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Crisis del concepto de gen y alimentos transgénicos

Por: Julio Muñoz Rubio

Fenómenos como la epigéneis o epistasis cuestionan el modelo ortodoxo imperante en genética y biología molecular en la que se basan fabricantes de alimentos transgénicos y científicos afines.

Según la teoría que dominó la biología molecular entre los años 50 y 70 del siglo pasado, la transmisión de información genética se explica por la propiedad que tienen los ácidos nucleicos (DNA y RNA) de autocopiarse (reproducción) y transmitir y copiar su información, contenida en sus bloques constituyentes (nucleótidos), a los bloques constitutivos de las proteínas (aminoácidos). Una secuencia de nucleótidos determinada formará un gen, y una de aminoácidos, copiada de la secuencia génica, formará una proteína. Se establece una relación lineal, una correspondencia entre un gen y una proteína, lo cual lleva a una correspondencia entre el genotipo y el fenotipo. Tal explicación de la herencia es la base del modelo ortodoxo prevaleciente en genética y biología molecular desde los años 50.

Esta visión ha comenzado a descartarse debido al descubrimiento de diversos fenómenos tales como epigéneis, epistasis, pleiotropía, metilación de ácidos nucleicos, splicing, splicing alternativo, o de moléculas como los priones o el RNA de interferencia. La manera como estos fenómenos y moléculas modifican la noción inicial de gen y el Dogma Central de la Biología Molecular (DCBM) ha sido ampliamente estudiada. En función de ello se sabe hoy que los mecanismos de transmisión genética son muy distintos de los de aquella imagen tradicional de los años 50. Todos estos fenómenos nos hablan de formas diversas y complejas de flujo de información genética: mecanismos que cuestionan seriamente la correspondencia de un gen para una proteína y se resalta que existen influencias ambientales en la regulación y la expresión o no de multitud genes. Todo ello hace más complicada la tarea de la predicción a corto, mediano y largo plazos de la expresión fenotípica de los genomas. Numerosos científicos, tales como El-Hani (2007, 2010, 2015), Koonin (2009, 2012), Stotz, (2006), Shapiro (2009), Álvarez-Buylla (2015), entre algunos, señalan con precisión la creciente invalidez del concepto tradicional del gen y del DCBM y la crisis en la que ha entrado. Algunos de ellos postulan la necesidad de replantear de raíz nuestra concepción de la herencia biológica.

Sin embargo, en las empresas fabricantes de alimentos transgénicos y en las comunidades científicas que para ellas trabajan, lo que sigue dominando es ese esquema ortodoxo de los años 50, porque es el que les conviene para el desarrollo de sus tecnologías y la obtención de ganancias. Ese esquema defiende la vetusta idea de la correspondencia 1 gen-1 proteína, y que, por tanto, basta insertar un gen de un organismo que codifique para la síntesis de una proteína en otro de otra especie, para producir un nuevo organismo sin consecuencias negativas a mediano y largo plazos.

Quienes defienden la producción y comercialización de los alimentos transgénicos lo hacen incluyendo solamente la parte de los conocimientos de biología molecular que les conviene, omitiendo mencionar el cúmulo de conocimientos que han metido en crisis a la teoría tradicional del gen.

En México, en 2011, por ejemplo, apareció publicado un libro electrónico, editado por la Academia Mexicana de Ciencias e intitulado Por un uso responsable de los alimentos genéticamente modificados, el cual no contiene la más mínima mención a los fenómenos y las moléculas arriba enlistadas, ni mucho menos la manera como cuestionan y falsean la teoría ortodoxa del gen y del DCBM. Esa es la tónica que en nuestro país ha privado en la divulgación de los supuestos beneficios de los alimentos transgénicos

La pregunta obligada a Monsanto, Syngenta. Du Pont, etcétera, y a sus comunidades científicas, es: ¿Conocen estos trabajos y los procesos o fenómenos que señalan y que invalidan el modelo de transmisión de herencia que en sus empresas defienden? Una posible respuesta, francamente increíble, es que no los conocieran. Lo que sí es posible es que los conozcan y que omitan deliberada y sistemáticamente mencionarlos, en cuyo caso su calidad ética, ya de por sí deteriorada, queda aún más en tela de juicio.

