Los niños digitales

Por: Eduardo Andere

Hace unos siete años la Academia Americana de Pediatría (AAP) recomendaba “cero tiempo” frente a las pantallas digitales para bebés de dos años o menos de edad. En octubre de 2016 la AAP modificó su posición, no tanto porque ahora piense que el uso de los artilugios electrónicos sea sano, sino porque la realidad es que los niños del siglo XXI crecen en un entorno digital. Dada esa realidad, ¿qué es lo recomendable? Según la AAP “los pequeños menores de dos años aprenden y crecen mejor cuando interactúan y juegan con sus padres, hermanos, cuidadores y otros niños y adultos”.

De ahí se deriva que es mejor, si hay opción, no usar los artilugios. Si de plano se utilizan los artilugios, en ese rango de edad, el uso “debería ser muy limitado y solamente cuando un adulto está cerca para co-ver, hablar y enseñar”. Para bebés entre 18 y 24 meses de edad, y dado que los papás “quieran introducir los medios digitales” debe seleccionarse programación de alta calidad y usar los medios junto con los padres; nunca solos.

Finalmente, la AAP sugiere para pequeños entre dos y cinco años, no más de una hora por día de exposición con medios interactivos, no violentos, educacionales y prosociales, y siempre que los papás encuentren otras actividades para sus pequeños. La AAP está en lo correcto. De manera creciente surgen noticias que listan a ejecutivos y desarrolladores de programas y videojuegos que son más estrictos que la AAP y de plano prohíben el uso de los teléfonos para sus pequeños. El NYT publicó, en octubre pasado, una columna con un fuerte título: “Un consenso oscuro acerca de las pantallas y los niños empieza a surgir en Silicon Valley”. ¿Qué sucede? ¿Por qué algo tan revolucionario, como el iPhone (y artilugios similares) está tan cuestionado por las ciencias del aprendizaje y de las emociones?

La oposición no es contra los artilugios per se. La oposición se finca en su uso. ¿Cómo y cuánto tiempo se usa? ¿Qué otras actividades se dejan de hacer por el uso de los artilugios? Son las preguntas adecuadas. Hoy sabemos gracias a dichas ciencias que los niños aprenden mejor, el mismo contenido, cuando es enseñado por un ser humano presencial que por una pantalla. Sabemos que los niños han dejado de realizar actividades esenciales para su desarrollo mental y físico por estar más tiempo pegados a la pantalla. Ahora juegan, exploran e interactúan menos con otros seres humanos. Entre menos jugamos, exploramos e interactuamos, menos permitimos el crecimiento de redes neuronales intrínsecas que nos harán más estables emocionalmente, más sociales, más lectores y más creativos.

El tiempo que los niños, y sobre todo los jóvenes, dedican a las pantallas es mucho mayor que el que duermen. Además, debemos recordar que los artilugios y sus programas están diseñados para explotar la ansiedad de todos nosotros –porque cada notificación del teléfono equivale a un ruido extraño en la selva–. El cerebro automáticamente responde a la distracción y deja de concentrarse en la actividad profunda que implica la lectura, el estudio, el pensamiento crítico o la creatividad.

También sabemos que los jóvenes que están menos tiempo frente a las pantallas reportan ser más felices. Dichas ciencias, junto con la de los hábitos (lo que hacemos con frecuencia se incrusta en el cerebro como patrón o red neuronal), cambiarán, por completo, las formas en las que criamos y educamos a los niños, en las que resolvemos los problemas de depresión, soledad, angustia, rencor y tristeza y las formas en la que enseñamos valores y formamos a los líderes del mañana. Una manera de resolver el dilema entre la marcha tecnológica y el aprendizaje es que los medios y artilugios digitales deben ser vistos como complemento a la interacción humana real, presencial, de carne y hueso, pero nunca como sustituto.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/los-ninos-digitales/

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Cómo educar a los niños digitales

Por:  Magazine Digital

Casi la mitad de los niños menores de dos años juega diariamente con las tabletas y móviles de sus padres. ¿Merman su imaginación? ¿Les hacen más impacientes? ¿Conviene alejar a los niños más pequeños de las pantallas táctiles? Aún hay pocos estudios, pero pedagogos y psicólogos de la educación ya han empezado a analizar qué uso de la tecnología es el más aconsejable, así como los posibles efectos.

