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Argelia: La ministra de educación que enfurece a los islamistas

África/Argelia/19 Junio 2016/Fuente: El Pais/Autor: Francisco  Peregil

Más de 300.000 pruebas de selectividad de las 800.000 que se han realizado este junio en Argelia tendrán que repetirse tras filtrarse en Facebook varias preguntas antes de celebrarse los exámenes. Pero ese escándalo, por el que han sido detenidas decenas de personas, ha dejado entrever un problema aún mayor: el supuesto complot del que habría sido víctima la ministra de Educación, Nuria Bengabrit, por parte de los partidos islamistas.

Reputada socióloga de 64 años, diplomada en la Sorbona, investigadora especializada en educación, directora durante más de una década del Centro de Investigaciones Antropológica de Orán, Bengabrit suscitó las críticas de los partidos islamistas de Argelia desde que fue nombrada ministra en 2014.

Su mera designación no cayó bien en un ministerio donde los islamistas gozan de gran influencia. Pero las críticas arreciaron en cuanto esta mujer, nacida en Marruecos y de ascendencia andalusí, anunció el año pasado su intención de introducir en la enseñanza primaria el árabe dialectal del país, el dariya argelino.

La ministra considera que una de las causas del fracaso escolar en Argelia es la enseñanza a los seis años del árabe clásico, una lengua que presenta grandes diferencias con el dialecto argelino, que es una amalgama de árabe, bereber, español y francés. Los partidos islamistas acusaron a la ministra de atacar al islam y al árabe clásico, la lengua del Corán. No faltó quien intentó denigrarla diciendo que es judía. Una diputada de la oposición, la troskista Luiza Hanune, salió en su defensa y denunció el “linchamiento odioso” contra ella.

A raíz de esta filtración masiva de exámenes, decenas de diputados islamistas han reclamado su destitución. Pero tanto el Gobierno como otros partidos laicos de la oposición la apoyan. En el fondo del pulso entre Bengabrit y sus detractores subyace la fractura que hay entre las grandes corrientes religiosas de Argelia y una élite liberal que insiste en modernizar la educación y no descuidar la enseñanza del francés.

Fuente de la noticia: http://elpais.com/elpais/2016/06/13/opinion/1465815375_594409.html

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Paraguay:Vaticano envía emisario para verificar educación

América del Sur/Paraguay/Mayo 2016/Fuente y Autor:ABC

El secretario de la Congregación para la Educación Católica del Vaticano, Mons. Vincenzo Zani, arriba hoy a nuestro país para interiorizarse de la labor de las instituciones educativas de la Iglesia Católica. Verificará el funcionamiento de la Facultad Eclesiástica de Sagrada Teología, visitará la Universidad Católica y se reunirá con catedráticos y profesores de escuelas y colegios.

El arzobispo de Asunción, Mons. Edmundo Valenzuela, indicó que Mons. Zani es un gran experto en educación. Fue consejero de la Conferencia Episcopal Italiana para la educación y de allí pasó al Vaticano. El año pasado se organizó un congreso de la educación católica en Roma con la participación de 3.000 personas, doce de Paraguay, y allí se contactó con él para que la Conferencia Episcopal Paraguaya también tenga su Facultad Eclesiástica de Sagrada Teología.

El obispo dijo que Mons. Zani facilitó todo y en diciembre del año pasado se instituyó la casa de estudio. “Este enviado viene a acompañar el funcionamiento de la nueva facultad. Tiene interés de impulsarla y contactar con los directivos de la Universidad Católica y la sociedad paraguaya. Viene para ver cómo está creciendo esta criatura que anteriormente se llamaba Instituto Superior de Teología”, indicó. Se reunirá además con los profesores y alumnos.

Calificó esta como una visita muy importante porque muy pocas veces vienen aquí grandes personalidades del Vaticano y eso destaca la importancia del Paraguay para la Santa Sede.