Lo que es claro es que empresas como Monsanto y sus comunidades científicas asociadas, al desarrollar y apoyar la producción de alimentos transgénicos, están trabajando y defendiendo un modelo científico de copia y transmisión lineal de caracteres biológicos que es cada vez más cuestionable. El concepto de gen se encuentra seriamente en peligro. La ciencia defendida por estas empresas se mueve sobre gelatina, es falsa, por mucho poder económico y político que tengan y que les permita hacer una desmedida publicidad en favor de estos organismos, y por muy célebres que sean muchos de sus más acérrimos defensores.

* El autor es biólogo marxista, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México y miembro de la UCCS. Este artículo apareció por primera vez en La Jornada de México, el viernes 16 de octubre de 2015. El autor nos ha concedido su reproducción para La Izquierda Diario.

Tomado de: http://www.laizquierdadiario.com/Crisis-del-concepto-de-gen-y-alimentos-transgenicos

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Alemania: Bayer compró Monsanto

EE.UU./16 de septiembre de 2016/www.lagranepoca.com/Por: Hipertextual

 

Terremoto en el sector de la biotecnología y la agroquímica: Monsanto ha aceptado la oferta de Bayer para adquirir la multinacional por 66.000 millones de dólares, según Bloomberg.

El movimiento llega cuatro meses después de la primera oferta de la compañía alemana, que pretende adquirir Monsanto para crear la mayor empresa de toda la industria.

De acuerdo con la información anticipada por Bloomberg, Bayer AG estaría dispuesta a pagar 129 dólares por acción de Monsanto, siete dólares por título por encima de la oferta inicial, que Monsanto rechazó.

La empresa resultante, si las autoridades de la competencia dan su visto bueno a la operación, sería líder en el sector de los pesticidas y de las semillas. La operación acaba de ser comunicada por ambas compañías a través de Twitter y en el comunicado que lleva por título Advancing Together.

Es precisamente por este segundo negocio por el que Monsanto es más conocida, al haber patentado el maíz MON810, cuya protección terminó en noviembre de 2014.

Los organismos modificados genéticamente, popularmente conocidos como transgénicos, son uno de los caballos de batalla de esta industria. Por otro lado, Bayer AG centra su negocio en productos para el control de plagas.

En el momento en el que se ultimen los flecos de la compra de Monsanto por parte de Bayer, la industria completaría un ciclo de movimientos empresariales, después de que ChemChina adquiriera Syngenta hace unos meses por 43.000 millones de dólares. La compañía china había intentado comprar Monsanto anteriormente por 47.000 millones, una oferta que la multinacional también rechazó.

Tomado de: http://www.lagranepoca.com/internacionales/86558-bayer-compra-monsanto-millones-dolares-transgenicos.html

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Monsanto en retirada El abajo que se mueve

Por: Silvia Ribeiro

Desde el primero de   agosto corre la noticia de que Monsanto tuvo que abandonar la construcción de una de las plantas más grandes del mundo de semillas de maíz transgénico que sería instalada en Córdoba, Argentina, en la municipalidad Malvinas Argentinas. Desde ahí, pretendían distribuir a América Latina y más allá. Es un hecho de enorme trascendencia, pero la empresa no lo ha querido admitir públicamente, porque la razón de su salida es la persistente resistencia popular de vecinos, jóvenes y madres, que mantienen bloqueada la planta desde 2013.

Es una victoria que no sólo tiene un enorme significado para la lucha de este pueblo de 12 mil habitantes, sino para todo el mundo, para las muchas luchas populares desde abajo que tantas veces se enfrentan a intereses que parecen gigantescos e imposibles de derrotar. Es un freno a los venenos de la trasnacional semillera más grande y resistida del planeta, pero además es un mensaje de aliento a los que en todas partes luchan por la defensa de sus territorios y comunidades, urbanas y rurales, por su vida y la de sus hijas e hijos, a contrapelo de la lógica dominante que intenta convencernos, que son luchas imposibles.

La primera noticia la trasmitió la Asamblea del Bloqueo en Malvinas el pasado primero de agosto, cuando la empresa Astori Estructuras llegó al terreno a desarmar las instalaciones por encargo de Monsanto. (http://tinyurl.com/j28t82f) Dos días después, un artículo en iProfesional relató que fuentes de la trasnacional explicaron que se van porque había bajado el área de producción de maíz en el país y con las protestas de los vecinos, ya no resultaba rentable construir la planta. Monsanto tiene otra planta de producción de semillas de maíz transgénico en Rojas, provincia de Buenos Aires, y por ello dicen que ahora no sería necesaria una segunda planta, aunque en 2012 afirmaron que sería una inversión de mil 500 millones de dólares.