Los bebés atrapan todo lo que hay a su alrededor y se han encontrado con unos aparatitos brillantes, con luces de colores y que cuando se tocan, hay movimiento, sonidos… En la actualidad, más de un tercio de los bebés de 6 meses ya tiene acceso de manera regular a las tabletas o teléfonos inteligentes de sus padres, según la Academia de Pediatría de Estados Unidos, pese a que apenas un 9% de los menores de 5 años sabe atarse los cordones de los zapatos, según indica otro estudio.

Aunque se diga que los nativos digitales se manejan de manera innata con la tecnología, no es así, imitan a los adultos y no saben manejarla si no están familiarizados

Pero no es la única cifra. Según el análisis “Exposure and Use of Mobile Media Devices by Young Children” (Exposición y uso de dispositivos móviles por niños pequeños), publicado en la revista Pediatrics, el 75% de los menores de cuatro años tiene su propio dispositivo. Los motivos mayoritarios citados por los padres para confiar en estos chupetes de cristal líquido son que así pueden ocuparse de las tareas domésticas (70%), mantener quietos a los bebés (65%) y dormirlos (29%).

Lo que ocurre en España no se aleja demasiado de lo que en Estados Unidos. Según el informe FAROS (Observatorio de Salud de la Infancia y la Adolescencia) del hospital barcelonés de Sant Joan de Déu, un referente pediátrico, el 40% de las niñas y los niños menores de 2 años accede de manera regular a las tabletas y móviles inteligentes de sus padres para jugar, pintar o ver dibujos animados. Un fenómeno que se ha convertido en igual de viral en otros países y que ha llevado a bautizar a los nacidos después del año 2000 generación touch, por su afición a manejar las touch screens o pantallas táctiles.

En vista de esta realidad, los expertos comienzan a estudiar qué repercusión tienen las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en el desarrollo cognitivo. Sin embargo, sólo han transcurrido siete años desde que Steve Jobs presentó su iPad en sociedad, por lo que existen todavía muy pocas investigaciones. Pese a ello, varios destacados pedagogos han accedido a pronunciarse sobre los temas polémicos de este ámbito:

¿La infancia y la tecnología no deben mezclarse?

Un teléfono de juguete, un sonajero o un rotulador también son tecnología, aclaran los expertos. “Los bebés siempre han estado en contacto con la tecnología, lo que ocurre es que ahora es muy distinta”, responde Linda Castañeda, doctora en Tecnología Educativa en la Universidad de Murcia y muy respetada en este campo. “El problema de las tecnologías actuales es que para los adultos son tan nuevas como para los bebés, cuando se supone que los padres deberían enseñar a sus crías a manejarse en este entorno”, añade. En otras palabras: muchos progenitores gatean todavía entre las nuevas tecnologías y de ahí que se sientan tan incómodos.

Los niños tienen que experimentar con su entorno y hoy en día las pantallas forman parte de su entorno, recuerda un experto

“Al final, lo importante es el uso que se hace de la tableta y no el dispositivo en sí”, interviene Antonio Bartolomé, director del Instituto de Investigación en Educación de la Universitat de Barcelona y autor de 147 artículos científicos. “También un mismo cuento puede espolear la imaginación del niño si se lo explican sus padres o generarle ansiedad y dificultarle dormir si lo lee solo”, ejemplifica este pedagogo, que ha dirigido varias investigaciones.


¿Cuál es el mayor peligro de las pantallas táctiles?

Posiblemente, que resultan irresistibles a los niños muy pequeños. Para muestra, un botón: según un estudio realizado entre 82 padres de hijos de entre 1 y 3 años, publicado en Archives of Disease in Childhood, la mitad de los pequeños eran capaces de desbloquear la pantalla, mientras que otro 64% se las sabía ingeniar para activar las diferentes opciones de su tableta.

