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Bolivia crea comisión interinstitucional en contra de la violencia machista

El presidente boliviano, Evo Morales, anunció ayer, en el Día Internacional de la Mujer, la creación de una comisión integrada por siete ministerios para implementar la normativa boliviana en materia de lucha contra la violencia machista. Mientras, con silbatos, cacerolas y carteles por la igualdad y contra la violencia machista, mujeres bolivianas se adhirieron a la huelga global que se cumplió en 55 países y más de 200 ciudades, en el Día Internacional de la Mujer.

Dicha comisión se reunirá al menos una vez al año y estará compuesta por los departamentos de Educación, Salud, Comunicación, Cultura y Turismo, Trabajo y Justicia y Transparencia Interinstitucional, que la presidirá.

«Hay muchas normas, pero todavía no hay resultados», reconoció Morales en una rueda de prensa, a pesar de que valoró que en Bolivia se avanzó mucho en materia legal desde la nueva Constitución, promulgada en 2009.

La medida, recogida en un decreto supremo, aprobará cada 5 años una resolución con una «política pública integral para una vida digna de las mujeres bolivianas».El presidente admitió que no están asumiendo «una responsabilidad en el tema de la educación y de la prevención» y llamó a seguir trabajando en materia de género.
El feminicidio está penado en la legislación boliviana con la condena máxima, 30 años de prisión sin derecho a indulto, pero las organizaciones defensoras de las mujeres se quejan de que muy pocos procesos acaban en sentencia y los juicios son largos y costosos.En lo que va de año, 24 mujeres fueron asesinadas víctimas de violencia machista, según datos de la Fiscalía boliviana, que reportó 104 feminicidios en 2016, y sólo 24 condenas a agresores.
En Bolivia, colectivos y activistas por los derechos de las mujeres de La Paz, Cochabamba, Santa Cruz y Sucre bloquearon varias calles céntricas y con silbatos, cacerolas y carteles protestaron contra la violencia machista y denunciaron la desigualdad salarial y la precariedad laboral.Así cuatro ciudades de Bolivia se adhirieron al paro internacional que ayer 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, convocaron mujeres de todo el mundo para protestar contra la violencia de género y reclamar por la igualdad económica, política y social.»Patriarcado y capital, una alianza criminal», corearon las mujeres que realizaron un ruidoso plantón que al medio día paralizó el tráfico en El Prado de la ciudad de La Paz.
A la misma hora, varios grupos de mujeres bloquearon los principales accesos a la plaza principal de la ciudad de Sucre, más temprano se iniciaron las protestas Santa Cruz, mientras que en Cochabamba se concentraron al final de la tarde.Durante las protestas reclamaron por las precarias condiciones en que las mujeres se insertan al mercado laboral y demandaron igual salario por igual trabajo.
También denunciaron las graves consecuencias de la violencia machista que en lo que va del año cobró la vida de 24 mujeres.Ayer se cumplió cuatro años de la promulgación de la ley integral para una vida libre de violencias contra las mujeres, que tipifica el feminicidio y otros delitos de violencia machista.
La denominada Ley 348 se considera una norma muy avanzada, pero expertas y agrupaciones de mujeres denuncian que no está dotada de medios económicos suficientes para la prevención y la atención a las víctimas.
Fuente: http://www.jornadanet.com/n.php?a=138434-1
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Repeticiones de Nuestra Política: Violencia de Género y Machismo

Por: Diego Andrés Pérez. Redacción Ecuador. Pressenza17/02/2017

¿Qué implica hablar de política en estos tiempos? ¿Los discursos políticos solo deben hablar de política? ¿Cómo entender los alcances de la política más allá de medidas macroeconómicas y cortes de impuestos?

Inicio con estas tres interrogantes porque la política o más bien el ser político, encarnado en los diversos representantes y movimientos para los comicios presidenciales, parecen abordar este tema desde su acepción más tranquilizadora: la satisfacción de una necesidad (casi siempre de carácter económica.

El significado con el que hemos dotado a la política está estrechamente involucrada con actividades de sobrevivencia- y solvencia – que garanticen una vida digna en los ciudadanos. Lo cual es indispensable, pero no por eso suficiente.

