Argentina/ 21 de noviembre de 2017/Fuente: www.lanacion.com.ar
Estudiantes de un secundario técnico de 9 de Julio se comprometieron a reparar y mantener seis colegios.
Martina Etchepare manipula una amoladora con temeridad. Corta el cordón de una soldadura que hasta hace unos meses sirvió para fijar las patas de un pupitre de la escuela primaria N° 12 de French. Está en el patio, con la cabeza aprisionada por orejeras y antiparras. A cuatro baldosas, entre un volcán de chispas pero protegido por una máscara, Lucas Martínez suelda la base de un silla. Del otro lado de un ventanal, los alumnos de segundo grado miran de reojo las explosiones que produce la soldadora y saben muy bien quiénes están ocultos detrás de las máscaras y qué vinieron a hacer. Dicen que son los chicos de la escuela técnica N° 2 de 9 de Julio y cuentan que llegaron para arreglar «todo lo que estaba roto».
Etchepare y Martínez tienen 18 años. Igual o un año menos que sus ocho compañeros de séptimo año que integran un proyecto inédito a nivel provincial: con la supervisión de profesores de electricidad, soldadura, herrería y carpintería, acordaron hacerse cargo del mantenimiento de 11 escuelas de pueblos rurales del partido bonaerense de 9 de Julio, ubicado 270 kilómetros al noroeste de la Capital. Lo pactaron en un convenio con el Consejo Escolar. Y se comprometieron a destinar las 216 horas anuales, a razón de seis semanales, que los alumnos del último año de las escuelas técnicas bonaerenses deben dedicar a las prácticas profesionales.
Patricios, Morea, Dudignac, Norumbega, 12 de Octubre y French son las seis localidades a las que asisten. Lo que estaba roto en la primaria de French, que funciona en un edificio que cumplió 118 años, no era poco. Ocho pupitres, 25 sillas, dos bancos de madera del comedor, cinco lámparas de tubo, una cerradura, cinco cortinas y una luz que estaba en cortocircuito. «Lo que nos entusiasma es la idea es ayudar», dice Etchepare después de seis horas de trabajo en la escuela, a 10 kilómetros de 9 de Julio, a donde llegaron en un colectivo escolar y con el aula taller que armaron en un tráiler y en la que trasladan las herramientas de trabajo.
Fue su elección. Porque los diez jóvenes podrían haber elegido hacer las prácticas profesionales en una metalúrgica, en una planta de procesamiento de cereales, en una fábrica de máquinas agrícolas o en un tambo. De haberlo hecho podrían haber cobrado hasta $ 6000 por mes por la «asignación estímulo» que suelen ofrecer las empresas, como lo consiguió la mayoría de los 52 chicos que cursan séptimo año en la escuela. Eso es lo más común en toda la provincia: el 70% de los 11.600 alumnos del último año de las 262 escuelas técnicas bonaerenses hace las prácticas en empresas.
«Para mí, es como devolverle a la escuela pública la educación que me dio», formula Juan Pablo Agostinelli. Etchepare lo interrumpe: «Además, si no venimos nosotros, todo lo que arreglamos iba a seguir inutilizado».
Mientras hacían arreglos en la escuela de French, el Consejo Escolar de 9 de Julio no tenía dinero en la cuenta bancaria del Fondo Compensador, que el 25% se compone de lo que recauda el distrito por Ingresos Brutos de medianos contribuyentes y que se destina para mantener las escuelas. El año pasado, por ejemplo, dispusieron de $ 1,4 millones para hacer mejoras en los 75 edificios escolares del distrito. A razón de $ 19.000 por sede. «De mano de obra, los trabajos que los chicos hicieron en French hubiesen costado unos $ 13.000», saca cuentas Carlos Brangeri, que es técnico mecánico y uno de los profesores que tutela el plan.
El aporte de los alumnos además resuelve una cuestión logística que, de otra manera, requeriría una inversión mucho mayor. «Nos solucionan un problema. Porque el principal inconveniente es que en estos pueblos no hay electricistas, herreros o gasistas que estén inscriptos como proveedores de la provincia y entonces puedan hacerse cargo de los trabajos. Tendrían que venir de lejos y nos saldría muchísimo», reconoce Marisa Poratti, presidenta del Consejo Escolar.
«En séptimo año desarrollan lo que aprendieron durante los seis años anteriores», explica Silvio Balbo, director de la técnica N° 2, que ya el año pasado había firmado el primer convenio con el Consejo Escolar para que otro grupo hiciera lo mismo, pero en otras localidades. «El objetivo es que se desempeñen en un ámbito real de trabajo, aprendan a resolver problemas que se les presenten en el lugar y desarrollen capacidades profesionales y solidarias», explica Brangeri.
«Está bueno cuando ves cómo solucionamos problemas que tienen los colegios. Me hace sentir bien», describe Lucas. «También creo que es un ejemplo para los chicos que nos ven trabajar. Capaz que al vernos les dan ganas de estudiar en la técnica», interpreta Lucrecia Henríquez, que aprendió a manipular a la perfección la remachadora neumática y a lo largo del año fue la encargada de asegurar las bases de sillas desvencijadas.
Todo indica que el plan que idearon en la técnica N° 2 como alternativa a las prácticas en empresas tiene larga vida. Por vocación y por necesidad. «Desde primer año en la escuela trabajamos en proyectos solidarios y eso hace que los alumnos desarrollen una sensibilidad que los lleva a elegir este tipo de prácticas», pronostica Brangeri, que a su vez aclara que seis horas semanales es suficiente, ya que si les tomara más tiempo pasarían a ser como «un trabajador encubierto» o «mano de obra barata».
Mientras que Poratti trabaja en el borrador que el Consejo propondrá como convenio para el año próximo: «Queremos incluir a más localidades». Además de la cabecera de 9 de Julio, el distrito abarca 12 poblados y 15 parajes en los que hay escuelas rurales. Balbo prepara las condiciones: «La cooperativa eléctrica de 9 de Julio, nos donó el camión F-350 usado, nos prometió un camión más grande, un Ford 14.000, que nos permitirá entrar con el taller móvil en localidades más apartadas y con accesos más complejos».
Fuente de la Noticia:
http://www.lanacion.com.ar/2083729-educacion-usan-sus-practicas-para-ayudar-a-escuelas