Vanesa Sartori, vecina integrante de la Asamblea Malvinas Lucha por la Vida, declaró al portal lavaca.org que el argumento de la baja de producción es solamente formal, una salida elegante para la trasnacional. Monsanto no puede aceptar públicamente que gente de a pie, vecinas, jóvenes y madres organizadas contra los agrotóxicos, hayan podido derrotar a la mayor trasnacional semillera del planeta.

Aunque Vanesa advierte que aún quieren confirmación definitiva, agrega que ya Malvinas se ha convertido en un ícono de resistencia. Es una demostración de que el pueblo puede organizarse y, por más que parezca que está todo listo, cerrado y sellado, se pueden revertir esas decisiones. Si la gente se organiza, puede. (http://tinyurl.com/jmkbddh)

La lucha contra Monsanto en esta localidad se inició desde el anuncio oficial de la planta en 2012. El bloqueo, con un campamento que se mantuvo por casi tres años bajo frío, calor, lluvia y viento, se instaló al finalizar el festival Primavera sin Monsanto, en septiembre 2013. Vecinas y vecinos de la localidad, jóvenes y las Madres de Ituzaingó –barrio de Córdoba fuertemente afectado por los agrotóxicos de la siembra de transgénicos, donde muchas han perdido hijos y otros familiares por cáncer–, han sido el corazón de la resistencia, que creció hasta repercutir a nivel nacional e internacional, apoyados también por médicos y científicos críticos. Han sufrido ataques y amenazas constantes. El camino no ha estado exento de conflictos y divisiones internas, como tantas veces nos pasa en las luchas, pero los esfuerzos están dando fruto.

En el festival de 2013, informando y acompañando a los vecinos a instalar el bloqueo estuvo el científico Andrés Carrasco (fallecido en 2014), que denunció los efectos de glifosato y transgénicos en la salud, por lo que fue fuertemente atacado por empresas y grandes asociaciones agrícolas. Madres y vecinos lo recuerdan y le dedican este momento.

La noticia de la retirada comenzó a circular el primero de agosto, justamente en una gran jornada de protesta contra la llamada ley Monsanto, convocada por una amplia coordinación de organizaciones campesinas, sociales, sindicatos, ambientalistas, barriales. Carlos Vicente, de Grain, Argentina, recuerda que esta ley que ahora va al Congreso, fue anunciada por el gobierno argentino en 2012 al mismo tiempo que la nueva planta de Monsanto en Córdoba, claramente como requerimiento de las trasnacionales. La nueva ley pretende eliminar y criminalizar el derecho de los agricultores a guardar su propia semilla para la siguiente cosecha. Como si fuera una concesión en lugar de un robo, Syngenta hasta plantea crear una tarifa social soyera para los agricultores chicos (http://tinyurl.com/h65aqqp)

Sumado al revés en Córdoba y a la resistencia a esta ley Monsanto, la empresa está en otra confrontación inusitada para el mundo, en la Suprema Corte de la Nación en Argentina: el rechazo judicial en mayo 2016 a patentar una metodología para hacer semillas transgénicas (http://tinyurl.com/jx5apf9). La sentencia cuestiona que la modificación del ADN de una planta permita a las empresas apropiarse de toda la planta, que no es un invento sino naturaleza y trabajo campesino. Hay mucha movilización social en apoyo a esta sentencia, que sería la primera vez que le niegan por vía judicial a Monsanto patentar semillas transgénicas.

También en México se mantiene por casi tres años una demanda colectiva contra las trasnacionales que tiene suspendida la siembra de maíz transgénico. Y también aquí y en muchas otras partes sigue el tejido desde abajo, resistiendo y construyendo, ese capaz de tornar posible lo imposible.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2016/08/06/economia/021a1eco?partner=rss

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Monsanto no sólo contamina sino también censura en universidades

Por: Emilio Marín

Se sabía que la multinacional estadounidense está acusada de contaminar en varias partes del mundo. En cambio no era tan conocido que también censura a docentes e investigadores universitarios, de universidades públicas y también privadas.

La mayor semillera mundial, Monsanto, tiene una bien ganada pésima fama internacional, que viene de su producción del defoliante “agente naranja” usado a mansalva en Vietnam, hasta la contaminación ambiental y enfermedades cancerígenas provocadas por el uso del glifosato y el paquete de semillas genéticamente modificadas como la soja transgénica.

