El terrorismo y el género

Por: Miguel Lorente Acosta

Análisis del autor sobre el negacionismo de las Violencias Machistas por parte de la ultraderecha en España para seguir manteniendo la desigualdad de poder entre hombres y mujeres


ETA, una banda terrorista y cruel del pasado, asesinó en 42 años a 855 personas. La violencia de género, una violencia cruel y terrible del presente, ha asesinado a 1072 mujeres en 13 años, y a 37 niños y niñas en siete; sólo en el contexto de las relaciones de pareja. A pesar de esta objetividad, los mismos que echan en cara al Gobierno “pactar” con los que llaman “herederos de ETA”, son los que niegan la existencia de la violencia que hoy, y cada día, sufren las mujeres, sus hijos e hijas.

Una violencia de género que en sus diferentes formas ha golpeado a más de la mitad de las mujeres de nuestro país, concretamente al 57’3%, según la Macroencuesta 2019, y que cada año lo hace sobre más de 2 millones como maltrato en la pareja, sobre unas 400.000 como violencia sexual (dentro y fuera de la pareja), y sobre más de 2 millones como acoso sexual.

Cualquier crítica que se haga sobre ETA es comprensible a raíz de lo que supuso la banda terrorista, lo que resulta sorprendente es que quienes hacen esa crítica sobre la banda terrorista que dejó de existir hace 9 años, sean los mismos partidos y posiciones que niegan la existencia de una violencia que ha asesinado a más mujeres que la banda criminal en la cuarta parte del tiempo de su existencia, y que todavía hoy sigue existiendo, agrediendo y matando a las mujeres.

Unas posiciones y partidos que, además, presentan las leyes democráticas dirigidas a erradicar la violencia de género como una amenaza para los hombres, y hablan de que son criminalizados al mismo tiempo que niegan la amenaza y el terror que viven muchas mujeres.

La violencia, como bien recoge la OMS, no solo es el uso de la fuerza física, sino que sobre ella está la utilización del poder. Y ese poder como capacidad de imponer, determinar, controlar o de amenazar a través del posible recurso a la agresión, es el que condiciona la vida de las mujeres en las relaciones de pareja y en la sociedad. Todo ello gracias a la construcción de una cultura machista que da por válidas y generales las referencias impuestas por los hombres para su beneficio particular, como, por ejemplo, contar con la comprensión, justificación y minimización de la violencia que usan contra las mujeres.

Por eso, ahora que hemos conocido el impacto del confinamiento y de la restricción de la movilidad en nuestras vidas, deberíamos de ser capaces de empatizar con las mujeres, y comprender sus miedos e indignación cuando todavía tienen que escuchar como consejo para que no ser agredidas, expresiones del tipo, “esas no son horas para una mujer”, “esos no son sitios para una mujer”…

La sociedad ha establecido durante siglos un confinamiento social y un toque de queda funcional para las mujeres, bajo la advertencia de que superar esos límites se puede traducir en violencia de género contra ellas, especialmente dentro de la esfera de la violencia sexual, y contar luego con un argumento para responsabilizarlas por haber superado los límites establecidos. En ningún caso se cuestiona la construcción machista de esos límites ni a los hombres que actúan bajo esas referencias, como hemos visto en numerosas ocasiones, entre otras, por ejemplo, en el caso de “la manada” con los ataques y críticas a la víctima, y con toda la campaña en apoyo y defensa de los cinco hombres violadores, incluso desde instituciones como el Parlamento de Andalucía y la Universidad de Santiago de Compostela.

El rechazo a los hechos y las condenas individuales no cuestiona la construcción cultural que da lugar a ellos, sino que son utilizadas como justificación para reforzar un modelo de sociedad que posibilita la violencia de género, y que luego se da por satisfecho cuando condena a unos pocos hombres; puesto que la mayoría de los casos no se denuncian, y de los que se denuncian la mayoría no termina en condena.

El negacionismo de la ultraderecha con el acompañamiento de la derecha demuestra la construcción cultural machista que hay detrás de todo ese entramado, y la estrategia para que no se alcance la Igualdad con el objeto de que el modelo de poder androcéntrico no se vea debilitado ni agitado.

Resulta inadmisible la negación de la violencia de género que hacen desde esas posiciones, y que quien actúa desde las instituciones democráticas presente a una ley orgánica aprobada por unanimidad como una amenaza para los hombres y la convivencia. Sin duda, esta situación describe muy bien la ideología y los intereses de estos partidos, y de muchos que los apoyan desde su machismo interesado y beligerante.

