Asia/Libano/8 de diciembre de 2016/Fuente: ACNUR
Desplazados de sus hogares por la lucha primero 2011 y de nuevo este año, los residentes de Sirte se enfrentan a una extrema necesidad, incluso a medida que su ciudad es retomada de las milicias.
– Mohmed, un sirio desplazado y padre de tres, quiere retornar a su hogar en la ciudad costera de Sirte, pero la destrucción causada por las dos feroces batallas que lo llevaron a huir dos veces ha sido completa.
Golpeada por los bombardeos, los morteros y los cohetes en 2011 y de nuevo en este año, durante las brutales luchas en las calles, la ciudad que una vez fue próspera y donde vivían 100.000 personas, está ahora en las ruinas y las calles están repletas de bombas sin explotar, y los servicios e infraestructura básicos clave están destruidos.
“Es una ciudad destruida y demolida”, dijo Mohmed. “Si no se eliminan las minas y los explosivos, se perderán muchas vidas. También necesitamos ayuda para reconstruir la infraestructura de la ciudad”.
Después de más de cinco años de convulsión en Libia, los cuales comenzaron con la insurgencia que quitó del poder al gobernante Muammar Gaddafi en 2011. Un estimado actual del número de hombres, mujeres y niños que han sido desarraigados por la convulsión está cerca de los 313.000. Sin embargo, los residentes de Sirte, como Mohmed, han tenido una situación más difícil que la mayoría.
La primera ola de destrucción para ocupar la ciudad de amplios bulevares, lujosos hoteles, centros de conferencias y bloques de apartamentos, se desató en 2011 cuando las milicias rebeldes lucharon calle por calle para derrocar a Gadafi, quien era de la ciudad y que tuvo su sangriento final allí.
«Es una ciudad destrozada y demolida. Si no se limpian todas las minas y los explosivos, se perderán muchas vidas».
La recuperación gradual de Sirte se estancó en junio del año pasado, cuando los extremistas, aprovechando la inestabilidad de Libia, se apoderaron de la ciudad. Once meses más tarde, el grupo leal al gobierno de unidad respaldado por la ONU en Trípoli, lanzó un asalto total con artillería y apoyo aéreo, retomando, finalmente, la ciudad en la semana pasada.
Esta vez, los residentes y las autoridades de Sirte, que se encuentra en la costa mediterránea, a medio camino entre Trípoli y Bengasi, dicen que la destrucción es peor y el desplazamiento mayor.
Según el ayuntamiento, unas 19.000 familias han huido solo desde junio de 2015. Los residentes ahora están dispersos en 18 ciudades alrededor del país, la mayoría en Tarhuna, Bani Walid, y Misurata, mientras que 4.000 familias ahora están viviendo en Trípoli, muchas en condiciones terribles.
“Es realmente trágico. Te vas a otra ciudad como una persona desplazada, y luego el alquiler y los gastos, es realmente difícil”, dice un empleado estatal de Taher, que se escapó de Sirte con su esposa y su joven hija en medio de “bombardeos al azar”, y ahora lucha para pagar el alquiler en un apartamento en la capital libia.
Muchos residentes desarraigados de Sirte viven con miembros de la familia, a menudo en condiciones de sobrepoblación. Entre ellos está Mokhtar, quien dice que él y su familia también se enfrentaron al ridículo público por someterse al gobierno de los extremistas en Sirte, muchos de ellos extranjeros de Siria e Irak. “Teníamos que escapar”, dice. “Sabíamos que era mejor enfrentar los insultos de la gente de aquí que enfrentar la guerra y la muerte”.
Con poca o ninguna ayuda de las autoridades, algunos residentes no vieron otra opción que regresar a sus casas a las afueras de la ciudad afectada, incluso cuando la milicia progubernamental golpeó a los extremistas con artillería y pelearon de casa en casa para controlar el centro.
“Las familias en las afueras están sufriendo de una grave falta de atención médica, gasolina, gas de cocina y no reciben dinero, lo cual es una crisis nacional”, dijo Mohamed Al Amien, miembro del consejo local de Sirte.
Al Amien también dijo que el consejo está movilizando convoyes médicos para ayudar a las familias retornadas con suministros de Misurata, una ciudad que se encuentra a 250 kilómetros al oeste de Sirte.
“Estamos preparando reuniones con organizaciones internacionales para obtener ayuda con reparaciones rápidas en escuelas, hospitales y edificios gubernamentales una vez que la guerra haya terminado”, dijo en una entrevista reciente.
Para los residentes que han sido desplazados dos veces, como Mohmed, y que no cuentan con medios para mantener a sus familias y que dependen de sus parientes, esa ayuda no puede llegar lo suficientemente pronto.
“Necesitamos asistencia inmediata”, dice. “Creo que la comunidad internacional debe ayudarnos en estas solicitudes porque el estado libio es incapaz de hacerlo ahora”.
“A medida que pasa el tiempo, las necesidades de protección de estas familias son cada vez más críticas”.
El ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, está particularmente preocupado por el deterioro de las expectativas de miles de familias desarraigadas por el conflicto en curso en Sirte, algunas de ellas desplazadas por la fuerza varias veces.
“Con el paso del tiempo, las necesidades de protección de estas familias son cada vez más críticas», dijo Samer Hadaddin, Jefe de Misión del ACNUR en Libia. «El costo de la renta para los libios desplazados en su propio país sigue aumentando, junto con la hiperinflación y la liquidez de los bancos libios. Al mismo tiempo, las oportunidades de empleo son escasas para todos. La vida es cada vez más difícil para la gente de Libia”.
Con el socio Mercy Corps, el ACNUR está llevando a cabo una rápida evaluación de necesidades en Sirte con el fin de identificar las necesidades de los desplazados internos y las familias que regresan. A medida que los remanentes de explosivos y los artefactos explosivos improvisados hacen que gran parte de Sirte sea inaccesible y dificulten la reconstrucción, la prioridad más apremiante sigue siendo la remoción de minas.
Durante los meses de verano, el ACNUR, junto con Libaid, distribuyó mantas, bidones, lámparas solares y juegos de cocina a más de 3.000 personas desplazadas de Sirte a Bengasi. 500 familias afectadas se encontraban entre las más vulnerables, sin tener vínculos familiares en su área de desplazamiento y viviendo en alojamientos improvisados.