La agencia especializada de la ONU encargada de promover la salud, los derechos sexuales y de acabar con la violencia de género lanza una nueva iniciativa que busca equiparar la protección que gozan los autores de contenidos, como canciones o películas, con la de las personas y las imágenes relacionadas con ellas.
Intentar acabar con la violencia en línea, en concreto con la imagen asociada a los cuerpos de las personas, es la base de una nueva campaña llamada bodyright (derechos sobre el cuerpo), que ha lanzado este jueves el Fondo de Población de las Naciones Unidas.
La iniciativa, que busca crear una nueva modalidad de derechos de autor para el cuerpo humano, intenta transmitir el mensaje que tanto las mujeres y las niñas como las minorías raciales, étnicas y la comunidad LGBTQ+ u otros grupos marginados son menospreciados, explotados y maltratados en internet.
La campaña destaca que se valora más a los logotipos de las empresas y a la propiedad intelectual sujeta a derechos de autor que a las imágenes de los cuerpos de personas.
El elemento central del movimiento bodyright es el símbolo ⓑ, que puede añadirse a cualquier imagen de forma directa a través de las historias de Instagram, visitando la página web de la campaña y usando la «herramienta bodyright» o descargando directamente el logo en el sitio de internet.
El objetivo de la iniciativa es que todo el mundo se una al movimiento para que los encargados de la formulación de políticas, las empresas y los particulares rindan cuentas.
La directora ejecutiva del Fondo, la doctora Natalia Kanem destacó que los entornos virtuales representan “la nueva frontera de la violencia de género” y que ya ha llegado la hora de que las compañías tecnológicas y los responsables de formular políticas sobre este tema “se tomen en serio la violencia digital”.
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Un cartel anunciando la existencia de internet.
Los entornos virtuales no protegen los cuerpos de las personas
La agencia especializada de la ONU recordó que las denuncias por ciberacoso son un fenómeno generalizado y que la violencia en línea es una práctica muy extendida.
Un estudio de la Unidad de Inteligencia de la revista The Economist señaló que el 85% de las mujeres con acceso a internet presenciaron violencia en línea contra miembros de su mismo sexo, y que un 38% lo experimentó en persona.
Además, cerca del 65% de las mujeres encuestadas sufrió casos de ciberacoso, discurso de odio y difamación, mientras que el 57% fue víctima de insultos y astroturfing (una práctica que consiste en compartir contenido perjudicial simultáneamente en varias plataformas) mediante vídeos e imágenes.
Muchos países todavía no prohíben la violencia en línea
Igualmente, el Fondo destaca que cualquier persona que trate de retirar imágenes donde sea explotada descubrirá las escasas opciones jurídicas que existen para hacer valer sus derechos y protección y que, en caso de querer ejercerlas les aguarda un largo y doloroso proceso.
Esta situación supone un claro contraste en comparación a la protección que sí poseen los autores de canciones o películas, ya que las plataformas digitales, mediante las leyes aprobadas por sus gobiernos, retiran de inmediato el contenido que infringe sus derechos.
Del mismo modo que se aprobaron estas legislaciones y que las plataformas han ideado sistemas para identificar e impedir el uso no autorizado de material protegido por derechos de autor, el Fondo reclama que se aplican estas mismas protecciones para las personas y las imágenes relacionadas con ellas.
Nueve de cada diez mujeres (92%) afirman que la violencia en línea menoscaba su sensación de bienestar, mientras que más de un tercio (35%) ha padecido problemas de salud mental debido a este tipo de violencia.
El Fondo destaca que esta sensación traumática impide la “autoexpresión libre” y afecta negativamente a la vida profesional y a la economía de las personas que dependen de espacios en línea y redes sociales. “La violencia en línea silencia la voz de las mujeres”.
Así lo ha defendido la catedrática de Psicología de la Educación y directora de la Unidad de Psicología Preventiva de la Complutense en una charla ofrecida en la UAL
«La educación y la sensibilización funcionan: nadie nace maltratador, nadie nace víctima». Así lo ha defendido María José Díaz-Aguado, catedrática de Psicología de la Educación y directora de la Unidad de Psicología Preventiva de la Universidad Complutense de Madrid, durante la charla ‘Avances y limitaciones en la lucha contra la violencia de género en la adolescencia y la juventud’ celebrada en la Universidad de Almería con motivo del 25-N.
Y es que, según un estudio realizado con 26.000 adolescentes y 7.000 docentes entre 2010 y 2020, se observó un incremento importante de la violencia de género entre 2010 y 2013 que, subrayó en la conferencia, «fue conocido por la sociedad y generó un enorme impacto, una enorme preocupación, lo que provocó que se pusieran en marcha campañas de sensibilización dirigidas a adolescentes para enseñarles a detectar la violencia de género desde sus inicios, a rechazarla, a combatirla y a generar modelos alternativos basados en la igualdad».