El rector de la Universidad Católica, Pbro. Dr. Narciso Velázquez, indicó que Mons. Zani dará a conocer el aporte de la Iglesia a la educación. “Desde el punto de vista cristiano, antropológico y cosmológico, el cristianismo también aporta en el cultivo de la ciencia y sus intervenciones serán para clarificar el diálogo en el mundo de la ciencia”, apuntó.

Mons. Zani se reunirá mañana a las 8:00 con los docentes de escuelas y colegios católicos en el Seminario Metropolitano. A las 16:00 visitará la Facultad Eclesiástica de Sagrada Teología.

El martes, visita el campus de Villarrica y el miércoles el campus de Santa Librada, a las 10:00. A las 16:00 se reunirá con los profesores y a las 19:00 presidirá la misa en la Catedral Metropolitana.

 

Fuente de la noticia: http://www.abc.com.py/edicion-impresa/locales/vaticano-envia-emisario-para-verificar-educacion-1480085.html

Fuente de la imagen: https://s3-sa-east-1.amazonaws.com/assets.abc.com.py/2016/05/14/mons-edmundo-valenzuela-izq-y-el-rector-de-la-universidad-catolica-pbro-narciso-velazquez-der-dieron-detalles-de-la-visita-del-alto-exp_898_573_1363322.jpg

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La educacion, o el suicidio cultural de occidente.

Por:  ALICIA DELIBES

En 1964 el prestigioso filósofo y sociólogo francés Pierre Bourdieu publicaba Los herederos, que estaba llamado a convertirse en la biblia de todos los pedagogos sesentayochistas. En ese libro, que tanta influencia va a tener después, Bourdieu, como buen marxista, dio una vuelta de tuerca más a la teoría de la lucha de clases como motor de la historia. Y esa vuelta de tuerca fue considerar que las clases no sólo vienen determinadas por la posesión de bienes materiales, sino también por la diferencia de conocimientos y hábitos culturales. De manera que, igual que un marxista convencido debía luchar por acabar con las clases sociales, también debía esforzarse por acabar con esas diferencias culturales, que eran otra expresión de la opresión de unos privilegiados sobre el resto.

Cincuenta años después de su publicación, François-Xavier Bellamy, nacido en 1985, profesor de Filosofía formado en la Escuela Normal Superior de París, ha escrito Les déshérités (Los desheredados), un libro en el que el autor clama por la recuperación de la escuela como transmisora de conocimientos. Según Bellamy, aquellos estudiantes que en mayo de 1968 tomaron las calles de París reclamando una escuela libre y democrática, al convertirse en padres y maestros han renunciado a transmitir a sus hijos y alumnos el legado cultural que ellos habían recibido.

El libro de Bellamy comienza con el emocionante relato de lo sucedido en la Ópera de Roma el 12 de marzo de 2011. Se conmemoraban los 150 años de la unidad italiana con la representación del Nabucco de Verdi, dirigida por el maestro napolitano Riccardo Muti. Al poner fin al coro de los hebreos, el famosísimo Va, pensiero, entre los ensordecedores aplausos se alzaron varias voces pidiendo el bis. «De pronto, -escribe Bellamy- se hace el silencio. (…) un escalofrío recorre el patio de butacas. El maestro se vuelve hacia la multitud: ‘Estoy de acuerdo'». [En el vídeo, a partir del minuto 7]

No es amigo Muti de hacer concesiones al público. Una decisión tan extraordinaria exigía una explicación y se la dio al público:

«Ya no tengo treinta años, he vivido mi vida; pero como italiano que ha recorrido mucho mundo, me avergüenzo de lo que pasa en mi país. Accedo a vuestra petición de bis por Va, pensiero. No es solo por la alegría patriótica que me hace sentir, sino porque esta tarde, mientras cantaba el coro «Oh mi país, tan bello y perdido», he pensado que, si continuamos así, vamos a matar la cultura sobre la cual la historia de Italia ha sido construida. Y si es así, nuestra patria estaría verdaderamente «bella y perdida», y nosotros con ella».