La firma basada en Saint Louis, estado de Missouri, no se duerme en los laureles de esa dudosa fama sino que la alimenta en la Argentina. Ya tenía un capítulo abierto por el proyecto de instalación de una planta de semillas de maíz en Malvinas Argentinas, Córdoba, frenada desde 2014 por la resistencia de la población y fallos de la justicia provincial. En vez de meter violín en bolsa, al aguardo de tiempos mejores, la multinacional sumó motivos para el repudio social.

En abril pasado una carta de profesores de la Universidad Católica de Córdoba, universidad de los jesuitas, como reza su logo, denunció que esa casa de estudios había censurado el artículo “Monsanto en Malvinas Argentinas, los contrapuntos en el caso”. Los autores del trabajo, del Comité de Bioética de la UCC, cuestionaban el proyecto empresario por implicar un peligro para la vida y el ambiente.

¿Qué hizo el rector, superior jesuita, Alfonso Gómez? Censuró la publicación y quitó el artículo de la web. Y, en simultáneo, sancionó con el retiro del Comité de Bioética a Mónica Heinzmann, su titular.

Una veintena de profesores de facultades de la UCC difundieron por las redes sociales una nota al rector Gómez, cuestionando su proceder. Consideraron que había actuado por orden y cuenta de Monsanto: “el modo en que se resolvió la cuestión hace pensar en la existencia de poderosos intereses, de esos que no consideran necesario el debate, ya que basta la fuerza del capital para demostrar la contundencia de sus derechos”. Si el rector consideraba injustas las críticas del Comité de Bioética sobre los daños a la salud humana y el ambiente provocados por los agroquímicos, en tal caso podría haber incluido puntos de vista diferentes, pero no censurar lo de Heinzmann y otros especialistas.

Cuando se ingresa al portal de la UCC para averiguar del Centro de Bioética se encuentra que fue fundado en 2001 y su director honorario es Armando Andruet (h), ex integrante del Tribunal Superior de Justicia de la provincia de Córdoba. Entre otras alabanzas, se lo sindica como el único Comité de Bioética del país y que a diferencia de otros similares de origen anglosajón, con centro en ciencias y laboratorios, el de la UCC contendría la preocupación por el medioambiente, lo social, los derechos humanos, etc.

La página oficial se vanagloria: “el Centro de Bioética de la UCC hoy pretende asumir esta realidad (social) nutriendo su reflexión con los aportes de la tradición cristiana que involucra una gran multiplicidad y riqueza de perspectivas, el respeto a la libre conciencia de los seres humanos”.

Se nota que Monsanto no respetó esa libre conciencia…Es tan depredador que incluso tuvo denuncias de la Sociedad Rural, CRA y FAA por su intento de cobrar regalías en puerto.

En Universidad
Las andanzas de la multinacional eran conocidas en la Universidad Nacional de Córdoba. El 8 de agosto de 2014, día del Ingeniero Agrónomo, el decano de Agronomía de la UNC, Marcelo Conrero, firmó un convenio por tres años con Monsanto. Fue en medio de un asado y muchos festejos; muchos de los asistentes dijeron no haberse dado cuenta que en medio de tanto barullo se suscribiera tal compromiso. El asado fue co-organizado por Agroverdad, el programa de Canal 12 (La Voz del Interior-Clarín).

Según el mismo, la facultad haría auditorías y cursos con Monsanto, cuando su planta estuviera en funcionamiento. Esa parte de la alianza había comenzado el mes anterior con el auspicio a una charla con el periodista británico Mark Lynas, según el cual no hay ningún riesgo con el glifosato ni el Round Up. La semilla Intacta RR es una maravilla, igual que destinar 18 millones de hectáreas a ese cultivo. Lynas, un ambientalista arrepentido, disertó para los capitales sojeros de Maizar y en la UNC.

Agronomía colaboraría con la semillera en el nuevo informe de impacto ambiental para justificar su planta. Sería rueda de auxilio de la multinacional, luego que comenzara un tiempo judicial y político adverso para esa polémica iniciativa. Es que la secretaría de Medio Ambiente de Córdoba -que antes había dado luz verde- le bajó el pulgar al informe empresario, cuestionando que no resolvía cómo eliminar los desechos pasibles de contaminación.

En ese arreglo con Monsanto, el decano contó con su secretario general, Jorge Omar Dutto. Casualmente había sido el redactor del primer informe de impacto ambiental, favorable a la empresa y rechazado por el gobierno provincial.