Pareciera que los derechos de los ecuatorianos deben normarse por las normas y reglas del capital, de la expansión y el crecimiento monetario, pero, ¿alguien se pregunta del cotidiano? No solo de la sociedad, sino de nuestros propios representantes y de su proximidad, mediante el lenguaje discursivo, a la realidad social. Esto es, fundamentalmente y a mi criterio, lo preocupante.

Si uno analiza meticulosamente intervenciones de los diversos candidatos a las elecciones presidenciales Ecuador 2017 encontrará, desde luego, propuesta y obra- condiciones para la aceptación- sin embargo quedarse con esa parte del discurso es incompleto.

Dentro de toda la maraña discursiva, existen afecciones muy comprometidas desde el uso de la palabra, reproduciendo actitudes y emitiendo declaraciones en contra de sus propios electores en temas de género y machismo. Perennizando así una mirada patriarcal y violenta situada ahora en los debates de la política ecuatoriana.

Más allá de esta afirmación, el problema ahonda cuando ni políticos ni ciudadanos reaccionan frente a este problema, es que todo se naturalizó… Por eso he considerado pertinente juntar unas cuantas declaraciones de políticos ecuatorianos realizadas en diversos medios ejemplificando este fenómeno.

En un programa de televisión, Guillermo Lasso, candidato de CREO dijo:

“A todas las amas de casa les digo, en nuestro gobierno vamos a respetar la libre  opción de cocinar en cocina de gas o cocina de inducción. Ustedes van a decidir”

Evidenciamos la naturalidad de sus palabras para asumir el hecho de que mujer está ligada a las labores de la cocina de manera obvia. El debate estrictamente político se resume a si lo hace en cocina de inducción o de gas, pero nunca se cuestiona cuál es el rol de mujer en la sociedad, ni mucho se piensa la política en otras instancias como el empoderamiento de las mismas para decidir su realidad.

Gabriela Pazmiño, esposa del candidato Dalo Bucaram, sentencia que:

 “Yo antes me esmeraba así para cocinar cuando éramos novios para que vea que yo tenía buena sazón, que vea que yo era buena, bonita y barata”

Lo dice valientemente, sin ninguna objeción en cuanto a su labor como ama de casa, pero, ¿acaso el rol de una mujer es satisfacer a un hombre… y para ello necesariamente debe tener una buena sazón, y sobre todo, ser buena bonita y barata?

Otro personaje político, cuya influencia sigue vigente es Jaime Nebot quien dijo: “Bueno, en las casas siempre deben mandar las mujeres y en la mía también”

Resulta especial que justamente es una mujer la que representa ideales políticos en estas elecciones, en consecuencia queda la duda planteada respecto a quién manda a quién.

Más allá del tono –penosamente- jocoso con el que seguramente se emitieron estas palabras, declarar de esta manera ahonda aún más más las diputas de género tan comentadas en la actualidad, en aras de una separación cada más amplia y violenta entre hombres y mujeres.

Así mismo Rafael Correa, actual presiente del Ecuador, no tardó en declarar que:

“Me van a decir conservador por creer en la familia. Bueno, creo en la familia y creo que estas ideologías de género, estas novelerías, destruyen la familia convencional que sigue siendo, yo creo que seguirá siendo y felizmente seguirá siendo la base de nuestra sociedad”

Revitalizar el concepto de familia debería uno de las principales prioridades de los políticos ecuatorianos, sin embargo este no el caso, ya que según el Primer Mandatario la familia no se la puede imaginar sino en su estado tradicional, juzgando e invalidando cualquier otro tipo de familia, de unión o relacionamiento catalogándolo de un acto “novelero” o “de moda”

Es así como la política ecuatoriana vuelve a presenciarse en estos comicios, quizá con nuevas versiones y variantes en cuanto a representantes y propuestas, pero manteniendo la misma línea discursiva lejana y poco interesada en temas de derechos, equidad y consenso.

Todavía se busca aquella verdad universal, determinista, que siga coartando el libre pronunciamiento de sus soberanos. Limitando, además, otros posibles significados de política ligada únicamente al terreno de la batalla electoral, sin ser un verdadero manto protector de quienes la hacen posible y la alimentan.