«Lo que ha sucedido es que ha habido una importante disminución de la violencia de género en la adolescencia, que incluso ha permitido que las violencias más frecuentes (de control y psicológica) disminuyan con respecto a 2010. Es decir, todos los incrementos que hubo en 2013 se han revertido pero, además, en las dos violencias a las que se ha prestado más atención por ser las más extendidas, la de control abusivo y la de violencia psicológica, ha habido un descenso», afirma la catedrática.
El estudio, que mide múltiples indicadores a través de diferentes perspectivas, permite explicar por qué se ha producido este avance. «Los datos de lo que contestan las chicas haber sufrido y lo que contestan los chicos haber ejercido son muy coherentes, por lo que los avances se concentran en las mismas violencias», asegura la experta respecto a este estudio comparativo que arroja otros datos «positivos» tales como «un avance importante en el rechazo al machismo, la principal condición de riesgo, y también en lo que han dicho las familias».
Por ejemplo, con la manida y peligrosa frase de que ‘los celos son una expresión del amor’, el número de chicos que reconoce haberlo escuchado con frecuencia en 2020 es la mitad del porcentaje que había en 2013.
Para María José Díaz-Aguado, las familias se han visto conmovidas por lo que han dicho las campañas, por las investigaciones de las universidades y por los medios de comunicación, por lo que «han reaccionado y han transmitido a sus hijos que eso no es amor, que eso es violencia, que eso es un horror».
Además, ahora los adolescentes hablan más de violencia de género con sus padres, según explica la catedrática de Psicología de la Educación y directora de la Unidad de Psicología Preventiva de la Universidad Complutense de Madrid: «Se ha roto bastante ese tabú que impedía hablar de este tema con las personas más próximas: padre, madre y grupo de iguales».
Un avance, defiende la experta, que se ha conseguido en buena parte con el aumento de actividades escolares de sensibilización. «Hay alrededor de ocho puntos porcentuales más de alumnos que han tratado este tema en la escuela con respecto a 2013. Y los que así lo hacen tienen menos riesgo de ser maltratadores o víctimas. Es decir, la educación y la sensibilización funcionan: nadie nace maltratador, nadie nace víctima. Nuestro papel desde los centros de formación, incluida la universidad, es enormemente importante».
Durante su intervención, también dio datos de otro estudio que realizó con una muestra representativa de universidades españolas en 2013. De él se desprende que, pese a que los jóvenes universitarios rechazan en mayor medida el machismo que el resto de jóvenes, los datos no son tan buenos en el hecho de haber vivido o ejercido violencia de género en la pareja, ya que solo hay una leve mejoría con respecto al resto de jóvenes.
María José Díaz-Aguado ha valorado, no obstante, que queda mucho por hacer todavía, puesto que la mayoría de los universitarios no ha tratado el tema de la violencia de género en clase. «En 2013, solo lo habían tratado un 40% en Ciencias de la Salud, en Jurídico-Sociales bajaba al 33% y, en Humanidades, al 12%».
«Estamos en el buen camino, pero queda mucho por conseguir. Hay que insistir en la violencia sexual fuera de la pareja, en llegar a los casos de más riesgo y en que toda la juventud universitaria, de todas las carreras, tomen conciencia de este problema e incorporaren en su identidad profesional la sensibilidad para erradicarlo», sostiene la catedrática de Psicología de la Educación de la Universidad Complutense de Madrid.
El factor destructor principal de un tipo de familia, la familia nuclear, es el machismo y la violencia de género e intrafamiliar.
Continuamente se presenta en la opinión publica y en las redes sociales la culpabilización hacia determinados fenómenos sociales o disposiciones legales como amenazas de destrucción de la familia. El termino destrucción hace referencia a eliminación física y violencia. Estableciéndose así que la familia va a desaparecer. Esta visión omite algunos elementos como los siguientes:
Concepto de familia.
En la perspectiva de la Antropología del Parentesco (Strauss 1972) se conceptualiza a la familia desde la unidad de residencia y se ha excluido de la definición la reproducción que no siempre ha formado parte ni forma parte de varias familias en las diferentes sociedades y grupos sociales.
Desconocimiento sobre la diversidad de estructuras familiares existentes en nuestra historia.