Esa misma noche, en Asnières-sur Seine, banlieu del oeste de París, un chico de 15 años era asesinado en la puerta del liceo en el que, curiosamente, Bellamy había empezado su vida profesional como profesor de Filosofía. Un liceo conflictivo de los muchos en los que la educación francesa muestra su tremendo fracaso. «Si no se encuentra un remedio», escribe el profesor Bellamy, «Francia, como Italia, tendrá que entonar el canto fúnebre de la cultura».

Para Bellamy la crisis que atraviesa la enseñanza francesa es fruto de una opción deliberada según la cual la escuela debe dejar de transmitir el legado cultural de nuestros antepasados. «La crisis de la cultura, de la educación, de la familia, de las autoridades tradicionalmente investidas de la responsabilidad social de la transmisión, no es un fracaso. Al contrario, es el resultado de un trabajo reflexionado». Bellamy señala aDescartes, Rousseau y al citado Pierre Bourdieu como responsables intelectuales de las políticas que han llevado a ese desprecio oficial de la transmisión de saberes.

El Discurso del método (1637) de René Descartes fue «el primer acontecimiento de una revolución (…) cuyas consecuencias serán inmensas». Descartes, que había sido un extraordinario alumno del colegio real regentado por los jesuitas, La Flèche, y que gozaba ya entonces de una gran reputación intelectual en toda Europa, en El discurso del método pone en cuestión todo lo que había aprendido a lo largo de su educación. Había sido el mejor alumno del mejor colegio de Francia en el siglo más avanzado y, sin embargo, sentía que una creciente inseguridad se apoderaba de sí mismo. Era tanta la información que tenía, había leído tanto lo que otros habían escrito que temía que otros hablaran por su boca y que ninguno de sus pensamientos fuera propiamente suyo. No soy yo el que piensa, otros lo hacen por mí. Llega así a la conclusión de que la transmisión de los saberes y de la cultura ofusca la razón y dificulta la creatividad. Para Descartes, la educacióndebe poner buen cuidado en preservar la inteligencia natural del hombre, «no buscar otra ciencia que aquella que se puede encontrar en uno mismo», preservar «la luz natural de la razón».

Cien años después, Rousseau, en el Discurso sobre las ciencias y las artes (1750), cuestiona el valor de los saberes transmitidos con el argumento de que «cuanto más perfeccionado está el hombre por la cultura, más se aleja de la naturaleza». Más tarde en Emilio (1762), el libro que más influencia ha tenido en la pedagogía moderna, explicará cómo educar a ese hombre para que no se aleje de la naturaleza, cómo mantenerle en la feliz ignorancia. Emilio deberá crecer lejos de la influencia de padres y preceptores, sin amigos, sin libros, sin estudios. El educador no debe enseñarle nada más que aquello que precise para sobrevivir. Pues para Rousseau «más vale la pureza de la ignorancia que la alienación de la transmisión».

El tercer paso de esta revolución anticultural lo dará dos siglos más tarde Bourdieu con el citado Les héritiers (1964), un libro que fue leído por los estudiantes del 68 como si fuera el evangelio. Bourdieu aporta todo tipo de datos estadísticos para demostrar que los hijos de la clase dominante tienen más posibilidades de triunfar en la escuela que los hijos de familias desfavorecidas. El conocimiento, la cultura, es un capital que se lega de padres a hijos y, por tanto, ser una persona culta es un privilegio de la clase dominante.

En 1979 se publicó un nuevo libro de Bourdieu sobre la escuela tituladoLa distinction. Aquí se sirve de la estadística para demostrar que la transmisión de conocimientos impide la movilidad social. La cultura entendida como el conjunto de saberes, costumbres y formas de comportarse en el mundo viene impuesta por la clase dominante y se utiliza para hacer distinciones entre los hombres. Aquellos que pertenecen a la clase burguesa aspiran a adquirir la cultura de las élites, mientras que la clase obrera se tiene que conformar con aprender lo necesario para sobrevivir.