Parece que la concepción actual de política cada vez toma una mayor dimensión material, en cuanto a la satisfacción de recursos y protección de bienes, volviendo a los ciudadanos cada vez entes desconfiados y despreocupados de su prójimo.

Éste debería ser un término inconcluso, en constante reconstrucción, por que al momento de creerse definitivo y general cierra la posibilidad de gestionar y empoderar a todos los seres humanos, coartando su derecho a ser incluidos y visibilizados.

Fuente: https://www.pressenza.com/es/2017/02/repeticiones-nuestra-politica-violencia-genero-machismo/

Fotografía: Walker Vizcarra

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A las cosas por su nombre

Por: Carolina Vásquez Araya
Uno de los mayores obstáculos para el combate de la violencia contra niñas, adolescentes y mujeres adultas es un vacío conceptual cuya dimensión supera largamente cualquier esfuerzo por desarrollar una sociedad igualitaria. La contraofensiva ante las denuncias de violencia de género se apoyan en argumentos como “los hombres también sufren violencia”, equivalente a colocar bajo un mismo rasero dos realidades opuestas, una de las cuales se sustenta en un poder de la masculinidad establecido a través de los tiempos y perpetuado en las sociedades modernas casi intacto.
Pero esto hay que ponerlo en términos mucho más sencillos si se desea permear esa resistencia a la aceptación del fenómeno. Lo primero es explicar por qué los hombres no sufren violencia de género. La definición de este tipo de violencia debería ser suficiente para aclarar el concepto, pero mejor es ir al detalle y obtener un panorama más amplio, remitiéndonos a la generación misma del trato diferenciado entre hombres y mujeres. Es decir, el momento mismo desde el cual se marca la escala de valor: la perspectiva del sexo del nonato.

En todas las civilizaciones antiguas y modernas las expectativas ante el nacimiento de un nuevo miembro de la familia tienden a favorecer al género dominante, es decir, el masculino. Durante el proceso de crianza en el núcleo familiar, a los niños varones se les inscribe en un estatus superior de autoridad y privilegios en comparación con sus hermanas, lo cual refleja como un espejo las relaciones de la pareja. El hombre debe ser proveedor, protector e independiente. La mujer debe ser obediente (mandato dado desde la ceremonia nupcial) y dependiente de la autoridad masculina. Su papel limitado a servir y dedicarse a la crianza de sus hijos.

Es ahí, en ese preciso instante, en donde se plasma el modelo de violencia y discriminación que perdurará durante el crecimiento y desarrollo de la personalidad. Es la convicción de superioridad impresa en un género, contrastada con la inferioridad del otro. La mujer dócil, sumisa y obediente será el prototipo de lo femenino, mientras el hombre fuerte, agresivo y dominante será la contraparte masculina en un modelo supuestamente ideal.

Esta manera de marcar roles no solo constituye una limitación evidente en el desarrollo de las niñas; también encierra a los niños en un chaleco de fuerza muchas veces contrario a su natural evolución, transformando a ambos en seres incompletos y frustrados.

La violencia, entonces, termina por ser una forma casi inevitable de expresión inducida por la visión limitada establecida por estereotipos sociales y culturales de cómo deben ser y manifestarse las relaciones entre ambos sexos, así como la manera “correcta” de definir sus características. Entonces, el dominio de un género por sobre el otro se manifiesta sin más límites que los impuestos por la forma de crianza, la educación y el autocontrol. Las leyes, por lo general, han sido tan permisivas ante la violencia de género como la sociedad en la cual se desarrollan estas relaciones.

La única manera de reducir la violencia de género, por lo tanto, reside en un esfuerzo legal y educativo enfocado en este fenómeno cuya dimensión, precisamente por ser connatural a la cultura imperante, pasa inadvertido para la mayoría. La igualdad de derechos es mucho más que una parte del discurso correcto. Es un cambio de mentalidad y un compromiso incondicional de respetarla en todos los aspectos de la vida. Es comprenderla en toda su enorme complejidad.