En nuestra historia social hemos contado con familias extensas, familias nucleares (formadas por parejas e hijos/as) familias monoparentales (matrilineales y patrilineales). Estas estructuras tienen raíces históricas y se presentan en la actualidad. Somos una sociedad culturalmente sincrética con un sostén patriarcal que refuerza el machismo y la poligamia-oculta lo que se mezcla con una cultura afrocaribeña que refuerza el tejido familiar extenso desde redes de cuidado y apoyo entre mujeres. Se presentan históricamente hombres jefes de varias familias, ¿cuál de esas familias han contado y cuentan con la presencia de padres físicamente? Gran parte de los matrimonios son uniones consensuales, la poligamia pasa desapercibida y varias familias tienen un mismo padre que está presente para algunas y para otras no.
El factor destructor principal de un tipo de familia, la familia nuclear, es el machismo y la violencia de género e intrafamiliar.
Gran parte de las familias en nuestra sociedad desde los diferentes estratos y contextos sociales cuentan con relaciones basadas en el ejercicio de violencia. Las relaciones entre personas adultas y la niñez al interior de las familias esta sostenidas en violencia psicológica, física y verbal y la ausencia del respeto a los derechos de niños, niñas y adolescentes. Igualmente ocurre en las relaciones de pareja en la que el hombre impone un ejercicio de poder autoritario desde la violencia hacia su pareja femenina desde manifestaciones físicas, verbales y sexuales.
El machismo se convierte en el principal factor “destructor” de la familia nuclear por lo siguiente:
Despoja al hombre de su responsabilidad paterna, no se le educa para ser padre sino para ser “macho” con múltiples parejas sin relación con hijos e hijas desde la afectividad y el acompañamiento educativo.
Genera familias monoparentales como consecuencia de la paternidad ausente y la poligamia
Fortalece la masculinidad violenta en perjuicio de la mujer
Fomenta una relación conyugal en la que los hombres tienen permiso para violentar los derechos de las mujeres
Niega la autonomía que debe tener la mujer sobre su cuerpo y su decisión sobre cuando y como tener relaciones sexuales con su pareja.
Destruye las relaciones afectivas en las parejas al establecer pautas de imposición y poder del hombre sobre la mujer y la cosificación de la mujer en objeto sexual.
Este articulo fue publicado originalmente en el periódico HOY
Sus páginas no sentaron bien a los sectores más conservadores y puritanos de la sociedad estadounidense de la época, pero a medida que la crítica crecía, también lo hacía la voluntad de leerlas.
Por: Carmen Macías/elconfidencial.com
Nueva York, 23 de abril de 1929. Una mujer de 57 años entra en la sala del tribunal del distrito de Brooklyn acusada de violar las llamadas ‘leyes de Comstock’. Exactamente 42 minutos bastaron a un jurado compuesto por hombres para condenar a Mary Ware Dennett por subrayar la realidad de las violaciones como parte estructural de un sistema patriarcal que controlaba a las mujeres y tratar de poner fin a ello a través de la educación. La paradoja había saltado a partir de un nombre: ‘El lado sexual de la vida: una explicación para los jóvenes’.
Dennett había escrito este panfleto 14 años antes de sentarse en el banquillo, en 1915, y sus páginas no sentaron bien a los sectores más conservadores y puritanos de la sociedad estadounidense de la época, pero a medida que la crítica crecía, también lo hacía la voluntad de leerlo y de establecer una conciencia colectiva.
“Ninguna plaga, hambruna o guerra podría asustar tanto a la clase capitalista como la práctica universal de la prevención de la concepción”, decía. Para Dennett, la base de los problemas sociales (de los que se hablaba, pero también de los que no se hablaba) atravesaban o comenzaban atravesando a las mujeres. Además, consideraba que las autoridades infundían el desconocimiento de la población a través del cual seguían alimentando prácticas y creencias. De hecho, las leyes de Comstock habían sido aprobadas en 1873, y cuarenta años después seguían censurando y limitando el acceso de las mujeres a una salud sexual libre y sana.
Desde el coito a la menstruación
De Comstock o de castidad, aquellos textos mantenían la moral victoriana en todo el país. “En ese momento, los métodos anticonceptivos existentes eran bastante rudimentarios (condones, pesarios, ahora más comúnmente llamados diafragmas, duchas vaginales o esponjas) y no particularmente accesibles”, recuerda al respecto Rebecca Tuhus-Dubrow en ‘The American Scholar’. La Ley Comstock prohibía también el envío de artículos anticonceptivos, así como cualquier información sobre ellos.
Eso fue precisamente lo que había hecho Dennett: había escrito e ilustrado un folleto para ofrecer a sus propios hijos adolescentes información sobre la sexualidad, pero también para los padres y madres que buscaban una nueva forma de enseñar a sus hijos para que normalizaran y entendieran el sexo.
