Cuidar la tierra para cuidar la vida: la resistencia de las mujeres rurales en Palestina​

El trabajo de las mujeres campesinas como activismo contra las políticas sionistas, «fue un acto revolucionario, cambiamos la sociedad desde aquí. Nos juntamos para mantener la vida y la cultura vivas».


Los ojos de Karemeh Ahmad se iluminan cuando habla de su cooperativa agrícola, un deseo cumplido desde la Primera Intifada. Mientras canta con los rezos que amenizan la sala, prepara el trigo para hacer cuscús y envasa en bolsitas de plástico el za’atar recién preparado, que llevará al día siguiente al mercado. Como si de un antiguo teatro se tratase, el semicírculo formado a su alrededor denota la admiración que despierta. Se respira el aire fresco del mediterráneo. Nadie diría que estamos en una zona ocupada.

Ahmad vive en Dayr al-Sudan, a 50 kilómetros de Ramallah. Oficialmente, fundó la cooperativa en 2007, aunque la actividad comenzó cinco años atrás. Reconoce que no fue fácil, porque no solo fue juntar a un grupo de mujeres, sino incidir en la sociedad y en ellas mismas sobre la importancia de ser independientes y trabajar la tierra como parte de la identidad palestina. «Fue un acto revolucionario, cambiamos la sociedad desde aquí. Nos juntamos para mantener la vida y la cultura vivas».

Como muchas mujeres durante la Primera Intifada, Ahmad tuvo que hacerse cargo ella sola de todo el peso familiar, pues su marido fue encarcelado y, posteriormente, asesinado. Así, la agricultora comienza a pensar formas de resistir a la ocupación, como ya lo hicieron sus antepasados desde los tiempos del Imperio Otomano. En un inicio, las condiciones eran muy precarias y era común que los soldados del Ejército Israelí ocuparan varias habitaciones de su casa, que también hacía las veces de oficina. Pero ahora, la cooperativa proporciona recursos y modos de subsistencia para las mujeres, teniendo un impacto positivo en la economía familiar. De hecho, Ahmad y sus compañeras son un referente e inspiración en toda la región, pues practican lo conocido como sumud palestino, un concepto que se ha traducido como la perseverancia ante las políticas israelíes, asociado a las luchas diarias de las mujeres por mantener la vida de sus familias y comunidades.

Para Nidda Abu Awwad, profesora e investigadora del Instituto de Estudios de la Mujer de la Universidad de Birzeit, el sector agrícola es la columna vertebral de la economía palestina, pero al mismo tiempo el escenario de conflicto con ella, ya que la tierra es el principal componente de la agricultura que se encuentra en el centro del conflicto y, por lo tanto, una base para la resistencia. «Históricamente, las mujeres palestinas han sido un pilar básico en la agricultura. Sin embargo, en el contexto palestino, es difícil separar la participación en la agricultura como actividad económica y como estrategia de supervivencia, ya que, en sí misma, es una expresión de la identidad y la resistencia nacional. Hay que aclarar que nuestra lucha como palestinos en general con la entidad sionista es una lucha de existencia».

Awwad afirma que durante la segunda intifada hubo una creciente participación de las mujeres en la agricultura, que surgió como una estrategia individual de supervivencia y una necesidad de hacer frente al deterioro de las condiciones de vida de la población, como consecuencia del cierre y la imposición de toques de queda. Al mismo tiempo, esta situación conllevó a que las mujeres comenzaran a establecer cooperativas agrícolas de plantas, animales, y proyectos de producción de alimentos. También, porque muchas de ellas quedaron viudas, sus maridos fueron encarcelados o los hombres tuvieron que marcharse a trabajar a Israel, pues los sueldos eran más altos y había una continua destrucción de los campos sembrados y robo del agua.

«Aquí pagamos el agua más cara del mundo-, dice Nawal Yousef, fundadora de una cooperativa de mujeres en Deir Ballut, a 45 kilómetros de Nablus. Los colonos israelíes nos están robando toda el agua. Estamos en una de las zonas más ricas de este recurso y, por ello, nos hacen esta presión para sacarnos. Estamos aislados». De hecho, pueden llegar a pagar más de un euro por el metro cúbico de agua, en unas tierras donde no podrían hacer nada, pues debido a la división de Palestina en los Acuerdos de Oslo de 1993, en su pueblo apenas tienen el 6% del territorio para administrar.

Karemeh Ahmad en su casa de Dayr al-Sudan 16 de agosto de 2019. / Marta Saiz
Karemeh Ahmad en su casa de Dayr al-Sudan 16 de agosto de 2019. / Marta Saiz

Una de las maneras para afrontar y llevar mejor esta situación son las comidas que comparten todas juntas en el local de la cooperativa, que hace unos años hacía las veces de escuela. Las paredes rosas y los restos de dibujos coloreados añoran tiempos donde el muro no existía y la vida era más llevadera. Yousef ríe junto a Amhed Hader, con quien fundó la cooperativa, con el objetivo de negociar los precios abusivos de mercado que les ofrecían los intermediarios, pues ellas mismas plantaban, recogían y vendían la mercancía.Nidda Abu Awwad:

Y recuerdan como juntas se hicieron más fuertes para reclamar sus derechos.