@carvasar

Blog de la autora: https://carolinavasquezaraya.com/2016/11/21/a-las-cosas-por-su-nombre/

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Educación mercantilista y género

Por: Carmen Rodríguez y Marina Melgarejo 

Es indudable que en la segunda mitad del s. XX se han producido cambios en la concepción de la igualdad y de los roles de género, lo que ha repercutido en la vida de muchas mujeres, pero estos cambios no han revertido el orden patriarcal e, incluso, han surgido nuevas fórmulas para retroceder en los logros conseguidos.

Las políticas neoliberales, competitivas y dirigidas al éxito, han hecho que las libertades individuales dominen sobre los valores democráticos, desplazando la igualdad. Nos hacen creer libres en cuanto a nuestras elecciones y con plena disposición de un futuro que en realidad se verá limitado por las condiciones en las que nacemos y crecemos, quiénes somos y qué tenemos.

Estas ideologías liberales hacen de la educación un medio para competir por trabajo, estatus y dinero y no un fin en sí misma, haciéndonos títeres del modelo consumista existente. En este marco las chicas y adolescentes vivirán una situación de mayor debilidad que antes, porque nacen en una supuesta igualdad conseguida, que no deja de ser un sexismo consentido, supuestamente elegido.

Mientras en épocas anteriores se justificaban las desigualdades sexuales existentes, ahora son las políticas de ajustes estructurales y los recortes del estado de bienestar, bajo el paraguas de la eficacia económica, las que crean nuevas desigualdades al desmantelar las políticas sociales que protegían a las personas más vulnerables.

La despolitización de los derechos sociales que son comunes a las mujeres, los convierte en problemas individuales y de libertad de elección; así la violencia de género es vista como un problema individual, de un cónyuge abusador, sin relación con la estructura patriarcal, la dependencia o las relaciones de poder. La prostitución, los vientres de alquiler y la discriminación sexual son problemas de elección particular y los cuerpos de las mujeres mercancías para la utilización de los hombres.

La situación de las mujeres se ve doblemente perjudicada: por un lado, por la pérdida de derechos sociales y, por otro, por el sometimiento a situaciones de empleo precarias, sobre todo para las mujeres de países del sur, que tiene consecuencias para la pérdida de derechos ya conseguidos, retrocediendo la igualdad.

La interdependencia mundial hace que lo que actúa sobre las mujeres de un lado del mundo afecte a las del otro. En primer lugar, los flujos migratorios de mujeres, el turismo sexual y el tráfico internacional de mujeres muestran cómo la estructura patriarcal se ve reforzada. En segundo lugar, la precarización de los empleos hace que las mujeres se incorporen cada vez en mayor medida al mundo del trabajo, pero como trabajadoras secundarias; reciben los peores trabajos y pagarán el “impuesto reproductivo”, que hará que tengan que multiplicar sus esfuerzos e incorporarse de una manera discontinua y más servil.

En este marco globalizado, donde priman los intereses del mercado sobre los derechos sociales, la educación colabora en el mantenimiento del sistema, por su intervención o por la ausencia de esta. Destacamos cuatro aspectos de la educación mercantilizada que perjudican especialmente a unas relaciones igualitarias entre los sexos.

La desvalorización de la vida íntima

Nos imponen una educación dirigida al mundo del trabajo y a competir, que ignora la vida íntima, las emociones, el cuidado y el bienestar común. Las mujeres siguen ocupándose mayoritariamente de la vida de los demás, quedando sin tiempo personal o para el compromiso político y social.

Hemos pasado en muy poco tiempo de una escuela de masas caracterizada por el pensamiento único que en vez de crear personas críticas forma a sumisos al sistema, a la deriva mercantilista y privatizadora de nuevas políticas educativas que solo buscan el éxito profesional y se caracterizan por la competitividad.

Este modelo excluye la vida con y para los demás porque fortalece la competitividad y la mentalidad práctica y egoísta que nos convertirá en sujetos devoradores del resto. La privatización de los centros y el modelo que persigue, que se limita a evaluar la capacidad memorística, segregando entre peores y mejores alumnos, no atiende a las diferencias, no enseña a convivir y se aleja de un modelo educativo personal que considere las necesidades del alumnado y esté vinculado al afecto, las emociones, el pensamiento y la creatividad.

