Una escuela científica y crítica

Por: Soraya Chapinal

En muchas ocasiones hemos leído “aprender a aprender” y, según el prisma con el que se mire, puede tener diferentes interpretaciones y sobre todo diferentes puntos de vista metodológicos que repercute en las aulas y sobre todo en el alumnado.

Bajo el paradigma de instruccionismo intelectualista se busca el aprendizaje memorístico, reproducción de un sistema político y social basado en la segregación, haciendo una selección del alumnado según sus capacidades intelectuales, aprendizajes más homogéneos y lineales sin tener en cuenta la individualidad. Normalmente guiados por un libro de texto dominado por editoriales e intereses comerciales. Una reproducción de un sistema mercantilista que promueve la competencia a través de pruebas externas y haciendo unos ranking tanto en alumnos y alumnas como en centros educativos que en nada benefician a la comunidad educativa.

Si miramos desde el paradigma del holismo educativo nos daremos cuenta que es un proceso más enriquecedor donde se asumen procesos, apasiona aprender por aprender, se fomenta la observación, la escucha, los tiempos y ritmos de la persona.

Me gustaría señalar a varios autores que reflejan metodologías y bases pedagógicas que fomentan el espíritu científico y crítico.

Ovide Decroly (1871-1932) basó su vida pedagógica a observar y a experimentar sobre el aprendizaje natural en los niños y niñas. El interés del niño es la realidad inmediata, todo su alrededor cercano que no se puede clasificar en materias o asignaturas.

Las actividades básicas han de vertebrar todo el aprendizaje escolar en la observación, la asociación y la expresión. Es decir la observación directa como el primer ejercicio para despertar el espíritu científico, una primera toma de contacto para desarrollar el análisis, pasar de lo global a lo específico que ayude a la infancia a desarrollar las posibilidades ante cualquier objeto de aprendizaje. Después se pasaría a la asociación donde las ideas empiezan a relacionarse, se asimilan y se adquieren conceptos más abstractos, abriendo a otras realidades, otras opciones que abran el campo de estudio. Después daría lugar a la expresión, la comunicación, que puede ser a través del lenguaje, la lectura o la escritura como manual, artística y todas sus vertientes creativas.

Decroly defendía una escuela por la vida y para la vida partiendo de los centros de interés del alumnado despertando su curiosidad como pilar en el aprendizaje.

Un ejemplo claro entre los dos paradigmas lo encontramos en la educación artística: el dibujo de una flor.

Desde el paradigma instruccionista toda el aula pintaría la misma flor de un determinado libro de texto o ficha, con los mismos colores (quizás diferentes) en un tiempo determinado y bajo las instrucciones claras del maestro o maestra para que todas sean iguales. Si es así el ejercicio estaría “perfecto”.

Desde el paradigma holístico quizás nos fijemos más en flores naturales o en fotografías de diferentes flores que cada niño o niña pueda elegir según las características de la flor (observación), descubrir diferentes materiales para poder dibujarla, una elección más acertada o no (asociación) y realizar el proceso final en papel o de manera artística (expresión). Cada dibujo sería diferente, con diferentes materiales, personalizado y con sentido. Descubrimiento, toma de decisiones y elaboración. Implica más tiempo por parte del profesorado y de las familias, pero el proceso es más rico y más globalizado.

Otro de los autores que me gustaría destacar es Celestine Freinet (1896-1966), maestro y pedagogo. Desarrolló la Escuela Moderna y Cooperativa. Su concepto de escuela parte del niño y de la niña, con todas sus posibilidades y con su evolución natural. Para Freinet el trabajo del niño, que no juego, no viene impuesto por el adulto, sino que las actividades responden a sus necesidades de curiosidad y crecimiento. Trabaja con ficheros autocorrectivos, libros de vida, el periódico escolar, el cálculo, vivo, todo basado en experiencias vitales.

La escuela se convierte en una cooperativa escolar que gestiona la vida tanto fuera como dentro de ella.

El pensamiento crítico y la investigación experimental se oponen al adoctrinamiento y a la acumulación de conocimientos.

Su gran legado de las técnicas Freinet como son la imprenta escolar, la correspondencia interescolar, el plan de trabajo, el texto, el dibujo libre y los libros de vida, las asambleas cooperativas, los complejos de interés, hacen que se desarrolle la capacidad creadora que permite que, a través de las actividades, los niños y niñas puedan opinar, discutir, manipular objetos, trabajar, investigar, criticar la realidad desde una perspectiva de transformación social.