El manuscrito explica el coito, la concepción, el embarazo y la menstruacióncon un lenguaje claro y sencillo e ilustraciones y dibujos anatómicos que, en muchos casos, mostraban por primera vez los genitales en su totalidad de manera pública. Además, informaba sobre la sífilis y la gonorrea, dos enfermedades ocultadas entonces, y señaló que existía tratamiento para ellas, y que además era cada vez más eficaz. De esta forma, “ofreció una discusión sobre la fisiología humana y celebró el sexo como un acto humano natural”, subraya Tuhus-Dubrow.
«Si sientes curiosidad, no te preocupes»
Se dirigió con estas palabras a la gente más joven: “Si sientes curiosidad, emoción y timidez al respecto, no te preocupes ni te avergüences por ello… Recuerda que los sentimientos fuertes son inmensamente valiosos. Todo lo que tenemos que hacer es guiarlos en la dirección correcta y mantenerlos bien equilibrados y proporcionados”.
Primero se lo pasó a su hijo, y fue este quien le animó a difundirlo a sus amigos. Poco a poco, los envíos fueron creciendo, la gente ansiaba saber que sus deseos no eran extraños o incluso fruto del demonio, y que mantener relaciones sexuales iba más allá de la fecundación.
Sharon Spaulding, historiadora e investigadora especializada en la vida de Dennet y en la época en la que esta vivió, explica en la revista ‘Smithsonian’ que «finalmente, ‘The Sex Side of Life’ aterrizó en el escritorio del editor Victor Robinson, quien lo publicó en su revista ‘Medical Review of Reviews’ en 1918. Al calificar el folleto como ‘una contribución espléndida’, Robinson agregó: ‘No sabemos nada que se compare al folleto de la Sra. Dennett’. Esta, por su parte, estaba recibiendo tantas solicitudes de copias que tuvo que reimprimir el folleto y comenzó a venderlo por veinticinco centavos a cualquiera que le escribiera pidiéndole una».
«Yo ignoraba por completo el control de la natalidad, al igual que mi marido. Nunca habíamos tenido nada parecido a unas relaciones normales»
Dennett había dejado atrás una vida difícil. Abandonada por su marido, había solicitado el divorcio en 1912, lo que en la época derivó en un escándalo público que llego a la prensa. Se había marchado de su Massachusetts natal y, con sus hijos y su conciencia de lucha feminista, llegó a Nueva York: «Yo ignoraba por completo el control de la natalidad, al igual que mi marido. Nunca habíamos tenido nada parecido a unas relaciones normales, incluso llegando a una abstinencia casi total en el empeño de espaciar mis embarazos».
Tras su tercer parto y de estar a punto de morir durante los tres, el médico le dijo tanto a ella como a su entonces marido que no deberían tener más hijos. El peligro estaba ahí, y la posibilidad de evitarlo también, pero no les dio ninguna información al respecto. En esa época, Dennett ya formaba parte del Movimiento Sufragista, aunque llegó a apartarse decepcionada con la organización del mismo. Sin embargo, su empeño se marchó con ella a la ciudad.
En Nueva York, conoció a Margaret Sanger, y gracias a ella supo acerca de lo que llamaban “control de la natalidad”. Sanger, enfermera, activista a favor de la educación sexual, escritora y fundadora de la ‘Liga Estadounidense para el Control de la Natalidad’ (‘American Birth Control League’), argumentaba que todas las mujeres necesitaban acceder a ello para controlar sus cuerpos y sus vidas. Sabía de primera mano el significado material y moral de los embarazos y bebés no deseados.
¿Una ley para médicos?
En las reuniones que llevaban a cabo, Sanger comenzó a promover una «ley para médicos» que enmendaría la ley Comstock “para permitir que los médicos, pero nadie más, enviaran por correo información sobre los anticonceptivos”, apunta Tuhus-Dubrow. Para Sanger, esta era la mejor manera de garantizar que las mujeres tuvieran acceso a ellos.
Dennett, sin embargo, buscaba una “derogación limpia” de la ley. Hablaba de un monopolio médico, consideraba que lo que Sanger proponía “daría a los médicos un privilegio económico que se le niega a cualquier otra persona”. En palabras de “le preocupaba que la excepción para los médicos olvidara que muchas mujeres más pobres recibieran la misma información”.
Todo aquello ya le había provocado algún que otro encuentro con la policía y la ley. Cuando encontró la notificación que la acusaba de violar las normas, no se sorprendió demasiado, asegura Tuhus-Dubrow.