El hecho de que las funciones de cuidado y atención no sean compartidas por los varones, ni valoradas en la escuela y socialmente, supone una pérdida para el bienestar de toda la sociedad y para el estatus y estilo de vida de las mujeres.

La hiper-sexualidad como nueva liberación

En esta desvalorización de la vida íntima, en oposición al trabajo y al mercado capitalista, entra una nueva consideración del cuerpo de las mujeres exaltando la hiper-sexualidad como una nueva liberación.

Las adolescentes y jóvenes son las más expuestas porque los medios culturales y de comunicación, el consumo y la sociedad les reclama “gustar a toda costa”.

Los medios de comunicación construyen mujeres inseguras a partir de cánones de belleza imposibles, para que consuman productos y ropa que “resalte su belleza” y así puedan afianzar su autoestima. Así las jóvenes llevan ropa y exhiben fotos solo con la intención de gustar y someterse a lo que a ellos les gusta, excusándose en su libre elección y en un falso feminismo.

La escuela es ajena a esta nueva esclavitud, que está originando una alta violencia de género que empieza en la adolescencia.

Lejos del antiguo dominio del cuerpo de las mujeres con el recato y la posesión por parte de las parejas, esta hiper-sexualidad, de formas perfectas, no es más que una nueva dominación que vuelve a esclavizar el cuerpo de las mujeres y sus sentimientos. Se refuerza a su vez la objetivación de su propiedad individual para que sea responsabilidad de cada persona, mientras se invisibilizan los factores externos que condicionan las elecciones y la desigualdad.

El mito de la libertad de elección

La libertad de elección es un postulado neoliberal que plantea que se puede acceder a todo lo que se desea, sin existir barreras y sin estar determinados por la pertenencia a una clase social, etnia o género. Se considera que las elecciones no están condicionadas y que todas las personas tienen las mismas posibilidades de realizarlas.

La elección es otra opción ideológica de las políticas mercantilistas que perjudican a las chicas en su derecho a la educación fomentando la segregación por sexos. La enseñanza diferenciada por sexos está planteada por la LOMCE y por movimientos conservadores en todo el mundo representando una vuelta atrás en los derechos conseguidos en la educación de las niñas. La condición de matricular a una niña en un centro de estas características no da lugar a la libertad de elección, al menos para ella, ya que es educada de una forma diferenciada y posiblemente estereotipada.

En nuestro país se ampara en un Convenio de la UNESCO del año 1960, que se estableció para garantizar la escolarización de las niñas en aquellos países con legislaciones muy restrictivas con respecto a las libertades de las mujeres.

Aunque las razones utilizadas para reclamar una enseñanza diferenciada por sexos son los mejores rendimientos conseguidos por las chicas, el hecho es que son los colegios de ideología religiosa ultraconservadora, Opus Dei y Legionarios de Cristo Rey, los que mantienen las diferencias entre sexos defendidas por la ideología de la Iglesia Católica y amparadas en que hombres y mujeres se eduquen separados porque tienen destinos diferentes.

El conocimiento escolar

No es nuevo el análisis de los contenidos escolares en su contribución al mantenimiento del sexismo, aunque ahora adquiere una nueva dimensión en una educación dirigida a la formación individual y competitiva para el mundo laboral. Los usos, las costumbres y lo esperado de forma estereotipada adquiere carta de naturaleza cuando los libros de texto lo convierten en el conocimiento legítimo.

Actividades y atribuciones diferentes para mujeres y hombres, relaciones afectivas caracterizadas sexualmente, representaciones ante la vida que distinguen entre quien domina y quienes ocupan un papel complementario, pasivo e invisible; protagonismo masculino y mujeres ausentes. Todo ello reafirma la realidad presente de la que los textos solo dan cuenta en un modelo de conocimiento estático y nada transformador.