También me gustaría recordar a Rosa Sensat (1873-1961) que concebía la actividad escolar como una continuación de las actividades de la vida cotidiana, familiar y social.

Rosa Sensat decía “la naturaleza es el ambiente más adecuado a la normal evolución de la infancia, asegurando el derecho que este tiene al aire puro, a la luz del sol, al agua, al ejercicio físico y a la libertad y alegría”.

Actividades que despierten su interés, que estén relacionados con lo que realmente ocurre en su entorno familiar, social y natural involucrando a toda la comunidad educativa en la participación crítica y constructiva de todo lo que les rodea.

Se puede conseguir desde una globalización de los aprendizajes dando sentido a todo lo que se experimenta en la escuela, en el barrio y en la ciudad, o, como fomentaba R. Sensat, en sus escuelas-bosque.

Me gustaría terminar con un trabajo maravilloso que han realizado los Movimientos de Renovación Pedagógica (MRP) junto a Ecologistas en Acción (EeA) 99 Preguntas y 99 experiencias para vivir en un mundo justo y sostenible, donde desarrollan todo un trabajo científico, fomentando un espíritu crítico desde la pregunta. El aprendizaje no es saber las respuestas, sino la capacidad de cuestionar y plantear otros esquemas posibles para transformar aquello que no nos gusta y buscar el bien común, la justicia social.

Fuente: https://revistainnovamos.com/2017/07/28/una-escuela-cientifica-y-critica/

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¿Para qué los movimientos de renovación pedagógica?

Por: Xavier Besalú

Hoy, cuando las innovaciones educativas están en el candelero mediático, con todas sus ambigüedades, necesitamos organizaciones que no sufran amnesia histórica.

Los Movimientos de Renovación Pedagógica, según sus propias palabras, son organizaciones formadas por educadores, docentes, pedagogos y otras personas interesadas por la educación. Vinculados y arraigados a un espacio territorial específico (una comarca, una ciudad, una provincia, una región…), se constituyen como un marco estable de intercambio, de cooperación, de información, de reflexión, de actualización, de formación, de intervención en el debate público… para la mejora de la educación. De una educación de calidad para todos, entendida como un servicio público, como un derecho universal, como una plataforma imprescindible para la reducción de las desigualdades socioeconómicas y culturales de origen y para la construcción de sujetos libres, independientes, humanos en definitiva.

Son unas organizaciones muy características de nuestro país, internamente plurales, en el sentido de que no se adscriben a una metodología didáctica determinada, ni se identifican con una línea pedagógica específica. Nacieron la mayoría de ellos en los años 60 y 70 del siglo pasado, en plena dictadura, cuando las formas tradicionales de asociación e intercambio (sindicatos, partidos, colegios profesionales, etc.) estaban prohibidas o bien tenían otras prioridades o sencillamente no satisfacían las aspiraciones y deseos de unos profesionales críticos con un estado de cosas lamentable en muchos aspectos, al corriente de lo que se cocía en el mundo democrático de aquellos años intensos y dispuestos a convertirse ellos mismos en protagonistas de los cambios que anhelaban.

La mayor parte de los que han estudiado este fenómeno coinciden en afirmar que los Movimientos de Renovación Pedagógica vivieron su momento álgido durante la transición democrática, es decir, en la década que iría aproximadamente de 1975 a 1985. Iniciarían después un declive atribuido, entre otras causas, al inevitable decaimiento de la efervescencia vivida esos años, a caballo de un momento histórico en que casi todo parecía posible, a la salida a la luz pública de partidos y sindicatos, y al empuje de la experimentación de la reforma educativa impulsada por el gobierno socialista, que fascinó y obnubiló al mismo tiempo a la mayor parte de los sectores progresistas del profesorado, que vieron en dicha reforma una ocasión única de hacer realidad, y hasta cierto punto protagonizar, aquellos sueños reformadores.