También de la masturbación había que hablar
‘El lado sexual de la vida: una explicación para los jóvenes’ plasmaba todo lo que con los años había descubierto y aprendido Dennett, cuestiones de la vida cotidiana que permanecían empolvadas en millones de casas, donde las mujeres seguían siendo el centro invisible del núcleo, también en la cama.
Se distribuyeron miles de folletos que llegaron a todo el país. Según asegura Spaulding, lo que comenzó como una tarea de ella misma se había amplificado a las escuelas, asociaciones, grupos feministas, y hasta iglesias. Aquel texto se multiplicó a un ritmo imparable con la fuerza de voluntad de las que debían sobrevivir y no vivir, sabiendo unidas, reflexivas, cansadas y reivindicativas, que los cuerpos eran algo más, que sus cuerpos eran suyos.
“En lugar de enfatizar los peligros del sexo, Dennett enfatizó firmemente las alegrías. Incluyó una breve sección sobre la masturbación, que durante mucho tiempo se había considerado un peligro terrible”, dice
Aquel 23 de abril de 1929, Dennett fue sentenciada a una multa de 300 dólares,que se negó a pagar de inmediato. En ese momento, los periódicos de todo el país salieron en su defensa. Un editorial del New York Times, por ejemplo, lamentó que la decisión mostrara «una vez más en qué condición confusa e insatisfactoria es la ley que cubre tales casos».
Su panfleto resultaría en la actualidad «inocente y dócil», afirma Tuhus-Duborw, e incluso «retrógrado» en ciertos aspectos como la suposición de la que partió al escribirlo: todos sus lectores compartirían los mismos deseos. Hoy sabemos que no es así, los materiales de educación sexual ahora empiezan a reconocer una amplia gama de deseos, prácticas e identidades sexuales, pero la reivindicación continúa, porque la censura que quiso castigar a Bennett sigue significando la sociedad. Por suerte, el legado de Bennett sigue creciendo y desarrollándose.
Uno de los principales escenarios desde donde las mujeres y adolescentes son víctimas de violencia física, verbal y sexual es en la relación de pareja.
Recientemente en las redes sociales y en distintos medios de comunicación social se ha generado un debate alrededor de la discusión del código penal en el congreso y la posibilidad de reducción de las penas para las violaciones sexuales o sexo sin consentimiento realizadas por conyugues o parejas.
Uno de los principales escenarios desde donde las mujeres y adolescentes son víctimas de violencia física, verbal y sexual es en la relación de pareja, llegando en muchísimos casos a perder su vida. El 80% de las mujeres dominicanas que han sido victimas de violaciones sexuales ha sido de sus parejas (UNFPA 2019) (ENDESA 2013)
La presencia en las relaciones de pareja de practicas de violencia de todo tipo es cotidiana tanto en los estratos pobres como en estratos medios y altos. Esta realidad la cuentan mujeres entrevistadas en distintos estudios etnográficos y cualitativos desde diferentes provincias del país (Vargas/Editorial Española 2019) (INTEC 2014).
“Hace unos meses me iba a casar. Teníamos la fecha de boda, invitaciones distribuidas, lugar, todo organizado para la boda. Una semana antes de la fecha que se iba a realizar la boda mi novio me llama y me pide que nos juntemos con unos amigos para compartir. Fuimos a cenar y luego de la cena tres amigos de él se montan en el vehículo con nosotros para llevarme a mi casa. No me llevaron a mi casa. Uno de los amigos me tapo los ojos con una venda y me llevaron a un motel. En el motel los tres amigos y mi novio me violaron. Fue terrible para mí. Llegue a pensar en suicidarme. No me atreví a denunciarlo” (entrevista a joven de 25 años estratos medios)
El relato anterior es de una joven que entrevistamos dentro de un estudio sobre violencia de género en diferentes provincias (Vargas/Editorial Española 2019). En el relato se muestra el patrón recurrente del ejercicio de violencia sexual por novios, esposos y ex esposos que viven continuamente muchas mujeres y adolescentes en nuestro país y que muchas veces las familias no conocen la realidad vivida por las victimas que tienen miedo de denunciar. Se han producido intentos de suicidios y suicidios consumados de jóvenes que se ven en un callejón sin salida frente a las violaciones sexuales cometidas por una persona a quien ellas le han dado la confianza y todo su afecto, sus parejas.
Este patrón se refuerza desde la socialización de niños y adolescentes que aprenden a ser “machos” desde una masculinidad violenta que les motiva a entender que la pareja les pertenece y que no deben pedirle consentimiento para el sexo, porque “es mía”.
El cuerpo de las mujeres se convierte en un objeto sexual de la pareja quien dispone de ella sea castigándola con golpes, maltrato físico o sometiéndola a un acto sexual en forma obligatoria y violenta. Estos elementos aparecen legitimados y normalizados por muchos hombres como se muestra en el estudio “Masculinidades y Violencia de género” (Vargas/PROFAMILIA 2018).