Las pantallas táctiles canibalizan otras actividades y dejan a los niños abstraídos, cuando lo que necesita un bebé que todavía no sabe caminar y hablar (o empieza a hacerlo) es experimentar estímulos muy diferentes y moverse mucho. Con todo, los expertos consultados no se declaran partidarios de escamotear a los niños menores de 2 años las tabletas, sino que recomiendan que las usen acompañados de sus padres y que estos estén decididamente implicados en su formación. Otra cosa es dejarlos solos con ellas, algo que desaconseja, por ejemplo, César Coll, catedrático de Psicología Educativa y de Educación.

Más que obsesionarse con limitar el tiempo, lo que hay que hacer es que realicen actividades diversas e igual que usan la tableta, que pinten o correteen por el parque

Varios estudios también alertan de que los bebés tienden a ponerse los dispositivos electrónicos demasiado cerca de los ojos, lo que podría explicar que los casos de miopía estén aumentando entre los niños de entre 2 y 4 años. A modo de curiosidad, los niños muy pequeños, señala otra investigación, se distraen menos con los libros tradicionales, aunque esta ventaja se desvanece con la edad.


¿Realmente los niños son nativos digitales?

Aunque parece haber calado la teoría de que los bebés tienen un don innato para manejarse con las nuevas tecnologías, en realidad lo que hacen es imitar a los adultos. Al menos, esta es la conclusión de un estudio llevado a cabo por Lydia Plowman y Joanna McPake, dos investigadores británicas que durante un año visitaron periódicamente a 53 familias escocesas con hijos de entre 3 y 4 años de edad para observar el uso que hacían de diferentes dispositivos tecnológicos (ordenadores, teléfonos, sitios web, juegos interactivos, etcétera) Su trabajo, titulado “Siete mitos sobre los niños pequeños y la tecnología”, sugiere que si bien la facilidad de algunos niños para manejarse con la tecnología puede resultar sorprendente, muchos pequeños se sienten sobrepasados al enfrentarse con un sitio web desconocido o con un juego del que ignoran sus convenciones. En resumen: la interacción de las criaturas con las nuevas tecnologías no es tan natural como sugiere la expresión nativos digitales, que el educador estadounidense Marc Prensky acuñó en el 2004 para referirse a los estudiantes universitarios (y no a los preescolares) que utilizaban la tecnología con la misma soltura que su lengua materna. Los niños pequeños, en cambio, “necesitan ser apoyados hasta adquirir un nivel de familiaridad que les permita ser usuarios independientes”, aclaran Plowman y McPake en su estudio.


¿Es mejor alejar a los niños de las pantallas hasta que cumplan 3 años?

Más que hablar de mejor o peor, debería decirse que es imposible y, muy probablemente, absurdo, pues hay pantallas por todas partes. “Los niños tienen que experimentar con el entorno que les rodea. Tienen que mirar, tocar, jugar, explorar, probar y relacionarse con otras personas. Y las TIC forman parte de su entorno habitual”, responde Jordi Adell, premio Pionero de Oro de la Internet Society por poner en marcha en 1993 el primer servidor web que hubo en España, además de director del Centro de Educación y Nuevas Tecnologías de la Universidad Jaume I de Castelló, un grupo dedicado a la mejora de la calidad de la enseñanza mediante la integración de las nuevas tecnologías. Lo que no parece aconsejable es utilizar las TIC, explica Adell, “para sustituir la interacción con padres y hermanos”.

Los menores de 3 años pasan muy rápido de estar concentrados en la pantalla a otra actividad; lo que no hay que hacer es dejarlos solos

Sin embargo, la Academia Americana de Pediatría ha comprobado que muchos bebés de 6 meses están media hora, incluso más tiempo, delante de “niñeras pantalla”. Y que cuando alguien osa quitarles la tableta, estallan en una colosal rabieta. En vista de ello, esta reconocida entidad ha preferido pecar de prudente y, en lugar de confiar en que los adultos hablen y acompañen a sus bebés mientras interactúan con pantallas táctiles, ha recomendado minimizar (que no prohibir) en lo posible que se expongan a televisores, ordenadores, teléfonos inteligentes y tabletas hasta que los niñas y niños tengan 18 meses.