Pero a día de hoy son todavía muchos los Movimientos de Renovación Pedagógica que perviven en nuestro país. Es bastante evidente que, a pesar de los esfuerzos a veces invasivos de las administraciones educativas, son más necesarios que nunca espacios liberados, que actúen en los márgenes –que no es sinónimo de en contra– de lo oficial, que no dependan de las prioridades de los gobiernos de turno y que articulen las voces, las aspiraciones, los proyectos y los desafíos de los profesionales que están en el tajo, de unos centros abrumados por las exigencias burocráticas y fiscalizadoras de unas administraciones que lo fían casi todo a los números y a las estadísticas, a lo que exigen unas aplicaciones informáticas que encorsetan y simplifican realidades complejas. Además, este tipo de organizaciones sintonizan sin excesivas dificultades con estos tiempos de adhesiones débiles –por contraste con las militancias rotundas y ciegas del pasado–, de posibilidades tecnológicas impensables tiempo atrás para contactar, dialogar, construir y actuar, de liderazgos flexibles, cambiantes y hasta cierto punto colectivos, que contrastan con el anquilosamiento de las direcciones de las asociaciones clásicas, de debates y tomas de postura ágiles y críticas ante la fuerza apabullante de las grandes corporaciones y sus filantropías, y de las organizaciones internacionales que dictan las políticas educativas, a derecha e izquierda, en casi todo el mundo.

Hoy, cuando las innovaciones educativas están en el candelero mediático, con todas sus ambigüedades, necesitamos organizaciones que no sufran amnesia histórica, que guarden la memoria de la buena pedagogía, que no se dejen llevar por los cantos de sirena de los predicadores de la nada. Innovaciones que significan, por una parte, las ansias y los esfuerzos de los docentes para adaptar los procesos de enseñanza y aprendizaje a los nuevos instrumentos y tecnologías disponibles, y para responder a los retos de formar personas autónomas y capaces de asumir su vulnerabilidad antropológica y no sucumbir a las seducciones de la publicidad, a las imposiciones del pensamiento único y a las presiones contextuales y sistémicas. Innovaciones que significan también, por otra parte, el empuje de las nuevas modas, de la primacía de lo emocional por encima de lo racional, del fetiche de lo competencial que parece negar el conocimiento, de los peligros de naturalización de los dones y talentos de las personas utilizando para ello los avances de la neurociencia, de la entronización de la novedad por la novedad. Necesitamos más que nunca organizaciones que conecten con las prácticas, las intuiciones y las reflexiones de la tradición progresista en educación, que den la importancia que se merece a la formación cultural, más allá de lo estrictamente pedagógico, de los profesionales de la educación.

Necesitamos espacios propios, y hasta cierto punto preservados, para reflexionar juntos, para compartir, cooperar y aprender, para llevar a la práctica, contrastar y analizar críticamente propuestas seguro que bienintencionadas pero a menudo desconectadas de la realidad de las aulas. Necesitamos tiempos y espacios para publicar y someter a crítica nuestras propias prácticas y nuestros proyectos, sin pasar por las horcas caudinas de los controles, las exigencias y hasta las chorradas de las revistas científicas de referencia, esas que sirven para rellenar los currículos personales aunque no tengan incidencia alguna en el día a día de las escuelas, ni lectores más allá de los que no tienen más remedio.

Necesitamos, en palabras de Peter Moss, organizaciones que desarrollen, imaginen, inventen y promuevan, alternativas viables a la ortodoxia actual, aunque solo sea para que estén disponibles cuando se debilite esa marea neoliberal y conservadora que nos invade, y lo hoy política y prácticamente imposible se convierta en posible o inevitable. Como se ha escrito, esas políticas que han arrasado con todo han tardado cincuenta años en hacerse realidad desde que fueron diseñadas. Dicho de otro modo, todas las mayorías empezaron siendo minoritarias, de forma que no valen las excusas para que, cuando se abran nuevas oportunidades, nos encuentren con los deberes hechos y los deseos intactos para poder aprovecharlas.

Por cierto, ya están en la red los programas de las Escuelas de Verano de este año.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/05/09/para-que-los-movimientos-de-renovacion-pedagogica/

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Sobre el mediocre desprecio a la pedagogía

España / 10 de septiembre de 2017 / Autores: Jaume Martínez Bonafé y Julio Rogero / Fuente: El diario de la educación

La recuperación de lo mejor del proyecto de escuela pública y la crítica contundente a los discursos neoliberales en educación requieren de diálogos multidisciplinares e interdisciplinares y miradas que ayuden a complementar perspectivas y análisis.

«Cuántos siglos necesita la razón para llegar a la justicia que el corazón entiende instantáneamente»
(Concepción Arenal)

Al hilo de los últimos artículos de Jaume Carbonell y Enrique Galindo (primerosegundo tercero) en torno al debate surgido con motivo del libro Escuela o Barbarie, aportamos nuestra breve reflexión sobre un tema que aparece de forma reiterada en determinada literatura promotora de cierta “antipedagogía”, en algunos aspectos justificada y, en otros, no tanto: la descalificación a todos los pedagogos y todas las pedagogas como los y las culpables de los males que aquejan a la escuela pública de nuestro país.