Así fue cómo, según Bellamy, la propia cultura francesa engendró el instrumento de su destrucción. Descartes soñaba con un hombre que hubiera nacido con la plenitud de su inteligencia y que nunca hubiera sido niño, Rousseau puso como modelo un hombre que siempre permanecería niño, contribuyendo así a la creación de la emblemática figura del buen salvaje. Finalmente, Bourdieu llevó a la escuela la lucha de clases.

El hombre sin cultura no es un hombre. Un país que se niega a transmitir su herencia cultural está abocado a caer en la barbarie. Eso es lo que Riccardo Muti quiso decir aquella noche en la Ópera de Roma y eso es lo que quiere mostrar Bellamy con este libro. Los saberes, los conocimientos que adquiere un niño a lo largo de su educación configuran su personalidad. Sin ellos no es nada.

Bellamy critica a los pedagogos posmodernos que han encontrado en las tecnologías la coartada perfecta para enterrar definitivamente la enseñanza tradicional. El profesor Google puede facilitar toda la información que el alumno precise en un tiempo récord. ¿Para qué entonces malgastar el tiempo y el esfuerzo en transmitir conocimientos? Hoy los niños lo que tienen que hacer en la escuela es aprender a aprender. La tecnología viene así a completar la revolución anticultural iniciada por Descartes hace cuatrocientos años.

La cultura que uno adquiere a lo largo de su vida, dice Bellamy, no es como una maleta que se va llenando de contenidos, uno es lo que sabe, lo que ha aprendido a lo largo de su vida. Sin civilización el hombre sería el más desvalido de los animales, sin cultura carecería de humanidad. El esfuerzo por aprender, por recordar, por leer, por escribir, construye al individuo como ser humano. Y para aprender, para construirse a sí mismo el niño necesita maestros, necesita libros y necesita condiscípulos.

«Hemos decretado que la lengua era fascista, la literatura sexista, la historia chovinista, la geografía etnocentrista y las ciencias dogmáticas -y ahora no comprendemos por qué los niños terminan por no saber nada». Y al final, sin saberes, sin cultura, ¿qué quedará del hombre?, se pregunta Bellamy. Cuando ya se haya destruido toda la cultura «sólo quedará la barbarie».

El autor cerró el último capítulo de su libro con una llamada de urgencia: «Podemos superar la crisis de la transmisión, pero hay que hacerlo pronto, porque la desculturización progresiva y de cada vez más gente solo puede significar que el mundo se hace cada vez más salvaje».

Era el final del verano de 2014. Quince meses más tarde añadió un post scriptum (que ya aparece en la reedición francesa que yo he leído): «No sabía hasta qué punto los inviernos que siguieron iban a confirmar mi sombrío presentimiento». El 7 de enero diez periodistas y dos policías son asesinados en un atentado a la sede de la revista Charlie Hebdo; el 8 de enero un policía es asesinado en Montrouge. El 9 de enero, cuatro clientes de un supermercado de Vincennes son asesinados. Algunos meses más tarde, el 13 de noviembre, varios terroristas siembran de muertos las calles de París. «Víctimas, sin duda, de la locura de los criminales; pero víctimas también, y al mismo tiempo de nuestras propias abdicaciones».

La gran diferencia entre los atentados de las Torres Gemelas de Nueva York y estos de París, dice Bellamy, es que estos crímenes han sido cometidos por jóvenes nacidos en Francia que han estado sentados durante años en los bancos de nuestras escuelas. «Hace falta que el mal sea muy profundo para que, después de miles de horas pasadas en la escuela de la República, un joven se revuelva con tanta violencia contra su propio país, contra el hombre, y contra lo que hay en él mismo de humano».

Publicado primeramente en: http://www.expansion.com/actualidadeconomica/analisis/2016/04/24/571c68d1e2704e37048b4570.html

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