que en la fiesta de fin de año «haya algo más que pericón».
Los estudiantes aceptan esos retos. En una encuesta realizada a los extranjeros, dijeron que las «comidas» es lo que más les gusta de Uruguay. Y, a la inversa, «nada» les desagrada, salvo el clima y algunas actitudes de los uruguayos. Aunque saben que cuando se enojan tienen a quién contarle sus cosas.
Fuente:https://www.elpais.com.uy/informacion/boom-inmigrantes-llego-liceo.html
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