No será terrorismo en sentido tradicional, pero sí es terrorífico para una democracia.

Fuente e imagen tomadas de: https://rebelion.org/el-terrorismo-y-el-genero/

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España: La ley de libertad sexual prevé centros de atención 24 horas para las víctimas

Europa/España/27 Febrero 2020/elpais.com

La ministra Irene Montero comparece por primera vez en la comisión de Igualdad. La norma irá al Consejo de Ministros el 3 de marzo

La ministra de Igualdad, Irene Montero, quiere impulsar una «poderosa e inquebrantable alianza feminista» que convierta a España en un referente internacional de los derechos humanos. Es la declaración de intenciones que ha hecho este lunes en su primera comparecencia en la Comisión de Igualdad del Congreso de los Diputados. Montero ha desgranado los ejes de su política. Su primera medida es el impulso de la ley de libertad sexual, cuyo texto se presentará en el Consejo de Ministros el próximo 3 de marzo después de que el Gobierno desatascara el choque que tuvo su departamento con Justicia a finales de la semana pasada. Esta nueva norma, que pretende un enfoque integral contra la violencia sexual como en su momento fue la ley 1/2004 de violencia de género para la violencia en las relaciones de pareja o exparejas, prevé la creación de centros de atención integrales para las víctimas que funcionarán 24 horas al día.

Según explican desde el departamento de Montero, se trata de centros especializados en atención e intervención en violencias sexuales para «víctimas que han sufrido violencia sexual tanto en el pasado como recientemente». Estarán formados por equipos interdisciplinares con psicólogas, trabajadoras sociales, educadoras sociales y juristas expertas en violencia sexual.

La ministra ha desgranado las principales medidas de su cartera para esta legislatura, tras señalar que la violencia contra las mujeres “constituye una de las violaciones de derechos humanos más graves, habituales y silenciadas de cuantas se cometen en nuestra sociedad”.

En su comparecencia ha recordado a las víctimas asesinadas por sus parejas o exparejas desde el año 2003, cuando comenzaron las estadísticas oficiales. Son 1.044 mujeres. Solo en lo que va de año, 11 mujeres han sido asesinadas por este motivo. Solo una de ellas presentó denuncia. «La mayoría de las víctimas no denuncian estos hechos», ha admitido Montero. Desde que hay estadísticas, los datos muestran que más del 70% de las asesinadas nunca había dado la voz de alarma contra su agresor. «Es esencial reconocer que la respuesta institucional debe ser mucho más amplia», ha señalado Montero, que pide acompañar a «todas las víctimas, no solo a las que denuncian».

En ese sentido, el Pacto de Estado contra la Violencia de Género, aprobado en 2017 pero apenas desarrollado, prevé medidas de apoyo a las mujeres como el reconocimiento de ayudas y respaldo desde los servicios sociales municipales aunque no medie denuncia o el cribado sanitario, es decir, que los servicios sanitarios y los médicos de cabecera se vuelquen también en la detección de casos.

Todas las violencias

Montero ha subrayado que, con esta nueva ley de libertad sexual, será la primera vez que el ordenamiento jurídico español dará un marco normativo integral que reconocerá como formas de violencias machistas todas las conductas que impliquen la vulneración del derecho a decidir acerca de la vida sexual. Abarca agresiones sexuales, acoso sexual, acecho, acoso, extorsión sexual y engaño pederasta, entre otras. Y también la violencia ejercida con la tecnología, la mutilación genital femenina, la infección intencionada de enfermedades de transmisión sexual, el matrimonio forzado o la trata por razones de explotación sexual.

«A este ministerio y a esta ministra le gustaría abolir la prostitución», ha dicho Montero sobre uno de los debates que atraviesan al feminismo, dividido entre un sector mayoritario que quiere acabar con esta práctica y otro, con menos partidarias, que reclama que se protejan los derechos de las que llaman «trabajadoras sexuales». La ministra ha admitido, no obstante, la dificultad de llevarlo a cabo como han constatado sus antecesoras en el cargo. El ministerio iniciará «de forma inmediata» los trabajos para una futura ley integral contra la trata.