La condena de estos actos que son un crimen contra las mujeres con un alto contenido delictivo independientemente de quien los cometa (pareja o no) es una necesidad y una urgencia en nuestra sociedad. Las adolescentes y mujeres desde distintos estratos sociales no pueden continuar viviendo los abusos sexuales y la violencia cometida por quienes ellas han aceptado como parejas sentimentales sin consecuencias para los agresores. La violencia sexual va de la mano con la violencia de género, debe haber condenas para las agresiones físicas, verbales y psicológicas, así como las de naturaleza sexual en todos los escenarios que se produzcan en la misma magnitud. Incluyendo matrimonio, noviazgo, o algún tipo de relación sentimental
Este articulo fue publicado originalmente en el periódico HOY
«En el ámbito político, el tema de la violencia machista está muy polarizado. Determinados partidos han hecho de él su campaña y han dinamitado ciertos consensos que existían sobre ella», señala Daniel Calderón, técnico de Investigación Social en el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la FAD. «La gente de derechas, en términos generales, considera, en mayor medida que la de izquierdas, que el feminismo no es necesario o que las desigualdades de género no son tan importantes», asegura.
Doctor en Sociología y Antropología, Calderón ha trabajado en diferentes proyectos e investigaciones sobre la sociología de la juventud, la sociedad digital y las desigualdades digitales.
Pregunta. ¿Cómo es posible que un 20% de los jóvenes chicos piense que la violencia machista no existe?
R. Es la gran pregunta y no es fácil responderla. En este barómetro vemos más las tendencias y no es tan sencillo encontrar las causas. Si tuviese que atender a varias tendencias que están surgiendo en los últimos años, diría que el movimiento feminista o a favor de la igualdad de las mujeres se ha visibilizado mucho en los últimos años. Eso ha creado entre ciertos hombres ciertas reticencias, una actitud reactiva, digamos. En el ámbito político, el tema de la violencia machista ha estado muy polarizado. Determinados partidos han hecho de él su campaña y han dinamitado ciertos consensos que existían sobre la violencia machista.
P. Precisamente, en el informe se apunta que existe un sesgo ideológico en esta percepción. Solo el 55,5% de los jóvenes de derechas considera que la violencia machista es un problema social grave, frente al 77,9% de los jóvenes de izquierdas.
R. Es una tendencia general de todos los barómetros que hemos hecho sobre este tema. Siempre hay una asociación del movimiento feminista o de lucha por la igualdad en términos ideológicos. La gente de derechas, en términos generales, considera, en mayor medida que la de izquierdas, que el feminismo no es necesario o que las desigualdades de género no son tan importantes .
P. Llama la atención porque estos jóvenes que niegan la violencia machista lo está viendo a su alrededor, en la televisión; muchas veces, en su familia…
R. Hay que tener en cuenta que la mitad de los chicos sí considera que la violencia de género existe o que las desigualdades de género son importantes. Pero existe esta minoría que se está acercando cada vez más a discursos reactivos. Como en el debate público parece que se puede decir cualquier cosa y todo es aceptable, pues lo entienden como un discurso más de confrontación de algo que entienden que es contra ellos.
P. Vox, por ejemplo, prefiere hablar más de violencia familiar que de violencia machista.
R. Sí, existe un caldo de cultivo de enfado hacia el movimiento feminista o de pensar que el movimiento feminista ataca a las hombres que en determinados sectores, sobre todo de hombres, pueden generar actitudes de rechazo que puedan conducir a votar a Vox o a otros partidos que niegan estas desigualdades o que las invisibilizan porque no son tan importantes.
P. Algunos jóvenes admiten que ante el intenso debate social que hay con este tema se sienten ‘atacados’ de alguna manera.
R. El problema de este argumento es que en el fondo le echa la culpa al movimiento feminista, cuando en realidad lo que ocurre es que determinados grupos de jóvenes varones no están entendiendo de qué va el feminismo y cuáles son las desigualdades estructurales que hay que combatir. Es interesante cómo se observa que esta actitud de rechazo es mayor entre los chicos más jóvenes, de entre 15 y 19 años. Lo que no sabemos es si porque este grupo de edad es más machista o porque tiene menos información y cree que el feminismo es una cosa que realmente no es.
P. El problema entonces, de nuevo, y como en otros temas, es la desinformación.
R. Sí, hay una amalgama de fuentes de información que dicen cualquier cosa a los que gracias a las redes digitales y a internet se puede acceder. Lo que hace falta son herramientas de filtrado o conocimiento seguro que nos digan qué es el feminismo, qué es el machismo.