En esos textos se ligan conceptos y prácticas como la innovación educativa, la comprensividad, el constructivismo, la inclusión educativa, la pedagogía activa, las metodologías educativas, el aprendizaje a lo largo de la vida, el “aprender a aprender” con la penetración de las grandes corporaciones en el mundo de la educación para colonizarlo y ponerlo al servicio de la economía capitalista neoliberal. Un ejercicio intelectual que corre con el riesgo de mezclarlo todo y descalificar de forma generalizada a colectivos enteros. Parece que lo único bueno es la instrucción ilustrada y la razón frente a la educación basada en la emoción.

Eso es lo que está pasando, desde hace tiempo, en algunos sectores del profesorado que sistemáticamente culpan de los males de la educación y de la escuela pública a los pedagogos y a la pedagogía, a las facultades de educación, a los orientadores, a la comprensividad y la inclusión como instrumentos del neoliberalismo (que no dudamos que en algunos casos puedan ser utilizados para sus intereses), a las metodologías activas, a la innovación, a la renovación pedagógica, a la izquierda, “al establishment progresista, incluyendo la Institución Libre de Enseñanza y sus herederos”…

Visto así, nos parece que el desprecio a la pedagogía (en singular) no es más que el desconocimiento de un complejo campo social en el que se vienen enfrentando, desde hace tiempo, discursos y prácticas pedagógicas muy diferentes. Como seguramente ocurre con otros ámbitos del saber y de las prácticas sociales, por ejemplo, la filosofía, donde sabemos que tampoco hay un discurso único.

En el estado español vienen desarrollándose propuestas de renovación pedagógica donde claramente el proyecto transformador se vincula a la lucha por la dignificación de la escuela pública y por hacer lo más eficaz posible el derecho de todos a la educación y el acceso, sin ningún tipo de barreras, al amor por el conocimiento. Desde ese criterio político no hay renovación pedagógica al margen del proyecto de escuela pública, en el que se concibe a la educación como un derecho del sujeto -individual y colectivo- a crecer intelectual, cultural y socialmente emancipado.

Nunca, en ese proyecto, se desvinculó la lucha por un conocimiento emancipador del mejor método para su enseñanza y aprendizaje. La obsesión por una didáctica instrumental vacía de reflexión crítica sobre el sentido y la función del conocimiento que construir en la escuela forma parte de una larga tradición pedagógica muy combatida por los planteamientos de las pedagogías críticas.

La crítica de quienes, reclamándose en una posición ilustrada -ideológicamente cargada-, simplifican la lectura y el análisis de los proyectos pedagógicos críticos, en nada favorece la urgente y necesaria reflexión sosegada sobre el avance de los modelos mercantilistas para la educación. Las miopes miradas paternalistas y los lenguajes autoritarios con los que se suele simplificar el esfuerzo intelectual, político y práctico de muchos docentes e investigadores comprometidos con la defensa y dignificación de la escuela pública, puede ser el síntoma de una comodidad intelectual y una ausencia de esfuerzo de quienes nunca aceptarían esto mismo de sus alumnos de bachillerato y de universidad.

La recuperación de lo mejor del proyecto de escuela pública y la crítica contundente a los discursos neoliberales en educación requieren de diálogos multidisciplinares e interdisciplinares y miradas que ayuden a complementar perspectivas y análisis. Tergiversar argumentos, descontextualizar la lectura de proyectos educativos y prácticas docentes o simplificar la complejidad de un campo social en el que se cruzan hoy combates tan evidentes por el dominio del discurso sobre la escuela, es hacer un flaco favor a la necesaria contrahegemonía. Y así nos va. Por ello nos parece importante que se abran espacios de diálogo sin prejuicios, sin saltos en el vacío, sin descalificaciones, con argumentos, con coherencia.

Jaume Martínez Bonafé y Julio Rogero Anaya. Miembros de los Movimientos de Renovación Pedagógica

Fuente del Artículo:

Sobre el mediocre desprecio a la pedagogía

Fuente de la Imagen:

http://hansmejiaguerrero.blogspot.mx/2015/05/fobia-la-pedagogia-y-desprecio-los.html

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