La lucha contra la violencia es uno de los ejes de esta legislatura para el Ministerio de Igualdad, en la que Montero ha anunciado también políticas de redistribución y contra las brechas de género, para la que plantea el desarrollo de una ley de tiempo corresponsable, o políticas de cuidado de la diversidad contra la discriminación a personas por su orientación o identidad de género o por su origen étnico o racial, para lo que ha anunciado la tramitación de una ley para la igualdad social de las personas LGTBI  y una ley trans, «que garantice el anclaje de los derechos y libertades fundamentales de las personas trans, que pasan tanto por la autodeterminación como por la plena despatologización».

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/sociedad/2020/02/24/actualidad/1582561594_666838.html

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No somos las mujeres, es el sistema

Redacción: Susana Reina

El movimiento feminista, como teoría política y movimiento social es relativamente reciente. Si bien desde hace unos 7000 años las mujeres hemos vivido bajo condiciones de sumisión y discriminación, el siglo XVII marca el inicio en que el feminismo se manifiesta como proyecto colectivo de lucha.

Amelia Valcárcel, una brillante catedrática madrileña, acuñó lo que ella llamó las tres olas del feminismo, como una forma de estudiar las diversas manifestaciones que las mujeres organizadas realizaron a lo largo de estos últimos 200 años.

La primera ola o “el feminismo ilustrado” (de la Revolución Francesa a mediados del siglo XIX) tiene en la inglesa Mary Wollstonecraft y la francesa Olympe de Gouges, sus máximas representantes. Las banderas de este periodo fueron: educación, ciudadanía y derecho a ser tratadas como iguales.

La segunda ola o “feminismo liberal sufragista”, desde mediados del siglo XIX a mediados del XX, hace énfasis en el derecho al voto de las mujeres y el derecho al trabajo. Figuras notables de este periodo, Elizabeth Cady Stanton en Estados Unidos y Emmeline Pankhurst en el Reino Unido, dieron su vida por estas causas.

Surge hacia los años 50 del siglo pasado, la tercera ola o el “feminismo contemporáneo” con autoras notables como Simone de Beauvoir y Betty Friedan. En esta etapa las banderas fueron la liberación sexual, la violencia de género, aborto, contracepción, la conquista del propio cuerpo. Pero también puso el acento en la visibilización de los aportes de la mujer en múltiples campos del conocimiento, la necesidad de remunerar el trabajo doméstico, la presencia del techo de cristal, el escaso éxito en el ascenso de la mujer al poder, entre otros.

Y ahora, en este siglo XXI, pareciera que estamos siendo testigos de excepción del nacimiento de una cuarta ola para algunas filósofas feministas, como Rosa Cobo Celia Amorós, que consiste en un despertar global de conciencia sobre la verdadera raíz de la opresión femenina, que ha mantenido incólume al machismo como sistema de creencias durante toda la historia, a pesar del lógico reclamo que justifican las reivindicaciones que las mujeres han demandado y exigido.

Es un lugar común sostener que las mujeres no llegan a tener lo que desean porque tienen déficits de algún tipo, buscando que estas encajen en un patrón predeterminado ya dado, y entonces se las “empodera”, para que se adapten a una ilusión de igualdad, lo que hace más dura la lucha, culpabilizando a la víctima de su poco empeño.

Si bien las banderas de esta cuarta ola siguen siendo las mismas que las que le anteceden (aún en este siglo hay países donde las mujeres ni reciben educación, ni votan, ni abortan libremente) el foco en esta ola se pone en el sistema, no en las mujeres. En las reglas de juego que nos ponen a jugar, no en las individualidades.

Y esto es importante porque los cambios y avances de algunos grupos de mujeres en el mundo registrados a la fecha, se han dado al parecer sin que el patriarcado haya cedido como patrón cultural desde donde se educa y condiciona la actuación de hombres y mujeres, dejando a estas últimas por fuera de cualquier esquema de privilegios. Pareciera que son concesiones que se van haciendo bajo la presión de grupos organizados, pero sin que se altere de fondo la estructura que lo sostiene. Involucrar a los hombres en la tarea es fundamental, construir nuevas masculinidades que den paso a una nueva forma organizativa del sistema social, una prioridad.

Por eso la tarea que nos convoca está clara. En este momento preciso de la historia, varias generaciones de mujeres estamos conviviendo y compartiendo una conciencia de género única, mujeres de la segunda y tercera ola, y las más jóvenes que están asumiendo el testigo, sensibilizadas todas por el terrible impacto de la violencia machista, por la inequidad en las oportunidades, y por el desigual reparto del poder. No es una, somos todas. La respuesta es política y sistémica.

Fuente: http://efectococuyo.com/opinion/no-somos-las-mujeres-es-el-sistema/

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