¿Qué aprenden exactamente los niños más pequeños de las pantallas táctiles?

Todavía se sabe poco del papel que desempeñan las tecnologías digitales en el desarrollo cognitivo. Dos investigadoras norteamericanas, Silvia Lovato y Sandra Waxman, publicaron en el 2016 un estudio centrado en menores de 3 años titulado “Young Children Learning from Touche Screens: Taking a Wider View” (Niños pequeños que aprenden de las pantallas táctiles: una visión más amplia). Según este trabajo, las pantallas táctiles enseñan a los menores de 18 meses a detectar patrones de conducta “y tal vez lo más notable, a aprender palabras nuevas”.

Asimismo, se han desarrollado programas eficaces para corregir la ambliopía (u ojo perezoso) en niños de corta edad, introducir a la lectura, desarrollar habilidades motoras, incentivar la estimulación precoz… “Y también se ha trabajado mucho con tabletas –detalla Antonio Bartolomé– en niños con autismo y en los invidentes”.

“Las nuevas tecnologías digitales son herramientas poderosísimas que permiten crear entornos simbólicos que ningún otro lenguaje puede recrear. A partir del año y medio de edad, los niños asimilan que son agentes de acciones que tienen consecuencias positivas y negativas y que esto lo pueden dominar. Es decir, aprenden a ser empáticos y a ver el mundo desde el punto de vista de otros”, desvela Coll, que es autor de libros como Aprender contenidos, desarrollar capacidades.


¿Es aconsejable prescribir un tiempo de uso máximo?

De algún modo, sí, aunque conviene ser flexible, “ya que no se puede criar a un hijo mirando el cronómetro”, recalca Adell. “Cualquiera que haya tenido hijos, sabe que la capacidad de estar quieta de una niña pequeña difícilmente va más allá de los diez minutos. Y no hablo ya de estar sentada delante de una pantalla, sino de estar sentada delante de cualquier cosa”, apunta Coll tomando como referencia a Lara, su nieta de apenas dos años y medio.

También Linda Castañeda se refiere a su experiencia con Raquel, su hija de 4 años. “Hasta que cumplen 1 año, los bebés necesitan mucha atención de sus padres, lo que no significa que no les puedas poner la tableta algún ratito”, opina. “A partir del año de edad –prosigue– los niños deberían de tener un límite en función del número de actividades que realicen diariamente. Pero, además de un límite de tiempo, que debería ser flexible y adaptarse a las realidades de las casas, debería haber un límite para lo que se hace con la tableta”, advierte. “No se trata tanto de si mi hija Raquel está media hora o 40 minutos con la tableta, sino de que a lo largo del día sus actividades sean muy variadas y que el tiempo de uso de la tableta nunca sea superior al dedicado a jugar físicamente, a correr, a pintar con pinceles…”, enumera.


¿Las tabletas y los teléfonos móviles merman la imaginación? 

Algunos expertos se muestran partidarios de mantener alejados a los niños de la tecnología hasta los 3 o 4 años. Esta línea de pensamiento entronca con el mito roussoniano del “buen salvaje” y la idea de que la tecnología torpedea la fantasía y el juego libre. O si se prefiere, los más pequeños podrían estar perdiendo la capacidad de desarrollar su imaginación por haberse acostumbrado a ser entretenidos por fuentes externas.

Otros especialistas, en cambio, replican que las tecnologías actuales tanto pueden potenciar la creatividad como ahogarla. Por otro lado, “cuando dejamos al bebé en el salón, también lo ponemos en compañía de objetos que seleccionamos para él. A lo que me refiero es que el contexto familiar y social y las decisiones que tomamos como adultos condicionan que el bebé nunca sea completamente libre”, recuerda Coll.