P. ¿Hay un cierto cansancio por parte de estos jóvenes de que se defienda a las minorías?
R. Sí es cierto que en determinados sectores sociales pueden aparecer esas actitudes. Pero es más un caldo de cultivo que está ya en la sociedad y, cuando preguntas por estas cuestiones, aparecen. Aunque el dato es negativo, lo positivo es que se está visibilizando una realidad y un problema que hace años no se hacía: la desigualdad de las mujeres, la lucha contra el racismo o las minorías sexuales…
P. ¿Y no será que estos jóvenes son, al final, un reflejo de la sociedad patriarcal en la que viven?
R. En cierta medida, tanto hombres como mujeres estamos sociabilizados en una sociedad patriarcal que claramente delimita los roles que son socialmente aceptables tanto para hombres como para mujeres. Eso ha entrado en cuestión hace muchísimos años y hay principalmente algunos varones que consideran que se está atacando a su identidad o cómo ellos percibían el mundo. Es interesante, en ese sentido, entender qué discursos plantean, profundamente misóginos y machistas, para poder confrontarlos con información, argumentos y educación.
P. O puede ser que estos jóvenes prefieran taparse los ojos…
R. Sí, eso es evidente. Se percibe muy bien en la encuesta que la percepción de las desigualdades de género en el entorno social es mucho más habitual entre las mujeres. Ellas son mucho más conscientes de las desigualdades que ven en el ámbito laboral, familiar, en las relaciones de pareja… Y, en cambio, los chicos no ven ese tipo de cuestiones en la misma medida.
P. Pero si en los últimos años se ha luchado por parte de la sociedad, de los medios, de los políticos para poner en el centro del debate la violencia machista, y se ha creado una reacción contraria en algunos jóvenes, ¿qué se puede hacer entonces?
R. Si, al final tenemos que plantearnos las causas. Tenemos, por un lado, los datos de violencia de género que son terribles, una lacra social que no desaparece sino que se mantiene como un problema fundamental, pero, por otro lado, se están visibilizan discursos de confrontación, algo que hace años no pasaba. Y eso de cara a los hombres genera esta visión reactiva de «están todo el día con este tema», como si no fuera una cuestión importante.
P.El informe subraya también que el 70% de las mujeres encuestadas considera que la desigualdad entre hombres y mujeres es elevada en España, pero solo un 42% de los hombres está de acuerdo con esa afirmación.
R. El dato positivo es que desde que estamos haciendo este barómetro, en 2017, las desigualdades de género y la violencia de género han emergido como un problema fundamental y cada vez son más los que consideran que es un problema social muy grave, especialmente, las mujeres, pero también los hombres. Pero en estos últimos años, en el caso de los hombres, notamos un cierto estancamiento si no un retroceso en algunos indicadores. Mientras que en el caso de las mujeres, la concienciación feminista es cada vez mayor y ha crecido mucho en los últimos años.
P. ¿Quiere decir que el tema se está polarizando, que cuantas más mujeres piensan que sí hay desigualdad y violencia machista, más hombres piensan que no?
R. Sí, está claro, pero desde el ámbito educativo se debe enseñar que el feminismo o la lucha por la igualdad no es una lucha contra los hombres, sino contra ciertas actitudes y prácticas patriarcales que están en la base contra la violencia de estas mujeres o de esas desigualdades estructurales que aparecen en el trabajo o en la conciliación.
P. ¿Existe un perfil de este tipo de jóvenes que niegan la violencia machista?
R. Es complicado. Sí existen algunas correlaciones. Pero en este sentido no nos gusta hablar de causas porque es un tema complejo de analizar. El nivel educativo es un factor fundamental, cuanto más bajo sea, más posibilidad de actitudes machistas hay. Pero esto es una visión estigmatizante, porque hay una serie de factores involucrados, ya que la gente de clase más baja o de un nivel educativo menor tiene menos posibilidades de acceder a información o a un conocimiento mejor para entender estos problemas. Lo que hay que lidiar es con esos problemas de base en los que se fundamenta todo lo demás.
A vuelto a suceder en todos los medios al referirse a los cuatro violadores que actuaron en la provincia de Alicante en 2019 como “la manada de Callosa”.
Llamar “manadas” a las violaciones grupales es hacer un homenaje y un reconocimiento a los cinco violadores que llevaron a cabo su agresión bajo esta denominación en los sanfermines de 2016, y darle carta de naturaleza a su estrategia de ataque sexual grupal qué otros hombres han imitado de ellos y del “reconocimiento” mediático obtenido, hasta el punto de que uno de esos grupos en Tenerife se denominó a sí mismo como “la nueva manada”.