La fuerte concentración en el presente, la creencia en las certezas del conocimiento y la falta de de-construcción crítica del pasado, sirven de reclamo para teorías conservadoras. Renace de nuevo el determinismo biológico que considera los comportamientos de chicos y chicas como la consecuencia de su naturaleza diferenciada y no como la consecuencia de sus contextos y experiencias, y se convierte, por su propia esencia, en una teoría de límites para chicas y chicos. Argumentos que vienen a apoyar la existencia de escuelas segregadas porque el rendimiento es mayor en las chicas que en los chicos. La eficacia del sistema educativo se mide por el desempeño de unos objetivos disparatados, no por la formación ciudadana. Los estereotipos sexuales actúan hoy día de forma más potente que nunca porque se promociona el determinismo biológico como la línea de pensamiento más moderna y rompedora, sin tener en cuenta su larga historia anterior, múltiples veces desmentida.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2016/11/04/educacion-mercantilista-genero/

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La educación de las niñas es un antídoto contra la violencia

Por: Valeria Méndez de Vigo 

Se cumple ahora un mes del secuestro de 276 niñas y jóvenes de una escuela de Chibok, en el Estado de Borno, al noroeste de Nigeria, por el grupo terrorista Boko Haram. Los medios de comunicación se han hecho eco de la estremecedora noticia y las redes sociales se han llenado de fotos de numerosas personalidades con el hashtag Bring back our girls. No se trata de un caso aislado, sino que son muchos los casos en los que la educación es objeto de violencia, como señala UNESCO en su Informe Una crisis encubierta: conflictos armados y educación.

Sin llegar a esta violencia tan radical y explícita, todavía hoy hay 57 millones de niños y niñas- 31 millones son niñas- que no tienen acceso a la educación. Solo en Nigeria, hay diez millones de menores sin escolarizar- el 44% son niñas-. De las 774 millones de personas analfabetas en el mundo, dos tercios son mujeres. Tal y como señala UNESCO, sólo el 20% de los países de bajos ingresos tienen igual número de niñas que de niños en primaria. En Sudán del Sur, por ejemplo, una joven tiene el triple de posibilidades de morir de parto que de finalizar la primaria.

Pero estas niñas y jóvenes de Chibok iban a la escuela, sobreponiéndose a obstáculos prácticamente insalvables como la pobreza, el trabajo en el hogar, las prácticas sociales discriminatorias y los entornos inseguros y violentos. Y han sido víctimas de la violencia por ejercer el derecho a esa educación que les permitirá aumentar sus ingresos en el futuro, obtener un trabajo, evitar los matrimonios tempranos, espaciar los embarazos, ser conscientes de sus derechos o participar en las decisiones que les afectan. En definitiva, transformar sus vidas y las de sus comunidades. Por ello, la violencia contra ellas supone un ataque contra cualquier atisbo de transformación individual o colectiva.

¿Cómo se puede promover la educación de las niñas en condiciones de seguridad y equidad en Nigeria y en otros países del mundo?

Es evidente que el gobierno de Nigeria y la comunidad internacional deben hacer todo lo posible para rescatar a las niñas y jóvenes secuestradas y establecer los sistemas y mecanismos necesarios para que estos delitos no queden impunes. También deben asegurar la protección de las niñas y garantizar su derecho a la educación gratuita y de calidad. En Nigeria y en otros países hay que destinar la suficiente inversión y aplicar incentivos y becas para niñas y jóvenes. Hay que tomar medidas para que las escuelas sean lugares accesibles, seguros y libres de violencia. Es necesario propiciar que las escuelas sean espacios de aprendizaje con calidad y con equidad y procurar formación a docentes para que sean sensibles a las cuestiones de género, contratar a maestras que puedan servir como modelos y eliminar los estereotipos sexistas de los currículos, los materiales de enseñanza, las prácticas docentes o la gestión de las escuelas.

No hay nada más transformador de una realidad injusta, no hay mayor antídoto contra la violencia y la sinrazón, que la educación de las niñas y las mujeres. Como bellamente expone Malala Yousefai, la joven activista pakistaní tiroteada por los talibán por ejercer su derecho a la educación: «Libremos una gloriosa lucha contra el analfabetismo, la pobreza y el terrorismo, levantemos nuestros libros y nuestros lápices, pues son las armas más poderosas. Una niña, una maestra, una pluma y un libro pueden cambiar el mundo. La educación es la solución«.

[Pueden leer más sobre este asunto ene l informeLas niñas a clase. Una cuestión de justicia, publicado por Entreculturas en 2011.]

Fuente: http://elpais.com/elpais/2014/05/14/3500_millones/1400043600_140004.html

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