América Latina y el Caribe/ 8 de abril de 2017/ Autor: Alberto Croce
Ayer finalizó la Asamblea Regional de América Latina y el Caribe de la Alianza de Organizaciones por la Eficacia del Desarrollo (AOED), de la que fui su coordinador regional desde mediados de 2015 hasta hoy.
En Bogotá, donde tuvo lugar la misma, participamos representantes de Guatemala, República Dominicana, Jamaica, El Salvador, Venezuela, Nicaragua, Perú, Colombia, Ecuador, Chile, Paraguay, Uruguay y Argentina, además de las organizaciones sindicales, migrantes, jóvenes, campesinos, indígenas y organizaciones basadas en la fe.
En total fuimos unos 25 compañerxs que cubríamos el espectro de muchas realidades diferentes. Estas reuniones posibilitan hacer un paneo de la realidad regional en tiempos difíciles y complejos.
Como les prometí a mis amigxs quiero compartir con ustedes algunas de las ideas que dieron vuelta por estos momentos de encuentros y también en las charlas más informales con todos lxs amigxs y compañerxs participantes en la Asamblea.
No son conclusiones formales, sino un resumen o una síntesis de lo que yo he podido captar, absolutamente teñidos por mis puntos de vista personales y como tal deben tomarse.
La región de América Latina y el Caribe está viviendo un momento particularmente difícil. Siento que las organizaciones y referentes tenemos serias dificultades para poder comprender “lo que sucede” y, por ende, para poder identificar qué hay que hacer en estas situaciones.
Luego de una década en donde parecía que se estaba construyendo una nueva realidad regional, basada en la integración, el lugar protagónico de estados con opciones sociales fuertes, mejoras en las condiciones de vida de las poblaciones de nuestros países… de pronto parece que estas cosas se derrumban inevitablemente ante nosotros sin que podamos evitarlo o sin que sepamos hacerlo.
Somos conscientes de que la realidad debe analizarse desde perspectivas de mayor complejidad, atendiendo a un número mucho mayor de variables de las que considerábamos hace 30 años cuando analizábamos coyuntura y realidad, pero esto no quiere decir que seamos capaces de hacerlo. Nuestra capacidad para identificar variables ha crecido más rápidamente que nuestra capacidad de integrar estos elementos al analizar y pensar alternativas.
Brasil con un golpe disfrazado de legalidad, Venezuela con grandísimas dificultades para dar respuestas a su población sosteniendo el modelo del “socialismo del Siglo XXI”, Paraguay enfrentándose al dilema de “torcer” la Constitución para evitar que el narcoestado se perpetúe en el poder, Ecuador llegando a un triunfo en el ballotage arañando la línea de gol, Centroamérica y México atravesados por la violencia, el narcotráfico, las migraciones forzadas y la explotación y esclavización desvergonzada de los más pobres… y Argentina, viviendo un proceso muy doloroso de destrucción de conquistas y retroceso de derechos.
No es fácil como organizaciones de la sociedad civil moverse en estos escenarios. En general, el mundo de las OSC está siendo atacado cotidianamente por un estrangulamiento progresivo de su financiamiento. Los Estados restringen los fondos para el sector y las empresas sólo están dispuestas a apoyarlo cuando responden estrictamente a sus intereses o cuando ven en ellas un agente en quien se puede tercerizar algún programa que deciden llevar adelante. Además, el Sector Privado compite – si se puede llamar así al que tiene todas las de ganar- por los fondos que antes recibían las organizaciones sociales.
Las organizaciones sindicales son prácticamente las únicas que cuentan con fondos propios para impulsar sus programas, pero cada vez cuentan con menos ya que la sindicalización en América Latina y el Caribe, va en retroceso y las campañas públicas denostando a los líderes sindicales arrecian por todas partes…
Por otro lado, la violencia y la persecución contra los líderes sociales se extiende -y no disminuye- por toda América Latina y el Caribe. Persecución que no sólo se produce sobre “grandes” líderes sino también sobre los que actúan en territorios puntuales y con poca trascendencia mediática. Esto habla de una terrible violencia pero también de una fuerte resistencia que sigue presente en nuestros pueblos ante el indisimulado propósito de hacer que el sistema capitalista actúe con toda su crueldad contra nuestros pueblos.
Otro tema que sentí muy fuerte, al considerar lo que estaba pasando en muchos países, es que, en estos nuevos formatos a los que nos estamos exponiendo, quizás se esté produciendo un fenómeno al que no prestamos suficiente atención: ¿Puede haber “Terrorismo de Estado” practicados por gobiernos democráticamente instituidos? ¿Y qué hacer entonces? Porque nosotros históricamente hemos ligado la idea de estos planes sistemáticos en contra de sectores de la población a las dictaduras. Pero quizás tenemos que ampliar esta mirada para hacer análisis más precisos teniendo en cuenta los contextos en los que vivimos.
En la Asamblea fui testigo de discusiones muy profundas entre los que creen que no hay márgenes para el diálogo con el sector de las grandes empresas por sus posturas frente a los derechos humanos y los que sostienen miradas sobre todo técnicas acerca de los debates en el mundo de la Cooperación Internacional. Tensiones entre los que sienten que posturas más dialógicas terminan siendo cómplices del silencio sobre situaciones atroces que se dan en la región, y los que apuestan a la disputa ideológica en el campo de los espacios muchas veces burocráticos de debate internacional.
Con la CELAC prácticamente paralizada, la UNASUR vaciada en su sentido y los otros mecanismos de integración en situación de shock, los espacios de interlocución de la AOED-ALC se han borroneado hasta hacerlos casi inviables.
Los participantes del evento veían aún con mucha inquietud qué sucedería con la administración Trump quien, desde los EEUU parece más eficazmente crítico a la Alianza del Pacífico que todos los movimientos sociales que venían rechazándola desde hace años. Esto mientras “escuchábamos” los misiles que caían sobre Siria, en los días de nuestra reunión.
Hará falta más tiempo para poder comprender mejor el encuadre regional y la coyuntura. Mi sensación es que aún no logramos hacer estas síntesis y que falta algo más de tiempo para poder hacerlas.
En medio de todo esto, quedé muy contento cuando la gran mayoría de los miembros de la Alianza Regional se exigieron a consolidar una propia postura regional y un plan a futuro que no dependiera de las propuestas que llegan de los (escasos) financiadores del espacio. Esta identidad y autonomía son claves para poder posicionarse para adelante. La unidad entre los distintos sectores y la organización, siguen siendo opciones fundamentales para que lo que se haga en adelante tenga sentido y trascendencia.
Hasta aquí llego en estas reflexiones hechas sobre el camino…
Fuente: https://albertocesarcroce.wordpress.com/2017/04/08/mirando-america-latina-y-el-caribe-desde-la-reunion-de-la-aoed-alc/