Para los pedagogos, la clave es no acostumbrar al pequeño a un tipo de estimulación repetitiva que favorezca algunas conexiones neuronales en concreto. De ser el caso, es presumible que pierda interés por las cosas más lentas y menos intensas. Ahora bien, si el contacto con las nuevas tecnologías es esporádico y los estímulos lo suficientemente variados, no existe ninguna evidencia que señale que la imaginación de un niño muy pequeño resulta dañada.


¿La tecnología dificulta las relaciones sociales? 

La investigación de Plowman y McPake aprecia que los niños menores de 3 años pasan muy rápidamente del modo digital al analógico. Es decir, pueden querer ver dibujos animados en una tableta, pero también dejarla completamente arrinconada si algo (como hablar con sus padres o divertirse con un juguete clásico) les interesa más. Para los expertos, la clave es que no pasen mucho tiempo solos, sea con tecnología o sin ella.

Tampoco está claro que las nuevas tecnologías resten inteligencia emocional. “Depende de cómo se utilicen”, responde Rafael Bisquerra, catedrático en Orientación Psicopedagógica y director del posgrado en Educación Emocional y Bienestar de la Universitat de Barcelona. “En la dosis correcta y con juegos compartidos que aviven la inteligencia no tendrían por qué tener tal efecto”, señala el autor de libros como La fuerza de la gravitación emocional y Política y emoción. En todo caso, el principal riesgo de relacionarse en exceso con máquinas, es tratar luego a las personas como un objeto más, “sin consideración por sus emociones”, apunta Bisquerra.


¿Los niños que se familiarizan muy pronto con las nuevas tecnologías son más impacientes?

Si se trata de establecer comparaciones, los niños actuales tienen menos paciencia que los de siglos anteriores. “Son niños de nuestra época y de la tecnología actual, ni mejores ni peores que los que hubo en el pasado o de los que habrá en el futuro”, enfatiza Castañeda. Para esta experta, no se puede juzgar a los niños de corta edad con la mirada puesta en el pasado, ya que el mundo actual nada tiene que ver con el de antaño. Visto así, la cuestión es sacar el mayor provecho posible del aquí y ahora, en lugar de refugiarse en la nostalgia. “Los niños pequeños de hoy en día tienen, por ejemplo, un pensamiento superficial mucho más rápido, lo que les permite responder al instante a pequeños estímulos aunque, evidentemente, su capacidad de atención sea mucho más dispersa pues a su alrededor hay tecnologías que posibilitan hacerlo todo muy rápido”, apunta la experta.


¿Por qué los ejecutivos de Silicon Valley llevan a sus hijos a escuelas sin tecnología?

En octubre del 2011, The New York Times publicó un artículo que explicaba que los gurús de empresas como Google, Apple, Yahoo y Hewlett-Packard mandaban a sus hijos a estudiar a colegios tipo Waldorf, equipados con una metodología casi retro, con pizarras de tizas, estanterías con enciclopedias, pupitres llenos de cuadernos de trabajo y lápices del número 2. Y, por supuesto, nada de ordenadores ni tabletas.

Desde entonces, se ha extendido como una mancha de aceite la teoría de que los cerebros que inundan el mundo con nuevos softwares y aplicaciones no permiten a sus hijos utilizar la tecnología. Sin embargo, es una hipótesis que no se ajusta a la realidad. “En realidad, el contrapunto tecnológico lo tienen en casa”, señala Castañeda.

Según esta educadora, hay ahora una tendencia internacional de aplicar soluciones tecnológicas simples a problemas pedagógicos complejos para, entre otras cosas, abaratar el coste de la enseñanza. Es decir, que una herramienta muestre el mejor camino para que un estudiante aprenda una cosa. La idea subyacente es: si en el aula hay un mal profesor o una maestra deficiente, al menos que haya una herramienta que no sea tan mala. Sin embargo, “los megamillonarios de Silicon Valley saben perfectamente que es mucho mejor que sus hijos tengan una enseñanza personalizada a que sean instruidos por los algoritmos de los ordenadores. Pero es inexacto decir que apartan a sus hijos de la tecnología, pues cuando terminan las clases la utilizan en su casa”, aclara.

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