Pero además del reconocimiento a los violadores de Pamplona, referirse a estas agresiones como “manadas” tiene otras consecuencias en la práctica:
Llamar “manada” a un grupo de hombres los presenta como “animales o bestias”, lo cual puede parecer muy gráfico como calificativo, pero de ese modo se crea la imagen de que su conducta forma parte de la brutalidad animal, no de la racionalidad humana que lleva a planificar la agresión sexual, y a actuar en consecuencia adoptando todos los mecanismos de protección que eviten las consecuencias negativas para quien la ejecuta, como se comprueba en las sentencias judiciales al describir los “hechos probados”.
Por otra parte, se genera la sensación de que la manada aparece de forma espontánea con el propósito de delinquir y llevar a cabo la violación, y se crea la imagen de que ese grupo de hombres, antes y después de ser “la manada” de turno, son hombres ajenos a ella que sólo forman parte de la misma en una especie de trasmutación. La realidad es justo la contraria, son esos hombres normales que trabajan, se relacionan y divierten en circunstancias muy diferentes los que deciden realizar la violación, y para ello se juntan con el objeto de actuar según su decisión.
La singularización del grupo de hombres como “manada” facilita que cada uno de sus integrantes se difumine entre el conjunto perdiendo protagonismo y responsabilidad, como si no hubiera determinación individual y todo fuera consecuencia de una decisión superior impuesta por ese “sujeto” presentado como “la manada”.
Y no son manadas, son hombres. Hombres que violan como el resto de los hombres que deciden llevar a cabo agresiones sexuales, unos solos, otros en compañía,pero todos juntos hacen que aproximadamente el 13% de las mujeres de la Unión Europea hayan sido víctimas de violencia sexual, bien en las relaciones de pareja (7%), o fuera de ellas (6%), tal y como recoge el Informe de la Agencia de Derechos Fundamentales (FRA, 2014).
La referencia al grupo como organización criminal al asociar “manada” con “grupo de hombres que violan”, tiene un efecto similar a llamar a un número de delincuentes “banda criminal”, como, por ejemplo, cuando se habla de “banda terrorista”, “banda armada” o de “banda de narcotráfico”. Esta situación genera dos consecuencias añadidas:
La primera, sitúa las acciones criminales como un problema de determinadas organizaciones, algo que en el caso de la banda criminal tiene sentido, puesto que actúa contra las referencias del orden dado, pero no en “las manadas”, porque en este caso se trata de un problema social y estructural integrado en la violencia de género, el cual parte de todos los mitos y estereotipos creados por la cultura para justificar la violación. Mitos que culpabilizan de lo ocurrido a la propia víctima o a las circunstancias, tal y como recogen los estudios, entre ellos el del CIS de julio de 2017. En él se aprecia que un 72’2% de la población piensa que cuando una mujer es violada se debe a que ella provoca la agresión (“coquetea”, invita a copas, tipo ropa que viste…), y un 8’5% cree que ella tiene la culpa (andar sola, estar bebida, ir con desconocidos…)
Y en segundo lugar, hace creer que sólo son criminales o sólo violan los que forman parte de la banda o de la manada, lo cual vuelve a tener sentido para una organización criminal, pero no para un grupo de hombres que se divierten y utilizan las circunstancias para violar. Esa posición que identifica la violencia sexual con el grupo hace creer que el resto de los hombres no delinquen o no violan, cuando en realidad pueden hacerlo, solos o en compañía, si así lo deciden, tal y como reflejan las estadísticas.
Todo empezó con la “manada de Pamplona”, pero después los medios y las redes han continuado su historia al referirse a otras violaciones grupales como la “manada de Manresa”, la “manada de Tenerife”, la “manada de Azuqueca de Henares”, la “manada de Collado Villalba”, la “manada de Mataró”, la “manada de Sabadell”… más de 36 manadas hasta la última de estos días atrás, la “manada de Callosa”, que ha cobrado actualidad con la celebración del juicio.
No son manadas, son hombres que violan.Ni siquiera son hombres juntos que violan, sino hombres que se juntan para violar.
Si no llamamos a las cosas por su nombre y a los hombres por sus hechos,estaremos hablando de realidades diferentes y dejando en el lado oculto a la violencia de género en sus distintas expresiones. Y al mismo tiempo sacaremos a la luz a los agresores y les haremos un reconocimiento al llamarlos con el nombre que ellos mismos se dieron, y por el que se les identifica popularmente.
Una petición o ruego, no usemos más el nombre de “manada” para referirnos a los hombres que actúan en grupo para violar.
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