Yousef nació en una familia de la diáspora palestina. Sus padres se vieron forzados a abandonar Palestina durante la Nakba, el desastre de la creación del Estado de Israel que, durante los años 1947 y 1949, conllevó el éxodo de más de 700.000 personas palestinas de su territorio. Y Venezuela les acogió. Ella vivió treinta años en el país Latinoamericano hasta que decidió visitar su tierra y quedarse allí. Fue la única de sus ocho hermanos que regresó.

Al igual que Yousef, Abeer Ibder vive en una zona donde la cercanía del muro les imposibilita poder trabajar libremente la tierra. En su pueblo, Dayr al-Ghusun, a 14 kilómetros Tulkarem, Ibder es ingeniera agrónoma y, desde hace diez años, también trabaja las tierras que le dejó su madre. Para ella es importante trabajarlas porque es su derecho, así como el de todo el pueblo palestino. Pues son sus tierras. «El problema que tenemos es que la colonización sionista lo destruye todo, lo que sembramos y lo que producimos. Plantar la tierra significa una lucha contra la colonización. Cuidarlas para que no sean ocupadas de nuevo y confiscadas».

Agri-resistencia

Once años atrás, cuando Vivien Sansour regresó a su pueblo natal, Beit Jala (Belén), conoció a muchas personas agricultoras que eran las que mantenían la tierra, incluso si no era económicamente viable. «Arriesgan su vida para trabajar la tierra, para mantener vivas las costumbres. El verdadero significado de la resistencia es lo que estas personas están haciendo; mantener esas señales que nos hacen estar vivas. En eso consiste la agri-resistencia».

Y decidió que eso es lo que iba a hacer el resto de su vida.

Karemeh Ahmad en su casa de Dayr al-Sudan, 16 de agosto de 2019. / Marta Saiz
Karemeh Ahmad en su casa de Dayr al-Sudan. / Marta Saiz

Sansour ve indisociable separar el término agri de cultura, pues van de la mano. Y, por ello, en 2014 fundó Palestine Heirloom Seed Library, una biblioteca de semillas que trabaja para encontrar y preservar variedades de semillas antiguas y prácticas agrícolas tradicionales. También es un movimiento para concienciar a la población palestina sobre la riqueza de sus productos y la importancia del consumo local. Sin embargo, no es tan fácil.

«Al vivir en una prisión como esta, donde el Estado de Israel nos pone frente a una industria agroalimentaria terrible en las que los precios son mucho más bajos, es complicado convencer de la riqueza del producto local. Y más, cuando producir en los territorios ocupados es cinco veces más caro por la falta de agua y el excesivo pago de aranceles».

Sobre la situación de la mujer agricultora, Sansour habla de una lucha continua con el sionismo, el patriarcado y la violencia del propio Estado. «Las mujeres están constantemente en estado de supervivencia. Con la construcción del muro, arriesgan sus vidas para salir y poder vender unos pocos kilos de algo. Los soldados las paran, las violentan y las humillan. Y luego llegan a sus casas y también tienen que sufrir esa violencia estructural. Pero eso no nos hace heroínas. ¿Por qué las mujeres tenemos que ser heroínas todo el tiempo? ¿Es increíble porque es resistencia, o no es justo porque hay un poder superior? ¿Acaso las mujeres de otros lugares del mundo lo tienen más fácil?»

Fuente: https://rebelion.org/cuidar-la-tierra-para-cuidar-la-vida-la-resistencia-de-las-mujeres-rurales-en-palestina%e2%80%8b/

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La FAO alerta por la sobrecarga laboral de las mujeres rurales por la covid-19

A lo largo de Latinoamérica, la crisis ha sacado a la luz las diferencias y brechas estructurales que hay entre los habitantes del campo y las zonas urbanas. A pesar de que producen los alimentos que se consumen en las grandes ciudades, siguen viviendo con falencias muy importantes en cuestiones básicas que van desde el acceso a la salud y los servicios públicos domiciliarios, hasta la educación y la conectividad.

En vista de esa situación, y reconociendo que las mujeres rurales se ven particularmente más afectadas, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) se alió con 25 organizaciones para lanzar nuevamente su campaña #MujeresRurales, mujeres con derechos. Con esta buscan crear estrategias de apoyo a la mujer rural durante la crisis sanitaria, reconociendo el rol fundamental que juegan no solo en la pandemia, sino como las cabezas de muchos hogares rurales en el continente.

“Las mujeres rurales continúan trabajando para responder a la demanda de alimentos en las ciudades (…). No obstante, muchas de ellas enfrentan serias limitaciones para acceder a recursos productivos, como la tierra, el agua, insumos agrícolas, financiamiento, seguros y capacitación, además de diversas barreras para colocar sus productos en los mercados”, dice la agencia de comunicaciones de la FAO, que además asegura que estas barreras pueden ser incluso mayores para las mujeres indígenas y afrodescendientes.

