“Enseñar todo a todos”: la visión de un pedagogo que revolucionó la educación de su época

Colombia / 5 de noviembre de 2017 / Autor: Camila Londoño / Fuente: Elige Educar

Como exiliado, Jan Amos Comenius se convirtió en uno de los pedagogos más influyentes y progresistas en la historia de la pedagogía. Esta es su visión.

Jan Amos Comenius (en checo Komenský), nació el 28 de marzo de 1592 en Moravia, región de la actual República Checa. A sus 24 años, Comenius fue ordenado sacerdote de la Unión de Hermanos Moravos, iglesia evangélica pre-luterana a la cual pertenecían también sus padres. Durante la Guerra de los Treinta Años, el conflicto religioso entre católicos y protestantes alcanzó su punto álgido y tras una década de luchas, la religión católica fue declarada la única confesión legítima en Moravia. Entonces, Comenius tuvo dos opciones: convertirse al catolicismo o abandonar el país… escogió la segunda alternativa y eso marcó el principio de un exilio que duraría 42 años.

Su carrera como maestro inició como exiliado en Polonia.

Allí daba clases de latín en el Gimnasio de Leszno, una escuela para preuniversitarios donde descubrió que el sistema escolar de la época tenía incontables fallas y los métodos de enseñanza no eran los adecuados. Uno de los hecho más criticados por Comenius, en primer lugar era que sólo los hombres adinerados se consideraban dignos de recibir educación y en segundo lugar, que la enseñanza en el aula significaba simplemente impartir sintaxis, palabras y frases en latín, hecho que se relacionaba directamente con el control que ejercía la Iglesia Católica en las escuelas; como la liturgia se celebraba en latín la enseñanza de la lengua era fundamental para asegurar una provisión constante de futuros sacerdotes. Esta y muchas otras causas convirtieron a Comenius en el defensor de una reforma educativa que no existía.

Estar en contra de los métodos de enseñanza tradicionales lo posicionó como un líder de la innovación pedagógica de la época.

Pero para entender su aporte, es fundamental reconocer su religiosidad y sus convicciones metafísicas. Comenius caracterizaba la vida humana (desde el vientre de la madre hasta la muerte), como una serie de etapas educativas en las que los objetos de la naturaleza servía como base para el aprendizaje. Comenius insistía en que todas las personas debía reconocer interconexiones y armonía entre los hechos y las ideas filosóficas, teológicas, científicas, sociales y políticas. Así, las personas podrían reconciliar tres mundos aparentemente distintos: el natural, el humano y el divino. En otras palabras, creía que la mente humana tenía una capacidad infinita y bajo esta idea defendió la idea de una educación universal que “ilumniara” el alma de todas las personas, una educación enmarcada en una “conciencia pansófica” a través de la cual se puede “enseñar todo a todos”.

Bajo este contexto resulta mucho más simple entender por qué Comenius encontró muchas fallas en las prácticas educativas de su época.

Además de cuestionar una educación que estaba basada en el estudio de la gramática y la memorización de los textos, Comenius también lamentaba los métodos de enseñanza severos en las escuelas europeas, los cuales tendían a disminuir el interés de los estudiantes en el aprendizaje. Bajo su visión de una educación “universal”, contradecía el pensamiento de la época afirmando que todos los niños y niñas, sin importar el género, el estrato socioeconómico y las condiciones cognitivas, debían tener acceso a la educación formal. Todas estas deficiencias educativas de la época, según Comenius, debían atenderse de forma urgente pues obstaculizaban el progreso de la humanidad hacia el nuevo milenio.

Como resultado de su pensamiento, intentó remediar estos problemas escribiendo varios libros de texto y tratados educativos.

Además luchó por establecer un sistema de enseñanza progresivo para todos y todas. Planteó la importancia de establecer un proceso de enseñanza gradual que uniera conceptos elementales con conceptos complejos, también propugnó el uso de la lengua materna durante los primeros años de escolaridad en lugar del latín, opinó que la escuela debía centrarse en la formación mental y espiritual, afirmando así que el aprendizaje debía ser algo “completamente práctico, completamente grato, de tal manera que hiciera de la escuela una auténtica diversión, es decir, un agradable preludio de nuestra vida”.

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