El pacto no pudo pasar el filtro del Consejo Superior de la Universidad, donde fue rechazado en setiembre de 2014. En 2012 la casa de estudios ya se había opuesto al establecimiento de la semillera en esa localidad cordobesa. La votación fue elocuente: 28 votos en contra del convenio y 6 abstenciones. El decano pro soja, ex militante de Franja Morada, debió anular lo firmado por su facultad.

La universidad del entonces rector Francisco Tamarit y vicerrectora Silvia Barei, estaba siendo coherente con lo planteado dos años antes. Y no fueron los únicos, pues el 7 de marzo de 2013, el Comité de Bioética de la Universidad Católica, con las firmas de Mónica Heinzmann, Diego Fonti, Juan Carlos Stauber y José Alessio, se había pronunciado contra Monsanto. Había apremiado a las autoridades con responsabilidades políticas a que “se respeten los derechos humanos, la legislación y la resistencia social”.

Esos tiempos progresistas en la Universidad ya pasaron. Fue ungido rector el conservador Hugo Juri, ex ministro de Educación de Fernando de la Rúa. Y con él subieron varios peldaños Conrero y Dutto. El primero fue promovido a la secretaría de Gestión Institucional de la UNC y el segundo a Pro secretario General. Los amigos de lo transgénico recuperaron poder, en tanto Tamarit y Barei perdieron sus posiciones.

Quien no cedió ministerio fue Lino Barañao, ministro de Ciencia y Tecnología que continuó allí con Mauricio Macri. Es un defensor acérrimo del paquete Monsanto y la Asociación de Productores de Siembra Directa (Aapresid). En el reportaje dado a Nora Veiras, en Página/12 del 3 de mayo, aseguró que “se comprobó que no hay relación entre el glifosato y cáncer”. Él y el flamante secretario de Medio Ambiente, el rabino Sergio Bergman, son del team de Missouri.

¿Qué dirá el Santo Padre?
Las censuras de la multinacional contra quienes objetan sus productos y procedimientos peligrosos para el ambiente y la salud van en oleadas contra círculos universitarios. A los casos ya comentados se debe recordar la discriminación y persecución sufridas en el Conicet, durante la gestión Barañao, del doctor Andrés Carrasco, ya fallecido, un pionero en las denuncias contra los efectos cancerígenos del glifosato.

Y más acá en el tiempo, en marzo de 2016, la Red de Salud y Ambiente “Médicos de pueblos fumigados” denunció presiones de la multinacional ante la difusión de su informe sobre los agrotóxicos. Monsanto les envió cartas documento intimando a suprimir esa difusión bajo amenaza de acciones legales y juicios.

La organización amenazada expresó que “el modus operandi nos habla de una preocupante limitación a la libertad científica, lo cual merece el rechazo de quienes vemos en la ciencia y los profesionales de la salud la seria responsabilidad de investigar los efectos que estas empresas tienen sobre el desarrollo de nuestras comunidades”.

La entidad había difundido en marzo de 2015, un informe sobre el impacto del cáncer en una localidad cordobesa. Medardo Ávila Vázquez, integrante de la Red de Médicos de Pueblos Fumigados le declaró a Télam: “los resultados preliminares fueron alarmantes: la población de Monte Maíz tiene cinco veces más casos de cáncer que los estimados en la OMS, un 25 por ciento más de problemas respiratorios tipo asma y casi cinco veces más de abortos espontáneos”.

Estos elementos pueden haber sido tenidos en cuenta por el Papa Francisco en enero de 2016 cuando dirigió un mail a la concejal Vanesa Sartori, de “Malvinas Despierta”, alentando la causa ambiental de quienes resistían a la multinacional. El Papa venía de propagandizar la defensa de la ecología con su encíclica Laudato Sí, de mayo de 2015.

De todas maneras el “flor de tipo el porteño que está en el Vaticano” (diría anteayer Pepe Mujica, de visita en Córdoba) tendría que involucrarse más en esta polémica. Es que la censura y sanciones contra el Centro de Bioética de la Universidad Católica, por cuenta de Monsanto, ameritan su toma de posición. El rector que tomó esas decisiones tan negativas viene de ser el Provincial de los Jesuitas que incluye Argentina y Uruguay, o sea ocupó el mismo cargo que Jorge Bergoglio entre 1973 y 1979.

¿Qué dirá el santo Padre, que vive en Roma? Monsanto está degollando a sus palomas…

Ecoportal.net

La arena

 

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