En Colombia, según cifras de la última Encuesta de Calidad de Vida realizada por el Dane, en la que por primera vez se tomaron en cuenta a los campesinos como sujeto político, el 26,5 por ciento de las mujeres colombianas se autoreconocen como campesinas, y 6 de cada 10 de ellas se dedican a las labores del hogar sin remuneración económica alguna.

Teniendo en cuenta esas cifras, la FAO reconoce que un aspecto clave para la campaña es afrontar la sobrecarga de trabajo no remunerado al que se enfrentan las mujeres rurales y que se ha visto acrecentado durante la pandemia“Además de sus actividades productivas, las mujeres deben dedicar una mayor parte de su tiempo a cuidar de niñas y niños que dejaron de ir a la escuela, y a atender a personas enfermas y de la tercera edad”, alerta la agencia de Naciones Unidas sobre una situación que limita la vida productiva de la mujeres y, paralelamente, aumenta las violencias de género.

La campaña busca difundir información y propuestas de soluciones para la situación de las mujeres rurales, con un énfasis especial en temas como la seguridad alimentaria y nutricional, la reducción de la pobreza y la eliminación de la violencia de género. Adicionalmente, busca trabajar con los Gobiernos de la región para resolver estos problemas y disminuir la informalidad laboral en que permanecen las mujeres. Solo en Colombia, según la misma encuesta del Dane, el 86 por ciento de los campesinos tiene un trabajo informal.

Otro aspecto que destaca la FAO en relación a la mujer rural y la pandemia es que el coronavirus podría acrecentar la crisis alimentaria en América Latina y las campesinas serán actores clave para enfrentar la situación. Según el último informe del Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición (SOFI, por sus siglas en inglés), el hambre en la región alcanzó en el 2020 a 47,7 millones de personas y puede aumentar hasta afectar a 67 millones de personas en 2030, aún sin considerar la actual pandemia. La cifra es más preocupante si se tiene en cuenta una evaluación preliminar del estudio que sugiere que la pandemia por coronavirus puede añadir a nivel global a casi 132 millones de personas al número total de población subalimentada.

Ya el año pasado, la campaña había permitido conocer las historias de mujeres rurales en todo el continente para crear redes de apoyo entre estas. Para 2020 el foco estará en reconocer la necesidad urgente de enfrentar el aumento del trabajo no remunerado para las mujeres rurales y visibilizar cómo estas pueden contribuir a la seguridad alimentaria de los diferentes países.

Las instituciones que lideran la campaña son la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Banco Mundial, el Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural – RIMISP, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH), ONU Mujeres, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), entre otras.

Aún ningún ente gubernamental, ni organizaciones de Colombia se han anexado a la iniciativa.

Fuente: https://semanarural.com/web/articulo/la-fao-alerta-por-la-sobrecarga-laboral-de-las-mujeres-rurales-por-la-covid19/1538

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Piden en Haití empoderamiento de la mujer rural

Redacción: Prensa Latina

El Colectivo de Organizaciones para la Defensa de los Derechos de Migrantes y Repatriados (Coddemir), hizo un llamado hoy para que la lucha por el empoderamiento de las mujeres sea inclusivo.

A propósito del día de la Mujer Rural, celebrado el pasado 15 de octubre, Coddemir lamentó que a pesar de los esfuerzos realizados en Haití por organizaciones nacionales e internacionales, aún las féminas que residen en los campos están alejadas de esta lucha.

‘La mayoría de la población no tiene acceso a servicios básicos y las condiciones de vida de estas mujeres son aún peores, afectadas por la pobreza y la exclusión, pero siguen siendo el pilar de las familias haitianas’, señalaron en un comunicado.

Asimismo, enfatizaron que estas féminas, jóvenes y más experimentadas, pasan la mayor parte del día lidiando con las tareas domésticas y el cuidado de sus familias, por lo que ni siquiera tienen tiempo para educarse.

‘Esto en el futuro creará más desigualdades’, acota el texto.

De igual manera, subraya que en zonas remotas del país, deben viajar varios kilómetros para recoger agua, mientras que el riesgo de muerte durante el parto es muy alto debido a la inaccesibilidad de la atención médica.

La ausencia de condiciones higiénicas (agua potable, inodoros higiénicos) pone a estas mujeres en un gran riesgo de contraer enfermedades infecciosas, deplora la organización.

Coddemir solicita al Gobierno de Haití que establezca estructuras capaces de brindar educación, atención médica e independencia económica a estas mujeres, e invita a las organizaciones de derechos humanos y al Ministerio de la Condición Femenina a continuar trabajando para su empoderamiento efectivo.

Las mujeres representan más del 50 por ciento de la población del país, sin embargo aún enfrentan grandes desafíos como una mayor inclusión política, igualdad salarial y reivindicación de la violencia de género.

Fuente: https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=220768&SEO=piden-en-haiti-empoderamiento-de-la-mujer-rural
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